Concluyo con esta entrada mi reseña de La política en tiempos de indignación (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015), del profesor Daniel Innerarity, que me ha ocupado estas últimas semanas. Remito a lo dicho en entradas anteriores para una mejor comprensión de la misma.
Dice Innerarity (página 236), que según las encuestas la política se ha convertido en uno de nuestros principales problemas, y se pregunta si en esa opinión se expresa una nostalgia por la política desaparecida, una crítica ante la mediocridad de la actual, o más bien un desprecio antipolítico hacia algo cuya lógica no se acaba de entender. En cualquier caso, añade, los ciudadanos tendríamos más autoridad con nuestras críticas si pusiéramos el mismo empeño en formarnos y comprometernos. Y tal vez entonces, sigue diciendo, caeríamos en la cuenta de que nos encontramos en la paradoja de que nadie confía a la política lo que solo la política podría resolver.
Inmediatamente antes (página 233) ha aclarado que la democracia no es la presencia de los ciudadanos en los lugares donde se toman las decisiones, sino más bien el hecho de que las instituciones electivas y los electos puedan ser juzgados por la ciudadanía. Y en una opinión que comparto plenamente añade que, aunque suene paradójico, no hay otro sistema mejor que la democracia indirecta para proteger a la democracia frente a la ciudadanía, contra su inmadurez, debilidad, incertidumbre e impaciencia.
Al final del libro (páginas 348-350), en el capítulo titulado "La política como actividad inteligente", añade que la cuestión de como configurar democracias inteligentes, una inteligencia en red o una smart governance es un asunto crucial de nuestros días que algunos han formulado como la idea de una wiki-government. En cualquier caso, sigue diciendo, hay que volver a diseñar las instituciones de gobierno en la era de las redes. La gobernanza efectiva en el siglo XXI, dice, requiere colaboración organizada. Se trataría, sigue diciendo, de transformar las jerarquías en ecosistemas de conocimiento colaborativo y cambiar así, radicalmente, la cultura de gobierno desde un saber experto centralizado a otro en cuyo diseño la revisabilidad ocupe un lugar central. Los aprendizajes en política, dice, requieren procesos de reflexión en los que se observen las consecuencias de los cambios introducidos, los posibles efectos no deseados y se elabora una evaluación compartida de las políticas públicas.
El intenso debate que ha tenido lugar en los últimos años en torno a las posibilidades de transformar "deliberativamente" la democracia, sigue diciendo, se inscriben en ese concepto. Las sociedades aprenden a través de procesos de inteligencia colectiva, añade. Entre esas "comunidades epistémicas", dice, destacan los procedimientos de deliberación política a través de los cuales se combate colectivamente la perplejidad y se forma el juicio cívico. Si tiene sentido ese esfuerzo común, continúa diciendo, es porque la ignorancia a la que ha de hacer frente la política es descomunal. La inteligencia es algo que solo se ejerce compartidamente, añade. Una sociedad madura, dice, ensaya procedimientos, ámbitos e instituciones para experimentar acerca de sí misma, para dotarse de espacios de reflexión y deliberación. Y eso es algo, dice, que solo puede hacerse comunicativamente porque -no lo olvidemos- comunicar es lo que se hace cuando se ignora y se quiere superar esa ignorancia. Lo demás, añade, son rituales de notificación.
La idea de una democracia deliberativa, continúa, subraya la centralidad de los procesos y las instituciones para formar una voluntad común frente a un modelo de democracia entendida como meras negociación de opiniones y preferencias ya establecidas. La esfera pública, dice, es un espacio donde podemos convencer y ser convencidos [la misma opinión que mantenía sobre la política Hannah Arendt], o madurar juntos nuevas opiniones. Los debates sirven precisamente, continúa diciendo, para generar una información adicional que puede confirmar pero también modificar nuestros puntos de partida. En el modelo "republicano" de esfera pública lo que está en un primer plano no son los intereses de los sujetos ya dados de una vez por todas o visiones del mundo irremediablemente incompatibles, sino procesos comunicativos que contribuyen a formar y transformar las opiniones, intereses e identidades de los ciudadanos. El fin de tales procesos, añade, no es satisfacer intereses particulares o asegurar la coexistencia de diferentes concepciones del mundo, sino elaborar colectivamente interpretaciones comunes de la convivencia. Los procesos son decisivos, dice, ya que los intereses y las preferencias de los ciudadanos no están predeterminados ni constituyen, por lo general, un todo coherente. Con mucha frecuencia, añade, los actores no saben con exactitud lo que quieren ni en qué consiste su interés más auténtico. En otras palabras, dice, es el proceso democrático el que permite que los participantes se aclaren respecto de sí mismos y se formen una opinión acerca de aquello que está en juego. La fuerza política de la deliberación, concluye, se acredita precisamente en su capacidad de institucionalizar el descubrimiento colectivo de los intereses.
En el último párrafo de su libro el profesor Innerarity recuerda que comenzó diciendo que la principal perspectiva social y política que tenemos actualmente, nuestro principal desafío, es, a su juicio, desarrollar una política inteligente y reflexiva, situar a la política a la altura de las exigencias que plantea una sociedad del conocimiento. Ahora bien, se pregunta para concluir, ¿se puede pensar en medio de la política? De entrada, añade, no parece esa una actitud propia de la mayor parte de los actores políticos, dominados por una agitación superficial y especialmente sometidos a la dictadura de lo inmediato. Pero en el fondo, sigue diciendo, todos sabemos que con el activismo no se combate la perplejidad, solo se disimula. Nunca vamos tan rápido como cuando no sabemos adonde vamos. Por eso, añade, una de las tareas de todas crítica política es desenmascarar esa falsa movilidad, aquellas formas de pseudoactividad cuya aceleración y firmeza se deben precisamente a que no se tiene ni idea de lo que pasa. Puede que en otras épocas, termina diciendo, pensar fuera una pérdida de tiempo; en la nuestra, dice, cuando no podemos contar con la estabilidad de marcos y conceptos, ni confiar cómodamente en las prácticas acreditadas, pensar es un ahorro de tiempo, un modo radical de actuar sobre la realidad.
De nuevo Hannah Arendt, a quien citaba al comienzo de su libro, sacada a relucir: comprender es pensar... Espero que les haya resultado interesante.
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Daniel Innerarity
3 comentarios:
Muy interesante...
Seria interesante saber a que políticas desaparecidas se refiere Innerarity , también seria importante conocer si se refiere a la política mundial , europea o quizás a la española. Los ciudadanos españoles no han tenido fácil la formación y el conocimiento en esto de la política desde hace muchos muchísimos años , quizás desde siempre ,por lo tanto parece excesivo el " culparlos " de su ignorancia cuando desde siempre las clases dirigentes en general y alguna en particular no han tenido ningún interés en que los ciudadanos se formaran y se interesaran en política , de esta forma les ha sido mas fácil manejarlos en su propio interés , no es la política lo malo , son los políticos que tienen y han tenido el poder de enseñar y formar a los ciudadanos , podríamos hablar de la Iglesia , de la enseñanza y de las " clases pudientes " de este país , podíamos hablar del desmedido interés de las " autoridades " en potenciar exageradamente cosas como el futbol, el Real Madrid , las copas de Europa , el Barcelona ,los toros , El Cordobés , Jesulin etc etc , los " artistas " Lola Flores , Juanito Valderrama , Julio Iglesias etc etc , o las TVs , Sálvame , Gran Hermano , Mujeres Hombres y viceversa etc etc . Los ciudadanos ya juzgan a los electos en las elecciones , pero desde la falta de formación y de informacion real de las cosas que en realidad están pasando . Lo " mejor " de todo es lo de "no hay otro sistema mejor que la democracia indirecta para PROTEJER a la democracia FRENTE a la ciudadanía " nunca creí que podría leer una afirmación tan desafortunada , o sea que el PROBLEMA son los ciudadanos , esos mismos que pagan y sufren eso que algunos llaman democracia , pero el problema NO es la política , el problema es ESTA política y ESTA democracia , que esta diseñada , dirigida y aplicada por estos políticos y algunas instituciones para seguir viviendo del sistema.Los aprendizajes en política y en casi todo requieren buenos y honestos " profesores " y desgraciadamente en este país carecemos de ellos . Quiero pensar que su admirada Hannah Arendt no conocía a fondo la realidad política de este país . Un saludo
Las palabras, las frases..., cualquier cosa, tomada aisladamente y fuera de su contexto, puede inducir a confusión. Asumo que la culpa puede ser mía por no explicitar ese contexto. Para eso recomiendo la lectura del libro completo, porque lo que no voy a hacer es reproducirlo yo. Me conformo con suscitar el interés por hacerlo aun a riesgo de ser malinterpretado con toda justicia. Me permito introducir una cita de Cicerón, tomada de Montaigne, que, creo, viene al caso: "¿Y entonces tu saber no es nada si no hay otro que sepa que lo sabes?". Fin de la cita, como diría nuestro presidente del gobierno, en funciones, don Mariano Rajoy. Y estoy seguro, amigo Galán, que Hannah Arendt no conocía a fondo la política de nuestro país. Murió en diciembre de 1975. Y los cuarenta años anteriores no creo que la interesaran en exceso.Un saludo. P.S.: Si puede lea el libro de Innerarity. Creo que lo apreciará.
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