lunes, 30 de diciembre de 2019

[PENSAMIENTO] Adiós a Harold Bloom



El profesor y crítico literario Harold Bloom


La lucha de Harold Bloom, reconocido universalmente como uno de los más eminentes críticos literarios del siglo XX, -escribe el profesor de la Penn State University, Álex Ramírez-Arballo-, fue siempre contra la ideología. El paradigma académico que encarnó con persistencia feroz en sus clases es el del hombre libre, con sed de conocimiento, apasionado y furioso siempre contra la estupidez masificadora de las novedades.

"Harold Bloom murió hace unos días -comienza diciendo Ramírez-Arballo- y me resulta inevitable pensar con emoción en el imponente legado moral e intelectual que deja tras de sí. Pensador de gran potencia y valentía, ha sido para las humanidades un largo y sostenido terremoto, sobre todo en la academia norteamericana, donde por años fue capaz de defender con armas y letras una idea trascendente de la literatura en contraposición a las corrientes de moda, iracundas pero superfluas, montadas sobre dos o tres ideas que se repiten hasta el hartazgo: poder, raza, interseccionalidad, clase y algunas otras tantas zarandajas referidas mecánicamente, casi con resignación, en los ilegibles papers del gremio. La apuesta de Bloom era clara: en la historia de la literatura hay obras de gran poder a las que debemos acudir porque en ellas radica el poder de iluminar la vida de los lectores. Para el profesor Bloom la lectura, pues, era una experiencia transformacional que debía implicar por necesidad una suerte de metanoia. De ahí que el canon sea una necesidad y una posibilidad: se requiere porque posee una función cognoscitivo-espiritual y es posible debido a que el número de textos y autores capaces de provocar semejante experiencia ha de ser más bien reducido. El canon es un mapa de la sabiduría al que toda persona debe asomarse si es que quiere conocer la genealogía de su espíritu.

La lucha de Bloom fue siempre contra la ideología. El paradigma académico que encarnó con persistencia feroz en sus clases es el del hombre libre, con sed de conocimiento, apasionado y furioso siempre contra la estupidez masificadora de las novedades; por ello su insistencia en una lectura no mediatizada, directa, de textos primarios. Con el advenimiento de las ideas de la Escuela de Frankfurt, el marxismo, el psicoanálisis, la deconstrucción y, en fin, toda la estridencia del postestructuralismo, las humanidades se convirtieron en un escenario de guerrillas constantes donde la primera víctima hubo de ser la literatura, que pasó de ser obra a simple documento donde los profesores buscan encontrar la justificación puntual de todos y cada uno de sus prejuicios. La lectura ideologizada vuelve la obra literaria instrumento y justificación de una lectura personal inamovible, acrítica y claramente antihumanista.       

Al fin y al cabo un romántico empedernido, Harold Bloom es un pensador analógico. Su teoría poética, expresada de manera deslumbrante en La angustia de las influencias (1973), encarna con serena claridad uno de los pilares del pensamiento moderno, insisto, el de la analogía. El modo en que se constituye una tradición es para Bloom el entrelazamiento proporcionado (continuo y discontinuo a un tiempo) que moviliza la poesía en la historia de la literatura y, esto es lo más importante, le otorga un sentido (experiencia, razón, rumbo). Las lecturas equívocas son necesarias, pero solo en cuanto hacen posible la variación; la alternativa, además de imposible, es absolutamente absurda: el ideal de una lectura unívoca, pétrea, que no se ha conseguido ni siquiera en las formas más radicales del fundamentalismo religioso. Los poetas fuertes, nos dice con énfasis Bloom, producen variaciones necesarias dentro de una tradición; los poetas blandengues, en cambio, se repiten hasta la náusea y en el mejor de los casos no son capaces de crear nada que no sea simple doctrina, y en el peor, tedio.

Se calificó a sí mismo siempre como un gnóstico, lo que implica dos cosas: fe en el poder individual para acceder al conocimiento y certeza de que los saberes han de ser reservados para quienes realmente los merecen. El ideal elitista de Bloom es claramente insostenible en el contexto de la universidad actual, tironeada, por un lado, por las fuerzas del mercado que le exige productividad, eficiencia y ganancias, y por el otro lado, por obsesiones identitarias (sic) de estridencia combativa, corrección política, intolerancia gremial y una brutal ausencia de autocrítica. De todo esto se colige que la suya fue una vida única, forjada a impulsos, a resistencias; Bloom se hace a sí mismo, se sabe excepción y persiste en reclamar para sí el derecho (de nuevo el romanticismo) a una radical libertad expresada en muchas ocasiones de una forma caprichosa.

Bloom representó como nadie al ideal pedagógico del tirano. Su filosofía de la enseñanza podría resumirse en cuatro palabras: “Yo hablo, tú escuchas”. Y esto se extiende a su escritura, a su pasión por las nóminas, las selecciones, las listas; basta que una persona se dedique a hacer un diccionario o antología literarios para que muy prontamente se alce de entre los arbustos una legión de detractores. Con Bloom no fue diferente. Siendo el autócrata del aula que siempre fue, no sorprenden los enconos y feroces enemistades que supo cultivar, lo que me sorprende es la capacidad que tuvo para trascender el discurso académico (y sus pugilatos) y alcanzar lo que muy pocos han podido: un reconocimiento público casi popular. Sus libros se venden hasta en los aeropuertos y en los años noventa no era raro ver su imagen corpulenta y burlona en la televisión, entrevistado por Charlie Rose o en algún documental dedicado a su vida y obra en la televisión pública. 

Si bien admiro profundamente en Bloom su disposición de espíritu sediento de libertad, he repelido siempre la ausencia de sutilezas y tersuras que a mi juicio resultan indispensables en los hombres más fuertes. Rechazo su etnocentrismo radical, sus excesos discursivos, su falta de autocrítica (esa misma que señala en sus adversarios) y el narcisismo manifiesto en ese Bloom tardío, mediático y dominante que desplegó a la par de una inteligencia resplandeciente una arrogancia algo vulgar y claramente innecesaria.

Con Bloom muere todo un siglo. Me parece muy difícil imaginar ahora mismo a alguien que pueda suceder al gran erudito del Bronx. El último de los sabios se va y nos quedamos en la academia de los juegos interminables; resignados algunos; otros más, como yo mismo, aferrados a la construcción de una hermenéutica de la disidencia que recupere lo mejor de la tradición a la que pertenecemos, que es la crítica, la libertad y la esperanza de construir escenarios vitales e intelectuales mucho más habitables. Se me ocurre que tal vez este puede ser el más importante legado intelectual y moral de Bloom: lo que hacemos tiene un sentido, y lo que tiene un sentido tarde o temprano habrá de merecer su destino". 



La Academia de Atenas, de Rafael (1512).  Museos Vaticanos



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es lunes, 30 de diciembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...




















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domingo, 29 de diciembre de 2019

[ESPECIAL DOMINICAL] Don Quijote en la zona crítica





La crisis climática, -escribe el historiador alemán Philipp Bloom en el Especial dominical de hoy- obliga a la humanidad a afrontar su propia soberbia y aunque puede estar ante una amenaza existencial, también puede que sea el comienzo de una nueva etapa en su evolución. 

"Qué nos puede enseñar hoy Don Quijote? -comienza escribiendo Bloom-. A primera vista, no mucho. Ahora bien, recordemos que, en la gran novela de Cervantes, el valiente caballero ataca a un grupo de hombres que parecen haber secuestrado a una dama. Por supuesto, su ataque acaba mal, porque su objetivo no era una banda de ladrones sino una procesión religiosa con una estatua de la Virgen María, que están paseando mientras rezan para que llueva.

Don Quijote, publicada en 1605, no solo es una obra esencial de la literatura sino también una fuente histórica. En esos años, las procesiones para pedir la lluvia eran frecuentes en España, mientras que en otras partes de Europa la gente rezaba para que hiciera sol, para que acabaran los inviernos aparentemente interminables, para que se salvara la cosecha.

La llamada Pequeña Edad de Hielo que cubrió el mundo de finales del siglo XVI a finales del siglo XVII provocó una caída de las temperaturas medias de unos dos grados Celsius. Los cambios fueron drásticos y de calado. Los largos inviernos y los veranos cortos, fríos y lluviosos en el norte de Europa, y las heladas extemporáneas y las sequías en el sur trastocaron sociedades enteras, y la consiguiente crisis agraria causó hambre, hambrunas y rebeliones.

Al principio, las reacciones a este “motín de la naturaleza” fueron totalmente medievales, y Cervantes las describe bien. Las procesiones religiosas, los flagelantes, los servicios religiosos especiales y la oleada de quemas de brujas y juicios de la Inquisición prueban que el cambio climático se consideraba un problema moral, un castigo divino por los pecados humanos. Pero toda esa sangre no logró restablecer el equilibrio de la naturaleza.

Poco a poco, a base de prueba y error, surgieron otras reacciones. Los botánicos investigaron cómo mejorar los cultivos e introdujeron otros nuevos como las patatas y el maíz, y la agricultura empezó a practicarse a mayor escala y dejó de ser solo de subsistencia para tener fines comerciales. La transformación de las condiciones naturales provocó otros cambios: el comercio de cereales se convirtió en una red auténticamente europea, lo que derivó en la creación de ciudades-mercado y comerciantes con más poder, al tiempo que las noticias, las investigaciones y las ideas se difundían cada vez más gracias a unos métodos de impresión y papeles más baratos y, poco a poco, surgía una esfera pública.

Las personas que impulsaron estos cambios eran profesionales urbanos educados, cuyas vidas reflejaban las nuevas circunstancias. Nació un nuevo género pictórico: el paisaje invernal. Pero el cambio más radical fue que los burgueses, recién asentados, trataron de arrebatar el poder a la Iglesia y a la nobleza y formularon su propia ideología basada en la igualdad y los derechos humanos: la Ilustración. Cuando la Pequeña Edad de Hielo llegó a su fin (probablemente, por algún cambio en la actividad solar), las sociedades europeas se habían transformado por completo. Un continente feudal, tardomedieval, empezaba a ser moderno.

La lección que Don Quijote puede enseñarnos hoy es inesperada. Cervantes construyó un personaje que estaba desfasado respecto a su propia época, incapaz de comprender la nueva realidad que lo rodeaba, incluido el cambio climático del siglo XVII. Y eso nos lleva a una conclusión de vértigo sobre la crisis climática actual. Lo que está en juego no es solo que cambie el clima, sino la transformación integral de las sociedades humanas, sus modos de vida, sus economías e incluso sus ideas.

Desde mediados del siglo XX, el CO2 acumulado durante millones de años ha estado saliendo a tal ritmo a la atmósfera que su composición actual se parece a la de hace tres millones de años, cuando las temperaturas estaban ocho grados por encima de las de hoy y los niveles marinos eran 20 metros más altos.

La emisión de CO2 ya ha transformado, además de las temperaturas medias, sistemas climáticos enteros, los casquetes de hielo polar, las corrientes oceánicas, las temperaturas y los niveles de oxígeno, así como las corrientes en chorro a gran altura que determinan el clima. La rápida deforestación de los bosques tropicales —a un ritmo de 30 campos de fútbol por minuto— y los efectos de la agricultura industrializada están intensificando la degradación. En otras palabras: el progreso tecnológico de la humanidad ha alcanzado un nivel que lo ha convertido en una amenaza existencial, no solo para los insectos y los osos polares, sino para los propios seres humanos.

La ecuación ha cambiado radicalmente. Los seres humanos de épocas anteriores se beneficiaron de la soberbia de considerarse al margen y por encima de la naturaleza, precisamente porque no tenían la capacidad tecnológica de poner en peligro su propia existencia en todo el mundo.

Todo esto es sabido, y ahora es importante ir más allá. En la Pequeña Edad de Hielo fue posible adaptar las sociedades humanas a las nuevas condiciones climáticas, pero a base de crear unas sociedades totalmente nuevas e incluso nuevas formas de pensar. No parece que las sociedades actuales vayan a poder adaptarse sin transformarse por completo también.

Una drástica reducción de las emisiones de CO2 y la contaminación significará el fin del crecimiento económico permanente basado en la explotación y el consumo excesivo. Las tecnologías inteligentes y la producción de energía sostenible podrán compensar en parte las carencias, pero no podemos esperar a encontrar una solución tecnológica perfecta, sino que hay que hacer cambios ya.

Igual que en la Pequeña Edad de Hielo, esta transformación económica creará profundos cambios sociales, políticos y culturales. La crisis climática actual demuestra de forma inequívoca que los seres humanos y sus sociedades no están al margen ni por encima de la naturaleza, sino que están dentro y dependen de ella. La distinción entre naturaleza y cultura no tiene validez. La cultura humana es una adaptación evolutiva tan lograda que nos ha permitido olvidar que el Homo sapiens forma parte de la naturaleza. La crisis climática obliga a la humanidad a afrontar su propia soberbia.

Empiezan ya a vislumbrarse los primeros perfiles de una civilización adaptada al cambio climático. La naturaleza obliga a la humanidad a reconsiderar su posición de “corona de la creación” con licencia para explotar impunemente los recursos. La alternativa es, como ha sugerido el filósofo francés Bruno Latour, pensar que la humanidad no vive “sobre la tierra”, sino dentro de la zona crítica entre la roca muerta bajo nuestros pies y el vacío infinito del espacio. Esta zona crítica, que abarca la atmósfera y la biosfera habitables, está compuesta de innumerables agentes, desde los gases, los insectos y los microbios, hasta las corrientes marinas, los sistemas climáticos y los seres humanos.

Como ocurrió en la Pequeña Edad de Hielo, este sería un cambio cultural profundo. La humanidad, si se viera como parte de un móvil inmenso con un sinnúmero de piezas, todas conectadas entre sí, se comportaría de otra forma dentro de la naturaleza, y acabaría desarrollando otras ideas económicas, sociales y éticas. Puede que estemos ante una amenaza existencial, pero también puede que sea el comienzo de una nueva etapa en la evolución de la humanidad".


El Especial de cada domingo no es un A vuelapluma diario más, pero se le parece. Con un poco más de extensión, trata lo mismo que estos últimos, quiza con mayor profudidad y rigor. Y lo subo al blog el último día de la semana pensando en que la mayoría de nosotros gozará hoy de más sosiego para la lectura.




Cumbre del Clima, Madrid. Diciembre, 2019



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[TRIBUNA DE PRENSA] Lo mejor de la semana. Diciembre, 2019 (V)





Les dejo los artículos de opinión que  durante la semana pasada he ido subiendo diariamente al blog en la columna Tribuna de prensa. Dicen que elegir es descartar, así que asumo la responsabilidad de su elección, pero como dijo Hannah Arendt, espero que les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar. Se los recomiendo encarecidamente. Son estos:

Todos jueces, por Julio Llamazares
Prohibido hacer filosofía, por Daniel Gascón
Las formas, por Fernando Savater
Batalla en todos los frentes, por Teodoro León
Ilusiones posibles, por Màrius Carol
Las réplicas del seísmo, por Fernando Ónega
Una vida distinta, por José Andrés Rojo
Los nuevos parias de la tierra, por María Antonia Sánchez-Vallejo
La necesidad de acuerdo, por Joaquín Coello
El valor de un poema, por Xavier Mas
Feliz apocalipsis, por Manuel Rivas
Un poco de respeto, por Màrius Carol
Sube la piedra de Sísifo, por Enric Juliana
Jueces buenos, jueces malos, por Fernando Vallespín
La recta escritura del europeísmo, por Lluís Bassets
Una cuestión de verosimilitud, por Juan José Millás
El mal menor, según Milton Friedman, por Joaquín Estefanía
Consumir a muerte, por Elvira Lindo
Fútbol y politización, por Fracesc Granell
Que cuquis son los raros, por Quin Monzó
Infelices fiestas, por Rodrigo Fresán
Negacionista, por Marta Sanz
Palabras de Navidad, por Álex Grijelmo
Spexit, la guinda del pastel, por Antoni Puigverd
Los jovenes, ante las urnas, por Pablo Simón
El cubo de Rubik de nuestra Nochebuena, por Iñaki Gabilondo
Falso constitucionalismo, por Xavier Vidal-Folch
La seducción del olvido, por Marta Rebón
El nacionalismo, enemigo a las puertas, por Juan Luis Cebrián
Europa nos mira (ahora sí), por Màrius Carol
Navidad, por Josep Miró
Algunas reflexiones mientras esperamos las decisiones, por Iñaki Gabilondo
Tiempo de nuevos consensos, por Nicolás Sartorius
Navidades sin techo, por Víctor Lapuente
Inmunidad, no inviolabilidad, por Juan Antonio Lascuraín
Distopía en las urnas, por Jorge Marirrodriga
Familias, por Juan Claudio de Ramón
Stille Nacht, por Félix de Azúa
Escarnio público, por Edurne Portela
Los salarios de la política, por Màrius Carol
Discurso real como terapia colectiva, por Fernando Vallespín
El Rey, por Fernando Ónega
Los nuevos partidos y el atasco, por Marc Mutra
Ministros juristas y la libertad de Junqueras, por José María Brunet
Protejan a Erasmo, por Eliane Brum
El cuento de Navidad de La Vanguardia, por Jordi Llavina
Palos antes de la Navidad, por Isabel Gómez Melenchón
Oportunidades de callar, por Màrius Carol
Sanders y el efecto Corbyn, por Ramón Lobo
La justicia europea ejerce su autoridad, por Diego López Garrido
Independencia judicial: más respuestas, por Diego García-Sayán
Dos Papas, por Jorge M. Reverte
Apagón informativo, por Màrius Carol
Diez años en un minuto, por Daniel Gascón
Estrés institucional, por Fernando Ónega
Desengaño, por Fernando Savater
Agradecimiento, por Remei Margarit
Prensa es democracia, Sr. Presidente, por Teodoro León
Llega nuestra obsolescencia, por Isabel Gómez Melenchón
Fake news en tiempo nada inocentes, por Antonio Valdecantos
No más políticas a voleo, por Sebastián Escámez
París, postal del cielo, por Manuel Rodríguez Rivero
Inocentadas, por Julio Llamazares
Astrología disuasiva, por Quim Monzó
Ecología y libertad, por Ana Fuentes
Y la nieve ardía, por Manuel Castells
¿Por qué España está vaciada de mujeres?, por Teresa López
Cuatro joyas que no son libros del año, por Berna González Harbour
Vallejo, por Juan José Millás
El Bagdad de María Montez, por Eulàlia Solé
Carmena y el sexo, por Nuria Labari
Sorolla americano, por Antonio Muñoz Molina
Más allá del arcoiris, por Manuel Rodríguez Rivero
La virgen de la cueva, por Lara Moreno
Altavoz de insultos contra Greta Thunberg, por Carlos Yarnoz
Vale regalo por tu libertad sexual, por Maricel Chavarría
Desde los enlaces siguientes puedenacceder a algunos de los diarios y revistas más relevantes de España, Europa y el mundo, actualizados permanentemente:
NRC 
Time 
Life 

Y desde estos otros a algunos de los Especiales publicados en el blog a lo largo del tiempo: 

La España cabreada es un país feliz
Sentencia del TJUE sobre la inmunidad de Oriol Junqueras
El Museo del Prado cumple 2 siglos
Ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Gerona 2019Catorce viñetas inéditas de Forges. 
El mapa del voto en España, calle a calle. Elecciones noviembre 2019
Texto íntegro de la sentencia del caso ERE
La justicia funciona en España, vídeo de Foro Europa Ciudadana
Texto del acuerdo PSOE-UP para un gobierno de coalición
Elecciones generales, noviembre 2019. El debate de los líderes. RTVE
Los delitos del "procès". Documental de El País
Ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias 2019
Texto de la sentencia del Tribunal Suoremo sobre el "procés"
Risco Caído y las Montañas de Gran Canaria, Patrimonio de la Humanidad
Solitarios en El Prado. Un viaje de 200 años
Ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2019 a Ida Vitale
Discurso del rey Felipe VI en la clausura del Congreso Mundial de Juristas
Mensaje de Navidad, 2018,  de S.M. el rey Felipe VI
Celebración institucional del 40 aniversario de la Constitución

Y como siempre, para terminar, las mejores fotos de la semana de los corresponsales en todo el mundo del diario El País.




Hanukkah en Eilat, Israel 


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