martes, 7 de marzo de 2017

[Humor en cápsulas] Para hoy martes, 7 de marzo de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy, con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 6 de marzo de 2017

[A vuelapluma] Narcisismos políticos





El nacionalismo explica pasado y presente en términos reconfortantes y expresa el egoísmo colectivo. Su triunfo es inevitable. Del emparejamiento entre nacionalismo y democracia espero lo peor. Veremos muchos Trump y muchos Le Pen, dice el historiador José Álvarez Junco en un reciente artículo titulado El relato narcisista.

¿Quién me iba a decir a mí, comienza diciendo, que acabaría por conocer Vietnam? ¿Qué vendría de visita turística y estaría en buenos hoteles internacionales, todo en inglés, incluso con pinitos de español, rodeado de gente amable, que busca su propina con atenciones y sonrisas? Vietnam era, para los contestatarios de los años sesenta y setenta, el pueblo austero, heroico, de gente diminuta pero fibrosa, el David matagigantes, el verdugo del imperialismo yanqui, la prueba viviente de la vulnerabilidad del “sistema”. Los jóvenes izquierdistas del mundo entero pronunciábamos la palabra “Vietnam” con unción sacra, como nuestros mayores habían pronunciado, 30 años antes, la palabra “España”.

Pero hoy todo se ha disuelto en ese gran cuento de hadas de la memoria histórica nacional, añade. En el vocabulario de nuestro guía no figuran términos como colonialismo, imperialismo, lucha de clases o proletariado internacional. Sólo sabe que el heroico pueblo vietnamita, a base de valor, ingenio y tenacidad, derrotó al mayor ejército del mundo. Lo mismo que nos recitaban a nosotros en relación con el pueblo español y el ejército napoleónico. Así, como héroe patrio, veo momificado a Ho Chi Minh, a quien rinden honores soldados tan impasibles como él, mientras otros vigilantes llaman la atención a turistas irrespetuosos que llevan, por ejemplo, las manos en los bolsillos.

Curiosamente, dice más adelante, esta aureola heroica —y de eso me entero ahora— sirve a los vietnamitas para ser una potencia regional y hacer marcar el paso a sus vecinos. Y entre estos últimos, naturalmente, su imagen no es tan buena. Los vietnamitas son quienes mandan en Camboya, nos explica el guía camboyano, que no puede verlos ni en pintura. Hay que escuchar con atención a los guías, porque son adictos al opio nacional y renuncian a toda originalidad o profundidad para atenerse a los tópicos más aceptados. Quienes dirigieron las masacres de Pol Pot, sigue diciéndonos (y se refiere a las mayores atrocidades del siglo XX, tras las de Hitler y Stalin, sin alterar su seductora sonrisa), no fueron camboyanos, sino vietnamitas, con el propósito de anular la identidad del país y apoderarse de él. Me viene a la cabeza otra visita a Corea del Sur, donde no dejaron de martillearme con las atrocidades de los japoneses; los coreanos sólo habían sido víctimas. No digamos en Polonia o Hungría, donde los autóctonos se creen puro objeto de abusos y masacres, sin culpa alguna por su parte, a manos de alemanes primero y rusos, después. O el Museo de Historia de Cataluña, donde ya se sabe de dónde proceden todas las maldades y quién es mero sujeto sufriente, cuya única culpa es aferrarse a su identidad milenaria. No hablemos de las versiones unilaterales del complejo conflicto palestino que uno escucha en una visita a Israel. Y mi recorrido mental conduce inevitablemente a Donald Trump, que gana elecciones a base de confirmarle al americano rural lo que este ya sospechaba: que los mexicanos les roban el trabajo, como los chinos saquean sus ideas industriales o los europeos se aprovechan de ellos para que les salga gratis su defensa.

El nacionalismo, en fin, continúa diciendo, absorbe y borra cualquier otro relato épico, que siempre suscitará mayores discrepancias que el suyo. La revolución rusa de 1917, en cuyo centenario estamos, empezó por ser narrada como una gesta proletaria y una dictadura de clase, pero acabó reorientada por Stalin y fagocitada por la épica nacional, en la que el episodio central es la Gran Guerra Patria, cuando Rusia derrotó, a costa de millones de vidas, al ogro nazi. Y hoy Putin puede integrar en un relato unitario las glorias de los zares con la hazaña estalinista y sus propias ambiciones como gran potencia. También De Gaulle se las arregló, en Francia, para distorsionar el recuerdo de un periodo humillante y conflictivo, durante el cual el país había sido derrotado fulgurantemente por su rival secular y a continuación se había dividido y un sector había colaborado con los invasores; en vez de eso, explicó que los traidores habían sido la excepción mientras la práctica totalidad del país mantenía tenazmente la resistencia; versión que cerraba las heridas, satisfacía a todos y dejaba intacto el honor nacional, por lo que se impuso de manera inmediata; Francia pasó a ser una de las cinco potencias triunfadoras y entró en el Consejo de Seguridad con derecho a veto. Malabarismos parecidos hizo Italia, tras las dos guerras mundiales, para conseguir consagrar una historia que les colocaba, sin claroscuros, entre los vencedores.

En la revolución antiabsolutista inglesa en el siglo XVII, sigue diciendo, el programa parlamentario triunfó gracias a su fusión con la tradición y la identidad inglesas. Lo que en realidad ocurrió fue una guerra civil, porque en la isla había muchos católicos y muchos monárquicos absolutistas, pero los revolucionarios se las arreglaron para presentarlo como un enfrentamiento entre los verdaderos ingleses y los renegados papistas y proespañoles; en cuanto se impuso esa versión, tuvieron la batalla ganada. La propia Francia también convirtió su gran revolución de 1789, iniciada con algo tan universal como una declaración de los derechos “del hombre y del ciudadano”, en una hazaña del pueblo francés, único capaz de liberarse de despotismos; lo cual les llevó a proclamarse superiores y a arrogarse el derecho a enseñar a los demás el camino de la libertad; y por tanto a integrarles, quisieran o no, en su imperio. Incluso Fidel Castro evolucionó en la justificación de su régimen desde el socialismo hasta el “¡Patria o muerte!”, el orgullo de ser los únicos capaces de oponerse al arrogante yanqui.

En las escuelas de los países latinoamericanos, señala, todavía se enseñan las guerras de la independencia como gestas populares, unánimes, inspiradas por ideales de liberación y progreso, contra la arcaica y tiránica España; lo cual oculta los aspectos de división interna, colaboración de buena parte de las élites criollas con la metrópolis o pasividad de la población indígena, que sin embargo cualquier historiador solvente reconoce hoy. Claro que la propia España rehízo igualmente su historia del conflicto napoleónico prescindiendo de sus aspectos guerracivilistas, los amplios apoyos que José Bonaparte halló entre las élites, su triunfal viaje por Andalucía en 1810 o el protagonismo de las tropas de Wellington en todas las batallas decisivas. De eso no se habla. Fue el heroico pueblo español, solo y desnudo, pero henchido de ardor patrio, el que hizo morder el polvo al mayor general de la historia.

El nacionalismo, en suma, explica pasado y presente en términos reconfortantes, tranquiliza y consuela a quienes se alimentan con él, concluye el profesor Junco. Expresa el egoísmo y el narcisismo colectivos. Su triunfo es, por eso, inevitable. Entre los necesitados de simplezas, habría que añadir. Pero los necesitados de simplezas, ay, son mayoría, y la mayoría decide las elecciones. Del emparejamiento entre nacionalismo y democracia espero lo peor. Veremos muchos Trump y muchos Le Pen.



Narciso y Eco (John William Waterhouse, 1849-1917)



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[Humor en cápsulas] Para hoy lunes, 6 de marzo de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy, con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 









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domingo, 5 de marzo de 2017

[Política] XII Legislatura de las Cortes Generales. Marzo, 2017 (I)







Según lo dispuesto en el artículo 66 de la Constitución, las Cortes Generales representan al pueblo español y están conformadas por el Congreso de los Diputados y el Senadoejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuye la Constitución. 

En los Diarios de Sesiones de las Cámaras se reflejan literalmente los debates habidos en los plenos y las comisiones respectivas y las resoluciones adoptadas en cada una de ellas. Los demás documentos parlamentarios: proyectos de ley, proposiciones de ley, interpelaciones, mociones, preguntas, y el resto de la actividad parlamentaria, se recogen en los Boletines Oficiales del Congreso de los Diputados y del Senado. 

La información parlamentaria se estructura en la siguiente forma:


A. Congreso de los Diputados


1. Boletines Oficiales:

Serie A: Proyectos de Ley
Serie B: Proposiciones de ley
Serie C: Tratados y Convenios Internacionales
Serie D: General

2. Diarios de Sesiones:

Pleno y Diputación Permanente
Comisiones
Comisiones de Investigación

B. Senado


1. Boletines Oficiales:

Apartado I: Iniciativas legislativas
Apartado II: Mociones
Apartado III: Autorizaciones
Apartado IV: Otras actividades parlamentarias
Apartado V: Normas sobre asuntos parlamentarios
Apartado VI: Administración del Senado

2. Diarios de Sesiones:

Pleno
Diputación Permanente
Comisiones
Comisiones conjuntas

C. Cortes Generales (Reunión conjunta de ambas Cámaras)


1. Boletines Oficiales:

Serie A: Actividades Parlamentarias
Serie B: Régimen Interior

2. Diarios de Sesiones:

Comisiones Mixtas
Sesiones Conjuntas

Desde este enlace pueden acceder a toda la información parlamentaria de la presente legislatura. Les recomiendo los enlaces a los Diarios de Sesiones de los plenos de ambas cámaras y de sus comisiones así como a los que recogen los proyectos de ley gubernamentales y las proposiciones de ley de los grupos parlamentarios.


Y desde estos otros a las páginas oficiales, actualizadas diariamente, de:

Casa de S.M. el Rey
Presidencia del Gobierno
Boletín Oficial del Estado
Tribunal Constitucional
Tribunal Supremo de Justicia y Consejo General del Poder Judicial
Consejo de Estado
Parlamento Europeo
Comisión Europea
Consejo Europeo y Consejo de la Unión Europea
Diario Oficial de la Unión Europea
Tribunal de Justicia de la Unión Europea

Entre la documentación de la pasada semana me permito recomendarles por su especial interés el Diario de Sesiones de la reunión conjunta de las Comisiones Mixtas de las Cortes Generales para la Unión Europea y de Seguridad Nacional, con el comisario europeo para la Seguridad, Julian King, celebrada el 21 de febrero pasado. Y por otro lado, el Libro Blanco sobre el futuro de Europa: vías para la unidad de la U.E. de 27 Estados miembros, presentado el pasado día 1 por el presidente de la Comisión Europea.




Tribunal Constitucional. Madrid


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[Tribuna de prensa] Lo mejor de la semana. Marzo, 2017 (I)





Desde los enlaces de más adelante pueden acceder a los artículos más relevantes de la semana seleccionados por Der Spiegel, El País, Le Monde, The New York TimesThe Washington Post y Revista de Libros. Y desde estos otros a los especiales de El País sobre Las reformas que necesita España y 2016, resumen de un mal añoDesde los de más abajo pueden hacerlo a los artículos de opinión seleccionados por mí durante la semana, que voy subiendo diariamente al blog y que permanecen publicados en él un máximo de 24 horas. 


Como decía Hannah Arendt, espero que les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar. La vida, a fin de cuentas, no va de otra cosa que de eso. Se los recomiendo encarecidamente. 

Poca épica, poca ética, por Soledad Gallego-Díaz.
¿Está loco Trump?, por Moisés Naím.
La humillación, por Enric Company.
Debate subrogado, por Víctor Lapuente.
La débil identidad nacional española, por José Andrés Rojo.
Driblar al Estado, por Antonio Elorza.
Amebas, por Javier Sampedro.
Sin atajos, por Jorge M. Reverte.
La frívola acusación de prevaricar, por Carles Monguilod Agustí.

Para terminar, les dejo con los reportajes de El País con las mejores imágenes del 2016, las treinta fotos más representativas de los 40 años de vida del periódico, y las fotos ganadoras del World Press 2017. Y como siempre, las mejores fotos de la semana que termina. 




Huyendo del Estado Islámico. Mosul, Iraq.


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[Humor en cápsulas] Para hoy domingo, 5 de marzo de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy, con Morgan en Canarias7; Idígoras y Pachi en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, y Ros en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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sábado, 4 de marzo de 2017

[A vuelapluma] Los malos solo ganan cuando les votamos





En la guerra, como en las elecciones, no hay buenos ni malos, sino vencedores y vencidos. En democracias la pregunta es por qué ganan los antipáticos y solo hay una respuesta posible: porque les votamos. Lo afirmaba el filósofo José Luis Pardo en un reciente artículo en El País titulado Cuando ganan los malos. Y lamentablemente tengo que darle la razón: si ganan es porque les votamos.

Los temores despertados por la llegada a la presidencia estadounidense de Donald Trump, dice José Luis Pardo al comienzo de su artículo, después del sorprendente triunfo del Brexit en el referéndum de Reino Unido y la inquietud que provoca el exitoso resurgimiento de formaciones políticas neofascistas y neocomunistas en toda Europa me han hecho recordar las observaciones de Umberto Eco acerca de esos momentos anómalos de la cultura popular, en los cuales, en lugar de identificarse con el héroe restaurador de la justicia y protector de los indefensos, el público se identifica con los grandes criminales de ficción, como ocurrió con la aparición de las aventuras de Fantomas, el personaje creado por Marcel Allain y Pierre Souvestre. Es como si ahora, como quien se siente confundido por un relato de ficción cuyo desenlace no es el previsto, nos estuviéramos todos preguntando: ¿Por qué ganan (en las urnas) los malos?

Pero no está claro que tengamos derecho a hacer esa pregunta, añade a continuación. A diferencia de lo que ocurre en la ficción, en la historia, como en la guerra y en las elecciones, no hay buenos ni malos, sino únicamente vencedores y vencidos. Para que los hubiera tendríamos que situar una instancia moral o religiosa por encima de la soberanía popular, y eso ya lo hemos probado con resultados catastróficos. Como mucho, podemos hablar de buenos y malos en un sentido político inmanente a los regímenes democráticos de derecho: los buenos serían entonces los que respetan las reglas del juego, y los malos, los que quieren superar la democracia. Así pues, y únicamente en este sentido, los Fantomas de nuestra historia reciente han sido los Estados totalitarios fascistas y comunistas. Pero esto no quiere decir que en los regímenes democráticos reine la bondad moral o que en los no democráticos todo sea maldad y perversión. Por el contrario, las dictaduras totalitarias están llenas, como las guerras, de ejemplos de santidad, heroísmo, buenas intenciones y conductas ejemplares, mientras que las democracias son compatibles con un alto grado de mediocridad moral, malas intenciones, vicio, corrupción e indiferencia. Y las elecciones no son un seguro a todo riesgo contra esos males.

Pero como sucede que en esa historia reciente, sigue diciendo, aquellos grandes malos fueron derrotados por las democracias liberales occidentales, hemos podido tener la sensación de que la historia había terminado y de que la habían ganado los buenos, que mira por dónde éramos nosotros, y de que el nuestro era el reino definitivo del bien moral tras la caída del muro de Berlín, que a partir de ese momento se extendería a todo el planeta —el bien es difusivo, decía el Doctor Angélico— gracias a la desaparición de las fronteras nacionales para la circulación del dinero y de las personas. Los atentados del 11-S fueron un aviso de que Fantomas no había muerto con la derrota de Hitler y la desaparición de la Unión Soviética (y de que se aprovechaba de la difuminación de las fronteras políticas y económicas para sus planes), y las invocaciones teológicas con las que se gestionó esta amenaza (el eje del bien contra el eje del mal) indicaron también el grado de confusión imperante entre la moral y la política.

Hoy, añade, la crisis económica ha alimentado en Europa y en EE UU el crecimiento electoral de opciones políticas antipáticas con respecto a la democracia de derecho (cuyos límites, sin embargo, respetan, aunque no sea de muy buena gana). Y aunque el parentesco de estos líderes malencarados con los malos fantomásicos del siglo pasado parece ser sobre todo estético (del tipo del que Marilyn Manson tiene con Charles Manson), es un síntoma de que el mal antidemocrático no está definitivamente vencido ni únicamente fuera del sistema. El remedio democrático contra este mal es bien conocido: las democracias se distinguen de otros regímenes políticos precisamente porque están acostumbradas a que el enemigo está siempre dentro, como adversario en el Parlamento, y debe ser derrotado en las urnas por el consenso mayoritario de los representantes del pueblo.

Pero esta medicina, dice Pardo, es precisamente la que parece estar dejando de funcionar, como esos antibióticos que pierden eficacia porque las bacterias y microorganismos se vuelven resistentes a ellos. Aplicada a algunos países iberoamericanos, y a otros de los llamados islámicos que tomaron el relevo del enemigo soviético después de 1989, el fármaco da como resultado que, allí donde desaparecen los regímenes autoritarios vigentes desde la descolonización, tienden a ganar las elecciones los islamistas radicales y los caudillos populistas. Y ahora empieza también a fallar en el centro del sistema, en donde las urnas se inclinan una y otra vez a favor de los antipáticos, con el consiguiente desconcierto de los partidos socialdemócratas y conservadores que erigieron el Estado de bienestar, que no se explican por qué han perdido el favor de un pueblo que vota a los malos menos por simpatía hacia sus inspiradas consignas que por no perder la oportunidad, hasta ahora casi inédita, de votar contra los buenos. Porque en las democracias la pregunta ¿por qué ganan los malos? solo tiene una respuesta posible: porque les votamos, de la misma manera que Fantomas escapaba siempre de las garras del detective Juve porque el público esperaba verle de nuevo en la siguiente aventura.

Pero el triunfo de estos neo-malos, continúa diciendo, no son solo sus resultados electorales: sus victorias de hoy en las urnas les ponen en crisis tanto como sus derrotas de ayer les confirmaban en su superioridad moral. Su triunfo consiste, sobre todo, en que a los buenos no se les ha ocurrido mejor solución para salvarse de la quema en los comicios que volverse, aunque sea de mentirijillas, un poco malos para atraerse a los votantes descontentos, con lo cual, en lugar de ganar adeptos, ahuyentan a los pocos que les quedan, desorientados por su calculada pero escandalosa ambigüedad: en los países deudores de la UE, los socialdemócratas se vuelven un poquito neocomunistas, y en los acreedores los conservadores se vuelven un poquito neofascistas, pero ambos se guardan muy mucho de tomar alguna postura comprometida en asuntos de circulación de personas o de capitales, mientras que la posición de los malos en estos puntos es clarísima: que el dinero se quede dentro y los extranjeros fuera (o viceversa), aunque nadie sepa cómo van a convencer a los ricos y a los pobres para que se estén quietos.

Y de esta estrategia, concluye diciendo Pardo, ya no se puede culpar al pueblo casquivano: ¿cómo evitar que los comicios se conviertan en tómbolas plebiscitarias si los malos acuden a las urnas disfrazados de buenos y los buenos disfrazados de malos? Lady Beltham, la amante de Fantomas, obligada a elegir entre la pasión que sentía por el hombre y el horror que le provocaba el criminal, encontró la solución: se suicidó en 1910.




Fantomas



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