viernes, 6 de mayo de 2016

[Poesía y pintura] Hoy, con Francisco de Medrano y Diego Velázquez




Francisco de Medrano


Durante las próxima semanas voy a intentar unir en una misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor en lengua española y de mis pinturas clásicas favoritas. Espero que sean de su agrado. 

Comienzo esta nueva sección con el soneto El rubí de tu boca me rindiera, de Francisco de Medrano (1570-1607), poeta español, de tendencia clasicista dentro del Barroco. Su temática es amorosa y elegíaca, y en algún caso casi ascética, imitando a Horacio. Algunos críticos del siglo XX como Cernuda o Dámaso Alonso han destacado su calidad literaria. 


***

EL RUBÍ DE TU BOCA ME RINDIERA

El rubí de tu boca me rindiera
a no me haber tu bello pie rendido;
hubiéranme tus manos ya prendido
si preso tu cabello no me hubiera;

los del cielo por arcos conociera
si tus cejas no hubiera conocido;
fuera su polo norte a mi sentido
si la luz de tus ojos no lo fuera.

Así le plugo al cielo señalarte
que no ya sólo al norte y arco bello
tus labios venzan y ojos soberanos,

mas, queriendo a ti misma aventajarte,
tu pie la fuerza usurpa y tu cabello
a tu boca, Amarili, y a tus manos.

Francisco de Medrano

***

La Venus del espejo es un cuadro de Diego Velázquez (1599-1660), el pintor más destacado del Siglo de Oro español y maestro de la pintura universal. Pintor barroco, considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal. A los 28 era ya pintor de cámara del rey Felipe IV, el cargo más importante entre los pintores de la corte. 

La obra representa a la diosa Venus en una pose erótica, tumbada sobre una cama y mirando a un espejo que sostiene el dios del amor sensual, su hijo Cupido. Se trata de un tema mitológico al que Velázquez, como es usual en él, da trato mundano. No trata a la figura como a una diosa sino, simplemente, como a una mujer. Actualmente se encuentra en la National Gallery de Londres.



La Venus del espejo, de Diego Velázquez



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Reedición] La Luna, 45 años después



Neil Amstrong en la Luna (1969)


"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean. 

***

"Houston, aquí Base Tranquilidad. El Águila ha alunizado". Eran exactamente las 20:17:40 UTC (hora de Canarias) del día 20 de julio de 1969. El módulo lunar del Apolo 11, tripulado por Neil Amstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, se había posado en la Luna. A las 2.59 (hora canaria) del 21 de julio, Amstrong pisa la Luna. Poco después le sigue Aldrin. A la hora del regreso dejan sobre la superficie lunar una placa en inglés que dice: "Aquí, unos hombres procedentes del planeta Tierra, pisaron por vez primera la Luna en julio de 1969. Vinimos en son de paz en nombre de toda la humanidad".

Hace 45 años. Yo lo ví por televisión. Me pasé la noche sentado junto a mi madre en el suelo de la sala de estar de su casa en Madrid. No dormimos ninguno de los dos esa noche. A las 9 de la mañana entraba de guardia en el Palacio de Buenavista, en la plaza de Cibeles, en Madrid, sede del Ministerio del Ejército en aquel entonces y ahora del Cuartel General del Ejército, donde cumplía mi servicio militar. 

Nunca olvidaré esa noche... No dejen de ver las fotos y videos que se reproducen en los enlaces externos de la página electrónica que reseño más arriba. Yo, esa noche mágica de julio, fui feliz hasta el llanto...


Y la Luna, cuarenta cinco años después de la visita pues sigue donde está desde hace unos cuantos millones de años: en el firmamento... Igual de solitaria aunque con un poco más de basura terrestre... Igual de hermosa en su pleniluinio... Igual de enigmática para el común de los mortales, aunque haya perdido un cierto aura... 

La estación espacial de Maspalomas, en Gran Canaria, el lugar donde vivo y desde donde escribo, jugó un papel fundamental en esa hazaña. Y el diario "La Provincia" de Las Palmas de ayer, lo relataba en un interesante reportaje que pueden leer aquí.

Sean felices, por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



Luna llena sobre el cielo de Canarias



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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)
Publicada originariamente con fecha 21 de julio de 2014

jueves, 5 de mayo de 2016

[Humor en cápsulas] Jueves, 5 de mayo de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7 (Morgan) y La Provincia (Padylla y Montecruz), de Las Palmas de Gran Canaria, y el El País en su edición nacional (Forges, Peridis, Ros y El Roto). Espero que disfruten de las mismas.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




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[Reedición] Ateos y creyentes. Para comenzar, respeto mutuo




El sacrificio de Ifigenia, de B. Flemal (1614-1675) 




"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean. 

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Creo que ya he comentado anteriormente que mis dos personajes favoritos de ficción, ambos femeninos, ambas griegas, son la inocente Ifigenia de Eurípides y la valerosa Antígona de Sófocles. Y los masculinos, también de ficción, ambos españoles, el pícaro a la fuerza Lázaro de Tormes de Alfonso de Valdés y el idealista Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes. En cuanto a personajes de la vida real, entre mis contemporáneos más admirados, citaría dos mujeres, la politóloga norteamericana Hannah Arendt y la filósofa francesa Simone Weil, ambas judías, ambas ateas, y dos hombres, el teólogo suizo Hans Küng y el paleontólogo y filósofo francés Teilhard de Chardin, ambos sacerdotes católicos. 

De Hannah Arendt me impresionó sobre todo su libro Los orígenes del totalitarismo, aunque he leído casi toda su obra; de Simone Weil, su Carta a un religioso, me dejó una huella profundísima. Y de Teilhard de Chardin, del que también he leído varios de sus libros, el que me produjo más impacto fue sin duda El fenómeno humano. Pero hoy quería hablar sobre todo de la vida y la obra del controvertido teólogo católico Hans Küng. 

De Küng lo último que he leído con inmensa curiosidad y placer ha sido el segundo tomo de sus memorias: Verdad controvertida. Memorias, que abarca el periodo 1968-2007, con episodios tan relevantes como su enfrentamiento con el Santo Oficio romano (la Inquisición actual), la prohibición de enseñar dictada contra él por el papa Juan Pablo II, y las relaciones primero amistosas y luego tirantes, pero siempre respetuosas, con su ex-compañero de cátedra en la Universidad de Tubinga, Josep Ratzinger, el anterior papa Benedicto XVI.

No estoy intentando crear un paralelismo entre ellos, pero si el personaje de Lázaro es el ejemplo perfecto del trepa para sobrevivir, e Ifigenia cautiva por su inocente voluntad de entrega a los dioses hasta el sacrificio, los de Antígona, Don Quijote, Arendt, Weil, Teilhard de Chardin y Küng, son paradigmas de la voluntad de defender contra todos y frente a todos, su libertad de criterio y opinión, en búsqueda de la verdad. Al menos de su verdad.

Mi primera lectura de Küng fue su monumental Ser cristiano (1974), hace cuarenta años, que devoré durante unas vacaciones familiares en Mallorca. Luego, más tarde, seguirían ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo (1978), Proyecto de una ética mundial (1990), El judaísmo. Pasado, presente, futuro (1991), El cristianismo. Esencia e historia (1994), Libertad conquistada. Memorias (2002), Credo. El símbolo de los apóstoles explicado al hombre de nuestro tiempo (2007), y algunas otras más que no cito para no resultar cansino. También durante muchos años estuve suscrito y fui lector fiel de la edición española de la revista internacional de teología "Concilium", fundada por él.

Ninguna de estas lecturas, ni de otras muchas sobre el cristianismo y las religiones de la tierra, ha hecho tambalear mi falta de fe en dios o en la vida eterna. Sigo sin creer ni en uno ni en la otra, pero que nadie confunda falta de fe con falta de respeto por el fenómeno religioso, que no sólo no me es ajeno, sino que me sigue interesando profundamente. Creo que todos saldríamos ganando, ateos y creyentes, si aprendiéramos a respetarnos y no inmiscuirnos en las creencias o no creencias ajenas. Respeto mutuo y cada uno a lo suyo. 

Al mes justo de la muerte de su autor el teólogo español Casiano Floristán, compañero de Hans Küng en la Universidad de Tubinga, la revista El Ciervo publicaba un hermoso artículo de homenaje a su colega suizo, titulado "Hans Küng, un teólogo muy generoso", que es un estupendo resumen de las vicisitudes teológicas, personales y vitales del gran teólogo católico. Me ha resultado imposible encontrar el enlace en línea a dicho artículo, así que lo reproduzco literalmente. Les dejo con él:

"Vi por primera vez a Hans Küng en junio de 1960, en el patio del seminario católico Wilhelmstift de Tubinga con su pelo ondulado, tupé rubio, gafas “Truman”, tez curtida por los aires y soles del montañismo y la natación, mirada socarrona, sonriente y apuesto. Iba con sandalias sin calcetines, más parecido a un franciscano de Asís que a un jesuita de Roma. Sospecho que sus zapatos los dejó en el Colegium Germanicum et Hungaricum de Roma, donde cursó tres años de filosofía y cuatro de teología (1948-1955). Llamativo contraste: mientras que algunos españoles subíamos a Alemania a estudiar teología, un suizo-alemán bajaba a cursarla en la Gregoriana de Roma. Dice Küng en sus memorias con ironía: “La Roma católica me convirtió en un católico frente a la Roma de la curia”. Ejemplar conversión.

Hans se ordenó sacerdote diocesano el 9 de mayo de 1955 y celebró su primera misa en la cripta de San Pedro, debajo de la cúpula vaticana, sin que se conmovieran sus cimientos. Sin duda, hubo amigos y familiares sólidamente cristianos que rezaron para que el misacantano saliese airoso de sus futuros combates con los responsables de la curia romana. Ese día le rodearon sus padres y hermanos. Todos han hecho piña a su alrededor cuando ha recibido un premio académico o un monitum de la Congregación de la Doctrina de la Fe, otrora Santo Oficio, vigilado por los cardenales, Ottaviani primero, y Ratzinger después.

Al volver de estudiar en Roma y pasar por su casa familiar de Sursee, pueblo suizo donde había nacido en 1928, camino de París para obtener su doctorado, se puso unos zapatos ecuménicos del almacén de su padre, comerciante de calzados, con cuya compraventa se ganaba el pan y las salchichas para su familia numerosa.

En los dos años de París redactó brillantemente su tesis sobre la justificación en Karl Barth, teólogo protestante suizo, con quien trabó gran amistad. La publicación de su trabajo causó sensación, tanto en los medios teológicos católicos como en los protestantes. Empezó a ser conocido en toda Europa, a repensar la teología de arriba abajo y a ser vigilado por monseñores germanos y romanos. Los guardias suizos del Vaticano –por respeto a su paisano– quedaron al margen.

Entonces recibió la llamada de la Universidad de Tubinga. Se hizo cargo a sus 32 años de la cátedra de teología fundamental en la Facultad de Teología Católica. Justamente en enero de 1959, un año antes, había convocado Juan XXIII el Vaticano II. Casualmente yo había aprobado en diciembre de 1959 mi tesis sobre las relaciones entre la pastoral alemana y la sociología religiosa francesa, bajo la dirección del pastoralista Arnold. Por Arnold supe que el claustro de la Facultad católica de Tubinga había aceptado en 1959 a Hans Küng como catedrático en lugar de Urs von Balthasar, exquisito teólogo de la estética, la dramática y la música celestial.

Por cierto, yo regresé de Tubinga a mi diócesis de Pamplona con mi doctorado en pastoral. Al parecer era el primero que obtenía este título en España. Un cura navarro guasón, amigo mío, me presentó a los sacerdotes diocesanos así: este es Casiano, primer pastoralista de España y quinto de Alemania.

Volvamos a Tubinga. Los profesores Küng y Ratzinger, de la misma edad, coincidieron amigablemente tres años en la Facultad de Teología de esa preciosa ciudad, de 1965 a 1968. La revuelta estudiantil del 68 ahuyentó a Ratzinger de la Tubinga liberal a la Baviera conservadora y afianzó a Küng en su cátedra, tapizada de libertad y de verdad. Uno llegó a ser el vigilante de la fe y otro el vigilado. Ratzinger se apuntó a las decisiones inquisitoriales y Küng a las preguntas inquisitivas.

En poco tiempo se hizo Hans con el dominio de las principales lenguas europeas. Lo pude comprobar anualmente en las reuniones de la revista internacional Concilium, durante la semana de Pentecostés, a lo largo de dieciocho años, a partir de 1973, en cuyo consejo editorial ingresé con Gustavo Gutiérrez. La revista Concilium había sido fundada en 1964 por los teólogos Rahner, Congar, Schillebeeckx y Küng. Las discusiones de Küng con los colegas germanos, franceses y angloamericanos sobre cualquier tema, en cualquier idioma, eran admirables. En 1975 fui a la reunión anual de Concilium, aquel año en Nimega, con la encomienda –por parte de unos curas de Vallecas– de traer una buena suma de marcos o dólares para pagar las homilías multadas de aquellos clérigos inquietos y ayudar a los curas que estaban en la cárcel concordataria de Zamora jugando al mus. Pasé la gorra y obtuve el equivalente de lo que entonces costaba un Seat 600. No sólo fue Küng el más generoso, sino que me dijo: “Si no basta, me lo dices”.

Al final del encuentro nos predicaban Rahner o Congar –uno sordo y otro en silla de ruedas–, pero maestros espirituales indiscutibles de la eucaristía final, celebrada en gregoriano y en latín. Menos mal que nunca se asomó por allí un grupo de progres del 68 para increparnos de reaccionarios. Definitivamente quedé admirado de aquellos grandes teólogos: eran piadosos y cantaban bien el gregoriano. Hans Küng sabía más latín que los demás, ya que lo había perfeccionado en Roma a base de silogismos.

Soy testigo del cambio que, por influencia de Gustavo Gutiérrez y Leonardo Boff, hicieron los teólogos de Concilium respecto de la teología de la liberación, reconocida con magnanimidad. Hubo quienes aprendieron castellano para leer directamente los textos básicos latinoamericanos, editados en España, que yo me encargué de que recibieran.

Las críticas de Küng sin pelos en la lengua a la curia romana han sido siempre claras y contundentes. “La nueva teología conciliar y posconciliar –afirma– apenas ha entrado en la curia”, en la que “se mantienen los privilegios y prerrogativas romanos usuales desde la Edad Media”. No cede Hans a los chantajes, huye de los aduladores y no se considera un “lobo solitario” ni un teólogo con “afecto antirromano”.

Nombrado en 1962 por Juan XXIII “perito conciliar”, trabajó activamente en el Vaticano II. Vivió paso a paso las cuatro sesiones conciliares, examinó los esquemas y los juzgó con lucidez singular. Como sabía escribir muy bien en latín, redactó muchas propuestas para que los obispos amigos renovadores las llevasen al aula conciliar. “No pongas mi intervención en un latín demasiado culto –le dijo una vez el cardenal belga Suenens– porque los obispos del Concilio no lo entienden. Hazlo en un latín macarrónico”.

Küng reconoce que el Concilio aceptó una serie de propósitos reformadores centrales. “A pesar de todas las decepciones –afirma–, el Concilio ha merecido la pena”.

Describe en el primer tomo de sus memorias los rasgos de los papas Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI con vigor y sin acritud, con seriedad y una buena dosis de humor. Esperamos su juicio sobre Juan Pablo II en el segundo tomo. Retrata a los grandes teólogos que ha conocido, valora y pondera sus contribuciones, admira a los exégetas seriamente documentados y muestra sintonía con los métodos histórico-críticos, que conoce y utiliza. Perito oficial del Vaticano II, ha sido discutido por sus escritos. Propuesto en una consulta popular como candidato al obispado de Basilea, la Congregación de la Doctrina de la Fe le retiró en 1979 la misión canónica de enseñar en la Facultad de Teología de Tubinga. No podía ser considerado teólogo católico. Pienso que esto le ocurrió, no sólo por sus consideraciones teológicas, sino por sus desconsideraciones respecto del Papa y del Opus.

No obstante, siguió en esta prestigiosa universidad estatal como profesor interfacultativo de teología ecuménica por decisión del rectorado. Su lema es “decir una palabra clara, con franqueza cristiana, sin miedo a los tronos de los prelados”. Cuando le dicen “siempre fue así”, contesta: “¿Fue siempre así? ¿Y tiene que ser siempre así?” Le han acusado de que ha hecho todo “demasiado pronto”, como si esto fuera un desvarío. “Los teólogos –sentenció en una ocasión– no producen las crisis; simplemente las señalan”.

Al acabar la segunda sesión del Vaticano II en 1963, fue retirado de la circulación un libro suyo sobre el Concilio. Al terminar el Vaticano II provocaron muchas discusiones sus obras sobre la Iglesia y sus estructuras. En 1970 levantó una gran polvareda su reflexión sobre la infalibilidad. Son incisivos sus últimos libros sobre la Iglesia Católica y sobre la mujer. Permanentemente crítico frente al “sistema romano", ha mantenido con coraje su pertenencia activa a la Iglesia o –como él mismo señala–, a su “terruño espiritual”, que es el cristianismo.

Hans conoce los problemas culturales de nuestra época, la tradición cristiana, la situación espiritual de cada momento, el presente de las Iglesias y las grandes religiones hoy activas. Es maestro como expositor, tiene antenas para captar la modernidad y la posmodernidad, sintetiza investigaciones exegéticas e históricas y acuña brillantemente nuevas interpretaciones teológicas. Ha dado la vuelta al mundo por lo menos dos veces. Por eso escribe –como lo recalca él mismo– desde un “horizonte universal”.

Uno de los grandes temas que ha tratado Hans Küng es la esencia del cristianismo. Su respuesta es contundente: “No hay cristianismo sin Cristo”. Por eso el cristianismo como religión no es meramente una idea (justicia o amor, por ejemplo), ni unos dogmas (cristológicos o trinitarios), ni una cosmovisión (frente a visiones ateas), sino la persona de Cristo Jesús. Jesucristo es la figura básica viviente de los cristianos, el centro del cristianismo. Sin Jesucristo no hay historia del cristianismo, ni reunión de cristianos.

Creó la Fundación Ética Mundial, de la que es director desde 1995, dedicada al fomento del diálogo interreligioso sobre postulados éticos. Ha logrado en poco tiempo que su Proyecto de ética mundial se extienda por todo el mundo, traducido a quince idiomas.

Vino a Madrid en la primavera de 1957 a estudiar español, vivió en la Mutual del Clero y asistió a una corrida de toros y decidió no volver más. Como a mí me gustan los toros y estamos en España, me atrevo a decirle a Hans que sabe torear divinamente astados escolásticos, brinda desde el centro del ruedo a un gentío universal sentado democráticamente en la plaza, pone banderillas a miuras que saben latín, da naturales con la izquierda a victorinos curialistas y ejecuta la suerte de matar a la primera, después de haber recibido algunas volteretas y cornadas clericales. Al final, ovación, dos orejas, vuelta al ruedo y salida a hombros por la puerta grande conciliar".


"Hans Küng, un teólogo muy generoso"
Casiano Floristán

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El teólogo Hans Küng






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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)
Publicada originariamente el 17 de julio de 2014

[Píldoras literarias] Hoy, "El adivino", de Jorge Luis Borges






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado El adivino, del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986). Borges es uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX. Publicó ensayos breves, cuentos y poemas. Su obra, fundamental en la literatura y el pensamiento universales, además de objeto de minuciosos análisis y múltiples interpretaciones, trasciende cualquier clasificación y excluye todo tipo de dogmatismo.

Su relato, incluido en la obra El libro de la imaginación, de Edmundo Valadés, tiene veinticuatro palabras, y dice así:


EL ADIVINO

En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. 
El brujo examinador le pregunta si será reprobado o si pasará. 
El candidato responde que será reprobado...


***


Jorge Luis Borges



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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 4 de mayo de 2016

[Humor en cápsulas] Miércoles, 4 de mayo de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7 (Morgan) y La Provincia (Padylla y Montecruz), de Las Palmas de Gran Canaria, y el El País en su edición nacional (Forges, Peridis, Ros y El Roto). Espero que disfruten de las mismas.






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[Reedición] La Historia como ciencia de la verdad. La controversia sobre los orígenes de Al-Andalus



La batalla del río Guadalete (711 d.C.)



"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean. 

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 A la memoria de mi profesor en la UNED,
Antonio Antelo Iglesias, que me enseñó 
a amar la Historia Medieval de España 

"Ni el pasado ha muerto ni está el mañana ni el ayer escrito", dice uno de los versos más famosos de Antonio Machado. Parece que estuviera hablando de la Historia. Una ciencia que en su busca de la verdad, nunca acaba de estar escrita del todo. Nuestro gran filósofo José Ortega y Gasset dijo sobre ella: "Los historiadores son los notarios del pasado. [...] Cuando se escribe historia o se hace literatura, o se hace precisión, o se calla uno". Y en su famoso prólogo a las Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal de Hegel, dice: "Tener ideas es cosa de filósofos. El historiador debe huir de ellas. La idea histórica es la certificación de un hecho o la comprensión de su influjo sobre otros hechos. Nada más, nada menos".

El pasado mes de junio Revista de Libros publicó un artículo del profesor del Pomona College de Claremont (California), Kenneth Baxter Wolf, titulado La conquista islámica. "Negacionar" el negacionismo, en el que se realizaba una reseña crítica del libro La conquista islámica de la península Ibérica y la tergiversación del pasado: Del catastrófismo al negacionismo (Marcial Pons, Madrid, 2013), del profesor de Historia Medieval en la Universidad de Huelva, Alejandro García Sanjuán. 

El propio profesor García Sanjuán expone en su libro que la tarea del historiador profesional tiene tres dimensiones que no pueden separarse una de la otra: 1) la elaboración del conocimiento histórico; 2) su transmisión a la sociedad; y 3) su preservación a todo intento de tergiversación y manipulación cualquiera que sea su procedencia.

La idea fuerza del libro del profesor Sanjuán -dice el reseñador- es una llamada a las armas contra la tergiversación del pasado en forma de dos mitos relacionados con la conquista de la península Ibérica el año 711. El primero de esos mitos la idea de que la presencia musulmana fue algo ajeno, una catástrofe que puso a la "España cristiana" bajo dominación musulmana. El segundo mito, por el contrario, sostiene que esa conquista nunca llegó a producirse y que en los cambios que se produjeron en la Península a partir de ese año los árabes y los musulmanes solo jugaron un papel secundario.

Para el profesor Baster Wolf si el libro del profesor Sanjuán hubiera hecho suyas las tres tareas definitorias de la profesión histórica expuestas más arriba, debería haberse preguntado, sin repartir etiquetas previas de "catastrofistas" o "negacionistas", que pasó realmente el año 711, conduciendo al lector a la inevitable conclusión de que esa fecha fue testigo de algún tipo de cambio de régimen en el que se vieron involucrados auténticos musulmanes, que ese cambio no fue muy contestado por los habitantes nativos de la Península, y que a largo plazo ese cambio supuso el primer paso hacia una transformación lingüística y religiosa de la mayor parte de sus pobladores.

Un mes más tarde, en el número de julio de Revista de Libros, el profesor García Sanjuán respondía a la reseña de su libro por el profesor Baxter Wolf con un extenso artículo títulado La tergiversación del pasado y la función social del conocimiento histórico. Una réplica a Kenneth B. Wolf

La discusión, para disfrute de historiadores, está servida. Pueden leer ambos artículos en los enlaces de más arriba. Como en la antigua y no finiquitada controversia sobre la identidad de España que a mediados del pasado siglo mantuvieron los historiadores Claudio Sánchez Albornoz: "España es un producto de la cristiandad medieval", y Américo Castro: "España es el producto de un mestizaje de siglos de judíos, moros y cristianos", en la que yo tomo partido inequívoco por el segundo de los citados, creo sinceramente que la razón está de parte de los que piensan que lo que ocurrió el año 711 d.C. en la Península, fue más una invasión que una conquista pero también "algo más". Y en ese algo más es donde está la clave sobre los orígenes de Al-Andalus.

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La rendición de Granada (1492 d.C.)


Entrada núm. 2121
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Publicada originariamente con fecha 26 de julio de 2014

martes, 3 de mayo de 2016

[Humor en cápsulas] Martes, 3 de mayo de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7 (Morgan) y La Provincia (Padylla y Montecruz), de Las Palmas de Gran Canaria, y el El País en su edición nacional (Forges, Peridis, Ros y El Roto). Espero que disfruten de las mismas.




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HArendt




Entrada núm. 2708
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lunes, 2 de mayo de 2016

[Humor en cápsulas] Lunes, 2 de mayo de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7 (Morgan) y La Provincia (Padylla y Montecruz), de Las Palmas de Gran Canaria, y el El País en su edición nacional (Forges, Peridis, Ros y El Roto). Espero que disfruten de las mismas.






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