jueves, 17 de marzo de 2016

[Reedición] Sobre la violencia



"Guernica", de Pablo Picasso


"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente y conservan su título, fecha y numeración original. Disfrútenla de nuevo si lo desean.


*** 

"Una muerte violenta es siempre una tragedia personal; mil muertes violentas constituyen un drama social y humano; cien mil muertes violentas son únicamente un dato estadístico". La frase anterior, seguramente apócrifa, se le atribuye a Stalin, y dentro de su cínica apariencia guarda una gran verdad: que sola la muerte de los que nos son o resultan próximos nos conmociona. No creo necesario argumentar más al respecto pues pruebas más que suficientes hemos tenido en estos últimos meses: no percibimos de igual manera los atentados islamistas de París o el avión estrellado en los Alpes que las atrocidades del mal llamado Estado Islámico en Oriente Medio, las de Boko Haram en el África Ecuatorial o los miles de inmigrantes ahogados en el Mediterráneo intentando llegar a Europa.  

Me cuesta recomenzar después de casi tres meses de silencio. Silencio motivado en gran parte al reconocer como algo personal que ese exceso de violencia constituye un eficaz antídoto contra el optimismo desbordado de aquellos que piensan, entre los que me cuento, que estamos y vivimos en el mejor de los mundos; quizá no en el mejor de los mundos deseables, pero sí en el mejor de los mundos posibles. Es todo un atrevimiento por mi parte reanudar el blog con un tema como el de la violencia, pero es una deuda que tengo conmigo mismo y deseo saldarla cuanto antes para recuperar el deseo de escribir, tan apagado en estos momentos.

Hay lecturas que apasionan y otras que impresionan. En mis 69 años de vida me ha dado para muchas lecturas. Entre las más recientes, y que me han provocado más profunda impresión, está la del psicólogo canadiense Steven Pinker titulada "Los ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicaciones" (Paidós, Barcelona, 2014)La tesis central del libro de Pinker, expuesta a lo largo de más de mil páginas -los relatos sin estadísticas están ciegos, pero las estadísticas sin relatos, vacías, dice en él- es la de que, queramos reconocerlo o no, vivimos en el mejor de los mundos posibles si nos atenemos a lo que ha sido y constituido la historia de la violencia a lo largo del proceso civilizador de la humanidad.

Hay una frase en el libro de Pinker (pág. 130) que a mi juicio podría ayudar a entender, que no explicar, el estallido de violencia que estamos viviendo, y lo hace citando a un experto jurista, Donald Black. Este último, en un influyente artículo titulado "El crimen como control social", sostiene que casi todos los actos que denominamos como criminales, desde el punto de vista del perpetrador, tienen su origen en un exceso de moralidad y pretensión de justicia, al menos tal y como éstas son concebidas en las mentes de los autores de los crímenes. "Fiat iustitia et ruat caelum": Hágase justicia aunque se hunda el mundo, que dice el aforismo latino. Que eso la pueda justificar es, desde luego, cosa distinta. 

También el escritor y académico Luis Goytisolo, dedicó un importante artículo hace unas semanas  en El País a este mismo asunto de la violencia titulado "El auge de la crueldad"Casi podría decirse -comenta al comienzo del mismo- que la crueldad está ya en el principio. Es decir: como por encima de los orígenes de la humanidad, en ese tiempo anterior al que se refieren la mayor parte de las creencias religiosas: dioses que devoran a sus hijos, o que destruyen ciudades por la conducta lasciva de sus habitantes, o que castigan a toda la especie humana porque alguien se comió una manzana. De ahí que la imagen que tenemos de las antiguas civilizaciones esté indefectiblemente teñida asimismo de crueldad: sus guerras, sus conquistas, la propia vida cotidiana. Una imagen siempre vinculada, a modo de inevitable contrapartida, a la expansión y el esplendor de absolutamente todos los imperios.

Su brusca reaparición -continúa Goytisolo- tras varias décadas de buenismo que la daba poco menos que por extinguida, no supone de hecho una novedad ni a nivel individual ni colectivo, trátese de la ejecución de prisioneros, rehenes o como se quiera llamarles, o del típico crimen pasional fruto de los celos o el despecho. Lo que sí ha cambiado, lo único que ha cambiado, es su percepción por parte de la sociedad. Y es que desde los asesinatos cometidos por miembros del Califato o por las milicias enfrentadas del ámbito islámico hasta la reconstrucción del asesinato de una mujer a manos de alguien que por lo general tenía ya antecedentes, la televisión y demás pantallas grandes y pequeñas hoy nos informan de los hechos al momento. Esto es lo realmente nuevo: estés donde estés y al momento, dice nuestro autor.

A la vista de lo todo lo anterior, ¿cabe hablar de un progreso moral de la humanidad en lo que atañe a la violencia en la propia historia del proceso de civilización humano? ¿O, cómo se pregunta el filósofo Javier Gomá (pág. 58) en su libro "Ejemplaridad pública" (Taurus, Madrid, 2009), somos mejores nosotros que nuestros mayores? ¿Supone cada generación un avance moral respecto a la anterior? ¿Es la edad contemporánea más virtuosa que la moderna, y esta que la medieval o la antigua? ¿Progresa en suma la humanidad como tal? Gomá responde a lo largo de su libro diciendo que sí, que hemos progresado en cuanto a libertades y derechos individuales,  y que no, o quizá no tanto, en cuanto a progreso moral. Algunos otros, no muchos, entienden que sí, que hemos progresado en todos los órdenes. Yo entre ellos. 

Juan Antonio Rivera, catedrático de Filosofía, ha reseñado en un reciente artículo en Revista de Libros: "Una epopeya del progreso moral", el libro del profesor Pinker. Todos hemos oído o leído alguna vez -dice en él- que nuestros antepasados estaban sumidos en el atraso tecnológico y morían devastados por enfermedades que la medicina moderna es capaz de curar o prevenir con facilidad, pero que, a cambio de esto, estaban bendecidos por la paz social, nacían y morían en comunidades pequeñas y concordes, alejados de atracos, atentados terroristas, genocidios, guerras mundiales, amenazas nucleares y otras muchas formas de violencia que acosan a los integrantes de las sociedades modernas y «civilizadas»"

Por el contrario, el estudio de Pinker demuestra que en ese mundo antiguo no sólo la esperanza de vida era más corta y no había trenes de alta velocidad, ni Internet, ni aire acondicionado, ni donuts, sino que, para colmo de males, la probabilidad de perecer de muerte violenta era considerablemente más alta (entre cuatro y diez veces más alta) que en nuestros días, sobre todo en las sociedades sin Estado, esas supuestas anarquías felices.

No es sólo que hubiera más violencia en tiempos pasados, sino que la gente era más insensible al valor de la vida humana, con el detalle turbador de que todas estas muestras de crueldad no se llevaban a cabo en los sótanos policiales de Estados despóticos, sino a la vista del público, para regocijo y edificación de las masas, que a menudo participaban con entusiasmo en estos aquelarres de violencia. Y no sólo es que hubiera más violencia en tiempos pasados, sino que la gente era más insensible al valor de la vida humana.

¿Cómo puede hablarse de progreso moral si aproximadamente 179 millones de personas murieron en el siglo XX a manos de sus gobiernos, y 55 millones de ellos solo en la Segunda Guerra Mundial? ¿No confirma todo esto que el siglo XX ha sido el peor de todos en cuanto a exhibición de crueldad se refiere?

La respuesta de Pinker, dice el profesor Rivera, es que eso es cierto en términos absolutos, si nos limitamos a contar muertos, pero que ese es cálculo sesgado, pues estamos ignorando la población mundial en cada momento. La Segunda Guerra Mundial ha sido el suceso más destructivo de todos en términos absolutos, pero en ese período había dos mil quinientos millones de personas en el planeta, 4,5 veces más que hacia el año 1600. Esto significa que los desastres acaecidos en el siglo XVII, como la Guerra de los Treinta Años (siete millones de víctimas entre 1618 y 1648), hay que multiplicarlos por 4,5 para alcanzar una perspectiva correcta acerca del peso proporcional de cada una de las dos masacres. Matthew White es un experto que mantiene una activa base de datos sobre las peores cosas que nos hemos hecho los hombres unos a otros, recalibrando los datos sobre bajas humanas según el número de personas que habitaban la Tierra en el momento en que se produjo la masacre, y tomando como referencia la población mundial a mediados del siglo XX. Corregida de este modo (con el dato de la población mundial como telón de fondo), la lista de las veintiuna peores atrocidades está encabezada por una recóndita guerra civil habida durante la dinastía china Tang, en el siglo VIII, y que se estima causó unos treinta y seis millones de muertos, una sexta parte de cuantos pisaban el planeta por entonces. Después de tener en cuenta el porcentaje de víctimas de un conflicto en relación con la población global, la Segunda Guerra Mundial pasa del primero al noveno puesto en esta lista negra (que puede consultarse en la p. 270). Por lo tanto, la primera dificultad que tenemos para apreciar el declive de la violencia es nuestra propensión a considerarla en términos absolutos (número de muertos) y no en términos relativos o proporcionales (porcentaje de víctimas sobre la población mundial).

Fuerza es reconocer -continúa diciendo el profesor Rivera- que el progreso moral es quebradizo y no puede darse por sentado. Por ejemplo, según el análisis estadístico llevado a cabo por el físico Lewis Fry Richardson, las guerras empiezan y acaban por azar, sin responder a patrones causales. ¿Quién podía vaticinar, tras la pacífica segunda mitad del siglo XIX, que estallarían en el siglo XX dos conflagraciones a escala mundial entre las grandes potencias europeas, con decenas de millones de muertos a sus espaldas? La contingencia es importante en la historia de la violencia. Pinker llega a afirmar, con un punto de provocativa exageración, que la persona más decisiva en el decurso del siglo XX tal vez sea Gavrilo Princip, un nacionalista serbio de diecinueve años que asesinó al archiduque austro-húngaro Francisco Fernando mientras cursaba una visita de Estado a Bosnia, precipitando con ello la Primera Guerra Mundial, sin la cual habrían quedado reducidas a la irrelevancia figuras como Lenin o Hitler, sin las cuales a su vez serían incomprensibles las hecatombes acaecidas en las décadas inmediatamente posteriores: los exterminios en masa de los comunistas, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto nazi.

No hay manera de descartar estadísticamente que matanzas de ese calibre, o peores, puedan repetirse, señala el profesor Rivera en su artículo. Es absurdo pretenderlo y Pinker se cuida en todo momento de posar de futurólogo. Al contrario, admite sin rebozo que el futuro es impredecible y que, por más visos de no violencia que él advierta en los últimos tiempos, todo esto puede truncarse y tal vez por un acontecimiento en apariencia nimio (como el asesinato perpetrado por Gavrilo Princip). Pequeñas causas pueden tener efectos desproporcionados. 

También entiende que sí hay un evidente progreso moral de la humanidad el profesor Andrés Ortega, que firma un reciente informe del Real Instituto Elcano sobre los Objetivos de Desarrollo de Milenio de Naciones Unidas, suscrito el año 2000, que predice que para el 2030 es muy posible que vivamos en un mundo sin hambre y sin pobreza extrema. 

Termino esta entrada con mi opinión personal, que con toda seguridad resulta irrelevante,  que es, también, la de que aunque no vivamos en el mejor de los mundos deseables es seguro que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Y que a pesar de ello debemos hacer que el de mañana sea mucho mejor que el del presente. Se lo debemos a nuestros hijos, a nuestros nietos, a nuestros descendientes, a los que han de seguir creando ese "Mundo" del que hablaba sin cesar Hannah Arendt como patria común de la Humanidad.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Steven Pinker




Entrada núm. 2211
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 22 de abril de 2015

miércoles, 16 de marzo de 2016

[Cuentos para la edad adulta] "La perla", de Yukio Mishima




El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Durante los próximo meses voy a traer hasta el blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Phili p K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado La perla, del escritor japonés Yukio Mishima, cuyo verdadero nombre era Kimitake Hiraoka (1925-1970). Intelectual, novelista y dramaturgo, es considerado uno de los más grandes escritores de la historia del Japón. Escribió 40 novelas, 18 obras de teatro, 20 libros de relatos, y, al menos, 20 libros de ensayos, así como un libreto. Una gran porción de su obra se compone de libros escritos rápidamente sólo por los beneficios monetarios, pero, incluso no teniendo en cuenta estos, seguimos ante una obra de grandes proporciones. La muerte de Mishima ha estado siempre rodeada de mucha especulación. Cuando se realizó el harakiri acababa de terminar el libro final de su tetralogía El mar de la fertilidad editado póstumamente, ya que el mismo día de su suicidio se la envió a su editor— que constituye una especie de testamento ideológico del autor, rebelándose contra una sociedad que consideraba sumida en la decadencia espiritual y moral. 

En La perla, Mishima caricaturiza a unas mujeres maduras que buscan ocultar su edad, en pugna por el prestigio, la credibilidad y la aceptación en el grupo. Los enredos se originan en el cumpleaños de la señora Sasaki, cuando pierde la perla de su anillo al partir la tarta de cumpleaños.


***


Yukio Mishima


***



Espero que lo hayan disfrutado. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt



Entrada núm. 2645
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Reedición] El síndrome de Telémaco




Escena de la Odisea, de Homero


"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente y conservan su título, fecha y numeración original. Disfrútenla de nuevo si lo desean.

*** 

En su libro Ejemplaridad pública del que hablaba en una de mis entradas anteriores, el filósofo Javier Gomá escribe lo siguiente: "Está por ver, en efecto, que en una época en que se prescinde de la religión como factor de integración social y en que la crítica a las ideologías ha vaciado a estas definitivamente de eficacia movilizadora sustituyéndolas por el presente pluralismo y relativismo axiológico, está por ver, se repite, que en las actuales circunstancias el respeto al hombre en hombre y la educada repugnancia hacia lo indigno y lo incívico, sean suficientes para que los ciudadanos manteniendo sus expectativas dentro de los confines de lo humanamente realizable, aprendan a renunciar a la bestialidad y al barbarismo instintivo y a limitar las pulsiones destructivas y antisociales de una subjetividad consentida y acostumbrada a no reprimirse; y que sean suficientes también para que la polis, sin ayuda de las imágenes del mundo tradicionales, consiga mantenerse unida y estable soportando toda la diversidad multicultural y la complejidad económica y social que se agitan en su interior, y todo ello por propio convencimiento de los mismos ciudadanos, ingenuamente, sin permitir ninguna coerción exterior y sin reconocer a ninguna instancia superior la legitimidad de obligarnos a ello, sino por la pura comprensión de lo que es debido a la dignidad finita y convencional del hombre".

Sé que el lenguaje filosófico es a veces, pretendidamente o no, oscuro y hasta ininteligible, pero es lo que hay. Sin embargo, a la luz de las palabras reproducidas más arriba, parece claro para mí, lego en disquisiciones filosóficas, que lo que quiere decirnos Gomá es que las libertades conquistadas por el hombre en los últimos decenios después de luchas, avances y retrocesos de siglos son ya irreversibles. Y que esa idea de libertad, unida inextricablemente a la de igualdad, separada ya para siempre de cualquier connotación de superioridad aristocrática, académica o política, ha arrumbado al baúl de los recuerdos la idea y el prestigio de la autoridad como valor supremo de los gobernantes de la polis. Ya todos somos iguales, para bien o para mal. Pero no solo en la polis ha desaparecido toda pretendida supremacía moral en función de una supuesta autoridad. Tambíén en la vida ordinaria familiar, académica o social.

Esa parece ser la tesis que expone el escritor Jordi Soler en su artículo de El País de hace unos días titulado "Los hijos de Ulises". Dice en él que la "autoridad simbólica del padre ha perdido peso, se ha eclipsado, ha llegado irremisiblemente a su ocaso”. Lo llama "El complejo de Telémaco" y lo define como el fenómeno de la evaporación del padre, y en general, de toda autoridad. 

Una vez ida la autoridad paterna, añade más adelante, las demás autoridades comienzan también a evaporarse. Y detrás del padre van cayendo en el descrédito los gobernantes, los políticos, los sacerdotes, el rey, los soldados y los policías, y casi cualquiera de esas figuras públicas que en el siglo XX tenían una sólida e incuestionable autoridad, y que han visto como el respeto que su figura imponía se ha ido diluyendo.

Las causas de esta evaporación, sigue diciendo, son múltiples. No hay líder social, institucional o político, añade, al que no se le vean las costuras. La transparencia de este milenio hace muy evidentes las flaquezas, las debilidades, las ridiculeces y las corruptelas de esas figuras de autoridad que solían protegerse bajo la conveniente opacidad que ofrecía el siglo anterior. No hay autoridad que resista el despiadado escaneo que aplican las redes sociales, combinadas con la diabólica inmediatez de los medios de comunicación, porque ya el escaneo, al margen de las inmundicias que revele, sitúa a la persona en un nivel de exhibición desde el cual es muy difícil transmitir autoridad.

Ya no queda claro quién manda, dice al final de su artículo. En el siglo XXI, concluye, la autoridad se fragmenta, está en la oficina de una entidad financiera, en una empresa de Internet, en una institución dedicada a la seguridad y al espionaje, en un holding farmacéutico, nadie sabe bien dónde está la autoridad, y cada vez creemos menos en los que dicen que la tienen. Abusando de la imagen de Telémaco, que espera a su padre frente al mar, que mira hacia el horizonte con la esperanza de que aparezca una señal que lo oriente, se me ocurre pensar que en este milenio, que apenas empieza y ya huele a chamusquina, no solo los hijos son Telémaco, también los padres, y los que mandan y tienen todavía alguna autoridad; estamos todos frente al mar, mirando al horizonte en espera de una señal. ¿Es la abolición definitiva de todo prestigio de la autoridad la causa de la crisis de credibilidad que atenaza a las sociedad democráticas? Bien pudiera ser, al menos una de ellas, pero hay más. 

Mi profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología en la UNED, el historiador Santos Juliá, escribía en febrero pasado en Revista de Libros un extenso artículo, titulado "Sombras sobre las democracias", reseñando varios libros sobre tan grave asunto de reciente aparición en la esfera académica de autores tan prestigiosos como David Runciman, Francis Fukuyama o Peter Mair. Al final del mismo, y les remito a la lectura completa de su reseña en el enlace de más arriba, dice el profesor Santos Juliá: "En una conferencia sobre el futuro de la democracia que impartió en noviembre de 1983, en el Palacio de las Cortes de Madrid, invitado por Gregorio Peces-Barba, presidente del Congreso de los Diputados, Norberto Bobbio dijo que si le preguntaran «si la democracia tiene un porvenir y cual sea éste, en el supuesto caso de que lo tenga, les respondo tranquilamente que no lo sé». Han pasado muchos años, continúa diciendo, desde aquella conferencia, la tranquilidad con que se miraba entonces el futuro se ha esfumado y los acentos que predominan en el mundo académico suenan más bien sombríos, si no lúgubres: la democracia vaciada o en el vacío, la democracia en retirada, la democracia en declive, son algunas de las voces que han irrumpido en el debate político sobre el futuro de lo que hace veinticinco años se celebraba como democracia triunfante. La multiplicación de las democracias viene a ser, por tanto, como la otra cara del declive de la democracia: muchas son, pero su calidad palidece. El debate es rico en derivaciones y recovecos, en énfasis y matices, pero una cosa es clara: la democracia ha dejado de ser, como se tendía a dar por supuesto cuando agonizaba el siglo XX, el fin de la historia o la última de todas las utopías posibles, más que nada porque, al decir hoy en día «democracia», no se sabe muy bien de qué se trata, como no sea que previamente se aclare de qué democracia estamos hablando. Y ese será el tema de debate que nos seguirá ocupando en los próximos años hasta que… bueno, hasta que algún día lleguemos todos a Dinamarca para quedarnos en ella".

Para comprender la alusión al país nórdico con la que concluye su artículo es necesario que lean el mismo en su integridad. Y perdónenme la malicia por mi parte: si lo leen, es que he atizado su curiosidad y conseguido mi propósito. Me doy por satisfecho.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Pancarta reivindicativa 





Entrada núm. 2213
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 27 de abril de 2015

martes, 15 de marzo de 2016

[Píldoras literarias] "Rosas", de Alejandra Basualto






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Rosas, de Alejandra Basualto (1944). Poeta y narradora chilena. Dirige la Editorial La Trastienda desde 1988.  Ha conducido talleres literarios de poesía y narrativa en la Universidad de Chile. Profesora en la Humboldt State University estadounidense (2000-2006). Traducida al inglés, francés, italiano y danés, y publicada en antologías en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, España, Francia, Italia y Dinamarca.


Su relato, incluido en la obra La mujer de yeso (1988), tiene veintiocho palabras, y dice así:



***

ROSAS



Soñabas con rosas envueltas en papel de seda
para tus aniversarios de boda, 
pero él jamás te las dio. 
Ahora te las lleva todos los domingos al panteón.


***


Alejandra Basualto


***




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt



Entrada núm. 2644
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Reedición] A extramuros de la literatura





"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente y conservan su título, fecha y numeración original. Disfrútenla de nuevo si lo desean.

*** 

No soy un lector exquisito. Por el contrario, tengo y reconozco gravísimas carencias lectoras de buena literatura. Por ejemplo, no puedo con los clásicos rusos... Y la novela realista de finales del XIX me pone de los nervios. Mi primer libro fue "La isla del tesoro", regalo de mis abuelos maternos. Y a los diez años me leía las novelas de Marcial Lafuente Estefanía como se fabrican churros: a una por hora y tres o cuatro al día... A las cuatro o cinco páginas ya era capaz de adivinar cual de los personajes era el bueno, quién el malo, la chica que iba a morir, la que se casaba con el bueno...

Con el tiempo, los años, la edad, más lecturas y más discriminadas, se me fue depurando el gusto literario, si es que eso no es una perogrullada, que no estoy muy seguro de que no lo sea... En términos generales soy más lector de ensayo que de ficción, pero no desdeño ni mucho menos las novelas, Y en esas estamos. 

Nunca fui un lector compulsivo, al estilo de "todo vale", aunque leía de treinta a cuarenta libros al año, académicos aparte. Ahora selecciono muchísimo mis lecturas, porque con el poco tiempo que me queda no quiero perderlo leyendo tonterías. Por ejemplo, no leo los Premios Planeta, sobre todo los de los últimos años. Me mosquean los "superventas", y desconfío de todo lo que se exhiba en los anaqueles de las "grandes superficies" rotulados del "Uno" al "Diez"...

Me encantó el artículo que hace unos años escribió en El País Antonio Muñoz Molina sobre buena y mala literatura, sobre escritores integrados y apocalípticos, citando los ejemplos de Carlos Ruiz Zafón, al que clasificaba entre los "integrados" y de Juan Goytisolo, al que encuadraba entre los "apocalípticos".

Y sobre escritores malditos, o maldecidos, recuerdo haber leído también un magnífico artículo del editor y crítico literario Constantino Bértolo titulado "El juego de la silla y la literatura de la transición", sobre el escritor José Antonio Gabriel y Galán y su "Diario, 1980-1993" (Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2007). Lo publicaba Revista de Libros en la primavera de 2008, y reproduzco algunos fragmentos del "Diario" citados por el comentarista: "La crítica me trató bien en general, pero no sabía dónde situarme, yo era fronterizo. No entraba en las listas generacionales, ni en las recopilaciones críticas". O esta otra, bastante triste: "A mi me emparejaron con Félix de Azúa: él representaba la belleza y yo el compromiso. Malentendidos semejantes fueron institucionalizándose. Se creó una atmósfera poco grata..." Y por último, este demoledor fragmento que rezuma ¿rencor, menosprecio?: "El mundo es un inmenso desierto por el que no cruza la sombra de ningún escritor español, si exceptuamos a Lorca, que se permite el lujo de ir en camello y descansar en los oasis. Sólo existe él, todo para él, nada para los demás, del marqués de Santillana a nuestros días. En nombre del marqués, de Quevedo y de Luis Cernuda, por ejemplo, grítese el resentimiento, reclámese la justicia".

De Carlos Ruiz Zafón sólo he leido "La sombra del viento". Y con ella me sobra para no volver a leerle. Tengo mucho más claro lo que no me gusta que lo que sí, y aunque nunca se puede saber a priori lo que te vas a encontrar, la veteranía es un grado, como se decía en la extinta mili... No es un juicio de valor, ni literario, ni estético, ni de ningún tipo: simplemente no me gustó. Y lo mismo me pasó con el otro gran superventas español: "La Catedral del Mar", de Ildefonso Falcones. Y aunque la esperanza es lo último que se pierde, prefiero no probar de nuevo con ninguno de los dos. De Juan Goytisolo he leido "Crónicas sarracinas""Makbara" y "Reivindicación del Conde don Julián". Desde luego, si tuviera que elegir entre ellos, me quedo con Goytisolo...

Junto al artículo de Muñoz Molina he rescatado de la hemeroteca una entrevista que Carles Geli le hizo a Carlos Ruiz Zafón en Revista de Libros, y dos artículos de Juan Goytisolo en El País, llenos de sarcasmo sobre los "superventas" y la la obra de escritores como Ruiz Zafón o Dan Brown, el autor de "El Código da Vinci" o la detestable (el juicio es mío) "Ángeles y demonios". 

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt










Entrada 2246
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 15 de mayo de 2015

lunes, 14 de marzo de 2016

[A vuelapluma] Glosa, comentario, reseña, crítica. ¿Términos sinónimos?




"Apolo y las Musas", de Bertel Thorvaldsen (1770-1844)


Desde que comenzó la andadura de este blog, va ya para diez años, he tenido claro lo que pretendía con él: trasladar al posible lector del mismo el pensamiento y la palabra escrita de otros, de los que tienen algo que decir y que enseñarnos, y que mi aportación a lo sumo iba a ser la de glosar, reseñar, comentar o criticar, con mayor o peor fortuna, lo dicho por ellos. 

En realidad nunca he tenido muy claro cual era la diferencia real de matices, (aunque reconozco que son los matices quienes marcan las diferencias), entre unos términos y otros. Hasta ahora... Porque gracias a un hermoso artículo en Revista de Libros de José Antonio de Ory, escritor, diplomático de carrera y profesor, he percibido por fin, o al menos eso creo yo, la diferencia conceptual entre ellos. 

Dice de Ory en el artículo citado, "¿Crítica? ¿Qué crítica?", que le gustan las polémicas culturales, las literarias sobre todo, porque suelen venir mejor escritas de casa que las otras, y porque no son frecuentes en España. Y todo ello, a cuenta de una crítica realizada por un conocido crítico literario a un libro de poemas, que provocó una abrumadora avalancha de comentarios online a favor y en contra del crítico. La pueden leer en este enlace, si lo desean, pero no insisto en ella porque no es sino la excusa que me ha dado pie para este entrada: la diferencia entre comentario, reseña y crítica, y por supuesto, el significado de lo que es y representa la crítica literaria y de la función que cumple.

José Antonio de Ory deja explícita la falta de tradición española de verdadera crítica literaria, aquélla donde el crítico entra en profundidad en lo que reseña, dice lo que le gusta o no le gusta y explica por qué. En nuestra tradición, dice, confundimos crítica con reseña o recensión. Puede contener muchos aspectos una reseña, enfocarse desde muchos puntos de vista: resumir lo leído, relacionar la obra con la trayectoria de su autor, situarla en la historia de la literatura y buscar intertextualidades, poner su contenido en contexto histórico, analizar el estilo (hay reseñistas a los que les gusta revelar erratas y faltas de sintaxis u ortografía, quizá para demostrar –supuestamente– que han leído el libro). Lo que no es poco, desde luego, y es aportación fundamental para que se mueva la maquinaria literaria: cómo saber si no qué se publica, cómo estar enterado de las novedades. Hay muy buenos críticos en nuestros suplementos culturales que hacen muy bien todo eso, añade, pero hay dos elementos fundamentales en el salto de la reseña a la verdadera crítica. Por una parte, la profundidad del análisis y la voluntad del autor de emitir un juicio de valor sobre esa combinación de contenido y factura que componen la novela, el poemario, el ensayo: la obra de creación, en definitiva, de que se ocupa. Voluntad que supone, desde luego, la disposición a decir lo que no ha gustado, señalar lo negativo, denostar si hace falta, y hasta "cargarse" o "destrozar" un libro.

Es esa la crítica que no ha florecido de manera suficiente en nuestros suplementos culturales, sigue diciendo, y en los diarios, ni hablemos. Pero con esto no basta, añade. La crítica verdadera no lo es sólo por su contenido, la capacidad de análisis, el buen criterio (el juicio crítico) y la disposición a verter comentarios negativos si hace falta, sino también por quién la hace. Tan importante es el quién como el qué. Ese juicio de valor es personal, implica por completo al crítico, que basa el peso y la relevancia de su opinión en su prestigio y construye éste, a su vez, sobre su honestidad y coherencia de criterio. La reseña crítica, para ser válida, ética y útil debe tener como elementos clave la coherencia, la continuidad y la independencia del crítico.

Recensiones y reseñas pueden encargarse, continúa diciendo. No digo que al primero que pase por ahí, pero casi. Revistas y suplementos hechos a partir de reseñas hay muchos; mejores y peores, pero muchos. No es difícil hacerlas, y ya digo que hay muchas maneras de enfocarlas y de salir, por tanto, airoso. Ahora bien, añade, si la publicación puede encargar la lectura y reseña de un libro (una exposición, una obra dramática, un concierto...) a un crítico o a otro, o aceptar la que venga de un espontáneo mejor o peor intencionado, la parcialidad se vuelve cuestionable, podrá cuestionarse si la elección se ha hecho bien o no se habrá encargado a alguien demasiado cercano al autor, o, por el contrario, con particular animadversión, a alguien que le debe algo o que se la tiene jurada, a un poeta cómplice o de la corriente opuesta. 

La crítica, por benévola o dura que sea, es éticamente válida y defendible cuando el crítico es alguien con prestigio reconocido en su materia y suficiente conocimiento de lo que habla; mantiene una permanencia constante en su puesto, o al menos en su línea de trabajo; es él mismo quien escoge qué reseña y con qué criterio enfoca su análisis; y tiene voluntad canónica, es decir, de cubrir la mayor parte posible de lo que sucede en su "circunscripción". 

Mario Vargas Llosa o Antonio Muñoz Molina, dice, publican con frecuencia excelentes artículos sobre libros que han leído. Son buenos lectores, sobra decirlo, y con gran criterio, por lo que sus artículos son notables, y sus recomendaciones, útiles y acertadas. Pero no es crítica lo que hacen, ni mucho menos, porque no hay esa continuidad y esa voluntad de abarcar.

La coherencia y continuidad de una línea crítica y la independencia en la selección actúan como un cuchillo de dos filos: por una parte, imponen respeto hacia lo escrito y evitan suspicacias. La crítica comparte la naturaleza del ensayo, añade. El ensayo no dice "Esto es así"; dice "Yo esto lo veo así". Puede estarse por ello en desacuerdo, pero no cabe, en puridad, hablar de equivocación. Lo mismo pasa con la crítica. El crítico dice "Esto es lo que a mí me ha parecido", y su opinión importa en tanto que es la suya. Por eso la lectura de una crítica nos dice a menudo tanto del crítico como del reseñado. 

Independencia de juicio, permanencia, seriedad y coherencia de criterio, capacidad de elegir y voluntad canónica hacen, en definitiva, la verdadera crítica, concluye diciendo. 

En todo caso, y volviendo al comienzo de la entrada, reiterarles mi convencimiento de que lo verdaderamente interesante de este blog no es lo que en él escribe su autor sino lo que escriben aquellos a los que él remite.


José Antonio de Ory



Espero que la hayan disfrutado. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt



Entrada núm. 2643
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Reedición] Hoy, "Una cierta idea de Europa"




9 de mayo, Día de Europa



"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente y conservan su título, fecha y numeración original. Disfrútenla de nuevo si lo desean.

*** 

Cuando en una agenda o en un calendario, junto a la fecha del 9 de mayo aparece la mención de "Día de Europa", quizá deberíamos preguntarnos que sucedió ese día y en qué año. Muy pocos ciudadanos europeos saben que el 9 de mayo de 1950, justo el mismo día en que se cumplían cinco años del final de la guerra en Europa, nacía la Europa comunitaria, en un momento -es importante recordarlo- en el que la amenaza de una tercera guerra mundial se cernía sobre Europa.

En esa fecha, en París, se convocó a la prensa a las 6 de la tarde en el Salón del Reloj del Ministerio de Asuntos Exteriores en el Quai d'Orsay porque se iba a hacer pública una "comunicación de la mayor importancia". Las primeras líneas de la Declaración del 9 de mayo de 1950, redactada por Jean Monnet y comentada y leída ante la prensa por Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, expresan claramente la ambiciosa magnitud de la propuesta.

"La paz mundial sólo puede salvaguardarse mediante esfuerzos creadores proporcionados a los peligros que la amenazan". "Con la puesta en común de las producciones de base y la creación de una Alta Autoridad cuyas decisiones vinculen a Francia, Alemania y los países que se adhieran a ella, esta propuesta establecerá los cimientos concretos de una federación europea indispensable para el mantenimiento de la paz".

Se proponía crear una institución europea supranacional encargada de administrar las materias primas que en aquella época eran la base de toda potencia militar: el carbón y el acero. Ahora bien, los países que iban a renunciar de esta forma a la propiedad estrictamente nacional de la "columna vertebral de la guerra" apenas acababan de salir de un espantoso conflicto bélico que había dejado tras de sí innumerables ruinas materiales y, sobre todo, morales: odios, rencores, prejuicios, etc.

Todo empezó ese día y, por eso, en la Cumbre de Milán de 1985 los Jefes de Estado y de gobierno decidieron celebrar el 9 de mayo como el "Día de Europa".

Todos los países que deciden democráticamente adherirse a la Unión Europea adoptan los valores de paz y solidaridad que son la piedra angular de la construcción comunitaria.

Estos valores se hacen realidad a través del desarrollo económico y social y del equilibrio medioambiental y regional, únicos mecanismos capaces de garantizar un nivel de calidad de vida equitativo para todos los ciudadanos.

Europa, como conjunto de pueblos conscientes de pertenecer a una misma entidad y de tener culturas análogas o complementarias, existe desde hace siglos. Sin embargo, a falta de reglas o instituciones comunes, esta consciencia de ser una unidad fundamental nunca logró evitar los desastres. Incluso en nuestros días, algunos países que no forman parte de la Unión Europea siguen estando expuestos a espantosas tragedias.

Como cualquier obra humana de esta envergadura, la integración de Europa no puede conseguirse ni en un día ni en unas décadas. Hay todavía vacíos e imperfecciones evidentes. Es tan innovadora esta empresa esbozada nada más acabar la segunda guerra mundial! Las que en siglos pasados pudieran parecer tentativas de unión no eran en realidad sino el fruto de la victoria de unos sobre otros. Eran construcciones que no podían durar, porque los vencidos sólo tenían una única aspiración: recuperar su autonomía.

Ahora ambicionamos algo muy diferente: construir una Europa que respete la libertad y la identidad de cada uno de los pueblos que la integran, dirigida en común siguiendo el principio de "lo que puede hacerse mejor en común, debe hacerse así". Sólo la unión de los pueblos podrá garantizar a Europa el control de su destino y su proyección en el mundo entero.

La Unión Europea debe mantenerse a la escucha y al servicio de los ciudadanos y los ciudadanos, a la vez que conservan su especificidad, sus hábitos y costumbres y su idioma, deben sentirse "en casa" y poder circular con plena libertad por esta patria europea. 

Comparto con el profesor José Ignacio Torreblanca su criterio de que hoy, Europa, es la única idea posible. Para bien o para mal, es la única opción de futuro. Todo lo demás es el abismo. Y como digo en la presentación de este, mi blog, mi anhelo y mayor esperanza es la de saber a mis nietos ciudadanos plenos de los Estados Unidos de Europa, patria común de todos los europeos.

Por cierto, yo fui concebido tal día como hoy de hace setenta años. Sería para celebrar la paz, quiero suponer...

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt










http://europa.eu/abc/symbols/emblem/images/europ_flag/jaune.jpg




Entrada núm. 2228
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente el día 9 de mayo de 2015

domingo, 13 de marzo de 2016

[Humor en domingo] Hoy, sin palabras, por descanso del personal. Con viñetas de El Roto





Espero que las disfruten. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt



Entrada núm. 2642
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)