Desde que comenzó la andadura de este blog, va ya para diez años, he tenido claro lo que pretendía con él: trasladar al posible lector del mismo el pensamiento y la palabra escrita de otros, de los que tienen algo que decir y que enseñarnos, y que mi aportación a lo sumo iba a ser la de glosar, reseñar, comentar o criticar, con mayor o peor fortuna, lo dicho por ellos.
En realidad nunca he tenido muy claro cual era la diferencia real de matices, (aunque reconozco que son los matices quienes marcan las diferencias), entre unos términos y otros. Hasta ahora... Porque gracias a un hermoso artículo en Revista de Libros de José Antonio de Ory, escritor, diplomático de carrera y profesor, he percibido por fin, o al menos eso creo yo, la diferencia conceptual entre ellos.
Dice de Ory en el artículo citado, "¿Crítica? ¿Qué crítica?", que le gustan las polémicas culturales, las literarias sobre todo, porque suelen venir mejor escritas de casa que las otras, y porque no son frecuentes en España. Y todo ello, a cuenta de una crítica realizada por un conocido crítico literario a un libro de poemas, que provocó una abrumadora avalancha de comentarios online a favor y en contra del crítico. La pueden leer en este enlace, si lo desean, pero no insisto en ella porque no es sino la excusa que me ha dado pie para este entrada: la diferencia entre comentario, reseña y crítica, y por supuesto, el significado de lo que es y representa la crítica literaria y de la función que cumple.
José Antonio de Ory deja explícita la falta de tradición española de verdadera crítica literaria, aquélla donde el crítico entra en profundidad en lo que reseña, dice lo que le gusta o no le gusta y explica por qué. En nuestra tradición, dice, confundimos crítica con reseña o recensión. Puede contener muchos aspectos una reseña, enfocarse desde muchos puntos de vista: resumir lo leído, relacionar la obra con la trayectoria de su autor, situarla en la historia de la literatura y buscar intertextualidades, poner su contenido en contexto histórico, analizar el estilo (hay reseñistas a los que les gusta revelar erratas y faltas de sintaxis u ortografía, quizá para demostrar –supuestamente– que han leído el libro). Lo que no es poco, desde luego, y es aportación fundamental para que se mueva la maquinaria literaria: cómo saber si no qué se publica, cómo estar enterado de las novedades. Hay muy buenos críticos en nuestros suplementos culturales que hacen muy bien todo eso, añade, pero hay dos elementos fundamentales en el salto de la reseña a la verdadera crítica. Por una parte, la profundidad del análisis y la voluntad del autor de emitir un juicio de valor sobre esa combinación de contenido y factura que componen la novela, el poemario, el ensayo: la obra de creación, en definitiva, de que se ocupa. Voluntad que supone, desde luego, la disposición a decir lo que no ha gustado, señalar lo negativo, denostar si hace falta, y hasta "cargarse" o "destrozar" un libro.
Es esa la crítica que no ha florecido de manera suficiente en nuestros suplementos culturales, sigue diciendo, y en los diarios, ni hablemos. Pero con esto no basta, añade. La crítica verdadera no lo es sólo por su contenido, la capacidad de análisis, el buen criterio (el juicio crítico) y la disposición a verter comentarios negativos si hace falta, sino también por quién la hace. Tan importante es el quién como el qué. Ese juicio de valor es personal, implica por completo al crítico, que basa el peso y la relevancia de su opinión en su prestigio y construye éste, a su vez, sobre su honestidad y coherencia de criterio. La reseña crítica, para ser válida, ética y útil debe tener como elementos clave la coherencia, la continuidad y la independencia del crítico.
Recensiones y reseñas pueden encargarse, continúa diciendo. No digo que al primero que pase por ahí, pero casi. Revistas y suplementos hechos a partir de reseñas hay muchos; mejores y peores, pero muchos. No es difícil hacerlas, y ya digo que hay muchas maneras de enfocarlas y de salir, por tanto, airoso. Ahora bien, añade, si la publicación puede encargar la lectura y reseña de un libro (una exposición, una obra dramática, un concierto...) a un crítico o a otro, o aceptar la que venga de un espontáneo mejor o peor intencionado, la parcialidad se vuelve cuestionable, podrá cuestionarse si la elección se ha hecho bien o no se habrá encargado a alguien demasiado cercano al autor, o, por el contrario, con particular animadversión, a alguien que le debe algo o que se la tiene jurada, a un poeta cómplice o de la corriente opuesta.
La crítica, por benévola o dura que sea, es éticamente válida y defendible cuando el crítico es alguien con prestigio reconocido en su materia y suficiente conocimiento de lo que habla; mantiene una permanencia constante en su puesto, o al menos en su línea de trabajo; es él mismo quien escoge qué reseña y con qué criterio enfoca su análisis; y tiene voluntad canónica, es decir, de cubrir la mayor parte posible de lo que sucede en su "circunscripción".
Mario Vargas Llosa o Antonio Muñoz Molina, dice, publican con frecuencia excelentes artículos sobre libros que han leído. Son buenos lectores, sobra decirlo, y con gran criterio, por lo que sus artículos son notables, y sus recomendaciones, útiles y acertadas. Pero no es crítica lo que hacen, ni mucho menos, porque no hay esa continuidad y esa voluntad de abarcar.
La coherencia y continuidad de una línea crítica y la independencia en la selección actúan como un cuchillo de dos filos: por una parte, imponen respeto hacia lo escrito y evitan suspicacias. La crítica comparte la naturaleza del ensayo, añade. El ensayo no dice "Esto es así"; dice "Yo esto lo veo así". Puede estarse por ello en desacuerdo, pero no cabe, en puridad, hablar de equivocación. Lo mismo pasa con la crítica. El crítico dice "Esto es lo que a mí me ha parecido", y su opinión importa en tanto que es la suya. Por eso la lectura de una crítica nos dice a menudo tanto del crítico como del reseñado.
Independencia de juicio, permanencia, seriedad y coherencia de criterio, capacidad de elegir y voluntad canónica hacen, en definitiva, la verdadera crítica, concluye diciendo.
En todo caso, y volviendo al comienzo de la entrada, reiterarles mi convencimiento de que lo verdaderamente interesante de este blog no es lo que en él escribe su autor sino lo que escriben aquellos a los que él remite.
José Antonio de Ory
Espero que la hayan disfrutado. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt