sábado, 5 de julio de 2014

El poeta Gabriel Celaya y el tema de España en la poesía española contemporánea (VII)




Fuenterrabía (Guipúzcoa)



Ahora que parece que una buena parte de los españoles que se declaran de izquierdas parecen confundidos con conceptos tales como pueblo, país, patria, gobierno, nación y Estado, conceptos que sin duda inducen a confusión pero que en ningún caso son sinónimos, quizá convendría reivindicar el nombre común de España que a todos nos acoge y ampara. Sin vergüenza alguna. Sin remordimientos de ninguna especie.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas españoles contemporáneos han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España.

Hoy, a Gabriel Celaya (1911-1991). Nacido en Hernani (Guipúzcoa) estudio en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde conoció a Federico García Lorca y otros poetas de la época que lo encaminaron a la poesía social o comprometida, como Blas de Otero o Eugenio de Nora. En 1986 obtuvo el Premio Nacional de la Letras Españolas. Murió en Madrid. Les dejo con su poema "España en marcha".



Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a 
sus muertos.

Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos turbia y fresca, un agua que atropella sus
comienzos.

Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aun nunca logró mostrarse puero entero y verdadero.

De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos
y así somo quines somos golpe a golpe y muerto a 
muerto.

¡A la calle!, que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algi nuevo.

No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.

Españoles con futuro, 
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

Recuerdo nuestros errores
con mala saña y buen viento.
Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.

Vuelvo a decirte quien eres.
Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que
empiezo.

No quiero justificarte
como haría un leguleyo.
Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

España mía, combate
que atormentas mis adentros,
para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.

"España en marcha", de Gabriel Celaya


Y mañana, con José Ángel Valente. Ahora, por favor, sean felices. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta Gabriel Celaya



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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

viernes, 4 de julio de 2014

El poeta Antonio Machado y el tema de España en la poesía española contemporánea (VI)




Marismas del Guadalquivir (Sevilla)



Ahora que parece que una buena parte de los españoles que se declaran de izquierdas parecen confundidos con conceptos tales como pueblo, país, patria, gobierno, nación y Estado, conceptos que sin duda inducen a confusión pero que en ningún caso son sinónimos, quizá convendría reivindicar el nombre común de España que a todos nos acoge y ampara. Sin vergüenza alguna. Sin remordimientos de ninguna especie.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas españoles contemporáneos han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España.

Hoy, con Antonio Machado (1875-1939). Nacido en Sevilla fue el poeta más joven de la denominada Generación del 98. Evolucionó del simbolismo romántico a la poesía comprometida con el hombre como ser humano universal. Alumno de la Institución Libre de Enseñanza, comom tantos otros poetas, escritores, profesores y artistas de su generación, se posicinó sin ambages del lado republicano durante la guerra civil. Murió en Colliure (Francia), en el exilio, meses antes del final del guerra. Les dejo con su poema "El mañana efímero".



La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y del alma inquieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
El vano ayer engendrará una mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero;
a la moda de Francia realista,
un poco al uso de París pagano,
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza, 
vieja y tahur, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar de la cabeza, 
aun tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras; 
florecerán las barbas apostólicas,
y otras barbas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engrendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero,
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la Españadel cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

"El mañana efímero", de Antonio Machado.


Y mañana, con Gabriel Celaya. Y ahora, por favor, sean felices. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta Antonio Machado




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jueves, 3 de julio de 2014

El poeta Carlos Bousoño y el tema de España en la poesía española contemporánea (V)




Los Picos de Europa (Asturias)



Ahora que parece que una buena parte de los españoles que se declaran de izquierdas parecen confundidos con conceptos tales como pueblo, país, patria, gobierno, nación y Estado, conceptos que sin duda inducen a confusión pero que en ningún caso son sinónimos, quizá convendría reivindicar el nombre común de España que a todos nos acoge y ampara. Sin vergüenza alguna. Sin remordimientos de ninguna especie.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que los grandes poetas españoles contemporáneos han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España.

Carlos Bousoño (1923) nace en Boal (Asturias). Estudia Filosofía y Letras en las universidades de Oviedo y Complutense de Madrid, donde se doctora con una tesis sobre la poesía de Vicente Aleixandre. Imparte Literatura española en numerosas universidades estadounidenses. En 1980 ingresa en la Real Academia Española. Famoso por impartir sus clases sin notas o apunte alguno ha tenido como alumnos suyos a Claudio Rodríguez y Mario Vargas Llosa, entre otros. Les dejo con su poema "Oda a España".



Oh España, tierra eres. Tierra solo,
pero en tu cálida insondable entraña
el sol corre por dentro y te ilumina,
y te arrebata.

El sol te empuja brutalmente.
El enterrado sol que llevas,canta.
Ebria vuelas. Vas ya por las estrellas.
Vas pura, iluminada.

Mas llevas en tu seno
a los solemnes muertos que en ti braman,
que, como yo, con furia
te devoran y abrasan.

Oh España ya por las estrellas,
oh estrella sola y clara:
te quiero con el llanto, España mía:
llanto tú brillador de luces altas.

¿Adónde vas, España grave?
Mis manos te levantan.
¿Adónde vas por el azul espacio?
Altísima navegas solitaria.

Y yo te veo tierra,
tierra solo y herida por el hacha
de Dios, y vas sangrando, y cae
toda tu sangre por mi cara.

Ay, España querida.
Entiérrame en tu sangre roja. Arranca a 
a tu hijo del mundo. Llévame
contigo por la noche negra, España.

Vas alta y dolorosa.
Gimes, deliras, bramas.
Vas firme y pura por el firmamento
a hundirte en Dios como una espada.

"Oda a España", de Carlos Bousuño



Y mañana, Antonio Machado. Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Carlos Bousoño



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miércoles, 2 de julio de 2014

El poeta Ángel Crespo y el tema de España en la poesía española contemporánea (IV)




Lagunas de Ruidera (Ciudad Real)


A mi amiga Maribel A.

Ahora que parece que una buena parte de los españoles que se declaran de izquierdas parecen confundidos con conceptos tales como pueblo, país, patria, gobierno, nación y Estado, conceptos que sin duda inducen a confusión pero que en ningún caso son sinónimos, quizá convendría reivindicar el nombre común de España que a todos nos acoge y ampara. Sin vergüenza alguna. Sin remordimientos de ninguna especie.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que los grandes poetas españoles contemporáneos han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España.

Ángel Crespo (1926-1995), nace en Ciudad Real (Castilla-La Mancha) en el seno de una familia de pequeños terranientes. Durante la guerra civil estudia solo en su casa ayudado por un profesor de francés amigo de su familia que le lleva a entusiasmarse por la mitología clásica. Escribe poesía desde muy joven. Estudia Derecho y llega a ejercer como abogado y crítico de arte. Escribe poesía social, pero rechaza el marxismo del Partido Comunista en el que milita y abandona el partido y España. Da clases como profesor en las universidades de Puerto Rico, Upsala, Leiden y Washington. Regresa a España en 1988 como profesor de la universidad de Barcelona donde muere. Les dejo con su poema "España".



Escribían su nombre en las paredes.

Con un carbón, con una tiza, con un lápiz mordido, con
un pedazo de yeso arrancando de una esquina, con
un clavo negro sacado de una tabla, escribían su
nombre en las paredes.

Les ponían sobre los pies un pie de plomo y otro de
acero, para que no anduviesen, para que no
llegasen, para que no escribiesen su nombre, pero
ellos escribían su nombre en las paredes.

Escribían su nombre en las paredes de las casas vecinales,
lo escribían con letras grandes, como una exclamación
que quisiera despertar a los vecinos, y los
vecinos seguían durmiendo.

Les ataban ambas manos con alambres y con esposas y
con clavos y con cordeles, y con harapos, y les
empujaban para que cayesen.

Pero ellos escribían su nombre en las paredes de los
colegios para que los niños fuesen hombres, y las
niñas también fuesen hombres y hasta los mariquitas
fuesen hombres.

Decidieron borrar aquellas letras y montaban andamios y
escaleras; fueron con helicópteros y con camiones
y con cestos de gomas de borrar y con enormes
botes de pintura y con máquinas pulidoras,pero
aquellas letras no se borraban.

Como ya la creían muerta, nadie más escribió su nombre 
en las paredes.

Para borrarlo, decidieron derribar la ciudad y hacer otra
ciudad con edificios nuevos y decidieron que los
poetas no pudieran andar sus calles deteriorando
las paredes. Grandes caravanas trasladaban máquinas, 
artesas, niños, camas, mujeres, hombres, 
palos, vajillas y cenizas a la nueva ciudad.

Tras el primer crepúsculo, a la primera hora de la noche,
se confundieron todas las bombillas de todos los
anuncios luminosos, se confunfieron todas las
letras de los rótulos de todas las fachadas y escribieron
el mismo nombre, allá en el cielo, donde
no se borra.

"España", de Ángel Crespo



Y mañana, Carlos Bousoño. Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Ángel Crespo




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martes, 1 de julio de 2014

El poeta Miguel Hernández y el tema de España en la poesía española contemporánea (III)



El peñón de Ifach (Alicante)


Ahora que parece que una buena parte de los españoles que se declaran de izquierdas parecen confundidos con conceptos tales como pueblo, país, patria, gobierno, nación y Estado, conceptos que sin duda inducen a confusión pero que en ningún caso son sinónimos, quizá convendría reivindicar el nombre común de España que a todos nos acoge y ampara. Sin vergüenza alguna. Sin remordimientos de ninguna especie.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que los grandes poetas españoles contemporáneos han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España.

Miguel Hernández (1910-1942) es considerado uno de los más grandes poetas de la "Generación del 27". Muerto en la prisión de Alicante, de tuberculosis. Lucho del lado lado de la República y lo pagó con su vida. Pero amó a España como pocos. Todos los españoles de bien lo reivindican como uno de los suyos. Les dejo con su poema "Madre España":


Abrazando a tu cuerpo como el tronco a su tierra,
con todas las raíces y todos los corajes, 
¿quién me separará, me arrancará de ti, 
madre?

Abrazado a tu vientre, ¿quién me lo quitará,
si su fondo titánico da principio a mi carne?
¡Abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa, 
¡nadie!

Madre: abismo de siempre, tierra de siempre, entrañas
donde desembocando se unen todas las sangres:
donde todos los huesos caídos se levantan;
madre.

Decir madre es decir tierra que me ha parido;
es decir a los muertos: hermanos, levantarse;
es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo
sangre.

La otra madre es un puente, nada más, de tus ríos.
Es otro pecho, es una burbuja de tus mares.
Tu eres la madre entera con todo tu infinito, 

madre.

Tierra: tierra en la boca y en el alma y en todo.
Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme.
Con más fuerza que antes volverás a parirme,
madre.

Cuando sobre tu cuerpo sea una leve huella, 
volverás a parirme con más fuerza que antes.
Cuando un hijo es un hijo, vive y muere gritando:
¡Madre!

Hermanos: defendamos su vientre acometido,
hacia donde los grajos crecen de todas partes,
pues, para que las malas alas vuelen, aun quedan 
aires.

Echad a las orillas de vuestro corazón
el sentimiento en límites, los efectos parciales.
Son pequeñas historias al lado de ella, siempre
grande.

Una fotografía y un pedazo de tierra,
una carta y un monte son a veces iguales.
Hoy eres tú la hierba que crece sobre todo,
madre.

Familia de esta tierra que nos funde en la luz,
los más oscuros muertos pugnan por levantarse,
fundirse con nosotros y salvar la primera
madre.

España, piedra estoica que se abrió en dos pedazos
de dolor y de piedra profunda para darme:
no me separarán de tus altas entrañas,
madre.

Además de morir por tí, pido una cosa:
que la mujer y el hijo que tengo, cuando pasen,
vayan hasta el rincón que habite de tu vientre,
madre.

"Madre España", de Miguel Hernández



Y mañana, Ángel Crespo. Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta Miguel Hernández





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lunes, 30 de junio de 2014

El poeta Blas de Otero y el tema de España en la poesía española contemporánea (II)




Puente colgante. Bilbao (Vizcaya)



Ahora que parece que una buena parte de los españoles que se declaran de izquierdas parecen confundidos con conceptos tales como pueblo, país, patria, gobierno, nación y Estado, conceptos que sin duda inducen a confusión pero que en ningún caso son sinónimos, quizá convendría reivindicar el nombre común de España que a todos nos acoge y ampara. Sin vergüenza alguna. Sin remordimientos de ninguna especie.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que los grandes poetas españoles contemporáneos han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España.

Blas de Otero (1916-1979) nació en Bilbao (Vizcaya) y estudió Derecho en la universidad de Zaragoza y Filosofía y Letras en la de Madrid. Sufrió frecuentes crisis depresivas desde su juventud derivadas de su situación familiar, que le llevaron sucesivamente por una etapa religiosa, otra existencialista y por último a la poesía social. Vivió en Cuba entre 1964 y 1967, donde se casó y divorció. Enfrentado siempre al franquismo sus libros tuvieron problemas con la censura. Demócrata convencido cantó a la reconciliación de los españoles toda su vida. Murió de una embolia pulmonar en Majadahonda (Madrid). Les dejo con su poema "En el nombre de España, paz".

En el nombre de España, paz.
El hombre
está en peligro, España.
España, no te aduermas.
Está en peligro, corre,
acude. Vuela
el ala de la noche
junto al ala del día.
Oye.
Cruje una vieja sombra,
Vibra una luz joven.
Paz
para el día.
En el nombre
de España, paz.

"En el nombre de España, paz", de Blas de Otero




Y mañana, Miguel Hernández. Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






El poeta Blas de Otero




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domingo, 29 de junio de 2014

El poeta Miguel de Unamuno y el tema de España en la poesía española contemporánea (I)




El cabo de Ogoño (Vizcaya)



Ahora que parece que una buena parte de los españoles que se declaran de izquierdas parecen confundidos con conceptos tales como pueblo, país, patria, gobierno, nación y Estado, conceptos que sin duda inducen a confusión pero que en ningún caso son sinónimos, quizá convendría reivindicar el nombre común de España que a todos nos acoge y ampara. Sin vergüenza alguna. Sin remordimientos de ninguna especie.

De ahí, mi atrevimiento de traer a partir de hoy, y durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas españoles contemporáneos han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España.

Todos los poemas están tomados del libro "El tema de España en la poesía española contemporánea. Antología" (Taurus, Madrid, 1979), editados por José Luis Cano.

Y como no, comienzo por Miguel de Unamuno (1864-1936), escritor, filósofo, poeta, profesor. Nació en Bilbao. Se opuso tenazmente al golpe de Estado de Primo de Rivera. Fue diputado en las primeras Cortes de la república. Tres veces rector de la Universidad de Salamanca se enfrentó públicamente a Franco a poco de iniciada la guerra civil y fue despojado de su cátedra. Murió en Salamanca el último día de 1936. Les dejo con su pequeño poema titulado "A España". Por cierto, la palabra "ézpañá", en el primer verso, significa "labio" en euskera.


Labio, ézpañá, paladeo tu nombre, rosa carnosa,
fresco y rojo de cereza, y agua se me hace la boca.
Es tu saliva batido, de tu lengua, la española,
tomé el pan de la palabra, un pichón de la paloma.
Nuestras lenguas se mezclaron, España, y sentí la ola
de brasa, desde la nuca en mis entrañas ahonda.
Mordí en tus labios, España, del paraíso en la poma,
y al darte mi blanca sangre, me diste tu sangre roja.
Me siento padre del pueblo, por ti perdura en mi obra,
me desmayo en el arrobo de hacerte, España, señora.

"A España", de Miguel de Unamuno



Y mañana, Blas de Otero. Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta Miguel de Unamuno

  

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Iniciación a la sexualidad: La primera vez



Portada de "Bonjour, tristesse", de Françoise Sagan



Dicen que toda obra literaria no es más que una mera paráfrasis, real o fabulada, de la propia vida del autor. No lo sé a ciencia cierta, pero tengo la impresión de que en los relatos literarios de iniciación sexual debe haber mucho de la "primera vez" del narrador.

De esos relatos yo recuerdo con especial emoción unos pocos; muy pocos en realidad, que hayan dejado una profunda huella en mí. Los dos primeros, curiosamente, leídos en francés, con apenas dieciseis años: "Bonjour, tristesse" (1954), de Françoise Sagan (1935-2004); y "Le blé en herbe" (1923), de Sidonie-Gabrielle "Colette" (1873-1954). Ambos relatos son un prodigio de sensibilidad y las escenas de iniciación a la vida sexual de sus protagonistas respectivos están resueltas magistralmente, sin una sola palabra malsonante ni grosera actitud. Leídas a mi edad de entonces, me abrieron a un mundo desconocido y anhelado que llegaría a descubrir en su momento sin angustias ni tormentos.

Con desenfado y cierto tono libertino, muy francés también por cierto, se resuelve el inicio de la vida sexual de la protagonista de "Emmanuelle" (1959), un auténtico clásico de la novela erótica, para mi gusto, la mejor de todas, de la escritora francesa Marayat Rollet-Andriane, mas conocida  como Emmnuelle Arsan. Hosco y crudo lo es el del relato de la española "Las edades de Lulú" (1989), una progidiosa novela, la primera de ella, de la escritora Almudena Grandes (1960). Por último, de los que he querido recordar, no puedo dejar de citar la escena de la violación, pseudo consentida, de la protagonista de "Soy Charlotte Simons" (2004), muy dura, del estadounidense Tom Wolffe (1931). De la deleznable "Cincuenta sombras de Grey" (2011), y de su autora, la británica Erika Leonard, que escribe bajo el seudónimo de E.L. James, prefiero no hablar.

Pero sí lo hacía al comienzo de la entrada de eso de la obra literaria como paráfrasis de la vida propia, o fabulada, del autor. Hay una escena en "Una historia de amor y oscuridad" (2004), del escritor israelí Amos Oz, tan repetidamente citado por mí en estos últimos días, que es casi un calco de otra similar en otro libro suyo: "Escenas de la vida rural" (2009), del que también he escrito anteriormente en el blog. Lo que me lleva a pensar que real o fabulada su iniciación a la vida sexual no pudo ser muy diferente de la que relata en ambos libros. La escena transcurre en el kibbutz Hulda, cuando el protagonista tiene dieciseis años y entra en la habitación de una de sus profesoras, Orna, de unos treinta y cinco años. Dice Oz:

"Sin levantarme de la alfombra, descorrí la cortina que cubría su armario y vi ropa interior, ropa de distintos colores y un camisón de nailon, casi transparente de color melocotón. Tumbado en la alfombra como estaba, mis dedos tocaron ese melocotón y mi otra mano se vio obligada a acercarse a la colina de mis pantalones mientras mis ojos se cerraban, sabía que debía parar debía parar pero no al instante solo un poco más. Al final, justo en el último momento, me dEtuve y, sin apartar los dedos del melocotón ni la mano de la colina, abrí los ojos y vi que Orna había entrado sin que yo me percatara y estaba descalza mirándome en un extremo de la alfombra, con todo el peso de su cuerpo sobre la pierna izquierda, la cadera derecha un poco elevada, una mano sobre esa cadera y la otra acariciándose el hombro bajo el pelo suelto. Se quedó mirándome con su sonrisa cálida y traviesa en los labios, y sus ojos verdes se reían como diciendo: ya lo sé, ya sé que ahora lo que más deseas es morirte aquí mismo, y sé que estarías menos aterrado si ahora en mi lugar estuviese aquí un asesino apuntándote con una ametralladora, y sé que ahora por mi culpa eres la persona más desgraciada del mundo, ¿pero por qué ser tan desgraciado? Mírame, yo no estoy aterrada por lo que he visto al entrar en la habitación y tú, deja ya de ser tan desgraciado. [...] Orna dijo: Te he interrumpido. Y en vez de reirse añadió: Perdón, lo siento, y de repente, como en broma, empezó a mover las caderas con un complicado paso de baile y deijo que no, que de hecho no lo sentía realmente, que en el fondo le había gustado verme pues en mi cara en esos momentos había una mezcla de dolor y de luz. Y sin decir nada más empezó a desabrocharse los botones, del primero al último, y se quedó delante de mí para que la mirara y continuase. [...] Luego se puso de rodillas sobre la alfombra a mi derecha y apartó mi mano de la colina de mis pantalones y puso la suya y luego abrió y liberó y una estela de chispas punzantes como una densa lluvia de meteoritos recorrió todo mi cuerpo y volví a cerrar los ojos pero no antes de ver como se tumbaba de lado y luego se puso encima de mí y dirigió mis manos, aquí y aquí, y sus labios me tocaron la frente y me tocaron los ojos cerrados y luego cogió con la mano  y me hundió por completo y al instante sentí en lo más profundo del cuerpo como truenos mórbidos e inmediatamente después un rayo que me partió y como las paredes de la casa eran muy finas Orna tuvo que taparme con fuerza la boca y cuando pensó que ya estaba y levantó la mano para dejarme respirar tuvo que apresurarse a sellarme de nuevo los labios porque aun no estaba".

Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Portada de "Le blé en herbe", de Colette





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