viernes, 25 de septiembre de 2009

Libertad de Prensa

Se me hace muy cuesta arriba no pensar que la actual y beligerante línea dura de crítica a la persona y a la política del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, por parte de los medios de comunicación de PRISA, no responde a un enfado de la empresa editora de dichos medios a cuenta de la afección del presidente, más que aparente, hacia la empresa editora del diario "Público" y la cadena de televisión "La Sexta". Nada que objetar a que PRISA defienda sus intereses empresariales, dentro de la ley, como mejor le parezca. Incluso criticando la política de aparente (o real) favoritismo gubernamental hacia otra empresa competidora de PRISA. Eso es legítimo, guste o no guste. Pero el caso es que tampoco quiero poner en duda que la línea editorial de un periódico de una trayectoria democrática tan clara como la de "El País" no va a dejarse supeditar a los intereses empresariales de sus dueños.

El pasado día 20 la Defensora del Lector de "El País", Milagros Pérez Oliva, ante la avalancha de críticas recibidas por el periódico, pidió al director del mismo que expusiera ante los lectores su versión de los hechos. Más adelante pueden leer el artículo de la Defensora del Lector y las explicaciones del director de "El País", Javier Moreno, en defensa de la independencia del periódico sobre su propia empresa editora. Yo, por mi parte, destacaría el párrafo final de la Defensora del Lector: "Cuando la sospecha se instaura en el ecosistema mediático, no sólo afecta a la credibilidad del medio que está bajo escrutinio, sino a la del periodismo en general. Y crea desafección. Alimenta un discurso según el cual, parece normal que un Gobierno, del signo que sea, quiera tener medios afines y utilice para ello los resortes del poder; y también, que los operadores respondan a este juego utilizando su influencia para defender sus intereses empresariales. El resultado de este discurso es una idea de efectos letales: la de que todos son iguales, los gobiernos y los medios. Demostrar lo contrario es, pues, un imperativo democrático".

Expuestos los términos, habrá que estar al examen minucioso y atento de los hechos. pues a fin de cuentas, son éstos los que cuentan y no las opiniones que nos hagamos de ellos. Entre los columnistas habituales de "El País", diría yo que de momento hay división de actitudes. La de hoy, del escritor Juan José Millás, en un artículo titulado "La cacería", parece bastante clara. Lo pueden leer más abajo. En todo caso, ustedes juzgarán. Les dejo con una frase, que cito de memoria, del que fuera tercer presidente de los Estados Unidos de América, Thomas Jefferson: "Si tuviera que decidirme entre un régimen de gobierno en el que no hubiera periódicos, y otro régimen en el que hubiera periódicos y ningún gobierno, sin duda alguna optaría por el segundo". La viñeta del final, de Forges, se publicó en "El País" del 23 de julio pasado.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





La Defensora del Lector de "El País", Milagros Pérez Oliva





"EL PAÍS y Zapatero: una crítica incómoda", por Milagros Pérez Oliva
EL PAÍS - Opinión - 20-09-2009

Un editorial crítico con el presidente desata un aluvión de interpretaciones sobre las relaciones de PRISA con el Gobierno. El director niega un giro en la línea editorial del diario.

A los diarios les gusta más dar noticias que ser noticia, y si algún día han de ser noticia, lo deseable es serlo por haber dado una gran exclusiva. Me perdonarán los lectores esta digresión inicial, que en realidad no es sino una confesión de incomodidad: el tema que voy a tratar incide sobre un debate público-mediático muy enconado en el que no todo es juego limpio y en cuyo epicentro se ha encontrado EL PAÍS de una manera que puede erosionar su credibilidad. La tormenta comenzó el pasado miércoles, con la publicación en portada de un editorial titulado En la pendiente, en el que se criticaba muy duramente la política del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en materia económica. Este artículo editorial y algunas informaciones recientes han sido interpretados como un viraje en la línea editorial del diario y como una ruptura entre los medios del Grupo PRISA y el presidente del Gobierno.

Que un diario critique la política económica del Ejecutivo no debería ser noticia. Es lo normal en una democracia. Pero a raíz de ese editorial se ha propagado la idea de que esta posición no es fruto del convencimiento, de un análisis independiente y libre de sus periodistas, sino de una estrategia empresarial del Grupo PRISA frente a decisiones del Gobierno que considera lesivas. El pasado 13 de agosto, en plenas vacaciones estivales, un Consejo de Ministros extraordinario aprobó, en contra del criterio del Consejo de Estado, la regulación de la Televisión Digital Terrestre de pago mediante un real decreto ley, instrumento que la Constitución reserva para casos de "extraordinaria y urgente necesidad". El consejero delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, publicó el día 21 de agosto un artículo titulado Un desatino en el que afirmaba que ese procedimiento constituía un abuso de poder. Cebrián no se oponía a la regulación de la TDT de pago, sino al procedimiento empleado, por considerar que favorecía a otro operador, Mediapro, con el que PRISA mantiene un largo litigio por los derechos del fútbol.

Que el máximo ejecutivo de un operador privado defienda sus intereses no debería ser tampoco noticia. Tiene todo el derecho a hacerlo. Pero la coincidencia entre la polémica sobre la TDT y la publicación del editorial crítico con el Gobierno ha propiciado que se instale en la opinión pública una sospecha que también ha hecho mella en los lectores. Algunos, como Joaquín Gasca Gil, J. M. Sala Franco, José Luis García Lorenzo o Pablo Requejo, se han dirigido a la Defensora para pedir explicaciones. Otros, como Javier Muñoz Álvarez, Enrique Casanova o Mariano García Pechuan, para comunicar, dolidos, que han dejado de serlo. Se consideran traicionados.

No forma parte de las atribuciones de la Defensora cuestionar la línea editorial del diario. Pero en la medida en que este editorial ha causado inquietud en algunos lectores y claro enfado en otros, le he pedido al director, Javier Moreno, que responda a sus inquietudes. Lo ha hecho extensamente, cosa que, dada la importancia del asunto, agradezco.

"No es cierto que se haya producido un viraje. La línea editorial de EL PAÍS no ha dado un giro de 180 grados a raíz de la aprobación de la TDT de pago a mediados de agosto. Ése es un relato que no encaja con los datos, que son siempre más tozudos que las opiniones. Y en este caso, los datos están a disposición de todos, en la hemeroteca del periódico, accesible a los lectores en elpais.com. Difícilmente un lector atento, que haya seguido con interés la cobertura de la crisis económica en EL PAÍS, habrá pasado por alto alguno de los titulares y editoriales que no encajan con la polémica que se trata de establecer, en mi opinión artificialmente".

"Sin ánimo de ser exhaustivo, citaré sólo tres: la primera que recuerdo fue el 4 de enero de 2008. Ese día EL PAÍS tituló a cuatro columnas en primera página: La economía acosa a los socialistas a sólo dos meses de las elecciones. El 25 de marzo pasado, también abriendo el periódico y a cinco columnas (lo máximo que permite el diseño), titulamos: El paro desborda al Gobierno a propósito de la cifra de paro conocida el día anterior, que por primera vez superaba los cuatro millones de desempleados; acompañaba a la información un editorial (Estado de alarma) que arrancaba en la primera página y en cuya primera frase se decía que la gestión del Ejecutivo en esta materia era "un rotundo fracaso". El 3 de agosto de 2008, el titular de la portada del suplemento Negocios tenía sólo tres palabras: Suspenso al Gobierno".

"No es ningún secreto que la decisión del Gobierno sobre la TDT ha merecido las críticas de EL PAÍS. También Juan Luis Cebrián, consejero delegado de PRISA, editora del periódico, ha expresado su opinión negativa (y por tanto la de la empresa) en un artículo de opinión el pasado agosto. Así que resulta también difícil de sostener que el diario maneja una agenda oculta a sus lectores. ¿Resultan más duras, por emplear un calificativo usado por algunos de ellos, las informaciones y editoriales sobre Zapatero y la crisis a la vuelta del verano? Sin duda. ¿Responde esto a un deterioro objetivo y cuantificable de la situación económica (paro, déficit, titubeos sobre el alza de impuestos)? Sí, también sin duda. ¿Supone un giro copernicano (donde antes apoyábamos sin fisura ahora atacamos sin fundamento)? Rotundamente no, según los datos a disposición de todos en la hemeroteca. ¿Alguna de las informaciones objeto de la polémica son falsas o utilizan torticeramente los datos en los que se basa la información para engañar al lector? Nadie, ni siquiera los lectores más críticos, utiliza este argumento. EL PAÍS y el Grupo PRISA pueden juzgar con dureza una decisión concreta del Gobierno, pero ello no va a cambiar la cobertura general, ni en un sentido ni en otro. ¿Aceptarían los lectores a partir de ahora una visión más "amable" de la crisis que azota España sólo para evitar suspicacias? ¿Sería esto compatible con la misión y la obligación de un periódico independiente como EL PAÍS?".

"Finalmente, unas palabras en defensa del periodismo y de la dignidad de la Redacción y de todos los profesionales que hacen posible EL PAÍS. Yo soy el director y como tal, responsable último de sus informaciones y de la línea editorial, que se debate ampliamente en los consejos editoriales. Pero en este diario nadie escribe al dictado. Y algunos de los mecanismos de control que aseguran la calidad a los lectores (el Comité Profesional o la Defensora del Lector, que me ha pedido estas explicaciones) aún buscan parangón en el resto de la prensa española". Ésta es la explicación del director. Lo pernicioso de una situación como ésta es que ninguna decisión se libra de las suspicacias. Si un editorial es crítico, será interpretado como una presión o una venganza; si no lo es, como una concesión que espera recompensa. La frase con la que termina Ignacio Carbó del Moral su escrito a la Defensora me ha llevado a una reflexión que requería mucho más espacio. "Lamentablemente", dice, "sus únicos intereses no son mejores que los de cualquier otra empresa cuyo objetivo son las ganancias por encima de otros aspectos. Malos tiempos para el país y para EL PAÍS".

Cuando la sospecha se instaura en el ecosistema mediático, no sólo afecta a la credibilidad del medio que está bajo escrutinio, sino a la del periodismo en general. Y crea desafección. Alimenta un discurso según el cual, parece normal que un Gobierno, del signo que sea, quiera tener medios afines y utilice para ello los resortes del poder; y también, que los operadores respondan a este juego utilizando su influencia para defender sus intereses empresariales. El resultado de este discurso es una idea de efectos letales: la de que todos son iguales, los gobiernos y los medios. Demostrar lo contrario es, pues, un imperativo democrático.





El escritor Juan José Millás





"LA CACERÍA", por Juan José Millás
EL PAÍS - Última - 25-09-2009

Tropecé en la calle con un amigo de izquierdas. ¡Voy corriendo a la cacería!, dijo invitándome a seguirle. ¿A qué cacería?, pregunté. A la de ZP, coño, vamos a darle una lección. ¿Pero por qué?, insistí trotando a su lado. Por algo de 400 euros, dijo él, cogiendo, al tiempo que corría, las piedras que encontraba por el suelo. Pero no se puede linchar a nadie por eso, dije yo. Y porque ha insultado a las mujeres con su visita a Villa Certosa, replicó él, y por algo de un cheque bebé, y porque es un inconsistente y un frívolo y un chavista y un radical de mierda...

A medida que avanzábamos se iban uniendo a nosotros grupos de personas vociferantes con adoquines en las manos. Había compañeros de La Razón y de El Mundo y de EL PAÍS y de Abc, y de todas las emisoras de radio y televisión, y hasta un colega de Público. Uno de los manifestantes arrastraba una cuerda gruesa en la que había practicado un nudo corredizo. ¡Paqui -gritó un abuelo a su hija-, trae a los niños, que va a haber un ahorcamiento! Pero por qué, insistía yo. Porque no ha colocado a Leguina, decía éste. Y porque ha regalado una TDT a sus amigos, decía aquél. Y porque odia a las clases medias, aseguraba el de más allá. Y porque quiere obligar a abortar a las niñas de 16 años, gritó el presidente de la Conferencia Estomacal (perdón, Episcopal), que apareció por una bocacalle seguido de un ejército de obispos entre cuyas faldas se ocultaban Rajoy y Cospedal y el presidente de los empresarios y el mandamás de las cajas de ahorro. Como yo no había recogido ninguna piedra, me preguntaron si era un estómago agradecido y dije que no, que no me había dado nada, pero no me creyeron. Escapé aterrado por un callejón, llegué a casa jadeando, cerré las puertas y las ventanas y hasta hoy. Joder, que no me atrevo a salir sin piedras por miedo a parecer un flojo.





Forges, en El País, el 23/07/09





Entrada núm. 1226

"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Cabreo o rebelión cívica?

A pesar de mi optimismo impenitente cada vez que oigo a un político hablar a boca-llena de vocación de servicio, o de servidores del pueblo, se me abren las carnes en canal. A mí, el comportamiento de la clase política española me provoca una profunda repugnancia; la de la derecha, con el PP al frente, repugnancia y desprecio; la canaria, repugnancia, desprecio e hilaridad a partes iguales.

Al ejercicio de la política en España se llega por ambición, por despiste, o por inutilidad para saber ganarse la vida honradamente. Entre los que llegan por ambición, la mayoría lo hace porque eso de "pisarmoqueta" es como tener un orgasmo múltiple permanente. Sí, se que la ambición también puede ser noble, pero que quieren que les diga... Entre los que llegan por despiste, están las personas honradas, los buenos profesionales, los ingenuos, que creen, de verdad, en los ideales republicanos de servicio a la "cosa pública", y que abandonan el barco a la primera de cambio, aburridos, asqueados, o por ambas cosas. Los otros, los de la "tercera vía", simplemente, porque no saben dar un palo al agua y hay que comer todos los días, y si es a costa de los demás, pues mejor que mejor...

Tengo la impresión de que no soy el único español que piensa así. Al contrario, creo que cada día se percibe más un intenso cabreo ciudadano para con sus políticos, una rebelión cívica, que puede ser beneficiosa a la larga si no la sacamos de contexto.

Hace unos días me llego por Internet a través de un correo amigo un artículo supuestamente escrito por el novelista y académico Arturo Pérez-Reverte, titulado "Esa gentuza", en la que pone a la clase política española a caer de un burro. Eso sí es un cabreo. Lo comparto. Pero ni yo me atrevería a decir lo que le dice a nuestros parlamentarios nuestro preclaro académico. Lo reproduzco más adelante, pero ignoro la fecha y lugar de su publicación.

El pasado día 11, aniversario de la tragedia de las Torres Gemelas de Nueva York, otra notable escritora y periodista, Rosa María Artal, escribía un comentario en su Blog "El Periscopio" en el que dejaba reflejo de las abismales diferencias de comportamiento entre los modos parlamentarios españoles y norteamericanos. A favor de estos últimos con enorme diferencia. Pueden leerlo más adelante.

Y sobre la chabacana y pueblerina clase política canaria, que quieren que les cuente... El también escritor y periodista grancanario, José Antonio Alemán, escribía ayer en el Blog "El Anillo de Moebius" un delirante artículo sobre nuestro ínclito vicepresidente del des-gobierno canario y presidente del PP de las islas, José Manuel Soria, y sobre algunos de los últimos sucesos y chismes de la vida política local. Al final, llegaba a la misma conclusión que expuse al comienzo de este comentario sobre esa "tercera vía" de acceso a la poltrona y la moqueta: "De seguir así, acabarán dedicándose a la política y a las empresas públicas los que no sirvan para otra cosa y los que no logren levantar cabeza profesional en el ejercicio privado. Que es lo que ya ocurre". Apañados vamos, añado yo. Pueden leerlo más abajo. Las viñetas que reproduzco son todas de Romeu, en "El País".

Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)






Romeu en El País, 18-09-09




"ESA GENTUZA", por Arturo Pérez-Reverte

Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.

Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.

Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.

De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.





Romeu en El País, 21-09-09




Blog "El Periscopio"
"TEST DE AGUDEZA MENTAL. BUSCA LAS DIFERENCIAS ENTRE LAS FORMAS POLÍTICAS DE ESTADOS UNIDOS Y ESPAÑA", por Rosa María Artal
11/09/2009

La política norteamericana está convulsionada por la osadía de Joe Wilson, Congresista de Carolina del Sur, que interrumpió el discurso del presidente Obama sobre la Reforma Sanitaria para gritar: “You lie¡” “¡Mientes!”. La salida de tono fue recibida con abucheos por la Cámara. Tanto demócratas como republicanos han recriminado a Wilson su actitud.

“Creo que deberíamos tratar al presidente con respeto y otra cosa que no sea eso no es apropiado”, ha declaro el líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell al New York Times. En la misma línea, el senador también republicano John McCain y rival de Obama en las elecciones presidenciales, ha calificado la actitud de Wilson como “totalmente irrespetuosa”.

El congresista Wilson ha enviado esta nota a la oficina del Presidente: “Esta tarde me he dejado llevar por las emociones cuando he escuchado las palabras del presidente sobre la cobertura de inmigrantes ilegales en la reforma sanitaria. Aunque estoy en desacuerdo con la declaración del presidente, mi comentario fue inapropiado y rechazable. Le presento mis sinceras disculpas al presidente por esta falta de civismo”.

Le han sido aceptadas las excusas aunque con esta reprobación: “ningún presidente ha sido tratado así jamás”. Aún así, Joe Wilson, podría ser sancionado.

Por si la memoria diaria de años no es suficiente, Fernando Berlín de Radioclable, se molestó en contar las interrupciones de una sesión de control de Zapatero en el Senado, enfrentado al portavoz popular Pío García Escudero acerca de ETA, pidiendo el diario de sesiones de la Cámara:

PP a Zapatero = 101

PSOE al PP = 6

Llamadas de atención del presidente del senado al PP = 29

Yo hice lo propio con los calificativos dedicados por Mariano Rajoy al Presidente del Gobierno, dentro y fuera del Congreso:

Acomplejado, agitador, ambiguo, antojadizo, aprendiz de brujo, bobo solemne, chisgarabís, cobarde, débil, frívolo, grotesco, hooligan, impreciso, imprudente, incapaz, inconsecuente, indigno, inestable, inexperto, insensato, insolvente, irresponsable, maniobrero, manipulador, mentiroso, oscuro, perdedor complacido, radical, rastrero, sectario, taimado, traidor, turbio, veleidoso y zafio.

¿Se puede llegar al mismo fin -el mejor servicio a la sociedad a la que representan- con tan diferentes maneras?

En el vídeo (minuto 1,21) es interesante observar el gesto sobrecogido y de enorme sorpresa de Joe Biden y el de su colega que materialmente se queda con la boca abierta, y el abucheo inmediato.




Romeu en El País, 22-09-09



Blog "El Anillo de Moebius"
"LA DEDICACIÓN POLÍTICA Y DOS PIEDRAS", por José Antonio Alemán
23/09/2009

Soria anunció recortes en los presupuestos de Sanidad y de Enseñanza. Noventa millones, a la una, cincuenta millones, a la dos y cuando esperaba yo que a la de tres le tocara, qué sé yo, a la guanchancha o a la tele autonómica, se calló. Hay gente indignada de que cargue la mano justo en esos dos capítulos esenciales. Y tienen razón aunque deberían concederle a Soria que obra de manera consecuente con su ideología ultraliberal. No iba a desaprovechar la oportunidad de darle una nueva vuelta de tuerca al proceso privatizador de la Sanidad y la Enseñanza, que, no nos engañemos, está en marcha. Salvo, claro, que Paulino jure por el honor que le queda que no es así. No es casual el paulatino deterioro de la Sanidad Pública y de la Enseñanza en los últimos ocho años y no iba a desaprovechar la oportunidad de volver a golpearla.


Los recortes sorianos tienen que ver, desde luego, con la crisis, pero también con un perverso sentido de las prioridades y no menos con la mala cabeza del Gobierno; en asuntos como el de Tebeto, por referirme al que está en el candelero y que lleva en su origen la marca de la factoría Soria, vía su hermanísimo Luis y demás familia. Pero Paulino, en lugar de mirar a quien se sienta a su derecha, avisa heroicamente que no pagará un duro; un euro, o sea. El síndrome del rompetechos, ya saben. Gallea de cara a la galería pero no actúa como presidente al tolerar las situaciones que le han ido creando Soria y los suyos; que lo tiene tan cogido por el bebe que obliga a Ruano a hacer el papelón de justificar lo injustificable.

Ha sido incapaz Paulino, por ejemplo, de acabar con el reinado en Turismo de Rita Martín. Que esta señora siga al frente de la más importante actividad económica de las islas dice de su impotencia y de cómo Soria impone en los cargos a ineptos e ineptas porque siempre estarán dispuestos a acatar sus órdenes sin rechistar. La obediencia al Jefe prima sobre la solvencia profesional y la sensatez política. El episodio ya olvidado del famoso reportaje de la revista ultra Época acerca de un supuesto Gal canario organizado por los psocialistas, puso de manifiesto la falta de escrúpulos sorianos en el uso de los fondos públicos, en este caso los manejados por Rita Martín, para sus intereses políticos personales. Fue una operación torpe en la que la consejera enseñó el plumero al repartir la revista antes incluso de su llegada a los quioscos. Ese día Paulino se dejó el honor en casa. Ya nadie se acuerda de lo de Época, a pesar de tratarse de una anécdota muy significativa de lo que hay y como se manejanestos sujetos con nuestros dineros.

Aunque no lo crean, la situación política es peor de la que describe López Aguilar. Hace unos días, el diputado psocialista Juan Ramón Rodríguez-Drincourt renunció a su escaño de diputado regional para volver a la Universidad. Dijo que se iba por razones personales y profesionales que resumió al confesarse “hastiado” del Parlamento. El ya ex diputado no figura entre los primeros espadas que están de fijo bajo los focos de los medios, por lo que su renuncia no ha dado que hablar. Sin embargo, cualquiera que haya advertido el envilecimiento del juego político y el desprestigio de la cámara parlamentaria entiende a qué “hastío” se refiere Drincourt. El alejamiento de la política de personas cualificadas que pueden dar de sí es fenómeno tan conocido como el de las mediocridades que llenan sus huecos, así que no debe extrañar a nadie la escasa calidad de los mandarines que padecemos y que va a más.
Esto no ocurre sólo con los cargos representativos sino también con profesionales llamados por cargos electos para gestionar áreas de su especialidad. La mayoría rechaza las ofertas y los temerarios que las aceptan entran pronto en el trance de mandarse a mudar, arrepentidos.
Pongo por caso la situación creada por Luzardo a Sebastián Sansó, gerente de Guaguas Municipales, a quien acusó de reunirse con supuestos compradores del 49% de la empresa; para venderle, supongo, “secretos”.

Informaron a la ex alcaldesa unas amigas que estaban en la mesa de al lado de los reunidos y “lo oimos todito, Pepa”. Ni siquiera aprendió Luzardo en la alcaldía que los chanchullos suelen acordarse en despachos, a ser posible insonorizados y con puerta falsa para entrar y salir. Sansó se ha querellado con la ex alcaldesa porque no ha rectificado su “noticia” probadamente falsa. No me extrañaría que Sansó se esté pensando qué rayos se le ha perdido trabajando para una empresa pública y tener que soportar las tarascadas de la politiquería barriobajera al uso.

De seguir así, acabarán dedicándose a la política y a las empresas públicas los que no sirvan para otra cosa y los que no logren levantar cabeza profesional en el ejercicio privado. Que es lo que ya ocurre.




Romeu en El País, 24-09-09





Entrada núm. 1225
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

martes, 22 de septiembre de 2009

¿Por qué dormía Europa?

En el verano de 1940, cuando hacía justamente nueve meses que había estallado la guerra en Europa, un joven y brillante estudiante de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, leía su tesis de graduación en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Se titulaba "Appeasement in Munich", y analizaba en ella las razones que llevaron al gobierno británico a una suicida política de contemporización y apaciguamiento a toda costa con el cada vez más creciente belicismo de Hitler, y a firmar con él los vergonzantes acuerdos de Munich que darían rienda suelta al expansionismo nazi. Obtiene la calificación de "Sobresaliente Cum Laude" y un mes después se publica como libro con el título de "Por qué dormía Inglaterra", convirtiéndose en un auténtico "superventas" que gana el prestigioso Premio Pulitzer de ese mismo año. Veinte años más tarde, ese joven estudiante, John F. Kennedy, sería elegido presidente de los Estados Unidos de América.

"Por qué dormia Inglaterra" se publica en España por la editorial barcelonesa Plaza &.Janés en 1965, supongo que a raíz de la conmoción mundial que produce el asesinato del presidente Kennedy. Yo la leo ese mismo año en una edición de bolsillo que aún conservo y que, casualmente, ojeaba hace unos días. Ya he dejado constancia en este blog de mi juvenil apasionamiento por la figura de Kennedy. Su trágica muerte dio lugar a uno de los días que más imborrable impresión han dejado en mi vida, y que puedo relatar minuto a minuto con exactitud. Su lectura me emociono. Lo leí con fervor y apasionamiento y, en cierto modo, encaminó mi recién iniciada vida académica hacia la Historia y la Ciencia Política.

No tengo muy claro que tipo de asociación de ideas me ha llevado a recordar el libro citado, ¿quizá su título?, al leer el artículo que en el diario "El País" de ayer publicaba el profesor de Ciencias Políticas de la UNED, José Ignacio Torreblanca, titulado "Completar Europa". ¿Quizá el dramático llamamiento que formula en el mismo a enderezar el tortuoso momento que vive la Unión Europea y que la reelección de Durao Barroso como presidente de la Comisión no ayuda, precisamente, a despejar? Pudiera ser, aunque también pudiera haberlo provocado la apelación final del articulista a que los europeos, con Barroso a la cabeza, completemos de una vez por todas el mapa de la Unión y luchemos por consolidarla en el concierto mundial.

La verdad es que no me gustaría que ninguno de mis nietos obtuviera su grado académico dentro de veinte años con una tesis que se preguntara y explicara "¿Por qué dormía Europa?"... Precisamente, cuando más necesitábamos de ella.

Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





El presidente estadounidense John F. Kennedy (1961-1963)




"COMPLETAR EUROPA", por José Ignacio Torreblanca
EL PAÍS - Internacional - 21-09-2009

Azul de origen, verde con el tiempo y rojo según la ocasión, un Barroso tan astuto como camaleónico ha logrado repetir en la presidencia de la Comisión Europea, y con una mayoría a prueba de tratados. La frase "mi partido es Europa" resume perfectamente la filosofía atrapalotodo que le ha llevado a la victoria. Dándole la vuelta a la famosa frase de Neil Armstrong al llegar a la Luna, se trata de un gran paso para Barroso. Ahora bien, ¿cómo asegurarse de que no sea un pequeño paso para Europa?

De una forma tan sencilla como dramática: los próximos cinco años podrían ser recordados como la última oportunidad que tuvo Europa de ser relevante en el mundo. La crisis económica ha mostrado que, tanto hacia fuera como hacia dentro, Europa está sin completar. Claro que Europa es un orden de libertad abierto, así que será siempre un proyecto inacabado, y es bueno que así sea. Pero ello no obsta para que, mirando a esta Europa, la Europa presente, detectemos grietas, jirones, proyectos que han quedado en el aire y riesgos importantes, también oportunidades. Hay tareas, como medirse con China, Rusia o ser un verdadero actor global, que exceden nuestra capacidad actual, pero también es cierto que hay desafíos que están enteramente al alcance de nuestra mano. Dicho de otra forma, si la Unión Europea ni siquiera puede encargarse de Europa, donde sus capacidades políticas y económicas son más que suficientes para ejercer un liderazgo decisivo, ¿con qué credenciales va a presentarse a la hora de reclamar una posición de liderazgo global? Cuando se celebran 20 años de la caída del muro, sabemos ya que el siglo XXI será multipolar; lo que no sabemos es si habrá un polo europeo. Como pone de manifiesto la reunión del G-20 que se celebra esta semana en Pittsburgh, en las instituciones globales hay muchos europeos, pero poca Europa. ¿Hasta cuándo? "Completar Europa" no significa buscar nuevos tratados, ni avanzar hacia una unión federal, significa tomarnos en serio nuestros propios principios y compromisos (incluidos los de ampliación), buscar la manera de poner fin a nuestras divisiones internas y restaurar nuestro liderazgo, al menos en la esfera europea. Se trataría de actuar en tres planos. Primero, en la UE hay todavía miembros de primera y segunda clase, lo que genera divisiones internas y es una fuente de debilidad externa. Por tanto, es imperativo diseñar una estrategia para asegurar la estabilidad y prosperidad de los nuevos miembros y lograr la convergencia real entre nuevos y viejos. Esto incluiría acortar en la medida de lo posible los periodos de transición remanentes, ver la manera de extender la unión monetaria y sus beneficios a los nuevos miembros, así como aprovechar la próxima revisión del presupuesto comunitario para maximizar el impacto de las políticas estructurales. Segundo, la Europa inacabada es también más que manifiesta en los Balcanes Occidentales, donde la Unión Europea, a pesar de haberse comprometido con la adhesión, da constantemente largas, lo que lleva a un círculo vicioso muy difícil de romper: la ausencia de una perspectiva europea creíble hace que los países candidatos flaqueen en las reformas y, a la vez, el lento ritmo de las reformas hace que la UE se muestre cada vez menos proclive a proceder a la ampliación. El plan original, consistente en admitir a Croacia, confiar en que Turquía tire la toalla y luego subir el puente levadizo, puede volverse contra la UE y afectar muy negativamente a su imagen, especialmente si Islandia termina accediendo a la UE saltándose la cola. Por tanto, no se trataría tanto de acelerar artificialmente las adhesiones, ya que muchos países no están preparados, como de dejar de desear secretamente que todo vaya muy lento en la región para así no tener que cumplir las promesas de adhesión, sino de dejar a un lado la aproximación burocrática, apoyar a fondo las reformas en estos países y restaurar la credibilidad de Europa tomándose en serio la perspectiva de adhesión. Tercero, en la vecindad europea que se extiende desde Bielorrusia hasta el Cáucaso (omito el Mediterráneo a propósito), pese a los innumerables problemas, el modelo que representa la Unión Europea tiene todavía un enorme atractivo, aunque muchos ciudadanos duden de que nuestros niveles de bienestar, libertad y seguridad estén realmente a su alcance. En la práctica, no se trataría de traerlos a Europa, sino de asegurarnos de una forma realmente efectiva de que Europa llegue allí e impregne de verdad sus aspiraciones. Pero esa visión realmente estratégica de que invertir allí es hacerlo en nuestra seguridad y prosperidad (también en la reafirmación de nuestros valores democráticos) no está ni mucho menos extendida en la UE ni permea nuestras políticas hacia ellos con suficiente intensidad. Presidente Barroso, si su partido es Europa, ¡complétela!





El profesor José Ignacio Torreblanca




Entrada núm. 1224
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

Juanes en Cuba

Les confieso mi desazón previa sobre el concierto del mítico músico colombiano, Juanes, en la plaza de la Revolución de La Habana, Cuba, el pasado domingo. No por la prevista y multitudinaria asistencia al mismo, ni por el sectario uso propagandístico que de él pudieran hacer las autoridades cubanas, sino por lo que pudiera suponer de rompimiento de una comunidad sentimental entre los cubanos de dentro de la isla caribeña y los cubanos del exterior.

La lectura, ayer lunes, de "Generación Y", el magnífico Blog que escribe desde su exilio interior en Cuba mi amiga y admirada Yoani Sánchez, me reconforta sobremanera. Sin abdicar lo más mínimo de su radical crítica al régimen, Yoani, con esa mesura tan suya, tan magnífica como humana, deja constancia de su esperanza de que el concierto de Juanes del domingo sea el ensayo general de ese otro concierto en el que "un día puedan participar los excluidos de esta tarde". En esa esperanza participamos también los que desde este otro lado del mismo Atlántico que nos arrulla, creemos en la fuerza de la palabra. Gracias de nuevo, Yoani, por tu ejemplo de valor y fortaleza.

Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





El músico colombiano Juanes, en La Habana




"Después de Juanes", por Yoani Sánchez
Del Blog "Generación Y" (21/09/09)

Mañana amanecerá como cada lunes. El peso convertible seguirá por las nubes, Adolfo y sus colegas tendrán otro día tras las rejas en la prisión de Canaleta, mi hijo escuchará en la escuela que el socialismo es la única opción para el país y en los aeropuertos nos seguirán pidiendo un permiso para salir de la Isla. El concierto de Juanes no habrá cambiado significativamente nuestra vida, pero tampoco fui a la Plaza con esa ilusión. Sería injusto exigirle al joven cantante colombiano que impulse aquellos cambios que nosotros mismos no hemos logrado hacer, a pesar de desearlos tanto.

Estuve en aquella explanada para comprobar cuán diferente puede ser un mismo espacio cuando alberga concentraciones organizadas desde arriba o cuando cobija a un grupo de personas necesitada de bailar, cantar e interactuar, sin la política de por medio. Fue una experiencia rara estar allí, sin gritar una consigna y sin tener que aplaudir mecánicamente cuando el tono del discurso apuntaba que era el momento de ovacionar. Claro que algunos elementos sí se parecían a los de cualquier marcha por el primero de mayo, especialmente la proporción de policías vestidos de civil dentro del público.

Ciertos detalles técnicos resultaron incómodos. El audio no se escuchaba bien, la pequeña pantalla que reproducía lo que ocurría sobre el escenario no se veía en la distancia y la hora elegida era inhumana, por coincidir con los peores momentos del sol. Por suerte se nubló después de las cuatro y los que estaban atrincherados debajo de los pocos árboles se lanzaron a bailar con Orishas. Son detalles a superar en la próxima presentación que hará Juanes en Cuba, esa donde no abundarán las fallas técnicas y en la que sí podrán cantar los excluidos de esta tarde.

Si vemos la presentación de este 20 de septiembre como el ensayo general del concierto que algún día tendremos, entonces hay que felicitar a los que participaron. Incluso si no hubiera otra y la Plaza retomara sus solemnidad y su grisura, al menos esta tarde de domingo vivimos algo diferente. En un sitio donde se ha sembrado sistemáticamente la división entre nosotros, Juanes –al caer el sol- ha gritado “¡Por una sola familia cubana!”





La bloguera cubana Yoani Sánchez





Entrada núm. 1223

La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 21 de septiembre de 2009

Los flecos de la democracia

Un interesante artículo en el diario "Público" del pasado sábado titulado "Regeneración democrática", escrito por el polémico presentador televisivo "Gran Wyoming", traía a colación la reciente controversia política abierta con motivo de la moción de censura presentada contra el alcalde (PP) de la localidad alicantina de Benidorm, relacionándola con la trama de Tamayo y Sáez que despojó de la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid al partido socialista. La conclusión a la que llegaba el articulista, que comparto en buena medida, era la de que, puesto que el ciudadano no escoge candidatos cuando vota, sino sólo al partido que quiere que le gobierne, resulta bastante cínico que se cuestione la disciplina de voto y que se defienda la propiedad del escaño cuando se abandona el partido por el que uno es elegido, ya que, si no hay listas abiertas, uno se debe a las siglas. No lo reproduzco en su integridad porque no he sido capaz de localizarlo en el archivo de dicho periódico, pero en esencia, esa era la cuestión planteada.

También hace unos días, con motivo de la reelección de Durao Barroso como presidente de la Comisión Europea por el Parlamento de la Unión, se registró el hecho, ya repetido en ocasiones anteriores, de que los parlamentarios socialistas españoles votaran unánimente en contra de lo acordado por el grupo parlamentario socialista europeo y a favor de la reelección del presidente de la Comisión.

La proximidad en el tiempo de ambos hechos, la disidencia de los socialistas españoles respecto de su grupo parlamentario, y el artículo de "Gran Wyoming" sobre la disciplina de voto, me han llevado a reflexionar sobre lo que considero uno de los flecos más interesantes de la democracia representativa, y que es, la libertad real de los representantes elegidos por los ciudadanos para ejercer, en nuestro nombre, la soberanía popular.

La democracia moderna es representativa o no es democracia. La soberanía pertenece al pueblo, pero no se ejerce directamente por éste, sino a través de los órganos constitucionalmente previstos, normalmente, el Parlamento. Ni siquiera la Confederación Helvética (Suiza), que con tanta asiduidad recurre al referéndum como vía de participación política directa del pueblo en los asuntos de Estado, pone en cuestión la premisa de la democracia representativa.

Corolario de la anteriormente expuesto es: 1) que los miembros de los parlamentos, sea cual sea su forma de elección y el partido o formación política por la que se presentan, representan a la nación en su conjunto y no sólo a los electores de su circunscripción, sus votantes o su partido; 2) que no están sujetos a mandato imperativo alguno, ni del pueblo, ni de sus electores ni votantes, y mucho menos de su partido; y 3) que en el ejercicio de sus funciones parlamentarias no están ligados por ningún tipo de disciplina de voto, sino que cuando lo ejercen, lo hacen en conciencia y bajo su exclusiva responsabilidad personal.

Si esto no se acepta, sobran los parlamentos y cualesquiera instituciones representativas de las que se dotan las sociedades democráticas, pues bastaría elegir al hipotético líder de la nación por el pueblo, sin intermediación de partidos, y delegar en él todo el poder del Estado para funcionar. Ni siquiera los regímenes fascitas y de dictadura proletaria se han atrevido a tanto y han guardado alguna apariencia formal de representación política.

Lo ideal sería establecer procedimientos democráticos por los cuales, en casos tasados, los representantes elegidos pudieran ser apartados de sus cargos antes de la finalización de sus mandatos, bien por aquellos mismos que los han elegido o por los órganos jurisdiccionales correspondientes. Pero en el ínterin, no deberíamos rasgarnos tanto las vestiduras ante casos de transfuguismo de un partido a otro, o de rompimiento de la disciplina de voto, porque no siempre están motivados por razones espurias. O por citar otro ejemplo: ¿no exigimos a jueces y magistrados que voten en conciencia sin sujección a mandato imperativo alguno de aquellos por los que han sido designados? Si es así, ¿por qué nos resulta tan difícil admitir lo mismo de nuestros representantes políticos?

En los estados medievales peninsulares, los procuradores que eran enviados por las ciudades con representación en ellas a las Cortes convocadas por el rey, lo hacían bajo mandato imperativo, y sujetos estrictamente a las órdenes dadas por escrito por sus conciudadanos, y cuando volvían de ellas, si no se habían atenido al mandato recibido, se arriesgaban a ser colgados de las almenas de la ciudad. No creo que ese sea el procedimiento idóneo hoy día, aunque nunca de sabe...

Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





El presentador televisivo "Gran Wyoming"




Entrada núm. 1222
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

domingo, 13 de septiembre de 2009

Degradación política y crisis económica

"Siempre he pensado que una democracia asentada puede afrontar con éxito una crisis económica, incluso tan compleja, larga y severa como la actual, con posibilidades de éxito. El problema surge cuando lo que creemos que es una sociedad avanzada nos revela su verdadero rostro y vemos, estupefactos, que no es mas que una partitocracia corrupta en la que la democracia es una mera coartada, y el liberalismo económico y la sociedad globalizada de la que presume, la fachada mal encalada de una plutocracia financiera banal e irresponsable.

Cunde el desánimo y la falta de confianza en las instituciones, la degradación política es perceptible, la corrupción campa a sus anchas. Y la prensa y los medios de comunicación dan cuenta de esa degradación con mayor o menor fortuna, con seriedad o con sensacionalismo, con rigor o de forma pueril. Pero el desencanto comienza a hacer mella en la ciudadanía y el caldo del populismo comienza a a dar sus primeros hervores".

Que una persona de por sí ecuánime y ponderada como el académico Emilio Lledó, filósofo y filólogo admirable, que fue profesor mio en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED, lance y haga público el alegato que hoy realiza en El País, con el título de "Pandemia y otras plagas", es como para pensarse dos veces hacia donde nos encaminamos y de la mano de quién. De plagas sociales que deterioran los cerebros y los comportamientos, califica el profesor Lledó a la corrupción y la mentira política, la partitocracia, el amiguismo, el deterioro de la educación y la sanidad pública, la irresponsabilidad y desvergüenza de buena parte del capitalismo financiero e inmobiliario, el independentismo identitario, y la estupidización colectiva que llevan a cabo los medios de comunicación.

En el mismo número del periódico citado, la prestigiosa y polémica economista italiana Loretta Napoleoni, en un artículo titulado "Democracias feudatarias", a partir de la conmemoración en esta misma semana de los aniversarios respectivos del atentado sobre las Torres Gemelas de Nueva York y la "caída" del gigante financiero norteamericano Lehman Brothers, se pregunta que quién ha salido ganando con estas tragedias, y la desconcertante respuesta que encuentra es que ha sido una oligarquía de privilegiados, señores feudales de la globalización que poseen el poder económico y financiero y controlan la información, y una pequeña casta de servidores suyos dentro de los Estados, que están provocando un deterioro acelerado de las democracias y un desplazamiento progresivo de las mismas hacia formas de gobierno premodernas.

Y como colofón, el Premio Nobel de Economía 2008 y profesor de la Universidad norteamericana de Princeton, Paul Krugman, escribe hoy en el suplemento "Negocios" de El País, un detallado y extenso artículo titulado "¿Cómo pudieron equivocarse tanto los economistas?", en el que partiendo de la publicación de "La riqueza de las naciones" por Adam Smith en 1776, y pasando por Keynes y Friedman, analiza la historia de la Economía como ciencia, y de los "economistas" como sus gurús, para concluir que éstos tienen que enfrentarse a la incómoda realidad de que los mercados financieros distan mucho de la perfección, de que están sometidos a falsas ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente; admitir que la economía keynesiana sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido a las recesiones y las depresiones; y hacer todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a la macroeconomía, replanteándose sus propios fundamentos para que la imagen que emerja ante la profesión, aunque no sea tan clara ni nítida, al menos tenga la virtud de ser parcialmente acertada.

Les dejo con su lectura. Espero que les resulten interesante estos artículos. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Viñeta de Forges en El País de hoy







"PANDEMIA Y OTRAS PLAGAS", por Emilio Lledó
EL PAÍS - Opinión - 13-09-2009

La nueva gripe está creando una atmósfera de intranquilidad y angustia que sirve para disimular problemas más acuciantes y endémicos que no sólo ponen en peligro la salud individual sino la social y democrática.3-09-2009

Raro es el día en que no se da alguna noticia sobre la "nueva" gripe que al parecer nos amenaza y que ha tenido en los últimos meses otros nombres. Creo que empezó llamándose "mexicana", luego "porcina" -algún país, por lo que leímos, hizo una quema hecatómbica de cerdos-, al final se le ha dado una denominación más científica y aséptica: gripe A, gripe H1N1, que parece una matrícula automovilística para atropellar nuestra siempre agobiada tranquilidad.

Hay muchos rumores sobre el origen de esta enfermedad que los medios de información manosean, opinean, tergiversean. Deformaciones de unos hechos que, con independencia de su posible realidad y subsiguiente pandemización, y de las medidas que las autoridades deban tomar, sirven más o menos conscientemente para crear una atmósfera de intranquilidad y angustia con la que, tal vez, podrían disimularse problemas más acuciantes, males más crónicos que no sólo ponen en peligro la salud individual sino la salud social y, por decirlo con la palabra justa, la salud democrática.

Me permitiré aludir a algunas plagas sociales que se hacen crónicas en nuestra sociedad, y ante las que los ciudadanos están impotentes y, en el peor de los casos, inconscientes. Estas plagas contradicen los ideales de cualquier sociedad saludable, deteriorando los cerebros y los comportamientos.

Tal vez la más importante sea la corrupción política, fruto de una corrupción de la mente, de la conciencia, de la sensibilidad, y del compadreo para defender los intereses, casi siempre oligárquicos, de ciertas degeneraciones en la partitocracia. Eso supone no sólo la impunidad de la desvergüenza sino, lo que es más grave, el deterioro y podredumbre del propio cerebro, de la propia personalidad.

La familiaridad con la mentira de muchos políticos acaba haciéndoles inservibles no sólo como defensores y administradores de lo público sino que daña, también, su salud personal, inhabilitándoles para realizarse en ese tipo humano del hombre bueno, del hombre decente -spoudaios, decían los griegos- que se inventó en los comienzos de la filosofía política. Hay un texto famoso, en esos primeros momentos de la teoría social, que muestra de qué modo el manoseo de la mentira, el oportunismo y la maldad, sobre todo en el administrador de lo público, termina por degenerar su pensamiento, por destruir su "humanidad", por aniquilar su persona.

Más peligrosa que la gripe es la infección que algunos partidos inoculan demagógicamente a sus inocentes partidarios. Claro que muchos de estos partidarios no son tan inocentes, sino que están ellos mismos corrompidos económica o, en el peor de los casos, mentalmente y aplauden, en el aplauso de sus supuestos líderes, sus propias fechorías.

Otra plaga funesta parece ser la de aquellos defensores y administradores de lo público que sacan provecho privado, o benefician, contra los "intereses generales" como paradójicamente decía aquel ministro, a sus clanes oligárquicos, a sus amiguetes o amigantes. Es triste que otros partidos no hagan retumbar semejantes desmanes. ¿Hay intereses comunes en lo peor de la partitocracia?

Tal vez otra plaga sería la extrañeza que expresan algunos prohombres del poder económico o mediático por el hecho de que nos recuperemos más tarde que otros países europeos. Sabemos de sobra que nuestra industria, nuestra investigación, está muy lejos de la francesa y la alemana, por ejemplo. Con avaricia e ignorancia buena parte del llamémosle empresariado, en lugar de crear verdadera riqueza, se ha dedicado a deteriorar el país y sus costas con la más salvaje especulación inmobiliaria. Muchos de estos individuos explican ahora, hipócritamente, que así se creaban puestos de trabajo. ¡Como si alguna vez, salvadas todas las respetables excepciones, hubieran pensado en algo que no fuera su fácil ganancia!

Precisamente el poderío industrial y científico de algunos de los grandes países europeos se debe al cuidado que han tenido en desarrollar una extraordinaria enseñanza pública que daba las mismas oportunidades a todos los ciudadanos -¿no es esa igualdad uno de los ideales de la democracia?- y contra la que, en esos países, no han podido competir las instituciones privadas, animadas, muchas veces, por sectas e ideologías, que se alimentan con las peores formas de irracionalidad, de discriminación, señoritismo y fanatismo. Los que han tenido la suerte de vivir en alguno de estos países descubrieron la libertad, la pasión por el conocimiento, la creatividad, que se ha estimulado en estos centros públicos de enseñanza que, a pesar de tantos cambios, siguen creyendo en la educación como el capital más productivo del progreso social. Progreso que no puede quedar en manos de quienes sacan provecho económico o ideológico de sus "privatizaciones". Estoy convencido de que en los Institutos y Escuelas de Francia, Alemania o Italia, no están sus gobernantes demasiado preocupados en poner un ordenador a mano de cada alumno. Saben que ese útil instrumento es algo totalmente marginal en los ideales de la educación que se cultiva con otras semillas.

Por supuesto que el abandono de la sanidad pública que en algunas comunidades autónomas se está llevando a cabo y que responde a las falacias y errores que arrastra el sofisma mortal de la "libre empresa", pone de manifiesto, con la crisis de estos días, su absoluta impotencia. Crisis cuyas causas reales, que apenas se mencionan ya, barruntamos, y cuyo análisis serviría para mostrar la falsedad de ese llamado liberalismo, que pretende eliminar cualquier control del Estado, para que unas nuevas formas de oligarquías puedan seguir campando por sus respetos, contra el respeto que deben a la sociedad con cuyos manejos se enriquecen.

Hay otras muchas plagas que deberían estudiarse y que la experiencia de cada uno podría aportar. Me referiré a las que arrastra el concepto de "identidad" donde sus catequistas, sin haber pensado en lo que pueda significar esa palabra, defienden la disgregación y desunión cuando hoy, más que nunca, necesita nuestro país formas y planteamientos que nos integren y nos unan dentro de la posible y espléndida diversidad. Quienes pretendieran destruirlo no tendrían sino alimentar la tesis de "divide y destroza". La globalización que hoy tanto y tan vacíamente se predica, la constituye, por muy utópico que pudiera parecer a los defensores de la teoría del "hombrelobo", un concepto de identidad democrática cuyos principios serían, por ejemplo, la justicia, la decencia, la cultura, la solidaridad, la lucha por la igualdad, etcétera, y en la que todos los seres humanos nos identificamos, como son idénticos, desde la estructura corporal que nos sostiene, nuestros pulmones, nuestros estómagos, nuestros corazones.

Mencionaré, de paso, esa plaga de la estupidización colectiva que llevan a cabo algunos medios de comunicación, incluida la ceguera que produce buena parte de los llamados "videojuegos". Ya que se habla tanto de proyectos educativos más o menos "boloñeses", se olvida de que la educación está, sobre todo y por desgracia, no en las escuelas, institutos y universidades, sino en esos medios de comunicación que ciegan y atontan a ciudadanos que merecerían mejor trato.

Por último, sorprende, aunque es comprensible y conveniente, la campaña contra el tabaco, cuando mucho más peligrosa, desde todos los puntos de vista, es la utilización descontrolada de medios de transporte que corrompe el aire público, las posibilidades de vida para los seres humanos y para la naturaleza; y que cada semana, como otras muchas enfermedades, produce más víctimas que la gripe que nos están condimentando para el próximo otoño.




El profesor y académico Emilio Lledó




"DEMOCRACIAS FEUDATARIAS", por Loretta Napoleoni
EL PAÍS - Opinión - 13-09-2009

Esta semana se han conmemorado dos aniversarios importantes: la caída de las Torres Gemelas y la caída de Lehman Brothers. Han corrido ríos de tinta con el propósito de interpretarlas, pero tal vez ha llegado el momento de dejar de mirar atrás. Vamos a intentar, por el contrario, analizar el presente y el futuro. ¿Quién ha salido ganando con estas tragedias? La respuesta es desconcertante: un Estado supuestamente democrático ha seguido los intereses de una oligarquía de privilegiados: los señores feudales de la globalización -que poseen el poder económico y financiero, y controlan la información- y los de una pequeña casta de servidores suyos.

En defensa de la democracia feudataria estadounidense y so pretexto de guerra contra el terrorismo, Bush pone en marcha la política del miedo. Se magnifica la amenaza de Bin Laden para justificar una serie de intervenciones armadas que no pretenden tanto erradicar la mala hierba como relanzar el papel hegemónico de Estados Unidos. Estas grandes maniobras las dirige Dick Cheney, que actúa en nombre de los lobbies petrolíferos y militares, los halcones de la derecha republicana, el núcleo duro de la democracia feudataria moderna. Son los que pagan las costosísimas campañas electorales y deciden quién entra y sale de la Casa Blanca.

Que esto no tiene nada que ver con la guerra contra el terrorismo es algo de lo que los expertos, los auténticos, se dan cuenta pronto. El frente de la financiación que abastece a los grupos armados cae en el olvido. Ciento cincuenta millones de dólares congelados desde el 11 de septiembre hasta hoy, una cifra irrisoria, ridícula.

El objetivo es otro: defender los intereses próximos a la Administración de Bush y relanzar a Estados Unidos como única superpotencia. Basta poco para conseguirlo: el precio del petróleo se dispara hacia las estrellas, hasta los 150 dólares el barril, casi 10 veces los 18 que costaba en vísperas de la tragedia. Y las multinacionales estadounidenses del petróleo, que no sólo producen el oro negro sino que lo refinan y lo comercializan para los productores árabes, registran enormes beneficios. También la industria bélica va viento en popa. Desde los contratistas, los nuevos mercenarios, hasta los proveedores de armas, uniformes y raciones para las tropas, cualquiera que tiene un pie dentro de la guerra descubre en Irak y Afganistán un auténtico reino de jauja.

Los neoconservadores imponen su visión del mundo, incluso contra Naciones Unidas. Se invade Irak con la coalición de los amigos de Bush, y no con el consenso de la ONU.

Para mantener vivo el temor al terrorista procedente del fundamentalismo islámico está la floreciente industria del miedo, formada por un enjambre de académicos, diplomáticos, intelectuales, periodistas, ex policías, militares y mercenarios, convertidos de pronto todos ellos en "expertos en terrorismo". Son los siervos de los señores feudales democráticos, rostros hoy conocidos porque los vemos día y noche en nuestros televisores. Nadie pone en duda sus palabras.

Y llegamos a la caída de Lehman Brothers, que hace un año hacía presagiar una avalancha de bancarrotas en las altas esferas de las finanzas mundiales. No ha pasado nada de eso. Gran parte de los principales bancos estadounidenses -con Goldman Sachs a la cabeza- e internacionales han publicado beneficios astronómicos en el segundo trimestre de 2009. Y las primas no tienen precedentes.

Como es natural, este "milagro" es fruto de nuestros ahorros repartidos por los bancos centrales. Uno en particular, la Reserva Federal estadounidense, ha sido muy generoso y se enfrentó con el Congreso para que aprobase un plan de salvamento de los bancos equivalente a 700.000 millones de dólares. Y, qué casualidad, entre los ganadores de la crisis crediticia, está precisamente la Fed, organización privada con ánimo de lucro, que ha publicado un beneficio de 14.000 millones de dólares en los dos últimos años sobre el dinero prestado a los bancos deficitarios. Unos billetes que no acaban en las arcas del tesoro, sino que se reparten como dividendos entre sus socios.

Los feudos de las altas finanzas pesan en la elección de los presidentes de Estados Unidos. Y Obama, que ha propuesto incrementar los poderes de la Fed, que ha confirmado a Bernanke al frente del banco central y que ha vuelto a llamar para guiar la economía del país a los halcones de la desregulación de Clinton, lo sabe bien.

Esta lectura "alternativa" de las dos caídas de septiembre nos hace pensar que las causas son mucho más serias y están mucho más arraigadas, no se limitan a la locura religiosa de un puñado de exaltados árabes y la codicia incontrolable de unos jóvenes banqueros en ascenso. Ni el deseo de vivir como vivía Mahoma ni el de poseer un Ferrari Testarossa bastan para producir crisis políticas y económicas como las que hemos experimentado. En el origen, por desgracia, está el deterioro de las democracias modernas y el desplazamiento progresivo hacia formas de gobierno premodernas. ¿Qué hacer? Despertémonos antes de que sea demasiado tarde.




La economista italiana Loretta Napoleoni







"¿CÓMO PUDIERON EQUIVOCARSE TANTO LOS ECONOMISTAS", por Paul Krugman
NEGOCIOS - El País - 13-09-2009

I. CONFUNDIENDO LA BELLEZA CON LA VERDAD
Es difícil creerlo ahora, pero no hace tanto tiempo los economistas se felicitaban mutuamente por el éxito de su especialidad. Estos éxitos -o al menos así lo creían ellos- eran tanto teóricos como prácticos y conducían a la profesión a su edad dorada.

En el aspecto teórico, creían que habían resuelto sus disputas internas. Así, en un trabajo titulado The State of Macro (es decir, de la macroeconomía, el estudio de cuestiones panorámicas como lo son las recesiones), Olivier Blanchard, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), actualmente economista jefe del Fondo Monetario Internacional, declaraba que había habido "una amplia convergencia de puntos de vista".

Y en el mundo real, los economistas creían que tenían las cosas bajo control: "El problema central de la prevención de la depresión está resuelto", declaraba Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, en su discurso inaugural como presidente de la American Economic Association en 2003. En 2004, Ben Bernanke, un antiguo profesor en Princeton que ahora preside la Reserva Federal, celebraba la Gran Moderación del comportamiento económico comparado con las dos décadas precedentes, y que atribuía en parte al mejorado desempeño de la política económica.

El año pasado, todo esto se vino abajo.

En el despertar de la crisis, las líneas de falla de la profesión de economista han bostezado con más amplitud que nunca. Lucas dice que los planes de estímulo de la Administración de Obama son "economía de baratija" y su colega de Chicago John Cochrane dice que están basados en desacreditados "cuentos de hadas". Como respuesta, Brad DeLong, de la Universidad de California en Berkeley, escribe sobre el "derrumbe intelectual" de la Escuela de Chicago, y yo mismo he escrito que estos comentarios de los economistas de Chicago son el producto de una Edad Oscura de la macroeconomía, donde el conocimiento tan arduamente conseguido ha quedado olvidado.

¿Qué le ha sucedido a la profesión de economista? ¿Y adónde va a partir de ahora?

II. DE SMITH A KEYNES Y VUELTA ATRÁS
El nacimiento de la economía como disciplina se atribuye habitualmente a Adam Smith, quien publicó La Riqueza de las Naciones en 1776. Durante los siguientes 160 años se desarrolló un extenso cuerpo de economía teórica, cuyo mensaje central era: confía en el mercado. Ésta era la presunción básica de la economía neoclásica (llamada así al haber sido elaborada por los teóricos de finales del siglo XIX sobre conceptos de sus predecesores clásicos).

Esta fe, sin embargo, quedó hecha pedazos por la Gran Depresión. Con el tiempo, la mayoría de los economistas sustentó las consideraciones de John Maynard Keynes tanto acerca de la explicación de lo que había pasado como de la solución de futuras depresiones.

A pesar de lo que usted haya podido oír, Keynes no quería que el gobierno dirigiera la economía. En su obra capital, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, escrita en 1936, él mismo describió su análisis como "moderadamente conservador en sus repercusiones". Quería organizar el capitalismo, no reemplazarlo. Pero cuestionó la noción de que las economías de libre mercado puedan funcionar sin un vigilante. Y apeló a la activa intervención del gobierno -imprimiendo más moneda y, si fuera necesario, con un fuerte gasto en obras públicas- para combatir el desempleo durante las depresiones.

La historia de la economía a lo largo del último medio siglo es, en gran medida, la historia de una retirada del keynesianismo y de un retorno al neoclasicismo. El renacer neoclásico fue guiado inicialmente por Milton Friedman, de la Universidad de Chicago, quien afirmó ya en 1953 que la economía neoclásica sirve adecuadamente como descripción del modo en que la economía funciona realmente, al ser "extremadamente fructífera y merecedora de plena confianza". Pero ¿qué hay de las depresiones?

El contraataque de Friedman contra Keynes comenzó con la doctrina conocida como monetarismo. Los monetaristas, en principio, no discrepaban de la idea de que una economía de mercado necesite una deliberada estabilización. Los monetaristas afirmaban, sin embargo, que una intervención gubernamental muy limitada y restringida -a saber, instruir a los bancos centrales a mantener el flujo del dinero, la suma del efectivo circulante y los depósitos bancarios creciendo a ritmo estable- es todo lo que se requería para prevenir depresiones.

Friedman empleó un argumento convincente contra cualquier esfuerzo deliberado del gobierno por reducir el desempleo por debajo de su nivel natural (actualmente calculado en torno al 4,8% en Estados Unidos): las políticas excesivamente expansionistas, predijo, llevarían a una combinación de inflación y alto desempleo; una predicción que fue confirmada por la estanflación de los años setenta, la cual impulsó en gran medida la credibilidad del movimiento antikeynesiano. A la postre, sin embargo, la posición de Friedman vino a resultar relativamente moderada comparada con la de sus sucesores.

Por su parte, ciertos macroeconomistas consideraban que las recesiones eran algo bueno que formaba parte del ajuste al cambio de una economía. E incluso quienes no eran partidarios de llegar tan lejos argüían que cualquier intento de enfrentarse a una depresión económica provocaría más mal que bien.

Muchos macroeconomistas llegaron a autoproclamarse como neokeynesianos, ya que seguían creyendo en el papel activo del gobierno. Aun así, la mayoría aceptaba la noción de que inversores y consumidores son racionales y que los mercados por lo general lo hacen bien.

Por supuesto que unos pocos economistas no aceptaban la asunción del comportamiento racional, cuestionaban la creencia de que los mercados financieros merecen confianza y hacían ver la larga historia de crisis financieras que tuvieron devastadoras consecuencias económicas. Pero eran incapaces de hacer muchos progresos frente a una complacencia que, vista retrospectivamente, era tan omnipresente como insensata.

III. FINANZAS DE CASINO
En los años treinta, los mercados financieros, por razones obvias, no suscitaron mucho respeto. Keynes consideró que era una mala idea la de dejar a semejantes mercados, en los que los especuladores pasaban su tiempo tratando de pisarse la cola el uno al otro, que dictaran decisiones importantes de negocios: "Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es muy probable que el trabajo resulte mal hecho".

Hacia 1970 más o menos, sin embargo, la discusión sobre la irracionalidad del inversor, sobre las burbujas, sobre la especulación destructiva, había desaparecido virtualmente del discurso académico. El terreno estaba dominado por la hipótesis del mercado eficiente, promulgada por Eugene Fama, de la Universidad de Chicago, la cual sostiene que los mercados financieros valoran los activos en su preciso valor intrínseco si se da toda la información públicamente disponible.

Y por los años ochenta, hubo economistas financieros, en particular Michael Jensen, de la Harvard Business School, que defendían que, dado que los mercados financieros siempre aciertan con los precios, lo mejor que pueden hacer los jefes de las empresas, no sólo en su provecho sino en beneficio de la economía, es maximizar los precios de sus acciones. En otras palabras, los economistas financieros creían que debemos poner el desarrollo del capital de la nación en manos de lo que Keynes había llamado un "casino".

El modelo teórico desplegado por los economistas financieros al asumir que cada inversor equilibra racionalmente riesgo y recompensa -el llamado Capital Asset Pricing Model, o CAPM (pronúnciese cap-em)- es maravillosamente elegante. Y si uno acepta sus premisas también es algo sumamente útil. Este CAPM no sólo te dice cómo debes elegir tu cartera de inversiones, sino, lo que es incluso más importante desde el punto de vista de la industria financiera, te dice cómo poner precio a los derivados financieros. La elegancia y aparente utilidad de la nueva teoría produjo una sucesión de premios Nobel para sus creadores, y muchos profesores de escuelas de negocios se convirtieron en ingenieros espaciales de Wall Street, ganando salarios de Wall Street.

Para ser justos, los teóricos de las finanzas produjeron gran cantidad de pruebas estadísticas, lo que en un principio pareció de gran ayuda. Pero esta documentación era de un formato extrañamente limitado. Los economistas financieros rara vez hacían la pregunta aparentemente obvia (aunque no de fácil contestación) de si los precios de los activos tenían sentido habida cuenta de fundamentos del mundo real, tales como los ingresos. En lugar de ello, sólo preguntaban si los precios de los activos tenían sentido habida cuenta de los precios de otros activos.

Pero los teóricos de las finanzas continuaron creyendo que sus modelos eran esencialmente correctos, y así lo hizo también mucha gente que tomaba decisiones en el mundo real. No fue el menos importante de ellos Alan Greenspan, quien era entonces el presidente de la Reserva Federal y que durante mucho tiempo respaldó la desregulación fiscal, cuyo rechazo a los avisos de poner freno a los créditos subprime o de enfrentarse a la creciente burbuja inmobiliaria descansaban en buena parte en la creencia de que la economía financiera moderna lo tenía todo bajo control.

En octubre del pasado año, sin embargo, Greenspan admitió encontrarse en un estado de "conmocionada incredulidad", debido a que "todo el edificio intelectual" se había "derrumbado".

IV. NADIE PODÍA HABERLO PREDICHO...
En los recientes y atribulados debates sobre economía se ha generalizado una frase clave: "Nadie podía haberlo predicho...". Es lo que uno dice con relación a desastres que podían haber sido predichos, debieran haber sido predichos y que realmente fueron predichos por unos pocos economistas que fueron tomados a broma por tomarse tal molestia.

Tomemos, por ejemplo, el precipitado auge y caída de los precios de la vivienda. Algunos economistas, en particular Robert Shiller, identificaron la burbuja y avisaron de sus dolorosas consecuencias si llegaba a reventar. Pero, aún en 2004, Alan Greenspan descartó hablar de burbuja inmobiliaria: "Una grave distorsión nacional de precios", declaró, era "muy improbable". El incremento en el precio de la vivienda, dijo Ben Bernanke en 2005, "en gran medida es el reflejo de unos fuertes fundamentos económicos".

¿Cómo no se dieron cuenta de la burbuja? Para ser justo, los tipos de interés eran inusualmente bajos, lo que posiblemente explica parte del alza de precios. Puede ser que Greenspan y Bernanke también quisieran celebrar el éxito de la Reserva Federal en sacar a la economía de la recesión de 2001; conceder que buena parte de tal éxito se basara en la creación de una monstruosa burbuja debiera haber puesto algo de sordina a esos festejos.

Pero había algo que estaba sucediendo: una creencia general de que las burbujas sencillamente no tienen lugar. Lo que llama la atención, cuando uno vuelve a leer las garantías de Greenspan, es que no estaban basadas en la evidencia, sino que estaban basadas en el aserto apriorístico de que simplemente no puede haber una burbuja en el sector inmobiliario.

Y los teóricos de las finanzas eran todavía más inflexibles en este punto. En una entrevista realizada en 2007, Eugene Fama, padre de la hipótesis del mercado eficiente, declaró que "la palabra burbuja me saca de quicio" y continuó explicando por qué podemos fiarnos del mercado inmobiliario: "Los mercados inmobiliarios son menos líquidos, pero la gente es muy cuidadosa cuando compra casas. Se trata normalmente de la mayor inversión que van a hacer, de manera que estudian el asunto con cuidado y comparan precios".

De hecho, los compradores de casas comparan concienzudamente el precio de su compra potencial con los precios de otras casas. Pero eso no dice nada sobre si el precio en general de las casas está justificado.

En pocas palabras, la fe en los mercados financieros eficientes cegó a muchos, si no a la mayoría, de los economistas ante la aparición de la mayor burbuja financiera de la historia. Y la teoría del mercado eficiente también desempeñó un significante papel en inflar esa burbuja hasta ese primer puesto.

Ahora que ha quedado al descubierto la verdadera peligrosidad de los activos supuestamente seguros, las familias de Estados Unidos han visto evaporarse su dinero por valor de 13 billones de dólares. Se han perdido más de 6 millones de puestos de trabajo y el índice de desempleo alcanza su más alto nivel desde 1940. Así que ¿qué orientación tiene que ofrecer la economía moderna ante el presente aprieto? ¿Y deberíamos fiarnos de ella?

V. LA PELEA POR EL ESTÍMULO
Durante una recesión normal, la Reserva Federal responde comprando Letras del Tesoro -deuda pública a corto plazo- de los bancos. Esto hace bajar los tipos de interés de la deuda pública; los inversores, al buscar un tipo de rendimiento más alto, se mueven hacia otros activos, haciendo que bajen también otros tipos de interés; y normalmente esos bajos tipos de interés finalmente conducen a la recuperación económica. La Reserva Federal abordó la recesión que comenzó en 1990 bajando los tipos de interés a corto plazo del 9% al 3%. Abordó la recesión que comenzó en 2001 bajando los tipos de interés del 6,5% al 1%. E intentó abordar la actual recesión bajando los tipos de interés del 5,25% al 0%.

Pero resultó que el cero no es lo suficientemente bajo como para acabar con esta recesión. Y la Reserva Federal no puede poner los tipos a menos de cero, ya que con tipos próximos al cero los inversores sencillamente prefieren acaparar efectivo en lugar de prestarlo. De tal modo que a finales de 2008, con los tipos de interés básicamente en lo que los macroeconomistas llaman zero lower bound, o límite inferior cero, como quiera que la recesión continuaba ahondándose, la política monetaria convencional había perdido toda su fuerza de tracción.

¿Y ahora qué? Ésta es la segunda vez que Estados Unidos se ha tenido que enfrentar al límite inferior cero, habiendo sido la Gran Depresión la ocasión precedente. Y fue precisamente la observación de que hay un límite inferior a los tipos de interés lo que llevó a Keynes a abogar por un mayor gasto público: cuando la política monetaria es infructuosa y el sector privado no puede ser persuadido para que gaste más, el sector público tiene que ocupar su lugar en el sostenimiento de la economía. El estímulo fiscal es la respuesta keynesiana al tipo de situación económica depresiva en la que estamos inmersos.

Tal pensamiento keynesiano subyace en las políticas económicas de la Administración de Obama. John Cochrane, de la Universidad de Chicago, indignado ante la idea de que el gasto gubernamental pudiera mitigar la última recesión, declaró: "Eso no forma parte de lo que todos hemos enseñado a los estudiantes graduados desde los años sesenta. Ésas (las ideas keynesianas) son cuentos de hadas que han demostrado ser falsas. Es muy reconfortante en los momentos de tensión volver a los cuentos de hadas que escuchamos de niños, pero eso no los hace menos falsos".

Pero como ha señalado Brad DeLong, la actual postura académica viene también siendo de generalizado rechazo a las ideas de Milton Friedman. Friedman creía que la política de la Reserva Federal, más que para cambios en el gasto público, debía ser utilizada para estabilizar la economía, pero nunca afirmó que un aumento del gasto público no puede, en cualesquiera circunstancias, aumentar el empleo. De hecho, al volver a leer el sumario de las ideas de Friedman de 1970, Un marco teórico del análisis monetario, lo que llama la atención es lo keynesiano que parece.

Y ciertamente Friedman nunca se creyó la idea de que el paro masivo represente una voluntaria reducción del esfuerzo de trabajo o la idea de que las recesiones en realidad sean buenas para la economía. Sin embargo, Casey Mulligan, también de Chicago, sugiere que el desempleo es tan elevado porque muchos trabajadores están optando por no aceptar trabajos.

Ha sugerido, en particular, que los trabajadores están prefiriendo seguir desempleados porque ello mejora sus probabilidades de recibir ayudas a sus deudas hipotecarias. Y Cochrane declara que el alto desempleo en realidad es bueno: "Debiéramos tener una recesión. La gente que pasa su vida machacando clavos en Nevada necesita algo distinto que hacer".

Personalmente, pienso que eso es una locura. ¿Por qué debería el desempleo masivo en todo el país hacer que los carpinteros se fueran de Nevada? ¿Puede alguien alegar seriamente que hemos perdido 6,7 millones de puestos de trabajo porque hay pocos estadounidenses que quieran trabajar? Claro que si empiezas por asumir que la gente es perfectamente racional y los mercados perfectamente eficientes, tienes que llegar a la conclusión de que el desempleo es voluntario y la recesión es deseable.

VI. DEFECTOS Y FRICCIONES
La economía, como disciplina, se ha visto en dificultades debido a que los economistas fueron seducidos por la visión de un sistema de mercado perfecto y sin fricciones. Si la profesión ha de redimirse a sí misma tendrá que reconciliarse con una visión menos seductora, la de una economía de mercado que tiene unas cuantas virtudes pero que está también saturada de defectos y de fricciones.

Existe ya un modelo bastante bien desarrollado del tipo de economía que tengo en mente: la escuela de pensamiento conocida como finanzas conductuales. Quienes practican este planteamiento ponen el énfasis en dos cosas. Primero, en el mundo real hay muchos inversores que tienen un escaso parecido con los fríos calculadores de la teoría del mercado eficiente: casi todos están demasiado sometidos al comportamiento de la manada, a ataques de entusiasmo irracional y de pánicos injustificados. Segundo, incluso aquellos que tratan de basar sus decisiones en el frío cálculo se encuentran con que a menudo no pueden, que los problemas de confianza, de credibilidad y de garantías limitadas les fuerzan a ir con la manada.

Entretanto ¿qué ocurre con la macroeconomía? Los acontecimientos recientes han refutado de manera decisiva la idea de que las recesiones son una óptima respuesta a las fluctuaciones en los índices del progreso tecnológico; un punto de vista más o menos keynesiano es la única alternativa plausible. Pero los modelos del neokeynesianismo estándar no dejan espacio para una crisis como la que estamos padeciendo, ya que esos modelos generalmente aceptaron el punto de vista del sector financiero sobre el mercado eficiente.

Una línea de trabajo, encabezada por nada menos que Ben Bernanke en colaboración con Marc Gertler, de la Universidad de Nueva York, ha puesto el acento en el modo en el que la carencia de garantías suficientes puede dificultar la capacidad de los negocios para recabar fondos y forjar oportunidades de inversión. Una línea de trabajo similar, en gran parte establecida por mi colega de Princeton Nobuhiro Kiyotaki y por John Moore, de la London School of Economics, sostenía que los precios de activos tales como las propiedades inmobiliarias pueden sufrir desplomes de los que salen fortalecidos pero que, a cambio, deprimen a la economía en su conjunto. Pero hasta ahora el impacto de las finanzas disfuncionales no ha llegado ni siquiera al núcleo de la economía keynesiana. Claramente, eso tiene que cambiar.

VII. RECUPERANDO A KEYNES
Así que esto es lo que pienso que tienen que hacer los economistas. Primero, tienen que enfrentarse a la incómoda realidad de que los mercados financieros distan mucho de la perfección, de que están sometidos a falsas ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente. Segundo, tienen que admitir que la economía keynesiana sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido a las recesiones y las depresiones. Tercero, tienen que hacer todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a la macroeconomía.

Al replantearse sus propios fundamentos, la imagen que emerge ante la profesión puede que no sea tan clara; seguramente no será nítida, pero podemos esperar que tenga al menos la virtud de ser parcialmente acertada.




El economista y Premio Nobel Paul Krugman




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Nota:

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Entrada núm. 1221
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