sábado, 23 de noviembre de 2024

[ARCHIVO DEL BLOG] El semejante. Publicado el 01/12/2018













Los debates de opinión no pueden fundar una ética; es precisa una educación sentimental que nos acerque al otro, escribía hace unos días la poetisa y filósofa española Chantal Maillard. ¿Puede un hecho fundar y justificar una ética?, se preguntaba Jacques Derrida al reflexionar sobre la idea del semejante. “Es un hecho que experimento, en este orden, más obligaciones para con aquellos que comparten mi vida de cerca (los míos, mi familia, los franceses, los europeos, aquellos que hablan mi lengua o comparten mi cultura, etcétera). Pero este hecho nunca habrá fundado un derecho, una ética o una política”.
Y es que lo que “de hecho” ocurre es que lo que nos importa es tan solo lo que nos concierne. Y lo que hoy en día nos pone a salvo de que todo lo que ocurre en el mundo nos concierna es que lo recibimos por los mismos medios y en el mismo recuadro en el que recibimos la ficción. Nos pone a salvo el hecho de que las emociones generadas por lo que vemos en la pantalla sean las propias del espectáculo, emociones transformadas por la representación y, por tanto, neutralizadas en cuanto germen de rebeldía. Porque si recibiésemos lo representado no “en directo”, sino directamente, es decir, en presencia viva, el impacto sería de tal magnitud (o al menos eso quiero pensar) que no nos dejaría indiferentes en nuestra diferencia. De repente nos sentiríamos concernidos. De repente el otro, los otros, todo lo otro habría saltado la valla.
La moral del semejante deriva de una antigua fórmula de reciprocidad: no le hagas al prójimo (próximo) lo que no quieras para ti, compartida por muchas tradiciones. La encontramos tanto en las Analectas de Confucio como en el Mahabharata, en el Talmud o en Libro de Tobías. Era una fórmula sin duda eficaz dentro de un cerco restringido, pero ineficaz en un mundo global que tenga conciencia de que todos y todo —lo que llamamos vivo y lo que no— está relacionado y es interdependiente.
La moral del semejante crea el diferente, aquel del que tenemos que defendernos. Siempre que hay prójimo (hermano, próximo, igual) hay otro y, entre ambos, fronteras que designan y circundan lo propio, y donde hay propiedad hay codicia, y donde hay codicia hay guerra. En un mundo global hemos de pensar en términos ya no de moral, sino de ética, que es algo bien distinto. La moral es un conjunto de costumbres o reglas de convivencia; la ética es un habitar. La primera defiende lo que creemos que nos pertenece; la segunda, cuida el lugar al que todos pertenecemos. Pasar de la moral a la ética implica necesariamente ensanchar el marco de pertenencia. Y esto no puede hacerse de otra manera que entendiendo lo que a todos nos asemeja: el hambre, el miedo, el dolor, la pérdida. A menudo he hablado de una ética de la compasión. Soy consciente de que la palabra está lastrada y presta a equívoco. Puede confundirse con la piedad, concepto con el cual no tiene, sin embargo, nada que ver, o con el sentimentalismo, del cual se aleja por completo. Compadecer es comprender que todo, en este universo, responde a las mismas leyes. Aparición y desaparición y, entretanto, el esfuerzo por sobrevivir. ¿Cómo no aplicar, entonces, la fórmula de reciprocidad a cada uno de estos efímeros conglomerados de partículas (cuerpos, le llamamos) que luchan desesperadamente por mantenerse unidos por más tiempo?
Del yo al nosotros hay un largo camino. No es de tierra ni de asfalto, tampoco cruza fronteras ni las salta. Es un camino inverso. O invertido, según cómo uno se sitúe con respecto a sí mismo. Porque es preciso desplazar al yo en cierta medida para que quepan otros dentro del cerco. Dentro del cerco está lo que creemos que nos pertenece: mi vida, mi pareja, mi familia, mi grupo, mi país, mi especie, mi planeta, mi universo... No nos damos cuenta de hasta qué punto el mundo y la (im)propia vida se nos escapan de entre los dedos. Pero el mi es fuerte, se adhiere a lo que nos rodea con la misma intensidad con que los sentimientos se adhieren a las opiniones con las que nos manifestamos. “Yo siento”, decimos. En los sentimientos creemos. Y ellos dictan el pensar, el habla, la acción.
Nada menos ecuánime que los sentimientos. Nada menos racional, por eso, que las opiniones. Es tiempo de recordar la antigua distinción platónica entre la opinión (doxa) y el saber (episteme). Ningún debate de opinión conduce a pensar y a actuar correctamente porque la opinión nunca parte de una premisa sopesada y ecuánime. Nada menos ético, por tanto, que un debate de opinión. Y nada más vulnerable y manipulable que un individuo que no sea capaz de pensar con neutralidad sentimental. Y es que sin neutralidad emocional no hay diálogo posible, no hay dialógica, no hay política. Solo combate.
No, ni los hechos pueden justificar una política, ni los debates de opinión fundar una justicia o una ética. De ahí la necesidad, acuciante, de un aprendizaje en ese sentido. Una educación senti-mental que nos enseñe a tomar distancia del mí, del nos, en definitiva, del miedo. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 















Del poema de cada día. Hoy, Axis Mundi, de Chantal Maillard (1951)

 






AXIS MUNDI


Desciendo

desciendo al cuerpo y veo

la lombriz de mi espíritu

alojada en mi vientre.

Subo, subo en espiral

hacia el motor del mundo

huyendo

huyendo del mareo

del mal de ser sola

tan sola entre las vísceras

subo al latido

me alojo

en su arritmia y descubro

mi rostro de lombriz

adherida a las válvulas

y asciendo

sigo ascendiendo en busca

de una razón que diera

sentido a mi existencia

me deslizo en la tráquea

bloqueo las palabras

asciendo

resbalo. Hay un agua

viscosa tras los ojos

resbalo y se me pegan

imágenes de un mundo

apenas insinuado

asciendo y al llegar

a la cúpula descubro

que sus paredes lisas

transparentes, vacías

tienen la textura

carnosa de mi vientre.

He bajado al espíritu

he subido al instinto.

La misma lombriz tensa

el eje que mantiene

erguida mi cintura.

El nombre que le ponga

ahora será el tuyo

pero su nombre es el

de aquellos que he amado

de aquellos que amaré

es todos y ninguno

el eje que mantiene

erguida mi cintura

me previene de ti

te crea a mi medida

y asume el reto

de ser muchos

de ser tantos

que da la impresión

que no cabrá mi espíritu

adentro de este cuerpo

que no cabrá este cuerpo

adentro de mi espíritu

por eso muero un poco

cada vez que te nombro

y sin nombrarte apenas

alcanzo a definirme.

Mi vientre es quien pronuncia

las sílabas secretas

que se inscriben arriba

en la cúpula.

Mi existencia es señal

de un fuego

que arde eternamente

en sí mismo.


Chantal Maillard (1951)

poetisa española















De las viñetas de humor de hoy sábado, 23 de noviembre de 2024

 
































viernes, 22 de noviembre de 2024

De las entradas del blog de hoy viernes, 22 de noviembre de 2024

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 22 de noviembre de 2024. La riada de Valencia está abriendo un nuevo debate sobre la vigencia y utilidad del Estado autonómico, ha dejado en mal lugar al Estado español y ha dado a conocer la ineptitud del actual gobierno regional valenciano, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy. En la segunda, un archivo del blog de tal día como hoy de 2011, el autor del blog relataba de forma muy personal como vivió aquel 22 de noviembre de 1963 que hizo historia. La tercera va con el poema del día, que hoy comienza con estos versos: Escribir un poema se parece a un orgasmo:/mancha la tinta tanto como el semen,/empreña también más en ocasiones. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt









De la imparable tendencia centralizadora

 






La riada de Valencia está abriendo un nuevo debate sobre la vigencia y utilidad del Estado autonómico, afirma en La Vanguardia [La furia centralizadora, 12/11/24] su director adjunto Enric Juliana. Es casi inevitable a la vista de lo ocurrido. Una de las peores tragedias registradas en Europa en los últimos años ha dejado en mal lugar al Estado español y ha dado a conocer la ineptitud del actual gobierno regional valenciano. Los principales medios de comunicación internacionales se han hecho eco de ambas realidades. Durante unos días ha regresado la España trágica y pintoresca. Una tormenta descomunal en el Mediterráneo y un presidente regional perdiendo el tiempo en un ventorro.

La indignación es mayúscula. Lo ocurrido estos días puede reforzar la tendencia a la concentración en la toma de decisiones. La presión para que el Centro tome el mando en Valencia es fuerte y al Gobierno le está costando explicar por qué no lo hace.

La coalición gobernante en España mantiene intactas las competencias de la Generalitat valenciana, pero en la práctica está tutelando su actuación con un comité de emergencias paralelo y el constante envío de ministros. La declaración de emergencia de interés nacional, que no debemos confundir con el estado de alarma, está prevista por la ley del Sistema Nacional de Protección Civil del 2015. El estado de tutela no figura en el ordenamiento jurídico y es el que realmente se está aplicando. Si Pedro Sánchez hubiese tomado el control por decreto ahora le estarían acusando de ‘dictador’. Podemos estar seguros de ello. Mucha gente sospecha que la dirección nacional del Partido Popular, ante la manifiesta incompetencia de sus correligionarios valencianos, quiere traspasar la conducción del drama al presidente del Gobierno,  aun a costa de desautorizar al desacreditado Carlos Mazón. Sánchez a su vez se escabulle apelando al autonomismo.

El Boletín Oficial  del Estado (BOE) ha publicado hoy la declaración de zona gravemente afectada por una emergencia de Protección Civil en el territorio afectado por la DANA en la Comunitat Valenciana, Castilla-La Mancha, Andalucía, Baleares, Cataluña y Aragón. Esta declaración viene acompañada de un paquete de medidas valorado en 10.600 millones de euros destinado a paliar los efectos de la DANA. Según cifras oficiales, solo en la provincia de Valencia, la zona más castigada por la gota fría, hay por el momento 199 muertos y 93 desaparecidos.

La ciudadanía asiste perpleja a esos forcejeos. No se puede pedir a la gente afectada por una terrible riada que tenga nociones de derecho administrativo y derecho constitucional para distinguir en medio de la desgracia a quién le corresponde enviar a los bomberos, a las ambulancias, a la Unidad Militar de Emergencias, a los camiones de desatasco, o discernir a quién le corresponde dar consejos sobre el consumo de agua potable. Los ciudadanos tenemos incumbencias, no competencias. Las competencias son del Estado, sea este autonómico, federal o rigurosamente centralizado.

En primer lugar hay que preguntarse sobre la profesionalidad del personal político. ¿Cómo se recluta el personal político? No es de recibo que la consejera de Interior de la Generalitat valenciana desconociese la tarde de autos, según ella misma reconoció, la existencia de un dispositivo de envío masivo de alertas a los teléfonos móviles, ya probado en otras autonomías. ¿Es normal que la Generalitat valenciana haya tenido tres responsables de Protección Civil en dieciocho meses? En el anterior mandato, ese servicio se hallaba adscrito a la Presidencia. (Ximo Puig). En la nueva legislatura pasó a la consejería de Interior tras el pacto entre el Partido Popular y Vox, grupo al que fue asignada esa cartera. Regresó a la esfera del PP cuando el pasado mes de julio, Vox rompió el pacto con los populares. El actual secretario autonómico de Protección y Emergencias, Emilio Argüeso, es un antiguo miembro del aparato de organización de Ciudadanos repescado por el PP. Hace unos días el periodista Jaume V. Aroca señalaba en La Vanguardia que España es uno de los países europeos que cambia más escalafones de su Administración cada vez que cambia un gobierno, citando un estudio de los politólogos Víctor Lapuente y Carl Dahlström (Organizando el leviatán. Deusto, 2018).

“Para que nos entendamos -escribía Vallés Aroca-, los responsables de Protección Civil valencianos llevan en el cargo desde el pasado mes de julio, cuando la ruptura del Gobierno de coalición con Vox llevó al presidente Carlos Mazón a nombrar a nuevos responsables de las emergencias en Valencia. Como mínimo se nombraron a cuatro políticos en puestos clave de los departamentos que han responder en la gestión de emergencias. Por muy competentes que sean, con apenas tres meses de experiencia es imposible que puedan gestionar esta descomunal crisis humanitaria”.

Una enorme bolsa de cargos públicos a disposición de los partidos está envenenando la política. Un abusivo reparto de cargos de libre designación fomenta el clientelismo y acentúa la aspereza de la vida partidista, aspereza que a su vez ahuyenta de la política a personas con buena formación, puesto que no todo el mundo está dispuesto a inmolarse o a quemar una carrera profesional en las luchas de partido. Esa cucaña aumenta la ferocidad de la pugna entre partidos, de la cual España hoy es un ejemplo cruel.

No nos engañemos. La política es conflicto y confrontación de ideas e intereses. No podemos soñar con una nueva Jerusalén en el siglo XXI, ni con una política seráfica e inmaculada mientras tantas cosas crujen. Pero España se ha situado en el otro extremo y figura en estos momentos como el cuarto país más polarizado del mundo después de Estados Unidos, Argentina y Colombia, por delante de Sudáfrica, Suecia, Japón, Italia, Brasil y Reino Unido, según un estudio de la consultora Edelman presentado en el Foro Económico Mundial de Davos en 2023.









[ARCHIVO DEL BLOG] JFK: Tal día como hoy de hace nosecuantos años... Publicado el 22/11/2011












¿Por qué hay acontecimientos y recuerdos que quedan fijados en la memoria como grabados a fuego y otros, en cambio, acaban difuminándose hasta perderse sin dejar rastro? ¿Cuáles son esos recuerdos preferentes?: ¿La primera experiencia sexual? ¿El descubrimiento de la muerte? ¿El nacimiento del primer hijo?… Para mí, uno de esos acontecimientos que perduran para siempre en la memoria ocurrió tal día como hoy hace cuarenta y muchos años. Fue el 22 de noviembre de 1963, Un viernes. En Madrid eran, más o menos, las siete de la tarde. Yo tengo en ese tiempo 17 años, y estoy llegando a la casa de mis padres, en la calle Chile, en el barrio de Prosperidad, distrito de Chamartín.
Vuelvo andando hasta allí, para ahorrarme el billete de autobús, desde el Hospital Militar de Maudes, en Cuatro Caminos, a unos seis kilómetros de casa, de visitar a mi madre, que está internada en él a la espera de ser operada unos días más tarde de la vesícula biliar. Javier, mi mejor amigo, hijo de guardia civil, como yo, me ha acompañado. Los dos estudiamos en el colegio “Infanta María Teresa”, en la Prolongación de la calle del General Mola (hoy Príncipe de Vergara) Instrucción Pre-Militar Superior. Nuestra ilusión es entrar como alumnos en la Academia General Militar de Zaragoza. Ninguno de los dos sabemos ni intuimos que, apenas un mes más tarde, y después de un conflicto bastante cómico con nuestro profesor de francés en el Colegio, aprovechando las vacaciones de Navidad, abandonaremos los estudios militares y el colegio para siempre. 
Es todavía de día en Madrid. La casa de mis padres está en un segundo piso. Nada más entrar en el portal me encuentro a mi hermano Alberto, diez años mayor que yo, que baja las escaleras saltando los escalones de dos en dos. Al verme, sin apenas detenerse, me espeta: -¡Han matado a Kennedy. Están poniéndolo por la tele!-. No le hago ni caso. Él sabe que admiro a Kennedy; es mi héroe favorito. Le suelto un -”¡!Vete a la mierda, gilipollas!”. En casa solo está mi cuñada Mary, la mujer de mi hermano. No hay nadie más. Mi padre, comandante retirado de la Guardia Civil, se ha quedado en el hospital acompañando a mi madre. La televisión está encendida y, efectivamente, están dando la noticia: El presidente Kennedy ha sido tiroteado en Dallas, Tejas, hace una hora. Me quedo abobado mirando la televisión. El mundo, al menos el mundo que yo conozco, se me ha caído encima de repente, pues nunca he vivido una situación como esta. Llamo por teléfono a mis padres al hospital y me pasan con mi madre: le cuento lo que ha pasado, lo que está diciendo la televisión. Se queda muda, y al instante, no sé si me dice o me pregunta si “eso va a ser otra guerra mundial”. 
Ellos han vivido en Sevilla la proclamación de la República. Estaban en Asturias en octubre de 1934, cuando la revolución obrera. Y en Barcelona, en julio de 1936. Los últimos meses de la guerra civil los ha pasado sola en Barcelona, con mi padre internado en un campo de concentración en Francia. La segunda guerra mundial la han pasado prácticamente en la isla de El Hierro, en Canarias, donde mi padre ha sido destinado, o desterrado -según se vea-, aunque según mi madre, los cinco años allí vividos fueron para ella los más felices de su vida. Es lógico que esté aterrada. Me dice que no le cuente nada a mi padre, que ella se lo dirá ahora. Y cuelga el teléfono entre sollozos. 
Mi hermano, mi cuñada y yo nos pasamos la noche pegados al televisor, como, suponemos, que gran parte de los españoles y del resto del mundo. Al día siguiente, sábado, mi amigo Javier y yo nos encontramos a la puerta del colegio. La calle General Mola está en absoluto silencio a las nueve de la mañana. La gente hace largas colas en los quioscos de prensa, esperando pacientemente para comprar un periódico. No llegamos a entrar en clase. Javier y yo hemos decidido que ese día tenemos cosas más importantes que hacer. Comentamos entre nosotros lo que ha pasado, las noticias que se van filtrando en las colas. Hay miedo en la gente de que hayan sido los rusos, o los cubanos, pues la crisis de los misiles hace pocos meses que ha tenido lugar. Compramos un periódico. Y decidimos ir andando hasta la Embajada de los Estados Unidos, en la calle Serrano, no muy lejos de nuestro colegio. 
Somos “viejos” conocidos de la Embajada pues ambos solemos ir a menudo a leer libros en la Biblioteca de la Casa Americana, una institución cultural dedicada a propagar la imagen y la ideología norteamericana en Europa, de la que somos socios. Nos sabemos los nombres de todos los estados de la Unión y sus capitales respectivas, y jugamos a menudo a irlos nombrando uno a uno, de memoria, siguiendo su ubicación en el mapa. 
La Embajada está fuertemente custodiada en el exterior por la policía española. Entramos en ella mostrando nuestra tarjetas de socios de la Casa Americana y llegamos hasta el acristalado vestíbulo de su entrada principal. La bandera ondea a media asta sobre el techo de la Embajada. Nada más entrar en el vestíbulo, a la izquierda del mismo, han montado junto a una bandera de los Estados Unidos una pequeña mesa cubierta con un paño de terciopelo negro donde hay una bandeja de plata en la que vemos muchas tarjetas de visita. También hay un libro, grande, forrado de cuero azul marino donde vemos que la gente, después de hacer una pequeña cola, deja su testimonio de pésame escrito en el mismo. 
Delante de nosotros hay dos muchachas más o menos de nuestra edad, quizá uno o dos años mayores que nosotros, norteamericanas sin duda, que lloran desconsoladamente. Una es rubia, y la otra pelirroja. La rubia va vestida con falda gris claro y un jersey rojo sin mangas, sobre una blusa blanca. La pelirroja lleva unos ajustados pantalones azules y un jersey blanco. Junto a la mesita, un infante de marina norteamericano, con su uniforme de gala, hace la guardia en posición de descanso; con su brazo derecho sujeta un fusil que se apoya en el suelo, el brazo izquierdo está doblado, a la altura de su cintura, en la espalda. El soldado, sin mover un músculo de su rostro, está llorando, mansamente... Mi amigo y yo nos quedamos impresionados por la escena, y al menos a mi se me forma un nudo en la garganta. Escribimos en el libro un escueto “Nuestro más sentido pésame”, y dejamos nuestras firmas. 
Salimos inmediatamente detrás de las dos muchachas al patio exterior de la Embajada donde está el aparcamiento y vemos que las dos se han parado ante un Wolkswagen amarillo. Lanzados, les preguntamos que si viven en Chamartín. Nos contestan, más serenas ya, que no, pero que si queremos nos alcanzan hasta allí. Les decimos que sí, y subimos los cuatro al coche. Ellas delante y nosotros detrás. Hablan bastante bien español. Nos cuentan que son estudiantes y que están pasando un año académico en España para aprender español. El trayecto es corto hasta Chamartín, por el Paseo de la Castellana hacia el norte hasta llegar a la calle de Alberto Alcocer y de allí, girando a la derecha, hasta la plaza de la República Dominicana, donde nos dejan. Intentamos quedar con ellas, pero nos dicen, amablemente, que no. Nuestro subliminal intento de ligue ha quedado abortado. Volvemos a nuestras casas respectivas después de pasar el resto de la mañana vagabundeando por las calles del barrio. Todo está paralizado, pero hay una gran serenidad en las gentes. 
Los días siguientes los paso pegado a la televisión y leyendo ávidamente los periódicos. Por televisión veo la emotiva escena a bordo del avión presidencial en que el vicepresidente Johnson, camino de Washington con el cadáver de Kennedy en la bodega del aparato, jura junto a la viuda de éste su cargo como nuevo presidente de los Estados Unidos. Más tarde, cuando ya todo el mundo sabe que han detenido al presunto asesino, Lee Harvey Oswald, estoy viendo en directo por televisión como van a trasladarlo desde el lugar donde está retenido hasta el juzgado. Un único pensamiento cruza mi mente en ese momento: ¡Ójala lo maten! Y ante mis ojos un señor con sombrero tejano, Jack Ruby, sale de entre el público con una pistola en la mano disparando a bocajarro sobre él… Esa premonición, cumplida inmediatamente de formulada, me ha acompañado siempre como una maldición y nunca podré olvidarme de ella. Al igual que me acompañará para siempre la imagen vista de nuevo por televisión días más tarde del solitario corcel negro, ensillado, que acompaña los restos mortales de Kennedy por las calles de Washington; y el saludo militar de John-John, su hijo pequeño, acompañado de su hermana y de su madre, al pasar ante ellos el cortejo fúnebre… Ahí están, vívidos como si fueran hoy, todos esos recuerdos. Y supongo que ahí seguirán, mientras yo pueda seguir diciendo que tal día como hoy de hace nosecuantos años… En YouTube puede verse un vídeo, primero de una serie de ellos, sobre el funeral y el entierro del presidente Kennedy, tomados directamente de la televisión. Sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt














El poema de cada día. Hoy, A veces, de Ángel González (1925-2008)

 






A VECES 


Escribir un poema se parece a un orgasmo:

mancha la tinta tanto como el semen,

empreña también más en ocasiones.


Tardes hay, sin embargo,

en las que manoseo las palabras,

muerdo sus senos y sus piernas ágiles,

les levanto las faldas con mis dedos,

las miro desde abajo,

les hago lo de siempre

y, pese a todo, ved:

¡no pasa nada!


Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo:

“Lo digo y no me corro”.


Pero él disimulaba


Ángel González (1925-2008)

poeta español















De las viñetas de humor de hoy viernes, 22 de noviembre de 2024