jueves, 7 de diciembre de 2023

De una Constitución que dure

 






Una Constitución que dure
PABLO XIMÉNEZ DE SANDOVAL
06 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

El día de la Constitución en España, el 6 de diciembre, sirve para felicitarnos por el éxito colectivo que fue la Transición, pero también tenemos una tendencia extraña como país a dedicar la jornada a una especie de terapia política colectiva sobre todo lo que nos apetece reformar del texto. Algo tiene que significar eso. Se dice que todo español lleva dentro un seleccionador de fútbol. Pues el 6 de diciembre, ese español se convierte en ponente constitucional, al menos durante lo que dura el vermú. Yo decidí irme a buscar editoriales de EL PAÍS de los días en que se aprobó la Constitución. Encontré uno publicado el 1 de noviembre de 1978, tras la aprobación definitiva del texto en las Cortes, con el titular que he usado para esta newsletter: Una Constitución que dure. Hoy quiero compartir este viaje en el tiempo, porque me parece que da muy bien la medida de lo que se logró entonces.
Empieza así: “Es conveniente prevenirse contra los historicismos y evitar caer en el "¡Viva la Pepa!" (según llamaban a la Constitución de 1812) o en cualquier clamor patriotero, sobre este proyecto constitucional del día de San Quintín que ayer aprobaron masivamente el Congreso y el Senado. Pero no se puede ocultar la satisfacción y el entusiasmo por tener al fin, por primera vez desde 1931 y con una guerra civil por medio, una carta democrática de derechos y deberes que presentar al pueblo español en un referéndum libre. Por eso, sin necesidad de gritar "¡Viva la Pepa!", se deben hoy dar vivas a la Constitución”.
Siguiente párrafo: “Esta doceava ley de leyes que ahora se ofrece al país porte punto final a la travesía del desierto que este pueblo inició, con muy breves paréntesis o descansos, no ya en 1936, sino con la asonada catalana de Primo de Rivera. El caso es que ya tenemos sobre la mesa un texto constitucional que devuelve la soberanía política al pueblo, organiza sus libertades formales y es reputada en algunos aspectos como una de las más progresivas (o si se quiere "modernas") entre las que rigen el occidente democrático”.
No se deje llevar por el entusiasmo. A continuación se critica el texto como “largo, farragoso, en exceso detallista y envuelve el caramelo envenenado del tratamiento de autonomías como la vasca”. Pero no se puede ocultar la sensación de alivio por llegar al final de un camino que no estaba nada claro cuando murió el dictador, justo tres años antes. Este pasaje: “Pero aquí estamos, por fin, en ciernes de votar libremente una Constitución democrática elaborada, contra todo pronóstico, sobre la crisis económica y entre gravísimos sucesos terroristas. Sin duda queda ya para los anales de la historia y del Derecho constitucional el caso de un país que aparta cuarenta años de autocracia sin rupturas ni desgarros profundos, sin depuraciones ni enfrentamientos civiles generalizados, cambia la forma de su Estado y se otorga una carta de libertades. ¿Quién dijo que los españoles éramos ingobernables en democracia?”.
El texto viene a decir que lo más importante para que la Constitución tenga éxito es que el pueblo la conozca, algo que en ese momento no era tan obvio como suena. Pide a los partidos que hagan una campaña de pedagogía, porque la norma, elaborada por unas élites, solo sobrevivirá si los españoles la hacen suya. Esta es la conclusión: “Sobre esta constitución ya se ha escrito y debatido casi todo y sólo resta, insistamos, darla a conocer, preparar al país para que el referéndum aporte votos "útiles", votos de reflexión. Porque lo fundamental de las constituciones democráticas no reside en su mayor o menor efectividad jurídica o en el mucho o poco entusiasmo que susciten al ser promulgadas, lo que hace buena a una Constitución democrática es que dure”.
Se votó aquel 6 de diciembre y se aprobó con un 87,8% de votos a favor. En cuanto a durar, hasta este jueves van 45 años y un día. Y lo ha hecho sin parar de estar discutida, criticada, denostada, alabada y manipulada por todo el espectro político ni un solo día, como se espera de una democracia.
Sobre el estado del debate en 2023 hemos publicado mucho estos días, coincidiendo con un momento en el que los partidos políticos se han empeñado en que los españoles hablen de la Constitución como el que habla del tiempo. Dentro de poco, el estado de la Constitución será una conversación de ascensor. Estas son algunas aportaciones para que le pille preparado:
La catedrática Ana Carmona escribe La Constitución ante el espejo del tiempo: “El edificio que armó hace 45 años la Ley Fundamental resiste, pero con grietas cada vez más preocupantes. Obviar la necesidad de su actualización ante la incapacidad de los actores políticos para acometerla terminará restándole vigor”.
La exdiputada Teresa Eulàlia Calzada, viuda del ponente constitucional Jordi Solé Tura, escribe La Transición: con memoria y sin olvidos: “Los pasados 45 años desmontan la leyenda de que en España era imposible un marco constitucional duradero. Es una obra colectiva que nadie tiene el derecho de apropiarse”.
Sergio del Molino escribe Algo bueno tendrá la Constitución: “La mayor virtud de la Ley Fundamental es su no militancia, y hasta ahora ha resistido bien las maniobras de la derecha para convertirla en una consigna”.
Y un editorial de EL PAÍS titula Constitución sin cambios: “El texto fundacional de la democracia española actual ha resistido 45 años incluso al asedio de quienes dicen defenderlo”.
Aparte, si no tiene que hacer mudanza de despacho en el Congreso esta mañana, quizá pueda echarle un vistazo a algunas lecturas reciente que consideramos modestamente que no debería perderse. Buena semana. Pablo Ximénez de Sandoval es periodista.











De los pensadores más influyentes en la izquierda actual

 







Los diez pensadores que más influyen en la izquierda

SERGIO C. FANJUL

25 JUN 2023 - Ideas - El País - harendt.blogspot.com

La izquierda vive momentos complicados. Hay quien dice que le cuesta encontrar un lugar en el mundo que se avecina, atomizado y posfordista, un relato con el que cautivar a las masas en un futuro cada vez más individualista y conspiranoico, escéptico ante las utopías y muy integrado en el dogma económico dominante. Para su supervivencia necesita imaginación e ideas. Con el fin de sondear el caldo de cultivo intelectual en el que vive la izquierda actual y del que tendrá que surgir la futura, hemos pedido a 37 personas expertas de diferentes ámbitos (la política, la edición, el periodismo o la academia) que voten por los que creen que son los pensadores, vivos o muertos, que más influyen hoy en día.
Imaginación e ideas: ¿a dónde va la izquierda?
La encuesta realizada por Ideas ha arrojado los que podrían ser sus referentes más importantes. Por este orden, los 10 más votados fueron: Karl Marx, Judith Butler, Antonio Gramsci, Thomas Piketty, Michel Foucault, Hannah Arendt, Simone de Beauvoir, Jürgen Habermas, Karl Polanyi y Walter Benjamin. Podría ser otra lista, pero es esta la que ha surgido y da una idea del ambiente intelectual de la izquierda en la tercera década del siglo XXI. A las puertas se quedan nombres que bien podrían estar dentro: Noam Chomsky, Nancy Fraser, John Maynard Keynes, Chantal Mouffe, Ernesto Laclau, Mariana Mazzucato, Simone Weil, Silvia Federici, David Harvey, Donna Haraway, o Slavoj Zizek, entre otras decenas que fueron mencionados por el jurado.
Karl Marx
Tréveris, Alemania, 1818-Londres, 1883. Su vasta obra influye en diversos campos del saber, en ella está el fundamento teórico de las corrientes socialistas y comunistas. Obras fundamentales: El manifiesto comunista (1848, con Engels) y El capital (1867).
POR CLARA RAMAS SAN MIGUEL
Profesora de Filosofía en la Universidad Complutense y responsable de la edición crítica de ‘El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Akal)’ de Karl Marx
“Un fantasma recorre Europa...” Las icónicas líneas iniciales de El manifiesto comunista describen la propia presencia de Marx, que no cesa de retornar incluso después de muerto: del marxismo al posmarxismo, del siglo XIX al XXI.
El joven Marx había descubierto que los ideales de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa quedarían incompletos si se limitaban a democratizar al poder político. Como ya había intuido Kant, las libertades políticas sin autonomía material y económica son vacías. La gran apuesta de Marx será pensar las condiciones de una autonomía efectiva: democratizar la economía.
El proyecto al que dedica su vida, El capital, es una crítica de la economía política o capitalismo. Descubre que en paralelo a conquistas políticas y formales subsiste una dependencia económica para la mayor parte de la población; que el capitalismo, por su propia dinámica, produce niveles crecientes de desigualdad. Descubre que la ley del mercado se impone como una ley de hierro al margen de la soberanía de pueblos y parlamentos, produciendo sociedades atomizadas que buscan reagruparse con fórmulas en ocasiones autoritarias. Descubre, en fin, que, lejos de satisfacer necesidades humanas, el capitalismo solo obedece a imperativos de valorización y acumulación creciente: como si, por así decirlo, el capital tomara vida propia y las personas y la naturaleza fueran solo su herramienta.
Marx es un pionero. Los avances y retrocesos del movimiento obrero inspirado por él han dado la medida para el Estado de bienestar y sus debates sobre redistribución, justicia social y políticas públicas. Vislumbra la actual crisis ecológica y plantea la cuestión del trabajo de cuidados que ocupará al feminismo. Insta a buscar formas de reproducción social no dependientes del trabajo asalariado, como la actual renta básica. Así, abre el campo no solo de las ciencias humanas, la sociología y la economía crítica, sino también de los debates sociales, ecologistas, feministas y poscoloniales contemporáneos.
Nuestra historia es para Marx la historia de la necesidad. El fantasma mencionado por Marx es una pregunta que nos sigue asediando en 2023: cómo alcanzar el reino de la libertad.
Judith Butler
Cleveland, EE UU, 1956. Con su cuestionamiento de las nociones tradicionales de género, ha hecho importantes aportaciones a la teoría queer. Obra fundamental: El género en disputa (1990).
POR PAUL B. PRECIADO
Filósofo.
Su último libro es ‘Dysphoria mundi’ (Anagrama).
Sería posible afirmar que Butler es no sólo le feministe más influyente del siglo XX, sino y, frente aquellos que consideran el feminismo como un pensamiento menor, le filósofe de izquierda más relevante de finales del siglo XX y de principios del siglo XXI, aquelle que opera, junto con Angela Davis, como pensadore bisagra, prefigurando las formas de activismo y de subjetividad política por venir. Descendiente de una familia judía diezmada en el Holocausto, Butler va a prestar atención a cómo los procesos de naturalización de la identidad (racial, de género, sexual…) esconden violentos proyectos políticos de normalización y purificación social. Simone de Beauvoir afirmó que “no se nace mujer”, Gayle Rubin y Joan Scott analizaron el género como el efecto de una construcción social, pero será Butler quien proponga una explicación de cómo se lleva a cabo esa construcción. Para Butler la identidad de género se construye “performativamente”: no es una esencia o una naturaleza, sino una práctica, algo que “hacemos” y no algo que “somos”. La relación entre anatomía y performance de género depende de la repetición de actos lingüísticos y corporales cuya función es preservar la estabilidad del régimen heterosexual y binario.
Encarnando su propio pensamiento, Butler ha conseguido recientemente un cambio de identidad legal como persona de género no binario en el Estado de California. Habitamos en un mundo butleriano: la proliferación de políticas queer que buscan destituir las normas en lugar de integrarse en la sociedad heterosexual dominante; la reapropiación performativa de las injurias “marica”, “bollera” o del estigma de la violación en los movimientos NiUnaMenos y MeToo; la demanda de reconocimiento de aquellos cuerpos que “importan” menos que otros en nuestras sociedades poscoloniales, central en los movimientos Black Lives Matter y Trans Lives Matter; las políticas drag queen y drag king —que en su versión más pop han llegado hasta drag race— y que utilizan la performance para desplazar los códigos normativos de género… El pensamiento vivo de Butler constituye el proyecto más ambicioso para la izquierda contemporánea: un feminismo antipatriarcal, antirracista, ecologista y no binario expandido que permita una reescritura ética total del contrato democrático. En este artículo se han mantenido los géneros gramaticales empleados por quien lo escribe.
Antonio Gramsci
Cerdeña, Italia, 1891-Roma, 1937. Fue uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, encarcelado por el fascismo; su concepto de hegemonía cultural es central en la política actual, y no solo para la izquierda. Obra fundamental: Cuadernos de la cárcel.
POR ÍÑIGO ERREJÓN
Político, doctor en Ciencia Política y líder de Más País.
Antonio Gramsci es un pensador político que se pone periódicamente de moda. Los analistas lo citan para parecer sofisticados, los vendedores de marketing político aderezan sus platos con él, las derechas lo nombran como en una excursión traviesa en el campo intelectual del adversario para demostrar sus pérfidas intenciones y las izquierdas lo usan para parecer contemporáneas o sofisticadas, para un roto y un descosido, a menudo citándolo más que leyéndolo.
Gramsci es el pensador fundamental para entender por qué mandan los que mandan y por qué obedecen los que obedecen. Para el sardo, en las sociedades modernas el poder de los grupos rectores descansa en última instancia en la coerción, la capacidad de obligar, pero se ejerce principal y cotidianamente por medio del consentimiento, la capacidad de persuadir de que su mando es lo normal y al mismo tiempo de desalentar, neutralizar o dispersar las alternativas. Este dominio no es un engaño que haya que desenmascarar —por ejemplo intentando que la gente “abra los ojos” y entienda que “vota contra sus propios intereses”—, sino una forma de poder, la hegemonía, que debe ser comprendida como históricamente cierta. En primer lugar por aquellos que quieren desafiarla, para construir explicaciones e identificaciones alternativas que partan del terreno y el sentido común dado.
La hegemonía es así esa construcción política por la cual un grupo, clase o sector es capaz de ejercer la “dirección intelectual y moral” determinando las metas, los valores y las palabras que gobiernan la percepción del mundo de su época. Al hacer eso, sus intereses particulares aparecen como los intereses generales del conjunto social, la mayoría del cual encuentra mejores expectativas y razones para el consentimiento que para la contestación. Esta forma de poder político se extiende y blinda principalmente por los canales aparentemente “no políticos” —el ocio, la cultura, la comunicación, el consumo— que reproducen y naturalizan una manera de ver el mundo y su consiguiente reparto de roles.
Cuando afirma que una idea es “históricamente verdadera” en la medida en que “se convierta concretamente, es decir, histórica y socialmente, en universal”, nos está señalando, contra todo esencialismo pero también contra toda melancolía, que los alineamientos políticos no están predeterminados, sino que dependen de una disputa estética, moral e intelectual que está siempre abierta, lo cual es garantía de libertad. Y de esperanza.
Thomas Piketty
Clichy, Francia, 1971. El economista puso en primer término del debate el problema de la desigualdad y la redistribución de la renta en el capitalismo actual. Obra fundamental: El capital en el siglo XXI (2013).
POR JOAQUÍN ESTEFANÍA
Es periodista y autor de ‘Revoluciones’ (Galaxia Gutenberg).
El todopoderoso exrector de la Universidad de Harvard y exsecretario del Tesoro de EE UU Larry Summers pidió públicamente el Premio Nobel de Economía para el joven científico social francés Thomas Piketty, cuando en el año 2013 apareció su libro El capital en el siglo XXI. No tenía precedentes: a un francés y a un joven. Piketty había conseguido, con su novedoso aparato estadístico de carácter histórico, lo que no habían logrado sus colegas de primera fila (entre ellos, varios premios Nobel) al estudiar el fenómeno de la desigualdad creciente en el mundo. Lo que está en peligro, sentenció Piketty, es la democracia. Vendió centenares de miles de ejemplares de un libro tan denso.
Desde ese año Piketty profundizó mucho más en el fenómeno. Sus investigaciones se pueden resumir en los siguientes puntos: 1) rendimientos superiores del capital al crecimiento económico aumentan la desigualdad; 2) con la excepción del periodo de hegemonía de la revolución keynesiana (nacimiento del Estado de bienestar y políticas contra la Gran Depresión), la desigualdad es una tendencia a largo plazo desde el siglo XIX, con los distintos tipos de capitalismo que se han desarrollado (comercial, financiero, tecnológico…); 3) no hay otro método para combatirla que las políticas distributivas a través del gasto público y ello requiere de grandes impuestos (incluso confiscatorios) a los más ricos, y 4) la cohesión social, los valores de la meritocracia y de la justicia social están en peligro con concentraciones extremas de la riqueza como las que existen.
Un economista templado ideológicamente, más bien socialdemócrata, sin veleidades revolucionarias callejeras en su primera juventud, alejado de las principales teorías de Marx y Engels sobre la lucha de clases, sin embargo ha acabado escribiendo un libro que compendia sus principales artículos, al que ha titulado ¡Viva el socialismo! porque entiende que sigue vigente en la historia la batalla por las ideas.
Michel Foucault
Poitiers, Francia, 1926-París, 1984. Sus contribuciones investigan la naturaleza del poder y cómo interacciona con la sexualidad, la salud mental o las minorías a través de la historia. Obras fundamentales: Historia de la locura (1961), Vigilar y castigar (1975).
POR ELIZABETH DUVAL
Es filósofa y escritora, su último libro es ‘Melancolía’ (Temas de Hoy).
Preguntado por Foucault, Deleuze resaltaba el vínculo insoslayable del pensador con su presente: las formaciones históricas interesaban a Foucault porque señalaban el lugar de donde se salía, donde se había estado confinado; no le interesaban los griegos, sino la relación de su tiempo con la locura, con los castigos, con el poder, con la sexualidad. Si me preguntaran a mí, abstrayéndome de las necesidades de la clarificación, creo que de lo primero de lo que hablaría sería de la belleza. Intentaría que nos desvinculáramos de la jerga (la biopolítica, la arqueología, el poder disciplinario, lo discursivo) y pudiéramos leer con ojos nuevos las páginas de Las palabras y las cosas sobre Las meninas, de Velázquez. Querría que la consecuencia se pareciera a sentir con otra mirada la relación que se despliega en el cuadro. Y propondría un Foucault menos caricaturizable que el que nos ofrecen sus amigos y sus enemigos.
Foucault no es tanto un enciclopedista de la sexualidad como un arqueólogo de relaciones y estructuras. Sus textos no nos encierran entre insoportables cadenas de poder y dominación, en las cuales incluso la rebeldía estaría ya codificada, sino que nos ofrecen todas las posibilidades de la crítica y el análisis. Si nadie como él expuso tan claramente la relación entre el saber y el poder, también pocos ofrecieron tantas herramientas para darnos cuenta de su presencia, para reflexionar. Hay críticos injustos que han buscado en un Foucault tardío una teoría que traiciona la liberación para someterse al neoliberalismo del porvenir: confunden la defensa de las instituciones con la legitimación de sus injusticias. Debemos recordar la lección que él extraía de El Anti Edipo (Deleuze y Guattari): no hay que enamorarse del poder o de la tristeza militante. En ningún pasado hay tanta potencia como en el desenterrado por el francés.
Hannah Arendt
Linden-Limmer, Alemania, 1906-Nueva York, 1975. Pensó sobre el totalitarismo, la violencia, la revolución, la acción política y acuñó el término “banalidad del mal”. Obras fundamentales: Los orígenes del totalitarismo (1951) y Eichmann en Jerusalén (1963).
POR FERNANDO VALLESPÍN
Es catedrático de Ciencia Política y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Es coautor de ‘Populismos’ (Alianza).
Arendt no es de izquierdas. Ni de derechas, claro. Su gran atractivo reside precisamente en eso, en ser inclasificable. De hecho, le hubiera horrorizado verse en esta lista. O en cualquier otra. ¿Qué pinta aquí entonces? ¿Qué pudo motivar que tan amplio grupo de personas la hayan votado? Lo más probable es por su entusiasmo por todo lo que oliera a revueltas populares, por su espíritu rebelde, o por sus elogios a Rosa Luxemburgo o Walter Benjamin, o sus críticas al colonialismo y totalitarismo. Pero no nos engañemos, su único compromiso es con la libertad, que ella encuentra siempre realizada en esos momentos extraordinarios en los que un determinado orden social queda puesto en entredicho y se da entrada a la libre discusión ciudadana. Su ideal es el aristotélico, la polis como lugar de encuentro donde intercambiar opiniones, debatir las diferencias y buscar una solución conjunta a los problemas que nos afectan a todos. Por eso alabó la revolución americana, hasta que la nueva república se acabó sustentando sobre una sociedad crecientemente privatizada y sujeta a los imperativos de los grandes intereses económicos y el valor del consumo. Y criticó la francesa y la bolchevique porque, al poner la “cuestión social” en el centro, se dejaron llevar por la “pasión por la compasión” e instauraron estados más atentos a una ingeniería social guiada por la mera funcionalidad inherente a los dictados de la economía y su gestión. No es ya la comunicación abierta y la libre deliberación lo que decide cómo hemos de vivir, sino las necesidades de reproducción del sistema. Su contrafáctico podrá sonar extravagante, pero a través suyo fluye una crítica de una riqueza sin igual, el propio de alguien que no se casa ni con unos ni con otros. La democracia bien entendida no es de derechas ni de izquierdas. Arendt tampoco.
Simone de Beauvoir
París, 1908-1986. Es una de las principales teóricas del feminismo en el siglo XX, también enmarcada en el movimiento existencialista y en la creación literaria. Obra fundamental: El segundo sexo (1949)
POR LUNA MIGUEL
Es poeta, escritora y editora. Su último ensayo es ‘Caliente ‘(Lumen).
Simone de Beauvoir está a una tote bag de ser traicionada. O no.
En realidad, la figura de la filósofa lleva siendo influyente y polémica desde su juventud. Lo explica Wolfram Eilenberger en El fuego de la libertad, un ensayo en el que cruza su vida con las de otras pensadoras del siglo XX. El retrato que hace de ella es el más desesperante: la describe altiva, un tanto pija, adicta a la atención. La mismísima Simone Weil se burló de esa supuesta frivolidad en toda su cara, cuando ambas estudiaban en la Sorbona y debatían sobre la guerra. De Beauvoir no tuvo reparos en narrar tal desencuentro ideológico en unas memorias: “Mirándome de arriba abajo, me dijo: ‘Ya se ve que nunca has tenido hambre”.
Más allá de lo que unes y otres puedan opinar sobre esa fama, lo cierto es que la obra de De Beauvoir demuestra que su mainstrificación no riñe con la contundencia de sus ideas. Por eso mismo —y precisamente porque hoy su libro más célebre es esa bárbara enciclopedia sobre la feminidad, tantas veces mentada, pero tan poco leída y reducida al eslogan— se ha vuelto urgente equilibrar la balanza y prestar atención a la amplitud de sus investigaciones, a través de obras más ocultas e irónicamente peor editadas en nuestro país.
Un ejemplo: ¿Hay que quemar a Sade?, una finísima lectura de la crueldad, y una defensa de la reparación frente a eso que hoy llamaríamos cancelación.
Otro ejemplo: El pensamiento político de la derecha, que fue publicado en su origen como artícu­lo para un número especial de Les Temps Modernes, donde distintos intelectuales reflexionaron bajo la premisa de que la izquierda francesa se desmembraba. En vez de lloriquear, De Beauvoir prefirió centrarse en el análisis del resentimiento de la burguesía. Para ella era más útil entender a sus contrarios que disparar a sus afines.
Es esta lucha por el entendimiento de las contradicciones del mundo lo que mantiene vigente a Simone de Beauvoir; lo que nos hace necesitar el estudio de su filosofía, al tiempo que celebramos la multiplicación de su rostro en bolsas de tela violeta.
Parafraseando a la pensadora: profesarle una simpatía demasiado fácil sería traicionarla.
En este artículo se han mantenido los géneros gramaticales empleados por quien lo escribe.
Jürgen Habermas
Düsseldorf, Alemania, 1929. Miembro de la Escuela de Frankfurt y exponente de la teoría crítica, ha trabajado sobre los mecanismos de la comunicación y de la democracia. Obra fundamental: Teoría de la acción comunicativa (1981).
POR CRISTINA LAFONT
Es filósofa, catedrática de Filosofía de la Northwestern University de Chicago, autora de ‘Democracia sin atajos’ (Trotta).
Habermas es indudablemente un pensador de izquierdas si por ello entendemos alguien comprometido con la lucha política por la justicia social, la igualdad y la emancipación. También lo es por proceder de la tradición marxista occidental tal y como fue apropiada y transformada por la primera generación de la Escuela de Fráncfort. Sin embargo, su manera de entender la lucha política es quizás lo que más distancia su pensamiento del marxismo ortodoxo y lo que explica su compromiso inquebrantable con la democracia radical. Para Habermas, ni la teoría social es capaz de discernir la dirección histórica en la que se han de desarrollar las luchas políticas por la emancipación ni el teórico social tiene el derecho a imponer sus preferencias políticas a los afectados escudándose en una autoproclamada autoridad epistémica. Su obra ejemplifica un “giro democrático” en la medida en que la teoría crítica ya no busca defender un proyecto político particular, sino crear las condiciones sociales en las que diversos proyectos políticos pueden ser debatidos, aceptados o rechazados por los ciudadanos mismos en el ejercicio democrático de autodeterminación política. La legitimidad de las luchas políticas depende por ello de la posibilidad de un debate público inclusivo en el que los afectados puedan denunciar las injusticias y amenazas existentes de modo efectivo para persuadir al resto de la ciudadanía a que se una a su causa política. Proteger y posibilitar una esfera pública política inclusiva es la condición necesaria para toda batalla política emancipatoria, sea nacional, supranacional o global. En este momento histórico en que la democracia está gravemente amenazada en todas partes, la obra de Habermas así como sus intervenciones como intelectual público en debates políticos claves de las últimas cinco décadas ofrecen una fuente de inspiración permanente, así como herramientas teóricas indispensables para los movimientos democráticos de izquierdas contemporáneos.
Karl Polanyi
Viena, Austria, 1886-Pickering, Canadá, 1964. Criticó con dureza los efectos negativos del dominio de la economía independizada sobre la sociedad. Obra fundamental: La gran transformación (1944).
POR CÉSAR RENDUELES
Es sociólogo y ensayista, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, su último libro es ‘Contra la igualdad de oportunidades’ (Seix Barral).
Karl Polanyi publicó su único ensayo, La gran transformación, a punto de cumplir los 60. Generacionalmente es cercano a Gramsci o Lukács, del que fue amigo íntimo, pero su obra no empezó a recibir la atención masiva de los críticos del neoliberalismo hasta finales del siglo XX. Polanyi pensaba que la sociedad de mercado es una anomalía antropológica que ha tenido consecuencias catastróficas. Los mercados en las sociedades precapitalistas estaban sometidos a regulaciones dirigidas a contener los efectos destructivos de una competición social generalizada. La mercantilización de recursos materiales necesarios para la subsistencia humana —como la tierra, los alimentos o el agua— es históricamente insólita. De hecho, Polanyi pensaba que el proyecto del mercado libre autorregulado era una más de las utopías decimonónicas, como los falansterios. Era una utopía en el sentido de que era irrealizable, pues colisionaba con características duraderas de cualquier sociedad humana. La materialización de ese proyecto utópico requirió de monstruosas ortopedias políticas que forzaron a la gente a someterse al mercado. Por eso, Polanyi creía que no existía ninguna oposición entre mercado libre y Estado represivo: al revés, el crecimiento del Estado en el siglo XIX fue la respuesta a las necesidades del laissez-faire. Y el estallido de las tensiones acumuladas por ese proyecto quimérico habría sido la causa de la gran crisis de principios del siglo XX: guerras mundiales, autoritarismo, la Gran Depresión… Polanyi defendió que los proyectos de mercantilización producían “contramovimientos”: reacciones sociales dirigidas a recuperar la soberanía política arrebatada por el mercado y cuyo sentido político podía ser democratizador o autoritario y elitista, como en el caso del fascismo. Por todo ello, Polanyi se ha convertido en un referente a la hora de analizar tanto la restauración neoliberal de los últimos 40 años —a menudo acompañada de agresivas intervenciones estatales— como el modo en que la descomposición del neoliberalismo está degenerando en movimientos políticos neoautoritarios.
Walter Benjamin
Berlín, 1892-Portbou, España, 1940. Reflexionó sobre la historia, la crítica literaria o el arte. Obra fundamental: Tesis sobre la filosofía de la historia (1940).
POR MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
Es politóloga. Es coautora de ‘Populismos’ (Alianza editorial).
Se suele mostrar a Walter Benjamin con un mosaico de ocupaciones: crítico literario, ensayista, traductor, filósofo. Hannah Arendt lo describió como ese flâneur o caminante que “sin ser poeta, pensaba poéticamente”. La dialéctica de la historia de este escritor fabuloso, marxista heterodoxo, lo hace imposible de encerrar en una sola categoría. La tensión entre lo material y el mundo de las ideas, entre el espíritu y su proyección tangible habita su obra y su pensamiento, conectados entre sí por la misma tensión poética del joven Baudelaire en su célebre poema Correspondencias: “Por allí pasa el hombre entre bosques de símbolos / que lo observan atentos con familiar mirada”. El pensador, como el rapsoda parisiense, se envuelve en la realidad fragmentada —los restos arqueológicos, la memoria de piedra de un pasado lejano— para otorgarle significados. En Benjamin, la búsqueda de sentido adquirirá, como en Arendt, un brillo metafórico inusual, aquel que le permite “en forma poética, manifestar el carácter único del mundo”.
Fue este modo de interpretar la historia, su afán por irrigar el materialismo con nociones tomadas de la teología o la mística judía, lo que lo alejó de la ortodoxia marxista. Benjamin huyó del frío cientifismo que lo reducía todo a inducir racionalmente de la infraestructura material una superestructura perfectamente objetivada en la ideología. En su lugar, propuso mirar las obras de arte con ojos sensibles, entenderlas como asideros para continuar, como niños que juegan, metiendo los pies en la arena, incluso como campos de batalla donde, a pesar de su fulgor inconsistente, también podemos leer la historia. Lejos de ser meros subproductos de las relaciones de producción, el poema, la sonata, el cuadro o la escultura aparecen tan reales como la historia misma, afirmando su naturaleza transformadora como instrumentos de emancipación de los “vencidos por la historia”. Fue el intento del que tal vez haya sido el último de los alquimistas del arte, su esfuerzo por escapar del proceso de desencantamiento del mundo al que nos abocaba el frío cientifismo marxista, un vuelo poético y del pensamiento lanzado a las masas y al mundo para fascinar de nuevo a la izquierda en tiempos de oscuridad.
El método y el jurado
La encuesta de IDEAS se realizó pidiendo a 37 expertos de diferentes ámbitos (academia, política, edición, periodismo) que eligieran a los que, a su juicio, son los diez pensadores (de cualquier época) más influyentes en la izquierda hoy en día. Los hemos ordenado en función del número de votos obtenidos.
El jurado estuvo compuesto por: Noelia Adánez, Miguel Aguilar, Jordi Amat, Meritxell Batet, Fernando Broncano, Ramón del Castillo, Caterina Da Lisca, Yolanda Díaz, Jesús Espino, Joaquín Estefanía, Soledad Gallego-Díaz, Lina Gálvez, Beatriz García, Jordi Gracia, Pablo Iglesias, Jorge Lago, Margarita León, José Moisés Martín, Laura Llevadot, Rita Maestre, Eduardo Madina, José María Maravall, Máriam Martínez-Bascuñán, Pilar Mera, Daniel Moreno, Cristina Narbona, Lluis Orriols, Joaquín Palau, Azahara Palomeque, Jaime Pastor, Clara Ramas, César Rendueles, Emmanuel Rodríguez, Clara Serra, Amelia Valcárcel, Fernando Vallespín y Remedios Zafra.


 

Del giro reaccionario





 



Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura para hoy, del filósofo Josep Ramoneda, va del giro reaccionario, Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Feijóo en la oleada reaccionaria
JOSEP RAMONEDA
01 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Despejada cualquier duda: el PP se ha subido a la corriente reaccionaria que está impulsando a gran parte de las derechas, así en Europa como en América. La irritada reacción al discurso de la presidenta del Congreso, que paralizó las manos de los parlamentarios de la derecha a la hora del aplauso de cortesía, confirma que la bronca en la que Feijóo está instalado no es circunstancial. Para la bancada popular (de Vox ya se da por supuesto), resultó insoportable que Francina Armengol citara entre los hitos legislativos de estos años la despenalización del aborto, la norma para la igualdad efectiva de hombres y mujeres, el matrimonio igualitario o la ley de eutanasia. Demasiado para una derecha que viene de donde viene y que, desde que Vox le pisa los talones, está girando al pasado a todo ritmo.
Como la renovación de la dirección del PP confirma, la apuesta por el autoritarismo posdemocrático es la opción estratégica escogida por Alberto Núñez Feijóo para afrontar los años que vienen y frenar a sus adversarios internos que compiten en la misma línea —con Ayuso en primer plano, Aznar en el salón y Miguel Ángel Rodríguez en el taller—, que han apostado por la calma, esperando el momento oportuno para darle el empujón definitivo. Feijóo, abandonando el estilo moderado con el que había construido su reputación, parece haber concluido que hay que apuntarse a los signos de los tiempos y dejarse llevar por los vientos que han empujado a Milei en Argentina y a Geert Wilders en Países Bajos, en vez de entender la lección que le dieron los electores el 23-J.
La alianza autonómica y municipal con Vox le costó al PP la derrota del 23-J en unas elecciones que daba tan por ganadas. Una parte de la ciudadanía, para sorpresa del candidato y rompiendo con la dinámica reaccionaria europea de los últimos años, priorizó el voto contra la amenaza de la extrema derecha, impidiendo una alternancia que parecía inevitable. Y Feijóo, en vez de aprender la lección y apostar por la moderación, ha optado por subirse al monte. No parece que la mejor manera de neutralizar a los que dentro del PP esperan su caída, sea apuntarse a su discurso e intentar copiarles un estilo que cuadra mal con sus modos. En estos casos, los votantes por lo general acaban prefiriendo el modelo a la copia. De modo que la opción Feijóo es una estrategia de riesgo de la que solo le podría salvar que la mayoría actual de gobierno, plagada de recelos, de desconfianzas y del inagotable arsenal de la psicopatología de las pequeñas diferencias (tan familiares en la izquierda como en los nacionalistas de cada tierra) se hunda en un jaleo imposible de gestionar.
Mientras, el líder del PP ha optado: ha entrado en una fase dialéctica de barullo en la que no pronuncia dos frases sin regalar un insulto al presidente Sánchez, llegando además a ejercicios barriobajeros, como detectarle un rictus indicio de desequilibrios emocionales, en una frase para la historia de la infamia. Cualquier idea o propuesta de futuro ha desaparecido de sus prestaciones públicas, solo destinadas a afirmar retóricamente que España está en almoneda, que el país se hunde y que la patria está en peligro en manos del traidor Sánchez. Tanto rasgarse las vestiduras, acusando a su adversario de golpista para arriba, que no se le ha ocurrido otra cosa que trasladar su propia impotencia y obsesiones a Europa, con resultados perfectamente descriptibles. Más allá del apoyo de algunos de los estrategas del autoritarismo posdemocrático, como el alemán Manfred Weber, solo consigue largas cambiadas de quienes tienen otros problemas antes que meterse en casa ajena. Y donde lo que puede conseguir es que le recuerden que lleva años negándose a la renovación del Consejo General del Poder Judicial, simplemente para no perder la mayoría que tiene en aquella casa. Magnífico ejemplo de su idea de la división de poderes.
Hay dos formas de nihilismo: la del que cree que todo es posible y se estrella al no saber combinar objetivos y oportunidades, y la del que piensa que todo le está permitido en nombre de su verdad. Feijóo flirtea con ambas camino del autoritarismo posdemocrático. Y lo que lo convierte en peligroso es que no está solo: responde a las dinámicas de poder de un nuevo capitalismo que desborda las lógicas del pasado y en el que la demagogia de la derecha autoritaria atrae a los que viven en el desconcierto del desamparo. Capitalismo industrial, Estado nación, democracia y prensa escrita configuraron un espacio que hizo posible la democracia moderna. Ninguno de estos cuatro factores es lo que era. Estamos entrando en otra fase. Y, de momento, las derechas apuestan por la demagogia autoritaria. El PP se apunta. ¿La nueva mayoría de gobierno será capaz de estar a la altura de las circunstancias y no regalar ninguna oportunidad a la amenaza que representa hoy la derecha española?



































[ARCHIVO DEL BLOG] La playa política. [Publicada el 20/02/2018]












Los partidos más cercanos al centro, PSOE y Ciudadanos, han ido desplazando su interés hacia los electores de centro-izquierda y centro-derecha, y tanto Sánchez como Rivera están desoyendo los cantos de sirena que les reclaman moderación y centrismo, en su intento de aumentar el caladero de sus posibles votantes, escribe en El País Elena Costas, economista, profesora en la Universidad Autónoma de Barcelona y editora de la revista Politikon.
Estás en la playa y hace mucho calor, comienza diciendo. La arena arde, pero caminas y caminas en busca de un puesto de helados. Y, cuando llegas, no te encuentras uno, sino dos chiringuitos contiguos. Qué poca deferencia con el cliente. ¿Por qué no están repartidos a lo largo de la playa para minimizar los desplazamientos de los bañistas? Lo mismo en la carretera. Conduces en reserva varios kilómetros. Y, cuando das con una gasolinera, resulta que hay dos estaciones de servicio, casi idénticas y adyacentes.
No has tenido mala suerte. No es la ley de Murphy. Es la teoría de Hotelling, un modelo económico para entender por qué empresas que ofrecen los mismos bienes con precios parecidos no se distribuyen uniformemente por el territorio. Dos chiringuitos que compiten por atraer a los veraneantes se situarán, espalda contra espalda, en el centro de la playa. Así cada uno se asegura la mitad del mercado.
También se aplica a la política. Es el llamado modelo de Hotelling-Downs. Si, en un sistema bipartidista, todos los votantes del país se colocaran en una playa de acuerdo a su ideología —con la persona más de izquierdas en una punta y la más de derechas en la otra—, los dos partidos correrían a ocupar el centro. Y no porque sus dirigentes sean cínicos interesados sólo en los votos y no en las políticas. Incluso asumiendo que se mueven por una vocación genuina de poner en marcha medidas de izquierdas (o derechas), la única posibilidad realista que tienen estos políticos de alcanzar el poder, y por ende de implementar sus preferencias, pasa por emplazarse en el medio del espectro ideológico. Como, tradicionalmente, han hecho Demócratas y Republicanos en EE UU, Laboristas y Conservadores en Reino Unido, o PP y PSOE en España.
El centrismo produce desencanto. Sobre todo, en los extremos. Como a los bañistas que deben andar mucho para comprar un refresco, si le preguntásemos a los votantes más de izquierdas (o de derechas), éstos demandarían que los dos partidos se alejaran del centro. Pero los partidos no tienen incentivos para desviarse. Moverse un centímetro a la izquierda (o derecha) significa necesariamente perder votantes. Aunque enfurezca a los radicales, el equilibrio político en un sistema bipartidista es la posición ideológica del votante medio.
Sin embargo, en España este equilibrio se rompe en 2015. Aparecen Podemos y Ciudadanos. Y, al principio, muchos pensamos que el aumento de competidores intensificaría la lucha por la centralidad política. Pero está sucediendo lo contrario. Los partidos más cercanos al centro, PSOE y Ciudadanos, que, inicialmente parecían querer cortejar al votante español medio, han ido desplazando su interés hacia los electores de centro-izquierda y centro-derecha respectivamente.
Lejos quedan los días del pacto Sánchez-Rivera. El líder del PSOE hace guiños ahora a los votantes de Podemos. Y el de Ciudadanos atrae a los del PP con su férrea defensa de la unidad de España. La evolución de la ubicación ideológica de los votantes indica también que PSOE y Ciudadanos se están moviendo cada uno hacia su lado del eje ideológico.
¿Por qué se está vaciando de partidos el centro político en España, justo cuando, irónicamente, tenemos un partido autoproclamado de centro? Aunque con las limitaciones propias de cualquier modelo teórico, Hotelling nos puede ayudar a entender también esta paradoja. Con cuatro chiringuitos en la playa, o con cuatro partidos en el sistema, el centro deja de ser la localización preferida. Y emerge un nuevo equilibrio, con dos empresas (o partidos) que se instalan en el punto correspondiente al primer cuarto (25 en una escala 0-100) y las otras dos en el tercer cuarto (75 en la escala 0-100). De acuerdo a esta predicción, en España se estarían conformando dos parejas de partidos mellizos: PP y Ciudadanos en lado derecho y PSOE y Unidos Podemos (UP) en el izquierdo.
Juzgando por la tendencia de las encuestas, PSOE y Ciudadanos han captado intuitivamente esta dinámica mejor que UP y PP. Sánchez y Rivera llevan tiempo desoyendo los cantos de sirena que, desde todo tipo de púlpitos, les reclaman moderación y centrismo. Y, siguiendo sus instintos, están lanzando mensajes con un perfil ideológico más inequívocamente socialdemócrata (PSOE) y liberal (Ciudadanos). Están moviendo sus chiringuitos políticos hacia donde se encuentran UP y PP.
Y avanzan plácidamente. Porque, en el nuevo escenario estratégico, Rajoy e Iglesias andan despistados. En lugar de oponer resistencia en el centro-derecha y centro-izquierda, huyen hacia los extremos, reivindicándose como los auténticos defensores de las esencias. Por ejemplo, el PP con Albiol en Cataluña o UP radicalizando su agenda social. Si siguen moviéndose en el mismo sentido que Ciudadanos y PSOE, en lugar de salirles al paso, PP y UP corren el riesgo de quedar arrinconados en cada una de las dos puntas de nuestra playa política. Obtendrían así sólo los votos de los más radicales.
En términos de representatividad democrática, ¿es mejor un sistema con cuatro o con dos partidos? En comparación con antes de 2015, los votantes más ideologizados están ahora ciertamente más contentos. Ya no tienen que “caminar” hasta el centro para votar. Pero si el bipartidismo enfadaba a los votantes radicales, el multipartidismo puede enojar a los moderados. Son ahora los que se hallan en el centro de la playa quienes tendrán que desplazarse, a izquierda o derecha, para encontrar un partido que les represente.
Sin duda, el votante mediano siempre tendrá quien le escriba. PSOE y Ciudadanos intentarán mantener a los ciudadanos de centro en sus radares. Pero ya no conformarán la base de sus programas, que tendrán unos tintes ideológicos más marcados.
Esta mayor ideologización de los discursos casa mal con la creciente necesidad de pactos parlamentarios. Tanto la aprobación de los presupuestos como cualquier reforma legislativa —por no hablar de los postergados pactos de Estado (en educación, sanidad, pensiones o estructura territorial)— requiere, dada la fragmentación del hemiciclo, un acuerdo entre unas fuerzas de izquierdas y derechas cada vez más distantes. Cuando más importante es tender puentes, más se alejan las dos orillas.
Dentro del parlamento, el mestizaje ideológico es más necesario que en cualquier otro periodo de nuestra democracia. Pero, fuera, los partidos tienen más interés que nunca en apelar a la pureza ideológica. Tenemos más chiringuitos en la playa, pero nos vamos a seguir quemando los pies para encontrarlos. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt















miércoles, 6 de diciembre de 2023

De las bondades de la Constitución

 






Algo bueno tendrá la Constitución
SERGIO DEL MOLINO
06 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Algo bueno tendrá la Constitución cuando a la mayoría de los españoles les va bien y solo le darían una capa de barniz o una manita de pintura, según confesaron esta semana en una encuesta. Yo tengo unos meses menos que la Constitución, somos casi quintos, y mi médico dice que lo mío no se arregla con un par de reformitas, que necesito consensos más ambiciosos y cambios de régimen radicales si quiero llegar a cumplir otros tantos años. Quién pillara una salud como la constitucional: hasta los partidos que nacieron contra ella se resguardan hoy en sus artículos.
Contrasta el contento aparente que la Constitución inspira casi medio siglo después con la matraca del régimen del 78 y la cultura de la Transición, lugares comunes ambos, usados al tuntún a derecha y a izquierda y en todas las lenguas cooficiales de España. Decía Michi Panero que en esta vida se puede ser de todo menos coñazo, y los odiadores del espíritu constitucional han sido, sobre todo, unos pelmas que aspiraban a convencer al país de sus argumentos a través de la acedía, que es la forma filosófica de llamar a la fatiga.
No les ha funcionado, como ha fracasado también el intento de usarla como bandera en la trinchera. La mayor virtud de la Constitución es su no militancia, y hasta ahora ha resistido bien las maniobras de la derecha para convertirla en una consigna. Encaja mal en las pancartas por lo mismo que se hace difícil defenderla desde la emoción, porque no tiene épica. El documento fundacional de la democracia más profunda, larga y próspera de la historia de España, al que debemos las mejores décadas, es un librito farragoso y expurgado de retórica. En parte, eso le reprochan los ideólogos contra el régimen del 78: su inanidad. Nació de una acedía insufrible. Aquel consenso vino del miedo y del cansancio, y con esas emociones no se escriben cantares de gesta.
No es extraño que mi generación y las posteriores sientan que sabe a poco, como esas pastas rancias que sacan las tías del pueblo cuando vas a visitarlas. Dicen que nos las hemos comido por cortesía, pero sin hambre ni placer. Se entiende la decepción de quienes buscan la aventura en la política, pero las encuestas insisten en que la mayoría de los españoles aprecia el sacrificio que la tía del pueblo hizo para ofrecer esas pastitas en una casa donde hay paz y los vecinos no se matan. Los héroes y los mártires de las guerras de nuestros antepasados jamás lograron nada parecido. Sergio del Molino es escritor.












De los látigos moralizantes

 






Látigos moralizantes
MANUEL JABOIS
06 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Uno de los momentos más fabulosos que me ha dado a vivir este nuevo siglo de las luces ocurrió cuando pude comprobar que había gente quitándole hierro a la rebaja de penas de violadores a causa de un error de la ley del sólo sí es sí con el mismo ardor que reclamaba, al mismo tiempo, el máximo castigo (expedientes, expulsiones, cárcel) a la berrea de un chat de WhatsApp de unos alumnos de la Universidad de La Rioja. Había en ello una descripción delicada de la atmósfera, previsible en el caso del fallo de la ley (estoy seguro de que la comprensión de los políticos, periodistas y activistas de izquierdas hubiera sido la misma de haber sido un gobierno de derechas el que sacase antes de tiempo, sin querer, a violadores a la calle) y moralizante hasta la fatiga en el caso de los mensajes privados: ¿hasta dónde puede llegar el ojo público, y por tanto su régimen de concesiones y castigos, en tus conversaciones privadas?
Fue el 6 de septiembre cuando la Cadena SER publicó la exclusiva de unos mensajes machistas y homófobos en un grupo de casi 200 alumnos universitarios. “Últimamente son muy putas todas”, “hay que partirle las bragas”, decían entre whatsapps en los que juzgaban físicamente a las nuevas alumnas (“es un puto quesito de cabra del copón”) y contaban, en fin, lo que les harían. Se produjo entonces un escándalo tan explosivo (hubo hasta concentraciones) como breve, probablemente porque los escandalizados miraron a sus propias casas y se encontraron a hijos de 18 años de los que no saben lo que tienen dentro del teléfono, del mismo modo que hace treinta años no sabían lo que tenían debajo del colchón. Hubo, en fin, una ola popular provocada por la lectura en frío de unos mensajes repugnantes expresados en lo que se creía entorno privado (y aquí está mi duda más sensible sobre este asunto: ¿a partir de cuántos miembros un grupo de WhatsApp deja de ser un chat privado?) y difundidos en público.
Rápidamente surgieron las preguntas de rigor. ¿Es sancionable la repugnancia en la intimidad? ¿Hay algún improvisado juez de la plaza pública que nunca, en correspondencia privada, especialmente cuando era más joven, haya escrito de un muchacho “menudo culito tiene, lo que hacía con él” o expresado de una muchacha sus ganas de partirle las bragas? ¿Alguien se cree que Pablo Iglesias deseó de verdad en alguna ocasión azotar a Mariló Montero hasta hacerla sangrar o simplemente, en un ambiente de confianza, hizo por las risas el típico comentario machuno? ¿Podemos publicar mañana todos nuestra mensajería privada con la tranquilidad de sabernos seres puros, moralmente austeros, blanquísimos en nuestro humor respecto a los demás, contenidos y respetuosos en nuestra sexualidad, sinceros, honestos, generosos y buena gente, amigos de nuestros amigos, sin rabietas y odios locos, sin calentones contra nadie, pulcrísimos políticamente: lo que toda la vida se conocería —de haber existido alguien así— como un puto coñazo? Y por último, ¿cómo escribiríamos en nuestros chats privados de saber que mañana eso puede publicarse en un periódico?
La Universidad de La Rioja anunció este martes el archivo de las actuaciones contra los alumnos. Pocos se acordaban de un asunto que por un día pareció paralizar el país. No se trata de restarle gravedad, se trata de contextualizarlo. Quizá dentro de un tiempo esos chavales se lean a sí mismos con vergüenza, ojalá. Quizá dentro de un tiempo los látigos moralizantes también lo hagan, ojalá no.  Manuel Jabois es escritor.