viernes, 14 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] Lo pedante y lo cursi



El cineasta surcoreano Bong Joon Ho 


"Lo pedante y lo cursi no son lo mismo, pero brotan de la misma fuente -escribe en el A vuelapluma de hoy viernes el filósofo Antonio Valdecantos-. Una y otra cualidad están marcadas, en efecto, por un estiramiento sobreactuado y vigilante que no se consiente a sí mismo perder de vista ningún detalle. Además, no basta con ser pedante o cursi durante un rato y recobrar después la lucidez del habla; quien ostenta una de esas dos propiedades lo hará adictivamente mientras comparezca en la escena social, y a menudo tendrá que aumentar la dosis, no vaya a ser que surjan dudas sobre lo sabio o lo refinado que es. Huelga decir que se puede ser pedante y cursi al mismo tiempo, lo cual, cuando se da, hace que cada uno de los dos vicios sea más insoportable.

La pedantería es una tara habitual de intelectuales, escritores y profesores, mientras que la cursilería encuentra quizá su estereotipo entre las gentes del espectáculo. Allí donde los cursis se reúnen (y no digamos si se trata de una de esas galas relamidas en las que se otorgan honores y premios), el empalago crece hasta provocar un sonrojo bochornoso.

La competencia entre gente cursi provoca la adulación mutua y el amaneramiento general, mientras que las pugnas entre pedantes suelen ser avinagradas y resentidas: el cursi busca impregnarlo todo de afectación como quien embadurna de miel un bizcocho, pero el pedante necesita mostrar que nadie de los que le rodean (intrusos e impostores que nunca se le deberían haber acercado) puede competir con él.

Lo esencial de los términos “pedante” y “cursi” es que solo se aplican a la conducta ajena. Uno mismo se juzgará refinado (e incluso exquisito), pero no cursi, o se creerá portentosamente docto, pero jamás pedante, de modo que el exterminio de estos vicios está condenado al fracaso: como no habrá quien admita pertenecer a las categorías en cuestión, nadie se dará nunca por aludido.

Conviene añadir que las relaciones entre la cursilería y la zafiedad y entre la pedantería y la ignorancia son cosa bien perversa. El cursi puede llegar a convertirse, cuando se queda en pijama, en el hombre más zafio del distrito, y tampoco será raro que el pedante, fuera de horario lectivo, tenga por cosa apropiada entregarse a un adocenamiento mental que haría enrojecer a sus alumnos (nótese, de paso, que, aunque la pedantería y la cursilería son distintas entre sí, sus contrarios se asemejan mucho).

El cuádruple caso del pedante que además es cursi y que puede llegar a mostrarse brutalmente grosero y a hacer mofa de la inteligencia parece demasiado imperdonable, pero todos hemos tratado con gentes así, y la mezcla no resulta rara. ¿Acaso no es la cultura contemporánea un tránsito cansino y tedioso entre esos cuatro momentos, que se suceden en orden variable y con ritmo cambiante? Puede que lo sea, pero puede también que esto no constituya una novedad de nuestra época. Seguramente la vida civilizada es cursi y pedante por naturaleza, y debe segregar las cantidades de incuria mental y rusticidad de modales necesarias para hacerse perdonar las dos primeras vergüenzas.

La cultura es cierta sucesión de fases en las que las personas individuales y colectivas están poseídas por alguno de esos cuatro demonios, desgarradas por la pelea entre ellos o absorbidas por alguna de sus mezclas. Aquí debería regir la máxima de Cristo acerca de la lapidación de la mujer adúltera: para que se tirase la primera piedra, tendría que haber alguien libre de pecado, y lo más recomendable sería imaginarse contundentemente descalabrado, en medio de toda la pedante cursilería a que uno puede abandonarse si se le da ocasión y se le presta oídos. Todo el mundo debería intentar el ejercicio: si de verdad quieres conocerte a ti mismo o a ti misma, imagínate actuando de la manera más artificiosa y engolada, e imagina después la grosera resaca de esas embriagueces. Calcula cuántos episodios de alguno de estos tipos has ofrecido en las últimas semanas y cuántos te dispones a perpetrar en las próximas.

Las palabras prestan un servicio admirable, aunque envenenado y difícil de soportar, cuando aquellas que se inventaron para burlarse de la conducta ajena se manifiestan (con la gélida perversidad de que es capaz el lenguaje, y solo él, en los momentos en que cobra vida propia) aplicadas a uno mismo. Ten cuidado con estos episodios porque no te proporcionarán el retrato más gratificante que de ti pueda darse, pero sí el único verdadero. El tuyo y el de lo que sueles llamar tu cultura y tu época. La verdad, no en vano, solo se revela cuando las palabras se extravían de su curso ordinario en un modo hasta entonces desconocido, haciendo de lo acostumbrado un anacronismo que no se entiende cómo pudo durar tanto".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








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[CLÁSICOS DE SIEMPRE] Hoy, con "La Andriana", de Terencio





Continúo con esta entrada la sección dedicada a las obras de autores grecolatinos, subiendo al blog la comedia titulada La Andriana, de Terencio. La pueden leer en el enlace inmediatamente anterior, y ver una representación de la misma (en italiano) por el Liceo Classico di Rionero, en este vídeo  de diciembre de 2016.  

Publio Terencio Afro fue un autor de comedias durante la República romana. Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, aunque Suetonio menciona que murió en 159 a. C. a la edad de treinta y cinco años. Sus comedias se estrenaron entre 170 y 160 a. C. A lo largo de su vida escribió seis obras, todas conservadas. En comparación, su predecesor Plauto escribió alrededor de ciento treinta obras. 

Terencio, de origen bereber, nació como esclavo romano (tomó su nombre del senador Terencio Lucano, en cuya casa sirvió como esclavo) pero fue liberado por éste debido a que despertó admiración dadas sus extraordinarias cualidades. Posiblemente y debido a su nombre Afer ('el africano') sea oriundo de Cartago.Como Plauto, Terencio adaptó obras griegas de la última época de la comedia ática. Fue más que un traductor, como han confirmado los descubrimientos modernos de antiguas obras griegas. Sin embargo, las obras de Terencio utilizan un escenario 'griego' más convincente en lugar de romanizar la situación: las convenciones de la época impedían que los sucesos 'frívolos' tuvieran lugar en Roma. Terencio trabajó concienzudamente para escribir en un latín conversacional, y la mayor parte de los estudiosos consideran que su estilo en latín es particularmente agradable y directo. Elio Donato, maestro de San Jerónimo, es el comentarista de Terencio más antiguo conocido. Su popularidad durante la Edad Media y el Renacimiento está atestiguada por la gran cantidad de manuscritos que contienen sus obras o parte de ellas; la estudiosa Claudia Villa ha estimado que existen 650 manuscritos que contienen su obra posteriores al año 800. La autora medieval Hroswitha de Gandersheim argüía que había escrito sus obras para que sus monjas no malgastasen su tiempo leyendo a Terencio. La primera edición impresa de las comedias de Terencio data del año 1470 en Estrasburgo, mientras que no existe constancia de puestas en escena de sus obras hasta 1476, año en el que se representa Andria (La Andriana) en Florencia.

Andria fue su primera obra, escrita a los 19 años. Terencio la adaptó desde la traducción de la obra de Menandro concretamente de Andria y Perinthia. Fue representada en Roma por primera vez, alrededor del 170 a. C. También fue la primera de sus obras representada después de la antigüedad, en 1476 en Florencia. En Andriana se cuenta la historia del viejo Simón, que se ha asociado con su vecino Cremes para que sus hijos, Pánfilo y Filomena, se casen. Pánfilo, sin embargo, tiene un romance secreto con Glicerio, una chica que todo el mundo cree que es hermana de la cortesana Chrysis, quien espera un hijo de él. Simón descubre la relación de su hijo en el funeral de Chrysis y, profundamente irritado por esta "rebelión", le comunica la inminencia de la boda con Filomena, no obstante Cremes ha cancelado el acuerdo. El joven, sin embargo, está decidido a no traicionar a Glicerio y finge aceptar pasivamente el matrimonio. La historia se complica: Cremes ha cambiado de opinión y consentimientos. Los malentendidos se aclaran con la llegada del viejo Critón, amigo de la fallecida Chrysis, que reconoce a Glicerio como la hija que Cremes creía muerta en un naufragio en la isla de Andros, Pasibula. La obra termina con la boda doble: Pánfilo se casa con Glicerio y Carino, un amigo de Pánfilo, desposa a Filomena.




La diosa Talía, musa del teatro



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es viernes, 14 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...


















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jueves, 13 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] Escribir en librerías



Una librería-cafetería en la ciudad de Barcelona


"Hay algo fascinante en la reunión de libros, ¿no les parece? Se acumulen como se acumulen y donde sea que se acumulen -comenta la escritora Flavia Company en el A vuelapluma de hoy jueves-. Por orden o por desorden, por necesidad o por capricho. Por organización alfabética, temática, por medidas o por editoriales. En estanterías, en mesas o en el suelo. Y si estamos de acuerdo en esta primera opinión, también lo estaremos en decir que el colmo de esos paraísos se encuentra en las bibliotecas, públicas o privadas, y en las librerías.

En las primeras reina un silencio obligado. En las segundas, uno inevitable que, desde hace ya tiempo, se ha visto modificado por la incorporación de pequeñas cafeterías, deliciosas, en las que suena una música suave de la que, en realidad, se podría prescindir, pues ningún lector tiene miedo del silencio, es más, suele preferirlo. Y no les digo nada si se trata de quienes decidimos ir a escribir allí. Podemos abstraernos, y sin duda lo conseguimos, pero cuánto mejor sería si no sonara de fondo una melodía, como suele ocurrir ya en todas partes, sea gran superficie, aeropuerto o consulta médica. (El tema del ruido que se vende como sonido que acompaña, no obstante, queda para la próxima entrega). Pocos espacios pueden resultarme más apropiados. Es como estar en el vestíbulo del lugar al que se va a ingresar. Me encuentro allí escribiendo en mi cuaderno una o varias historias que, cuando estén terminadas, se van a convertir en un libro que va a vivir con otros libros en aquellas estanterías hasta que alguien lo encuentre, lo sienta y se lo quede.

He probado muchas cafeterías de librerías por el mundo. Puesto que escribo a mano, con pluma, en cuadernos de papel liso que me haya regalado alguien que me quiera, no dependo de enchufes ni de baterías ni de tecnología alguna. Como los vinos, casi siempre las elijo por el nombre. Por el del local o por el de la calle en que se encuentra. Y cada día me dirijo allí a la misma hora, pido un cortado, y espero que llegue el principio de lo que sé que voy a narrar. Y miro todos esos volúmenes, todos esos lomos de colores, esa cantidad de títulos en cuyo interior anida al menos un secreto, uno distinto para cada persona que lo abra y lo lea, y sonrío y doy gracias a la vida, otra vez, por darme la fe necesaria para seguir creyendo que el mundo puede contarse con tinta".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






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[ARCHIVO DEL BLOG] Un centenario trágico. (Publicada el 27 de julio de 2009)




Barcelona. Julio de 1909



Ayer, 26 de julio, se cumplieron 100 años justos del inicio de los trágicos sucesos que con motivo de las levas de reclutas llevadas a cabo por el gobierno de España para sostener las guerras en Marruecos, sacudieron la ciudad de Barcelona. conmovieron a España y Europa, y pasaron a la historia con el sobrenombre de la "Semana Trágica".

Un interesante artículo: "Joan Maragall y la Semana Trágica", del controvertido historiador, sacerdote y monje benedictino de Montserrat, Hilari Raguer, daba cuenta del aniversario en El País de hace dos días, centrando su comentario no tanto en los hechos en sí, que expone sucintamente, sino en los sentimientos que esos acontecimientos suscitaron en el gran poeta catalán Joan Maragall, contemporáneo de los hechos. Y sobre todos ellos, el proceso, condena y ejecución del pedagogo Francisco Ferrer i Guardia, fundador de la "Escuela Moderna", al que el gobierno de Maura hizo responsable de los disturbios que dieron origen a la "Semana Trágica".

El artículo de Raguer se centra en los infructuosos esfuerzos que Joan Maragall realizó a través de tres famosos artículos de prensa para obtener el indulto de los condenados por los Consejos de Guerra sumarísimos organizados por el gobierno, artículos que motivaron una espectacular campaña en toda Europa a favor del indulto, y que recuerda la acaecida en 1976 con motivo de las ejecuciones llevadas a cabo en las postrimerías del franquismo, las últimas habidas en España.

En el tercero y último de los artículos de Joan Maragall, publicado el 18 de diciembre de 1909 en "La Veu de Catalunya", y titulado "La iglèsia cremada", cuenta el gran poeta catalán el fuerte impacto que, días después de la "Semana Trágica", le produjo una misa celebrada en una iglesia quemada: "Yo nunca había oído una misa como aquélla". Tres veces lo repite, dice Raguer, encabezando otros tantos párrafos, y a la cuarta añade: "... y, en comparación, puedo decir que nunca había oído misa". Aquel día entendió qué es la misa, y lo que la misa le exige a cada cristiano y a toda la Iglesia, añade Raguer.

Las conmovedoras reflexiones de Maragall sobre el mensaje cristiano que traslucen sus palabras me han hecho recordar un artículo leído hace unos días en el último número de Revista de Libros: "El nuevo debate entre la fe y la razón", escrito por la catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Autónoma de Barcelona Victoria Camps, en el que hablando del también filósofo italiano Gianni Vattimo, dice de él que practica un cristianismo muy "sui generis", al que "no le interesa la existencia de Dios ni la resurrección de los muertos, dice no a la teodicea, al paraíso, al infierno y al purgatorio, pero que no renuncia a proclamarse cristiano, no por inercia, sino porque le parece que algo interesante tiene que decir aún la religión y que no es legítimo eliminarla del todo".

¿Se puede ser cristiano sólo con Cristo, sin necesidad de Dios ni de la iglesia? Yo diría que sí. Y si nos guiamos por el ejemplo que muchos de los pastores de la iglesia dan, sobre todo en cuanto a caridad y amor al prójimo se refiere, tengo la impresión de que sus acciones no están a la altura de aquél al que dicen seguir... HArendt




Manifestación en contra de la ejecución de Ferrer i Guardia (1909)



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es jueves, 13 de febrero





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miércoles, 12 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] Atizar al Rey y hacerse la selfie





"¿Insomnio? ¿Neuralgias? ¿Inapetencia? ¿Peleas con los cuñados? El independentismo catalán tiene el alivio infalible, idóneo para impresionar a las visitas y muy económico: pegarle un viaje a la monarquía constitucional -comenta el periodista Joaquín Luna, y me salva de nuevo el A vuelapluma de hoy miércoles-. No hay mejor pintura de brocha gorda en la política catalana que atizar a Felipe VI y lo que encarna. ¿ERC y JxC andan a la greña? ¿Que Puigdemont lanzó ayer dardos a Junqueras durante su mitin en la narcisista comisión del 155? ¿Engañamos a la parroquia en el 2017? Cerebrino Mandri: el Rey no nos representa, es franquista –¡si Juan Carlos I desmanteló el régimen!–, cuesta pasta y no nos ayuda a cargarnos España.

A medida que pasa el tiempo, cada ataque o desplante facilón a la monarquía constitucional es otra prueba del fiasco del procés y de la dificultad de sus protagonistas para asumir el desaguisado.

Tanto reclamar diálogo y cuando se les ofrece –ese fue el espíritu del mensaje de Felipe VI en el Parlamento–, aparece el niño malcriado...

Si el independentismo aspira a irse de España, ¿qué les importa la monarquía constitucional, refrendada en las urnas durante el proceso constituyente? Yo, al menos, no detecto que sea una prioridad en el conjunto de España; actitud sensata, porque bastantes problemas tiene la gente como para crear debates artificiales. Si acabaríamos eligiendo a Bertín Osborne... ¡Ay, esa manía de creerse la conciencia de la democracia!

Con estos mismos argumentos contra la monarquía constitucional, el independentismo haría el ridículo en el Reino Unido, Japón o Suecia, aunque acaso cosechase alguna adhesión de los defensores de las repúblicas de Argelia, Corea del Norte o Uzbekistán, estados ejemplares por el hecho de ser firmes detractores del sistema monárquico.

Ya antes del famoso discurso del 3 de octubre –escuchado hoy, sin la emotividad de aquellos días, cambia, y mucho–, el independentismo llevaba años de campaña contra el Monarca y lo que representa –Juegos Olímpicos de Barcelona incluidos–, culminada en la infame encerrona de la manifestación de duelo por los atentados de Barcelona y Cambrils. Imputar el fanatismo de unos catalanes musulmanes al comercio legal con Arabia Saudí fue el acto de demagogia más triste vivido por Europa en horas de luto por el yihadismo. Ya lo saben. ¿Que no hay república? Siempre nos queda atizar a Felipe VI y hacernos una selfie".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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[CUENTOS PARA ADULTOS] Hoy, con "La mujer", de Juan Bosch





El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie Cuentos para adultos con el titulado La mujer, de Juan Bosch (1909-2001), cuentista, ensayista, novelista, narrador, historiador, educador y político dominicano. Bosch fue electo presidente de la República Dominicana en 1962, cargo que asumió por un breve período en 1963. Su gobierno fue derrocado por un golpe de estado casi siete meses después de asumir la presidencia. No obstante, al día de hoy, se le recuerda como uno de los políticos más honestos de la democracia Dominicana​ y está considerado como uno de los escritores más preclaros de Latinoamérica, en especial en el género del cuento.

Fue un líder de la oposición dominicana en el exilio contra el régimen de Rafael Trujillo durante más de 26 años. Además, fue el fundador de dos de los principales partidos políticos dominicanos: el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en 1939 y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en 1973. Les dejo con su relato.


LA MUJER
por  
Juan Bosch (1933)

La carretera está muerta. Nadie ni nada la resucitará. Larga, infinitamente larga, ni en la piel gris se le ve vida. El sol la mató; el sol de acero, de tan candente al rojo, un rojo que se hizo blanco. Tornose luego transparente el acero blanco, y sigue ahí, sobre el lomo de la carretera.

Debe hacer muchos siglos de su muerte. La desenterraron hombres con picos y palas. Cantaban y picaban; algunos había, sin embargo, que ni cantaban ni picaban. Fue muy largo todo aquello. Se veía que venían de lejos: sudaban, hedían. De tarde el acero blanco se volvía rojo; entonces en los ojos de los hombres que desenterraban la carretera se agitaba una hoguera pequeñita, detrás de las pupilas.

La muerta atravesaba sabanas y lomas y los vientos traían polvo sobre ella. Después aquel polvo murió también y se posó en la piel gris.

A los lados hay arbustos espinosos. Muchas veces la vista se enferma de tanta amplitud. Pero las planicies están peladas. Pajonales, a distancia. Tal vez aves rapaces coronen cactos. Y los cactos están allá, más lejos, embutidos en el acero blanco.

También hay bohíos, casi todos bajos y hechos con barro. Algunos están pintados de blanco y no se ven bajo el sol. Sólo se destaca el techo grueso, seco, ansioso de quemarse día a día. Las cañas dieron esas techumbres por las que nunca rueda agua.

La carretera muerta, totalmente muerta, está ahí, desenterrada, gris. La mujer se veía, primero, como un punto negro, después, como una piedra que hubieran dejado sobre la momia larga. Estaba allí tirada sin que la brisa le moviera los harapos. No la quemaba el sol; tan sólo sentía dolor por los gritos del niño. El niño era de bronce, pequeñín, con los ojos llenos de luz, y se agarraba a la madre tratando de tirar de ella con sus manecitas. Pronto iba la carretera a quemar el cuerpo, las rodillas por lo menos, de aquella criatura desnuda y gritona.

La casa estaba allí cerca, pero no podía verse.

A medida que se avanzaba crecía aquello que parecía una piedra tirada en medio de la gran carretera muerta. Crecía, y Quico se dijo: “Un becerro, sin duda, estropeado por un auto”.

Tendió la vista: la planicie, la sabana. Una colina lejana, con pajonales, como si fuera esa colina sólo un montoncito de arena apilada por los vientos. El cauce de un río; las fauces secas de la tierra que tuvo agua mil años antes de hoy. Se resquebrajaba la planicie dorada bajo el pesado acero transparente. Y los cactos, los cactos coronados de aves rapaces.

Más cerca ya, Quico vio que era persona. Oyó distintamente los gritos del niño.

El marido le había pegado. Por la única habitación del bohío, caliente como horno, la persiguió, tirándole de los cabellos y machacándole la cabeza a puñetazos.

-¡Hija de mala madre! ¡Hija de mala madre! ¡Te voy a matar como a una perra, desvergonsá!

-Pero si nadie pasó, Chepe: nadie pasó -quería ella explicar.

-¿Que no? ¡Ahora verás!

Y volvía a golpearla.

El niño se agarraba a las piernas de su papá, no sabía hablar aún y pretendía evitarlo. Él veía la mujer sangrando por la nariz. La sangre no le daba miedo, no, solamente deseos de llorar, de gritar mucho. De seguro mamá moriría si seguía sangrando.

Todo fue porque la mujer no vendió la leche de cabra, como él se lo mandara; al volver de las lomas, cuatro días después, no halló el dinero. Ella contó que se había cortado la leche; la verdad es que la bebió el niño. Prefirió no tener unas monedas a que la criatura sufriera hambre tanto tiempo.

Le dijo después que se marchara con su hijo:

-¡Te mataré si vuelves a esta casa!

La mujer estaba tirada en el piso de tierra; sangraba mucho y nada oía. Chepe, frenético, la arrastró hasta la carretera. Y se quedó allí, como muerta, sobre el lomo de la gran momia.

Quico tenía agua para dos días más de camino, pero la gastó en rociar la frente de la mujer. La llevó hasta el bohío, dándole el brazo, y pensó en romper su camisa listada para limpiarla de sangre. Chepe entró por el patio.

-¡Te dije que no quería verte má aquí, condená!

Parece que no había visto al extraño. Aquel acero blanco, transparente, le había vuelto fiera, de seguro. El pelo era estopa y las córneas estaban rojas.

Quico le llamó la atención; pero él, medio loco, amenazó de nuevo a su víctima. Iba a pegarle ya. Entonces fue cuando se entabló la lucha entre los dos hombres.

El niño pequeñín comenzó a gritar otra vez; ahora se envolvía en la falda de su mamá.

La lucha era como una canción silenciosa. No decían palabra. Sólo se oían los gritos del muchacho y las pisadas violentas.

La mujer vio cómo Quico ahogaba a Chepe: tenía los dedos engarfiados en el pescuezo de su marido. Éste comenzó por cerrar los ojos; abría la boca y le subía la sangre al rostro.

Ella no supo qué sucedió, pero cerca, junto a la puerta, estaba la piedra; una piedra como lava, rugosa, casi negra, pesada. Sintió que le nacía una fuerza brutal. La alzó. Sonó seco el golpe. Quico soltó el pescuezo del otro, luego dobló las rodillas, después abrió los brazos con amplitud y cayó de espaldas, sin quejarse, sin hacer un esfuerzo.

La tierra del piso absorbía aquella sangre tan roja, tan abundante. Chepe veía la luz brillar en ella.

La mujer tenía las manos crispadas sobre la cara, todo el pelo suelto y los ojos pugnando por saltar. Corrió. Sentía flojedad en las coyunturas. Quería ver si alguien venía. Pero sobre la gran carretera muerta, totalmente muerta, sólo estaba el sol que la mató. Allá, al final de la planicie, la colina de arenas que amontonaron los vientos. Y cactos embutidos en el acero.

FIN




El escritor y político Juan Bosch



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