viernes, 13 de diciembre de 2019

[HISTORIA] El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la Historia




Dibujo de Tomás Ondarra para El País


"¿A quién se le ocurrió que la contención salarial y el menor gasto público podían contribuir a mejorar los niveles de vida?", afirma Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, profesor distinguido de la Universidad de Columbia y economista principal en el Roosevelt Institute, y pienso que tiene bastante de razón en lo dice.

"Al final de la Guerra Fría, -comienza escribiendo Stiglitz- el politólogo Francis Fukuyama escribió un famoso ensayo titulado The End of History? (¿El fin de la historia?), donde sostenía que el derrumbe del comunismo eliminaría el último obstáculo que separaba al mundo de su destino de democracia liberal y economía de mercado. Muchos estuvieron de acuerdo.

Hoy, ante una retirada del orden mundial liberal basado en reglas, con autócratas y demagogos al mando de países que albergan mucho más de la mitad de la población mundial, la idea de Fukuyama parece anticuada e ingenua. Pero esa teoría aportó sustento a la doctrina económica neoliberal que prevaleció los últimos 40 años.

Hoy la credibilidad de la fe neoliberal en la total desregulación de mercados como forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva, y por buenos motivos. La pérdida simultánea de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es coincidencia o mera correlación: el neoliberalismo lleva cuatro décadas debilitando la democracia.

La forma de globalización prescrita por el neoliberalismo dejó a individuos y a sociedades enteras incapacitados para controlar una parte importante de su propio destino, como Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard, explicó con mucha claridad, y como yo mismo sostengo en mis libros recientes Globalization and Its Discontents Revisited y People, Power, and Profits. Los efectos de la liberalización de los mercados de capitales fueron particularmente odiosos: bastaba que el candidato con ventaja en una elección presidencial de un país emergente no fuera del agrado de Wall Street para que los bancos sacaran el dinero del país. Los votantes tenían entonces que elegir entre ceder a Wall Street o enfrentar una dura crisis financiera. Parecía que Wall Street tenía más poder político que la ciudadanía.

Incluso en los países ricos se decía a los ciudadanos: “No es posible aplicar las políticas que ustedes quieren” (llámense protección social adecuada, salarios dignos, tributación progresiva o un sistema financiero bien regulado) “porque el país perderá competitividad, habrá destrucción de empleos y ustedes sufrirán”.

En todos los países (ricos o pobres) las élites prometieron que las políticas neoliberales llevarían a más crecimiento económico, y que los beneficios se derramarían de modo que todos, incluidos los más pobres, estarían mejor que antes. Pero hasta que eso sucediera, los trabajadores debían conformarse con salarios más bajos, y todos los ciudadanos tendrían que aceptar recortes en importantes programas estatales.

Las élites aseguraron que sus promesas se basaban en modelos económicos científicos y en la “investigación basada en la evidencia”. Pues bien, 40 años después, las cifras están a la vista: el crecimiento se desaceleró, y sus frutos fueron a parar en su gran mayoría a unos pocos en la cima de la pirámide. Con salarios estancados y Bolsas en alza, los ingresos y la riqueza fluyeron hacia arriba en vez de derramarse hacia abajo.

¿A quién se le ocurre que la contención salarial (para conseguir o mantener competitividad) y la reducción de programas públicos pueden contribuir a una mejora de los niveles de vida? Los ciudadanos sienten que se les vendió humo. Tienen derecho a sentirse estafados.

Estamos experimentando las consecuencias políticas de este enorme engaño: desconfianza en las élites, en la “ciencia” económica en la que se basó el neoliberalismo y en el sistema político corrompido por el dinero que hizo todo esto posible.

La realidad es que, pese a su nombre, la era del neoliberalismo no tuvo nada de liberal. Impuso una ortodoxia intelectual con guardianes totalmente intolerantes del disenso. A los economistas de ideas heterodoxas se los trató como a herejes dignos de ser evitados o, en el mejor de los casos, relegados a unas pocas instituciones aisladas. El neoliberalismo se pareció muy poco a la “sociedad abierta” que defendió Karl Popper. Como recalcó George Soros, Popper era consciente de que la sociedad es un sistema complejo y cambiante en el que cuanto más aprendemos, más influye nuestro conocimiento en la conducta del sistema.

La intolerancia alcanzó su máxima expresión en macroeconomía, donde los modelos predominantes descartaban toda posibilidad de una crisis como la que experimentamos en 2008. Cuando lo imposible sucedió, se lo trató como a un rayo en cielo despejado, un suceso totalmente improbable que ningún modelo podía haber previsto. Incluso hoy, los defensores de estas teorías se niegan a aceptar que su creencia en la autorregulación de los mercados y su desestimación de las externalidades cual inexistentes o insignificantes llevaron a la desregulación, que fue un factor fundamental de la crisis. La teoría sobrevive, con intentos de adecuarla a los hechos, lo cual prueba cuán cierto es aquello de que cuando las malas ideas se arraigan, no mueren fácilmente.

Si no bastó la crisis financiera de 2008 para darnos cuenta de que la desregulación de los mercados no funciona, debería bastarnos la crisis climática: el neoliberalismo provocará literalmente el fin de la civilización. Pero también está claro que los demagogos que quieren que demos la espalda a la ciencia y a la tolerancia sólo empeorarán las cosas.

La única salida, el único modo de salvar el planeta y la civilización, es un renacimiento de la historia. Debemos revivir la Ilustración y volver a comprometernos con honrar sus valores de libertad, respeto al conocimiento y democracia".



La diosa Clío, musa de la historia


La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es viernes, 13 de diciembre






El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...


















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jueves, 12 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Nostalgia del bar de pueblo





"En los pueblos de España -comenta el escritor Fernando Ónega- había media docena de instituciones aceptadas, consensuadas y respetadas: la escuela, la casa del médico, la iglesia, el cementerio, la fuente y los bares. La supervivencia de la escuela depende ahora del número de habitantes. La casa del médico fue sustituida por centros comarcales de salud. Las iglesias son desvalijadas; les roban incluso las campanas. El cementerio es curiosamente el que da más señales de vida, porque los viejos quieren ser enterrados con su familia y en el lugar donde nacieron. Las fuentes dan cada vez menos agua por el calentamiento, que no respeta ni las aldeas. Y los bares están cerrando: España perdió 20.000 en los últimos diez años.

Aunque ignoro cuántos pertenecen al mundo rural, todo esto es un reflejo de la España vaciada. Y no se vació de personas, sino de todo lo que crean y mantienen las personas en un terrible círculo vicioso: si no hay gente, no hay servicios, y al no haber servicios, la gente se va. Así, hasta la extinción total. Lo más elocuente del cambio social es el cierre de tantos bares. El bar, llámese tasca, taberna, café o bar a secas, era el auténtico parlamento del pueblo. Era la inversión del emigrante que había vuelto o del que consiguió ahorrar para tener un pequeño negocio. Era el punto de cita, no siempre sano, pero vital. En los pueblos ricos –por ejemplo, municipios con central nuclear–, el bar se subvenciona para que al menos abra los fines de semana. Es que el bar es fuente de vida.

Y llevan diez años desapareciendo. Los mata el coche –que busca escenarios nuevos–, la televisión, los centros comerciales de la ciudad y la despoblación. Cuatro enemigos mortales. Si se tiene en cuenta lo que dice Giles Tremlett en España ante sus fantasmas (“tenemos tantos bares como el resto de Europa Occidental junta”), a lo mejor es que nos estamos europeizando. No lo sé. Si es verdad, yo creo que es para mal".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






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[ARCHIVO DEL BLOG] Añorada Hannah. (Publicada el 13 de mayo de 2009)




Hannah Arendt (1906-1975)


Ayer comenzó el debate anual sobre el Estado de la Nación. Hace muchos años que no lo sigo en su integridad, aunque si veo los resúmenes y escucho y leo los comentarios que sobre él se formulan a "toro pasado" en prensa, radio o televisión. Sin excesivo interés, dicho sea de paso. No es un "debate" que me preocupe. En términos generales me parece una pantomima en la que nadie escucha al otro, la oposición proclama apocalipsis y catástrofes varias que no concreta, y el gobierno (cualquier gobierno, todos los gobiernos) aprovecha para "sacar conejos" de la chistera que dejen con el paso cambiado a sus adversarios políticos y arranquen ¡oohées! de amiración de sus partidarios. 

La pantomima, la mayoría de la ocasiones, ni siquiera alcanza la categoría de "representación" que, como yo explicaba a mis alumnos de los cursos de formación de representantes sindicales, resulta esencial en toda actividad pública. Parece que esta vez la "sacada de conejos" ha sido bastante más espectacular de lo esperado, el presidente del gobierno ha estado más en su lugar de lo habitual en él, y el líder de la oposición conservadora ha acreditado una vez más que podrá ganar unas elecciones (hasta un gilipollas de nacimiento como George Bush -hijo- las ganó dos veces) pero no convence ni a los suyos.

Como es muy probable que vuelva sobre el asunto en días posteriores, dejo por hoy el Debate sobre la Nación para comentar dos noticias que me han dejado un buen sabor de boca. La primera se refiere al gobernador del Banco de España, el señor Fernández Ordóñez, al que, estimo yo, con buen tino, el secretario general de la Unión General de Trabajadores de España, el señor Cándido Méndez, calificó días pasados de bocazas a cuenta de sus reiteradas declaraciones en favor del abaratamiento del despido, la congelación de las pensiones, el aumento de la jornada laboral y la disminución de los salarios de los trabajadores.

Pues bien, el parlamentario socialista europeo, don Josep Borrell, recordaba ayer que le gustaría oir alguna vez al gobernador de nuestro banco central su opinión sobre los sueldos de los presidentes de los grandes bancos nacionales españoles (que alcanzan de media los 6.000.000 de euros anuales, con primas en planes de pensiones que se incrementan también anualmente en 3.000.000 de euros por término medio), en lugar de clamar una y otra vez por el abaratamiento del despido, la rebaja de los salarios y la congelación de las pensiones de los trabajadores.

Otra noticia de hace unos días, aparte de la repentina admiración jaculatoria del señor presidente de los (grandes) empresarios españoles, cuyo nombre no recuerdo ni tengo el menor interés en recordar, sobre los fastuosos (a su juicio) órganos reproductivos de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, es la de que los sueldos medios de los directivos de las empresas españolas que cotizan en el IBEX alcanza los 900.000 euros anuales. No se si es mucho o poco. Desde luego, yo no estoy en contra de que esos directivos ganen mucho dinero, siempre que hagan crecer a sus empresas respectivas, generen riqueza productiva para el país y creen empleos estables y bien retribuidos. Pero que esos mismos señores limiten su receta para salir de las crisis a recibir sin control ni responsabilidad alguna por su parte dinero público (de todos) en cantidades ilimitadas, destruyan empleo, congelen o bajen los salarios de sus trabajadores, aumenten sus jornadas de trabajo, limiten sus derechos y recorten sus prestaciones sociales y sus pensiones, me parece, como mínimo un ejercicio de cinismo y de desvergüenza.

Termino con otro interesante artículo en el que Rafael Argullol, escritor y profesor de Estética en la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, titulado "El gran saqueo", comenta el varapalo dado por el Parlamento europeo a España con motivo del Informe presentado al mismo por la diputada europea verde, Marguete Auken, sobre el "Impacto de la urbanización extensiva en España en los derechos individuales de los ciudadanos europeos, el medio ambiente y la aplicación del Derecho comunitario". No tienen desperdicio. Les invito a leerlos en los enlaces de más arriba.

No se si la "política" en España, entendida como la actividad que desarrollan los políticos en todos sus niveles (locales, regionales, estatales) es de mejor o peor calidad que la que se lleva a cabo en Alemania, Francia, Portugal, Gran Bretaña, o Andorra. Dos de mis mejores amigas y un sobrino se dedican a la política activa en cargos de diversa responsabilidad; son honestos, trabajadores incansables, desinteresados, con una excelente formación académica, y sinceramente, no entiendo muy bien que hacen en ella (en la política) aparte de tragarse cada día, con mejor o peor disposición, media docena de sapos crudos en esta república bananera en que hemos convertido a Canarias. Desde luego, pienso que no hemos llegado (aún, pero crucemos los dedos) a la situación de degradación de la Italia berlusconiana, pero en todo caso me parece que tanto la política canaria como la española están muy alejadas del nobilísimo papel que mi idolatrada Hannah Arendt reclamaba para ella (la política) como manifestación pública de confrontación de ideas en el ágora siempre abierta y al aire libre de una sociedad democrática. De ahí, mi añoranza de tu magisterio, querida Hannah. Sean felices. HArendt




El escritor Rafael Argullol



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es jueves, 12 de diciembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...


















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miércoles, 11 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] La luz que tú no ves





"Las paradas de autobús a primera hora de la mañana -comenta la escritota Núria Escur en el A vuelapluma de hoy- no tienen desperdicio. En esos laboratorios de emociones a la altura de los psicólogos de cabecera –camareros, taxistas y peluqueros– viene resumida toda la naturaleza humana. A la mía llegaba un chaval con gafas, reloj inglés y cocacolas en la bolsa, síndrome de Down. Lloviera o granizara, mientras esperaba hablaba por móvil con la novia: “Cariño, ¡hace un día precioso! No te quedes en la cama, ¿eh?, prométeme que te levantas ya”.

¿Cómo podía ver un día tan hermoso donde el resto de los mortales –cenizos, claro– sólo veíamos una guerra de ­paraguas y contaminación en los tubos de escape de las motos? Llegaba el bus. El chico, educado, daba los buenos días al conductor mientras el resto del rebaño subíamos somnolientos a regatear nuestros asientos con cara de cordero degollado. Era el único que sonreía.

He pensado en él como he pensado en María, la hija autista del dibujante Gallardo, o en Llullu, el hijo con pará­lisis cerebral de Màrius Serra, o en la tarde en que vi a Olga y a su padre, ­Josep Maria Espinàs, mirando el horizonte juntos, en un balcón de un hotel de verano. Y en tantos otros, menos mediáticos, que no cito pero se reconocerán. Y en el esfuerzo de sus padres, que me admira.

Hoy pensamos en ellos, y me incluyo, porque nos machacarán con el día internacional de las Personas con Discapacidad. Colgaremos un calendario de Talita en la cocina y tomaremos un yogur de La Fageda. Y mañana, a otra cosa. Nosotros sí que somos discapa­citados, tanto que ni siquiera nos ponemos de acuerdo en el nombre de las cosas: discapacidad, incapacidad, disfunción, invalidez... da igual. Visionar Campeones está bien, es necesario, pero no suficiente. Nosotros sí que somos discapacitados porque nos disfrazamos cada día para salir a la calle, maquillados por fuera y por dentro, con la máscara de la convención y un chaleco protector y, aun así, tanto esfuerzo para la hipocresía, jamás llegaremos a la autenticidad que ellos desprenden.

A mi parada hace tiempo que acuden un padre y una hija. Él está envejeciendo, ella ya pasa de los cuarenta, lleva siempre su gorro de lana y balancea su cabeza sin parar. Veo tanto cansancio y tanto amor en este hombre que me dolería ignorarlo después de hoy. Contaba Espinàs que cuando quería que no se le olvidara algo importante sólo se fiaba de Olga, su hija Down, porque ella se pasaba la jornada concentrada en ese único encargo. Y no fallaba. Cuando Andy subía al autobús y era capaz de ver luz en un día de mierda, yo me prometía no quejarme de nada durante el resto de jornada".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[TEORÍA POLÍTICA] La Cuarta Transición



Dibujo de Eulogia Merle para El País



"Los ciudadanos deberíamos aspirar a convivir en el mismo suelo con nuestra diversidad. Es tiempo de mirar juntos al futuro, también con los secesionistas, para superar la pesadilla del problema de España", escribe la periodista Asunción Valdés, excorresponsal en Bonn y en Bruselas, que fue directora del Parlamento Europeo en España y directora de Comunicación de la Casa del Rey.

"Los españoles hemos protagonizado tres transiciones: de la dictadura a la democracia, del centralismo a las autonomías y del aislamiento a la integración europea, -comienza diciendo Valdés-. Ahora deberíamos aspirar a la cuarta transición: convivir en el mismo suelo con nuestra diversidad. Las regiones, no solo aquí, pueden tener hechos diferenciales. Y no impiden el pacto tácito. La patria se basa en valores comunes, por encima de signos identitarios, que se deben igualmente respetar.

Los nacionalistas fueron clave en la recuperación de las libertades. En la sede del PNV en París, en febrero de 1949, se fundó el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo. Josep Tarradellas, presidente republicano de la Generalitat en el exilio, regresó a Barcelona en 1977, asumiendo la Monarquía y la unidad de España para iniciar el desarrollo del autogobierno.

Recomponer la convivencia pasa por todos los partidos. Ahora es casi imposible. Pero no deberíamos empezar por lo que nos separa sino por lo que coincidimos: garantizar el futuro de nuestros hijos y nietos. También en Alemania existen dificultades entre la Federación y los Länder. Lo subrayó recientemente la canciller Angela Merkel. Pero se guían por la lealtad federal, prevista en su Ley Fundamental.

El desafío independentista no respeta la Constitución, que votaron el 90% de los catalanes y el 87,9 % del conjunto de los españoles. Han pasado más de 40 años y no refleja la España de las autonomías. Ni que pertenecemos a la Unión Europea. Tampoco, nuestros compromisos medioambientales tras la firma del Acuerdo de París. Tiene que adaptarse a la nueva realidad. Para modificar algunas partes de la Carta Magna se necesitan mayorías, hoy, imposibles de conseguir. Pero hay otros artículos que solo requerirían mayoría absoluta. Incluso el 57 del Título II, la eliminación de la prevalencia del varón en la línea sucesoria, podría concitar consenso.

Obtener un escaño en las grandes ciudades necesita muchos más votos que en núcleos pequeños. Se podría subir de 350 a 400 el número de diputados. Los restos de votos que se pierden o van a los partidos mayoritarios servirían para elegir 50 parlamentarios más en una circunscripción nacional. No habría que reformar la Constitución porque su artículo 68.1 establece el número de señorías entre 300 y 400. Este cambio necesitaría, no obstante, medidas de austeridad por parte de los partidos para compensar el incremento del gasto.

El historiador francés Benoît Pellistrandi sostiene en El laberinto catalán (Arzalia, 2019) que las elecciones generales de 2011 influyeron en la escapada independentista de Artur Mas. El PP obtuvo 186 escaños (10 más de la mayoría absoluta) y ya no fueron necesarios los 16 votos convergentes. En septiembre de 2012, en plena recesión, Mariano Rajoy negó a Mas su demanda de pacto fiscal similar al del País Vasco. Lo contrario que en décadas anteriores, cuando La Moncloa cedía ante demandas nacionalistas a cambio de votos.

En 1993, Felipe González gobernó gracias a Jordi Pujol. Cedió el 15% de la recaudación del IRPF a las comunidades autónomas y empezó el desarrollo de los estatutos de autonomía. José María Aznar, en 1996, sumó los votos de CiU y PNV. Subió el porcentaje del IRPF al 30%, aumentó el traspaso de competencias y las inversiones en Cataluña. El PNV, con cinco diputados, consiguió la recaudación de impuestos de alcohol, tabaco y gasolina. Rodríguez Zapatero, en 2004, necesitó a ERC, BNG y CHA, además de Izquierda Unida, para la investidura. Se comprometió a apoyar un nuevo Estatuto y a respetar el texto que saliera del Parlament. La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el recurso del PP causó malestar y desafección. En su segunda legislatura contó con el PNV. Sus seis diputados lograron un generoso acuerdo, especialmente por la inversión en políticas activas de empleo. En diciembre de 2015, Rajoy perdió la mayoría absoluta. Tras repetirse elecciones en junio de 2016, y con un PSOE en crisis, se apoyó en el PNV. Los vascos lograron un acuerdo que mejoró sustancialmente su Concierto económico.

“El éxito del proceso de descentralización español y una cierta permisividad de las autoridades estatales han facilitado a los nacionalistas tejer un poder enorme para sentar las bases de su construcción”, opina Pellistrandi. En el caso del independentismo —añade— se suman dos factores: la generación educada bajo los postulados pujolistas y la necesidad de proponer siempre algo más en cada convocatoria electoral.

Estos acuerdos buscaron también acercar las nacionalidades a la corriente principal de España como casa común. Tanto el PSOE como el PP ofrecieron entrar en el Gobierno a líderes periféricos, pero no aceptaron. Ahora vemos que era muy difícil, al mismo tiempo, estar en el Consejo de Ministros y pasar a la oposición cuando conviniera. CiU provocó la disolución de las Cortes al no aprobar los Presupuestos de González en 1996. El PNV aprobó los de Rajoy en mayo de 2018, pero a las dos semanas apoyó la moción de censura de Pedro Sánchez. Si se adecuara la proporcionalidad, los electores participarían más al mejorar su representación.

Las lenguas son una riqueza y sirven para comunicarse, no para el enfrentamiento. El Instituto Cervantes, junto a la enseñanza del español por el mundo, ofrece cursos de catalán, gallego y vasco, en colaboración con las academias respectivas. Los idiomas propios de comunidades autónomas podrían ser optativos en toda España. Una oportunidad para crear puestos de trabajo y facilitar la igualdad de la ciudadanía en los concursos públicos.

El Banco de Alemania está en Fráncfort, centro financiero de la zona euro, con el BCE desde 1998. Barcelona u otras ciudades autonómicas podrían ser sede de organismos estatales. Ya se intentó con Zapatero a petición de Pasqual Maragall. A finales de 2005, la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones se instaló en la capital catalana; baza importante para lograr el Mobile World Congress. Pero en 2013, la CMT se integró en el organismo regulador de los mercados y la competencia con los votos del PP y CiU. Y volvió a Madrid.

El Gobierno francés decidió en 2008 que cualquier menosprecio a La Marsellesa supondría la suspensión automática del partido. La Federación Inglesa sancionó a Pep Guardiola por exhibir un “mensaje político” en las competiciones de fútbol y le impuso un plazo para quitarse el lazo amarillo. Nadie duda del respeto de Francia y el Reino Unido a la libertad de opinión y de expresión. La pancarta que defiende estos derechos ha vuelto al balcón de la Generalitat. Sin embargo, sorprende que en Cataluña sean agredidos periodistas y políticos de ERC, PSOE, PP, Cs o Vox.

Fuera de nuestras fronteras cuesta entender que uno de los entes más descentralizados del mundo se sienta oprimido por una imaginaria España. El crédito del que gozaba Cataluña se ha roto. El sueño alimentado por los independentistas no ha encontrado eco ni en los Gobiernos de los Estados de la UE ni en las instituciones de Bruselas. ¿Y a quién beneficia? Probablemente potencias populistas estén aplaudiendo la vulnerabilidad de países con virus nacionalista. Es tiempo de mirar juntos al futuro, también con los secesionistas, para superar la pesadilla del problema de España. Cuando despertemos no queremos que el dinosaurio todavía siga aquí".



La muerte de Sócrates, por Jacques-Louis David, 1787



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