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lunes, 2 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Lesboterrorista



Alicia Rubio, diputada de Vox en la Asamblea de Madrid


"Hay que tomar precauciones. Yo, por lo pronto, aprendo bailes típicos, corte y confección, hago arreglos florales, vainica, rezo y preparo perfectas canastillas", comenta con sorna la escritora Marta Sanz en el A vuelapluma de hoy, en relación con lo dicho por la diputada de Vox en la Asamblea de la Comunidad Autónoma de Madrid, Alicia Rubio.

"Cae la noche y, con los últimos rayos de sol, como las vampiras de Jess Franco, salen de sus guaridas las lesboterroristas -comienza diciendo Marta Sanz-. Ratas negras, cacatúas que infectan nuestros árboles, dedos del diablo… Conocemos los peligros de las especies no autóctonas. Su capacidad de depredación. La lesboterrorista —nunca una verdadera española— está catalogada y puede procederse a su identificación y captura. Insistimos en los beneficios ecológicos de la caza. La lesboterrorista sale del agujero y se disfraza de mujer de bien para captar doncellas que ignoran los riesgos de compartir conversación con esa alimaña que le traspasará la contagiosa ameba-alien del lesboterrorismo a través de su lengua bífida. El lesboterrorismo, a diferencia de la homosexualidad, no se contrae por vía anal ni se cura con supositorios. La lesboterrorista, muy violenta, muerde si no lleva bozal, condena a muerte a millones de fetos, odia al hombre al que siempre recibe con un collar de ajos. Es insaciable y a veces parasita el cuerpo de mujeres de bien. Finge amar a las personas de su entorno, ser trabajadora, y no renuncia a la posibilidad de ser madre. Parpadea seductoramente. Se disfraza de verdadera hembra. Se lava, se pone colonia. En su interior, la lesboterrorista hedionda está esperando su oportunidad para destruir familias cristianas y convertir todas las prácticas sexuales en un maligno sesenta y nueve, salivado y digital, que solo se sustenta en el vicio y en la fornicación por la fornicación.

La lesboterrorista puede ser pornofeminista o no serlo. Las que se incluyen dentro de esa categoría son las más peligrosas porque extreman su lubricidad exhibiendo sus pechos en capillas y obligando a las adolescentes a hacer un uso abusivo de los succionadores de clítoris. Les colocan espejitos en la vagina —a menudo dentadas, siempre mentirosas— para que introduzcan las cabezas por su propia vulva en un ejercicio de masturbación y egoísmo que no tiene nombre. Las pornofeministas abandonan a sus crías para irse con pancartas moradas a manifestaciones sin sentido donde reclaman derechos de los que, por supuesto, ya gozan. Lo hacen por pura maldad. La pornofeminista es promiscua, se caga de risa y blasfema. No cree en la virginidad de María. Se queja cuando la matan —a ella o a cualquiera de su género—. Lesboterroristas y pornofeministas proliferan en un hábitat donde se retiran inversiones internacionales y los grandes capitales se marchan a países vecinos horrorizados ante la amenaza de coaliciones de izquierdas que harán crecer el paro en más de un millón de personas. Lo dicen las televisiones. Lesboterroristas, pornofeministas, criptocomunistas, zurdas y zurdos contrariados, paladines de la memoria democrática, hombres lobo y mujeres pantera obligarán a la gente de bien —banqueros, monopolistas, portadores de banderas de España con pollo e incluso vegetales— a abandonar este país nocturno en el que personas de todos los colores van a nuestros centros de salud para contagiarnos enfermedades extrañas. Hay que tomar precauciones. Yo, por lo pronto, aprendo bailes típicos, corte y confección, hago arreglos florales, vainica, rezo y preparo perfectas canastillas. Identifico al verdadero monstruo. Disimulo. No quiero que me coloquen frente a la mira telescópica de un buen cazador".

"A vuelapluma" es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 4 de mayo de 2019

[A VUELAPLUMA] El lugar del olvido





Resulta rastrera la promesa de rescatar un pasado glorioso porque el pasado es a veces peligroso y puede volver al presente de las maneras más peliagudas, escribe el historiador José Andrés Rojo. 

Todavía en los estertores de una campaña electoral confusa y airada, y donde se ha abusado de lo emocional, igual queda margen para decirlo, aunque sea a media voz: traerse la gloria de unas antiguas gestas heroicas y de una grandeza perdida para armar las promesas del presente es la manera más rastrera de hacer política. Tiene algo de pretensión vana, y de falsedad que no tiene nombre, asegurar que el esplendor de unos remotos tiempos dorados puede regresar de la mano de un líder iluminado. Pero, por desgracia, ese es el relato que se está repitiendo como una cantinela: en España, en Europa y en el mundo entero. Y hay muchos que han decidido creérselo. Acaso por la pura impotencia de no conseguir lidiar con las duras condiciones de una época dura y contradictoria, o quizá también por el simple deseo de cabalgar a lomos de ese arrebato que se produce cuando se forma parte del coro que corea las consignas de una tribu.

Pero el pasado está efectivamente ahí, pero anegado de sangre, dolor y sufrimiento (¿y la grandeza?). Este último fin de semana se pudo ver en Madrid, en el Teatro del Barrio, la puesta en escena de uno de los relatos incluidos en Los girasoles ciegos, el libro de Alberto Méndez que obtuvo el Premio de la Crítica de 2005. La historia que cuenta se desarrolla en 1940 y rescata, página por página, lo que un “difunto desconocido” (DD), según el atestado de la Guardia Civil, escribió en un cuaderno con pastas de hule que se encontró debajo de una pesada piedra en una cabaña situada en los prados de los altos de Somiedo, ahí donde se juntan Cantabria y León. También se descubrieron los esqueletos de un adulto y de un niño de pecho sobre unos sacos de arpillera. Los encontró un pastor. Había también una vaca, los restos de una vaca, medio hedionda todavía, sin una pata y sin cabeza. Y en la pared, escrita una frase: “Infame turba de nocturnas aves”.

El montaje del relato de Méndez, titulado Manuscrito encontrado en el olvido, tiene una rara cualidad: la de distanciarte por una doble vía de lo que se cuenta en el escenario. En primer lugar, a través de Patxi Freitez, que sobre todo lee el texto que escribió Alberto Méndez, y en segundo, por la recreación de la historia que van haciendo otros actores. El director Tolo Ferrà ha armado una delicada reconstrucción de aquella terrible historia. Empieza con una mujer que muere en el parto y que deja al recién nacido en las peores condiciones posibles. “¿Cómo se corrige el error de estar vivo?”, apunta el superviviente en su cuaderno. Y ahí contará cómo tarda en enterrar a su mujer, cómo la criatura persevera un tiempo en vivir, cómo termina muriendo sin consuelo posible. Y cómo el padre mata a un lobo y cómo lleva a una vaca a su morada como compañera de infortunios. La propuesta de Ferrà está llena de ternura y como armada con materiales heredados de la vanguardia: muñecos de tela, las máscaras de los animales, la ayuda de una suerte de intérpretes mecánicos.

Por mucho que el pasado se vista de gloria, hay dolores que no se olvidan. Un joven muchacho abandonó su pueblo para unirse al Ejército republicano durante la Guerra Civil. Cuando terminó huyó al monte con su mujer embarazada. “Tengo miedo de tanto miedo”, apunta en su cuaderno. Y Méndez observa, al final de su relato, que igual aquel muchacho escribió esas notas “cuando tenía dieciocho años”, y cree “que esa no es edad para tanto sufrimiento”. No hay nada más que decir.



Montaje de 'Manuscrito encontrado en el olvido'



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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martes, 21 de febrero de 2017

[A vuelapluma] La ultraderecha en España





Al contrario de lo que ocurre en Europa, donde gana terreno a pasos agigantados (ayer mismo la prensa daba cuenta de las palabras pronunciadas por el líder xenófobo de la ultraderecha holandesa, Geert Wilders, que tiene muchas posibilidades de ganar las próxima elecciones generales en su país, sobre que "hay demasiada chusma marroquí en nuestra tierra") sociológica y electoralmente a la ultraderecha española se la mete en un taxi y le sobran plazas (al taxi). 

Los españoles somos muy dados a generalizar, pero ni el PP es un partido fascista, ni Podemos la extrema izquierda. El problema político en España es precisamente ese: que a la derecha del primero y a la izquierda del segundo solo se extiende el vacío. De ahí que, si quieren progresar electoralmente, tengan que desplazarse forzosamente hacia el centro, en perjuicio de PSOE y Ciudadanos, que deberían aspirar a ocupar ese lugar sin "comprometerse" ni con unos ni con otros sino mirando por los intereses generales de los españoles. Algo que, reconozco, tampoco resulta sencillo de establecer cuáles son. 

Pero volvamos a la razón de esta entrada de hoy. ¿Por qué en España la ultraderecha no gana adeptos? La investigadora del Real Instituto Elcano Carmen González-Enríquez le ha dedicado al asunto un artículo en el Working Paper 3/2017 del Instituto. Originalmente publicado en inglés, el Huffington Post lo comentaba en español hace unos días. Yo les dejo las dos versiones.

La ultraderecha gana terreno en Europa (Austria, Holanda, Francia, Alemania...), comienza diciendo la versión en español, a pasos agigantados. Sin embargo, en España el fantasma no parece ganar cuerpo y amedrentar a las formaciones clásicas, no inspira tampoco a las emergentes, no conquista escaños ni ediles, sino apenas un puñado de votos de militantes incansables. Pero ¿por qué? El Real Instituto Elcano ha hecho una investigación a fondo en la que explica que, básicamente, no hay caldo de cultivo por la cercanía en el tiempo de la dictadura franquista, con la que se asocian todos los movimientos ultraderechistas y fascistas que puedan surgir, así como los símbolos que emplean. Aún asusta, aún rescata recuerdos que no gustan en la mayoría de la población.

Según el estudio, continúa diciendo, elaborado dentro de un proyecto europeo coordinado por el think tank británico Demos, el ascenso de los populismos, partidos antieuropeos, xenófobos y antiglobalización en el viejo continente se debe a tres tipos de factores: los económicos (paro, disminución del Estado de bienestar), los políticos (desprestigio de la clase política, corrupción) y la inmigración. En España, estos tres elementos están presentes y, sin embargo, a diferencia de la mayor parte de los países de la UE, en nuestro país ese tipo de partidos no ha tenido éxito. Es más, la cultura política de los ciudadanos españoles es especialmente favorable a la Unión Europea, a la globalización y a la convivencia con individuos de otras culturas, incluso en tiempos de crisis extrema como la que, dice el Gobierno, empieza a pasar.

A pesar de las dificultades económicas derivadas de la crisis, a pesar de los altos niveles de desigualdad y desempleo –entre los más altos de la UE-, el estudio revela que los españoles no culpan de ello a la UE, como sí hacen otros europeos: sólo el 10% de los españoles quiere abandonar la Unión Europea, frente al 22% de los franceses, el 16% de los alemanes o el 25% de los suecos, mientras que a una significativa minoría (35%) le gustaría ver una mayor integración europea. Y tampoco culpan de ello a los inmigrantes, que se han convertido en otros países en el chivo expiatorio del malestar social.

La investigación señala que esta peculiaridad de España puede deberse a la experiencia vivida bajo el régimen franquista, cuyo abuso de los símbolos nacionales y sus continuas referencias a la identidad nacional son recordadas y rechazadas. "Un largo pasado autoritario y nacionalista actúa en el presente como una vacuna contra los partidos de extrema derecha. España y Portugal compartieron durante cuatro décadas una experiencia similar de nacionalismo, catolicismo y autoritarismo corporativista; y ambos países han sido inmunes hasta ahora a esta oleada de partidos populistas de derecha, a pesar de la grave crisis económica y política que han sufrido", sostiene Carmen González- Enríquez.

La "identidad nacional", abunda el documento, es débil en España, donde hoy hay una "particular relación" con los símbolos nacionales y hasta con la palabra "España". Hay tal identificación con el pasado fascista que hasta hay quien automáticamente enlaza bandera, himno o incluso catolicismo -otro estandarte del dictador- con falta de libertades y, por tanto, se rechazan.

En la Transición, el discurso nacionalista casi no hacía acto de presencia, ni siquiera las formaciones más conservadoras lo usaban, por temor a esa ligazón con la dictadura. Las palabras que se enfatizaban eran "democracia", "modernización" y "Europa" y, como mucho, hubo más contagio con el mensaje de las autonomías que estaban peleando por su soberanía en el contexto nacional.

Comparando los datos de 2002 y 2015, añade, el primer año de bonanza y el segundo de crisis económica, se ve claramente un descenso del sentimiento identitario. En España no hay más nacionalismo, sino más desencanto cuando vienen mal dadas.

No obstante, informa el Instituto Elcano, se observa preocupación en relación a la inmigración: un 74% de la población considera que el número de inmigrantes en España es demasiado alto, y un 41% declara que probablemente votaría a un partido que defendiera posturas anti-inmigratorias, un dato ante el que habrá que estar vigilantes. El 77% considera que los trabajadores españoles deberían tener prioridad en el mercado laboral, lo que sugiere que los temores hacia la inmigración tienen relación con el alto nivel de desempleo.

Sin embargo, sólo una pequeña minoría de españoles (4%) menciona la inmigración cuando se pregunta por los problemas importantes del país: el paro, la corrupción, los problemas económicos y los políticos en general son las principales preocupaciones de los españoles. "La insatisfacción y desconfianza en el sistema se ha canalizado a través de la izquierda con tendencias populistas, como la que representa Podemos, rechazando partidos de derecha radical con mensajes anti-inmigratorios", señalan.

El informe detalla que incluso en el franquismo se mantuvieron relaciones intensas con América Latina y con países árabes con los que se hacían negocios, así que había menos brechas que saltar que en otros países de la UE.

En los últimos 13 años, indica el documento, se han limado además posibles desajustes con los que han llegado de fuera, por varios motivos: la cohabitación lleva a la rutina, la integración social ha sido buena, ha habido un importante intercambio de experiencias con gente del exterior gracias al turismo o las relaciones económicas...

"España comenzó el nuevo siglo como el país menos xenófobo de Europa, el más tolerante de las diferencias culturales y más favorable a la inmigración, muy diferente de la media europea. Varios factores influyeron aquí: el bajo número de inmigrantes no comunitarios y su alta concentración en unas pocas áreas geográficas (...); el reciente recuerdo de la migración española hacia el centro y el norte de Europa; la influencia de la Iglesia Católica, que ha mantenido una posición favorable hacia los inmigrantes; y la visibilidad de las ONG dedicadas específicamente a la inmigración, el asilo o el racismo. Por último, el hecho de que muchos de los primeros inmigrantes vinieran de países latinoamericanos, hablando el idioma español y compartiendo la religión católica, facilitó su aceptación en la sociedad española", abunda.

La extrema derecha ha fracasado "estrepitosamente" en España desde la transición a la democracia y no ha conseguido ni un solo diputado desde 1977: su mensaje y sus protagonistas se ven como demasiado cercanos al pasado franquista. Sus éxitos se limitan a varios municipios donde han explotado las tensiones producidas en la convivencia con algunos grupos de inmigrantes. "El hecho de que esta convivencia se haya mantenido en España sin fricciones importantes pese al impacto de la crisis económica puede considerarse un gran éxito de la sociedad española", concluye el estudio.



Manifestación de la extrema derecha en España



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






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