El diario El País publica en su edición electrónica de hoy una edición especial con fotos, documentos, vídeos y artículos sobre la Guerra de los Seis Días, entre Egipto, Siria, Jordania, Iraq, por un lado, e Israel por otro, que tuvo lugar hace justamente cincuenta años. Se lo recomiendo encarecidamente.
La Guerra de los Seis Días —también conocida como guerra de Junio de 1967 en la historiografía árabe— fue un conflicto bélico que enfrentó a Israel con una coalición árabe formada por la República Árabe Unida —denominación oficial de Egipto por entonces—, Jordania, Irak y Siria entre el 5 y el 10 de junio de 1967.
La Guerra de los Seis Días —también conocida como guerra de Junio de 1967 en la historiografía árabe— fue un conflicto bélico que enfrentó a Israel con una coalición árabe formada por la República Árabe Unida —denominación oficial de Egipto por entonces—, Jordania, Irak y Siria entre el 5 y el 10 de junio de 1967.
Tras la exigencia egipcia a la ONU de que retirase de forma inmediata sus fuerzas de interposición en el Sinaí (UNEF), el despliegue de fuerzas egipcias en la frontera israelí y el bloqueo de los estrechos de Tirán, Israel, temiendo un ataque inminente, lanzó un ataque preventivo contra la fuerza aérea egipcia, al que Jordania respondió atacando las ciudades israelíes de Jerusalén y Netanya. Al finalizar la guerra, Israel había conquistado la península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este (incluyendo la Ciudad Vieja) y los Altos del Golán.
Tras numerosos enfrentamientos fronterizos entre Israel y sus vecinos árabes, en particular Siria, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser expulsó a la Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas (UNEF) de la península del Sinaí en mayo de 1967. La fuerza de mantenimiento de la paz estaba situada en la región desde el final de la Crisis de Suez en 1957. Egipto acumuló 1000 tanques y unos 100 000 soldados en la frontera con Israel y cerró los Estrechos de Tirán a todos los buques de bandera israelí o que llevaban materiales estratégicos a Israel, recibiendo un fuerte apoyo de otras naciones árabes. Israel respondió con una movilización similar que incluyó el reclutamiento de 70 000 reservistas para sus Fuerzas de Defensa.
La Guerra de los Seis Días se inscribe dentro del conjunto de guerras libradas entre Israel y sus vecinos árabes, tras la creación del Estado de Israel (1948) en parte de lo que constituía el Mandato británico de Palestina. Estos seis días de 1967 concitaron la atención mundial y resultaron claves en la geopolítica de la región: sus consecuencias han sido profundas, extensas y se han hecho notar hasta el presente, teniendo una influencia decisiva en numerosos acontecimientos posteriores, como la guerra de Desgaste, la guerra de Yom Kipur, la masacre de Múnich, la polémica sobre los asentamientos judíos y el estatus de Jerusalén, los acuerdos de Camp David y de Oslo o la Intifada.
El verano de 1967 ha quedado marcado indeleblemente en mi existencia por tres hechos: una guerra, una boda y un libro. No los cito por orden cronológico sino por lo que significaron en mi vida.
El primero, mi boda, a finales de la primavera de ese año, con la que aún hoy sigue siendo mi esposa y madre de mis hijas.
El segundo, la guerra. Seguí sus vicisitudes con especial emoción, en parte por que estaba en edad de ser movilizado militarmente si el enfrentamiento bélico hubiera ido a mayores e implicado a más contendientes, acabando en una III Guerra Mundial, pero también por que mi corazón estaba, sentimentalmente, del lado de uno de los bandos contendientes.
El tercero, fue la lectura de una novela, en los últimos días del verano. Me impactó profundamente. La novela se titulaba La muerte tenía dos hijos (Plaza y Janés, Barcelona, 1967). Su autora, Yael Dayán, era hija del mítico Jefe del Estado Mayor del ejército israelí, el general Moshé Dayán (1915-1981), artífice indiscutible de la victoria de las armas de su país en la Guerra de los Seis Días. Posterior ministro de Defensa y de Asuntos Exteriores de Israel, fue, sin embargo, un decidido partidario de la devolución incondicional de los territorios ocupados en esa guerra a Egipto, Jordania y Siria.
La leímos al unísono mi mujer y yo, aún conmocionados por los acontecimientos vividos dos meses antes. Sin duda alguna fue un libro que nos dejó una profunda huella. De él hemos hablado a menudo a lo largo de todos los años transcurridos desde entonces, y aunque lo dábamos por perdido para siempre en alguno de los continuos trasvases de libros de la biblioteca familiar entre Maspalomas y Las Palmas lo reencontramos hace ahora cinco años y volvimos a leerlo con la misma emoción de aquel lejano verano de 1967. Hace ya cincuenta años. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
El primero, mi boda, a finales de la primavera de ese año, con la que aún hoy sigue siendo mi esposa y madre de mis hijas.
El segundo, la guerra. Seguí sus vicisitudes con especial emoción, en parte por que estaba en edad de ser movilizado militarmente si el enfrentamiento bélico hubiera ido a mayores e implicado a más contendientes, acabando en una III Guerra Mundial, pero también por que mi corazón estaba, sentimentalmente, del lado de uno de los bandos contendientes.
El tercero, fue la lectura de una novela, en los últimos días del verano. Me impactó profundamente. La novela se titulaba La muerte tenía dos hijos (Plaza y Janés, Barcelona, 1967). Su autora, Yael Dayán, era hija del mítico Jefe del Estado Mayor del ejército israelí, el general Moshé Dayán (1915-1981), artífice indiscutible de la victoria de las armas de su país en la Guerra de los Seis Días. Posterior ministro de Defensa y de Asuntos Exteriores de Israel, fue, sin embargo, un decidido partidario de la devolución incondicional de los territorios ocupados en esa guerra a Egipto, Jordania y Siria.
La leímos al unísono mi mujer y yo, aún conmocionados por los acontecimientos vividos dos meses antes. Sin duda alguna fue un libro que nos dejó una profunda huella. De él hemos hablado a menudo a lo largo de todos los años transcurridos desde entonces, y aunque lo dábamos por perdido para siempre en alguno de los continuos trasvases de libros de la biblioteca familiar entre Maspalomas y Las Palmas lo reencontramos hace ahora cinco años y volvimos a leerlo con la misma emoción de aquel lejano verano de 1967. Hace ya cincuenta años. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
2 comentarios:
Había oído (quizá leído) sobre la Guerra de los Seis Días, pero ya no recordaba los detalles. Interesante. La novela que mencionas no la conozco ni a su autora. Veo que hay cambios de diseño en el blog. Me gusta, aunque el anterior también. Un abrazo, Carlos. Feliz semana.
Eran otros tiempos ...
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