De esos relatos yo recuerdo con especial emoción unos pocos; muy pocos en realidad, que hayan dejado una profunda huella en mí. Los dos primeros leídos en francés con apenas dieciséis años: Bonjour, tristesse (1954), de Françoise Sagan, y Le blé en herbe (1923), de Sidonie-Gabrielle "Colette", ambas escritoras francesas. Los dos relatos son un prodigio de sensibilidad, y las escenas de iniciación a la vida sexual de sus protagonistas respectivos están resueltas magistralmente, sin una sola palabra malsonante ni grosera actitud. Leídas a mi edad de entonces, me abrieron a un mundo desconocido y anhelado que llegaría a descubrir en su momento sin angustias ni tormentos de ningún tipo.
Con desenfado y cierto tono libertino, muy francés también por cierto, se resuelve el inicio de la vida sexual de la protagonista de Emmanuelle (1959), un auténtico clásico de la novela erótica, para mi gusto, la mejor de todas, de la también escritora francesa Marayat Rollet-Andriane más conocida como Emmnuelle Arsan. Hosco y crudo lo es el del relato de la española Las edades de Lulú (1989), una prodigiosa novela, la primera de ella, de la escritora Almudena Grandes. Por último, de los que he querido recordar, no puedo dejar de citar la escena de la violación pseudo-consentida de la protagonista de Soy Charlotte Simons (2004), muy dura, del escritor estadounidense Tom Wolffe. De la deleznable Cincuenta sombras de Grey (2011), y de su autora, la británica Erika Leonard, que escribe bajo el seudónimo de E.L. James, prefiero no hablar.
Pero sí lo hacía al comienzo de la entrada de eso de la "obra literaria" como paráfrasis de la vida propia, o fabulada, del autor. Hay una escena en Una historia de amor y oscuridad (2004), del escritor israelí Amos Oz, tan repetidamente citado por mí en estos últimos días, que es casi un calco de otra similar en otro libro suyo: Escenas de la vida rural (2009), del que también he escrito anteriormente en el blog. Lo que me lleva a pensar que. real o fabulada, su iniciación a la vida sexual no pudo ser muy diferente de la que relata en ambos libros.
La escena transcurre en el kibbutz Hulda, al sur de Ramla, capital del Distrito Central de Israel. El protagonista tiene dieciséis años y entra en la habitación de una de sus profesoras, Orna, de unos treinta y cinco años de edad. Dice Oz: "Sin levantarme de la alfombra, descorrí la cortina que cubría su armario y vi ropa interior, ropa de distintos colores y un camisón de nailon, casi transparente de color melocotón. Tumbado en la alfombra como estaba, mis dedos tocaron ese melocotón y mi otra mano se vio obligada a acercarse a la colina de mis pantalones mientras mis ojos se cerraban, sabía que debía parar debía parar pero no al instante solo un poco más. Al final, justo en el último momento, me detuve y, sin apartar los dedos del melocotón ni la mano de la colina, abrí los ojos y vi que Orna había entrado sin que yo me percatara y estaba descalza mirándome en un extremo de la alfombra, con todo el peso de su cuerpo sobre la pierna izquierda, la cadera derecha un poco elevada, una mano sobre esa cadera y la otra acariciándose el hombro bajo el pelo suelto. Se quedó mirándome con su sonrisa cálida y traviesa en los labios, y sus ojos verdes se reían como diciendo: ya lo sé, ya sé que ahora lo que más deseas es morirte aquí mismo, y sé que estarías menos aterrado si ahora en mi lugar estuviese aquí un asesino apuntándote con una ametralladora, y sé que ahora por mi culpa eres la persona más desgraciada del mundo, ¿pero por qué ser tan desgraciado? Mírame, yo no estoy aterrada por lo que he visto al entrar en la habitación y tú, deja ya de ser tan desgraciado. [...] Orna dijo: Te he interrumpido. Y en vez de reírse añadió: Perdón, lo siento, y de repente, como en broma, empezó a mover las caderas con un complicado paso de baile y dijo que no, que de hecho no lo sentía realmente, que en el fondo le había gustado verme pues en mi cara en esos momentos había una mezcla de dolor y de luz. Y sin decir nada más empezó a desabrocharse los botones, del primero al último, y se quedó delante de mí para que la mirara y continuase. [...] Luego se puso de rodillas sobre la alfombra a mi derecha y apartó mi mano de la colina de mis pantalones y puso la suya y luego abrió y liberó y una estela de chispas punzantes como una densa lluvia de meteoritos recorrió todo mi cuerpo y volví a cerrar los ojos pero no antes de ver como se tumbaba de lado y luego se puso encima de mí y dirigió mis manos, aquí y aquí, y sus labios me tocaron la frente y me tocaron los ojos cerrados y luego cogió con la mano y me hundió por completo y al instante sentí en lo más profundo del cuerpo como truenos mórbidos e inmediatamente después un rayo que me partió y como las paredes de la casa eran muy finas Orna tuvo que taparme con fuerza la boca y cuando pensó que ya estaba y levantó la mano para dejarme respirar tuvo que apresurarse a sellarme de nuevo los labios porque aun no estaba".
Una hermosa iniciación. ¿No creen?... Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
2 comentarios:
Me gustó mucho Colette y Francoise Sagan. Y recuerdo con especial agrado esos libros que nombras, así como Emmanuelle e Historia de O. La de Almudena Grandes no la lei y la de Cincuenta sombras de Grey capítulos salteados y es increíble, lo mal que es y la fama que ha obtenido. La de Tom Wolfe la tengo en el libro electrónico, pendiente de leer. Amos Oz es otro autor que me espera. Uf, cuántas lecturas me quedan. Imposible. Bueno, Carlos, feliz domingo.
Es bueno que siempre queden cosas por leer, Ángeles. Hoy mismo acabo de terminar el Quijote, que comencé a releer hace dos semanas, y que del que siempre saco algo nuevo. También estoy releyendo, simultáneamente, y a trompicones, los Ensayos de Montaigne y las tragedias de Sófocles, Esquilo y Eurípides. Y tengo dos libros en espera de que me avisen de su recepción en la Biblioteca Pública del Estado... No tengo tiempo de aburrirme. Y eso, sin descuidar la familia, los nietos, el blog... Un beso. Feliz semana.
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