En mayo de 2012 una amiga me regaló un libro premiado hacía unos años con el Planeta. Lo acepté encantado. Había oído hablar bien de él y su autor me merecía gran reconocimiento. De vuelta a casa, en la guagua, lo fui ojeando como acostumbro a hacer con todos los libros: primero, la lectura de las solapas para ver de qué va y qué se cuenta de su autor; luego, las páginas iniciales y unas cuantas del interior a la buena de Dios; y para terminar, las cuatro o cinco finales. Es posible que a algunas personas este método les resulte deleznable pero a mí me funciona muy bien porque me da una idea bastante exacta de si merece la pena continuar la lectura del libro o aplazarla "sine díe". La primera impresión me resultó frustrante y me confirmó en mis reticencias sobre los premios Planeta de novela, al menos los de unos cuantos años atrás para acá. No voy a decir que libro era ni mencionar su autor, que me merecía todo respeto por su trayectoria anterior, pero tengo la impresión que la "cosa de los premios", no digo yo que siempre, funciona a base de elegir previamente un autor de prestigio reconocido y pedirle que escriba una novela de prisa y corriendo con la premisa previa de que el premio va a ser para él. Y como en este país la literatura no da para mucho, así salen algunas novelas... De todas maneras no tengo empacho en confesar que pasado un año y pico del aparcamiento voluntario del susodicho libro volví a él y lo encontré más que satisfactorio. Me equivoqué en mi primera impresión. Lo reconozco.
Fue también por aquellas fechas que leí con delectación en el diario El País un artículo titulado "Fascinante Celestina" escrito por la novelista y académica de la RAE Soledad Puértolas, sobre la versión que en español actual había realizado para la editorial Castalia y publicada en abril de aquel año de la "Tragicomedia de Calixto y Melibea", la inmortal obra de Fernando de Rojas, más conocida como "La Celestina" por el nombre de su principal personaje. No voy a contarles el argumento porque es de sobra conocido, y aunque me prometí a mí mismo leerla en la primera ocasión que tuviera, de nuevo me surgieron reticencias "a priori" sobre la traslación al español de hoy de una obra publicada por vez primera en 1499. Esas reticencias eran fruto de mi experiencia académica y de prejuicios personales al respecto como simple lector, pero no quise adelantar acontecimientos, aunque a mí la edición de Crítica (Barcelona, 2004), coordinada por Francisco Rico, me parecía y me sigue pareciendo, con mucho, la mejor de las que he leído de "La Celestina".
La ocasión de leer la versión de Soledad Puértolas llegó hace unos días gracias de nuevo a la atención que me depara el personal de la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas de Gran Canaria. Tres años después de aquel artículo en El País, estoy por fin leyendo "La Celestina" de Puértolas. No puedo emitir aun un juicio ponderado de la misma. Cuando termine esta primera lectura quiero releerla de nuevo simultaneándola con la edición de Crítica que comentaba más arriba. De momento, no puedo negar su mayor e indiscutible intelegibilidad, pero me da la impresión de que esa intelegibilidad indiscutible la hace perder la frescura del castellano de Rojas en una época en la que, como dice la propia Puértolas en el prólogo de su edición, la lengua castellana no estaba del todo fijada y faltaba aun un siglo para que Miguel de Cervantes escribiera su "Don Quijote de La Mancha". Es la misma sensación de desasosiego que me turbó hace muchos años, cuando estudiando la licenciatura de Geografía e Historia, tuve la osadía de acometer un trabajo de curso sobre el poema del Cid: "Nomenclatura y toponimia en el Poema del Mío Cid", se tituló, que comencé a realizar a partir de una versión de la obra en español actual y abandoné enseguida para volver a la edición en castellano antiguo y rimada: lo que estaba leyendo "no era mi Cid". Sí, era inteligible, pero no era el poema del Cid. Y me da un poco de aprensión enfrentarme a otra lectura que tengo pendiente, ya veremos para cuando, la versión en español moderno que del "Don Quijote de La Mancha" cervantino acaba de hacer para la editorial Destino (mayo, 2015) el escritor Andrés Trapiello. Aunque no pienso quedarme con las ganas; leerla, seguro que la leo...
En una de las secciones del blog, en la columna derecha de la pantalla, voy poniendo los nombres de algunos de mis autores favoritos y de sus libros, nunca más de un libro por autor. No están todos los que son, pero, indudablemente, sí lo son todos los que están... Aunque parezca mentira leo ahora menos que cuando trabajaba, estaba metido en otros fregados académicos, sindicales y políticos, y además tenía tiempo para la familia. Hablaba de ello hace unos días con una buena amiga -solemos quedar para tomar un café en la calle Triana de Las Palmas de vez en cuando-, y me comentaba que ella tiene la misma sensación, ahora que "solo" se dedica a atender a su familia. Supongo que son los años, que pesan, como decía Rubén Darío: "La vida es dura, amarga, y pesa / ya no hay princesa a la cual cantar." O quizá sea la condición de abuelo, que resulta tan gratificante o más para el espíritu que la literatura. Ya lo comprobarán en su momento. Como le ocurría a mi amigo Michel de Montaigne, mis hábitos de lectura son bastante heterodoxos. Salto de un libro a otro con facilidad, vuelvo al que dejé a medias hace unos días, leo algo que me hace abandonar el que tengo entre manos y comenzar con otro... Supongo que no soy un caso excepcional.
La ocasión de leer la versión de Soledad Puértolas llegó hace unos días gracias de nuevo a la atención que me depara el personal de la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas de Gran Canaria. Tres años después de aquel artículo en El País, estoy por fin leyendo "La Celestina" de Puértolas. No puedo emitir aun un juicio ponderado de la misma. Cuando termine esta primera lectura quiero releerla de nuevo simultaneándola con la edición de Crítica que comentaba más arriba. De momento, no puedo negar su mayor e indiscutible intelegibilidad, pero me da la impresión de que esa intelegibilidad indiscutible la hace perder la frescura del castellano de Rojas en una época en la que, como dice la propia Puértolas en el prólogo de su edición, la lengua castellana no estaba del todo fijada y faltaba aun un siglo para que Miguel de Cervantes escribiera su "Don Quijote de La Mancha". Es la misma sensación de desasosiego que me turbó hace muchos años, cuando estudiando la licenciatura de Geografía e Historia, tuve la osadía de acometer un trabajo de curso sobre el poema del Cid: "Nomenclatura y toponimia en el Poema del Mío Cid", se tituló, que comencé a realizar a partir de una versión de la obra en español actual y abandoné enseguida para volver a la edición en castellano antiguo y rimada: lo que estaba leyendo "no era mi Cid". Sí, era inteligible, pero no era el poema del Cid. Y me da un poco de aprensión enfrentarme a otra lectura que tengo pendiente, ya veremos para cuando, la versión en español moderno que del "Don Quijote de La Mancha" cervantino acaba de hacer para la editorial Destino (mayo, 2015) el escritor Andrés Trapiello. Aunque no pienso quedarme con las ganas; leerla, seguro que la leo...
En una de las secciones del blog, en la columna derecha de la pantalla, voy poniendo los nombres de algunos de mis autores favoritos y de sus libros, nunca más de un libro por autor. No están todos los que son, pero, indudablemente, sí lo son todos los que están... Aunque parezca mentira leo ahora menos que cuando trabajaba, estaba metido en otros fregados académicos, sindicales y políticos, y además tenía tiempo para la familia. Hablaba de ello hace unos días con una buena amiga -solemos quedar para tomar un café en la calle Triana de Las Palmas de vez en cuando-, y me comentaba que ella tiene la misma sensación, ahora que "solo" se dedica a atender a su familia. Supongo que son los años, que pesan, como decía Rubén Darío: "La vida es dura, amarga, y pesa / ya no hay princesa a la cual cantar." O quizá sea la condición de abuelo, que resulta tan gratificante o más para el espíritu que la literatura. Ya lo comprobarán en su momento. Como le ocurría a mi amigo Michel de Montaigne, mis hábitos de lectura son bastante heterodoxos. Salto de un libro a otro con facilidad, vuelvo al que dejé a medias hace unos días, leo algo que me hace abandonar el que tengo entre manos y comenzar con otro... Supongo que no soy un caso excepcional.
En este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes pueden acceder al facsímil, completo, de la primera edición de "La Celestina", impresa en Burgos en 1499 por el editor Fadrique Alemán, de Basilea (Suiza). Y en este otro, en el portal de la mencionada biblioteca dedicado especialmente a "La Celestina", a otras ediciones facsímiles de la obra, versiones modernas, adaptaciones, ediciones críticas y todo tipo de información sobre el autor, la obra en sí y su época. Y en este vídeo que acompaño pueden ustedes ver y escuchar el solemne acto y discurso de entrada en la Real Academia Española de Soledad Puértolas. Y en este otro el reportaje que la 2 de TVE dedicó a la escritora aragonesa con motivo de su entrada en la Real Academia Española. Creo que ambos les resultarán interesantes.
Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
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Entrada 2354
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
1 comentario:
Muy interesante.
Saludos
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