miércoles, 3 de junio de 2015

[Pensamiento] Recuerdo, homenaje y crítica de Tony Judt




Tony Judt



Los lectores asiduos de Desde el trópico de Cáncer conocen ya sobradamente mi admiración por la obra y la persona del insigne historiador y profesor estadounidense de origen británico Tony Judt (1948-2010). Precisamente por el respeto que me merece su obra y su decidida defensa del pensamiento socialdemocráta como la mejor opción política posible frente a los desvaríos del noeliberalismo, por un lado, y los populismos de izquierda, por la banda contraria, no me duelen prendas en traer hasta el blog el artículo que en un reciente número de Revista de Libros, titulado "Tony Judt, el último socialdemócrata", publica el sociólogo español, Julio Aramberri, profesor en la Dongbei University of Finance and Economic en Dailan (China), cuyas críticas y comentarios, no exentos de ironía, gracejo y amenidad en su blog "Orientalismo", en Revista de Libros, sigo habitualmente con sumo interés.

En esta ocasión, Aramberri, crítico mordaz de los socialismos varios y de la izquierda en general, aprovecha la reciente publicación póstuma del libro de Judt titulado "Cuando los hechos cambian. Artículos, 1995-2010" (Taurus, Madrid, 2015), editado por la viuda del historiador estadounidense, para sin mengua de su respeto por la memoria del mismo, ajustar algunas cuentas con sus obras y con su defensa de la socialdemocracia.

Con este volumen editado y prologado por ella misma, Jennifer Homans, la viuda de Tony Judt, -dice Aramberri- se cierra la obra de Judt recogiendo trabajos que aún andaban desperdigados por varias publicaciones, en su mayoría en la prestigiosa The New York Review of Books, de la que Judt era un habitual. 

A lo largo de su obra, -continúa diciendo-, Judt se ocupó de numerosos temas de la historia reciente, todos ellos uncidos a una visión de conjunto o narrativa que giraba alrededor de la defensa del Estado de bienestar y la contribución de la socialdemocracia europea a la creación de la más alta forma de vida colectiva que haya existido y cuya sostenibilidad, cada vez más veteada por la incertidumbre, -ironiza- solo podía ser cuestionada con una dosis de mala fe. Los ensayos de este último volumen de Judt -añade- reiteran esa narración cada vez más difícil de mantener. 

Y todo lo que sigue a continuación por parte del profesor Julio Aramberri es una respetuosa pero acerada crítica, que no comparto, acerca de la coherencia del pensamiento político de Tony Judt.

Tony Judt, -cuenta Aramberri- falleció en 2010 a una edad relativamente temprana, sesenta y dos años, víctima del síndrome de "Lou Gehrig", una enfermedad que hace que los que la padecen pierdan de forma progresiva el control de sus motoneuronas, las células nerviosas que controlan los movimientos voluntarios, pero no el de las funciones cerebrales relacionadas con la sensibilidad y la inteligencia: es decir, son conscientes del deterioro que sufren sin poder hacer nada por remediarlo. Habitualmente el final llega por asfixia tras la pérdida de las funciones respiratorias. Una suerte de «condena sin redención posible», decía Judt de su enfermedad en un ensayo estremecedor aparecido en The New York Review of Book. Judt, un historiador notable, le plantó cara al síndrome hasta el último momento sin dar tregua a su trabajo para así jugarle otra pasada provisional a la muerte. 

Al final de su vida, el éxito había convertido a Judt en esa figura ante la que él sentía una intensa ambigüedad, la de intelectual público, y su muerte dio pie a la habitual ristra de obituarios y homenajes elogiosos o devotos de otros intelectuales de esa misma condición. Una de las escasas excepciones, -sigue diciendo el profesor Aramberri, fue el también historiador Eric Hobsbawm. Aviesamente, en el ensayo necrológico que le dedicó dejaba caer que, hasta la publicación de "Postguerra", Judt había destacado, ante todo, como juez de la horca, ajustando cuentas a algunos franceses y a otros de mayor cuantía. Y remataba, por do más pecado había, que ésta, su obra mayor, era un libro ambicioso pero poco equilibrado que dejaría de parecer satisfactorio a quienes lo leyesen tan solo unos pocos años después de publicado. 

Aunque por razones ajenas a las suyas, como luego se dirá, no dejo de concurrir con Hobsbawm -añade Aramberri- que "Postguerra" y, en mi opinión, el resto de la obra posterior de Judt narra un desencanto anegado por la nostalgia y es una pena que la lucidez de muchos de sus análisis no cause en el lector tanta impresión como su entereza personal. Por mucho que se admire esta, las ideas tienen que pasar por el tamiz de la crítica, pues permanecerán en la conciencia colectiva una vez que el coraje de su autor se haya borrado de la memoria.

Espero y deseo que esta brevísima introducción les anime a continuar la lectura del artículo del profesor Aramberri, y como no, aunque solo sea por ver si sus planteamientos y análisis sobre la obra de Judt se corresponden con los de ustedes, se animen igualmente a leer algunos de los títulos del insigne profesor estadounidense.  

De toda la amplia bibliografía de Tony Judt me atrevería a sugerirles la lectura de su monumental "Postguerra. Una historia de Europa desde 1945"; "Pensar el siglo XX", que reune las conversaciones entre Judt y el también historiador Timothy Snyder; "Algo va mal", un alegato en defensa de la socialdemocracia; y su intimista e impresionante autobiografía, dictada al final de su vida, "El refugio de la memoria". Todas ellas están editadas por Taurus.


Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Julio Aramberri





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