Playa de La Laja, Las Palmas de Gran Canaria
De pequeña tenía dos sueños que siempre se repetían, pesadillas claro está; lo bueno no tiene tedencia a repetirse. Una de ellas era un pasillo oscuro donde me perseguían brazos y piernas, solo extremidades, de distintos colores con un halo fluorescente. Un ambiente muy ochentero propio de la época. El otro era ver, desde dentro y desde fuera, como derrapaba el ford granada de mis padres, en la curva de la playa de La Laja y se precipitaba al mar.
Estoy convencida que toda la gente de Las Palmas mayor de treinta años lo ha pensado alguna vez. Digo mayor de treinta porque la jodida curva desapareció con la nueva carretera, gracias a dios o a la propuesta de urbanismo y fomento. Aunque ya no exista la curva y sea una autovía de tres carriles perfectamente acondicionada, sigo conteniendo la respiración cada vez que paso por ahí y me consta que no soy la única. Trabajo en Telde y cosas de no tener todavía carnet de conducir, estoy en ello, voy todos los días en guagua, en el salcai para ser exactos o en los kamikazes para ser realistas. Hoy en el viaje de vuelta me he acordado del sueño, digamos que lo he imaginado pero esta vez con el autobús y me he puesto a pensar que sería lo que tendría que hacer si pasara: cruzar los brazos y pegar el pecho al cuerpo, tirarme al suelo, busqué las ventanillas de emergencia (total, ¿para qué? si ninguna de ellas tiene al lado el martillo que se usa para romperlas) que le gritaría al conductor que abriera la puerta mientras cae el bus al agua, y luego vi entrar el agua de sopetón y todos flotando. Cuando me pongo tétrica, me pongo. Así que me fui poniendo histérica, me entraron ganas de llamar a mi madre, preguntar por el niño, a mi marido, a mi padre...Cuando me di cuenta y mis pensamientos empezaron a pasar a velocidad normal ya había pasado la curva.
En estos casos en los que mi imaginación se deja llevar por la catástrofe intento recordar lo que me dijo una gitana que me leyó la mano cuando tenía 18 años, que viviría hasta los 96. Cojo aire, respiro tranquila y veo que tengo 32, todavía me quedan unos cuantos para dar la lata. También me dijo que tenía un gusto exquisito para los zapatos y que tendría dos grandes amores en muy poco tiempo. En los amores no acertó naíta; soy quisquillosa para los zapatos eso es verdad pero porque me hacen herida en la misma tienda, y lo de los 96, lo doy por muy acertado. Lo demás lo borré de la memoria. Un saludo, Nos vemos. Ruth
Cartel informativo de emergencias
Entrada núm. 1385
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