miércoles, 24 de septiembre de 2025

ARCHIVO DEL BLOG. DE LAS VUELTAS A LA REFORMA DE LA LEY DEL ABORTO. PUBLICADO EL 14/02/2014

 







El problema que le encuentro a escribir en las redes sociales es el de que, normalmente, solo nos leen nuestros amigos, conocidos, o aquellos que sin ser amigos o conocidos comparten una buena parte de nuestros criterios habituales. Y volviendo la oración por pasiva, igual ocurre con aquello que solemos leer nosotros: que solo nos detenemos a hacerlo con lo que escriben nuestros amigos, conocidos, o aquellos con los que compartimos opiniones. A veces es bueno darse una vuelta por lo que escriben y piensan aquellos que no son de nuestra cuerda. Por pura higiene mental...

En mi caso, por citar un ejemplo, por lo que escribe Álvaro Delgado-Gal, periodista, profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid y director de la, para mí, magnífica e imprescindible "Revista de Libros". También, por añadir dos nombres más, los artículos de Mario Vargas Llosa o Fernando Savater son siempre una insuperable fuente de reflexión, aunque no comparta sus posiciones políticas ni, en todos los casos, sus opiniones. Y es que la "verdad" (yo la escribo siempre con minúscula) no es la misma para todos. Ninguno de los citados puede ser acusado justamente de veleidades izquierdistas, y sin embargo, a mí me encanta lo que dicen y como lo dicen, aunque no esté de acuerdo con ellos.

En el prólogo de su libro "Pensar el siglo XX" (Taurus, Madrid, 2012), escrito al alimón por los historiadores Tony Judt y Timothy Snyder, dice este último que la verdad es siempre plural; que el pluralismo no es sinónimo de relativismo, sino más bien un antónimo. El pluralismo, dice, acepta la realidad moral de diferentes tipos de verdad, pero rechaza la idea de que todas ellas puedan situarse en una sola escala, medida por un único valor.       

Pero vuelvo a lo que justifica esta entrada de hoy, traer hasta el blog la reflexión que el profesor Delgado-Gal ofrece a los lectores en su "Cartas del Director" del número de febrero de Revista de Libros sobre la propuesta de reforma de la ley del aborto que ha llevado al Parlamento el gobierno del partido popular. Reflexión que se inicia con este párrafo bastante clarificador: "Dos cosas se pueden decir con seguridad sobre la ley del aborto, conocida también como ley Gallardón. Uno: el Gobierno ha metido la pata. Dos: el estrépito formidable levantado por la ley en los medios de comunicación no ha producido, ni siquiera favorecido, un auténtico debate. Ni periodistas, ni políticos, ni progresistas, ni reaccinarios, han entrado en el fondo de la cuestión: la de si es lícito abortar o no, y si lo primero, por qué, y si lo segundo, también por qué. Rajoy -añade-, tardó pocos días en ponerse de perfil y pasar la patata caliente a los dirigentes regionales. Y la izquierda ha menudeado sobre todo gestos, los cuales no equivalen exactamente a argumentos. Cuando se cuenta con el apoyo de la platea, no es necesario razonar: se hinchan los carrillos, se hace "¡buuu!", y el contricante ya está perdido".

La ley que regula el derecho al aborto actualmente, dice, es una ley de plazos atemperada por una serie de supuestos. Pero es evidente que una ley de plazos no es ni significa lo mismo que una ley de supuestos. La primera reconoce a la madre libertad absoluta para abortar durante un periodo de tiempo determinado. La segunda, invita a comparar daños... y elegir el mal menor.

La ley que regula el derecho al aborto, añade más adelante, se viene enjuiciando desde tres perspectivas diferentes. Desde la "integrista" se defiende sin ambages que el huevo es una persona, lo que, evidentemente, no es. Desde la "libertaria": "yo mando en mi cuerpo" o "mi cuerpo es mio" (que el autor califica más como eslóganes que como argumentos) se obvia que aun reconociendo que el feto puede ser una "no-persona", excluir al padre potencial de todas las decisiones sobre el "nasciturus" se antoja excesivo, diga la ley lo que diga. Por último, sobre la tercera perspectiva en discordia, la que el profesor Delgado-Gal denomina "socialista" (¿la actualmente vigente?), dice que es una perspectiva "libertaria" que se detiene sin aplicarse hasta el final. Yo me inclinaría por una estricta ley de plazos, que es lo que parece que demanda mayoritariamente la sociedad española y lo que también mayoritariamente ha adoptado la legislación que regula el derecho al aborto en la Unión Europea. Pero quizá, mejor, dejarla como está. 

Una última digresión personalísima. Tengo la convicción de que el proyecto de ley de reforma del derecho al aborto no va a prosperar. Y no porque lo tumben los parlamentarios de la oposición o las justificadas críticas de la sociedad española, sino porque el propio gobierno y el partido que lo sustenta, una vez salvada la cara del impresentable proyecto y de su ministro proponente en las Cortes ante lo más integrista de sus votantes lo va a dejar languidecer hasta el término de la legislatura para que decaiga por sí solo. ¿Apostamos? En todo caso les recomiendo la lectura del artículo del profesor Delgado-Gal. Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt













DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, ACENTO, DE ANDREA LÓPEZ MONTERO

 







ACENTO




Busqué en el catálogo la sangre

correcta: que brindase con cariño

la sed de dicha, el alimento justo.


No te ofrecí, no, la virtud intacta,

sí el deseo de un útero cabrío,

todo el llanto y el aullido de leche.


Escogí un ajuar de loza blanquísima

y todos los termómetros de usura

para acudir caníbal a tu encuentro.


En la lumbre de azufre que te escalda

en tu semilla con mi trampa dulce

y sus muebles pequeños y pequeños.


Para alimentar las crías con mimosuave, su desayuno de azafrán,

su lento tiritar de aves al vuelo

y las fresas precarias, con tanta norma nueva

que no logra rimar bien ni conjunta

el cuidado, la sábana, la cuna.


Todo el llanto y el aullido de leche

perfecta que brindase en el cariño

el útero vacío de tu carne.


No te ofrecí, no, (no me ofrecí) la virtud precisa,

no la virtud vacía, no en virtud

del agua clara y pulcra, la virtud


con tanto llanto: escogí con el tiempo

el tiempo de este canto débil, esta

dicha justa. Alimento de la sangre.


Busqué en el catálogo un brote,

los rasgos, los defectos que no debo

repetir: decidí ovular rápido,

pronto en antes de escoger la miopía,

sin tristeza hereditaria o cojera.

Repito: decidí el óvulo,

el óvulo de las rapaces.


Mi cría corre veloz en el prado,

corre sana, corre fuerte y ay, ¡corre!

No nos imita, no, no nos imita.


Escogí el canto y el aullido de leche,

todo mi ajuar de una loza blanquísima,

sin tristeza hereditaria y sin llanto.




ANDREA LÓPEZ MONTERO (1989)

poetisa española


























DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY MIÉRCOLES, 24 DE SEPTIEMBRE DE 2025

 
































martes, 23 de septiembre de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY MARTES, 23 DE SEPTIEMBRE DE 2025

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 23 de septiembre de 2025. La exaltación de la fuerza está de regreso, y nos impulsan a admirar el poder sin restricciones y la crueldad, que es su despliegue, comenta en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Irene Vallejo. En la segunda, un archivo del blog de septiembre de 2013, HArendt se preguntaba por qué solemos ser tan rematadamente malos los españoles cuando hacemos cine, y más específicamente series televisivas, con pretensiones históricas? Lo digo, por contraste, con series tan magníficas como la de "Elisabeth", "El Ala Oste", "John Adams", "Roma", o la mítica "Yo, Claudio". En cine, son legión las excelentes películas rodadas al respecto, siempre fuera de nuestras fronteras... El poema del día, en la tercera, se titula Cumpleaños de amor, es del poeta español Ángel González, y comienza con estos versos: ¿Cómo seré yo/cuando no sea yo?/Cuando el tiempo/haya modificado mi estructura,/y mi cuerpo sea otro. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "ἡμεῖς ἀπιοῦμεν" (nos vamos); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt













DE LA TIERRA SIN NOSOTROS

 






La exaltación de la fuerza está de regreso, nos impulsan a admirar el poder sin restricciones y la crueldad, que es su despliegue, comenta en El País [Tierra sin nosotros, 21/09/2025] la escritora Irene Vallejo. Nunca más, nunca más. Lo repetía el cuervo implacable en el poema de Poe: “Nunca más”. Lo mismo dijeron millones de voces tras la pleamar del horror, tras la Shoah y —menos recordado— el Holocausto gitano. Sin embargo, la advertencia de aquel pájaro fatal se desvanece una y otra vez: los nuncas y los siempres humanos son efímeros cual pluma al viento. Desde entonces, el monstruo del genocidio ha vuelto a despertar. Exterminios en Camboya, en Guatemala, en Ruanda, en Srebrenica, hoy en Gaza… Con el mismo arsenal de pretendidas justificaciones, los ejércitos siguen masacrando a civiles, comienza diciendo Vallejo.

La exaltación de la fuerza está de regreso. Nos impulsan a admirar el poder sin restricciones y la crueldad, que es su despliegue. Nada tiene de novedoso: la sed de destrucción total y las matanzas masivas contra pueblos enteros tienen precedentes antiguos. Hace casi 20 siglos, encontramos una temprana mención a los crímenes contra la humanidad. En el libro VII de su Historia natural, Plinio el Viejo alude a Julio César y le atribuye humani generis iniuriam, es decir, un ultraje, un daño, una afrenta contra el género humano.

Durante sus campañas militares, mientras negociaba una tregua con los usipetes y tencteros, César lanzó un ataque indiscriminado. Lo sabemos por la crónica de sus hazañas, La guerra de las Galias, que escribía para afianzar su propia imagen de general glorioso. Su obra inauguró el recurso de hablar sobre sí mismo en tercera persona, para ocultar —insignificante detalle— que el cronista imparcial y el jefe máximo eran la misma persona. Según contó, “nuestros soldados irrumpieron en el campamento. Una multitud de personas —ancianos, mujeres y niños— huyó en todas direcciones. César envió a la caballería para darles caza. Muchos de ellos fueron asesinados; el resto se arrojó al río y pereció allí, vencido por el pánico, el agotamiento y la fuerza de la corriente". Orgulloso de su gesta, César se jactaba de haber asesinado a más de un millón de combatientes en las Galias, y a 430.000 almas en esa sola acción, a orillas del río ensangrentado. Más allá de la veracidad de las cifras, lo que importa e impacta es la ostentosa satisfacción del general por su ataque a sangre fría contra pueblos desprevenidos con el propósito de aniquilarlos por completo.

A lo largo de la guerra, César entendió el potencial de la hambruna para causar la muerte de familias, incluso de naciones. Gran parte de sus víctimas sucumbió por hambre cuando ordenó confiscar y destruir cosechas, además de quemar asentamientos y granjas. Otras murieron congeladas porque las legiones incendiaron edificios, aldeas y pueblos, expulsando a sus habitantes a la intemperie invernal. Enormes bosques fueron talados para impedirles buscar refugio en la compasión de los árboles. La marcha del ejército romano a través de los territorios enemigos los convirtió en paisajes de devastación y terror.

La masacre de los usipetes y tencteros sacudió Roma. Se nombró una comisión para investigar las acciones militares en las Galias. Catón el Joven exigió que el sanguinario caudillo fuera entregado a los galos por sus delitos. Aquel exterminio parecía violar incluso las laxas ideas romanas sobre las leyes de la guerra. Sin embargo, Julio César, precoz maestro de propagandistas, estaba convencido de que el relato de esas atrocidades afianzaría su reputación como líder invencible. Se aseguró de que sus compatriotas supieran que había sometido a varios millones de personas, muchas asesinadas o vendidas como esclavas, cuantificando minuciosamente sus matanzas. La magnitud de sus victorias acalló las voces críticas y lavó sus crímenes: desde antiguo, el éxito acostumbra a tramitar indultos instantáneos. Partiendo de las cifras de Plutarco y Apiano, se calcula que los ejércitos romanos asesinaron a un cuarto de la población total gala: numerosos historiadores acusan sin ambages a César de genocidio. Como tantas veces ha ocurrido, acto seguido el flamante y admirado general volvió las armas no contra nuevos enemigos extranjeros, sino contra los propios romanos, en una guerra civil.

Hoy vivimos un retorno triunfante de líderes despiadados que asientan su autoridad en actitudes brutales e inflexibles. Para ellos, castigar sin contemplaciones es un espectáculo conveniente, un ritual público que enardece a sus seguidores y atemoriza a sus adversarios. Pone en escena las emociones dominantes: el apetito de orden, el miedo, la venganza, la violencia contra el adversario. La empatía y la compasión hacia las víctimas ajenas son descartadas como flaquezas, fracasos o falsedades. En el teatro del poder se escenifica la capacidad del gobernante para decidir sobre la vida o la muerte sin que le tiemble la mano, erigido en juez que dictamina culpables, escarmientos y condenas.

Las palabras “castigo”, “castidad” y “castración” comparten la misma raíz lingüística. Todas provienen del latín castus, que significa “puro”. El significado literal de castigar es, por tanto, “hacer puro”. Aunque en nuestros días el término pureza pueda sonar trasnochado, a damiselas de novela o telenovela, tiene dimensiones más trágicas que melodramáticas. Su origen está, tal vez, relacionado con el fuego —en griego pur— que purifica al precio de destruir la vida. Un concepto, como ya descubrieron los antiguos, que se demostró extremadamente eficaz para asegurar el control: sobre los cuerpos, por medio de la vigilancia del deseo y la virginidad custodiada; en la esfera social, a través de la idea de la pureza de sangre. De castus proceden las castas, grupos cerrados, con privilegios o desventajas. Llevado al extremo, lo sabemos, el castigo colectivo conduce a expulsiones y exterminios. En nombre de la pureza de sangre, España desterró a judíos, musulmanes y conversos moriscos.

En un episodio del Quijote, Sancho reconoce por los caminos a un vecino de su aldea que viaja disfrazado entre peregrinos. Ricote es un musulmán convertido que perdió su hogar por orden real, como todos los suyos. Los decretos del rey lo exiliaron al norte de África, a una patria que no conoce, una lengua que no habla y una religión que ya no practica. “En ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea”, dice Ricote. La expulsión de los moriscos obligó a marchar a más de 100.000 conversos, repudiados en su tierra natal, sospechosos también en tierras islámicas. Las consecuencias fueron ruinosas: empobrecimiento del comercio y la agricultura, despoblamiento, inseguridad y dolor. Conmovido por las penas de su viejo amigo, Sancho promete que no lo denunciará y ambos se funden en un abrazo. Con cervantina compasión, el fiel escudero toma partido por los exiliados.

Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos dividimos el mundo entre inmaculados e inmundos, es decir, entre nosotros —limpios— y los otros —mezclados y manchados—. Siglo tras siglo, la pureza y el castigo regresan con su danza macabra. Montesquieu señaló en El espíritu de las leyes: “Sería fácil probar que, en todos los gobiernos de Europa, los castigos han disminuido o incrementado en la medida en que dichos gobiernos favorecen o desalientan la libertad”. Hoy, la condena y la ejecución vuelven a la plaza pública, retransmitidas para intimidar cualquier gesto de oposición, cualquier abrazo quijotesco. Los nuevos profetas de la sociedad impoluta —sin suciedad— exhiben la expulsión y el exterminio como aviso a disidentes e impuros. Desde la más remota Antigüedad, matar por afán de poder y pureza es una gran mancha en la memoria de lo humano. Irene Vallejo es filóloga y escritora, Premio Nacional de Ensayo de 2020 por El infinito en un junco (Siruela).















DEL ARCHIVO DEL BLOG. CINE, TELEVISIÓN Y DIVULGACIÓN HISTÓRICA. PUBLICADO EL 10/09/2013

 








¿Por qué solemos ser tan rematadamente malos los españoles cuando hacemos cine, y más específicamente series televisivas, con pretensiones históricas? Lo digo, por contraste, con series tan magníficas como la de "Elisabeth", "El Ala Oste", "John Adams", "Roma", o la mítica "Yo, Claudio". En cine, son legión las excelentes películas rodadas al respecto, siempre fuera de nuestras fronteras... Hace cinco años por estas fechas veía en Punta Umbría (Huelva), "La conjura de El Escorial", de Antonio del Real. No es que fuera un bodrio completo, pero se le acercaba bastante. Salvo los exteriores, muy bien elegidos, y la ambientación, todo lo demás decepcionaba. 
¿Será por eso por lo que ningún productor serio se atrevió a sacar a escena en teatro, cine o televisión, la efemérides de 1808, la de 1812 en que conmemorábamos el 200 aniversario de la primera constitución española, la primera constitución de inspiración liberal de Europa, o los procesos de independencia de la América española?
Se conservan, y fui publicándolas en el blog mes a mes en su integridad, las actas de las sesiones de las Cortes que elaboraron y aprobaron en Cádiz, en la Iglesia de San Felipe Neri, la Constitución de 1812. A pesar de las "vacas flacas" ¿no podría haber sido interesante que el Ministerio de Cultura subvencionara un concurso de ideas para "dramatizar" tan fausto acontecimiento y dárselo a conocer a los españoles de manera accesible e interesante?...
De las producciones televisivas españolas más recientes, como "Isabel", o la infumable "Águila roja", prefiero no opinar: no me gusta ofender innecesariamente.
La periodista norteamericana Bárbara Probst Solomon publicaba por aquellos días de 2008 un interesante artículo sobre el poder del cine a la hora de influir en los comportamientos políticos de los ciudadanos, en el que ellos, dice, se ven reflejados mejor que en cualquier otro medio. Se titulaba "Los mitos del cine van a las urnas". Aprenderán bastante sobre estrategias electorales y publicidad política. Y sobre penosas realidades sociales y económicas ya vividas y que ahora parecen repetirse milimétricamente en España y algunos otros países europeos. Me pareció muy interesante, y espero que a ustedes también.
Por cierto, les supongo enterados de la que le cayó encima a Woody Allen en esos ya lejanos días por su apoyo explícito a Barack Obama en las elecciones que se celebrarían en el mes de noviembre... Y es que, algunos políticos eran (y son) como niños: follar, no sabemos si follan; pero joder, joden un montón... Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt


















DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, CUMPL,EAÑOS DE AMOR, DE ÁNGEL GONZÁLEZ

 







CUMPLEAÑOS DE AMOR




¿Cómo seré yo

cuando no sea yo?

Cuando el tiempo

haya modificado mi estructura,

y mi cuerpo sea otro,

otra mi sangre,

otros mis ojos y otros mis cabellos.

Pensaré en ti, tal vez.

Seguramente,

mis sucesivos cuerpos

-prolongándome, vivo, hacia la muerte-

se pasarán de mano en mano,

de corazón en corazón,

de carne a carne,

el elemento misterioso

que determina mi tristeza

cuando te vas,

que me impulsa a buscarte ciegamente,

que me lleva a tu lado

sin remedio:

lo que la gente llama amor, en suma.

Y los ojos

-que importa que no sean estos ojos-

te seguirán a donde vayas, fieles.




ÁNGEL GONZÁLEZ (1925-2008)

poeta español