El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2024
martes, 18 de junio de 2024
lunes, 17 de junio de 2024
Del final del siglo XX
JOAQUÍN LUNA
11/06/2024 - La Vanguardia - harendt.blogspot.com
Cada uno llega a grandes conclusiones –o al matrimonio– por caminos inverosímiles. Los hay que piensan y se estrujan, a otros nos puede lo anecdótico. Aclarado esto, el mundo del siglo XX ha caducado, nos pongamos como nos pongamos. Capri c’est fini ...
La misión del siglo XX parecía clara: la vacuna definitiva contra los extremismos y los nacionalismos. De ahí, la tentación enternecedora de recordar las vidas sacrificadas en Normandía hace 80 años horas antes de las elecciones europeas del domingo.
Murieron jóvenes para derrotar al fascismo. Y ahora los jóvenes votan para resucitarlo. No es una cuestión de buenos y malos, solo que lo del siglo XX les resulta tan ajeno como a los de mi generación las guerras carlistas. Los jóvenes no están hechos para vacunas...
Dos anécdotas personales. Hace una semana me hablaron de Se Acabó la Fiesta. Solo el nombre y la suficiencia intelectual que gastamos los de entonces hicieron que lo tomase por un chiste de las redes. Tres eurodiputados, toma castaña, Joaquinito.
Este domingo, un torero ajeno al sistema, Fernando Adrián, salía a hombros por la puerta grande de Las Ventas. Es decir, a lomos de alguien con el suficiente humor y fuerza para cargar a un tipo al que todos zarandean. Normalmente, la tarea corre a cuenta de los capitalistas, término con guasa (son mercenarios en busca de la gratificación). ¿Quiénes le sacaron por la puerta grande? Todo jóvenes, veinteañeros a lo sumo, que se están apuntado al espectáculo más denigrado, vituperado y restringido de cuantos se celebran legalmente en España. ¡Es la reacción! Prohíba usted, imparta lecciones de progreso y renovará la alicaída afición a los toros.
Fueron jóvenes los que derrotaron al fascismo, son jóvenes los que hoy lo resucitan
El resurgimiento de la extrema derecha y los nacionalismos carcomen la Unión Europea, creada precisamente para acabar con ellos. Los cordones sanitarios, el silencio displicente sobre coñas como Se Acabó la Fiesta y la convicción de que dejamos vacunada a la humanidad contra los errores del pasado han fracasado. No se frena ya a la extrema derecha desde el silencio o la corrección política. Al contrario. Joaquín Luna es escritor.
[ARCHIVO DEL BLOG] El G-7 y la encíclica del papa Francisco. [Publicada el 18/06/2015]
Sentido de la justicia, necesidad de seguridad, solidaridad y cobertura de riesgos climáticos para los más vulnerables, energía y finanzas…, añade como conclusión, son todos ellos asuntos que van más allá del espacio negociador del clima en Naciones Unidas. Es importantísimo alinear mensajes y políticas más allá de las negociaciones, pero ahora queda descender del comunicado y la encíclica a la realidad: a la instrucción concreta para resolver problemas y alinear de forma congruente las políticas en el caso de unos; para que la moral y el sentido de la solidaridad y la justicia se impongan sobre el prejuicio interesado o ideológico en el caso de otros. Corresponde a esos mismos líderes ahora pasar del dicho al hecho… Esperemos, eso sí, que lo hagan acortando rápidamente el trecho. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
El poema de cada día. Hoy, Eres un buen momento para morirme, de Félix Francisco Casanova (1956-1976)
ERES UN BUEN MOMENTO PARA MORIRME Amaneciendo y anocheciendo a un mismo tiempo, cariño, ¿no es ésta la forma en que te gustaría vivir? En mi cabeza hay un álbum de fotos amarillentas y lo voy completando con mis ojos, con los más leves ruidos, atrapando olores en el aire y en cada sueño que sueño. ¿Sabes una cosa, pequeña? La última página de mi álbum tiene tu boca lluviosa mordiéndome un labio, un disco de rock’n’roll y calcetines de colores. Mis ojos han sido rápidos, te he hecho el amor con la ropa puesta a través de una larga pajita dorada mientras cruzabas la calle con el cabello ardiendo. Pero ahora son tus pies quienes dan mis pasos, ¡así que no te equivoques pues me caería! Te bebo en cada vaso de agua que sacia mi sed, mis palabras son claras como niños pequeños o espesas como semen empapando cortinas, pero hoy tengo que inventar un nuevo idioma para conversar con tus tiernos maullidos eléctricos y los gritos de euforia de la gente que vive en tu cabeza. Debes saber que a veces soy como un entierro interminable, siempre triste y azul subiendo y bajando por la misma calle. Pero otras veces soy un río de risa corriéndome por toda la ribera, haciendo el amor a la mar, una felicidad contagiosa, un revólver de amor, nena, y voy a disparar justo a tu corazón ¡bang, bang! ¿te di? Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte, montaña de aguardiente y tarde rojiza. Eres un buen momento para morirme.
Félix Francisco Casanova, 1956-1976
domingo, 16 de junio de 2024
De la escuela o la barbarie
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz domingo, 16 de junio. Parece mentira que el sueño ilustrado de la igualdad y del acceso al conocimiento riguroso, comenta en la primera de las entradas de hoy del blog el escritor Antonio Muñoz Molina, todavía no llegue a cumplirse y esté siendo continuamente agredido y socavado. En la segunda, un Archivo de junio de 2016, se habla de la necesidad perentoria de una reforma del sistema electoral, pero ocho años después seguimos igual o peor. La tercera es un emotivo poema del poeta y escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, un habitual del blog. Y por último, para terminar, las viñetas de cada día. Espero que todas ellas sean de su interés. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com
La escuela o la barbarie
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
08 JUN 2024 - El País - harendt.blogspot.com
La causa de la instrucción pública no termina nunca. Parece mentira que el sueño ilustrado de la igualdad entre las personas y del acceso al conocimiento riguroso lleve más de dos siglos existiendo y todavía no llegue a cumplirse, y esté siendo continuamente agredido, socavado, malbaratado, a veces incluso por algunos de los que debieran defenderlo. En Buenos Aires se echan a la calle medio millón de personas para vindicar lo que la Argentina, igual que Uruguay, había conquistado a principios del siglo XX, antes de cualquier país europeo: la separación entre la Iglesia y el Estado, y con ella el establecimiento de una educación pública universal y gratuita, desde la primaria a la universidad. Podría pensarse que un sistema que lleva más de un siglo mostrando su formidable eficacia estaría al menos tan fuera de duda como muchas tradiciones obtusas que propagan la brutalidad o el fanatismo religioso o patriótico. Pero uno de los objetivos prioritarios de Javier Milei es la abolición de la enseñanza pública, según proclama con la desvergüenza propia de los agitadores de su cuerda, los mismos que dentro de unos días pueden haber ganado una influencia temible sobre el porvenir de Europa.
No hay que dejarse distraer por las payasadas de los energúmenos. Por detrás del espectáculo, de los eslóganes berreados por multitudes y las extravagancias capilares, hay una racionalidad de cálculo económico. Hace unas semanas Donald Trump se puso perfectamente serio delante de un auditorio formado por los máximos dirigentes de las compañías petrolíferas americanas, a los que les pidió mil millones de dólares para financiar su campaña, a cambio de la promesa de abolir una por una todas las medidas contra el cambio climático y a favor de las energías renovables que se han ido estableciendo durante la presidencia de Joe Biden. Quien haya leído esa magnífica novela de Éric Vuillard, El orden del día, se acordará de una reunión celebrada en casa de Hermann Goering, en vísperas de las elecciones legislativas de 1933, en la que Hitler en persona prometió a los dueños de las mayores empresas y bancos alemanes que si le financiaban la campaña y él salía ganador no tendrían que preocuparse nunca más por los partidos de izquierda o los sindicatos, y ni siquiera por la molestia de nuevas elecciones. Los empresarios y los banqueros pagaron, y no se puede decir que no les saliera a cuenta la inversión. Gracias a la guerra se enriquecieron más todavía fabricando armas, aeroplanos, camiones, automóviles, por no hablar del gran negocio para las empresas químicas —todas ellas operativas y prósperas todavía— que aseguraban el suministro eficiente de gas Zyklon-B a los campos de exterminio.
Trump no es Hitler, y Milei no es Trump, y a sus imitadores españoles les falta todavía desenvoltura escenográfica, atados como están por ahora a una aspereza envarada y cuartelera, eso que los falangistas líricos llamaban “el laconismo de nuestro estilo”. Pero a todos ellos los une la franqueza con la que proclaman una metódica voluntad de eliminar cualquier traba a los intereses de un capitalismo dispuesto a perpetuarse a costa de la segura destrucción no de la vida sobre la Tierra, sino del único mundo habitable para los seres humanos. Para lograrlo necesitan, entre otras cosas, la difusión de la ignorancia y la mentira. Los que tanto gesticulan contra las “élites” están al servicio, y seguramente a sueldo, de las élites más codiciosas y destructivas que han existido nunca.
Que sean todos tan beligerantes contra la enseñanza pública como contra las placas solares y los carriles bici es un indicio del peligro que ven en ella, y por lo tanto del valor que le atribuyen, como el que Stalin y sus sicarios otorgaban a la poesía. Si el autor de unos poemas o de una novela es perseguido o incluso asesinado, y su obra destruida, quiere decir que la literatura puede ser más perturbadora y más valiosa de lo que creen quienes se dedican a veces desengañadamente a ella. Si Javier Milei tiene tanta prisa por destruir uno de los sistemas de educación pública más antiguos y eficaces del mundo está reconociéndola como un obstáculo fundamental contra su propósito de eliminar cualquier asidero de igualdad o justicia, de reducir al máximo la capacidad de conocimiento y por lo tanto de libre albedrío de los ciudadanos.
Dejando a un lado el paréntesis republicano, el sueño de la educación pública ha sido más difícil de cumplir en España que en otros países de Europa y del Río de la Plata: por el atraso general, por la indiferencia y la ignorancia de las clases dominantes, por la fuerza opresiva de la Iglesia y la debilidad del Estado. Fuimos un país de grandes educadores predicando en el desierto. Mi generación fue la primera en la que un número creciente de hijas e hijos de trabajadores pudimos hacer el bachillerato en institutos públicos y llegar a la universidad gracias a las becas. Fueron los gobiernos socialistas de los años ochenta los que ampliaron de verdad el derecho a la educación, pero no se atrevieron a hacerla universal y pública. Faltó coraje, o convicción, o de nuevo no hubo fuerza para hacer frente al poderío de la Iglesia católica. El resultado es un confuso sistema según el cual la enseñanza privada y religiosa se financia masivamente con fondos públicos, y la enseñanza pública se va quedando relegada, empobrecida, cada vez más incapacitada para cumplir la misión educadora y emancipadora que le corresponde. No hace falta la truculencia de una motosierra para ir amputando casi día por día, en las comunidades gobernadas por las derechas más y menos extremas, plazas y aulas escolares, puestos de profesores, asignaciones para comedores y bibliotecas, hasta el espacio mismo de los centros, como en ese instituto admirable de Madrid, el Ramiro de Maeztu, que el Gobierno regional ha incautado en parte, sin consultar con nadie, para cederlo a una escuela internacional de privilegiados.
Igual que en Buenos Aires, los profesores y los estudiantes se echan a la calle en Madrid y en Valencia para protestar contra el acoso permanente hacia la enseñanza pública, pero muchos de ellos se quejan de la indiferencia de la ciudadanía y la hostilidad de los medios serviles, beneficiarios de fondos cuantiosos que quizás fueran más útiles si se dedicaran a mejorar las escuelas. Durante años he notado en mis amigos profesores una mezcla de cansancio y del cotidiano heroísmo de hacer bien un trabajo que saben esencial. Ahora lo que transmiten es sobre todo desolación. “La desgana, el agotamiento y el hartazgo están al alza entre los docentes” me escribe uno de ellos, al que conocí enérgico y animoso hace unos años. “Justo antes de los recortes, en mi centro educativo, había 77 profesores y 790 alumnos; hoy somos 72 profesores para 820 alumnos. La consecuencia es una ratio disparatada: tenemos muchos grupos de más de 30 alumnos, a veces en aulas diminutas. Incluso hay un grupo de 2º de Bachillerato de ¡37 alumnos! Los profesores solemos decir, contra los políticos y pedagogos, que la verdadera reforma educativa consiste básicamente en arreglar la ratio, pues dar hoy día clase a más de 25 alumnos vuelve imposible el tan cacareado ideal de la atención personalizada al estudiante”.
A veces las movilizaciones obtienen resultados, aunque no siempre los previstos. En Valencia, al día siguiente de una gran manifestación de protesta, el Gobierno regional anuló de golpe una convocatoria de 5.000 plazas de profesores. No es que el sueño de la instrucción pública no llega a culminarse en España: es que está siempre en el aire. Apenas habíamos conquistado algo y ya estamos perdiéndolo. Antonio Muñoz Molina es escritor y académico de la Real Academia Española.
[ARCHIVO DEL BLOG] De nuevo sobre la reforma electoral. [Publicada el 11/06/2016]
El poema de cada día. Hoy, Ven conmigo, de Juan Gabriel Vásquez (1973)
VEN CONMIGO
Ven conmigo, mujer que me acompañas,
déjame que te llame con las voces
de todos los que a veces hemos sido.
Baja las escaleras de la noche,
despójate de tus cansadas ropas
y tócame la espalda como un ave,
señal de que empecemos. Es septiembre
en mi vientre enervado y memorioso,
y en las calles de la ciudad incógnita
somos una vez más recién llegados.
Ven conmigo, mujer sin abalorios,
quiero invitarte a trajinar el aire
según el método que ya es el nuestro
después de tantos años de comienzos.
Así hemos navegado otros lugares:
en este oficio de la extranjería
ya somos para siempre veteranos.
Salgamos a invadir estas aceras,
descalzos inventores de murmullos,
animales de paso, piel furtiva
alerta a las traiciones de la noche,
los párpados temblando como anuncios
de neón en los techos de la cuadra.
Nadie nos espera en ninguna calle,
ni hay bocas en el túnel que nos muerdan
los pasos despoblados, pero es cierto:
nos han seguido como sigue el tiempo
a los enfermos. (No es de sorprenderse,
porque la enfermedad sale de noche).
¿No sientes que nos miran? Yo lo siento.
Lancemos una sonda a la tristeza,
juguémonos la vida por un rato,
y que alguien pase a recoger los restos.
Los dioses derrotados ya se han ido.
En cambio tú, mujer, sigues conmigo:
cuidándome, celosa centinela,
con la grave fiereza de un suicida.
Permite que esta noche me refugie
en los cóncavos puertos de tus brazos,
orgulloso de miedo y de deseo,
o al menos que recuerde ese escondite
y me pierda contigo horas enteras
en la selva de los otros infernales,
sintiendo en los zapatos el asfalto
y en el brazo tu roce de metrónomo.
Juan Gabriel Vásquez, 1973