sábado, 15 de junio de 2024

De reflexión en vez de oración

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado, 15 de junio. Las mismas redes que iban a emancipar al ‘Homo sapiens’ del siglo XXI, afirma en El País el genetista Javier Sampedro, han generado los peores virus a los que se puede enfrentar una sociedad abierta. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Una reflexión sobre la desinformación
JAVIER SAMPEDRO
08 JUN 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Como no soy muy de rezar, voy a dedicar esta columna de la jornada de reflexión a, bueno, justamente, a reflexionar sobre una de las cuestiones más importantes que afectan a los procesos electorales en medio mundo. Es la desinformación, amigo. Sin información fiable no hay democracia, porque la gente no sabe lo que vota. Esto era una obviedad en el siglo pasado —por eso la prensa se llamaba el cuarto poder—, pero media docena de billonarios de Silicon Valley se han dedicado a fondo a erosionar el antiguo orden de cosas. Y el mundo los ha recibido con los brazos abiertos y el cerebro cerrado. La ingenuidad candorosa con la que varias generaciones de “nativos digitales”, que ya están bastante talluditos, se han tragado el cuento de que los medios tradicionales eran su enemigo y que las redes iban a liberarles de esa reclusión ha sido una catástrofe de la que ni hemos empezado a reponernos.
De manera tan predecible como el perro de Pavlov, las mismas redes que iban a emancipar al Homo sapiens del siglo XXI han generado los peores virus a los que se puede enfrentar una sociedad abierta. Una colección asombrosa de listillos, ignorantes y —peor aún— hordas anónimas con intereses inconfesados recibieron las redes como una oportunidad formidable para propagar sus ideas pequeñas y sus grandes falsedades. Con impresionante lentitud, los políticos europeos, e incluso los norteamericanos, se han empezado a dar cuenta de la gravedad del problema que leva 30 años paseándose por delante de sus narices. Pero en fin, nunca es tarde para escapar de un agujero.
Para desgracia de los farsantes y los intoxicadores políticos, la investigación sobre las noticias falsas y la desinformación es cada vez más intensa. Esto no ha ocurrido gracias a los gigantes californianos del sector, pero está ocurriendo de todos modos a pesar de ellos. Acabamos de saber, por ejemplo, que durante las elecciones presidenciales que Estados Unidos celebró hace cuatro años, el 1% de los usuarios de Twitter (ahora X) difundieron el 80% de las noticias falsas.
Que si la vicepresidenta Kamala Harris bromeó con matar a Donald Trump y Mike Pence, que si los votos republicanos se habían desviado a Joe Biden y no sé cuántas tonterías más supusieron el 7% de todas las noticias políticas que circularon por la Red, pero venían de cuatro gatos. Y los cuatro gatos ni siquiera eran anónimos, porque eran sitios como InfoWars y Gatewaypundit, que se dedican profesionalmente a propagar desinformación. Los científicos no tendrían la menor dificultad para identificar a las 2.000 personas que intoxicaron a uno de cada 20 usuarios de Twitter. De hecho, saben que la mayoría eran mujeres mayores, lo que es un dato bien curioso, ¿no? También saben que el 64% son republicanos, y el 16% demócratas. Ay, qué mal se avienen los datos a los teóricos de la equidistancia.
Todos solemos decir que la desinformación es un problema en nuestro tiempo, pero la verdad es que, en este caso concreto, la solución sería de parvulario. Bastaría adoptar unos límites muy simples sobre el número de retuits que puede tener un mismo contenido. Al usuario corriente eso le daría igual, pero al propagador de manipulaciones le haría polvo. ¿Saben esto los magnates de Silicon Valley? Oh sí. ¿Lo han hecho? No. Si queremos que lo hagan, tendrán que ser nuestros representantes políticos quienes les fuercen.
No solo son las elecciones. La desinformación también es dañina en cuestión de vacunación, cambio climático y polarización social en general. El problema se puede abordar, pero nos falta la colaboración de un agente crucial: los billonarios californianos. Las fuentes de intoxicación están cada vez más claras, y seguir protegiendo su “libertad de expresión” y su anonimato es una postura que cada vez entiende menos gente. Si no eres de rezar, reflexiona. Javier Sampedro es genetista.











[ARCHIVO DEL BLOG] Las clases medias y el fin de la Historia. [Publicada el 15/06/2015]











¿Se equivocó el historiador y politólogo norteamericano Francis Fukuyama cuándo en 1989 anunció el Fin de la Historia? Su polémico artículo El fin  de la Historia, publicado en el verano de 1989 en la revista "The National Interest", tuvo su continuación y profundización en su libro El fin de la Historia y el último hombre (Planeta, Barcelona, 1992), que produjo un efecto devastador en los medios intelectuales y académicos de medio mundo y fue ensalzado y criticado a partes iguales.
Fukuyama expone en su libro una polémica tesis: La Historia humana, como lucha de ideologías ha terminado con la llegada de un mundo final basado en la democracia liberal que se ha impuesto finalmente tras el fin de la Guerra Fría. Inspirándose en Hegel y en alguno de sus exegetas del siglo XX, como Alexandre Kojève, Fukuyama afirma que el motor de la historia, que es el deseo de reconocimiento, el thimos platónico, se ha paralizado en la actualidad con el fracaso del régimen comunista, demostrándose así que la única opción viable era la democracia liberal tanto en lo económico como en lo político. Se constituye así en el llamado pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la economía. Estados Unidos, es por así decirlo, la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases. En palabras del propio autor: El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas. Los hombres satisfacerán sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ningún tipo de batallas. 
Para otro gran pensador, el filósofo alemán Karl Marx, la lucha entre las clases sociales es el motor de la historia. O lo que es lo mismo, que el conflicto entre clases sociales en sentido marxista, esto es, la relación de los diferentes grupos de una sociedad con los medios de producción, ha sido la base sobre la que se produjeron los hechos que han dado forma a la historia. Esta lucha se da entre dos clases sociales antagónicas características de cada modo de producción. Se produce por lo tanto una polarización social solo por el hecho de nacer bajo una de las clases sociales que existen en cada momento de la historia. Para Marx el fin último de la historia es la eliminación de las clases sociales cuando la clase más desvalida y universal, el proletariado creado por el modo de producción capitalista, consiga "emancipar" a toda la humanidad.
Fukuyama, sin embargo, habla de un presente que no se conforma con la realidad que estamos viviendo mientras que Marx hablaba de un futuro que no se ha realizado, y cuya única experiencia histórica real, aparte de un fracaso de proporciones inabarcables, ha significado el sufrimiento de millones de personas y generaciones enteras sacrificadas a una ideología.
El periodista y subdirector de El País Lluís Bassets escribió hace ya un tiempo un artículo titulado La nueva lucha de clases, en el que comentaba algunas de las razones del estrepitoso fracaso de la denominada "Ronda de Doha" que por aquel entonces impulsaba la Organización Mundial del Comercio. Para Bassets, estábamos, sí, inmersos en un nuevo tipo de lucha de clases, pero una lucha de clases sin ningún parecido con la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora, comentaba Bassets, la lucha se producía entre las clases medias de los países en fuerte desarrollo y las clases medias de los países ya desarrollados, ambas empeñadas en conseguir la mejor parte en el reparto del pastel global, y todo ello, decía, en un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energía y también de la capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los países emergentes van a consumir más, señalaba, y las clases medias europeas y norteamericanas deberán acomodar sus hábitos de consumo a la nueva situación del mercado.
¿Qué queda hoy en pie, mediado el año 2015, de esa "clase media" como motor de la Historia en Occidente? La verdad es que parece declinar de manera acelerada en este mismo Occidente (y no digamos en Europa y España),  que hasta hace solo un momento, como quien dice, despreciaba y miraba al resto del mundo por encima del hombro. Marx antes, y Fukuyama después, dan la impresión de haber errado en sus predicciones: el primero, en las económicas, aunque no tanto en sus análisis históricos, como muy bien dice el historiador y economista Gabriel Tortella en su artículo de hoy en El Mundo, titulado Marx, siempre Marx. El segundo, por el contrario, en las históricas, aunque no tanto en las económicas. Quizá nos lo tengamos merecido, pero como escéptico que soy, es decir,  un optimista empedernido chamuscado por la experiencia, no pierdo la esperanza en un mundo mejor, sin vencedores ni vencidos, sin Marx(s) y sin Fukuyama(s). Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt












El poema de cada día. Hoy, Conformidad, de Pedro Lezcano (1920-2002)

 






CONFORMIDAD 


Yo declaro mi amor a lo que muere.

Siendo fugaz, no puedo amar lo eterno.

Amar lo eterno sólo es despedirse,

desesperadamente pasajero.

 

Muere la rosa cuando no es de cera.

Yo llamo hermano a lo que está muriendo.

Contento voy con el que va conmigo,

aunque muy pobre sea el compañero.

 

Se nos ha muerto el hijo de la infancia

del que no somos sino vivo féretro,

un hijo extraño que a la vez fue padre

de lo que somos y lo que seremos.

 

Muere la rosa cuando no es de cera.

Yo fui silencio y volveré al silencio.

Pero por un instante lo habré roto

con una imprecación o con un beso.


Hasta el poema callará conmigo,

aunque algún eco dejará en el viento.

  Muere la rosa cuando no es de cera.

De mí tan sólo quedarán los huesos,


lo más infame si lo más perenne,

pobres despojos del festín del tiempo.


Si no tan bello como el de la rosa,

polvo seremos -aunque polvo en vuelo,

como el del ala de la mariposa.


Pedro Lezcano, 1920-2002












Las viñetas de hoy

 




















viernes, 14 de junio de 2024

De la criopreservación

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 14 de junio. A la mayoría, los discursos de los transhumanistas nos parecen una chifladura y un timo, señala en El País la escritora Ana Iris Simón, sin embargo, entroncan perfectamente con algunos valores en torno a los cuales se ha construido nuestra época. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com
 








Congelados en el tiempo
ANA IRIS SIMÓN
08 JUN 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Hace unos meses coincidí en el plató de Espejo Público con Sergio Escoté, un joven empresario tecnológico que tiene pensado criopreservarse. Esto significa que, cuando la de la guadaña le alcance, Sergio no será cremado ni enterrado sino que su cuerpo será almacenado en nitrógeno líquido con la esperanza de que, dentro de un tiempo, la tecnología haya avanzado lo suficiente como para permitir devolverlo a la vida.
A día de hoy la técnica no ofrece ninguna garantía. Sus precios oscilan entre los 12.000 y los 200.000 euros, según se quiera preservar el cerebro o el cuerpo entero, porque si hasta para morir hay clases, no te digo ya para volver a la vida. Los expertos en la cuestión dicen que no pasa nada si uno no tiene perras más que para congelar el cerebro, porque en las próximas décadas la ciencia será capaz de insertarlo en cuerpos artificiales e incluso de clonarlo a partir de células cerebrales.
A la mayoría, los discursos de estos transhumanistas nos parecen una chifladura y sus prácticas un timo. Sin embargo, entroncan perfectamente con algunas ideas y valores en torno a los cuales se ha construido la hegemonía de nuestro tiempo.
El primero de ellos es el materialismo: cualquiera que crea en el alma, en la vida eterna tras la muerte o incluso en la reencarnación no puede concebir la criogenización más que como un lastre o una aberración. El segundo, la ciencia como religión y cualquiera con bata blanca como su profeta, un fenómeno ampliamente extendido y cuyas consecuencias más ridículas vimos durante la pandemia, cuando nos obligaron a salir al campo con mascarilla o a darle la vuelta al carrito en la caja del Mercadona. ¡Y cuidado con el que torciera el gesto! Era un negacionista y debía ser juzgado en un auto de fe.
El tercer elemento que comparte nuestra civilización con los de la criogenización es otra fe: la que ambos tienen en el progreso. Cuando coincidí con él en la tele, le pregunté a Escoté que qué pasaba si en el año pactado con la empresa para resucitar su cuerpo había una guerra mundial ―la cuarta o la quinta, porque en la tercera nos están metiendo ya―, o si el mundo se hubiera tornado un lugar inhabitable por el calentamiento global. ¿Querrían volver, aunque fuera gimiendo y llorando, a este valle de lágrimas?
El cuarto, de los creadores de “el mercado se autorregula”, es la confianza ciega en las empresas: aquellos que se han criogenizado o planean hacerlo no dudan ni un poquito de quienes, previo desembolso de una buena pasta, los mantendrán a cientos de grados bajo cero. No contemplan que puedan quebrar, abandonarlos en cualquier cuneta e incluso, si se tercia, resucitarlos y emplearlos como mano de obra esclava.
Y el quinto, que seguramente tenga que ver con todos los anteriores, es la soberbia. La pulsión prometeica que, después de robar el fuego, nos anima a robarle a los dioses incluso la inmortalidad. La misma que anida en todos los mitos fundacionales de nuestro tiempo, de los revolucionarios franceses fusilando relojes al hombre nuevo socialista pasando, por supuesto, por el hombre hecho a sí mismo capitalista.
Decía Paul Spiegel, uno de los gurús de la criogenización, que en los países católicos es donde la práctica está encontrando más reticencias, mientras que “en los anglosajones es distinto”. Algunos pensaban que las distopías nos las iba a traer el oscurantismo. Sin embargo, muchas se basan en todo aquello en lo que creen los que dicen oponerse a él. Ana Iris Simón es escritora.













[ARCHIVO DEL BLOG] El legado de Muguerza. [Publicada el 21/06/2019]











El filósofo Javier Muguerza acuñó el término “pensar en español” y concibió el disenso como una herramienta para renovar los consensos, escribe en El País Roberto R. Aramayo, filósofo e historiador de de las ideas.
Durante las tres últimas décadas del milenio pasado y la primera del presente siglo, comienza diciendo Aramayo, Javier Muguerza ha sido el mentor de varias generaciones filosóficas y acuñó la expresión pensar en español para tender puentes con Iberoamérica, particularmente con México, gracias a su amistad con Fernando Salmerón, prestando una especial atención al exilio republicano. Resulta significativo que su DNI consignara como fecha de nacimiento 1939 y no 1936, como si hubiera preferido nacer una vez terminada la contienda y no en sus inicios. La reconciliación fue una de sus prioridades, merced a los traumas personales de una Guerra Civil que su familia vivió trágicamente, como tantas otras de uno u otro bando. 
Por eso concebía el disenso como una herramienta fundamental para renovar los consensos, al utilizarlo como un instrumento para explorar espacios inéditos en el ámbito de los derechos humanos que nos permitan soñar con un mundo mejor y contribuir a cambiar todo cuanto no sancione nuestro fuero interno; lo cual no supone tratar de imponer a los demás nuestros criterios u opciones vitales, pero sí negarse a secundar aquello que consideremos injusto sin plegarnos a una obediencia cuyos resultados puedan parecernos perniciosos.
Durante su primer destino en Tenerife supo mantener muy alto el pabellón filosófico que había izado allí Emilio Lledó, e incluso encabezó una reivindicación estudiantil para conseguir que los alumnos pudiesen acabar su licenciatura en La Laguna. De aquella época datan La concepción analítica de la filosofía y La razón sin esperanza. No desdeñó los logros del “giro lingüístico”, sin renunciar a conjugarlo con las herramientas del marxismo, y respaldó el feminismo académico cuando daba sus primeros pasos entre nosotros, entre muchas otras cosas.
Le interesó el pensamiento de Kant, según testimonia una entrevista de Carlos Pereda, en la que Muguerza presenta sus propias obras como sendas Críticas donde se replantean las preguntas kantianas. Los bicentenarios de la segunda Crítica y Hacia la paz perpetua originaron sendos volúmenes colectivos coeditados por él: Kant después de Kant y La paz y el ideal cosmopolita de la Ilustración. Y este ascendiente kantiano se plasmó de modo paradigmático en su célebre imperativo del disenso.
Su carisma le posibilitó rescatar a la filosofía moral del ostracismo al que le había condenado el franquismo, logrando identificarla con un espíritu de la transición que se compadecía cabalmente tanto con su pensamiento como con sus avatares biográficos, dado su insaciable anhelo de reconciliación. En este sentido, Muguerza se caracterizaba por leer y citar a todos, ya se tratara de una tesis o del trabajo aún por publicar de un joven estudiante, haciendo con ello honor a la isegoría. Sus libros fueron dados previamente a conocer en memorables conferencias de gran impacto. Ahora nos quedan por descubrir los inéditos que alberga el archivo legado por sus familiares a la Universidad de La Laguna, junto a su biblioteca personal.
Rehuyó la tentación de intervenir en la política, porque no creía en la panacea platónica del rey filósofo y entendía, una vez más con Kant, que la filosofía debe ocupar el ala izquierda del parlamento universitario, para criticar de oficio al poder sin dejarse contaminar por él. Tampoco aceptó cargos burocráticos, aunque su impulso resultó imprescindible para estructurar las Facultades de Filosofía de la UNED, la Universidad de La Laguna y el Instituto de Filosofía del CSIC o poner en marcha la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía.
El único puesto que conservó durante largo tiempo fue la dirección de su querida revista Isegoría, a cuyo Consejo de Redacción ha pertenecido hasta el final, y que no hubiera visto la luz sin su legendaria insistencia. Otro rasgo que caracterizó a Javier Muguerza fue rehuir todo tipo de galardones, que, sin embargo, procuraba obtener para quienes apreciaba. No estaría mal que ahora se le concediese algún reconocimiento oficial, se crease una fundación para custodiar su legado y/o el CSIC pusiera su nombre a ese Instituto de Filosofía del que fue primer director.
En Muguerza destacaba el ingenio de una perspicacia que se conjugaba con una generosa benevolencia. Lo mejor de su legado no se ciñe a ese liderazgo institucional o a su obra publicada e inédita, porque a todo ello se debe añadir la enorme influencia dejada en cuantos le conocieron.
Quienes no tuvieron esa fortuna pueden leer sus páginas, donde se combinan el rigor ensayístico con un estilo literario que hace su lectura tan fecunda como amena. Como ha escrito Jacobo Muñoz, la pluma de Javier Muguerza es homologable a las de Unamuno, Ortega o Zambrano. Dos meses después de su muerte, el gremio filosófico que piensa en español está de luto por uno de sus exponentes más egregios, a cuya figura le habrá de hacer justicia el paso del tiempo y la publicación de sus obras completas. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt












El poema de cada día. Hoy, Misterios, de Ida Vitale (1923)

 






MISTERIOS  


Alguien abre una puerta
y recibe el amor
en carne viva.
Alguien dormido a ciegas,
a sordas, a sabiendas,
encuentra entre su sueño,
centelleante,
un signo rastreado en vano
en la vigilia.
Entre desconocidas calles iba,
bajo cielos de luz inesperada.
Miró, vio el mar
y tuvo a quién mostrarlo.
Esperábamos algo:
y bajó la alegría,
como una escala prevenida.


Ida Vitale, 1923















Las viñetas de hoy

 






















jueves, 13 de junio de 2024

De las lenguas de Europa

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves, 13 de junio. El multilingüismo, señala en El País la escritora Nuria Barrios forma parte esencial del proyecto ilustrado y progresista que dio vida a la UE. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com

 







Europa, 24 lenguas contra una neolengua
NURIA BARRIOS
04 JUN 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Las próximas elecciones europeas que se celebran el domingo pueden cambiar el rumbo de nuestro continente, según dicen. La guerra en Ucrania y el avance de la ultraderecha están presentes en todos los discursos. También lo está el futuro de una institución que nació tras la Segunda Guerra Mundial como una alianza de valores y no como un cajero automático.
Aquel sueño europeo vio la luz con un carácter claramente diferenciado del sueño americano. El multilingüismo era una de sus peculiaridades. Si 27 países forman parte de la Unión, los idiomas oficiales del privilegiado club suman 24. Cada vez que se acepta un miembro se incorpora su lengua, a la que se traduce todo el acervo comunitario y los documentos que se generan a partir de ese momento, sin importar lo minoritaria que sea la misma. El asombroso número de idiomas es asumido con naturalidad por la Unión, que ha hecho suya la certeza de Umberto Eco de que la traducción es la lengua de Europa. La salida del Reino Unido (66,97 millones de habitantes) de la Unión en 2020 no disminuyó el peso del inglés como lengua oficial, que sigue presente como una de las lenguas propias de Irlanda (5,12 millones de habitantes) y Malta (531.000 habitantes). A pesar del airado Brexit, se impuso la necesidad de entendimiento.
En la Unión los idiomas minoritarios gozan de los mismos derechos que los mayoritarios. No es una cuestión cuantitativa, sino cualitativa. No se valora el número de hablantes, sino el tesoro que es toda lengua. El multilingüismo es una hermosa rareza. Tan hermosa como frágil. Hay una narrativa, de clara deriva totalitaria, que alimenta el rechazo que sienten muchos ciudadanos ante lo que consideran “un gasto inútil”, dado el despliegue de traductores e intérpretes que requiere el funcionamiento del Parlamento Europeo. Desafortunadamente, los políticos que abogan por el uso de las 24 lenguas, maltratan sin piedad la propia y socavan así lo que defienden. ¿Cómo es posible respetar los idiomas ajenos cuando no se respeta el materno? Nuestros representantes, de uno y otro signo, no buscan interlocutores, sino seguidores; elaboran sus discursos a base de likes; solo hablan para su parroquia. Unos y otros han convertido la lengua en una herramienta propagandística, hecha de consignas, lemas y tuits.
Si nadie parece escuchar a nadie y las lenguas son utilizadas como proyectiles en un frente de batalla, ¿para qué sirve mantener esa costosa torre de Babel? ¿No equivale el Parlamento Europeo a una versión sofisticada de un parque temático lingüístico? ¿Se ha convertido en el homólogo idiomático del Banco Mundial de Semillas de Svalbard, en Noruega, que aspira a preservar todas las semillas del planeta?
La Eurocámara es un espacio de negociación, no una escuela de idiomas. ¿Qué más da poder decir “igualdad” en 24 lenguas si ya no sabemos qué significa? ¿Y solidaridad? ¿Y paz? ¿Y guerra?… ¿Qué significa hoy europeísmo? El nivel de los discursos políticos ha vaciado las palabras de contenido. Para defender ideas hay que empezar por devolverles su sentido. Hay que pararse a escuchar. La propia extrañeza que provoca oír un idioma desconocido debería actuar como resorte para potenciar el esfuerzo de comprender al otro y prestar atención a una forma distinta de formular los problemas y quizá también de encarar sus soluciones. Decía el ensayista George Steiner que cada lengua posee su manera de mirar, su lógica, su método de conocimiento, su particular cosmovisión. Acceder a 24 cosmovisiones posee un inmenso valor estratégico. Busquemos en el Parlamento Europeo el modelo del ágora que fue el corazón de la vieja y fascinante Atenas: un espacio de encuentro en medio del ruido donde hablar y escuchar, donde reflexionar y negociar. Asumir lo extraño como propio, comprender que lo común es lo diverso, es un excelente ejercicio democrático.
Trabajar por la eliminación de los 24 idiomas en favor de tres o dos o uno solo, en aras de la economía, nos llevaría de Steiner a Orwell, de un George a otro. El empobrecimiento verbal es un ejercicio sin fin. En su novela 1984, el británico George Orwell ideó un régimen totalitario que, para someter a sus ciudadanos, había creado la neolengua (newspeak), una versión extremadamente simplificada del inglés. A través de la jibarización del vocabulario, se lograba controlar y atrofiar el pensamiento de la población. “Al final de cuentas, se esperaba que todos emitieran palabras desde la laringe sin que participaran en absoluto los centros del cerebro”, escribe el autor. Los negros vaticinios no parecen tan ajenos a nuestra realidad.
Las ideas de Orwell y de Steiner bien podrían servir para construir una narrativa, la “Narrativa George”, en defensa de esa hermosa y frágil rareza que es el multilingüismo como parte esencial del proyecto ilustrado y progresista que dio vida a la Unión Europea.
Decía la escritora estadounidense Flannery O’Connor que “cuando los lectores no comparten tus creencias, entonces tienes que dejar clara tu visión sobresaltándolos: a los duros de oído les gritas y para los casi ciegos dibujas figuras más grandes y sorprendentes”. En la novela 1984, las autoridades aseguran que la neolengua estará implantada en 2050. Sería el fin del multilingüismo, entre otros males. Todavía estamos a tiempo de que la profecía no se cumpla. Nuria Barrios es escritora. 











[ARCHIVO DEL BLOG] Federalismo contra nacionalismo. [Publicada el 26/06/2013]











Les pido perdón anticipadamente por el lenguaje bronco y hasta cierto punto soez de esta entrada, reelaboración de la del mismo título de fecha 22 de abril de 2011, pero es que estoy hasta los mismísimos del nacionalismo y de los nacionalistas, incluido el español, por supuesto.
Y es que me importan un huevo y la mitad del otro el ir contracorriente y el lenguaje políticamente correcto... Detesto el nacionalismo: el cáncer de Europa, lo han llamado. Detesto el nacionalismo canario, el catalán, el vasco, el gallego, el andaluz, el extremeño, el español, el finlandés, el francés, el alemán, el británico, el lituano, el maltés, el padano, el serbocrata..., y el madrileño; sí, el madrileño también... Mi reacción de aquel día venía motivada, lo que son las cosas, por un partido de fútbol: ¿Qué coño pintaban esas miles de banderas nacionales españolas flameando en Mestalla durante la final de la Copa del Rey de unos días antes -me preguntaba- entre el Real Madrid C.F. y el Barcelona F.C.? ¿Qué creían esos zafios e ignorantes energúmenos que las enarbolaban, que la final era un partido internacional entre un equipo español y otro de las antípodas? ¿Pensaban acaso que más allá de la M-40 que circunvala la metrópoli madrileña todo es "tierra conquistada" y que España es solo el territorio y las gentes que rodea esa autovía? ¿Recuerdan ustedes que la en aquellos tiempos presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, tildó de "empresa extranjera" a la catalana Gas Natural cuando pretendió comprar la "española" Endesa?
En el mismo sentido, pero en dirección contraria, me parece enormemente clarificador el artículo del historiador Antonio Elorza que publica el 28 de junio El País, y que lleva el título de España contra Cataluña, en el que critica por su parcialidad, el congreso de historiadores promovido por la Generalidad de Cataluña, con ese mismo lema.
Soy un federalista convencido. No solo creo que el federalismo, tal y como lo expusieron a finales del siglo XVIII los ilustrados norteamericanos Hamilton, Madison y Jay en su memorable libro El Federalista (Fondo de Cultura Económica, México, 1994) -un texto que vale por sí mismo tanto o más que el mejor de los máster en Ciencia Política- es la forma más perfecta de organizar políticamente una sociedad, es decir, de organizar un Estado, sino que como expreso en la columna de presentación del blog el federalismo es también el mejor marco donde desenvolver y desarrollar la autonomía personal, el autogobierno de los pueblos y los estados, y la democracia como procedimiento y fin en sí misma. 
Supongo que habrá otros caminos, pero yo no veo otro mejor ni más idóneo para organizar políticamente las sociedades complejas y democráticas del sigo XXI, tanto en España como en Europa, que el federalismo. También es la opinión de Javier Tajadura, profesor titular de Derecho Constitucional en la Universidad del País Vasco y autor de "El principio de cooperación en el Estado Autonómico. El Estado Autonómico como Estado Federal Cooperativo" (Comares, Granada, 2010), cuya tesis central comparto plenamente, y que en de 2011 publicaba en el diario El País un brillante artículo al respecto titulado El horizonte federal de España, cuya lectura les recomiendo. Al igual que hago con el de la diputada nacional y presidenta de UPyD, Rosa Díez, con la que no comparto afinidad política alguna, que publicaba El País del pasado 24 de junio. Un artículo titulado Una propuesta para la igualdad, proponiendo una revisión constitucional que lleve a España a un Estado configurado bajo los principios del federalismo cooperativo, que no dudo en suscribir y que me parece la propuesta más sería realizada en tal sentido por responsable político español alguno en los últimos años, y que es lo que me ha llevado a reelaborar la entrada citada al comienzo.
También ahora parece que el principal partido de la oposición, el partido socialista (PSOE) hace bandera de las tesis federalistas. ¿Con convicción?, pues, sinceramente, no lo sé; pero si no las promueven y las defienden ellos, va a ser difícil que se lleven a cabo porque ni nacionalistas catalanes y vascos ni nacionalistas españoles están muy por la labor.
Si el ánimo persiste sostenido, les invito a leer este otro artículo, publicado en el número de octubre de 2008 en "Revista de Libros" por el profesor Félix Ovejero Lucas, que lleva el título de El rayo que no cesa, y en el que comentaba el libro del también profesor Roberto L. Blanco Valdés titulado "La aflicción de los patriotas" (Alianza, Madrid, 2008). Les aseguro que no ha perdido ni un ápice de su actualidad. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt