viernes, 31 de mayo de 2024

De la necropolítica y la felicidad

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 31 de mayo. No se trata de acelerar las experiencias, cuantificar el placer o sumirnos en la hedonia al límite,  comenta en El País la escritora Azahara Palomeque, sino, según Horacio, de vivir intensamente hasta lo más simple. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com












Cómo ser feliz rodeada de necropolítica
AZAHARA PALOMEQUE
25 MAY 2024 - El País - harendt.blogspot.com

A veces, siento una alegría inmensa por el hecho de estar viva que se deposita en mirar la corriente de un río, saludar a un vecino, o comprobar que —a fuerza de riego constante— ha crecido la hiedra y ya es más alta que yo. A veces, si enfermo o noto un dolor fortuito, como buena hipocondríaca, pienso que me voy a morir de inmediato, pero se me pasa cuando imagino las amistades que me recordarían, quizá no tantas, pero suficientes para acompañarme, junto a los difuntos que ya me esperan del otro lado. A veces, me desgarra una rabia furibunda al comprobar cuántos matan impunemente, privando a alguien de la posibilidad de un río, una hiedra, y quebrando la red tupida de afectos que esa persona ha construido en comunidad, es decir, extendiendo la destrucción hacia otros teóricamente aún aquí. Me he detenido en esta reflexión tras leer a la filósofa Ana Carrasco-Conde (La muerte en común, 2024), que reivindica un deceso cargado de amor —por quien se ha marchado, pero también por aquello hilvanado conjuntamente—, cantos y rituales constitutivos de una subjetividad enlentecida y gregaria, y en un momento en que mis constantes vitales, mis pulsaciones y anhelos, se encuentran en las antípodas de la necropolítica actual.
Yo, migrante retornada de Estados Unidos, donde contemplaba paisajes arrasados por la epidemia de opiáceos, torrentes desgraciados de ansiedad en los que no podían hacer frente a las facturas médicas, y una violencia policial, racista, atroz, volví a casa sin más pretensiones que respirar entre las hebras del cariño y el sol, abrazando el carpe diem que Carrasco-Conde analiza: no se trataba de acelerar las experiencias, cuantificar el placer o sumirnos en la hedonia al límite, sino, según Horacio, de vivir intensamente hasta lo más simple: el olor del azahar, o el del café, cuyo vínculo con la poesía estableció Borges. Que transcurran los días sin que alguien se olvide de decirme que me quiere, tras haber sido discriminada antaño, o que a una cena de tres se sumen dos presencias inesperadamente fabulosas, después de haber conjugado el individualismo más atomizador, colma la existencia de una plenitud que asimismo retoza en el cuerpo táctil, vibrátil, el mismo que soy capaz de celebrar sin consumismo o adicciones inconfesables. Lo que ocurre tras la catábasis, a veces, es que aprendes a admirar la sencillez del páramo por contraste: no tiene círculos sucesivos soterrados, entra la luz, algún insecto revolotea. Sin embargo, esa postura es cada vez más minoritaria, porque una no puede plantar la primavera en una maceta y esperar que florezcan campos de cultivo.
Nuestras sociedades, especialmente las élites, han desarrollado un gusto pernicioso por la aniquilación. Los 7.291 ancianos abandonados a la parca en residencias conforman una cifra alegórica que representa tendencias globales destinadas a acabar con todo lo bello conocido, y la belleza se halla también en la supervivencia, y en los cuidados frente a la despedida. Erich Fromm explicaba la seducción que ejerce el fascismo en las multitudes a partir de impulsos sádicos que buscan ser satisfechos y actúan contra todo interés racional, pero, para que un individuo los experimente, la fuente de la crueldad debe permanecer próxima: unas políticas criminales, un atentado nunca reconocido como tal al efectuar recortes en el Estado del bienestar, una completa desconsideración ante el sufrimiento que genera un genocidio o un desahucio. El ojo humano que enfoca el pétalo y se deleita sabe que más allá, tal vez donde no alcanza la vista, “la muerte va al volante”, como argumenta Andreas Malm al referirse a la falta de medidas climáticas presentes en el capitalismo fósil, y en algún vericueto de su gozo se desliza una negación implicatoria atada a la culpa, parecida al pesticida utilizado para destruir el pulgón, la lombriz y la pureza del agua.
Cómo voy a reivindicar una vida cuajada de vínculos vecinales, piropos al suelo atravesado de huellas de todos los tamaños porque la gente camina y se topa con los demás en el sendero, y loas al aire que nos da de cantar en mitad de un mundo gobernado mayormente por sádicos que, en realidad, desgobiernan al capricho de magnates económicos, azuzados por acólitos que aplauden, abajo, sus intenciones luctuosas y trafican con las biografías de las siguientes generaciones es algo que me preocupa. Cómo no voy a dejar que nos roben la alegría, escatimando en cinismo e intentando por todos los medios expandirla, así las fuerzas sicarias sean superiores apuntala un propósito vital que me torna tan feliz como responsable. Si, de acuerdo con Carrasco-Conde, la ausencia de cantos (emparentados los fúnebres y las nanas) nos transforma en seres desencantados, yo me he empeñado en entonar una copla a los amaneceres rosáceos donde no se escucha un tiroteo ni el lamento por la caricia negada. Radica ahí la intensidad humilde, cotidiana, que merecemos y una resistencia contra quienes se empeñan en morirnos como único paradigma sociopolítico, moneda de cambio para lo que no se puede comprar. Azahara Palomeque es escritora y doctora en estudios culturales por la Universidad de Princeton. 




























[ARCHIVO DEL BLOG] Chapuceros. [Publicada el 15/07/2020]










Los errores gramaticales, faltas de ortografía o erratas ensucian los textos y les restan credibilidad, comenta en el A vuelapluma de este miércoles [Chapuceros. El Pais, 4/7/2020] el periodista de El País y Defensor del Lector de dicho diario, Carlos Yárnoz. En las redacciones -comienza diciendo Yárnoz- se escucha este comentario con preocupante asiduidad: “Es buen periodista, pero redacta mal”. A quienes dicen eso hay que recordarles la frase del fallecido filólogo Fernando Lázaro Carreter: “Si alguien falla ante un problema simple como es el de escribir o hablar sin faltas, fallará igualmente ante los problemas de su profesión o de su ciencia; las posibilidades de que sea un chapucero serán muchas”. El lector Javier Muñoz Álvarez me ha remitido a esas palabras para quejarse de las puñaladas que damos a la gramática quienes debemos dominarla como herramienta básica del oficio. Todos los días hay en el diario erratas, faltas de ortografía o errores gramaticales que ensucian textos y les restan credibilidad.
La portada del 26 de junio incluía en la principal noticia de la portada de su edición impresa la palabra “fenomeno” —sin acento—, que ya auguraba mayores problemas en su desarrollo en el interior. Contenía una decena de erratas. Algunas tan feas como esta discordancia: “No obstante, este libertad…”; o esta frase incomprensible: “…debe realizarse esa compensación, aunque abre los convenios establezcan fórmulas para hacerlo”; o esta coma fuera de lugar: “A las empresas les, exige…”
Once días antes, se publicó en la web una información sobre Eusko Alkartasuna con 32 errores, erratas y comas mal puestas o inexistentes donde debieran estar. En la versión impresa —más corta—, los fallos fueron ocho en cinco párrafos.
El pasado jueves por la mañana, en la principal noticia de portada en la web se leía textualmente: “Esto hace que si se toman estas cifras se desluzca lo sucedido. porque sucedido entre el primer y el último día del mes hay un retroceso en la afiliación de casi 100.000 empleos, provocado básicamente por el tradicional desplome del último día, que sucede en épocas de bonanza y de crisis”.
Ninguna sección se libra y los lectores escriben enfadados para decir que hemos puesto “ciudadanos aireados” en lugar de “airados” (José Sarabia, el pasado 19); “cultibo” en vez de “cultivo” (Miguel Fernández F., el día 20); “tierra incógnita” donde era “tierra ignota” (Mercedes Sánchez, el 31 de mayo); “bollante”, y no “boyante (Puri Rodríguez, el 3 de mayo); “correo posta” donde era “correo postal” (Fernando García González)…
La epidemia afecta a zonas que, como Opinión, han sido mimadas siempre en el periódico. El pasado 30, un análisis incluía esta frase: “¿Un par de meses encerrados casa?” El 29, en una columna apareció este inoportuno acento —”…imaginar la España qué queremos ser…”—, junto a esta frase incompleta: “…que estén mejor capacitadas para la exigente tarea definir el futuro y acelerar…” El 28, se publicó un análisis con el título de Pactos mefistotélicos, en lugar de “mefistofélicos”; I. Irigorri afeó que en otra columna del 25 de mayo figuraba en alguna edición “aboya” en lugar de “abolla”…
Hasta en Babelia aparecen errores intolerables en su suplemento cultural. En la entrevista al escritor Martín Kohan del pasado 27, apareció esta hache donde no debía: “Yo hecho todo de menos”.
Las fe de errores son otra fuente de problemas, de incumplimiento del Libro de estilo, que incluye esta entrada que intenta evitar las confusiones propiciadas por el uso de una coma tras un adverbio:: “Como. El uso de una coma antes del adverbio ‘como’ cambia el significado en muchas frases (…) Si se trata de subsanar un error, se incurre en otro en frases como la siguiente: “El presidente de la empresa es Mario Martínez y no Mariano Martín, como se publicó ayer”. Detrás de frases similares se adivina la intención de escribir ‘en contra de lo que se publicó ayer’, pero la coma cambia el sentido”.
Hay bastantes ejemplos de esa mala costumbre que confunde al lector, como ocurrió el pasado día 15 con esta fe de errores: “Olof Palme fue asesinado hace 34 años, en 1986, y no 36, como se publicó en el editorial del pasado sábado”. Con esa coma detrás de 36, más parece una fe de aciertos que una fe de errores.
Los lectores no perdonan tales fallos. Almudena Olmos y José Sarabia proponen un buzón para avisar de los errores. Puri Rodríguez se ofrece a “revisar cada edición antes de su entrada en máquinas”. Irene Ramiro dice que hay tantas faltas que “encontrarlas se ha convertido en un pasatiempo” para ella y su hermana. Javier Burgos añade: “Nunca creí que periódicos como EL PAÍS publicaran artículos repletos de faltas y errores”.
En su regreso como director, Javier Moreno dijo en su primer mensaje a la Redacción el pasado 18: “Tenemos unos lectores exigentes, fieles, y tenemos que darles más calidad”. Ellos no van a cambiar. Debemos hacerlo los periodistas". Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt












jueves, 30 de mayo de 2024

De la apisonadora

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves, 30 de mayo, Día de Canarias. La metáfora visual que resume con descaro cínico este tiempo, dice en El País el escritor y académico de la Lengua, Antonio Muñoz Molina, es ese anuncio de un nuevo modelo de iPad que la compañía Apple se ha apresurado a retirar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com









En lucha contra la apisonadora
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
25 MAY 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Cada época encuentra sus metáforas: imágenes que resumen la realidad y el espíritu de un tiempo igual que una fórmula química contiene la composición de una materia. La metáfora visual que resume con descaro cínico este tiempo es ese anuncio de un nuevo modelo de iPad que la compañía Apple se ha apresurado a retirar nada más estrenado, con la rapidez culpable de quien quisiera borrar unas palabras recién dichas sin darse cuenta o un gesto incontrolado que revelan justo aquello que más quisiera ocultar. Los dueños de Apple, que en gran parte son los dueños del mundo, cultivaban en otras épocas más crédulas una fantasía publicitaria de creatividad desatada, de una especie de misticismo futurista que estaba entre la psicodelia pop de los últimos sesenta y los vapores corporativos de la new age, que parecían irradiar de la presencia de su líder, surgiendo como una visión religiosa o un holograma en aquellos escenarios lejanos como altares, o como cimas de esas montañas sobre las que desciende una cegadora divinidad, en este caso algún modelo nuevo y más bien superfluo de cualquiera de sus muchos productos. Las religiones establecidas tienen la ventaja de que ya no van a darnos ninguna sorpresa, y algunas hasta contienen principios éticos admirables, y bellos pasajes de poesía en sus textos sagrados. Las religiones de la política del siglo XX —el estalinismo, el nacionalismo, el fascismo— no tuvieron más patrimonio estético ni ético que los embustes y las exageraciones intoxicadoras de la propaganda; las religiones tecnológicas del XXI no han dado de sí por ahora más que unos cuantos anuncios y unas efigies de gurús vestidos de diseño que imitan en todo el hieratismo litúrgico de los antiguos profetas salvadores, así como su omnipotencia y su omnipresencia, en algún caso, como el de Steve Jobs, prolongada después de la muerte. Multitudes de sus fieles más devotos lo lloraron cuando murió, con el desconsuelo de que se fuera tan pronto, y el desconcierto de que no fuera inmortal; y cada vez que su sucesor en la tierra lanza un nuevo producto, alzándolo bajo un rayo de luz en un escenario en penumbra, como si mostrara el Grial, o el cáliz consagrado, esos mismos devotos repartidos por toda la anchura del mundo velan durante noches enteras para conseguirlo cuanto antes, con la misma mansa impaciencia que los peregrinos exhaustos ante la puerta cerrada de un santuario.
El cristianismo pasó en un par de siglos de las catacumbas de la clandestinidad a la alianza con los grandes poderes terrenales. En mucho menos tiempo, Apple ha pasado de la estética del hippismo y la revelación espiritual comprimida en la forma de un iPhone a la cruda amenaza de una apisonadora apocalíptica. Quien no haya visto todavía el anuncio suprimido debe apresurarse a buscarlo en YouTube. Es obsceno en su brutalidad, en su arrogancia despótica, en su descarada voluntad de destrucción y supremacía. Una canción de pop blando y acústico empieza a sonar en un disco de vinilo. “Soy todo lo que necesitas”, dice el estribillo en inglés. Sobre una ancha mesa metálica se acumulan todo tipo de objetos, como en aquellas “vanidades” del Barroco en las que los pintores reunían unos libros, una partitura, una copa de oro, un reloj, un cetro, una vela encendida, una calavera, para simbolizar lo transitorio de las vidas y las obras humanas. Quizás alguno de los talentos mercenarios del anuncio se inspiró en las acumulaciones de esos cuadros: en lo más alto una trompeta, y debajo una guitarra, metrónomo, un montón de cuadernos y libros, tarros y botes de pinturas, una máquina de escribir, una batería, una bola iluminada del mundo, una claqueta, una mesa de sonido, un maniquí de sastre, una de esas figuras articuladas de madera que se usan en las escuelas de dibujo, un piano sobre el que hay una partitura, una maqueta de arquitecto, una cámara de fotos, un busto clásico, una lámpara de estudio de brazo flexible, unas cabezas amarillas de goma con los ojos saltones. Mientras sigue sonando la canción tonta y risueña, una prensa apisonadora empieza a descender lentamente y va aplastando uno por uno todos esos instrumentos de saberes y oficios. Hay una delectación en los detalles: la trompeta aplastada que cruje, el metrónomo que se rompe, la madera y las cuerdas del piano trituradas, el muñeco de madera cayendo hacia atrás como una silueta humana aniquilada, los tarros de cristal que se rompen provocando una catarata de pinturas que lo mancha todo. Al final de todo, a la pelota amarilla se le salen los ojos bajo la presión de la apisonadora, que completa su tarea de aplastamiento sin dejar una fisura.
La religión triunfadora barre de los altares las estatuas de los antiguos dioses y funde el oro y la plata de sus objetos litúrgicos. En un barato éxtasis musical, entre nubes de polvo o de humo, la plancha se levanta y en su superficie no queda ni rastro de todas las cosas destruidas. Lo que aparece, inexplicable y misterioso, como los pergaminos o las láminas doradas de una nueva fe, a la vez inmaterial y tangible, ingrávido, viviente, es el nuevo iPad. En un cuento de Borges, los guerreros de una tribu invasora queman todos los libros de una civilización, por temor a que contengan injurias a su dios, “que era una espada de hierro”. A los señores de Apple no les basta con eliminar los libros impresos: como asépticos talibanes aspiran también a destruir los instrumentos musicales, las partituras, los altavoces; como iconoclastas de su integrismo tecnológico quieren borrar las imágenes y triturar las estatuas. El anuncio es la metáfora impúdica de un absolutismo que nos va privando día tras día de la biodiversidad de tantas cosas cotidianas condenadas a desaparecer en beneficio de un monopolio que se apodera de todo, el monoteísmo de un solo objeto que elimina todos los demás, una especie invasora que empobrece y acaba arrasando un ecosistema.
Estas palabras las escribo en un Mac. Al alcance de la mano tengo un smartphone, apagado para asegurarme el silencio mientras trabajo. Pero miro a mi alrededor y me gusta recrearme en la variedad de las cosas que me acompañan, las necesarias y las inútiles, las que duran mucho tiempo y no se estropean, las que alimentan mi memoria y las que me son tan familiares que cuando estoy usándolas no sé distinguir entre el trabajo y el puro deleite: botes con lápices, una goma de borrar y un estuche que hacen su servicio y guardan intacto el olor de la escuela, una caja de cartón que contuvo un juguete y en la que he guardado entradas de conciertos y de cine, posavasos de bares, tarjetas de restaurantes, un tarro de cristal con varios tornillos herrumbrosos del puente George Washington que recogí hace años a la orilla del río Hudson, fotos de mi mujer y de mis hijos en épocas diversas de la vida. Y también cuadernos y borradores y papeles sueltos en los cajones, como un humus fértil que tal vez dé fruto alguna vez, y un calendario en el que apunto a lápiz citas y fechas de entrega, y tinteros con tintas de varios colores, y una pluma de segunda mano con la que he escrito los borradores de dos novelas, y una estantería de libros y otra de cedés en las que puedo ver desplegada como la biografía de mis aficiones literarias y musicales, no mediadas por ningún algoritmo, sino por mi capricho soberano. No quiero renunciar a nada. La música en cedé o en vinilo suena mucho mejor que en streaming. Quiero que la tecnología me facilite ciertas cosas en la vida pero no quiero vivir sometido a ella, a las maquinaciones codiciosas de unos plutócratas disfrazados de gurús. No es nostalgia. Es resistencia y rebeldía contra la apisonadora. Antonio Muñoz Molina es escritor y miembro de la Real Academia de la Lengua.



















[ARCHIVO DEL BLOG] 30 de mayo: Día de Canarias. [Publicada el 29/05/2012]













La patria es una peña
la patria es una roca,
la patria es una fuente,
la patria es una senda y una choza.
Mi patria no es el mundo;
mi patria no es Europa;
mi patria es de un almendro
la dulce, fresca, inolvidable sombra.
A veces por el mundo
con mi dolor a solas
recuerdo de mi patria
las rosadas, espléndidas auroras.
A veces con delicia
mi corazón evoca,
mi almendro de la infancia,
de mi patria las peñas y las rocas.
Y olvido muchas veces
del mundo las zozobras,
pensando de las islas
en los montes, las playas y las olas.
A mí no me entusiasman
ridículas utopías,
ni hazañas infecundas
de la razón afrenta, y de la Historia.
Ni en los Estados pienso
que duran breves horas,
cual duran en la vida
de los mortales las mezquinas obras.
A mí no me conmueven
inútiles memorias,
de pueblos que pasaron
en épocas sangrientas y remotas.
La sangre de mis venas,
a mí no se me importa
que venga del Egipto
o de la razas célticas y godas.
Mi espíritu es isleño
como las patrias rocas,
y vivirá cual ellas
hasta que el mar inunde aquellas costas.
La patria es una fuente,
la patria es una roca,
la patria es una cumbre,
la patria es una senda y una choza.
La patria es el espíritu,
la patria es la memoria,
la patria es una cuna,
la patria es una ermita y una fosa.
Mi espíritu es isleño
como las patrias costas,
donde la mar se estrella
en espumas rompiéndose y en notas.
Mi patria es una isla,
mi patria es una roca,
mi espíritu es isleño
como los riscos donde vi la aurora.

"La sombra de un almendro"
Nicolás Estévanez (1838-1914)




Canarias no es solo un archipiélago de 36567 km2 de superficie marítimo-terrestre y 2202048 habitantes situado a 95 km de África y 940 km de la península Ibérica; ni tampoco es solo una comunidad autónoma más dentro del reino de España. Canarias es ante todo y sobre todo un estado de ánimo, rodeado de agua por todas partes, con los pies en África, la mente en Europa y el corazón en América.
Quizá sea por eso que se dice que el espíritu de los isleños, de todos los isleños del mundo, tiene vocación universal. Quizá fue eso lo que quiso decirnos, en lenguaje poético, Nicolás Estévanez, militar, político y poeta grancanario, en los versos que me sirven de emotiva introducción a esta entrada con la que pretendo rendir homenaje a mi patria de adopción. 
Todos los pueblos antiguos consideraban que su "patria", etimológicamente la tierra de los padres, era el centro del mundo. Canarias no es ni ha sido nunca el centro del mundo, pero para el mundo clásico greco-romano, sus filósofos, sus historiadores y sus poetas, Canarias fue el lugar donde estaban el Paraíso, los Campos Elíseos, el Jardín de las Hespérides, la cumbre de la Atlántida, las islas Afortunadas. Y eso marca... Y perdónenme la reiteración de mayúsculas.
Canarias ocupa un lugar central en la historia de mi familia. Mis padres vivieron en la isla de El Hierro entre 1940 y 1945, y luego, durante unas semanas de ese último año en la ciudad de La Laguna, en la isla de Tenerife. De vuelta a la Península, donde yo nací unos meses después, Canarias fue, sobre todo para mi madre y mis hermanos mayores, esa Arcadia feliz a la que añoraban y de la que hablaban continuamente. Y yo, en cuanto llegué a la mayoría de edad, no lo dudé ni un momento: tenía que volver al Paraíso, a la Tierra Prometida, de la que no entendía muy bien porque habían salido mis padres. Y a mis veintiún años aterricé, literalmente, en tierra canaria. Y aquí me quedé y aquí sigo. Canarias son mi mujer y mis hijas; canarios mis tres nietos. Canario soy yo ya para siempre, no solo porque lo diga la ley, sino porque lo dice y lo sabe mi corazón.
Y ni mañana, 30 de mayo, que celebramos el Día de Canarias, ni hoy, y sin que sirva de precedente, voy a meterme con el gobierno; lo dejo para otro día. Pero hoy sí quiero desearles de nuevo que sean felices, por favor. Háganlo por ustedes, y por mí. Y feliz Día de Canarias a todos sus hijos de las islas y de la diáspora. Tamaragua, amigos. HArendt















miércoles, 29 de mayo de 2024

De la calidad de las democracias

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles, 29 de mayo. La calidad de la democracia en países en desarrollo y en proceso de transformación, comenta en la Revista Ethic la directora del Bertelsmann Transformation Index, Sabine Donner, ha experimentado un declive constante en los últimos 20 años. Los últimos hallazgos del Bertelsmann Transformation Index muestran que, de los 137 países analizados, solo 63 siguen siendo democracias. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com












La democracia, un sistema a la baja
SABINE DONNER
22 MAY 2024 - Revista Ethic - harendt.blogspot.com

La calidad de la democracia en países en desarrollo y en proceso de transformación ha experimentado un declive constante en los últimos 20 años. Los últimos hallazgos de la décima edición del Bertelsmann Transformation Index (BTI) de la Fundación Bertelsmann muestran que, de los 137 países analizados, solo 63 siguen siendo democracias, mientras que la mayoría se clasifican como autocracias. En su análisis de la calidad democrática, el desarrollo económico y el desempeño de la gobernanza en 137 países, el BTI registra nuevos mínimos globales promedio en cada una de estas áreas. Sin embargo, hay razones para tener esperanza. Países en transformación como Brasil y Polonia, donde los votantes han rechazado las tendencias autoritarias, muestran el potencial para revertir la erosión de las democracias.
Los informes y datos por país del BTI muestran que cada vez son más los países que restringen particularmente los derechos de participación política, que van desde la celebración de elecciones libres y la libertad de reunión hasta la libertad de expresión. Además, la continua erosión de la separación de poderes y el espacio cada vez más limitado para la participación de la sociedad civil están exacerbando estos desafíos.
Este estado deteriorado de la transformación política está estrechamente vinculado a un declive similar observado en la gobernanza. La erosión de los controles y equilibrios socava la responsabilidad ejecutiva, mientras que las restricciones a la participación política hacen cada vez más difícil criticar las políticas gubernamentales. Además, los casos de abuso de poder y corrupción a menudo quedan sin castigo, perpetuando una cultura de impunidad. El deterioro de la confianza en las instituciones y procesos democráticos es otra consecuencia de una mala gobernanza.
Estas tendencias adversas en la gobernanza y la transformación política se han desarrollado en un contexto de empeoramiento de las condiciones económicas que tienen su origen en la invasión a gran escala de Rusia a Ucrania. Esto ha provocado un aumento de los precios de los alimentos y la energía, y ha incrementado la inflación pospandemia en muchos países. Al mismo tiempo, muchos gobiernos no están dispuestos o no son capaces de adoptar políticas económicas sostenibles e inclusivas a largo plazo. En cambio, sus esfuerzos están orientados hacia el mantenimiento de un sistema corrupto de clientelismo que obstaculiza tanto a la competencia económica libre como a la justa.
El desarrollo en América Latina y el Caribe refleja esta tendencia. Los estilos políticos polarizadores se han vuelto habituales, lo que debilita aún más los sistemas de partidos ya fragmentados. Además, los candidatos radicales que se sitúan fuera del espectro político dominante están ganando popularidad y desafiando a instituciones persistentemente débiles. Así, la tendencia a la polarización está exacerbando la inestabilidad política y erosionando la democracia. Prueba de ello es el debilitamiento de las instituciones democráticas en América Central y la débil gobernanza democrática en países como Argentina, Brasil y México.
Las puntuaciones promedio para la mayoría de los indicadores de gobernanza han disminuido en América Latina y el Caribe durante el período analizado, especialmente en áreas como la coordinación de políticas, la priorización, la implementación, la exclusión de actores antidemocráticos y la gestión de conflictos. Ello allana el camino a una combinación peligrosa de débil capacidad de gobernanza y fracaso de los gobiernos para una gestión eficaz de las divisiones y conflictos entre sus poblaciones. Contrarrestando esta tendencia, la gobernanza democrática ha mejorado en Colombia y la República Dominicana.
En lo que respecta a África del Norte y Oriente Medio, estos siguen siendo territorios gobernados de manera autócrata. Todas las esperanzas políticas generadas por la Primavera Árabe se han disipado. En Túnez, Kais Saied se benefició notablemente de la incompetencia legislativa, al igual que Nayib Bukele en El Salvador. Su movimiento contra el parlamento y, por lo tanto, contra el partido islamista Ennahdah, fue enormemente popular al principio, y le ayudó a consolidar el gobierno autocrático. Los sindicatos tunecinos, que conforman el actor más fuerte del país, guardaron silencio y sacrificaron logros democráticos a cambio de seguridad y una supuesta mayor eficiencia, las cuales todavía están por manifestarse.
A escala global y regional, también es cierto que se percibe una resiliencia democrática. Al igual que las elecciones detuvieron el deterioro democrático en Kenia, Zambia y, más recientemente, en Polonia, también se han producido recuperaciones democráticas en Brasil y Honduras, así como en Guatemala. Todos estos casos muestran que la movilización de la sociedad civil debe combinarse con el control institucionalizado del poder gubernamental, ya sea por parte del poder judicial, las autoridades electorales o los medios de comunicación, para resistir con éxito las tendencias autoritarias. Fortalecer y salvaguardar estas fuerzas e instituciones cívicas se consolidan como estrategias primordiales para fortalecer la democracia. Sabine Donner es directora del Bertelsmann Transformation Index, Bertelsmann Stiftung.




























[ARCHIVO DEL BLOG] La integridad del político. [Publicada el 19/12/2017]












Gumersindo de Azcárate, de cuya muerte se cumplen cien años en 2017, es uno de los defensores más destacados del parlamentarismo. Luchó contra las corruptelas electorales y creía en la prensa como pilar de la opinión en una sociedad abierta, escribe en El País el profesor Francisco J. Laporta, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid. La desaparición de Gumersindo de Azcárate un quince de diciembre del año 1917 es un centenario ineludible, comienza diciendo el profesor Laporta. Se desplomó sobre su mesa del Instituto de Reformas Sociales cuando trataba de evitar la retirada de la representación obrera por las detenciones de la huelga general de ese año. A las pocas horas murió. “Cayó sobre el yunque”, se escribió en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, de la que fue cofundador y presidente. En realidad siempre estuvo sobre el yunque, porque nunca vio el trabajo como un simple modus vivendi profesional sino como una profunda obligación moral hacia sus ciudadanos y su patria, un deber que le ataba a las necesidades de su sociedad. Ortega dijo que era “el último ejemplar de una casta de hombres que creía en las cosas superiores y para los cuales toda hora llegaba con un deber y un escrúpulo en la alforja”. Muchos años después se añoraba todavía su figura como un ejemplo vivo de integridad moral en el mundo de la política. No digamos hoy.
Había nacido en León en 1840, en el seno de una familia culta y liberal. A su padre, Patricio de Azcárate, le debe este país la primera traducción completa de los diálogos de Platón y las obras de Aristóteles. Y eso que era gobernador civil, pero de aquellos gobernadores civiles con el coraje suficiente para exigir del cura párroco que nadie fuera enterrado extramuros del cementerio porque todos tenían igual derecho al reposo. Aquel amor por la filosofía y esta lucha contra el sectarismo religioso estarán siempre presentes en la vida de su hijo Gumersindo. Catedrático de Legislación Comparada en la Universidad de Madrid, fue separado de ella en 1875, en la llamada Cuestión Universitaria. No consintió que sus enseñanzas hubieran de ajustarse a las consabidas buenas costumbres, a los dogmas de iglesia alguna o a la forma monárquica de gobierno. Por eso fue deportado a Cáceres.
Allí empezó a escribir dos libros clave para entender la España del siglo XIX y para entenderle a él mismo: la Minuta de un testamento y El self-government y la monarquía doctrinaria. En el primero describe las agonías de un creyente liberal en el medio asfixiante de la ortodoxia católica de su tiempo. Y reclama la tolerancia y la sinceridad de la vida moral frente a la hipocresía que generaba el dogma impuesto. Ese fingimiento en el comportamiento exterior mientras se vive internamente una moralidad huera y sin fuerza le repugna profundamente. La hipocresía no es un homenaje a la virtud; es solo simulación y falseamiento de las propias convicciones. La denunció siempre. También en la vida política.
El otro libro, cuyo título puede confundir o extrañar, es la mejor contribución a la teoría política de nuestro siglo XIX. Versa sobre la cuestión clave de la vida constitucional de su tiempo: soberanía popular o monarquía autoritaria. Y Azcárate no lo duda: la única legitimación posible del poder es la soberanía de la nación, el gobierno del país por el país. El autogobierno exige que el pueblo sea dueño de sí mismo, aunque la monarquía española de entonces no acabe de aceptarlo. El libro aparece en 1875, y en él Azcárate afirma que la monarquía sólo sobrevivirá si resulta ser constitucional y parlamentaria, como la inglesa o la belga. Un siglo nos ha llevado entenderlo. También defiende que el régimen parlamentario, concebido como una articulación representativa de las distintas ideas y disposiciones que habitan en la sociedad, obtenida con un sufragio limpio y sincero, es la fórmula política insustituible. Todo lo demás es puro poder personal. Por eso, por ejemplo, trata de convencer al movimiento obrero de que deje de lado la acción directa y se incorpore a la actividad parlamentaria. Y a los patronos conservadores e integristas que se unan con él a la reforma social mediante el acuerdo y la ley. ¡Cuántas calamidades se hubieran evitado de hacerle caso de una y otra parte!
Toda esa riqueza de propuestas y matices la obtiene Azcárate de una concepción ética de la responsabilidad, la transparencia y la sinceridad, que él se exige a sí mismo y al sistema político. Durante treinta años —de 1886 a 1916— fue diputado al Congreso por la provincia de León. Advirtió desde el primer momento a sus electores que no era un 'delegado' de la provincia sino un representante del interés de todos. Y, aunque conocía perfectamente los problemas que crea la indisciplina en cualquier organización, puso siempre su conciencia por encima de las conveniencias de su partido. Nunca formó parte del gobierno. Fue toda su vida diputado de la oposición pero si el gobierno proponía algo que redundara en el bien común, no dudaba en apoyarlo, dijera su partido lo que dijera. Otro proceder le parecía indecente.
Luchó siempre contra las corruptelas y vicios del proceso electoral y parlamentario de sus días. Concebía la tarea del diputado como una responsabilidad sagrada. Por eso le repugnaban las claudicaciones y los trapicheos. Su libro El régimen parlamentario en la práctica (1885) tendría que ser lectura obligatoria para todo responsable político. El falseamiento de las elecciones, la impaciencia aventurera por el poder, la falta de transparencia, la doble moral, la corrupción económica, etc., van desfilando en sus capítulos como otras tantas traiciones al sistema político de opinión pública abierta, que era para él el único aceptable. Creía en la prensa como un ingrediente imprescindible del régimen parlamentario, a condición de que fuera, son sus palabras, desinteresada, culta, imparcial e independiente. Por supuesto que conocía perfectamente los intereses bastardos y los condicionamientos económicos y políticos que la asediaban; y odiaba “el interés malsano y momentáneo que le dan el noticierismo, las personalidades, los chismes y el escándalo”. Sin embargo, la tenía por un pilar fundamental para la formación y el flujo de la opinión pública en una sociedad abierta.
Como consecuencia de su enorme prestigio y su reconocida ejemplaridad fue convocado con frecuencia a ocupar cargos de responsabilidad en diferentes juntas, comités o instituciones públicas. Jamás aceptó sueldo o remuneración por ello. Ni coche oficial alguno. Y sólo accedía a ejercerlos si eran compatibles con su cátedra y su escaño. Anciano ya, se vio en la necesidad de enviar por primera vez a un auxiliar a explicar su lección a la Universidad, y sólo por ello tomó la decisión de dimitir de ella. Esa era la clase de escrúpulos que llevó siempre en la alforja, y que tan raros resultan hoy día. Vamos a evocarlos esta semana en León, su viejo distrito electoral. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt