domingo, 24 de diciembre de 2023

De la necesidad de sosegarnos todos

 






Hola, buenos días de nuevo a todos, feliz domingo y feliz Nochebuna. Mi propuesta de lectura para hoy, de la socióloga Rosa Conde, va de la necesidad de sosegarnos todos, pues como escribe Conde en El País es fundamental que el Gobierno adopte decisiones que aclaren las dudas de la mayoría de los ciudadanos y que el principal partido de la oposición respete la Constitución. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. HArendt. harendt.blogspot.com












La sociedad necesita sosiego, los políticos deben dárselo
ROSA CONDE
20 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

La confrontación política y la desafección ciudadana tiene muchas causas y dos responsables políticos que no solo no están sabiendo cumplir su papel moderador de los conflictos sino que uno con sus declaraciones y otro con políticas poco y mal explicadas están agravando la situación.
Tony Judt en El peso de la responsabilidad habla de la importancia del sentido de la responsabilidad en la política y de los políticos. Y en estos momentos, el peso de la responsabilidad recae básicamente en los dos grandes partidos, PSOE y PP, que en las elecciones del 23-J obtuvieron entre los dos un 64,75% del voto y unos 15.852.810 de votantes. En las últimas elecciones la sociedad ha demandado centralidad, no política desde los extremos.
Los dos partidos están fallando a sus electorados y están llevando la polarización a la vida cotidiana de los ciudadanos. La polarización ha saltado del Parlamento y del debate político a la conversación entre amigos y familiares abriendo grietas en la sociedad y en las relaciones personales que están afectando a la convivencia.
La convivencia que proclama el Gobierno no debe circunscribirse a un territorio. Una buena convivencia debe ser para todos. El presidente del Gobierno lo es de todos los españoles, le hayan votado o no, vivan donde vivan y tengan la ideología que tengan.
Hay 11 fuerzas políticas en el parlamento, pero para hacer frente a los problemas a los que se enfrenta la sociedad española y abordar las necesarias reformas, incluidas las constitucionales, solo hay dos fuerzas políticas con capacidad de llevarlas adelante. Pero no cabe duda que los extremos condicionan el comportamiento de los dos grandes partidos. El PP está atrapado por la necesidad de los votos de VOX. El PSOE, por una miríada de votos de partidos tan heterogéneos como Sumar, Podemos, Junts, ERC, PNV, BNG, Bildu y Coalición Canaria. Izquierda y extrema izquierda por un lado, derecha y extrema derecha por otro.
Santos Juliá decía en 2015 que en España ha reinado durante muchos años la política del “todo o nada”. Y para él estábamos entonces en ello, con dos posiciones extremas: los que clamaban por la ruina del edificio construido sobre los pactos del 78 y los que decían, el PP, que ese edificio no había que tocarlo. Hoy estamos en esa misma situación pero agravada. Quizás ahora son más los que claman por derruir lo construido desde la Constitución del 78 que los que piensan que no hay que tocarlo. Con el agravante de que algunos de los que defienden esta última posición, el PP, empieza por incumplir la Constitución al impedir la renovación de CGPJ. Ese incumplimiento les invalida para utilizar cualquier argumento de crítica al Gobierno por adoptar acuerdos con algunos partidos que no respetan la Constitución. Si Núñez Feijóo quiere ser creíble, si quiere tener auctoritas en su partido, entre sus votantes y en la sociedad tiene que empezar por cumplir la Constitución. De otra forma está engañando a sus votantes y a la sociedad española en su conjunto. El argumento de que ha ganado las elecciones no vale por más que lo repitan. Hay un gobierno legítimo, les guste o no. No todo vale para volver al Gobierno.
Como no todo vale al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para serlo. Su presidencia es legítima. Ha obtenido 179 votos en su debate de Investidura. Tiene, por tanto, legitimidad de origen. Su tarea consiste ahora en mantener también la legitimidad de ejercicio. Y esa legitimidad de ejercicio se fortalece con la máxima transparencia y la mayor claridad a la hora de explicar los pactos que le han llevado a la presidencia. Sus 7.760,970 votantes tienen, tenemos que comprender mejor para qué está sirviendo y va a servir nuestro voto.
La ley de Amnistía ha producido ríos de tinta y alterado la convivencia entre españoles. La proposición de ley ha iniciado, con crispación y con la ausencia del Gobierno, el trámite parlamentario. La prioridad absoluta del Ejecutivo debe ser despejar todas las dudas que esta ley suscita en la sociedad. Su segunda prioridad, llevar todos sus pactos al Parlamento, su lugar natural. Y dejarse de verificadores y de reuniones clandestinas en el extranjero. Contribuiría, sin duda, al sosiego en la sociedad tener la certeza de que el presidente no va a reunirse fuera de España con un prófugo de la justicia. Como ayudaría que en las ruedas de prensa del Consejo de Ministros no se hiciera política partidaria y que se evitara copar puestos institucionales con personalidades que han tenido altos cargos en el Gobierno.
Tan fundamental es que el principal partido de la oposición respete la Constitución como que el Gobierno adopte decisiones que clarifiquen las dudas de la mayoría de los ciudadanos, muchos de ellos sus propios votantes. La convivencia en paz y libertad está en sus manos.





























[ARCHIVO DEL BLOG] Un relato navideño. [Publicada el 24/12/2013]











Quienes me conocen de antiguo saben que hay pocas cosas capaces de sacarme de mis casillas; incluso han llegado a decir de mí que tengo sangre de horchata... Nada más lejos de la realidad que esto último, pero es cierto que entre las pocas cosas que me ponen de los nervios está la ignorancia pedante trufada de fanatismo. Por citar un ejemplo, la multitud de gilipollas  sueltos  por el mundo -dicho sin ánimo injurioso alguno sino en el coloquial sentido que da al adjetivo la Real Academia Española- que piensan que los no-creyentes en dioses trinos y uno somos seres arreligiosos, carentes de espiritualidad y personas de moral relajada, por no decir amorales absolutos... No lo siento por ellos, que me la traen al pairo, pero se equivocan.
Simone Weil, la joven filósofa y mística francesa de origen judío, muerta en 1943 a los 34 años de edad, ha sido, quizá, la pensadora europea que mejor ha sabido sintetizar la esencia del cristianismo en el siglo XX; un cristianismo que no necesita la existencia de un Dios resucitado de entre los muertos para convertirse en el centro de la existencia humana. Basta leer su librito de apenas 70 páginas, "Carta a un religioso" (Trotta, Madrid, 1998), en tantas ocasiones citado por mí en el blog, para entenderlo.   
Porque a mí, el mito cristiano de la Navidad -mito, por cierto, cuyas raíces se hunden en los arcanos más antiguos de la humanidad- me parece bellísimo, y lo sigo celebrando cada año en familia, con mis hijas y mis nietos, y perdónenme la irreverencia, con mis gatos, que también son animalitos de Dios. Y todo ello, con independencia de que el mito no se sostenga en realidad alguna y que tenga precedentes claros en otros muchos más antiguos como los de Isis, en el antiguo Egipto; o el del dios Mitra, también nacido en una cueva, de madre virgen, un 25 de diciembre, y adorado por magos y pastores que le traen regalos un 6 de enero. Líquido, blanco y en botella..., pues sí: leche.
Los mitos son "una forma de pensar el mundo". Lo dice el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss en un erudito y bellísimo libro del que ya he hablado en ocasiones anteriores en el blog: "Mitológicas. Lo crudo y lo cocido" (Fondo de Cultura Económica, México, 1968); mitos que construyen una explicación total del mundo en toda su riqueza, y en los que toda realidad -física, biológica y espiritual- está determinada por ellos y en ellos.
El escritor Gustavo Martín Garzo publicó hace unos años por estas fechas un hermoso y entrañable artículo, "El buey y los ángeles", en el que rememoraba las celebraciones navidades de su infancia. Como a él, me resulta imposible desprenderme de esas figuras maltrechas por los años, los hijos, los nietos y los gatos, que dan forma cada año al Belén en el mejor rincón de nuestro hogar. Celebración de la Navidad tan nuestra como la de los creyentes y con la misma fe y esperanza en un mundo, aquí, ahora y en el futuro, mucho mejor que el que nosotros heredamos de nuestros padres. Y todo eso sin dejar de reconocer que no es más que un mito, pero un mito central para poder comprender lo que es y significa Occidente y su forma de pensar. ¡Feliz Navidad!... Y sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt











sábado, 23 de diciembre de 2023

De una llamada a la rebelión ciudadana

 






Hola de nuevo a todos, y de nuevo a todos, feliz sábado. Hemos tocado fondo, termina diciendo en su artículo de hoy en El País el escritor Javier Cercas. Tenemos una clase política cínica, dice en él, irresponsable y envenenada por el poder, que no trabaja para unirnos sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo, y pueril la mínima exigencia ética. Son palabras muy duras, que no comparto del todo, pero sí en parte, y que llaman a la rebelión de la ciudadanía, apelando al voto en blanco, y como ideal futuro, a la lotocracia. Una práctica política que no es novedosa, sino que tiene una muy larga tradición, pues el sorteo de la mayoría de los cargos políticos fue la esencia de la democracia ateniense y de algunas ciudades italianas en el Renacimiento. No es una mala idea. HArendt. harendt.blogspot.com














Un llamamiento a la rebelión
JAVIER CERCAS
23 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Ética y política siempre se han llevado mal, pero, cuando la política se divorcia de la ética, empieza la antipolítica. Yo he visto cosas que nunca creí que vería. He visto cómo un partido progresista, a quien voté durante décadas, ha hecho justo después de unas elecciones lo que siempre dijo que nunca haría. He visto cómo ese engaño colosal suprimía a millones de personas, que políticamente ya no existimos o sólo existimos como papel higiénico: la prueba es que, en el acuerdo firmado por el PSOE y JxCat, Cataluña se identifica sólo con los secesionistas, lo que quiere decir que los no secesionistas, que ya sobrábamos en Cataluña, también sobramos ahora en España. He visto cómo primero nos engañaron los otros, ahora nos engañan estos y ya no queda nadie que nos pueda engañar. He visto cómo el Gobierno pactaba su continuidad con un prófugo de la justicia a cambio de la impunidad de éste. He visto cómo políticos amnistiaban a políticos acusados de delitos gravísimos (de los que ahora se enor­gullecen más que nunca), por una parte ínfima de los cuales usted y yo estaríamos en la cárcel. He visto cómo se intentaba disfrazar de concordia el aumento exponencial de la discordia, y de perdón el hecho de pedir perdón; la amnistía es lo opuesto al perdón (que presupone arrepentimiento, inexistente en este caso): si el delito se borra, nunca fue delito: fue un invento. He visto cómo el PSOE acataba en un pacto las trolas completas acuñadas por un partido reaccionario, supremacista y xenófobo; y, por Dios santo, si el fundamento de un pacto es falso, ¿cómo quieren que sea el propio pacto? He visto que el Gobierno hacía lo peor que puede hacerse en política: en vez de intentar resolver un problema, legárselo multiplicado a tus descendientes. He visto que, en privado, todos los políticos progresistas con quienes me cruzo están contra la amnistía, aunque en público todos estén a favor. He oído asegurar que, con la amnistía, los secesionistas han renunciado a la llamada unilateralidad y vuelto a la Constitución, y he visto que a quien lo decía no se le caía la cara de vergüenza. He visto que contra la derecha todo está permitido, que quien protesta se convierte en agente del PP y que, para no parecerlo, se aplauden o se ignoran desmanes que provocarían una ira justísima si los hubiera perpetrado la derecha. Y he visto que el PSOE y un partido con el 1,6% de los votos dirimen el futuro de todos en secreto, en Suiza y con un mediador internacional (como si dialogaran Rusia y Ucrania), mientras el resto aguardamos temblando el veredicto de la superioridad… En fin, no queda más remedio que afrontarlo: tenemos una clase política cínica, irresponsable y envenenada por el poder, que no trabaja para unirnos sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo, y pueril la mínima exigencia ética. Hemos tocado fondo.
Llegados aquí, yo sólo veo dos opciones: una es fingir que la realidad no es la que es y que no sabemos lo que sabemos —”disonancia cognitiva” llaman los psicólogos a este fenómeno apasionante—; la otra es la insumisión. No tengo nada que reprochar a quienes opten por lo primero, siempre y cuando sean indigentes, sin papeles o analfabetos; yo opto por lo segundo. A partir de este momento me declaro antisistema, paso a la clandestinidad y llamo a la rebelión general. Esto se traduce en dos cosas. Una: de ahora en adelante votaré en blanco. Y dos: abogaré por la lotocracia, un tipo de democracia que propugna la elección por sorteo de nuestros representantes políticos, lo que, implantado de manera inteligente y progresiva, supondría una continua regeneración política, un antídoto contra el enloquecimiento provocado por el poder, un modo de que todos nos responsabilicemos de lo que es de todos y la única esperanza verosímil de que la ensuciada palabra democracia recupere su limpio significado primigenio: poder del pueblo. Por lo demás, prometo solemnemente no estrecharle la mano a ningún político español a menos que sea en presencia de mi abogado (o bajo amenaza de torturas). Señoras y señores políticos: esto no es antipolítica; antipolítica es lo que están haciendo ustedes. Javer Cercas es escritor. 











De la fecha de caducidad de la compasión

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado. Mi propuesta de lectura para hoy, del periodista José Luis Sastre, va de la fecha de caducidad de la compasión. Sastre se pregunta en El País que nos pasa cuando dijimos que no caeríamos en la indiferencia de todas las otras veces hasta que un día, con el desliz de un dedo, dejamos de mirar de pronto los ojos del terror para que nos salte el siguiente vídeo, más agradable, sin tanta muerte. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. HArendt. harendt.blogspot.com










¿Cuándo caduca la compasión?
JOSÉ LUIS SASTRE
20 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Nos pasa que ya no miramos, que el dolor agota y se ha vuelto insoportable. Nos pasa que mantener la mirada, de tan sencillo, nos cuesta tanto. Nos pasa que nos dijimos que no caeríamos en la indiferencia de todas las otras veces hasta que un día, con el desliz de un dedo, dejamos de mirar de pronto los ojos del terror para que nos saltara el siguiente vídeo: más agradable, sin tanta muerte. Ese vídeo nos llevó a otro y a otro y al final nos resultó imposible recordar de qué iba el primero, que por algo el algoritmo sabe lo que hace. La nueva droga es la atención.
Nos pasa que nos dijimos que ya que no podíamos hacer apenas nada contra la guerra ―quizá unos tuits, quizá unos artículos, con lo ridículo que es eso―, nos comprometimos al menos a mantener en guardia el interés, que era lo más humano y lo más básico: consistía en mirar y en querer saber. Pero mirar ya no se puede, porque siguen apareciendo niñas y niños muertos o huérfanos o heridos bajo los escombros. Y hay un momento en el que, sin saber por qué, uno desliza el dedo y aparta la mirada. En realidad, sí se sabe por qué: porque podemos, porque la realidad de los otros es para nosotros una imagen. Y si no se ve, no existe.
Nos han enseñado los índices de audiencia la diferencia entre aquello que decimos que vemos y lo que de verdad vemos. Nos han enseñado que los telediarios no se pueden abrir por mucho tiempo con imágenes muy duras porque ese dolor acaba por anestesiar o por cansar, como si la capacidad de conmoverse, o de indignarse, tuviera un límite, que a lo mejor lo tiene: la pregunta es cuánto es eso. ¿Un par de días? ¿Tres? ¿Una semana?
El otro día vi cómo llegaba un niño al hospital después de uno de los bombardeos y en la imagen, que estaba tomada de lejos, salía también un hombre grabando con su teléfono. Corría igual que los sanitarios, pegado a ellos, y acercaba el móvil a la escena todo lo que podía. Siguió grabando luego, con una templanza que asustaba, en cuanto empezaron a traer a más niños con las heridas abiertas. Ese hombre grababa para poder denunciar. Para que el mundo viera y supiera. Para que conste. Ese hombre grababa porque ya no puede hacer nada más. Él no sabrá nunca cuántos verán sus vídeos ni cuántos, al verlos, se preguntarán cómo se detiene esto y si se puede hacer algo. Se puede, por lo menos, querer mirar para poder saber. Lo demás será un misterio: será un misterio saber cuándo caducan la empatía y la solidaridad. O la compasión, tan citada en estas vísperas de Navidad. José Luis Sastre es periodista.



































[ARCHIVO DEL BLOG] La pérdida ambigua. [Publicada el 28/12/2017]












Cuando un ser querido desaparece sin dejar rastro, el conflicto resultante se llama “pérdida ambigua”: ¿estará muerto o acabará regresando? Cada uno cree con absoluta firmeza una cosa u otra, escribe en El País Fernando Schwartz (1937), diplomático, presentador de televisión y escritor español, exembajador de España en Kuwait y en los Países Bajos y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid. Nadie lo sabe, no hay certeza, pero los que quedan acaban dándole un sentido ambiguo al misterio. “Para mí está muerto” o “sé que algún día volverá”. La superación no consiste en cerrar el episodio, sino en encontrarle sentido.
Este es el eje, comienza diciendo, sobre el que se sustenta una maravillosa obra de teatro, The Ferryman (El barquero). Escrita por Jez Butterworth y dirigida por Sam Mendes, se representa en el West End de Londres. Podría representarse en Madrid con el simple cambio de IRA por ETA. No se precipiten a buscar entradas; no las encontrarán.
Me pasé las tres horas y cuarto de la función sin poder moverme de la butaca, asombrado, emocionado y dolorido. Subyugado. Todavía me pregunto cómo es posible manejar a más de veinte actores (con bebé de pecho incluido y siete u ocho niños y adolescentes moviéndose por un escenario de maldades y risas como si fueran hadas y elfos) sin que nada desentone, y que el camino armónico de la tragedia siga su curso inalterado. Una maravilla. O, como lo describe Sam Mendes, “una pequeña sonata irlandesa, música de cámara que acaba en gigantesco poema épico… en un escenario que es una cocina”. Tardará un tiempo en ocurrir en aquella cocina, pero al final se intuye que un aparcero de la finca, grande, patoso y simplón, será el Caronte, el Ferryman, que navega por la laguna Estigia acarreando las almas de los Carney, la familia de la obra, cerrando su periplo vital.
Quinn Carney, antiguo terrorista del IRA reconvertido, es el patriarca de esta familia campesina en Irlanda. Su hermano desapareció diez años atrás y nunca se supo más de él hasta el mismo momento en que empieza la obra: aparece con un tiro en la nuca enterrado en una ciénaga en la frontera de las dos Irlandas.
Tiempo de tragedia. Al dolor moral, a la angustia que plantea en la obra la disyuntiva de esperar o desesperar el retorno del desaparecido, se suma bruscamente el contexto histórico: es el momento, 1981, de la muerte escalonada de 10 presos del IRA en huelga de hambre para exigir la mejora de sus condiciones en la prisión, frente a la seca negativa de Margaret Thatcher. El primero fue Bobby Sands, que, justo antes de fallecer, había sido elegido para ocupar un escaño en la Cámara de los Comunes en Londres (espero que nadie vea heroicidad alguna en la huida de Puigdemont a Bruselas, una payasada cósmica. Aherrojados por la tiranía de Madrid, no he visto a Puigdemont o a Junqueras declararse en huelga de hambre; claro, como dentro de un par de semanas se vota libremente en Cataluña, no parece que haga falta).
Y en The Ferryman se abre de golpe la caja de Pandora. Sobrecoge lo inevitable del drama: averiguar quién mató al joven Carney desaparecido es casi superfluo. Ya se sabe quién ha sido: la sola aparición de uno de los líderes del IRA lo revela. Con sus frases amables y cargadas de amenaza, exige además silencio si la familia quiere seguir con su vida apacible. Todo ello, en medio de una poderosa peripecia sentimental.
De pronto, sentado en el patio de butacas del Gielgud Theatre de Londres, me asaltó la conexión inevitable: esta obra bien podría representarse en Madrid con un simple cambio de acrónimo: IRA por ETA. Los problemas de Irlanda y País Vasco eran radicalmente distintos entre sí y las aspiraciones de sus gentes no tenían nada que ver unas con otras. Pero la bestial metodología del terror fue la misma.
El primer personaje que aparece en escena en The Ferryman, es el sacerdote de la familia Carney, el padre Horrigan, un tipo tan blando y tan miserable como don Serapio, el cura sucio de Patria de Fernando Aramburu. Recordé sus charlas a media voz, sus ánimos traidores que tanto me enfurecieron cuando leía la novela. El padre Horrigan hace lo mismo aunque, al menos, Quinn Carney tiene el valor de echarlo de casa.
¿Y el asesinato de su hermano? ¿Y el de Yoyes? La misma mano, la misma ideología cerril teñida de sangre; y ahora debes callarte por el bien de Irlanda, por el bien de la patria vasca. Da igual. Afortunadamente, las ideologías excluyentes acaban en la papelera de la historia. Pero no sin antes causar un daño irremediable. Y esta es una pérdida en la que no hay ambigüedad alguna. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













viernes, 22 de diciembre de 2023

Del deporte como espectáculo de masas






Hola de nuevo a todos, y de nuevo a todos feliz viernes. Dice el Diccionario de la Real Academia Española sobre la palabra deporte que es calco del inglés "sport", a partir del desusado deporte como 'diversión', y este derivado de deportarse como 'divertirse'. Su primera acepción es: Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas, y como sinónimos cita ejercicio y gimnasia. Su segunda acepción es: Recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre, y como sinónimos menciona juego y pasatiempo. Los millones por los que Jon Rahm se ha vendido a Arabia Saudí, comenta la escritora Nayat El Hachmi en el El País de hoy, esconden ciudadanos encarcelados y torturados, menores ejecutados, mujeres condenadas al encierro perpetuo y trabajadores extranjeros esclavizados. No seré yo quien le lleve la contraria, como tampoco a los que piensen que la nueva Superliga de Fútbol a la que el Tribunal de Justicia europeo ha dado la razón, se ha cargado definitivamente el fútbol como deporte. Descanse en paz. HArendt - harendt.blogspot.com









Vendidos al salafismo
NAJAT EL HACHMI
22 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Nos dirán que ellos solo son deportistas que persiguen pelotitas, pero aceptando hacerlo a cambio de las ingentes cantidades de dinero que les paga Arabia Saudí están convirtiéndose en actores políticos de un régimen que extiende sus valores antidemocráticos por el mundo entero. Lo que esconden los 500 millones por los que Jon Rahm se ha vendido al reino wahabita son ciudadanos encarcelados y torturados, menores ejecutados, mujeres condenadas al encierro perpetuo y trabajadores extranjeros esclavizados. Empiezo a pensar que la riqueza extrema tiene efectos psicopatologizantes porque no me creo que tantos profesionales del deporte no vean lo peligroso que es su participación activa en el blanqueamiento de imagen de la petromonarquía.
Lo que pasa en Arabia Saudí está lejos de quedarse en Arabia Saudí dadas las extensas y poderosas ramificaciones de su diplomacia religiosa, esto es, la extensión de una ideología tan peligrosa como el salafismo que está colonizando sin resistencia los jóvenes musulmanes europeos. En Dr. Saoud y Mr. Djihad, Pierre Conesa cuenta con detalle esa doble red de influencia del país árabe: mientras con una mano teje una densa telaraña de organizaciones que difunden el islam fundamentalista por todo el mundo, con la otra agita e incluso financia el terrorismo. Dentro de sus esfuerzos de lavado de cara está ahora convertirse en sede de los torneos más importantes para penetrar en la cultura de masas en Occidente. En este sentido es una flagrante contradicción que la FIFA siga dispensando trato de favor a la teocracia de Bin Salmán. Bueno, contradicción si en algún momento hemos creído, inocentes, que la FIFA era feminista. Desde aquí leímos la destitución de Rubiales como una defensa de los derechos de las mujeres, pero desde los países musulmanes, donde se sigue cambiando de canal cuando en la televisión aparece un beso y los gobiernos censuran las emisiones audiovisuales en base al puritanismo religioso, las razones son otras. Tanto el beso a Jenni Hermoso como el comportamiento del antiguo presidente de la RFEF fueron juzgados negativamente no por tratarse de un abuso machista, sino por saltarse las normas de la decencia pública. Si en el campo dos mujeres se hubieran besado libremente en Arabia Saudí, tampoco les hubiera gustado, pero por razones muy distintas. Eso sí, luego resulta que muchos de sus ciudadanos, esos que en público son musulmanes ejemplares, luego viajan a Marruecos para explotar sexualmente a las pobres prostituidas. Nada nuevo, es la doble moral de siempre que no parece quitarles el sueño ni a futbolistas y ni a golfistas. Nayat El Hachmi es escritora.