viernes, 14 de diciembre de 2018

[SONRÍA, POR FAVOR] Al menos hoy viernes, 14 de diciembre



Mafalda, por Quino


El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. También, como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Un servidor de ustedes tiene escaso sentido del humor, aunque aprecio la sonrisa ajena e intento esbozar la propia. Así pues, identificado con la primera de las acepciones de la palabra humor del Diccionario de la Lengua Española, en la medida de lo posible iré subiendo periódicamente al blog las viñetas diarias de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas y, ocasionalmente, de ABC, La Voz de Galicia, La Vanguardia, y viñetas antiguas de los geniales dibujantes ya fallecidos Mingote y Forges. Disfruten de ellas






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

jueves, 13 de diciembre de 2018

[GALDÓS EN SU SALSA] Hoy, con "Tristana"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quién es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que acaban de cumplirse 175 años, estoy subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog su novela Tristana, en la edición digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de la Universidad de Alicante, basada en la de Madrid, Imprenta La Guirnalda, de 1892. 

Tristana continúa el ciclo "espiritualista" de la serie Novelas españolas contemporáneas, iniciado un año antes con Ángel Guerra, abordando el tema de la emancipación de la mujer en la sociedad española de finales del siglo XIX, y​ profundizando en el mundo conflictivo físico y emocional de "una mujer que no quiere ser ni amante ni esposa".​ Algunos críticos la han visto como una exégesis o adaptación española del drama de Ibsen Casa de muñecas (1879).

La acción transcurre en el castizo Chamberí, uno de los barrios del ensanche del Madrid decimonónico, presentando un mórbido triángulo amoroso entre una mujer, un viejo —que confunde honor y provecho— y un 'artista'.

Al morir su madre, la huérfana Tristana es recogida por un amigo de la familia, don Lope, que acabará convirtiéndose en su tutor-seductor. La joven protagonista se rebela ante tan humillante situación y al poco conoce y se enamora de Horacio, un pintor de ideas tradicionales que no acepta el espíritu feminista de Tristana. El pintor tiene que ausentarse de Madrid durante una larga temporada y la relación se enfría (aunque en Tristana sigue viva en un Horacio idealizado). Entretanto, a ella le han tenido que amputar una pierna, quedando así de nuevo atada a don Lope. Cuando Horacio regresa, nada queda entre ellos de las antiguas ilusiones. El pintor acabará casándose con otra mujer y Tristana cambiará sus sueños de ser actriz por una vida estéril y casi autómata, con Dios como único "objeto del deseo".​ Con un don Lope, cada día más chocho y arruinado, una boda de conveniencia para ambos precipita el final feliz de la novela. Las conclusiones del escritor y su quizá piadosa ironía quedan claras en el último párrafo: "Por aquellos días, entrole a la cojita una nueva afición: el arte culinario en su rama importante de repostería. Una maestra muy hábil enseñole dos o tres tipos de pasteles, y los hacía tan bien, tan bien, que D. Lope, después de catarlos, se chupaba los dedos, y no cesaba de alabar a Dios. ¿Eran felices uno y otro?... Tal vez.".

Muy diferentes sensibilidades han dejado nota de su interpretación de la Tristana de Galdós. María Zambrano la analiza con minuciosidad en su manual La España de Galdós,​ donde llega a apuntar que "merecería ser Tristana la obra única de un autor". Ese mismo valor de obra especial, hija única y emblemática, fue percibida por el cineasta aragonés Luis Buñuel que pudo volcar en su versión de Tristana (1970) toda la experiencia de sus anteriores versiones de obras de Galdós, Nazarín (1958-1959) y Viridiana (1961). Parece evidente que en la lectura de Buñuel, la luz poética que sintió María Zambrano quedó despojada de toda piedad, mostrando sin embargo, en su mórbida ironía toda la excepcionalidad del personaje galdosiano.

Más allá de las tesis reformistas sobre el papel de la mujer en la sociedad del momento que se le han señalado a esta novela, resulta sugerente la unidad de criterios críticos al considerarla como uno de los hitos del discurso personal del autor. En palabras de Ortiz-Armengol: "la biografía de un escritor está en sus obras; en pocas como en Tristana está don Benito, al tiempo que juega con espejos y bambalinas".



Escena de una representación teatral de Tristana (Madrid, 2017)



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miércoles, 12 de diciembre de 2018

[A VUELAPLUMA] ¿Dónde están los nuevos jipis?





¿Dónde están los nuevos jipis?, se preguntaba hace unos días el escritor Jordi Soler. La rebelión de los jóvenes que profetizó Octavio Paz, dice, ha quedado reducida a una rabieta ‘online’, pues el asesinato freudiano del padre quedó neutralizado cuando el progenitor se convirtió en su compadre

Octavio Paz escribió en su libro Corriente alterna, que publicó en 1967, un diagnóstico del futuro que resulta asombroso leer medio siglo más tarde, comienza diciendo Soler. El año crucial de 1968 estaba a punto de llegar y Paz, que entonces era embajador de México en la India, veía con toda claridad que el mundo estaba cambiando radicalmente: “Creo que el fragmento es la forma que mejor refleja esta realidad en movimiento que vivimos y que somos”, nos advierte en la primera página de este libro que es, en realidad, una antología de los artículos que publicaba entonces en revistas latinoamericanas y europeas, artículos escritos con la urgencia, y la frescura, de quien pretende capturar el momento en el que todo empezó a cambiar, a la manera de los pintores impresionistas que daban pinceladas precisas y veloces para capturar el instante en el que se manifestaba la luz.

Octavio Paz escribe: “El gran problema a que se enfrentarán las sociedades industriales en los próximos decenios es el del ocio. El ocio había sido, simultáneamente, la bendición y la maldición de la minoría privilegiada. Ahora lo será de las masas”.

Cincuenta años más tarde nos encontramos con la evidencia de que nunca en toda la historia de la humanidad habíamos tenido tantas y tan diversas formas de canalizar el ocio, una bendición/maldición directamente relacionada con la realidad fragmentada que vislumbraba el poeta, pues buena parte del ocio se traduce en una multitud de individuos detrás de sus pantallas consumiendo, o interaccionando con ellos, los productos que ofrece la Red.

El fragmento es la forma que mejor refleja nuestra realidad, advertía Paz, sobre todo a partir de la irrupción de la Red, que atomiza a la sociedad, la divide en unidades, la neutraliza, sobre todo a la juventud de nuestro siglo, no a la de 1967 que se comportaba, todavía, como un amenazante colectivo capaz de sacudir el establishment.

Paz escribía entonces que las dos grandes transformaciones sociales de aquella época eran “la rebelión de los jóvenes y la emancipación de la mujer”. “La segunda es sin duda más importante y duradera”, sostenía el poeta, “es un cambio comparable al del neolítico”.

El Neolítico transformó la relación de nuestra especie con la naturaleza, del mismo modo en que la emancipación de la mujer ha ido, efectivamente, transformando la dinámica familiar, las relaciones sociales, el mundo laboral, etcétera. A pesar de que la igualdad entre los sexos tiene que recorrer todavía un largo camino, no puede ya compararse la vida que tenían las mujeres al principio de los años sesenta, con la que llevan en el siglo XXI.

Pero Octavio Paz no acertó con la rebelión de los jóvenes, que al final ha quedado en breves episodios aislados de la historia reciente; y no acertó porque la sociedad occidental ha terminado siendo otra cosa distinta de lo que entonces prometía, en esa época en la que la juventud clamaba, dice Paz: “Yo no quiero ser parte de este mundo que ha inventado los campos de concentración y ha arrojado bombas atómicas sobre Japón”.

Los jóvenes de entonces se sabían herederos del desastre que dejaban sus mayores, cosa que podrían suscribir también los jóvenes de hoy, y veían con naturalidad la fantasía freudiana de asesinar al padre, “una realidad psicológica de la era industrial”, apunta Paz.

A través de la figura del padre asesinado se puede situar a la juventud de nuestro tiempo frente a la de los años sesenta; los adultos entonces eran más adultos, había una separación muy clara entre ellos y sus hijos y el asesinato freudiano no admitía ambigüedades: había que matar a ese otro que te heredaba un planeta lamentable con bombas atómicas y campos de concentración. Pero en el siglo XXI esa frontera se ha difuminado, las nuevas tecnologías, la bendición/maldición del ocio, han barrido las diferencias, padres e hijos tuitean, oyen música en Spotify, se tatúan una greca maya en la nuca y se visten con prendas parecidas. En estas condiciones la fantasía freudiana se ha desdibujado: el hijo mata a su padre, no a su compadre.

Los jipis son un buen ejemplo de lo que sucedía con la juventud hace cincuenta años, querían destruir el sistema, replantear los fundamentos de la economía, vivir en armonía con la naturaleza y además eran unos entusiastas del hedonismo y de la tribu familiar; pretendían, en suma, vivir de otra forma, corregir la deriva occidental hacia la ganancia y el progreso económico que ya desde la década de los sesenta era un escándalo. Todos los objetivos del jipismo, con la excepción quizá de su estética y de su consustancial cursilería, podrían retomarse hoy con más ímpetu, pues ha pasado medio siglo y el sistema que intentaron destruir sigue no solo de pie, sino más sólidamente establecido que nunca.

¿Por qué se fueron los jipis si no habían conseguido lo que buscaban? No se fueron, se disolvieron, se han ido diseminando en nichos que conservan ciertos elementos de su ideario de juventud; la cruzada ecológica, por ejemplo, la alimentación saludable y otros sucedáneos individuales de aquella gesta espiritual y colectiva como el yoga, el mindfulness y un largo, y muy rentable, etcétera. Los viejos jipis están hoy haciendo la flor de loto, el saludo al sol, la postura del guerrero después de una jornada extenuante de oficina, en los despachos del poder económico, mediático o político. La imagen del jipi, que hace años combatía al sistema desde la calle, practicando hoy la postura del guerrero en un salón de yoga climatizado, ilustra perfectamente la magnitud del caso.

Paz escribe unas líneas que parecen destinadas a explicar el auge de la espiritualidad New Age que inunda nuestra época, uno de los tentáculos más redituables del ocio: “También las doctrinas de Buda y del Mahavira nacieron en un momento de gran prosperidad social y las ideas de ambos reformadores fueron adoptadas con entusiasmo no por los pobres sino por la clase de los mercaderes. La religión de la renuncia a la vida fue una creación de una sociedad cosmopolita y que conocía el desahogo y el lujo”.

De una sociedad, diríamos, que tenía un nivel de bienestar como el que hoy tienen los países europeos, que permitía a los ciudadanos grandes dosis de tiempo ocioso, solo que en nuestro siglo, aquí en Occidente, el ocio se purga mayoritariamente en la pantalla que nos atomiza y nos fragmenta en miles de millones de terminales. Al final la rebelión de los jóvenes no produjo una transformación tan grande como preveía Paz, en nuestro siglo esa rebelión ha quedado reducida a la rabieta individual online.



Dibujo de Eulogia Merle para El País



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