sábado, 4 de febrero de 2017

[Humor en cápsulas] Para hoy sábado, 4 de febrero de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy, con Morgan en Canarias7; Ricardo en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, y Ros en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Espero que disfruten de las mismas.




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

viernes, 3 de febrero de 2017

[Poesía y música] Hoy, con Pablo Neruda y Giuseppe Verdi






Como afirmo en una de las entradas (para mi sorpresa) más vistas del blog, soy capaz de recordar y reconocer casi cualquier fragmento de texto literario o película que haya leído o visto, aunque solo haya sido una vez en la vida. Por el contrario, ni el Azar ni la Naturaleza, mis divinidades paganas preferidas, me han dotado del mismo talento para la música. La diosa Terpsícore me ha negado sus favores, salvo en aquellas piezas (muy pocas para mí) que ya forman parte, por la amplitud de su difusión, del imaginario colectivo de la humanidad. Y esa incapacidad para recordar y reconocer piezas musicales, es una de las circunstancias que más dolor me producen, porque en contraste con ellas la música es de todas las Bellas Artes la que más profundas emociones me provoca.

George Steiner, uno de los más grandes intelectuales del siglo XX, dice en su libro Errata. El examen de una vida, uno de los más hermosos textos que he leído nunca, lo siguiente: "El canto (y la música) es, simultáneamente la más carnal y la más espiritual de las realidades. Aúna alma y diafragma. Puede, desde sus primeras notas, sumir al oyente en la desolación o transportarlo hasta el éxtasis. La voz que canta es capaz de destruir o de curar la psique con su cadencia". Estoy en completo acuerdo con él.

La UNESCO instituyó el año 2000 el Día Mundial de la Poesía, que se celebra cada 21 de marzo, entendiendo que el mundo contemporáneo tiene necesidades estéticas y sociales que la poesía puede cubrir. Así pues, continúo con esta entrada de hoy la nueva sección del blog, "Poesía y música", aunando algunos de los más bellos poemas en español con algunas de las más hermosas arias operísticas de la historia.


Continúo hoy la serie dedicada a "Poesía y música" con el famoso poema 15, de Pablo Neruda, y la bellísima aria Sempre libera (Siempre librede la ópera La Traviata, compuesta por Giuseppe Verdi y cantada por la soprano Stefania Bonfadelly. Pueden verla desde este enlace o en el vídeo de más abajo. Disfrútenlas.  




Pablo Neruda




Pablo Neruda, seudónimo de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto (1904-1973), fue un poeta chileno, considerado uno de los más destacados e influyentes artistas de su siglo; «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma», según Gabriel García Márquez. Entre sus múltiples reconocimientos, destacan el Premio Nobel de Literatura en 1971 y un doctorado honoris causa por la Universidad de Oxford. «Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él», ha escrito el crítico literario Harold Bloom, quien lo considera uno de los veintiséis autores centrales del canon de la literatura occidental de todos los tiempos. Fue además un destacado activista político, senador, miembro del Comité Central del Partido Comunista, precandidato a la presidencia de su país y embajador en Francia.


 15 

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.




Giuseppe Verdi


Giuseppe Fortunino Francesco Verdi (1813-1901) fue un compositor romántico italiano de ópera del siglo XIX, el más notable e influyente compositor de ópera italiana y puente entre el belcanto de Rossini, Donizetti y Bellini y la corriente del verismo y Puccini. Fue autor de algunos de los títulos más populares del repertorio lírico, como los que componen su trilogía popular o romántica: Rigoletto, La Traviata, Il Trovatore y las obras maestras de la madurez como Aida, Don Carlo, Otello y Falstaff.



Stefania Bonfadelli


Stefania Bonfadelli (1967) es una soprano de ópera italiana .Comenzó a estudiar piano a los ocho años y cantó a los catorce en Verona, continuando sus estudios de música en París y Viena. Su debut lírico fue con I puritani (1997) en la Ópera Estatal de Viena. 

Sempre libera es la cabaletta de la gran escena del personaje de Violetta, en el acto I de la ópera La traviata, en la que Violetta relata como la han conmovido las palabras de Alfredo. Violetta piensa por un momento que tal vez sea Alfredo el amor que desea y espera, pero que nunca llega a su vida. La traviata (La extraviada) es una ópera en tres actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Francesco Maria Piave, basada en la novela de Alexandre Dumas (hijo) La dama de las camelias (1852), aunque no directamente sino a través de una adaptación teatral. 






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 3 de febrero de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy, con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Espero que disfruten de las mismas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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jueves, 2 de febrero de 2017

[De libros y lecturas] Hoy, con "Sentimentalismo tóxico", de Theodore Dalrymple





Hace unos días, para ser concreto, el pasado 17 de enero, escribí en el blog  una entrada (que les invito a releer desde el enlace inmediatamente anterior) con la reseña que Revista de Libros había hecho del titulado Sentimentalismo tóxico. Cómo el culto a la emoción pública está corroyendo nuestra sociedad (Alianza, Madrid, 2016), del médico y escritor británico Anthony Daniels, que escribe bajo el seudónimo de Theodore Dalrymple. Leído el libro, una vez más gracias a la generosa actitud para conmigo de la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas, reconozco que mi forma de mirar, ver, observar y percibir la "realidad", signifique esto lo que signifique, ya no va a ser la misma nunca más. Y no porque le dé la razón a Dalrymple en todo lo que dice (a veces me resulta excesivamente sarcástico), sino porque después de leerle es imposible pensar en lo que vemos con los mismos ojos que antes de hacerlo.

No voy a comentarlo. Ni a recomendárselo, aunque merezca la pena leerlo. Bastantes problemas tengo ya con intentar entenderme a mí mismo y enfrentarme cada día a la pantalla en blanco del portátil sin tener claro que llevarme al teclado. Reproduzco únicamente su conclusión (la del libro de Dalrymple) que se inicia con una frase de Oscar Wilde que dice así: "Un sentimental es alguien que simplemente desea disfrutar del lujo de una emoción sin tener que pagar por ello". El sentimentalismo, señala, no es dañino mientras permanece en la esfera de lo personal. Seguramente nadie es completamente inmune a la manipulación de sus emociones por una historia edulcorada un cuadro o una pieza musical. 

Pero como motor de una política pública, o de la reacción pública a un acontecimiento o problema social, añade, es tan perjudicial como frecuente. Hay un gran componente sentimental en la idea moderna del multiculturalismo, según la cual todos los aspectos de todas las culturas son mutuamente compatibles y pueden coexistir con la misma facilidad  con los restaurantes de diferentes cocinas en el centro de una ciudad cosmopolita, simplemente porque la humanidad está impulsada por, o es susceptible a expresiones de buena voluntad siempre y en todas partes. El hecho de que muchas sociedades multiculturales se vean desgarradas por la hostilidad, incluso después de cientos de años de convivencia, o que no sea fácil reconciliar las ideas occidentales de la libertad con la condena a muerte por apostasía por la que abogan las cuatro escuelas suníes de interpretación de la ley islámica, así como con otros muchos preceptos de la ley islámica, eluden el pensamiento de los partidarios del multiculturalismo como una anguila se desliza entre los dedos de alguien que trata de atraparla con las manos. Si, por ejemplo, preguntamos a un defensor del multiculturalismo qué han aportado los somalíes, en tanto que somalíes, a la cultura de un país como Gran Bretaña, seguramente se quedará callado. Es poco probable que diga que valora sus tradiciones políticas (las que le obligaron a salir huyendo de Somalia); no conocerá nada de su literatura, ni siquiera si existe tal literatura, tampoco sabrá nada de su arte ni de su arquitectura; probablemente le sonará que la aportación de Somalia a la ciencia moderna es prácticamente inexistente; tampoco habrá estudiado sus costumbre, muchas de las cuales encontraría repugnantes si se tomara la molestia de investigar algo sobre ellas y ni siquiera podrá nombrar un plato típico de la cocina somalí, un grado insólito de ignorancia e indiferencia incluso para un defensor del multiculturalismo. (El camino hacia el corazón de un partidario del multiculturalismo definitivamente pasa por su estómago).

Y, sin embargo, añade, seguirá afirmando, con la certeza casi religiosa de quien acepta la teoría de la influencia del dióxido de carbono en el calentamiento global, que la presencia de enclaves de somalíes, el mantenimiento de su cultura en esos enclaves, indiscutiblemente y por definición, supone un enriquecimiento para la cultura británica, o para cualquier sociedad occidental, como si viviera mejor dentro de un gran museo antropológico. 

En ningún momento, continúa más adelante, pretendo decir que la llegada de inmigrantes o extranjeros no pueda enriquecer enormemente la cultura del país que los recibe: la llegada de los hugonotes o de judíos alemanes o austríacos a Gran Bretaña son ejemplos evidentes de ese enriquecimiento. Y es indudable que la afluencia de extranjeros procedentes de muchos países diferentes ha mejorado mucho la calidad de la cocina de la Gran Bretaña. Pero es completamente diferente argumentar que la inmigración masiva es un bien en sí mismo, simplemente por la diversidad étnica y cultural que aporta a un pequeño espacio y porque la humanidad es una gran familia feliz. Es la clase de ideas que inducen las bebidas alcohólicas después de un duro día de trabajo, que la vida, es bastante buena que todos los hombres son hermanos y que la situación, por muy desastrosa que parezca, acabará arreglándose. Huelga decir que no vale como sustituto del pensamiento genuino.

Pero el sentimentalismo está triunfando en un campo tras otro, señala. Ha arruinado la vida de millones de niños creando una dialéctica de excesiva indulgencia y abandono. Ha destruido los estándares educativos y causado una grave inestabilidad emocional debido a la teoría de las relaciones humanas que entraña. El sentimentalismo ha sido precursor y cómplice de la violencia en los ámbitos en que se han aplicado políticas sugeridas por él. El culto a los sentimientos destruye la capacidad de pensar, o incluso la conciencia de que hay que pensar. Pascal tenía toda la razón cuando dijo: Travaillons donc à bien penser. Voila le principe de la moral. Procuremos, pues, pensar bien. Ese es el principio de la moralidad.






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[Humor en cápsulas] Para hoy jueves, 2 de febrero de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy, con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Espero que disfruten de las mismas.



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miércoles, 1 de febrero de 2017

[A vuelapluma] Una infancia feliz





A punto de cumplir los 71, no me avergüenza reconocer que fui un niño con una infancia muy feliz. Nacido en el seno de una familia de militares sin muchos posibles (como todas las familias de militares), y con dos hermanos mayores que yo en 11 y 13 años, mi infancia transcurrió en cuarteles de Andalucía, Asturias, Castilla-La Mancha y Madrid hasta cumplir los nueve años y en viviendas militares hasta los veintiuno. Antes de cumplir los cuatro, ya asentados en Madrid, me echo mi primera novia, Merceditas; aprendo las primeras letras (nunca me acordaba de la "y") en el parvulario del cuartel, y luego, hasta los 9, hago la primaria en un colegio público de la misma calle. Mi juego, nuestros juegos (pues somo varios los niños que estamos en la misma situación) son cazar gorriones con escopetas de perdigones, martirizar gatos callejeros (quizá por eso ahora los quiero con locura), jugar a "Diego Valor" y sus compis en el espacio exterior (dibujando con tizas naves espaciales en los pasillos y patios del cuartel), entrar a escondidas en los pabellones de los oficiales (nadie cerraba con llave sus viviendas) a buscar galletas, dulces y chucherías, hacer hogueras en las cuadras donde descansaban los caballos de las unidades móviles, jugar a escondidas con las armas (las reales, no las de mentirijillas) de nuestros padres, o bajar tres pisos hasta el suelo descolgándonos como Indianas Jones minúsculos por los cables de los pararrayos. Todo ello, entre los cuatro y nueve años de edad. Después, en la pubertad, leyendo a escondidas la erótica versión de Las Mil y Una Noches de Blasco Ibáñez de la biblioteca familiar, ojeando las revistas de chicas desnudas de mis hermanos, devorando (a un par por día) las novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía, los tebeos (ahora comics) de Hazañas Bélicas, Roberto AlcázarEl príncipe ValienteSupermán y El capitán Trueno, o leyendo con fruición La isla del Tesoro, Tarzán de los monos o la edición de la Divina Comedia de Editorial Juventud. No me quedó ningún trauma de aquella época. Pero reconozco que recordarlo me provoca una risa tonta que tiene bastante de asombro por una infancia que parece sacada de la ficción aunque fuera absolutamente real. Los niños de ahora ya no juegan en las calles: porque no saben o porque no les dejamos (que es peor). 

La escritora argentina Leila Guerriero (1967), columnista habitual de El País, escribía hace unos días en ese diario un artículo titulado Infectada, que suscribo de principio a fín, en el que criticaba con ironía y cierto punto de sarcasmo ese mundo aséptico, y como de cuarentena permanente, que estamos creando y en el que estamos educando a nuestros niños sin querer darnos cuenta de que con ello estamos empobreciendo hasta límites casi castrantes su experiencia vital.

Me gusta mi mundo sucio, contradictorio, mugriento y bajo, dice en su artículo Leila Guerriero. No lo cambio por el lugar desinfectado que, dentro de poco, será. Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, y Matar a un ruiseñor, de Harper Lee, comenta, fueron retirados de los programas escolares de un condado de Virginia por quejas de una madre cuyo hijo adolescente se perturbó ya que incluían “insultos raciales y palabras ofensivas”. Sucede en Estados Unidos pero, como allí empieza todo (del nacionalismo recio al blanqueamiento dental), hacia allí vamos. Por eso quiero dejar expuesto mi pecado, del que no me arrepiento: para recordarme a mí misma, cuando los adolescentes sean almas tan sensibles que no puedan leer Platero y yo sin ir al psiquiatra, cómo era este mundo cuando podía lastimarte pero valía la pena. No me pesa, señor, ni me arrepiento de haber hojeado, siendo pequeña, libros que mis padres me pedían que no leyera porque tenían escenas de sexo o de violencia, ni de haber leído los cuentos bestiales de Horacio Quiroga donde nenitas preciosas eran degolladas por sus hermanos con deficiencias mentales, ni del chorro de entrañas de Santiago Nasar. No sé qué de todo eso me hizo lo que soy, alguien que era feliz incluso cuando creía que no lo era, que alguna vez leyó, asociada con Jack London, la frase “ningún hombre sobre mí” y la hizo su escudo. Pero no me arrepiento. De chica leí libros que me destrozaron —Los niños terribles, de Cocteau—, que me produjeron pesadillas —El país de octubre, de Bradbury—, o que no entendí —Muerte en Venecia, de Thomas Mann—. Y no estuve en el infierno pero sé cómo es porque leí El pozo y el péndulo, de Poe. Cuando este sea un mundo repleto de adolescentes hipersensibles que no puedan comer un pollo sin echarse a llorar, yo seguiré con mi presa entre los dientes, viviendo de la forma en que los libros me enseñaron a vivir. Me gusta mi mundo sucio, contradictorio, mugriento y bajo. No lo cambio por el lugar desinfectado que, dentro de poco, será, termina diciendo. Yo, tampoco.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy, con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Espero que disfruten de las mismas. 




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