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lunes, 14 de abril de 2014

Pilar Urbano y el 23-F




La escritora Pilar Urbano



No he leído el nuevo libro de Pilar Urbano sobre el "23-F" y no pienso hacerlo en el futuro. Tampoco suelo hacer juicios de valor tan radicales, pero bastantes tonterías se leen cada día como para encima pagarlas de mi bolsillo y perder mi tiempo en ellas. Su libro me parece mero oportunismo comercial. Y también supongo que es casualidad que se publique nada más morir uno de sus protagonistas, si bien es cierto que desde muchos años atrás esa persona, el expresidente Adolfo Suárez, estuviera fuera de toda posibilidad de confrontar la realidad de los hechos con las ocurrencias de doña Pilar. Sobre el otro protagonista, el rey, sabe que no va a abrir la boca; porque no puede, no porque no quiera. Pero la provocación y la maledicencia son productos recalcitrantes en la pluma de la señora Urbano. 

La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura... Lo decía mi amigo, el ilustrado François Marie Arouet, alias Voltaire, a mediados del siglo XVIII y creo que su admonición no ha perdido ni un ápice de vigencia. La verdad histórica -nunca definitiva por principio- la formulan los historiadores a través del examen, interpretación y comentario riguroso de los testimonios documentales y materiales existentes en cada momento. La verdad judicial la establecen los jueces y tribunales, y como se suele decir, para bien y para mal, eso va a misa cuando adquiere la condición de cosa juzgada. Todo lo demás es oportunismo, maledicencia o manipulación descarada, que es lo que suele hacer doña Pilar Urbano con extremada fortuna editorial, por lo que parece.

Una de las personas que más y mejor ha escrito sobre el 23-F y el papel de Suárez y del rey Juan Carlos en el mismo ha sido el escritor Javier Cercas. En fecha tan reciente como el pasado 1 de abril, escribía en el diario El País un artículo, titulado "El hombre que mató a Francisco Franco", en el que dice, literalmente, que  "tras su muerte [la de Adolfo Suárez], hemos escuchado estos días muchas obscenidades, mentiras y vilezas". Entre ellas, sin nombrarla, las de doña Pilar.


Va a hacer cinco años dentro de unos días, mientras paseaba con mis nietos por la calle de Triana en Las Palmas, compré en la Librería Atlántico el libro que Javier Cercas escribió sobre el "23-F": "Anatomía de un instante" (Mondadori, Barcelona, 2009). Lo comencé a leer esa mismo noche y lo terminé dos días más tarde bajo el porche de nuestra casa de Maspalomas. No voy a hacer una crítica del libro de Cercas (las recibió, y muy duras también, como la del enlace de más arriba) ni textual, ni de ningún otro tipo. Que cada uno de los lectores saque sus propias conclusiones. Pero tengo la sacrílega (para algunos) costumbre de rellenar con anotaciones, pensamientos a vuela pluma, preguntas, interrogantes y signos de admiración, amén de subrayados y líneas al margen, las páginas de los libros que leo. Cuando son de mi propiedad, claro está. El número de anotaciones no es signo indiscutible de nada, pero sí, al menos, de que me ha interesado lo que leía.

Mi primera anotación al texto de "Anatomía de un instante" la realizo al margen de la página 208 y dice así: "Yo, ese día, lo único que sentí fue una vergüenza inmensa". Y lo que la ha motivado es el párrafo en el que Javier Cercas habla de las similitudes entre la ocupación del Congreso de los Diputados por el teniente coronel Tejero, en 1981, y la de la mítica entrada a caballo en el hemiciclo, en 1874, del general Pavía. Mítica, sí, porque Pavía nunca entró a caballo en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo, sino a pie, ante lo cual los diputados republicanos salieron de las Cortes en desbandada. En 1904, Nicolás Estébanez, grancanario como yo, poeta, político liberal, revolucionario y republicano que acabó monárquico, y treinta años atrás diputado en las Cortes de 1873, escribiendo sobre ese hecho, comentó: "No rehuyo la parte de responsablidad que pueda corresponderme en la increible vergüenza de aquel día; todos nos portamos como unos indecentes". Y afirma Javier Cercas al respecto: "Aún no han transcurrido treinta años desde la asonada de Tejero, y que yo sepa, ninguno de los diputados presentes el 23 de febrero en el Congreso ha escrito nada semejante". Y en la página siguiente, la 209, afirma con rotundidad: "Ésa fue la respuesta popular al golpe: ninguna. Mucho me temo que, además de no ser una respuesta lúcida, no fuera una respuesta decente". Totalmente de acuerdo con él. Y esa es una más de las razones de mi vergüenza esa fatídica tarde: los españoles (entre los que me incluyo, claro está) ese día nos quedamos sentados ante la radio viéndolas venir... A partir de esa pagina las anotaciones se van a ir sucediendo con profusión.

"Anatomía de un instante" es el relato-crónica pormenorizado, detallista y exhaustivo del golpe de estado del 23 de febrero. Del "por qué", del "cómo" y los "por quién". De la "placenta" del golpe, como la denomina Cercas, de su desarrollo y de sus consecuencias. Y su título hace referencia a ese momento, clave, en que tras los disparos de los guardias civiles en el interior del hemiciclo, como en el fotograma congelado de una película, aparte de los asaltantes, sólo el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez; su vicepresidente, el general Gutiérrez Mellado, y el diputado y secretario general del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, permanecen impertérritos en sus escaños mientras las balas silban a su alrededor. A explicar el "por qué" de ese hecho y a reinvindicar históricamente sus figuras, y el protagonismo y responsabilidad que tuvieron en la génesis del 23-F, está destinado buena parte del libro.

La última de mis anotaciones está en la páginas 434 (el libro tiene 437 sin contar notas y apéndices), y no es tal, sino un subrayado de diez líneas que dicen lo siguiente: "El franquismo fue una mala historia, pero el final de aquella historia no ha sido malo. Pudo haberlo sido: la prueba es que a mediados de los setenta muchos de los más lúcidos analistas extranjeros auguraban una salida catastrófica de la dictadura; quizá la mejor prueba es el 23 de febrero. Pudo haberlo sido, pero no lo fue, y no veo ninguna razón para que quienes por edad no intervinimos en aquella historia no debamos celebrarlo; tampoco para pensar que, de haber tenido edad para intervenir, nosotros hubiésemos cometido menos errores que los que cometieron nuestros padres".

Es en todo caso una lectura recomendable para los que tenemos edad para recordar lo que pasó aquel día, asumiendo nuestra cuota de responsabilidad personal e histórica; y para los que no tenían edad para recordarlo y mucho menos comprenderlo, para que aprendan el valor de la libertad, los sacrificios de su conquista, y la facilidad con que ésta puede perderse por la estupidez y la ambición y la soberbia de los hombres. 

Termino esta entrada invitándoles a releer lo que escribía hace unas semanas en el blog en el aniversario del intento de golpe de Estado: "El 23-F, 33 años después. Un recuerdo personal". Espero que les resulte interesante. 

 Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El escritor Javier Cercas




Entrada núm. 2054
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri