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miércoles, 15 de mayo de 2019

[HEMEROTECA DEL BLOG] Mitos




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El mito de Sherezade


En el famoso libro del antropólogo Claude Levi-Strauss titulado Mitológicas. Lo crudo y lo cocido (Fondo de Cultura Económica, México, 1968), todo un clásico de la antropología y la etnografía, se analiza y desmenuza con absoluto rigor científico el mito de referencia de los "bororo", una tribu indígena del Brasil central, a la que el insigne investigador francés dedicó la mayor parte de su vida.

Con toda seguridad no es la pretensión del escritor Gustavo Martín Garzo la misma que la del profesor Levy-Strauss, aunque su artículo de hoy en El País, Las enseñanzas de Sherezade, se inicie con una definición bastante académica del concepto de mito, sino que se centra en la contraposición paradójica entre el mundo del "mito" y el de las "historias inventadas" con la conclusión de que el mundo del mito -y con él, el de la "verdad" de "su historia"- da a los sueños la solidez de lo real, y a la realidad la intensidad de los sueños...



Claude Levi-Strauss


Un mito es una historia, comienza diciendo Martín Garzo,  que afectando a toda una comunidad, es juzgada por sus miembros como verdadera. Según esto, frente a las historias inventadas, con las que los hombres entretienen su tiempo y avivan su fantasía, existirían las historias verdaderas, que nos hablarían de lo que íntimamente son.

Por ejemplo, las historias que se refieren al origen de las cosas son míticas. La historia del paraíso lo es para el universo cristiano y judío porque en ella se habla de la causa por la que empezó el exilio del hombre en la tierra. Y, en el mundo griego, la historia de Prometeo o la de Demeter y Proserpina son míticas, ya que en ellas se habla, respectivamente, del descubrimiento del fuego y de los ciclos productivos asociados a las estaciones.

Las historias míticas abarcan un espectro muy amplio y pueden referirse desde a grandes dramas del espíritu humano, como la expulsión o el éxodo, hasta a asuntos menores como la creación del vino o el origen de las flores. El narciso surge de la metamorfosis de un joven y bello pastor que se enamora de su reflejo en el agua; el heliotropo, que siempre mira al sol, es la forma que toma la ninfa Clitia al languidecer de amor; el laurel oculta el cuerpo tembloroso de Dafne; y los lirios son gotas de leche vertidas por la diosa Hera cuando alimentaba al pequeño Hércules.

Las historias verdaderas se oponen a las historias inventa-das en que, mientras que aquellas dicen la verdad de lo que somos, éstas no serían sino fórmulas complacientes que nos ayudarían en la tarea de hacer más gratas nuestras horas de soledad.

En nuestro universo cristiano, la conmemoración del nacimiento de Jesús es una historia verdadera, mientras que el cuento de La Bella Durmiente es una inventada. La primera afecta a toda la comunidad de creyentes; la segunda, pertenece a ese ámbito de la intimidad que es el espacio de la crianza de los niños. Pero no siempre es fácil distinguir unas de otras. Nada diferencia, por ejemplo, la historia de la Anunciación de las historias de Rapónchigo o de Blancanieves. Una muchacha que recibe la llegada de un ángel, y que concibe un niño llamado a ser el rey de los hombres, ¿no es el comienzo de un cuento de hadas?

Pero el niño posee un pensamiento mágico en que realidad y ficción se compenetran y fecundan y no tiene claro los límites que separan los dos mundos. Un niño pequeño cree con naturalidad pasmosa la historia de Noé, pero también la de San Jorge y el Dragón o la de Peter Pan, que es ese malicioso personaje que vive anclado en la infancia; por lo que esa distinción entre lo real y lo ficticio siempre le será extremadamente difícil de llevar a cabo, y sólo la intervención del adulto podrá ayudarle en esa tarea.

Al hombre arcaico le pasaba algo parecido. Pensemos, por ejemplo, en las historias de aparecidos. Nuestros antepasados tenían que enfrentarse al enigma de la muerte y aquellas his-torias de familiares que regresaban de sus tumbas a intervenir en el mundo de los vivos, lejos de ser un mero entretenimiento, tenían el carácter de historias verdaderas que estaban en la base de la constitución misma de lo real. Walter Benjamin dijo que nuestro mundo es rico en información pero pobre en historias memorables, queriendo advertir, según creo, del empobrecimiento que había supuesto para el mundo del relato la pérdida de su sustrato mítico.

Curiosamente, la falta de referencias a esas historias verdaderas que constituyen la base del mito ha provocado un empobrecimiento tanto de la realidad como de la ficción. De lo que es sin duda un ejemplo ese mundo tan comentado de las leyendas urbanas, que en el mejor de los casos apenas sirven para otra cosa que para hacernos más grata la sobremesa. La ficción entendida como mero entretenimiento, como mundo paralelo que nos permite sortear el aburrimiento y el cansancio de lo real, termina por convertirse en un juego banal que apenas es capaz de provocarnos algún que otro estremecimiento. O dicho de otra forma, las ficciones nos pertenecen; las historias verdaderas no. Aún más, son ellas las que nos dicen lo que somos y lo que cabe esperar de nosotros. Es la misma diferencia que existe entre el mundo del secreto y el del misterio. El mundo del secreto pertenece al ámbito de la ficción, el del misterio al de la verdad. Somos dueños de nuestros secretos, pero es el misterio el que nos posee.

Pero el mito y el misterio han desaparecido de nuestras vidas, y el hombre contemporáneo ha dejado de creer que existan historias verdaderas. ¿Quiere decir esto que su vida se ha hecho más real? Más bien sucede lo contrario. Es la paradoja de los mitos, que a su manera son dadores de realidad. En los evangelios se nos dice que uno de los discípulos descubre al Jesús resucitado por la forma en que éste parte el pan en la mesa. Los restaurantes actuales entregan cartas de panes a sus clientes, pero es difícil que el pan llegue a tener para ellos la materialidad que tenía para los creyentes que escuchaban aquel relato. Incluso unas simples lentejas nunca serán las mismas para quien, tras crecer bajo el influjo misterioso de la Biblia, haya escuchado la historia de la traición de Jacob a Esaú. Es la paradoja del mundo del mito, y de sus historias verdaderas, que dan a los sueños la solidez de lo real, y a la realidad la intensidad de los sueños.

El planteamiento de una obra como El Decamerón no es, en el fondo, distinto al de estos concursos en que un grupo de hombres y mujeres jóvenes se ven obligados a permanecer ais-lados frente a las cámaras de televisión. En El Decamerón era la peste la que les hacía huir, y entonces daban en contarse historias con las que trataban de distraerse de sus angustias, pero en las que también se preguntaban por el mundo del deseo, por el significado de la dicha y del dolor, y con las que trataban, en definitiva, de conjurar a la muerte. Lo que no sucede en absoluto en los programas aludidos, en los que asistimos a un cúmulo de despropósitos y tópicos que ratifican el radical descrédito de lo real que padece el mundo actual.

Sherezade visitaba al sultán cada noche y gracias al arte de sus relatos no sólo logró salvarse, sino salvar la vida de cuantas muchachas habrían tenido que sucederle en su lecho. El mundo del relato siempre ha ido unido a la pregunta por el poder de la muerte, y a la necesidad de encontrar una manera de burlarla. Y es cierto que el mundo de la ficción no pertenece exactamente al mundo del mito, pero aspira a reflejar una parte de su verdad. Y así el mito vuelve a nosotros y, al hacerlo, la realidad se abre y nos entrega sus frutos más sabrosos. Bien mirado, ¿no es ésa la aspiración del narrador? Un puente entre la verdad y el mundo real, eso son todas las historias que merecen la pena. 



Gustavo Martín Garzo



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






Entrada núm. 4898
Publicada originariamente el 11 de mayo de 2008
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 13 de mayo de 2019

[HEMEROTECA DEL BLOG] La misión de la universidad




Un aula universitaria


De una manera u otra he estado vinculado a la universidad durante cuarenta años de mi vida. Como alumno, como profesor particular preparando a otros alumnos para su ingreso en la universidad, y también en puestos de representación en Consejos de Departamento, Junta de Facultad, Consejo Social, Junta de Gobierno y Claustro universitarios, todo esto en la UNED, y mucho antes, a mediados de los 60, como estudiante en la Escuela Social de Madrid. Apartado definitivamente de toda actividad académica, la universidad sigue siendo para mi una institución entrañable que admiro y valoro y por la que siento una profunda preocupación, pues tengo la impresión, desde la modestia de mis apreciaciones, que anda bastante perdida ahora mismo sobre el verdadero alcance de la profunda crisis de identidad que padece y sobre los remedios para superarla.

Aunque cito de memoria, comparto con el pensador norteamericano de origen judío, George Steiner: "Errata. El examen de una vida" (Siruela, Madrid, 1998), su apreciación de que la "universidad" es, por esencia, una institución elitista. Y que solo se debería acceder a ella con la pretensión de "aprender", no para obtener un diploma con el que ganarse la vida... Lo que no significa en ningún caso que se impida llegar hasta ella a quién lo desee y lo merezca. Ya se que no es una postura compartida mayoritariamente, pero en fin...

Hace unos días encontré en ese fenomenal blog que es "El Boomeran(g)", un interesante artículo del profesor Ignacio Sotelo, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Libre de Berlín, publicado originalmente en el número 181 de la revista Claves de Razón Práctica, con el sugerente título de "La universidad en la encrucijada".

Dice el profesor Sotelo que hoy en día las cuatro funciones básicas que a lo largo de la historia se ha asignado a las universidades: preparar buenos profesionales, enseñar a hacer ciencia, transmitir la cultura del tiempo en que se vive y promover un compromiso cívico-social que redunde en beneficio de la sociedad que la sostiene económicamente, no resultan compatibles entre sí. Y ello, añade, porque la crisis profunda por la que pasa la universidad tal vez consista en que se está obligado a elegir, forzosamente, entre esas cuatro funciones tradicionales asignadas a ella, y esa es una opción nada fácil en estos momentos.

Tras un detallado repaso sobre los distintos modelos que la institución universitaria ha ido adoptando históricamente, desde el modelo medieval nacido con la pretensión de "formar" al personal especializado (teólogos y canonistas) que la Iglesia necesitaba -y que se desploma con la ruptura de la unidad de la cristiandad occidental- hasta su paulatina sustitución en la Prusia de finales del siglo XVII, en un nuevo espacio de libertad religiosa -pasando del ámbito eclesiástico al ámbito estatal- por un nuevo modelo que busca sobre todo el desarrollo de las ciencias y que perdura hasta nuestros días, concluye el articulista con un interesante diagnóstico sobre la universidad española.

Dice Sotelo que no tiene mucho sentido extenderse en la crítica de los resabios medievales que perviven en la universidad española, porque de ellos, dice, son cada vez más conscientes tanto los universitarios como la sociedad que financia unos estudios que en buena parte desembocan en el paro, o en empleos con sueldos muy bajos, y aunque considera que la multiplicación del número de universidades en España forzosamente solo puede hacerse a costa de la calidad de la enseñanza universitaria, siempre será preferible -añade- tener malas universidades que no tenerlas.

Para el articulista, mejorar la universidad no es sólo, ni principalmente, una cuestión de dinero, como la comunidad académica repite sin parar, dice con ironía. Cierto que siempre se necesita mucho más dinero del que se dispone, añade, pero lo decisivo es saber en qué hay que emplearlo, como ha puesto de relieve el que no haya correspondencia entre el que se recibe y la calidad que se ofrece. Sin dinero no hay investigación que valga, concluye, pero sólo con dinero tampoco. Porque poco se consigue sin verdaderas "comunidades científicas", ausentes según él, en la práctica, en España; algo que queda de manifiesto, dice, en que no sólo nadie se prestigia, sino mucho peor, nadie se desprestigia por lo que publica...




Ignacio Sotelo



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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Entrada núm. 4894
Publicada originariamente el 9 de mayo de 2008
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sábado, 11 de mayo de 2019

[HEMEROTECA DEL BLOG] Las guerras civiles




Simón Bolívar


No es una postura generalizada, pero hay bastantes historiadores a ambos lados del Atlántico que asumen ya que las denominadas "guerras de independencia" que sacudieron hispanoamérica a principios del siglo XIX son, sí, e indudablemente, guerras de independencia, pero también "guerras civiles", porque a fin de cuentas los que se enfrentan con las armas desde México hasta Chile son, todos ellos, españoles...

¿Podría decirse algo similar de la Guerra de Independencia de la que estos días celebramos, o sufrimos, los fastos conmemorativos de los 200 años de su inicio? ¿Deberíamos considerarla también, amén de una "guerra de independencia" contra el ocupante francés una "guerra civil" entre españoles? Lo plantea con acierto el escritor y Premio Nacional de la Crítica, Luciano G. Egido, en un interesante artículo en El País de hoy. A mí, como historiador, me parece acertado su posicionamiento y me sumo a él con placer.




José Bonaparte



Las conmemoraciones históricas -milenarios, centenarios, etcétera- destapan la caja de los tópicos y amenazan con anegarnos, impulsadas por el conformismo de la costumbre y las lecciones parvulares, mantenidas en el inconsciente colectivo con tenacidad de lapas, comienza diciendo Egido. El famoso 2 de Mayo, con heroísmos de cartel y consignas de monumento en piedra, es una fecha propicia para dejar sueltos los demonios del patriotismo más rastrero y del nacionalismo más exaltado de pancarta y paredón. ¡Pobres héroes de la guerra de la Independencia, que no tenía nada que ver con la guerra de la Libertad! Siempre me he hecho una pregunta contra corriente: ¿por qué aquella guerra del 1808 se ha llamado desde el principio, sin ninguna vacilación, guerra de la independencia y no guerra de la libertad o, como se diría hoy, guerra de liberación?

Pero al fin me he dado cuenta de las razones que asisten al pensamiento histórico conservador, que es el que en España siempre ha cortado el bacalao, para llamar a aquel conflicto guerra de la independencia y no guerra de la libertad. Porque no son dos expresiones iguales e intercambiables, ni tampoco sinónimas, ni tan siquiera equivalentes. La independencia es circunstancial y la libertad es esencial. La independencia se produce frente a algo, contra algo que no se tolera. Luchar por la independencia es tratar de evadirse de una opresión que nos impide vivir. La libertad, por su parte, es un producto singular que afecta a los individuos, como personas, como proyecto de vida, como ascensión de su individualidad señera. Es una cuestión que se le plantea a cada ser humano. Uno puede ser independiente pero no libre. Sin embargo, es imposible ser libre si no se es independiente. Digamos que la independencia es el primer paso hacia la libertad.

Por eso es justo llamar a la iniciada en 1808 la guerra de la Independencia, porque era esto lo que se dirimía y no nada relacionado con la libertad, que es una palabra, como se sabe, nefasta, peligrosa, prohibida en el habitual vocabulario de la España oficial, relegada, por no decir confinada, a la literatura de los panfletos y las proclamas revolucionarias, tan mal vistas y tan mal traducidas por la historia ad usum Delphini.

Parece natural que esta dicotomía semántica explique el significado de aquel enfrentamiento, que en muchos aspectos, ocultaba una más de las guerras civiles españolas, probablemente la primera o más importante, que dejaría tan dolorosas secuelas en la historia de la España moderna y contemporánea, a lo largo del siglo XIX y gran parte del XX. Aceptar que aquel hecho luctuoso, que sacó a la luz tantos trapos sucios nuestros, fue el punto de partida que dio cohesión y validez a la idea de España como nación no sólo es un abuso de confianza y una mentira histórica, sino una contribución a perpetuar la idea de España como país cainita, fratricida, hirsuto y montaraz, condenado a una convivencia imposible y a una larvada guerra civil interminable, que tendría tan largas secuelas y justificaría tantos desmanes, apoyados en la idea de que España es diferente.

Porque, entre los diversos grupos que se enfrentaron en aquella conflagración nacional, tan admirablemente analizados y clasificados por el profesor Artola, no todo fue lucha entre gabachos indeseables y castizos angelicales. Hubo unos cuantos españoles, perseguidos y demonizados, que no veían en los franceses napoleónicos a sus enemigos naturales, sino a los representantes de una herencia valiosa de liberación y racionalidad, que venía directamente de la Revolución Francesa y propiciaba el cultivo de la libertad y la modernización del país. Eran los afrancesados, las mentes más lúcidas y más cultivadas, que por eso mismo recibían el odio de los poderes fácticos -la aristocracia terrateniente y la Iglesia católica-, que veían en ellos los liquidadores de sus privilegios históricos, como había ocurrido en el antecedente francés.

En los levantamientos populares contra el invasor, tuvieron mucha participación los púlpitos, que excitaban las conciencias de sus feligreses para considerar a los franceses como enviados por el demonio a colonizar la católica España, camuflando así sus intereses como el interés general. Incluso corrió de mano en mano un catecismo, en forma de preguntas y respuestas, en el que, imitando los textos de las sacristías, podían leerse cosas como éstas: "¿Quién eres tú, niño? Español, por la gracia de Dios. ¿Qué son los franceses? Antiguos cristianos convertidos en herejes". Se mezclaba así religión y política y se llegaba a jugar frívolamente con el misterio dogmático de la Santísima Trinidad, como en el siguiente diálogo de ese catecismo: "¿Qué es el emperador de los franceses? Es un malvado, la fuente de todos los males, de todos los vicios. ¿Cuántas naturalezas tiene? Dos, la naturaleza humana y la diabólica". "¿Cuántos emperadores de los franceses hay? Uno verdadero en tres personas engañosas. ¿Cómo se llaman? Napoleón, Murat y Godoy. ¿Cuál es el peor? Los tres son iguales. ¿De quién procede Napoleón? Del pecado. ¿Y Murat? De Napoleón. ¿Y Godoy? De la fornicación de los otros dos. ¿Es pecado matar un francés? No, padre, matando a uno de esos perros herejes se gana el cielo".

Cuando estaba preparando mi primera novela, El cuarzo rojo de Salamanca (1993), sobre la francesada en mi ciudad, traté de ilustrarme sobre los entresijos de aquella guerra y se me fue haciendo evidente que los verdaderos héroes de aquella batalla, sin menoscabo de los heroísmos individuales del pueblo, fueron los afrancesados, divididos entre sus ideas liberales y su rechazo de la invasión napoleónica, digamos, entre su pensamiento y su corazón, si es posible aceptar esta separación, por aquello que decía Unamuno de siente la cabeza y piensa el corazón.

Que se lo digan a Goya, que tuvo que sufrir el exilio y encontrar la muerte en Burdeos, muy lejos de España, como consecuencia de la persecución de sus ideas por el rey Fernando VII, heredero de la España castiza, que endiosó la guerra de la Independencia, sacralizándola y colocándola en el altar de sus devociones, que no de la libertad. Goya vio la carga de los mamelucos en la Puerta del Sol desde una ventana de la calle del Arenal y perpetuó aquel gesto en un cuadro inmortal. Después, en su estudio, cambió los retratos de los generales franceses que había pintado por los retratos de los generales españoles, lo que no le sirvió para nada, porque, a fin de cuentas, tuvo que salir del país por piernas antes de que el casticismo nacional lo liquidase.

Es verdad que aquellos sucesos son complicados de interpretar por la complejidad de cualquier hecho histórico (sólo el reduccionismo analfabeto y la interesada voluntad de tergiversación no tienen problemas a la hora de saber lo que pasó en realidad). Pero la historia siempre es así y el punto de vista depende del observador. Como Merleau-Ponty escribió, "la Historia no sólo es un objeto que se halla frente a nosotros, lejos de nosotros, fuera de nuestro alcance, sino que también nos suscita a nosotros como sujetos". Y más claro todavía, Sartre, tan denostado por el pensamiento neocon, dijo: "La Historia en lo que tiene de inteligible es el resultado inmediato de la voluntad y, en el resto, una opacidad impenetrable". Y, naturalmente, la voluntad es lo que nos define. (El País, 08/05/08)




Fernando VII


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






Entrada núm. 4889
Publicada originariamente el 11 de mayo de 2008
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jueves, 9 de mayo de 2019

[HEMEROTECA DEL BLOG] 9 de mayo. Día de Europa



Bruselas. Sede de la Comisión Europea


Cuando en una agenda o en un calendario, junto a la fecha del 9 de mayo aparece la mención de "Día de Europa", quizá deberíamos preguntarnos que sucedió ese día y en qué año.

Muy pocos ciudadanos europeos saben que el 9 de mayo de 1950 nacía la Europa comunitaria, en un momento -es importante recordarlo- en el que la amenaza de una tercera guerra mundial se cernía sobre Europa.

En esa fecha, en París, se convocó a la prensa a las 6 de la tarde en el Salón del Reloj del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el Quai d'Orsay, porque se iba a hacer pública una "comunicación de la mayor importancia". Las primeras líneas de la Declaración del 9 de mayo de 1950, redactada por Jean Monnet y comentada y leída ante la prensa por Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, expresan claramente la ambiciosa magnitud de la propuesta.

"La paz mundial sólo puede salvaguardarse mediane esfuerzos creadores proporcionados a los peligros que la amenazan". "Con la puesta en común de las producciones de base y la creación de una Alta Autoridad cuyas decisiones vinculen a Francia, Alemania y los países que se adhieran a ella, esta propuesta establecerá los cimientos concretos de una federación europea indispensable para el mantenimiento de la paz".

Se proponía crear una institución europea supranacional encargada de administrar las materias primas que en aquella época eran la base de toda potencia militar: el carbón y el acero. Ahora bien, los países que iban a renunciar de esta forma a la propiedad estrictamente nacional de la "columna vertebral de la guerra" apenas acababan de salir de un espantoso conflicto bélico que había dejado tras de sí innumerables ruinas materiales y, sobre todo, morales: odios, rencores, prejuicios, etc.

Todo empezó ese día y, por eso, en la Cumbre de Milán de 1985 los Jefes de Estado y de gobierno decidieron celebrar el 9 de mayo como el "Día de Europa".

Todos los países que deciden democráticamenye adherirse a la Unión Europea adoptan los valores de paz y solidaridad que son la piedra angular de la construcción comunitaria.

Estos valores se hacen realidad a través del desarrollo económico y social y del equilibrio medioambiental y regional, únicos mecanismos capaces de garantizar un nivel de calidad de vida equitativo para todos los ciudadanos.

Europa, como conjunto de pueblos conscientes de pertenecer a una misma entidad y de tener culturas análogas o complementarias, existe desde hace siglos. Sin embargo, a falta de reglas o instituciones comunes, esta consciencia de ser una unidad fundamental nunca logró evitar los desastres. Incluso en nuestros días, algunos países que no forman parte de la Unión Europea siguen estando expuestos a espantosas tragedias.

Como cualquier obra humana de esta envergadura, la integración de Europa no puede conseguirse ni en un día ni en unas décadas. Hay todavía vacíos e imperfecciones evidentes. Es tan innovadora esta empresa esbozada nada más acabar la segunda guerra mundial! Las que en siglos pasados pudieran parecer tentativas de unión no eran en realidad sino el fruto de la victoria de unos sobre otros. Eran construcciones que no podían durar, porque los vencidos sólo tenían una única aspiración: recuperar su autonomía.

Ahora ambicionamos algo muy diferente: construir una Europa que respete la libertad y la identidad de cada uno de los pueblos que la integran, dirigida en común siguiendo el principio de "lo que puede hacerse mejor en común, debe hacerse así". Sólo la unión de los pueblos podrá garantizar a Europa el control de su destino y su proyección en el mundo entero.

La Unión Europea debe mantenerse a la escucha y al servicio de los ciudadanos y los ciudadanos, a la vez que conservan su especificidad, sus hábitos y costumbres y su idioma, deben sentirse "en casa" y poder circular con plena libertad por esta patria europea. 






Texto de la Declaración formulada por Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, el 9 de mayo de 1950, y que dió origen a la creación de la Unión Europea: 

La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadoresequiparables a los peligros que la amenazan.

La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas. Francia, defensora desde hace más de veinte años de una Europa unida, ha tenido siempre como objetivo esencial servir a la paz. Europa no se construyó y hubo la guerra.

Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania.

Con este fin, el Gobierno francés propone actuar de inmediato sobre un punto limitado, pero decisivo.

El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organización abierta a los demás países de Europa.

La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea, y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas.

La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialmente imposible. La creación de esa potente unidad de producción, abierta a todos los países que deseen participar en ella, proporcionará a todos los países a los que agrupe los elementos fundamentales de la producción industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su unificación económica.

Dicha producción se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano. De este modo, se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas.

Mediante la puesta en común de las producciones básicas y la creación de una Alta Autoridad de nuevo cuño, cuyas decisiones obligarán a Francia, Alemania y los países que se adhieran, esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz.

Para proseguir la realización de tales objetivos, el Gobierno francés está dispuesto a iniciar negociaciones según las siguientes bases:

La misión encomendada a la Alta Autoridad común consistirá en garantizar, en el plazo más breve posible, la modernización de la producción y la mejora de su calidad; el suministro, en condiciones idénticas, del carbón y del acero en el mercado francés y en el mercado alemán, así como en los de los países adherentes; el desarrollo de la exportación común hacia los demás países; la equiparación y mejora de las condiciones de vida de los trabajadores de esas industrias.

Para alcanzar estos objetivos a partir de las dispares condiciones en que se encuentran actualmente las producciones de los países adherentes, deberán aplicarse con carácter transitorio determinadas disposiciones que establezcan la aplicación de un plan de producción y de inversiones, la creación de mecanismos de estabilidad de los precios y la creación de un fondo de reconversión que facilite la racionalización de la producción. La circulación del carbón y del acero entre los países adherentes quedará liberada inmediatamente de cualquier derecho de aduanas y no podrá verse afectada por tarifas de transporte diferenciales. Progresivamente se irán estableciendo las condiciones que garanticen espontáneamente una distribución más racional de la producción y el nivel de productividad más elevado.

La organización proyectada, al contrario que un cártel internacional tendente a la distribución y a la explotación de los mercados mediante prácticas restrictivas y el mantenimiento de grandes beneficios, garantizará la fusión de los mercados y la expansión de la producción.

Los principios y compromisos esenciales anteriormente expuestos serán objeto de un tratado firmado entre los Estados. Las negociaciones indispensables para precisar las normas de aplicación se llevarán a cabo con ayuda de un árbitro designado de común acuerdo, cuya misión consistirá en velar por que los acuerdos se ajusten a los principios y, en caso de desacuerdo insalvable, decidirá la solución que deba adoptarse.

La Alta Autoridad común, encargada del funcionamiento de todo el sistema, estará compuesta por personalidades independientes designadas sobre bases paritarias por los Gobiernos, quienes elegirán de común acuerdo un presidente. Las decisiones de la Alta Autoridad serán ejecutivas en Francia, en Alemania y en los demás países adherentes. Se adoptarán las disposiciones adecuadas para garantizar las vías de recurso necesarias contra las decisiones de la Alta Autoridad.

Un representante de las Naciones Unidas ante dicha autoridad se encargará de hacer, dos veces al año, un informe público a la ONU sobre el funcionamiento del nuevo organismo, en particular por lo que se refiere a la salvaguardia de sus fines pacíficos.

La creación de la Alta Autoridad no prejuzga en absoluto el régimen de propiedad de las empresas. En el ejercicio de su misión, la Alta Autoridad común tendrá en cuenta las facultades otorgadas a la autoridad internacional del Ruhr y las obligaciones de todo tipo impuestas a Alemania, mientras éstas subsistan.

En la siguiente dirección electrónica se puede acceder a un interesante documento de la Comisión Europea, titulado "El funcionamiento de la Unión Europea. Guía del ciudadano sobre las instituciones de la Unión Europea" (Julio, 2007).

Y en esta otra dirección electrónica una breve semblanza biográfica e histórica del político francés y estadista europeo, Robert Schuman. 



París. 9 de mayo de 1950


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






Entrada núm. 4886
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lunes, 6 de mayo de 2019

[HEMEROTECA DEL BLOG] Canarias desgobernada




Tenerife vista desde El Nublo (Gran Canaria)



Primero fue lo de intentar prohibir la residencia y el trabajo de europeos y extranjeros en las islas, luego la de los españoles peninsulares. Ahora, pretenden prohibir las segundas residencias para extranjeros, españoles y canarios... Igualito que en la Cuba de los Castro. El nacionalismo canario ático (hay otros que no han llegado aún a ese nivel de esperpento) ha perdido de manera definitiva el rumbo, la chaveta, el decoro y la vergüenza. ¿Recuerdan ustedes el famoso "To be, or not to be" del Hamlet (3, 1)? Aquí, en Canarias, podríamos sintetizarlo en "¿Nos gobiernan una pandilla de gilipollas o simplemente una pandilla de sinvergüenzas?". Pues miren, con sinceridad, pienso que la cosa no es para tanto. Más bien son una pandilla de descerebrados, encabezados por un imbécil integral, que ya no saben como salir del embrollo en que se han metido. No es que vaya a decir eso de "cuanto peor, mejor", pero el pueblo canario se está vacunando de nacionalismo bananero para una buena temporada; a lo bestia, eso sí, pero vacunándose... Afortunadamente la democracia tiene recursos innatos para salir de los lios en que la meten los gobernantes incompetentes, y a éstos, parece claro, les quedan dos afeitadas... Y a casa, sin esperar a Navidad... ¿Será capaz de reaccionar lo que queda de decente en el PP canario? Mientras lo mangonee Soria, parece difícil, porqué está pringado hasta los tuétanos y en cuanto se quede sin poltrona corre el riesgo de acabar en El Salto del Negro, pero cosas más raras se han visto en política... 




http://www.elpais.com/recorte/20070618elpepunac_18/LCO340/Ies/Rivero_Soria_reunidos_negociar_Gobierno_Canarias.jpg
Rivero (ATI-CC) y Soria (PP)


"La idea de CC de limitar la compra de segundas casas se extiende a los canarios. La comunicación del Ejecutivo sobre el futuro de las RUP se aprobó el 22 de abril en Consejo de Gobierno y entró hace diez días en el Parlamento canario", por S. Lachica y A. Zabaleta

La propuesta que el Ejecutivo regional ha remitido a la Comisión Europea para adoptar medidas que frenen la presión demográfica en las Islas, y que fue aprobada por el Consejo de Gobierno el pasado 22 de abril y remitida al Parlamento canario, incluye que la limitación de adquirir segundas residencias se extienda a todos los ciudadanos de la Unión Europea, incluidos los canarios, con el fin de que esta medida no suponga "una discriminación entre nacionales de los distintos estados miembros". De esta manera, un canario que resida en Gáldar no podrá comprar una segunda vivienda en Puerto de la Cruz o Tuineje, como tampoco un peninsular que quiera comprarse una residencia vacacional en cualquiera de los municipios del Archipiélago.

Así lo han reconocido tanto el consejero de Presidencia, José Miguel Ruano, como el secretario de Organización y portavoz parlamentario de Coalición Canaria (CC), José Miguel Barragán, que ayer valoraron el hecho de que el Ejecutivo haya trasladado al seno de la UE la "posibilidad de plantear una profunda reflexión" sobre la presión demográfica que soporta Canarias.

En todo caso, el vicepresidente del Gobierno autónomo y presidente del PP canario, José Manuel Soria, insistía ayer en que "no hay planteada una restricción a la segunda residencia" y negaba que hubiera contradicciones en el seno del Ejecutivo autónomo por esta cuestión.

Por la tarde, un portavoz autorizado del Soria responsabilizaba de la propuesta a Coalición, insistía en que ésta deberá ser estudiada y debatida en el Parlamento, advirtiendo de que "allí será matizada".

MEDIDA EFECTIVA. La comunicación del Ejecutivo considera en su quinto folio que una de "las medidas más efectivas" para solucionar la preocupante "evolución demográfica" es "el estudio del alcance cuantitativo que tienen las segundas residencias o residencias secundarias en Canarias, con el objetivo de valorar la posibilidad de plantear a las instituciones europeas una limitación temporal a la adquisición de segundas residencias, siempre que no supusiese una discriminación entre nacionales de los distintos estados miembros".

Según el diagnóstico del Ejecutivo canario, "la creciente adquisición de una segunda residencia por parte de la población local como extranjera" ha arrastrado a las Islas a "una expansión urbana descontrolada" que, a su vez, ha permitido que "la elevada densidad de población que hay en Canarias" sea "muy superior a la del resto del Estado" y, en el caso de Gran Canaria y Tenerife, "superior incluso a los niveles medios de Europa".

Barragán hace hincapié en el hecho de que "es una medida temporal, no permanente, y que afecta también a los canarios", por lo que en principio no debería ser objeto de pegas jurídicas por parte de la UE, toda vez que "es una respuesta a una comunicación de la Comisión Europea remitida a todos las regiones ultraperiféricas el pasado 12 de septiembre".

El documento, que ya ha sido enviado a la Comisión Europea, también ha sido remitido al Parlamento el pasado 25 de abril con el fin de que, como anunció Ruano, se debata en el seno de la Cámara y "se introduzcan las propuestas de resolución de los distintos grupos parlamentarios" con el fin de que se remitan a Bruselas como parte de las reflexiones del Archipiélago canario sobre "el marco de financiación" que se renovará a partir del año 2013. Blog La Máquina China, (La Provincia, 6/5/08)




Parlamento de Canarias (Santa Cruz de Tenerife)



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt






Entrada núm. 4881-bis
Publicada originariamente el 6 de mayo de 2008
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)