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viernes, 22 de marzo de 2019

[EUROPA. ESPECIAL ELECCIONES 2019] El laboratorio belga





Entre los próximos 23 y 26 de mayo estamos llamados los ciudadanos europeos a elegir a nuestros representantes en el Parlamento de la Unión. Me parece un momento propicio para abrir una nueva sección del blog en la que se escuchen las opiniones diversas y plurales de quienes conformamos esa realidad llamada Europa, subiendo al mismo aquellos artículos de opinión que aborden, desde ópticas a veces enfrentadas, las grandes cuestiones de nuestro continente. También, desde este enlace, pueden acceder a la página electrónica del Parlamento europeo con la información actualizada diariamente del proceso electoral en curso.

Y ya sin más, continúo hoy con un artículo de la periodista belga Béatrice Delvaux, excolumnista de Le Soir, que el pasado 1 de marzo escribía en el diario El País un interesante artículo sobre como la comunidad germanófona de Bélgica ha adoptado un sistema permanente de consulta a los ciudadanos basado en el sorteo, ya ensayado con eficacia no solo en una pequeña comunidad como es la de habla alemana de Bélgica, sino en Irlanda, que permitió modificar la Constitución  del país.

"El pueblo inglés cree que es libre. Pero se equivoca, porque solo lo es durante la elección de los miembros del Parlamento; en cuanto resultan elegidos, se convierte en esclavo, en nada”. Esta frase, comienza diciendo Delvaux, no es de Nigel Farage ni Boris Johnson, sino que data de 1762 y está sacada del Contrato social de Jean-Jacques Rousseau. Un libro que los partidarios del Brexit deberían haber leído, porque se habrían enterado de que la mejor manera de liberar al elector-esclavo y darle la palabra no es el referéndum, sino que sería mucho más eficaz probar con una asamblea de ciudadanos escogidos por sorteo.

Contra las elecciones: este es el título del polémico libro que descubrió Bélgica en 2013, firmado por el historiador, arqueólogo y escritor David van Reybrouck. En el curriculum vitae de este joven intelectual no hay nada que haga pensar que hubiera perdido la cabeza cuando, para revitalizar una democracia anémica, propuso el método del sorteo. Su libro es resultado de una investigación científica y una experiencia real. En 2011, su grupo, G1000, reunió en Bruselas a 704 ciudadanos belgas, escogidos por sorteo, para debatir temas seleccionados mediante una consulta en Internet.

¿Humo de pajas? Fueron muchos los que, a partir de entonces, se reían por lo bajo cada vez que se decía “G1000” en los círculos políticos. Pero este ovni acaba de reaparecer. La comunidad germanófona de Bélgica acaba de adoptar un sistema permanente de consulta a los ciudadanos basado en el sorteo: por una parte, un consejo de 24 personas que fija el programa de consultas, y, por otra, una asamblea ciudadana (Bürgerversammlungen) cuyos miembros se eligen mediante un sorteo ponderado por criterios de sexo, edad y educación. Se les remunerará por su labor, no tienen que ser belgas y se renovarán por tercios cada seis meses.

¿Parece fácil en una región cuya población cabe en una cabina telefónica? Los autores rechazan el argumento: aunque Eupen tenga una mentalidad muy provinciana en su región de 76.000 habitantes, sus poderes son equivalentes a los de Renania del Norte-Westfalia, Cataluña o Escocia.

La lectura de Contra las elecciones es lo que movió a actuar a Olivier Paasch, ministro presidente de la comunidad germanófona. Llamó al autor para preguntarle: “¿Eso existe en algún sitio?”, y obtuvo una respuesta negativa: “Ustedes pueden hacer historia”. Y he aquí que, tres meses antes de las elecciones federales y regionales belgas, el decreto de creación de esta especie de “Senado” compuesto por ciudadanos fue aprobado unánimemente el lunes pasado por el Parlamento de la tercera comunidad de Bélgica. Entre la primera llamada de teléfono y esta votación ha habido grupos de trabajo y 13 expertos llegados de Australia, Irlanda y Polonia para debatir durante una semana con los germanófonos, bajo los auspicios del G1000. Este último forma parte desde hace dos años de Democracy R&D, una red que agrupa a los australianos, brasileños, japoneses y muchos más interesados en la democracia colaborativa y los sorteos. El G1000 obtuvo recientemente el apoyo económico de la Open Society Initiative for Europe del hombre de negocios George Soros.

¿Dinero para hacer qué? “Mostremos a Europa lo que sucede en Eupen”, declaró el intelectual y activista la semana pasada a Le Soir. Van a organizarse “cursos de verano” en Eupen para dar a conocer el modelo “de los cantones del Este” a alcaldes belgas y extranjeros. “Pawel Adamowicz, el alcalde polaco de Gdansk, defensor de la participación ciudadana, iba a ser nuestro primer conferenciante; por desgracia, lo asesinaron”, añade Van Reybrouck.

“No hay nada mejor ni más legítimo, para oír a los ciudadanos, que las elecciones”, afirmaba la semana pasada un (viejo) político belga flamenco en un estudio de televisión. “El sorteo es una cosa simpática, pero no me gusta demasiado”. Tonterías y ceguera, responde el fundador del G1000, que menciona el ejemplo de Irlanda. El mundo político, que se debatía sin solución con unos problemas tan delicados como el aborto y el matrimonio homosexual, los remitió a un panel de 99 ciudadanos seleccionados por sorteo, a los que permitió modificar la Constitución. Otros casos de consultas sin relación directa con el G1000 son el de la ciudad de Amberes, que pudo superar así unos terribles enfrentamientos por las restricciones de tráfico.

No puede extrañar que David van Reybrouck estuviera en la cabeza de la manifestación de Youth for Climate en Bruselas, junto a la madre de la líder, de 17 años, Anuna De Wever. Las marchas estudiantiles se producen todos los jueves, otra expresión ciudadana, pacífica e innovadora que ha trastocado desde hace ocho semanas la agenda política belga y ha impuesto el clima a los partidos que esperaban enardecer al votante a propósito de la inmigración o el confederalismo.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 4 de agosto de 2018

[A VUELAPLUMA] Vuelven el miedo y los fantasmas





Regresa el pasado. Vuelven el miedo y los fantasmas a una Europa que creíamos de paz y de progreso, pero esta sombría perspectiva no nos autoriza a caer en el inmovilismo, escribía hace unos días en El País la columnista del diario belga "Le Soir" Béatrice Delvaux. 

Se han vuelto a ver, como todos los años, a principios de este verano de 2018, comenzaba diciendo. Hace 10 años que se reúnen en este pequeño pueblo italiano, unidos por su admiración hacia Leopold Unger, alias Pol Mathil, el gran periodista polaco, hoy fallecido. Siempre los acoge la misma villa de vigas descubiertas. Siempre toman el ristretto matutino en el mismo café. Cada año siguen el mismo ritual: ríen, leen, beben vodka. En este rincón aislado en el que tantas veces han arreglado el mundo y la prensa, hoy se sienten desolados, testigos y actores impotentes de cómo está cambiando todo. Son belgas, polacos, alemanes, y contemplan, incrédulos, su paisaje europeo: la Italia de Salvini, la Polonia de Kaczynski, la Alemania de Merkel, que no ha podido contener el avance de AfD. Y Bélgica, que acoge a una Europa que amenaza con estallar bajo los efectos de la crisis llamada migratoria y que es un país dividido, ya no por las identidades, sino por su política de asilo. Algunos de ellos sienten que están viendo el resurgir de un pasado terrible y el aterrador fracaso del “nunca más” que habían prometido a sus hijos. Ellos, cuyas madres sobrevivieron a los campos de concentración, ya no se sienten capaces de seguir haciendo esa promesa.

¿Es el regreso de los fascismos? Parecía un fenómeno “manejable” e incluso “comprensible” mientras se trató solo de Hungría y Polonia. Pero ahora han llegado a Alemania e Italia, y en Francia solo lo ha evitado un hombre, Emmanuel Macron. Luchan y se manifiestan, pero ya no saben qué hacer para despertar a Europa ni cómo impedir que estos mensajes simplistas y egoístas vuelvan a seducir cada vez a más gente. “El populismo no tiene final feliz”: esta frase debería difundirse entre los que se rinden a él. El periodista belga Jean-Paul Marthoz, columnista en Le Soir, escribe: “Esa es, sin duda, la principal lección de la historia: el populismo nunca ha tenido un final feliz, ya sea de derechas o de izquierdas. El populismo, a veces, empieza como una farsa, un atronador vaffanculo (¡a la mierda!), pero siempre termina en desastre o tragedia”.

Marthoz recuerda un episodio de los años treinta, un periodo en el que, como hoy, el mundo se enfrentó a una encrucijada y todos se vieron obligados a escoger bando. El 3 de octubre de 1931, un joven refugiado italiano, Lauro de Bosis, huyó de Marsella a Roma a los mandos de un Pegasus. Desde su avioneta arrojó sobre la capital italiana 400.000 panfletos antifascistas y luego se hundió en el mar. Unos días después, Le Soir publicó seis páginas tituladas “La historia de mi muerte”, escritas por el joven (The New York Times lo publicó meses más tarde). En ellas explicaba su gesto: “Desembarcaremos para llevar un mensaje de libertad a un pueblo de esclavos del mar. Da igual la metáfora, vamos a Roma a propagar desde el cielo las palabras de libertad que, desde hace siete años, están prohibidas. Porque, si estuvieran permitidas, borrarían la tiranía fascista en unas cuantas horas”. Pero, añadía, “nadie se toma en serio el peligro del fascismo. Por eso es necesario morir. Espero que otros me sigan y consigan agitar la opinión pública. A mí no me queda sino transmitir el texto de mis mensajes”.

La misión suicida había sido posible gracias a Auguste D’Arsac, redactor jefe de Le Soir, que financió el vuelo. En octubre de 1931, el Duce se enfureció cuando se enteró de la hazaña de su joven compatriota, que había puesto en ridículo a la fuerza aérea. Pero nadie más se indignó: “Las semillas arrojadas por Lauro de Bosis desaparecieron en la embriaguez del fascismo triunfante. A principios de los años treinta, los trenes por fin eran puntuales, la malaria estaba desapareciendo de las marismas de Roma, la Mafia siciliana no se metía en líos...”.

¿Cuál es el paralelismo con el presente? Basta observar a esa gente que vuelve a escuchar los cantos de sirena de las frustraciones, las exasperaciones e incluso los odios. ¿No hay alternativa? “No veo ninguna”, afirmaba recientemente el excomisario europeo y ex primer ministro italiano Romano Prodi. Ahora bien, esta sombría perspectiva no nos autoriza a caer en el inmovilismo, sino que, al contrario, el dilema de estar junto a los esclavos del mar o junto a los que arrojan panfletos.



Asesinados por neonazis alemanes



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Estoy cansado de que me habléis del bien y la justicia; por favor, enseñadme de una vez para siempre a realizarlos (G.W.F. Hegel)