La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial.
Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos.
Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación?
Continúo hoy la serie de píldoras literarias con el minirrelato Catalina de Rusia, del escritor y dramaturgo argentino Marco Denevi (1922-1998). Denevi irrumpió en la literatura cuando tenía ya más de 30 años con la obra Rosaura a las diez, que gana el Premio Kraft y se convierte de inmediato en un gran éxito que más tarde sería llevado al cine. Incursiona en el teatro con Los expedientes, con la que obtuvo el Premio Nacional de Teatro. Como cuentista obtuvo el premio de la revista Life en español por su relato Ceremonia secreta, traducido al inglés, francés, japonés e italiano, y adaptado cinematográficamente en 1968, en Reino Unido. Sobre su estilo se ha escrito que sus personajes, siempre admirablemente bien construidos, bordean lo estrafalario con predominio de la intriga y un humor que tiende al negro. Fue miembro de la Academia Argentina de Letras.
Les dejo con su minirrelato, que tiene diez palabras y se publicó en Parque de diversiones (1970). Dice así:
Continúo hoy la serie de píldoras literarias con el minirrelato Catalina de Rusia, del escritor y dramaturgo argentino Marco Denevi (1922-1998). Denevi irrumpió en la literatura cuando tenía ya más de 30 años con la obra Rosaura a las diez, que gana el Premio Kraft y se convierte de inmediato en un gran éxito que más tarde sería llevado al cine. Incursiona en el teatro con Los expedientes, con la que obtuvo el Premio Nacional de Teatro. Como cuentista obtuvo el premio de la revista Life en español por su relato Ceremonia secreta, traducido al inglés, francés, japonés e italiano, y adaptado cinematográficamente en 1968, en Reino Unido. Sobre su estilo se ha escrito que sus personajes, siempre admirablemente bien construidos, bordean lo estrafalario con predominio de la intriga y un humor que tiende al negro. Fue miembro de la Academia Argentina de Letras.
Les dejo con su minirrelato, que tiene diez palabras y se publicó en Parque de diversiones (1970). Dice así:
CATALINA DE RUSIA
Si no hubiese sido
por mi cuerpo,
habría sido casta.
Catalina de Rusia (1729-1796)
Si no hubiese sido
por mi cuerpo,
habría sido casta.
Catalina de Rusia (1729-1796)
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
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