lunes, 30 de junio de 2014

El poeta Blas de Otero y el tema de España en la poesía española contemporánea (II)




Puente colgante. Bilbao (Vizcaya)



Ahora que parece que una buena parte de los españoles que se declaran de izquierdas parecen confundidos con conceptos tales como pueblo, país, patria, gobierno, nación y Estado, conceptos que sin duda inducen a confusión pero que en ningún caso son sinónimos, quizá convendría reivindicar el nombre común de España que a todos nos acoge y ampara. Sin vergüenza alguna. Sin remordimientos de ninguna especie.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que los grandes poetas españoles contemporáneos han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España.

Blas de Otero (1916-1979) nació en Bilbao (Vizcaya) y estudió Derecho en la universidad de Zaragoza y Filosofía y Letras en la de Madrid. Sufrió frecuentes crisis depresivas desde su juventud derivadas de su situación familiar, que le llevaron sucesivamente por una etapa religiosa, otra existencialista y por último a la poesía social. Vivió en Cuba entre 1964 y 1967, donde se casó y divorció. Enfrentado siempre al franquismo sus libros tuvieron problemas con la censura. Demócrata convencido cantó a la reconciliación de los españoles toda su vida. Murió de una embolia pulmonar en Majadahonda (Madrid). Les dejo con su poema "En el nombre de España, paz".

En el nombre de España, paz.
El hombre
está en peligro, España.
España, no te aduermas.
Está en peligro, corre,
acude. Vuela
el ala de la noche
junto al ala del día.
Oye.
Cruje una vieja sombra,
Vibra una luz joven.
Paz
para el día.
En el nombre
de España, paz.

"En el nombre de España, paz", de Blas de Otero




Y mañana, Miguel Hernández. Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






El poeta Blas de Otero




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domingo, 29 de junio de 2014

El poeta Miguel de Unamuno y el tema de España en la poesía española contemporánea (I)




El cabo de Ogoño (Vizcaya)



Ahora que parece que una buena parte de los españoles que se declaran de izquierdas parecen confundidos con conceptos tales como pueblo, país, patria, gobierno, nación y Estado, conceptos que sin duda inducen a confusión pero que en ningún caso son sinónimos, quizá convendría reivindicar el nombre común de España que a todos nos acoge y ampara. Sin vergüenza alguna. Sin remordimientos de ninguna especie.

De ahí, mi atrevimiento de traer a partir de hoy, y durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas españoles contemporáneos han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España.

Todos los poemas están tomados del libro "El tema de España en la poesía española contemporánea. Antología" (Taurus, Madrid, 1979), editados por José Luis Cano.

Y como no, comienzo por Miguel de Unamuno (1864-1936), escritor, filósofo, poeta, profesor. Nació en Bilbao. Se opuso tenazmente al golpe de Estado de Primo de Rivera. Fue diputado en las primeras Cortes de la república. Tres veces rector de la Universidad de Salamanca se enfrentó públicamente a Franco a poco de iniciada la guerra civil y fue despojado de su cátedra. Murió en Salamanca el último día de 1936. Les dejo con su pequeño poema titulado "A España". Por cierto, la palabra "ézpañá", en el primer verso, significa "labio" en euskera.


Labio, ézpañá, paladeo tu nombre, rosa carnosa,
fresco y rojo de cereza, y agua se me hace la boca.
Es tu saliva batido, de tu lengua, la española,
tomé el pan de la palabra, un pichón de la paloma.
Nuestras lenguas se mezclaron, España, y sentí la ola
de brasa, desde la nuca en mis entrañas ahonda.
Mordí en tus labios, España, del paraíso en la poma,
y al darte mi blanca sangre, me diste tu sangre roja.
Me siento padre del pueblo, por ti perdura en mi obra,
me desmayo en el arrobo de hacerte, España, señora.

"A España", de Miguel de Unamuno



Y mañana, Blas de Otero. Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta Miguel de Unamuno

  

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Iniciación a la sexualidad: La primera vez



Portada de "Bonjour, tristesse", de Françoise Sagan



Dicen que toda obra literaria no es más que una mera paráfrasis, real o fabulada, de la propia vida del autor. No lo sé a ciencia cierta, pero tengo la impresión de que en los relatos literarios de iniciación sexual debe haber mucho de la "primera vez" del narrador.

De esos relatos yo recuerdo con especial emoción unos pocos; muy pocos en realidad, que hayan dejado una profunda huella en mí. Los dos primeros, curiosamente, leídos en francés, con apenas dieciseis años: "Bonjour, tristesse" (1954), de Françoise Sagan (1935-2004); y "Le blé en herbe" (1923), de Sidonie-Gabrielle "Colette" (1873-1954). Ambos relatos son un prodigio de sensibilidad y las escenas de iniciación a la vida sexual de sus protagonistas respectivos están resueltas magistralmente, sin una sola palabra malsonante ni grosera actitud. Leídas a mi edad de entonces, me abrieron a un mundo desconocido y anhelado que llegaría a descubrir en su momento sin angustias ni tormentos.

Con desenfado y cierto tono libertino, muy francés también por cierto, se resuelve el inicio de la vida sexual de la protagonista de "Emmanuelle" (1959), un auténtico clásico de la novela erótica, para mi gusto, la mejor de todas, de la escritora francesa Marayat Rollet-Andriane, mas conocida  como Emmnuelle Arsan. Hosco y crudo lo es el del relato de la española "Las edades de Lulú" (1989), una progidiosa novela, la primera de ella, de la escritora Almudena Grandes (1960). Por último, de los que he querido recordar, no puedo dejar de citar la escena de la violación, pseudo consentida, de la protagonista de "Soy Charlotte Simons" (2004), muy dura, del estadounidense Tom Wolffe (1931). De la deleznable "Cincuenta sombras de Grey" (2011), y de su autora, la británica Erika Leonard, que escribe bajo el seudónimo de E.L. James, prefiero no hablar.

Pero sí lo hacía al comienzo de la entrada de eso de la obra literaria como paráfrasis de la vida propia, o fabulada, del autor. Hay una escena en "Una historia de amor y oscuridad" (2004), del escritor israelí Amos Oz, tan repetidamente citado por mí en estos últimos días, que es casi un calco de otra similar en otro libro suyo: "Escenas de la vida rural" (2009), del que también he escrito anteriormente en el blog. Lo que me lleva a pensar que real o fabulada su iniciación a la vida sexual no pudo ser muy diferente de la que relata en ambos libros. La escena transcurre en el kibbutz Hulda, cuando el protagonista tiene dieciseis años y entra en la habitación de una de sus profesoras, Orna, de unos treinta y cinco años. Dice Oz:

"Sin levantarme de la alfombra, descorrí la cortina que cubría su armario y vi ropa interior, ropa de distintos colores y un camisón de nailon, casi transparente de color melocotón. Tumbado en la alfombra como estaba, mis dedos tocaron ese melocotón y mi otra mano se vio obligada a acercarse a la colina de mis pantalones mientras mis ojos se cerraban, sabía que debía parar debía parar pero no al instante solo un poco más. Al final, justo en el último momento, me dEtuve y, sin apartar los dedos del melocotón ni la mano de la colina, abrí los ojos y vi que Orna había entrado sin que yo me percatara y estaba descalza mirándome en un extremo de la alfombra, con todo el peso de su cuerpo sobre la pierna izquierda, la cadera derecha un poco elevada, una mano sobre esa cadera y la otra acariciándose el hombro bajo el pelo suelto. Se quedó mirándome con su sonrisa cálida y traviesa en los labios, y sus ojos verdes se reían como diciendo: ya lo sé, ya sé que ahora lo que más deseas es morirte aquí mismo, y sé que estarías menos aterrado si ahora en mi lugar estuviese aquí un asesino apuntándote con una ametralladora, y sé que ahora por mi culpa eres la persona más desgraciada del mundo, ¿pero por qué ser tan desgraciado? Mírame, yo no estoy aterrada por lo que he visto al entrar en la habitación y tú, deja ya de ser tan desgraciado. [...] Orna dijo: Te he interrumpido. Y en vez de reirse añadió: Perdón, lo siento, y de repente, como en broma, empezó a mover las caderas con un complicado paso de baile y deijo que no, que de hecho no lo sentía realmente, que en el fondo le había gustado verme pues en mi cara en esos momentos había una mezcla de dolor y de luz. Y sin decir nada más empezó a desabrocharse los botones, del primero al último, y se quedó delante de mí para que la mirara y continuase. [...] Luego se puso de rodillas sobre la alfombra a mi derecha y apartó mi mano de la colina de mis pantalones y puso la suya y luego abrió y liberó y una estela de chispas punzantes como una densa lluvia de meteoritos recorrió todo mi cuerpo y volví a cerrar los ojos pero no antes de ver como se tumbaba de lado y luego se puso encima de mí y dirigió mis manos, aquí y aquí, y sus labios me tocaron la frente y me tocaron los ojos cerrados y luego cogió con la mano  y me hundió por completo y al instante sentí en lo más profundo del cuerpo como truenos mórbidos e inmediatamente después un rayo que me partió y como las paredes de la casa eran muy finas Orna tuvo que taparme con fuerza la boca y cuando pensó que ya estaba y levantó la mano para dejarme respirar tuvo que apresurarse a sellarme de nuevo los labios porque aun no estaba".

Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Portada de "Le blé en herbe", de Colette





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lunes, 23 de junio de 2014

Las Palmas de Gran Canaria, de cumpleaños. Y van 536...



Las Palmas, desde el Pico de Bandama (569 metros de altitud) 



Mañana, 24 de junio, El Real de Las Palmas, la actual ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, cumple 536 años. Cierto, todos cumplimos años, también las ciudades, y quizá no sea para tanto, pero no es muy habitual que una ciudad sepa la fecha exacta de su fundación, de su nacimiento y mucho menos de las circunstancias y hechos que dieron lugar a ello; no, al menos, en esta vieja tierra que es España. Pero no es el caso de Las Palmas. Se sabe la fecha exacta de su fundación, los motivos que la provocaron y de las vicisitudes que tuvo que afrontar en sus primeros momentos de existencia... Ensayo general de lo que solo catorce años más tarde sería la gesta del descubrimiento y colonización del continente americano.

Este es el relato que de su fundación hizo el historiador y prócer canario, paradigma de la Ilustración en las islas, Josep de Viera y Clavijo (1731-1813) en su libro "Noticias de la historia de Canarias". (Tomo I. Cupsa Editorial, Madrid, 1978) en edición de Alejandro Cioranescu.

"Libradas las referidas órdenes, se hicieron a la vela desde el Puerto de Santa María, a 28 de mayo de 1478, tres navíos bien pertrechados de municiones de guerra y boca, y surgieron en el de las Isletas de Canaria, a 24 de junio por la mañana. Aunque esta navegación fue de un mes, asegura Abreu Galindo que se hizo con próspero viento. Y habiendo desembarcado la tropa en aquel arenal, sin que hubiese quien la inquietase, fue la primera obra en la que se ocupó la de cortar algunos ramos de palma, con los cuales se formó una gran tienda, a cuya sombra erigieron un altar. Como era día de San Juan Bautista, celebró la misa el dean Bermúdez; y todos los soldados la oyeron devotamente, pidiendo a Dios con las armas en la mano les favoreciese en el exterminio de aquella pobre nación que iban a invadir. Después hizo marchar su gente el general Rejón hacia el territorio de Gando, con la mira de reedificar la torre que habían construido los Herrera y fortificarse en sus contornos; más habiendo llegado al barranco o rio de Guiniguada, donde está la ciudad de Las Palmas, se presentó repentinamente al ejército una mujer anciana, vestida al uso del país, la que en buen castellano dijo a los nuestros que adónde iban; que el territorio de Gando quedaba todavía lejos y el camino era fragoso; que hallándose con avisos del desembarco, el guanarteme de Telde andaba acaudillando sus súbditos, y que aquel sitio de Guiniguada era un lugar más fuerte, inmediato al mar, bien provisto de agua y de leña, cubierto de palmas, álamos, dragos e higuerales y el más propio para trazar un campo, desde donde se podría recorrer toda la isla.

Como estas advertencias eran tales, que el general español no debía haber esperado a que una mujer canaria se las hiciese, al instante la tomaron por guía y fijaron el campo en el paraje que ella les señalaba. Pero apenas habían hecho alto las tropas y empezaban a levantar sus tiendas, se desapareció la canaria incognita con admiración universal, Juan Rejón, que sin ser escrupuloso era devoto de Santa Ana, se persuadió o quiso persuadir a los otros que la madre de María Santísima, bajo la figura de aquella buena mujer, había descendido del cielo a dirigirle en el primer paso de su campaña; por tanto, dio orden para que se edificase allí una iglesia con la advocación de Santa Ana, cuyo patronato se ha conservado siempre.

La noticia de esta piadosa creencia (que también pudo ser estratagema política de Rejón para animar sus tropas) es de fray Juan Abreu Galindo; pero los demás escritores o la omiten o la reducen a circunstancias más regulares. Estos sólo dicen que habiendo sorprendido las espías españolas a cierto isleño anciano que pescaba en la ribera del mar, les dio aquel saludable consejo, sin añadir que el anciano se desapareciese ni que le tuviesen por ningún santo los cristianos que le cogieron.

Como quiera que fuese, no hay duda que se formó el campo español en las márgenes del Guniguada; a una legua corta del puerto; que lo fortificaron con una gran muralla de piedra y troncos de palma; que se construyó un torreón y un largo almacén para las provisiones; que se intituló, desde luego, el "Real de Las Palmas", a causa de la gran copia que había de ellas, todas frondosas y eminentes, y que se edificó la pequeña iglesia de Santa Ana, ermita ahora de San Antonio Abad".

Eso ocurría, tal día como el de mañana de hace 536 años. Nacía El Real de Las Palmas, la actual ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Sede primada de la Iglesia de África, primera ciudad fundada por españoles fuera de Europa, y su plaza mayor, la de Santa Ana, la segunda plaza mayor de España en construirse siguiendo las Ordenanzas Reales emanadas de Isabel I de Castilla y Fernando V de Aragón. Porque la primera, aunque parezca increible, lo fue en las Américas, la de la ciudad de Santo Domingo, en la isla La Española, hoy repartida entre la República Dominicana y Haití.

¡Felicidades, Las Palmas! ¡Feliz Solsticio! ¡Feliz Noche de San Juan! Y ahora, sean felices también ustedes, por favor, y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Las Palmas de Gran Canaria. Ciudad de mar y cultura 




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viernes, 13 de junio de 2014

El hábito no hace al monje. Del blog Pensando en la estación








Dicen que el habito no hace al monje pero la verdad es que crea ciertas expectativas. Uno se espera de un religioso, por lo menos, educación. Después de haber estudiado en un colegio de monjas y luego en uno de curas, una ha visto de todo y ya no se sorprende. Te encuentras bondad pura y demonios disfrazados... (sigue aquí).



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lunes, 2 de junio de 2014

La abdicación del Rey






Juan Carlos I, rey de España


Vivir es tener una historia que contar a quienes vienen después. Los nacidos después del 20 de noviembre de 1975 nunca podrán saber ni comprender la mezquina historia que nos tocó vivir a los que vinimos al mundo en la España recien comenzada la segunda mitad del pasado siglo. Los que critican la democracia actual demuestran no tener una idea muy clara -si nacieron después de esa fecha-, ni memoria -si nacieron antes de ella-, de como era la España que nos tocó vivir a nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos.

Ahora, en el momento de su marcha, solo un "gracias, Señor", que sale de lo más profundo de mi corazón. Y allá los demás que hagan y digan lo que quieran desde el fondo de los suyos.

Comparto plenamente los puntos de vista que el escritor Javier Cercas expone en su artículo "Sin el rey no habría democracia", y sobre todo el párrafo final del mismo: "hay que ser lo más crítico posible con el duro presente que está viviendo ahora mismo tanta gente a nuestro alrededor, pero ignorar que los casi cuarenta años de reinado de Juan Carlos I han sido los mejores de nuestra historia moderna, los de mayor libertad y prosperidad, es simplemente ignorar nuestra historia. Y esa ignorancia de nuestro presente puede devolvernos lo peor de nuestro pasado". 

Será por eso de la casta, pero frente a los que se suben al carro del oportunismo, me siento orgulloso de formar parte del gremio (o casta) de los historiadores que como el profesor Juan Pablo Fusi: "De la democracia en España", alertan del enorme error de reabrir una herida que la Constitución de 1978 cerró definitivamente. Los pueblos que no recuerdan su historia están condenados a repetirla. Yo no deseo eso para el mío. 

Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Estandarte personal del rey Juan Carlos I



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