domingo, 31 de julio de 2011

Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz - Julio de 1811





El diputado Antonio José Ruíz de Padrón




En este enlace de la página electrónica del Congreso de los Diputados de España pueden ustedes acceder al Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz correspondiente al mes de Julio de 1811. 


Los dos vídeos que acompaño a la entrada constituyen un interesantísimo reportaje sobre el sacerdote gomero Antonio José Ruíz de Padrón, un canario universal, de ideas liberales, cosmopolita como pocos de sus paisanos. diputado por Canarias en las Cortes de Cádiz, amigo personal de Benjamín Franklin y George Washington, y precoz defensor de los derechos humanos y las libertades y debelador incansable de la Inquisición.

Espero que tanto la lectura del Diario de Sesiones de las Cortes como los vídeos les resulten interesantes. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt

   



Portada de "La isla transparente"




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Entrada núm. 1394 -
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

Ruíz de Padrón: Un canario en las Cortes de Cádiz (1)

Ruíz de Padrón: Un canario en las Cortes de Cádiz (2)

miércoles, 27 de julio de 2011

La historia de todas las historias






Alfonso X y su corte (Miniatura medieval)




Si la "Biblia" es para judíos y cristianos el libro de los libros, la "Grande e General Estoria", de Alfonso X el Sabio, es la historia de todas las historias. Reinó en Castilla y León entre 1252 y 1284. Hijo de Fernando III de Castilla y Beatriz de Suabia, en 1257, alegando los derechos sucesorios de su madre, es elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por una parte de los electores palatinos, con la oposición del papa Gregorio X. Nunca llegó a ser coronado, pues renunció más tarde a sus pretensiones imperiales a cambio de subsidios para continuar la guerra contra los musulmanes en la Península.

Dice el historiador José Luis Abellán de él en su "Historia Crítica del Pensamiento Español - Tomo 1" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1992), que con su impulso decidido la Escuela de Traductores de Toledo vivió su segundo gran período de esplendor, y que fue allí, en Toledo, donde instaló un observatorio astronómico gracias al cual se elaboraron las famosísimas "Tablas alfonsíes" que tuvieron enorme difusión en toda Europa llegando a ser utilizadas por el mismo Copérnico. Tradujo personalmente la versión del "Libro de Calila e Dimna", colección de fábulas orientales. Como poeta escribió en gallego las "Cantigas a Nuestra Señora", en el que van letra y música conjuntamente. Como historiador mando componer la "Primera Crónica General o Estoria de España" y la "Grande e General Estoria", utlizando fuentes latinas,árabes, españolas y francesas. Y como jurista, continuando la labor codificadora de su padre, intentó la codificación general de todo el Derecho en el "Fuero Real", el "Espéculo" y sobre todo en el "Código de las Siete Partidas", conocido también como "Libro o Fuero de las Leyes"

Con motivo de la publicación por vez primera de una edición íntegra y completa en diez tomos de la "Grande e General Estoria" (Fundación José Antonio de Castro, Madrid, 2011), el profesor Francisco Bautista, investigador "Ramón y Cajal" en la Universidad de Salamanca, ha escrito en el último número de Revista de Libros (Julio-Agosto, 2011) un interesantísimo artículo titulado "La historia de todas las historias" que pueden leer en este enlace.

En la "La Grande e General Estoria", dice el profesor Bautista, se pensaba ofrecer un relato histórico desde la Creación hasta los tiempos de Alfonso X. Fue acometida hacia mediados de su reinado, en torno a 1270, después de haber reunido los muchos y muy diversos materiales empleados en la obra, por un grupo de colaboradores del rey que bajo sus directrices más o menos directas y detalladas acometió un plan enormemente ambicioso que se proponía compendiar y sintetizar todo el saber histórico de su época. El proyecto no se llegó a completar y lo que conocemos del mismo termina justamente al comienzo de nuestra era, cuando iba a narrarse la vida de Cristo.

La "Grande e General Estoria", dice Francisco Bautista en su artículo, es una historia universal, pero frente a otros ejemplos de esta tradición en la Edad Media en España y el resto de Europa, tiende a identificarse con ese pasado mismo al integrarlo de manera exhaustiva dentro de la propia obra, fluctuando entre la biblioteca y el códice y respondiendo cabalmente a la imagen que hace del libro un trasunto del mundo. En suma, la historia de todas las historias.

Espero que disfruten de su lectura. El vídeo que acompaña a esta entrada es una selección de miniaturas y música de las "Cantigas do Santa María", de Alfonso X el Sabio. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Página de la Grande e General Estoria (Códice de El Escorial)

                                  


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Música y miniaturas en las "Cantigas do Santa Maria", de Alfonso X El Sabio

martes, 26 de julio de 2011

Mi primera vez: En Venercia. Un relato de Esther Tusquets






En Venecia. Dibujo de Eva Vázquez




Con la escritora y editora Esther Tusquets, a la que no tengo el placer de conocer personalmente, y por la que siento una profunda admiración, me unen una serie de afinidades o coincidencias vitales de las que ya he dejado constancia en el blog en anteriores ocasiones. Que recuerde ahora, en mi entrada del 9 de diciembre de 2007, titulada "Memorias de juventud de Esther Tusquets" en la que comentaba la impresión que me había producido la lectura de su libro autobiográfico "Habíamos ganado la guerra" (Ediciones B, Barcelona, 2007) y el descubrimiento de algunas de esas "afinidades vitales" compartidas.

Hace unos días, leo de nuevo un artículo suyo para la serie "Ficciones. Mi primera vez" que viene publicando El País, titulada "En Venecia" (20/7/2011). No me resisto a compartirla con ustedes. En esta ocasión, esa "primera vez" de la que habla, escribe,  Esther Tusquets, es la impresión que le causó su primer encuentro con Venecia. 

No puedo compartir esa sensación porque nunca he estado en Venecia. Pero si he sentido algo muy parecido la primera vez que puse pie en Roma. Una sensación que no voy a olvidar nunca y que se repite en cada ocasión que vuelvo a esa ciudad mágica y eterna por tantas cosas. Disfruten de su lectura. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Ficciones. Mi primera vez: En Venecia 
por Esther Tusquets
EL PAÍS - 20-07-2011

Ha habido en mi vida, ya tan larga, espacio para deleites exquisitos, experiencias inolvidables, instantes de tal felicidad que se diría puede uno tocar el cielo con las manos (expresión que Herralde, el editor, desaprueba con justo motivo, pero que yo utilizo a veces porque me encanta).

Sin embargo, muchas de las cosas que adoro no resisten la exigencia que impone la primera vez. He vivido momentos estelares en el amor, pero no ha sido nunca la primera vez, habrá sido la tercera, la octava, la última, pero no la primera. Me gusta con delirio el mar, sospecho que lejos de él mi vida estaría incompleta, creo que moriría de añoranza en una ciudad sin mar.

Pero ¿cuál fue la primera vez? ¿La primera vez que lo vi, que me sumergieron en él? Mis primeras veces estaba encerrada en la barriga de mi madre, y luego flotaba feliz en el agua, a su lado. Quizás podría hablar de la primera vez que mi tío favorito apareció en casa con un cachorro y mi padre no objetó nada a que nos lo quedáramos. Era una caniche de una bondad infinita (mi vida tampoco habría sido igual sin los perros, tan imprescindibles como la mar). Pero a Gabi me la asesinaron, supongo que envenenada, y me ha parecido incorrecto poner una primera vez feliz a algo que terminó tan mal. ¿Los hijos? Son una parte importante, muy importante de mi vida. Me han hecho sentir muchas veces enormemente feliz y algunas enormemente desdichada, seguro que me han permitido tocar, alcanzar el cielo con mis manos, pero sé con total certeza que en el momento en que me los puso la comadrona en los brazos -como el lejano día en que me habían puesto en la boca por primera vez la hostia consagrada- no sentí nada parecido a lo que de mí se esperaba, a lo que yo misma esperaba, al instinto maternal le llevó tiempo aparecer y manifestarse.

Tenía que ser algo importante para mí, y que pudiera centrarse en un momento determinado y que no terminara mal. He estado mucho rato dando vueltas a distintas posibilidades, y finalmente he pensado en Venecia. El tema de este artículo podía ser La primera vez que fui a Venecia, y centrarse en algo más concreto todavía: el momento en que el vaporetto, camino de nuestro hotel, desembocó en el Gran Canal. Yo tenía 18 años y no había visto nunca nada tan bello. Me habían hablado mucho de Venecia, había visto fotografías, había visto películas cuya historia transcurría allí, había consultado guías de viaje. Creía estar preparada para lo que me esperaba, y esperaba mucho. Pero no esperaba llevarme una sorpresa tan enorme, sentirme anonadada, conmovida hasta lo más profundo. Noté que, tras las gafas de sol, los ojos se me llenaban de lágrimas. Y me alegré de llevarlas puestas todavía, aunque estaba ya anocheciendo, porque a los 18 años uno no llora delante de los demás, y yo, a los 18 años, lloraba muy pocas veces, y no sabía que en la vejez lloraría a menudo, por todo, por cualquier motivo, por nada.
Todo lo que había leído y visto sobre Venecia quedaba muy lejos de la experiencia real de estar allí. El olor, el aire, el ruido de las embarcaciones, de la proa de las góndolas al golpear contra el muelle, justo al pie de mi ventana y delante de nuestro hotel. Y luego, en días sucesivos, las callejas y los puentes que los turistas ni pisan, apretujados todos en la plaza San Marcos. Y un montón de primeras veces. La primera vez que tomas un café en el Florian, escuchando a las orquestas que tocan en la plaza. La primera vez que callejeas por La Giudecca. La primera vez que ves una ópera en La Fenice. La primera vez que tomas una copa en Harry's Bar.

Pensé que siempre, siempre volvería allí. Y lo he cumplido. He recorrido Venecia con casi todas las personas a las que he amado. Con mis hijos varias veces y la primera (de ellos, claro, no la mía), Milena lloraba al emprender el regreso, como había llorado yo al llegar.





La escritora Esther Tusquets




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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

La escritora Esther Tusquets entrevistada en Canal Sur TV

jueves, 21 de julio de 2011

Mi primera vez: Ingles sudorosas. Un relato de Maruja Torres






Ingles sudorosas: Dibujo de Eva Vázquez




Ni siquiera la dimisión más o menos forzada (¿o quizá voluntaria?) de nuestro ínclito y nunca bastante bien ponderado don Francisco Camps, expresidente del gobierno de la Comunidad Autónoma de Valencia, son capaces de animarme. Será el tiempo frio, ventoso y con lluvia, o la "panza de burro", que desde hace varias semanas cubre la ciudad de Las Palmas sin dejarnos ver el sol apenas... No son tiempos propicios para la reflexión serena; más bien, la tentación es la de mandarlo todo a tomar por culo y mudarse a otra galaxia. Pero como eso resulta imposible, lo mejor es volver a los clásicos: Sófocles y Eurípides, que estoy releyendo, o tomar la vía contraria y disfrutar de la nueva serie de relatos cortos: "Ficciones. Mi primera vez", que el diario El País ha comenzado a publicar para animar el verano. Pienso que es una buena combinación. Les dejo con el titulado "Ingles sudorosas", de la escritora Maruja Torres, publicado el pasado día 18. Fue mi hija Ruth quien me lo recomendó, y yo se lo recomiendo encantado a ustedes. Leánlo despacito, sin saltarse los renglones... Disfruten del calorcillo que se les va a despertar entre los muslos... Y sean felices, por favor: a pesar de los pesares, merece la pena intentarlo. Tamaragua, amigos. HArendt




Ficciones. Mi primera vez: Ingles sudorosas 
Maruja Torres
EL PAÍS - 18-07-2011

Caminé por el pasillo. Cuando llegué al cuarto de baño de las chicas escuché sus voces aturulladas. Estaba segura de que a ellas les había ocurrido antes, por eso parecían tan tranquilas, incluso indiferentes. Charlando de sus trivialidades, como si nada.

Aspiré hondo, empujé la puerta y entré, toqueteándome la tripa. Cosa de disimular. Quería quedarme un buen rato encerrada en el WC, haciéndolo. "No me encuentro bien", expliqué, para redondear la coartada. Necesitaba que se marcharan, necesitaba quedarme sola. A solas conmigo.

"¿Has tomado Sal de Eva?". "Una ginebra con menta te aliviará". Callé. ¿Qué sabían aquellas estúpidas, aquellas tontas que venían haciéndolo con regularidad, que ni siquiera le daban importancia a lo que hacían? A mí me temblaban las piernas. Enferma, sí. Pero de emoción. Me dolían los pechos, mis pezones se disparaban contra la blusa de nylon barato, y el sudor manaba de mis ingles como si, verdaderamente, tuviera ese día la visita del mes, y fuera otro líquido lo que fluía.
Pero no, esta era una ocasión gozosa. Esta era la transpiración feliz que mi cuerpo entero enviaba al exterior. Allí, encerrada, sentada en la tapa del inodoro, emitiendo falsos gemidos, aguardé. Astuta, cautelosa. Y con las ingles empapadas. Para entretenerme, imaginé lo que iba a suceder después. ¿Se me notaría físicamente el cambio? ¿Alguien más que yo se percataría de que a partir de entonces iba a empezar a convertirme en una mujer independiente, una mujer que agarraría a cachitos su libertad hasta convertirla en una cerca, en una muralla, en una barricada de la que nadie podría arrancarme?

Poco a poco se marcharon las otras. Les escuché hacer planes, echar risas, criticar a las ausentes. Se habían olvidado de mí. Mejor. Ya en silencio -podía sentir que me había quedado sola en la planta- calculé el tiempo que me quedaba para hacerlo. Por entonces aún no tenía reloj de pulsera y me había acostumbrado a leer el paso del tiempo en los sonidos que escuchaba. No, no me iba a quedar encerrada en el edificio, haciéndolo. Entre otras razones, porque algo así sólo se hace una vez por primera vez.
Relajé mi cuerpo. Abrí las piernas, las extendí -chop, chop, musitaron mis ingles al despegarse-, puse los pies mirando al techo -recuerdo que los zapatos eran de suela dura, baratos- y con delicadeza tanteé la abertura.

No, no iba a comportarme con prisas. Levanté la cabeza y la luz del fluorescente -un único tubo para un aseo de seis servicios-, que me llegaba amortiguada, me pareció única, sensual.

Ensalivé con delectación mi dedo índice y lo pasé por la abertura, que simplemente se ablandó un poco, pero no cedió. Me metí el dedo medio en la boca y lo empapé. De nuevo froté el punto objeto de mis deseos. Se ablandó más, pero tampoco se abrió.
De pronto me puse frenética y utilicé todos los dedos de las dos manos.

Rasgué el sobre. Mi primera paga. Allí estaba. 535 pesetas, 1957.





La escritora Maruja Torres




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Entrada núm. 1389 -
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

Entrevista a Maruja Torres desde la UIMP