Desde el trópico de Cáncer
El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2024
miércoles, 20 de noviembre de 2024
De las entradas del blog de hoy miércoles, 20 de noviembre de 2024
De los hipócritas "per natura"
La historia nos ha enseñado que el fin no justifica los medios. La lucha por buenas causas se corrompe cuando en nombre de las ilusiones justas utilizamos medios que deterioran la convivencia, afirma en El País [Liberticidio, 18/11/2024] el poeta Luis García Montero. El siglo XX asistió a la falsificación de la palabra comunismo cuando Stalin impuso el terror en nombre de la justicia social. Hay dinámicas graves que no sólo alientan unos medios inaceptables, sino que olvidan o descuartizan sus fines. Asegurarse el poder por todos los medios acaba siendo el único fin. Los malos medios caracterizan el comportamiento de los que no tienen otro fin que su propia ambición, es decir, de los que traicionan el fin que dicen defender. Bueno es recordarlo ahora, cuando el neoliberalismo asalta de manera crispada la política de los países que tienen como fin una democracia social. Ya no vale identificar el progreso con la vida justa y la dignidad humana. En nombre de una libertad definida como la ley del más fuerte, el neoliberalismo desata la furia liberticida que rompe el Estado. Se trata de un camino sin escrúpulos hacia el autoritarismo.
Hay políticos que dicen amar a su país, pero olvidan todo lo que beneficia a su país. Los falsos patriotas son el mejor ejemplo de esta dinámica. Por amor a España van a Europa a trabajar contra los intereses de España. Por amor a la libertad financian la pseudoprensa que manipula la información y los jueces que hacen una pseudojusticia poco independiente. Por amor a España convierten el debate político en un espectáculo de insultos y crispaciones. Por amor a España utilizan el sufrimiento popular de una tragedia para extender discursos de odio.
España necesita una derecha democrática que se aparte del populismo liberticida de la extrema derecha. Pero hay quien considera que la democracia europea es ya, en medio de una pandemia neoliberal, la vieja dama que debe ser abandonada a su suerte en una residencia de ancianos.
[ARCHIVO DEL BLOG] Cuando la verdad es reaccionaria. Publicado el 17/11/2018
El poema de cada día. Hoy, Amor empieza por desasosiego, de Juana Inés de la Cruz (1648-1695)
AMOR EMPIEZA POR DESASOSIEGO
Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.
Doctrínanle tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.
Su principio, su medio y fin es éste:
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?
¿Qué razón hay de que dolor te cueste?
Pues no te engañó amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.
Juan Inés de la Cruz (1648-1695)
poetisa mexicana
martes, 19 de noviembre de 2024
De las entradas del blog de hoy martes, 19 de noviembre de 2024
De la búsqueda del otro
Curiosa incurable, siempre me asombró la creatividad del lenguaje y sus extraordinarias metáforas. De niña me intrigaba la expresión “tu media naranja” y trataba de escudriñar la relación de los cítricos con nuestros locos, atribulados, eufóricos amores. Años más tarde leería la historia de un antiguo banquete en Atenas, contado por Platón, donde nació esta extraña simbología ácido-erótica, comenta en El País [Una luz que busca encenderse, 17/11/2024] la escritora Irene Vallejo. Durante el suave invierno griego, comienza diciendo Vallejo, un grupo de amigos se reúnen para celebrar una fiesta, con música y abundancia de vino. Sócrates, que es propenso a distraerse con sus pensamientos, llega tarde, cuando el festín ya ha empezado. El joven Erixímaco lo recibe con estas palabras: “Propongo echar a la flautista”, la única mujer de una reunión solo para hombres, “y que nosotros pasemos la velada en mutua conversación”. Y así, expulsando de la estancia a la voz femenina —–detalle revelador que quizás explique ciertas cosas—, comienza un legendario coloquio sobre el amor.
Al hilo de las copas y el duelo de discursos, el escritor cómico Aristófanes, uno de los invitados al banquete, toma la palabra para improvisar un mito acerca de nuestros antepasados, fascinantes criaturas andróginas con cuatro piernas, dos órganos sexuales y dos rostros cada una. Arrogantes y orgullosas, desafiaron a los dioses. Zeus castigó su osadía cercenando a cada una en dos partes para debilitarlas. Les dio un tajo, estiró la piel cortada y formó el ombligo, como si cerrara una bolsa con cordel. Desde entonces, todos los seres humanos, sus descendientes, nos sentimos incompletos. Cuando creemos reconocer en otra persona parte de nosotros mismos, nos abrazamos a ella, tratando de revivir aquella unidad originaria. Mientras trenza con humor su discurso sobre el amor, Aristófanes afirma que somos esa esfera demediada, esa naranja partida, ese individuo roto que trata de reunirse con su mitad extraviada en el universo. Ahí nace la metáfora de la fractura interior, el ideal romántico de la búsqueda del otro yo.
En réplica a esta fábula, Sócrates comparte lo que le enseñó una extranjera de la ciudad de Mantinea, Diotima, “que era sabia en estas cuestiones”. Hasta entonces el amor humano no había sido un tema principal de la filosofía. Diotima representa un enigma, no hay ninguna otra referencia a esta pensadora en los textos griegos. La pregunta sobre su existencia real ha inspirado innumerables debates. Quienes la defienden subrayan que todos los que intervienen en los diálogos platónicos eran personas de carne y hueso, y no hay motivo para considerarla una excepción. Otras voces señalan la ausencia de las mujeres en la conversación filosófica de la época y piensan en un personaje ficticio, utilizado por Platón para exponer su teoría. Nunca sabremos si existió de verdad o es una figura imaginaria, como la Dulcinea cervantina.
Según Sócrates, la sabia mujer describía la experiencia erótica con palabras insólitas y provocativas. Afirmaba que el Amor, lejos de ser bueno y bello, es carencia y puro deseo. Por lo tanto, no podía ser un dios, ya que es imposible que la divinidad sufra déficit de bondad o belleza. Eros no es todopoderoso, sino el hijo de una mendiga, y por eso aprendió a embelesar con su charlatanería. Lo describe como un ser intermedio entre lo mortal e inmortal, el demonio —mixto, híbrido, mestizo, poliédrico— que cose lo humano y lo divino. Con aspecto flaco, desamparado y descalzo, permanece siempre al acecho de aquello que es atractivo. Enamorarse sería, en definitiva, el impulso de los mortales, siempre pobres y ávidos, hacia lo que no poseen: la hermosura, el bien, la sabiduría. Quienes aman con este eros mendigo y anhelante se parecen al protagonista del cuento El perseguidor, de Julio Cortázar, ese saxofonista entusiasta, febril y hundido en la miseria, inspirado en Charlie Parker, que desea de forma obsesiva acceder con su música a realidades inexploradas. Su oscuridad apasionada es “una luz que busca encenderse”.
Diotima y Aristófanes amaron de formas distintas, en antítesis: uno se buscaba a sí mismo —la media naranja—, la otra anhelaba unirse con lo distinto —el deseo que cose—. En realidad, Diotima no hizo tanto el elogio del amor, sino de lo mezclado, incompleto e imperfecto. De lo migrante y mendicante. De los seres periféricos y fronterizos, entre dos mundos. Nos dice que amar no es la búsqueda de tu mitad extraviada en el planeta, sino ese poderoso magnetismo que nos acerca a lo diferente. El vaso comunicante entre realidades distintas. Las palabras de Diotima son un homenaje a los seres hambrientos y sedientos, seguidores eternos de aquello a lo que aspiran. A quienes no encajan. Como la flautista expulsada del banquete. Como ella misma, filósofa allí donde los hombres se apropiaban en exclusiva de la palabra.
Quizá por eso María Zambrano se identificó con la filósofa en la penumbra. En su obra entendía el cuerpo y la experiencia como fuentes de sabiduría, intuiciones que la llevaron a preguntarse por la antigua pensadora erótica. Durante los años de Roma, en torno a 1956, María escribió su ensayo titulado Diótima de Mantinea. Allí exploró la experiencia del exilio. La enigmática griega es la metáfora de aquellas personas que sienten su diferencia como exclusión y extrañeza, que viven sin patria, huéspedes en todas partes, casi clandestinas sobre la tierra, recogidas en sí mismas: “Todo mi ser se hizo caracol marino”.
En nuestro presente de muros y alambradas, las palabras de Diotima avivan el deseo de fusionarse, la rebeldía ante las murallas de prejuicios que levantan las sociedades divididas, el mestizaje frente a las líneas tribales de fractura. Los amantes fronterizos asumen su diversidad y sirven de enlace entre comunidades y culturas. Pueden ser el aglutinante de un mundo en pedazos. De algún modo, todos los seres humanos nacemos extranjeros y extraños. El alumbramiento es la primera migración, el exilio compartido por la humanidad entera. Quién no tiene en el vientre esa herida, el ombligo, la cicatriz de un destierro originario, irreversible. El miedo, la miseria o la violencia empujan a muchas personas a alejarse del lugar natal, romper el cordón umbilical y emprender el viaje hacia lo desconocido. Itinerantes, arrancadas, crisálidas del pasado perdido. Pero incluso quienes permanecen en su tierra de origen conocen el desconcierto y los desarraigos. Hoy estamos obligados a vivir en una realidad sacudida por los cambios; nos reclaman explorar constantemente idiomas desconocidos, nuevos lenguajes, otros códigos.
Ante el vértigo de la transformación, brotan voces añorantes que prometen el viejo ideal imposible de lo homogéneo, lo idéntico, el espejo de lo que somos. Mercadean con el dolor y la mentira para azuzar el odio al distinto, hundiéndonos en un fango que ahoga. Pero este tiempo de individuos e ideas migrantes tiene sed de hospitalidad. Frente al miedo en la mirada, el erotismo según la Diotima socrática nos anima a salir de nuestra burbuja y desprender corazas del corazón, nos arranca de la soledad, nos transforma, nos inserta en un mundo mezclado y variopinto. “En él sí merece la pena vivir”, dice la extranjera de Mantinea. Según la filósofa femenina y forastera, no deberíamos buscar una media naranja a nuestra medida, sino cuestionar la horma y la norma, sin conformarnos ni saciarnos, aprendiendo que se necesita amar la diferencia para llegar a ser uno mismo.
[ARCHIVO DEL BLOG] Un mundo de trols y duendes. Publicado el 14/11/2018
El poema de cada día. Hoy, Te quiero a las diez de la mañana, de Jaime Sabines (1926-1999)
TE QUIERO A LAS DIEZ DE LA MAÑANA
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once,
y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y
con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia.
Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me
pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la
comida o en el trabajo diario, o en las diversiones
que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con
la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y
siento que estás hecha para mí, que de algún modo
me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos
me convencen de ello, y que no hay otro lugar en
donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu
cuerpo. Tu vienes toda entera a mi encuentro, y
los dos desaparecemos un instante, nos metemos
en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo
hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente.
Y hay días también, hay horas, en que no
te conozco, en que me eres ajena como la mujer
de otro, Me preocupan los hombres, me preocupo
yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense
en ti durante mucho tiempo. Ya ves ¿Quién
podría quererte menos que yo amor mío?
Jaime Sabines (1926-1999)
poeta mexicano