Desde el trópico de Cáncer
El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2025
miércoles, 19 de febrero de 2025
De las entradas del blog de hoy miércoles, 19 de febrero
El Munich de Trump
La maniobra de apaciguamiento que ha llevado a cabo Donald Trump con Vladímir Putin ha hecho que, a su lado, Neville Chamberlain parezca un personaje realista, valiente y lleno de principios. Por lo menos, Chamberlain estaba intentando evitar una gran guerra europea, mientras que Trump está interviniendo en medio de una guerra que ya es realidad. El Múnich de Trump (es decir, el equivalente al acuerdo de 1938 con el que el Reino Unido y Francia traicionaron a Checoslovaquia) se produce en vísperas de la gran Conferencia de Seguridad en la capital de Baviera, en la que sus emisarios van a reunirse con los aliados occidentales. Esta Conferencia de Seguridad de Múnich debe marcar el comienzo de una decidida respuesta europea que tenga en cuenta las lecciones de nuestra trágica historia para no [. Lo dice en El País [La respuesta de Europa al ‘Múnich’ de Trump, 14/02/2024] el historiador Timothy Garton Ash.
El próximo paso que propone Trump es, en la práctica, un nuevo Yalta (la cumbre celebrada entre Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido en febrero de 1945 en la ciudad de Yalta, en Crimea, en la que las superpotencias decidieron el destino de los países europeos sin contar con ellos). En este caso, su propuesta es que Estados Unidos y Rusia decidan el destino de Ucrania con una participación mínima o inexistente de Ucrania y otros países europeos. Salvo que, esta vez, los ocupantes de la Casa Blanca y el Kremlin se reunirán primero en Arabia Saudí y después en sus respectivas capitales, mientras que Yalta quedará en manos de Rusia. Porque, en el mundo feliz de Trump y Putin, el poder tiene siempre la razón, y la expansión territorial es un comportamiento natural de las grandes potencias, ya sean Rusia en el caso de Ucrania, Estados Unidos con Canadá y Groenlandia, o China con Taiwán.
Todas las analogías históricas tienen sus límites y de las de Múnich y Yalta se ha abusado mucho. Pero aquí, por una vez, parecen verdaderamente apropiadas si somos capaces de destacar, junto a las semejanzas, las diferencias que hay entre ellas.
Después de la elección de Trump, pasaron unas cuantas semanas en las que tuvimos una tenue esperanza de que, en relación con Ucrania, su Gobierno fuera fiel al lema que tanto había cacareado de “la paz mediante la fuerza”, en el sentido de que la fuerza es el único lenguaje que entiende Putin. Ahora vemos que Trump solo se comporta como un matón con los amigos de su país y, en cambio, se muestra servil ante sus enemigos.
El supuesto hombre fuerte es débil a la hora de la verdad, cuando tiene que enfrentarse a los autócratas hostiles de todo el mundo. En un solo día, hizo cuatro concesiones inmensas, innecesarias y nocivas. En primer lugar, no solo entabló unas conversaciones exploratorias con Putin a través de un intermediario, lo que podría resultar comprensible, sino que hizo públicamente unos elogios absurdos y desmesurados del dictador ruso, a quien calificó de líder mundial. “Los dos reflexionamos sobre la Gran Historia de nuestras respectivas Naciones”, dijo, en una publicación que hizo en las redes sociales, a propósito de su larga charla telefónica. Ambos hablaron sobre “los grandes beneficios que obtendremos algún día si trabajamos juntos. Pero antes, hemos coincidido, queremos acabar con los millones de muertes que está provocando la guerra entre Rusia y Ucrania”. Imaginemos que, en 1941, en vez de entrar en guerra contra la Alemania nazi en el bando del Reino Unido y otros países europeos aliados, el presidente de Estados Unidos hubiera llamado a Hitler, hubiera reflexionado sobre “la Gran Historia de nuestras Naciones” y los dos hubieran decidido acabar entre ellos con “la guerra entre Alemania y el Reino Unido”.
En segundo lugar, Trump ofreció al líder ruso una negociación bilateral entre Estados Unidos y Rusia sin contar con los ucranios, justo una conferencia al estilo de Yalta como la que siempre ha querido Putin. Y, por si fuera poco, en tercer y cuarto lugar, declaró que Ucrania debe renunciar a parte de su territorio y que Estados Unidos no apoyará su ingreso en la OTAN. Ya hace tiempo que se han dicho estas dos cosas en privado, en Washington y otras capitales occidentales, pero proclamarlas en público y antes de empezar supone una lección magistral de cómo no practicar el “arte de la negociación”. Ya hizo algo parecido en las negociaciones con los talibanes sobre el futuro de Afganistán, cuando desde el principio fijó un calendario para la retirada de Estados Unidos, en lugar de dejarlo para el final. Los historiadores actuales disponen de las notas y los recuerdos de los colaboradores más cercanos de Hitler, que ponen de manifiesto hasta qué punto le encantó el pacto que arrancó a Chamberlain. Quizá algún día tengamos pruebas similares del regocijo que habrá sentido Putin por las concesiones que ha hecho Trump.
Eso no quiere decir que vaya a haber nada que merezca ni remotamente el nombre de paz a corto plazo. La primera interpretación pública que ha hecho el Kremlin de la llamada entre Trump y Putin es extraordinariamente prudente, con la advertencia de que resulta “esencial resolver las razones del conflicto”. Con toda probabilidad, lo que Putin preferiría es seguir hablando de paz con Trump en una serie de reuniones sin prisas en Arabia Saudí, Estados Unidos y Rusia, para que, mientras tanto, Rusia siga avanzando en el campo de batalla, demoliendo las infraestructuras energéticas de Ucrania y destrozando la economía, la sociedad y la unidad política del país de todas las maneras posibles. (Cuando se le preguntó a Trump sobre la participación de Ucrania en las conversaciones, respondió que antes debe celebrar elecciones presidenciales, en consonancia con la línea de ataque rusa sobre la legitimidad del presidente Volodímir Zelenski).
Hay una enorme diferencia entre la Europa de la época en la que se firmaron los acuerdos de Múnich y Yalta y la Europa actual. La Europa de hoy es rica, libre y democrática y constituye una comunidad estrechamente integrada de socios y aliados. Es cierto que, como han vuelto a demostrar las últimas encuestas del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, también está dividida y confundida sobre cuál es el mejor camino para Ucrania. Ahora bien, con una coalición suficientemente decidida de países dispuestos y capaces de actuar, entre los que, desde luego, se encuentra el Reino Unido, Europa todavía puede hacer posible que Ucrania estabilice la línea del frente, resista económicamente y consiga llegar a una negociación en una posición de fuerza, no de debilidad. Por eso, la Conferencia de Seguridad de Múnich de este fin de semana debe ser el comienzo de una respuesta europea al Múnich de Trump. Timothy Garton Ash es catedrático de Estudios Europeos de la Universidad de Oxford e investigador sénior de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su último libro es Europa. Una historia personal (Taurus).
[ARCHIVO DEL BLOG] La tercera dimensión de la democracia. Publicado el 01/02/2019
El poema de cada día. Hoy, Hablando con Ofelia, de Diego Doncel
HABLANDO CON OFELIA
Ofelia, me conoces tanto como yo a ti.
Floto muerto en la misma agua que tú flotas.
Junto a nosotros, las sombras de la noche
se mueven veloces como la paleta de un
sepulturero.
También yo fui devorado por la espera de un amor
imposible.
También yo tuve que aprender a vivir con promesas
vacías que ni siquiera el tiempo mitigó.
En la orilla, cerca de edificios tapiados del color de la
metadona,
la hierba está podrida por el influjo de la muerte.
Los pájaros ensucian los parques
con la música de los móviles del más allá.
Desde lo profundo de los extrarradios,
muy drogada, la niebla viene
de ver cómo se cuelgan los suicidas.
Finalmente supiste que el mundo era un lugar extraño
para las almas dóciles, oíste la furia de la melancolía
crecer dentro de ti, abrasándote la carne como la bala
de un asesinato, haciéndote explotar las venas,
violenta y roja, como un acto terrorista.
Somos pasto de leyes equívocas.
Somos lo que han creado nuestras heridas y nuestra
tragedia.
Corriente abajo, donde se refleja
el óxido del alumbrado público
y las sombras de las estaciones abandonadas, no van
nuestros cuerpos
sino nuestros sueños perdidos.
El viento mueve ya las lápidas en las que estarán grabados
nuestros nombres que después el invierno sepultará.
Amamos y fuimos traicionados por el amor.
Buscamos y estamos solos con los restos de nosotros
mismos.
Intentamos interpretar y acabamos poseídos por la
locura.
Las cosas tienen la dimensión de la ausencia,
la fatalidad del engaño.
Nunca tuvimos consuelo.
Somos aquello que no pudo vivir, que nunca pudo amar,
que se derrumbó por dentro y nadie lo pudo sostener.
Somos frágiles: nuestros sueños se perdieron
como se pierden las grandes pasiones, calladamente.
Ahora ya sabemos que el amor es un sentimiento
peligroso.
Sin embargo, te cojo la mano fría, te susurro al oído
las palabras que él no te dijo, los pequeños secretos,
las pasiones más íntimas.
Te acaricio la cara antes de que te vayas para siempre,
dejo en el agua el rastro de ceniza de mis dedos para que
puedas volver.
Diego Doncel (1964)
poeta español
martes, 18 de febrero de 2025
De las entradas del blog de hoy martes, 18 de febrero de 2025
Del fin de Occidente. Entrevista a Emmanuel Todd
Emmanuel Todd. Historiador y antropólogo, ha trabajado en el Instituto Nacional de Estudios Demográficos de París. Su investigación se centra en la evolución de las estructuras familiares como indicador de las transformaciones políticas. Adquirió relevancia internacional a partir de la desaparición de la URSS, al haber vaticinado este acontecimiento en un estudio publicado en 1976 bajo el título La caída final.
Con una experiencia de décadas trabajando entre estadísticas y datos, Emmanuel Todd se apoya en estos mismos elementos para vaticinar en su nuevo libro la derrota de Occidente. La intuye en la deficiencia industrial de Estados Unidos, en la desaparición del protestantismo y en la preferencia que muchos países tienen por Rusia. Asegura que «nuestra modernidad cultural parece (…) bastante insensata en el mundo exterior» y que Occidente no puede pretender que triunfe su moral si, a la vez, vive «del trabajo mal pagado de los hombres, mujeres y niños del antiguo ‘tercer mundo’». En su mirada a Rusia, a la que ve como clara vencedora de la guerra contra Ucrania, lamenta que a Occidente le haya cegado su rechazo, impidiéndole ver que no se trata del país en decadencia que los medios retratan, sino de uno que está experimentando una rápida reestructuración y recuperación.
Todd sostiene que lo que pretende aportar con su obra es un análisis objetivo y no un juicio moral. Sus conclusiones, declara, no son sus deseos, ha llegado a ellas a través de los datos, no de sus anhelos. Se defiende así de las etiquetas de putinófilo y reaccionario, aceptando como única acusación la de «lealtad a lo real».
Según usted, pregunta a Todd el autor de la entrevista, [Alexandre Devecchio, Nueva Revista, 10/02/2025]. su libro «La derrota de Occidente», Akal, 2024, tiene como punto de partida, principalmente, la entrevista que concedió a Le Figaro hace justo un año, titulada «La Tercera Guerra Mundial ha comenzado»1. Ahora, usted afirma que Occidente ha sido derrotado. Pero la guerra no ha terminado…
—La guerra no ha terminado, pero Occidente ha salido de la ilusión de una posible victoria ucraniana2. Esto no era evidente para todos cuando escribía, pero hoy, después del fracaso de la contraofensiva de este verano3 y la constatación de la incapacidad de Estados Unidos y otros países de la OTAN para suministrar suficientes armas a Ucrania, el Pentágono estaría de acuerdo conmigo. Mi análisis de esta derrota se basa en tres factores:
1. La deficiencia industrial de Estados Unidos4, con la revelación del carácter ficticio de su PIB. En mi libro, desinflo este PIB y muestro las causas profundas del declive industrial: la insuficiencia en la formación de ingenieros y, de manera más general, la caída del nivel educativo desde 1965 en Estados Unidos.
2. Profundizando más, la desaparición del protestantismo estadounidense5, que es el segundo factor de la caída de Occidente. Mi libro es, en el fondo, una continuación de La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de Max Weber6. Weber entendía, con razón, a las puertas de la Primera Guerra Mundial, que el ascenso de Occidente era en realidad el ascenso del mundo protestante: Inglaterra, Estados Unidos, la Alemania unificada por Prusia y Escandinavia. Francia tuvo la suerte de estar geográficamente pegada a este grupo de cabeza. El protestantismo había generado un alto nivel educativo sin precedentes en la historia humana: la alfabetización universal, ya que exigía que cada fiel pudiera leer por sí mismo las Santas Escrituras. Además, el miedo a la condenación y la necesidad de sentirse elegido por Dios inducían una ética del trabajo, así como una fuerte moralidad individual y colectiva.
No obstante, esto también tuvo su lado negativo: algunos de los peores racismos de la historia, como el racismo contra los negros en Estados Unidos o el antisemitismo en Alemania, porque, con sus elegidos y condenados, el protestantismo renunciaba a la igualdad católica de los hombres7. Su avance educativo y su ética del trabajo produjeron consecuentemente un avance económico e industrial considerables.
Hoy, de manera simétrica, el reciente colapso del protestantismo ha desencadenado un declive intelectual, la desaparición de la ética del trabajo y una codicia de masas (cuyo nombre oficial es «neoliberalismo»). El ascenso se ha convertido en caída para Occidente. Esta interpretación del elemento religioso no conlleva en mí ninguna nostalgia ni lamentación moral: es una constatación histórica. Además, el racismo asociado al protestantismo también está desapareciendo y Estados Unidos tuvo su primer presidente negro, Obama. Eso es algo que solo podemos celebrar.
—¿Y cuál es el tercer factor?
—La preferencia del resto del mundo por Rusia. Esta ha encontrado en todas partes discretos aliados económicos. Un nuevo soft power ruso conservador (anti-LGBT)8, ha operado a plena potencia en el momento en que quedó claro que Rusia resistía el impacto económico.
Nuestra modernidad cultural parece, en efecto, bastante insensata en el mundo exterior9. Es un análisis antropológico, no un juicio moral retrógrado. Además, como vivimos del trabajo mal pagado de los hombres, mujeres y niños del antiguo «tercer mundo»10, nuestra moral no resulta creíble.
En este libro, el último que escribo, quiero escapar de la emoción y del juicio moral permanente que nos envuelven y proponer un análisis desapasionado de la situación geopolítica. Atención, revelación intelectual: me intereso en mi libro por las causas profundas y de larga duración de la guerra de Ucrania, lloro la desaparición de mi padre espiritual en historia, Emmanuel Le Roy Ladurie11, y lo confieso todo: ¡no soy un agente del Kremlin, soy el último representante de la escuela histórica francesa de los Annales12!
—¿Se puede hablar realmente de una guerra mundial? ¿Y ha ganado realmente Rusia? Estamos más bien en una especie de statu quo…
—Estados Unidos intentará buscar un statu quo para ocultar su derrota. Pero Rusia no lo aceptará. No solo es consciente de su superioridad industrial y militar inmediata, sino también de su futura debilidad demográfica.
Putin quiere alcanzar sus objetivos bélicos economizando hombres y tomándose su tiempo. Quiere preservar la conquista de la estabilidad de la sociedad rusa, evitar la remilitarización y continuar con el desarrollo económico. Pero sabe que en pocos años (¿tres, cuatro, cinco?) el reclutamiento militar será más difícil debido a una caída demográfica. Por ello, Rusia debe golpear a Ucrania y a la OTAN ahora, sin permitirles ninguna pausa. No debemos hacernos ilusiones: el esfuerzo ruso se intensificará.
El rechazo de Occidente a entender la estrategia rusa en su lógica, con sus razones, sus fortalezas y sus limitaciones, ha llevado a una ceguera generalizada. En el plano militar, lo peor está por venir para los ucranianos y los occidentales. Sin duda, Rusia quiere recuperar el 40 por ciento del territorio ucraniano y lograr un régimen neutralizado en Kiev. Mientras tanto, al mismo tiempo que Putin afirma que Odessa es una ciudad rusa, en nuestros platós de televisión se sigue afirmando que el frente se está estabilizando…
—Para demostrar el declive de Occidente, usted insiste en la tasa de mortalidad infantil. ¿Por qué es relevante este indicador?
—Observar la subida de la mortalidad infantil en la URSS entre 1970 y 1974, y la posterior suspensión de estas estadísticas por parte del gobierno soviético, me llevó a predecir en La caída final (1976) que el régimen no tenía futuro. Por lo tanto, es un parámetro probado.
Hoy, Estados Unidos está rezagado respecto a todos los países occidentales en términos de mortalidad infantil. Los más avanzados son los países escandinavos y Japón, pero Rusia también está por delante. Francia lo hace mejor que Rusia, aunque muestra signos de un posible repunte. Pero, en cualquier caso, estamos por detrás de Bielorrusia. Esto significa que la narrativa que nos venden sobre Rusia es en gran parte falsa. Se nos presenta a Rusia como un país en decadencia, enfatizando sus aspectos autoritarios, pero no se reconoce que está en una fase de rápida reestructuración. Su caída fue brutal, pero su recuperación está siendo asombrosa.
Todo esto significa, ante todo, que debemos considerar otra realidad distinta de la que transmiten nuestros medios. Ciertamente, Rusia es una democracia autoritaria (que no protege a sus minorías) y tiene una ideología conservadora. Sin embargo, su sociedad está cambiando, volviéndose cada vez más tecnológica, con un número creciente de elementos que funcionan perfectamente. Decir esta realidad me define como un historiador serio y no como un putinófilo. Todo putinófilo responsable debería haber tomado la medida de su adversario. Además, subrayo que Rusia, al igual que Occidente, al que consideraba en decadencia, tiene un problema demográfico. La legislación rusa anti-LGBT, si bien seduce probablemente al resto del mundo, no lleva a los rusos a tener más hijos que nosotros. Rusia no escapa a la crisis general de la modernidad. No existe un contra-modelo ruso.
Sin embargo, no es imposible que la hostilidad general de Occidente estructure y fortalezca el sistema ruso, al suscitar un patriotismo de unión. Las sanciones han permitido al régimen ruso lanzar una política de sustitución proteccionista a gran escala, algo que nunca habría podido imponer por sí solo a los rusos y que dará a su economía una ventaja considerable sobre la de la UE. La guerra ha reforzado su cohesión social, aunque la crisis del individualismo también existe en Rusia, con los restos de la estructura familiar comunitaria actuando solo como un freno moderador. El individualismo que muta completamente en narcisismo solo se desarrolla en países donde predominaba la familia nuclear, especialmente en el mundo angloamericano. Atrevámonos con un neologismo: Rusia es una sociedad de «individualismo encuadrado», como Japón o Alemania.
Mi libro propone una descripción de la estabilidad rusa y, avanzando hacia Occidente, analiza la enigmática descomposición de la sociedad ucraniana, que ha encontrado en la guerra un sentido para su existencia. Luego aborda el carácter paradójico de la nueva rusofobia en las antiguas democracias populares, la crisis de la UE y, finalmente, la crisis de los países anglosajones y escandinavos. Este recorrido hacia el oeste nos lleva por etapas al núcleo mismo de la inestabilidad del mundo. Es una inmersión en un agujero negro. El protestantismo angloamericano ha alcanzado un «grado cero» de la religión, más allá del estado zombi, y ha generado este agujero negro. En Estados Unidos, a comienzos del tercer milenio, el miedo al vacío se transforma en la deificación de la nada, en nihilismo13.
—Hablar de democracia autoritaria en Rusia, ¿no es demasiado halagador?
—Debemos salir de la dicotomía entre democracia liberal y autocracia demente. Las democracias liberales son más bien oligarquías liberales, con élites desconectadas de la población, nadie salvo los medios de comunicación se preocupa por la remodelación en Matignon14. Frente a eso habría que utilizar otro concepto que sustituya al de autocracia o neoestalinismo. En Rusia, la mayoría de la población apoya el régimen, pero las minorías (gays, grupos étnicos, oligarcas) no están protegidas. Es una democracia autoritaria, que se nutre del antiguo temperamento comunitario ruso que antes produjo el comunismo. El término «autoritario» pesa tanto como el término «democracia».
—Partiendo de su crítica a la decadencia de las «oligarquías liberales», podría pensarse que envidia el segundo modelo…
—Absolutamente no. Soy antropólogo: a fuerza de estudiar la diversidad de las estructuras familiares y los temperamentos políticos, he aceptado la diversidad del mundo. Pero soy occidental, y nunca he aspirado a ser otra cosa. Mi familia materna se había refugiado en los Estados Unidos durante la guerra, me formé en la investigación en Inglaterra, donde descubrí hasta qué punto soy francés y no otra cosa. ¿Por qué querría trasladarme a Rusia? Siento este tipo de acusación como una amenaza a mi ciudadanía francesa, especialmente porque, me disculpo, nacido en el establishment intelectual, formo parte, en un sentido modesto, no financiero, de la oligarquía: antes que yo, mi abuelo había publicado antes de la guerra en Gallimard.
—Usted relaciona el declive de Occidente con la desaparición de la religión —en particular el protestantismo— y fecha esta desaparición en las leyes sobre el matrimonio gay15…
—No he dado ninguna opinión personal sobre este tema social. Solo soy un sociólogo de la religión demasiado feliz de tener un indicador preciso para situar en el tiempo el paso de la religión de un estado zombi a un estado cero. En mis libros anteriores, había introducido el concepto de un estado zombi de la religión: la creencia ha desaparecido, pero las costumbres, valores y capacidades de acción colectiva heredadas de la religión subsisten, a menudo traducidas al lenguaje ideológico, nacional, socialista o comunista. Pero la religión alcanza, en este inicio del tercer milenio, un estado cero (nuevo concepto), que capto a través de tres indicadores. Siempre busco indicadores estadísticos para evaluar los fenómenos tanto morales como sociales: soy fan de Durkheim, el fundador de la sociología cuantitativa, incluso más que de Weber.
En la fase zombi, las personas ya no van a misa, pero aún bautizan a sus hijos; la desaparición del bautismo es hoy evidente, alcanza la fase cero. En la fase zombi, aún se entierran a los muertos, siguiendo de este modo el rechazo de la Iglesia a la incineración; hoy, la difusión masiva de la incineración se ha convertido en la práctica más generalizada, cómoda y no cara: fase cero alcanzada. Finalmente, el matrimonio civil de la era zombi tenía todas las características del antiguo matrimonio religioso: un hombre, una mujer, hijos que hay que educar. Con el matrimonio entre personas del mismo sexo, que no tiene ningún sentido para la religión, salimos del estado zombi, y gracias a las leyes del matrimonio para todos, podemos fechar el nuevo estado cero de la religión.
—Con el tiempo, ¿no se ha vuelto usted un poco reaccionario?
—Fui criado por una abuela que me decía que, sexualmente, todos los gustos están en la naturaleza, y soy fiel a mis ancestros. Así que, LGB, bienvenido. Para mí, la cuestión trans es otra cosa. Las personas involucradas deben, por supuesto, ser protegidas. Pero la fijación de las clases medias occidentales sobre esta cuestión ultraminoritaria16 plantea una cuestión sociológica e histórica. Constituir como horizonte social la idea de que un hombre puede realmente convertirse en mujer y una mujer en hombre, es afirmar algo biológicamente imposible. Es negar la realidad del mundo, es afirmar lo falso.
La ideología trans es, por lo tanto, para mí, una de las banderas de este nihilismo que define ahora a Occidente, esa pulsión de destrucción, no solo de las cosas y los hombres, sino de la realidad. Pero, nuevamente, no estoy en nada abrumado aquí por la indignación ni por la emoción. Esta ideología existe y debo integrarla en un modelo histórico. A la hora del metaverso, no sabría decir si mi lealtad a lo real me convierte en un reaccionario.
NOTAS:
https://www.lefigaro.fr/vox/monde/emmanuel-todd-la-troisieme-guerre-mondiale-a-commence-20230112 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/vox/monde/la-defaite-de-l-ukraine-serait-aussi-la-defaite-des-europeens-donnons-lui-les-moyens-de-se-battre-20231205 ↩︎
Se refiere al verano de 2023. https://www.lefigaro.fr/international/l-ukraine-dans-l-impasse-apres-l-echec-de-la-contre-offensive-20231106 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/societes/etats-unis-la-greve-dans-l-industrie-automobile-menace-toute-la-filiere-20231023 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/flash-actu/aux-etats-unis-de-plus-en-plus-d-americains-se-disent-sans-religion-20211214 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/actualite-france/jean-eric-schoettl-la-violence-legitime-de-l-etat-est-pour-max-weber-une-necessite-fonctionnelle-20230406 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/vox/societe/luc-ferry-le-christianisme-est-un-universalisme-20220824 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/international/vladimir-poutine-accroit-la-repression-anti-lgbt-20230124 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/actualite-france/wokisme-noel-maria-ces-mots-que-deconseille-la-commission-europeenne-20211130 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/international/le-sud-global-une-nouvelle-vision-du-tiers-monde-20230621 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/culture/mort-de-l-historien-emmanuel-le-roy-ladurie-20231123 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/vox/culture/2017/03/17/31006-20170317ARTFIG00321-des-romantiques-a-patrick-boucheron-les-transformations-de-la-science-historique.php ↩︎
https://www.lefigaro.fr/vox/monde/aux-etats-unis-les-somnambules-du-wokisme-20240111 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/politique/remaniement-l-irresistible-ascension-de-gabriel-attal-communicant-hors-pair-et-bon-eleve-du-macronisme-20240109 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/actualite-france/mariage-pour-tous-une-decennie-d-evolutions-et-de-polemiques-20230421 ↩︎
https://www.lefigaro.fr/actualite-france/le-cas-des-eleves-trans-devant-le-conseil-d-etat-20231214 ↩︎
La foto que ilustra el artículo es de Zelch Csaba, cuenta con licencia Creative Commons y se puede encontrar aquí en el repositorio Pexels.
Esta entrevista fue publicada en «Le Figaro» el 12 de enero de 2024 y puede consultarse en este enlace. La reproducimos con licencia y autorización de «Le Figaro» en una traducción realizada por Magdalena García Más.