miércoles, 20 de noviembre de 2024

De las entradas del blog de hoy miércoles, 20 de noviembre de 2024

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles, 20 de noviembre de 2024. La historia nos ha enseñado que el fin no justifica los medios, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy; la lucha por buenas causas se corrompe cuando en nombre de las ilusiones justas utilizamos medios que deterioran la convivencia y asegurarse el poder es el único fin de la política. En la segunda entrada del día, un archivo del blog de hace noviembre de 2018, se hablaba de cómo y por qué las nuevas Humanidades ignoraban los resultados de la biología (el dimorfismo sexual), las matizadas conquistas del derecho (la presunción de inocencia), la inferencia estadística y, sobre todo, la elemental distinción entre hechos y valores, y además, se mostraban dispuestas a prohibir la verdad que, por lo que se veía, había dejado de ser revolucionaria. En la tercera, el poema de hoy, de una poetisa mexicana de la segunda mitad del siglo XVIII, comienza con estos versos: Amor empieza por desasosiego,/solicitud, ardores y desvelos;/crece con riesgos, lances y recelos;/susténtase de llantos y de ruego. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt







De los hipócritas "per natura"

 






La historia nos ha enseñado que el fin no justifica los medios. La lucha por buenas causas se corrompe cuando en nombre de las ilusiones justas utilizamos medios que deterioran la convivencia, afirma en El País [Liberticidio, 18/11/2024] el poeta Luis García Montero. El siglo XX asistió a la falsificación de la palabra comunismo cuando Stalin impuso el terror en nombre de la justicia social. Hay dinámicas graves que no sólo alientan unos medios inaceptables, sino que olvidan o descuartizan sus fines. Asegurarse el poder por todos los medios acaba siendo el único fin. Los malos medios caracterizan el comportamiento de los que no tienen otro fin que su propia ambición, es decir, de los que traicionan el fin que dicen defender. Bueno es recordarlo ahora, cuando el neoliberalismo asalta de manera crispada la política de los países que tienen como fin una democracia social. Ya no vale identificar el progreso con la vida justa y la dignidad humana. En nombre de una libertad definida como la ley del más fuerte, el neoliberalismo desata la furia liberticida que rompe el Estado. Se trata de un camino sin escrúpulos hacia el autoritarismo.

Hay políticos que dicen amar a su país, pero olvidan todo lo que beneficia a su país. Los falsos patriotas son el mejor ejemplo de esta dinámica. Por amor a España van a Europa a trabajar contra los intereses de España. Por amor a la libertad financian la pseudoprensa que manipula la información y los jueces que hacen una pseudojusticia poco independiente. Por amor a España convierten el debate político en un espectáculo de insultos y crispaciones. Por amor a España utilizan el sufrimiento popular de una tragedia para extender discursos de odio.

España necesita una derecha democrática que se aparte del populismo liberticida de la extrema derecha. Pero hay quien considera que la democracia europea es ya, en medio de una pandemia neoliberal, la vieja dama que debe ser abandonada a su suerte en una residencia de ancianos.











[ARCHIVO DEL BLOG] Cuando la verdad es reaccionaria. Publicado el 17/11/2018













Hace ya casi 20 años, escribía hace unos días en el diario El Mundo Félix Ovejero, profesor de Ética y Economía de la Universidad de Barcelona, Brian Barry, un aseado filósofo político de izquierdas, publicó un vehemente ensayo, Culture and Equality, que removió las aguas habitualmente mansas, cuando no pantanosas, de su gremio. Mostraba su preocupación por el crecimiento exponencial de una producción académica antiuniversalista, defensora de "puntos de vista que apoyan la politización de las identidades de grupo, en los que la base de la identidad común es, según se afirma, cultural". Barry no era el primero en subrayar el cambio de tendencia, la sustitución de los ideales de igualdad y justicia por los de diferencia e identidad. Pero sí en recordar que los responsables no eran sólo aquéllos que, con renovada ornamentación, reciclaban un producto bastante viejo, tan viejo como el historicismo alemán, el nutriente fundamental de las peores ideas -y prácticas- que Europa ha cultivado. Barry también recordaba la existencia de responsables por omisión que, por dejación de sus obligaciones intelectuales, habían contribuido a la proliferación del reciclado mejunje. Él mismo: "A mi manera ingenuamente racionalista, solía creer que el multiculturalismo estaba destinado a hundirse tarde o temprano bajo el peso de sus debilidades intelectuales y que, por lo tanto, era mejor que me ocupara en escribir acerca de otros temas". 
Con esa apreciación Barry confirmaba que, como tantos ilustrados, estaba aquejado del virus hegeliano según el cual la razón siempre triunfa. Una manera como otra de creer en la Divina Providencia. Muy hegeliana, pero poco marxista. Porque las escaramuzas, el ruido y la furia, los cabildeos y las luchas por el poder cuentan mucho en la academia. Sucede sobre todo en disciplinas como las humanísticas, carentes de pautas metodológicas sedimentadas. Cuando faltan los patrones inequívocos de tasación prosperan las miserias humanas. Las miserias, por supuesto, están en todas partes, también en la mejor ciencia, pero la garantía de impunidad allana el camino a los peores productos. Entonces, la mercancía mala acaba por expulsar a la buena. No es que las humanidades convoquen a los tramposos, es que en las humanidades prosperan con más facilidad. Hasta consolidan cátedras y disciplinas. Como en la construcción: no es que los bribones se dediquen al mercado inmobiliario, es que el mercado inmobiliario propicia los bribones.
Han pasado los años y vamos a peor. De vez en cuando alguien levanta la voz y retoma el compromiso de Barry. Así lo hizo el físico Alan Sokal cuando envió a Social Text, revista postmoderna, un texto repleto de incongruencias y farfolla con la única intención de mostrar que todo les daba lo mismo. La revista lo acogió con entusiasmo. Hace poco, en una suerte de Sokal 2.0., tres modestos académicos endosaron 20 delirantes artículos a revistas humanistas serias (género, identidad) que habían rematado en poco más de dos tardes -el tiempo justo de aprender la jerga- y que (casi todas) las revistas tardaron menos tiempo en aceptar. Entre ellos destacaba uno, publicado en la postinera Gender, Place, and Culture, según el cual en los parques para perros rige una cultura de la violación, obviamente heteropatriarcal, una suerte de condensado de la violencia machista. Violencia estructural, claro. 
Pero que nadie se inquiete. Mañana será otro día y los delirios se seguirán impartiendo. Las posiciones están consolidadas y, además, las críticas quedan pronto amortiguadas, entre otras razones porque los académicos pocas veces están a la altura de los principios que dicen profesar. Temerosos de ser acusados de complicidad -por abreviar- con el sistema no están dispuestos a asumir el coste de la discrepancia. Si acaso, entre ellos y cuando nadie los ve, se echarán unas risas antes de acudir a una reunión obligatoria sobre perspectiva de género. Y a otra cosa. Lo saben bien los cultivadores de las nuevas disciplinas que administran las intimidaciones con oficio leninista. Hasta conmueve ver a los economistas abjurar de su sagrada eficiencia para honrar las más insensatas -que las hay sensatas- defensas de la discriminación positiva. Quedan pocos Barry y, puestos a decirlo todo, resulta muy fatigoso dedicarse, en lugar de a contribuir a desarrollar el conocimiento, a desmontar supercherías que, como decía aquel Nobel de Física, ni siquiera son falsas. Como si en las facultades de química se tuvieran que ocupar de desmontar la homeopatía porque en esas mismas facultades se impartiera homeopatía.
En realidad, la cosa se ha agravado. No sólo se trata de que las nuevas humanidades ignoren los resultados de la biología (el dimorfismo sexual), las matizadas conquistas del derecho (la presunción de inocencia), la inferencia estadística y, sobre todo, la elemental distinción entre hechos y valores, es que, además, se muestran dispuestas a prohibir la verdad que, por lo que se ve, ha dejado de ser revolucionaria. No incurro en exceso retórico. Sobran los ejemplos de investigaciones frenadas o acalladas porque disgustan sus resultados. Linda Gottfredson, reputada investigadora en el campo de la inteligencia, vio cómo le cancelaban una charla en Suecia porque su trabajo no satisfacía los estándares éticos de la International Association of Educational and Vocational Guidance, entre los que se incluyen "evitar y trabajar para superar todas las formas de estereotipos y discriminación (como el racismo, el sexismo, etc.)". 
Por supuesto, en su obra no hay nada que contravenga estos estándares. No lo hay porque no lo puede haber, porque se ocupa de resultados empíricos, no de valoraciones: las (indiscutibles) diferencias biológicas no justifican las desigualdades de derechos. Por cierto, sus inquietantes resultados constituyen conocimiento consolidado de la investigación (si tienen dudas echen una ojeada a Top 10 Replicated Findings From Behavioral Genetics, Perspectives on Psychological Science, 2016). No es el único caso. Hace bien poco, presiones políticas llevaron a retirar un trabajo aceptado para publicación que utilizaba un modelo matemático para probar una conjetura razonablemente confirmada, la hipótesis de la variabilidad masculina mayor, según la cual, por resumir, hay más idiotas y más genios entre los hombres que entre las mujeres. A la vista de las barbas de sus vecinos, hasta los economistas, siempre tan prudentes, por no decir dóciles, con la corrección política, han mostrado -a través de la American Economic Association- su inquietud por el estado del patio. Otro día les hablo de una investigadora española que, después de realizar una interesante tesis desde la perspectiva de un feminismo informado empíricamente, ha acabado por abandonar su línea de investigación para poder sobrevivir en el mundo académico. 
Cuando se recuerdan cosas como las anteriores, algunas almas cándidas recomiendan disculpar los excesos: no sería la primera vez en la historia que los oprimidos se pasan de frenada, pero eso no quita para reconocer su condición. No seré yo quien ignore el argumento. Tampoco que en no pocas ocasiones los grupos inequívocamente desfavorecidos merecen una protección especial. Pero invocar ese argumento en un debate de ideas está fuera de lugar. Tariq Ramadan, el filósofo político islamista, no es un parado de una banlieue, sino un académico formado en las mejores universidades del mundo. Judith Butler imparte su doctrina feminista en la Universidad de California. No es una emigrante sin papeles. Sus tesis o propuestas no merecen -en ningún sentido- un trato especial. Se han de evaluar como cualquier otra idea del circuito intelectual. Sus ideas son suyas, no las de ningún colectivo desamparado. Es obsceno arrogarse el monopolio de la voz de los desprotegidos y, a la vez, reclamar para sí la protección de éstos para vetar las críticas. Y sobran muestras de que esa operación la practican no pocos a diario: cuando se acallan las discrepancias en nombre del genuino feminismo; cuando las preguntas se despachan como ofensas (homófobas, racistas, sexistas) obviando el fatigoso trámite de argumentar. Al final, los excluidos realmente existentes acaban oficiando como instrumentos de las carreras profesionales de unos cuantos privilegiados, una suerte de involuntaria guardia pretoriana.
Ni investigar el IQ supone defender el racismo ni mostrar las debilidades de la teoría queer equivale a entregarse al sexismo. No es seguro que la verdad sea revolucionaria, pero sí lo es que combatirla es reaccionario. Lo que importa es el afán de verdad. Por cierto, que de eso va literalmente la maltratada cita de Gramsci: "Arrivare insieme alla verità". Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Amor empieza por desasosiego, de Juana Inés de la Cruz (1648-1695)

 






AMOR EMPIEZA POR DESASOSIEGO



Amor empieza por desasosiego,

solicitud, ardores y desvelos;

crece con riesgos, lances y recelos;

susténtase de llantos y de ruego.


Doctrínanle tibiezas y despego,

conserva el ser entre engañosos velos,

hasta que con agravios o con celos

apaga con sus lágrimas su fuego.


Su principio, su medio y fin es éste:

¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío

de Celia, que otro tiempo bien te quiso?


¿Qué razón hay de que dolor te cueste?

Pues no te engañó amor, Alcino mío,

sino que llegó el término preciso.



Juan Inés de la Cruz (1648-1695)

poetisa mexicana














De las viñetas de humor de hoy miércoles, 20 de noviembre de 2024

 

























martes, 19 de noviembre de 2024

De las entradas del blog de hoy martes, 19 de noviembre de 2024

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 19 de noviembre de 2024. Curiosa incurable, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, siempre me asombró la creatividad del lenguaje y sus extraordinarias metáforas, y ya de niña me intrigaba la expresión “tu media naranja” y trataba de escudriñar la relación de los cítricos con nuestros locos, atribulados, eufóricos amores. En el archivo del blog de hoy, publicado en noviembre de 2018, en los albores de la guerra virtual que en teoría es la política por otros medios, se comentaba que cuando esta última se agotara, era posible que estuviéramos caminando hacia un mundo de trols y duendes en el que esta nueva forma de guerra se estuviera convirtiendo en la política a secas. En la tercera van los versos de un poeta mexicano que comienzan así: Te quiero a las diez de la mañana, y a las once,/y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y/con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt












De la búsqueda del otro

 









Curiosa incurable, siempre me asombró la creatividad del lenguaje y sus extraordinarias metáforas. De niña me intrigaba la expresión “tu media naranja” y trataba de escudriñar la relación de los cítricos con nuestros locos, atribulados, eufóricos amores. Años más tarde leería la historia de un antiguo banquete en Atenas, contado por Platón, donde nació esta extraña simbología ácido-erótica, comenta en El País [Una luz que busca encenderse, 17/11/2024] la escritora Irene Vallejo. Durante el suave invierno griego, comienza diciendo Vallejo, un grupo de amigos se reúnen para celebrar una fiesta, con música y abundancia de vino. Sócrates, que es propenso a distraerse con sus pensamientos, llega tarde, cuando el festín ya ha empezado. El joven Erixímaco lo recibe con estas palabras: “Propongo echar a la flautista”, la única mujer de una reunión solo para hombres, “y que nosotros pasemos la velada en mutua conversación”. Y así, expulsando de la estancia a la voz femenina —–detalle revelador que quizás explique ciertas cosas—, comienza un legendario coloquio sobre el amor.

Al hilo de las copas y el duelo de discursos, el escritor cómico Aristófanes, uno de los invitados al banquete, toma la palabra para improvisar un mito acerca de nuestros antepasados, fascinantes criaturas andróginas con cuatro piernas, dos órganos sexuales y dos rostros cada una. Arrogantes y orgullosas, desafiaron a los dioses. Zeus castigó su osadía cercenando a cada una en dos partes para debilitarlas. Les dio un tajo, estiró la piel cortada y formó el ombligo, como si cerrara una bolsa con cordel. Desde entonces, todos los seres humanos, sus descendientes, nos sentimos incompletos. Cuando creemos reconocer en otra persona parte de nosotros mismos, nos abrazamos a ella, tratando de revivir aquella unidad originaria. Mientras trenza con humor su discurso sobre el amor, Aristófanes afirma que somos esa esfera demediada, esa naranja partida, ese individuo roto que trata de reunirse con su mitad extraviada en el universo. Ahí nace la metáfora de la fractura interior, el ideal romántico de la búsqueda del otro yo.

En réplica a esta fábula, Sócrates comparte lo que le enseñó una extranjera de la ciudad de Mantinea, Diotima, “que era sabia en estas cuestiones”. Hasta entonces el amor humano no había sido un tema principal de la filosofía. Diotima representa un enigma, no hay ninguna otra referencia a esta pensadora en los textos griegos. La pregunta sobre su existencia real ha inspirado innumerables debates. Quienes la defienden subrayan que todos los que intervienen en los diálogos platónicos eran personas de carne y hueso, y no hay motivo para considerarla una excepción. Otras voces señalan la ausencia de las mujeres en la conversación filosófica de la época y piensan en un personaje ficticio, utilizado por Platón para exponer su teoría. Nunca sabremos si existió de verdad o es una figura imaginaria, como la Dulcinea cervantina.

Según Sócrates, la sabia mujer describía la experiencia erótica con palabras insólitas y provocativas. Afirmaba que el Amor, lejos de ser bueno y bello, es carencia y puro deseo. Por lo tanto, no podía ser un dios, ya que es imposible que la divinidad sufra déficit de bondad o belleza. Eros no es todopoderoso, sino el hijo de una mendiga, y por eso aprendió a embelesar con su charlatanería. Lo describe como un ser intermedio entre lo mortal e inmortal, el demonio —mixto, híbrido, mestizo, poliédrico— que cose lo humano y lo divino. Con aspecto flaco, desamparado y descalzo, permanece siempre al acecho de aquello que es atractivo. Enamorarse sería, en definitiva, el impulso de los mortales, siempre pobres y ávidos, hacia lo que no poseen: la hermosura, el bien, la sabiduría. Quienes aman con este eros mendigo y anhelante se parecen al protagonista del cuento El perseguidor, de Julio Cortázar, ese saxofonista entusiasta, febril y hundido en la miseria, inspirado en Charlie Parker, que desea de forma obsesiva acceder con su música a realidades inexploradas. Su oscuridad apasionada es “una luz que busca encenderse”.

Diotima y Aristófanes amaron de formas distintas, en antítesis: uno se buscaba a sí mismo —la media naranja—, la otra anhelaba unirse con lo distinto —el deseo que cose—. En realidad, Diotima no hizo tanto el elogio del amor, sino de lo mezclado, incompleto e imperfecto. De lo migrante y mendicante. De los seres periféricos y fronterizos, entre dos mundos. Nos dice que amar no es la búsqueda de tu mitad extraviada en el planeta, sino ese poderoso magnetismo que nos acerca a lo diferente. El vaso comunicante entre realidades distintas. Las palabras de Diotima son un homenaje a los seres hambrientos y sedientos, seguidores eternos de aquello a lo que aspiran. A quienes no encajan. Como la flautista expulsada del banquete. Como ella misma, filósofa allí donde los hombres se apropiaban en exclusiva de la palabra.

Quizá por eso María Zambrano se identificó con la filósofa en la penumbra. En su obra entendía el cuerpo y la experiencia como fuentes de sabiduría, intuiciones que la llevaron a preguntarse por la antigua pensadora erótica. Durante los años de Roma, en torno a 1956, María escribió su ensayo titulado Diótima de Mantinea. Allí exploró la experiencia del exilio. La enigmática griega es la metáfora de aquellas personas que sienten su diferencia como exclusión y extrañeza, que viven sin patria, huéspedes en todas partes, casi clandestinas sobre la tierra, recogidas en sí mismas: “Todo mi ser se hizo caracol marino”.

En nuestro presente de muros y alambradas, las palabras de Diotima avivan el deseo de fusionarse, la rebeldía ante las murallas de prejuicios que levantan las sociedades divididas, el mestizaje frente a las líneas tribales de fractura. Los amantes fronterizos asumen su diversidad y sirven de enlace entre comunidades y culturas. Pueden ser el aglutinante de un mundo en pedazos. De algún modo, todos los seres humanos nacemos extranjeros y extraños. El alumbramiento es la primera migración, el exilio compartido por la humanidad entera. Quién no tiene en el vientre esa herida, el ombligo, la cicatriz de un destierro originario, irreversible. El miedo, la miseria o la violencia empujan a muchas personas a alejarse del lugar natal, romper el cordón umbilical y emprender el viaje hacia lo desconocido. Itinerantes, arrancadas, crisálidas del pasado perdido. Pero incluso quienes permanecen en su tierra de origen conocen el desconcierto y los desarraigos. Hoy estamos obligados a vivir en una realidad sacudida por los cambios; nos reclaman explorar constantemente idiomas desconocidos, nuevos lenguajes, otros códigos.

Ante el vértigo de la transformación, brotan voces añorantes que prometen el viejo ideal imposible de lo homogéneo, lo idéntico, el espejo de lo que somos. Mercadean con el dolor y la mentira para azuzar el odio al distinto, hundiéndonos en un fango que ahoga. Pero este tiempo de individuos e ideas migrantes tiene sed de hospitalidad. Frente al miedo en la mirada, el erotismo según la Diotima socrática nos anima a salir de nuestra burbuja y desprender corazas del corazón, nos arranca de la soledad, nos transforma, nos inserta en un mundo mezclado y variopinto. “En él sí merece la pena vivir”, dice la extranjera de Mantinea. Según la filósofa femenina y forastera, no deberíamos buscar una media naranja a nuestra medida, sino cuestionar la horma y la norma, sin conformarnos ni saciarnos, aprendiendo que se necesita amar la diferencia para llegar a ser uno mismo.












[ARCHIVO DEL BLOG] Un mundo de trols y duendes. Publicado el 14/11/2018











En los albores de la guerra virtual que, en teoría, es la política por otros medios cuando esta última se agota, es posible que estemos caminando hacia un mundo de trols y duendes en el que esta nueva forma de guerra se esté convirtiendo en la política a secas. Lo anterior lo escribía hace unos días en el diario El País la profesora Olivia Muñoz-Rojas, doctora en Sociología por la London School of Economics e investigadora independiente. 
Hacia finales de 2014, comienza diciendo la profesora Muñoz-Rojas, un grupo de ciudadanos lituanos comenzó a coordinarse para contrarrestar la propaganda del Kremlin en las redes, orientada en aquel país a desacreditar al Gobierno y promover un cambio de régimen por medios democráticos o con la ayuda de un ejército vecino amigo, explica el periodista Michael Weiss. Frente al ejército de trols que presuntamente contaminaba la opinión pública lituana, surgió este autodenominado colectivo de elfos que fue creciendo hasta alcanzar cientos de ciudadanos. Su eficacia terminó por captar la atención de las Fuerzas Armadas lituanas, que definieron a estos activistas virtuales como una nueva estirpe de guerrilleros, y, posteriormente, de la OTAN. “Elfos bálticos batallan contra trols rusos”, resume uno de los titulares que recogen este fenómeno del que se han hecho eco los medios en los últimos años.
No estamos inmersos en Mundo de Warcraft u otro videojuego en línea, pero pocos discuten ya que las guerras —ya sea entre países o en su seno— se desarrollarán cada vez menos sobre el terreno y más en el espacio virtual. Los nuevos ejércitos, compuestos de trols, apoyados por bots (trols automatizados), tienen el cometido de inundar las redes con información tóxica destinada a formar ciertos patrones de comportamiento afectivo y cognitivo en la población que la lleven a actuar de una manera determinada. Para lograr que la población se movilice a favor de los objetivos deseados es necesario saber “comunicar con éxito lo que es correcto como incorrecto y lo que es incorrecto como correcto”, explica el exmilitar y analista estadounidense Stefan J. Banach. Hay que ser capaz, continúa, de “generar desequilibrio a nivel individual y social… cegar las mentes del adversario a través de la propagación de elementos de ambigüedad que atacan, engañan y confunden a las personas y producen distracciones masivas de manera tanto física como no física”. El objetivo de la guerra virtual no es otro que el control social, “someter al enemigo sin darle batalla”, resume Banach, evocando la milenaria cita de Sun Tzu en El arte de la guerra.
Los trols financiados por Gobiernos o actores no estatales reciben inestimable ayuda de los odiadores o haters espontáneos de la Red que, además de difundir información tóxica, acosan a periodistas, políticos y otras personas con presencia pública y mediática. A diferencia de los trols mercenarios, sus motivaciones pueden ser diversas, pero el fin último de sus amenazas, se entiende, es impedir que sus víctimas desarrollen su actividad con libertad. Delatar a los trols u odiadores que están detrás de incidentes sistemáticos de acoso en Internet es el objetivo del programa de televisión sueco Trolljägarna (“Los cazadores de trols”), emitido en 2014 y 2015 y con una nueva entrega en 2018. El veterano periodista Robert Aschberg se reúne en cada episodio con varias personas —desde periodistas hasta ciudadanos anónimos— que han sido víctimas de trols y sale después a la caza de los individuos que están detrás de las identidades virtuales acosadoras. Una vez localizados los trols físicamente, los confronta para que expliquen por qué han acosado a su víctima y, en su caso, les anuncia la repercusión legal de su acción.
Al otro lado del Báltico, el fundador del Grupo de Elfos Lituanos insiste en que, en la lucha contra los ejércitos de trols no se trata de contrarrestar propaganda con propaganda alternativa, sino con información lo más completa, fehaciente y matizada posible y también rastrear la identidad de los trols. El reto es respetar escrupulosamente los principios y valores democráticos —desde la libertad de expresión hasta el derecho a la privacidad de los usuarios de las redes— a la par que lograr neutralizar eficazmente los efectos tóxicos de la desinformación y el odio virtual. Un equilibrio difícil de mantener, tal y como demuestran las críticas que recibió Aschberg a su programa cuando uno de los odiadores a los que expuso (y cuya identidad era pública) comenzó, a su vez, a ser objeto de acoso en la Red. Aschberg responde que ello no hace sino demostrar la envergadura del problema y la necesidad de abordarlo.
Odiadores que son a su vez odiados, trols que se convierten en duendes, y a la inversa… No es difícil argumentar que la Red es tan líquida, lúdica y perversa a la vez —tan ambivalente, en suma— que escapa a la lógica de la predictibilidad institucional que ordena nuestras instituciones democráticas en la actualidad. Pero también, sostienen algunos críticos, puede que se esté dando un uso excesivamente laxo del concepto trolear. De ser una identidad subcultural a principios y mediados de los 2000, explican Gabriella Coleman y otros autores, en la última década, “el término se ha aplicado a tantos tipos de comportamiento en tantos contextos diferentes que lo grande y lo pequeño, lo dañino y lo inofensivo, lo progresista y lo reaccionario acaban aplanados en una categoría resbaladiza que sugiere vagamente algo que perturba. Reenviar opiniones odiosas y acusar al presidente [de Estados Unidos] de hipocresía. Exponer la solidaridad feminista y exponer la misoginia violenta. Todo, de algún modo, se vuelve lo mismo”. Coleman ejemplifica esta laxitud conceptual con el caso de Anonymous.
El movimiento, en su origen, se caracterizaba por hacer gamberradas en la Red sin otra intención que reírse alto y fuerte (laugh out loud, LOL). Seguidamente, pasó a desempeñar un papel clave en reivindicaciones democráticas y de justicia social como las primaveras árabes y Occupy Wall Street. En los últimos años, páginas web anónimas muy frecuentadas como 4chan, que usa también Anonymous, han servido de altavoz para la derecha alternativa (alt-right), generando la impresión de que los Anons siempre actuaron desde ese lado del espectro político. Ciertamente, en el término trol se confunden dos acepciones, como explicó Álex Grijelmo en este diario: la escandinava, en la que troll hace referencia a un ser maligno que habita los bosques; y el verbo inglés to troll, que designa una técnica de pesca consistente en arrastrar lentamente varias líneas con cebos coloridos. La potencia de los trols virtuales se basa, pues, en que lanzan vistosos cebos en los que los internautas pican.
Estamos en los albores de la guerra virtual que, en teoría, no es otra cosa que la política por otros medios cuando esta se agota. Pero es posible que esta nueva forma de guerra se esté convirtiendo en la política a secas. Sería interesante saber qué pensaría hoy Jean Baudrillard sobre el fenómeno. El autor de La guerra del Golfo no tuvo lugar mantuvo en 1991 que la guerra del Golfo había sido vivida como un simulacro de conflicto por parte de la población occidental que en sus pantallas solo veía estilizadas tomas aéreas de los bombardeos estadounidenses y no los muertos y la destrucción causados por las bombas. Intuía ya Baudrillard que el simulacro o la realidad virtual podía terminar convirtiéndose en la realidad dominante.
Aunque los medios tecnológicos hayan evolucionado exponencialmente, incluso el conocimiento neurocientífico, es bueno recordar que la manipulación y la propaganda son tan viejas como la humanidad. Los rumores siempre sirvieron para condicionar, humillar y destruir a individuos y colectivos. Quizá el mejor antídoto contra la información tóxica y el odio, además de una educación crítica y amplia de miras, es desconectarse de la Red y, mientras sea posible, observar la realidad con nuestros propios ojos. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt














El poema de cada día. Hoy, Te quiero a las diez de la mañana, de Jaime Sabines (1926-1999)

 






TE QUIERO A LAS DIEZ DE LA MAÑANA


Te quiero a las diez de la mañana, y a las once,

y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y

con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia.

Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me

pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la

comida o en el trabajo diario, o en las diversiones

que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con

la mitad del odio que guardo para mí.


Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y

siento que estás hecha para mí, que de algún modo

me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos

me convencen de ello, y que no hay otro lugar en

donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu

cuerpo. Tu vienes toda entera a mi encuentro, y

los dos desaparecemos un instante, nos metemos

en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo

hambre o sueño.

Todos los días te quiero y te odio irremediablemente.

Y hay días también, hay horas, en que no

te conozco, en que me eres ajena como la mujer

de otro, Me preocupan los hombres, me preocupo

yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense

en ti durante mucho tiempo. Ya ves ¿Quién

podría quererte menos que yo amor mío?


Jaime Sabines (1926-1999)

poeta mexicano














De las viñetas de humor de hoy martes, 19 de noviembre de 2024