miércoles, 12 de abril de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] Canarias y el pleito insular. [Publicada el 30/05/2013]










Me sumo a la efeméride del Día de Canarias, como hago todos los años por estas mismas fechas, trayendo hasta el blog un asunto que, dos siglos después de iniciado, sigue influyendo decisivamente en la -por lo que parece- difícil vertebración política definitiva de Canarias.
Y me gustaría hacerlo, por deformación profesional -como amante de Clío, la musa de la Historia- a partir de la obra de uno de los grandes historiadores que ha dado Canarias, y ha dado muchos, que han nacido en esta tierra atlántica común que nos acoge. Me refiero a Marcos Guimerá Peraza (1921-2012), fallecido justamente en mayo del pasado año, y al estudio que dedicó al  denominado "Pleito Insular", publicado entre 1967 y 1974, en el prestigIoso Anuario de Estudios Atlánticos, en cinco entregas sucesivas que pueden ustedes leer a partir de este enlace.  
Un "pleito" difícil de entender para quien no sea canario, no solo por lo que tiene de peculiar e idiosincrásico, sino por la carga política que lo provocó, lo mantuvo, y que aún colea, y que en realidad se resume en la lucha por la hegemonía en el archipiélago de las "burguesías" dominantes y enfrentadas de las ciudades de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria. Guimerá Peraza lo deja meridianamente claro desde el inicio del prímero (1967) de los estudios que le dedicó: 
"Las luchas por la capitalidad, primero, y por la división, después,cuentan con más de un slglo de antigüedad en el Archipiélago Canario. Y gozan siempre, por desdicha, de actualidad, tan pronto se apunta, siquiera, el tema de la unidad regional, después de más de cuarenta años de la división, en dos, de la provincia de Canarias. 
Con la renovación del pleito insular, el tema de la capitalidad resurge. Orillado con la división de 1927, sustituido mucho antes por el divisionismo, con la pensada creación de regiones cobra el problema de la capitalidad del Archipiélago nuevos bríos. 
Como es sabido, la organización de las Islas Canarias, antes y después de la Conquista, a fines del siglo xv, fue por Islas, regidas por sus antiguos Ayuntamientos o Cabildos. No hubo nunca una capitalidad provincial o regional, que extendiera su jurisdicción a todo el territorio. Había, sí, en la isla de Gran Canaria una Audiencia y un Obispado; como en la de Tenerife una Comandancia o Capitanía General, desde finales del siglo XVII : concretamente, instalada en Santa Cruz desde 1723, por el Marqués de Vallehermoso. Pero no existió una capital administrativa, política ni económica, hasta bien entrado el siglo XIX.
La realidad es que la unidad ha sido, y es, la Isla. El Archipiélago es, por definición, un conjunto de Islas, y en las Canarias presentan caracteres bien distintos entre sí, y no sólo geográficos. La historia, política y administrativa, ha coincidido con la geografía.
Y la economía ha presentado diferencias notables entre islas. Pues bien, pese a ello, al nacer la Provincia de Canarias con la Constitución de 1812, surgió, casi de inmediato, el pleito sobre la capitalidad. Pero como quiera que la pugna entre Tenerife y Gran Canaria ya había aparecido desde el Motín de Aranjuez en 1808, nuestro estudio va a comprender la historia de la lucha por la capitalidad durante el primer tercio del siglo a XIX, es decir, la parte del mismo que va desde la guerra de la Independencia contra Napoleón hasta el final de la primera guerra carlista: de 1808 a 1839." 
El "Pleito Insular" es evidente que ya no es lo que era, ni histórica ni políticamente, pero sigue estando ahí por algo tan sencillo de explicar, como por lo que parece difícil de entender para muchos: que la realidad insoslayable de Canarias, como dice Guimerá Peraza, es la ISLA. Que el archipiélago canario son siete (o trece) islas diferentes física, histórica, social, cultural y económicamente. Para resolver circunstancias como esta se creó el federalismo.
Federalizar Canarias supondría replantearse la distribución del poder político en el seno de la Comunidad Autónoma de manera horizontal entre el gobierno regional y los gobiernos insulares mediante un reparto de competencias tasado estatutariamente tanto a nivel regional como insular, y la configuración de un parlamento regional (o Cabildo General de Canarias) bicameral en el que estuvieran representados tanto el pueblo del archipiélago en su conjunto como cada una de sus islas (consideradas como entidades territoriales propias y autónomas) con competencias legislativas iguales y otras propias y específicas de cada una. La Cámara de elección popular sería elegida por la totalidad de la población del archipiélago por un sistema proporcional puro, en una circunscripción electoral única. La Cámara territorial estaría conformada por representantes de los gobiernos de los Cabildos Insulares, en número igual para cada uno de ellos, independientemente de su población, y con un solo voto para cada isla.
No es la primera vez que planteo esta posibilidad. Lo hice ante el propio Parlamento de Canarias en 1995, 1996 y 1997, con ocasión de las deliberaciones que llevaron a la reforma del Estatuto de Autonomía, y en varios artículos publicados en la prensa regional que tuvieron cierta repercusión en medios académicos y universitarios, pero ninguna política. Esos artículos pueden leerse, en el blog en las entradas correspondientes a los días 26/27 de octubre y 25/28 de noviembre de 2006.
Respecto al tan traído y llevado tema de las identidades compartidas, me gustaría dejar claro expresamente que no tengo problema alguno al respecto: me siento tan ciudadano (de mi ciudad) como grancanario, canario, español y europeo. No renuncio a ninguna, no las confronto, todas son mías (y de ustedes, si lo desean).
Sean felices, por favor, a pesar de todo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt













martes, 11 de abril de 2023

De los progres y las fuerzas del orden

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la politóloga Estefanía Molina, va de los progres y las fuerzas del orden. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
harendt.blogspot.com








Un amigo ‘progre’ se ha hecho Guardia Civil
ESTEFANÍA MOLINA
06 ABR 2023 - El País
harendt.blogspot.com 

Un amigo ‘progre’ se ha metido a Guardia Civil, así que cuando salimos a tomar algo hace un par de semanas, fue imposible esquivar la curiosidad por su decisión. El grupo se sorprendió porque alguien con pendiente en la oreja y maestro de profesión se pasara al bando de quienes sofocaron sus protestas callejeras de juventud. Cierta izquierda aún no siente como suyas las fuerzas de seguridad: véase la frustración por la no derogación de la ley mordaza.
Y lo primero fue conocer los motivos del chaval. “Quería aportar mis valores progresistas y pedagógicos a la función del orden”, nos deslizó recién llegado de la academia de Baeza. Cree que al tribunal quizás le causó simpatía su perfil interesado en la cultura, los idiomas o viajar —aunque no se preguntó por su ideología, claro está—.
Así que ese testimonio pasó ante mis ojos como una metáfora: muchos amigos progres se lamentan a menudo de que los cuerpos policiales no hayan dejado de percibirse como “patrimonio” de la derecha en el imaginario popular. Le afean a la izquierda clásica que no haya logrado revertir ese relato tras 40 años de democracia. Y esos marcos mentales pasan factura cuando al progresismo le toca revertir ciertas leyes.
Por eso, la frustrada reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana no sorprendió, pese a la enorme desazón provocada. Desde el inicio de los trabajos, cobró demasiada fuerza el mantra esparcido por la derecha y ciertos sindicatos policiales sobre que el Gobierno quería “desproteger a los cuerpos”. Y ello es delicado en un país donde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado son de las instituciones más valoradas, según un estudio del CIS de 2017.
El problema es que la izquierda tampoco se esmera en que cale su idea de una seguridad vinculada a las libertades públicas. El progresismo tiene la tarea pendiente de concienciar sobre que la fiscalización policial no implica desconfianza, desprestigio, o quitarles herramientas a los cuerpos para hacer su trabajo. En ausencia de un relato sólido, de un afán pedagógico sobre derechos humanos y autoridad, los complejos se acabarán imponiendo, llevando al traste las reformas que siguen pendientes.
El PSOE seguirá cargando con el temor a que las modificaciones en materia de orden se lean como “desprotección” de los cuerpos: no es lo mismo hacerle oposición a Mariano Rajoy que ser la izquierda de Estado en el Gobierno. Podemos continuará tirando de su socio a medio camino entre el posibilismo, y el intento de contentar a esa parte de su base electoral que ve la policía como una institución “represora”. El voto de ERC y Bildu permanecerá decisivo, con capacidad de tumbar reformas que no consideren de calado.
Aunque cualquier terreno cedido solo podrá que fomentar el imaginario conservador en el debate público. Ejemplo fue la polémica en redes cuando la cuenta de Twitter de la Guardia Civil colgó su logo con la bandera LGTBI. Como hija del cuerpo pensé que reivindicar la libertad de esos ciudadanos identificaría a mi padre y a cualquier agente, al margen de ninguna consideración ideológica. En cambio, la foto final fue la de esa ultraderecha a quien le gusta adueñarse de los marcos mentales, y puso el grito en el cielo, obviando que también hay homosexuales en esas instituciones —mi amigo tiene varias compañeras lesbianas—.
Dice Santiago Alba Rico en estas páginas que tiene miedo a la Policía: me pregunto por qué yo no. Tal vez porque me he criado en un cuartel, y creo en la pluralidad humana que existe tras los uniformes, aunque no haya sufrido a los grises, ni jamás haya tenido a un antidisturbios delante. O quizás porque de los cuerpos jamás se subrayan sus valores: el orden, la ley, sí, pero también la disciplina o el compromiso social. Ahí está el guardia civil de tráfico enterrado en Asturias, héroe que salvó a varios jóvenes ciclistas de ser atropellados.
El miedo es también una forma de renuncia a conquistar cualquier espacio en la opinión pública, al considerarlo ajeno. Urge reivindicar a cada amigo guardia civil o policía progre, concienciado ante la pobreza, los desahucios o la importancia de una seguridad democrática. Es el primer paso para que el progresismo extienda su marco de libertad y derechos humanos en las cuestiones de orden, tal que dejen de ganar terreno las pulsiones de ultraderecha en medio del clima de polarización. Ahí seguirá la ley mordaza vigente para reflexionarlo.
































[ARCHIVO DEL BLOG] Mis últimos papas. [Publicada el 18/09/2013]










"Sic transit gloria mundi": Así pasan las glorias del mundo... Hoy hace un año que murió Santiago Carrillo. No he leído, visto ni oido ni una sola palabra al respecto en prensa, radio o televisión, salvo (la excepción que confirma la regla) el sentido reconocimiento que le hace el juez Baltasar Garzón en El País de hoy. El comunismo nunca ha sido una opción para mí, pero Santiago Carrillo, sin duda uno de los artífices y protagonistas principales de la tan denostada (por otros) "Transición española a la democracia", se merecía un recuerdo: no lo ha tenido, pero yo le rindo mi sincero homenaje de respeto y admiración por lo que hizo durante ella y por como lo hizo.
Pero también se podía aplicar el latinajo al "Estado de Bienestar", que el Discurso de la Corona del rey de los Países Bajos (escrito por el gobierno, no por él), da por finiquitado, enterrado y olvidado en el país de los tulipanes... ¿y en Occidente? En España ya hiede, pero en fin..., hoy no quería hablar ni de Santiago Carrillo ni del Estado de Bienestar o lo que quede de él, sino de la iglesia católica, y más en concreto de sus últimos papas.
Para mí, la Historia de la Iglesia Católica, y mi relación afectiva con ella, se acaba un 3 de junio de 1963, ha hecho cincuenta años, con la muerte de Angelo Giuseppe Roncalli, el papa Juan XXIII. Ese mismo día, con 17 años, salía por vez primera yo solo de viaje, rumbo a la Academia General Militar, en Zaragoza. No aprobé el ingreso en la misma, y aquel hecho cambió mi vida para siempre, y para bien.
Cinco años antes su elección como papa también pareció cambiar el rumbo de la Iglesia Católica. Y no sólo por la convocatoria del Concilio Vaticano II, cuya apertura llegó a presidir. También por hechos tan significativos como el de ser el primer papa en salir de los muros de San Pedro desde 1870, donde sus antecesores se habían encerrado como protesta por la designación de Roma como capital del Reino de Italia. También fue el primer papa en visitar una por una las parroquias de su diocesis, como obispo de Roma. Y su primera visita fuera del Estado Vaticano fue a una cárcel, la famosa prisión romana "Regina Coeli"... También fue el primero, en 400 años, en reunirse con el arzobispo anglicano de Canterbury... Fueron solo gestos, pero significativos... Y luego, su inmensa sonrisa, siempre franca y abierta... Afectivamente, fue mi último papa...
En mis 67 años de vida he conocido siete papas en el trono del Estado de la Ciudad del Vaticano: Del antecesor de Juan XXIII, Pio XII, guardo la imagen de un hombre de perfil pétreo, siempre adusto y serio en sus fotos, del que más tarde se supieron hechos que ponían en entredicho su pontificado. De su sucesor, Pablo VI, tengo mejor recuerdo; sobre todo de su trascendental discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York, que dijo en francés, y que seguí con gran interés por televisión; de su impulso al Concilio Vaticano II, que culminó; de su enfrentamiento público con el régimen franquista, que yo no entendí bien hasta más tarde. Le sucedió en el trono Juan Pablo I, de cuyo efímero reinado algunos han querido hacer una novela de misterio, y del que pienso que pudo ser, si la Fortuna le hubiera dejado vivir, un gran bien para la Iglesia y el mundo. Con Juan Pablo II, su sucesor, reconozco que nado contra corriente: todo su reinado me parece negativo para la Iglesia; derribó con alevosía y premeditación todo lo proyectado por el Concilio; cerró las puertas de la iglesia a cal y canto a cualquier posibilidad de reforma; se obsesionó con el sexo como si la virginidad fuera la virtud más excelsa del cristiano; pero fue también un gran comunicador y un excelente actor, que supo convertir su muerte en el mayor espectáculo de masas de la historia. De su sucesor, Benedicto XVI no cabe decir mucho: su puesto de Inquisidor General durante el reinado de su antecesor, y su vinculación profunda con éste, definen su pontificado. Era un estudioso, un teólogo, no un gobernante. Su abdicación le honrra como persona. Del actual papa Francisco, no me atrevo a emitir juicio alguno; ha levantado esperanzas inéditas en la iglesia desde hace siglos. Eso de una iglesia pobre y para los pobres ha levantado ronchas en la durísima piel de buena parte de la curia. ¿Le dejarán? Y sus últimas declaraciones a la revista Razón y Fe, seguro, han tenido que dejar con cara de espanto a la mayoría de los que le auparon al trono. ¡Estos jesuitas, siempre dando la nota para bien o para mal! El periódico La Razón, portavoz de la derecha más rancia española, le tacha de ingenuo; tengo la impresión de que los ingenuos son ellos. Iba a añadir que no es mi problema, ni me preocupa, pero no sería verdad del todo. Le deseo mucha suerte; la va a necesitar...
La reflexión anterior viene provocada por la relectura del artículo que en El País del 27 de septiembre de 2008, titulado "El día que Juan XXIII cenó aparte", escribió Hilari Raguer, historiador y monje benedictino en Montserrat, con motivo del cincuenta aniversario de la elección como papa de Juan XXIII. Lo pueden leer más abajo.
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt













lunes, 10 de abril de 2023

De la frivolidad de los intelectuales

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del escritor Sergio del Molino, va de la frivolidad de los intelectuales. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.









Escandalizar al ‘progre’: la frivolidad de los intelectuales
SERGIO DEL MOLINO
05 ABR 2023 - El País
harendt.blogspot.com

Tiene Guillermo Altares el buen gusto de abrir su nuevo ensayo, Los silencios de la libertad, con dos epígrafes de Primo Levi y de Georges Bernanos. El de Levi dice: “Hay que desconfiar de quien trata de convencernos con argumentos distintos a la razón, es decir, de los jefes carismáticos: hemos de ser cautos en delegar en otros nuestro juicio y nuestra voluntad”. El de Bernanos habla de la cólera de los imbéciles. No me ha dado tiempo aún de leer el libro, y como, contra lo que es costumbre en esta tierra, no comento libros que no he leído, dejaré los elogios para mejor ocasión. Me quedo, pues, en las citas del pórtico.
Hablan ambas de cómo la democracia decae cuando la razón deserta, pero yo pienso estos días en el daño que le infligen quienes hablan desde la razón más o menos ilustrada. Leo —en vez de leer a Altares, malditas distracciones— una entrevista a Jano García donde dice que no cree en la democracia y que prefiere un dictador que haga el bien común al actual Gobierno de España. No he leído sus libros y no puedo juzgarle más allá de esa entrevista, donde se expresa muy asertivo y sin ambigüedades, pero he comprobado que este exjugador de póker y agitador “políticamente incorrecto” es un fenómeno casi de masas cuyas opiniones resuenan con mucho eco en la bóveda de España.
Puede que la estupidez, el odio y el mesianismo desgasten la democracia, pero también hace lo suyo la frivolidad de los intelectuales. Con la excusa de criticar legítimamente a un Gobierno (crítica, además, necesaria), cada vez son más los que coquetean con el autoritarismo. Empezaron jugando a escandalizar a los progres, que es un juego divertido, porque se parece al de escandalizar a beatas. Pero, de tanto fumar farias para echar el humo a los moralistas y reírse de sus toses, han acabado cogiéndole gusto al vicio: salieron vestidos de naranja y ahora van de verde, sin haber pasado por el azul. Los más jóvenes, como García, siempre han ido de verde. A los más viejos les conocimos muchas chaquetas, incluso alguna de pana.
Hace casi 100 años, Julien Benda denunció La traición de los intelectuales que, por frivolidad o temperamento, abrieron las puertas a los fascismos, ungiéndolos de respeto y legitimidad discursiva. No solo debemos cuidarnos de la estupidez y de los mesías, sino de aquellos que abrazan la democracia como un oso, rompiéndole el costillar. Quizá no lleguen a matarla, pero facilitan el trabajo de los liquidadores.