viernes, 2 de agosto de 2024

Del 18 cumpleaños de Desde el trópico de Cáncer

 






Hoy viernes, 2 de agosto, cumple Desde el trópico de Cáncer dieciocho años y alcanza su mayoría de edad. Dieciocho años de alegrías y frustraciones, a partes desiguales, eso sí. Alegrías, porque de ninguna otra manera podría definirse lo que uno siente cuando las 6379 entradas publicadas en el blog alcanzan ya en este preciso momento más de 1352000 visitas y los comentarios de sus lectores los 3170. Frustración, porque después de 6379 entradas publicadas sé que me repito, resulto cansino en mis argumentaciones, que me falta la frescura de los primeros tiempos. Y también que tengo escasas opciones de remediarlo. Al menos como a mí, mi más severo crítico, me gustaría hacerlo.

En este día de celebración que me emociona compartir con los amigos de Desde el trópico de Cáncer, desearía enviar un saludo muy especial a los lectores estadounidenses del mismo, que son mayoría absoluta por goleada, seguidos por detrás por España y Francia, y muy muy por detrás ya por Alemania, México, Suecia, Singapur, Rusia, Canadá…y otros tan exóticos como Hong Kong, con más de cinco mil visitas solo por su parte.

No quisiera concluir esta entrada de aniversario sin hacer mención, una vez más, a la intención que movió a su autor al crear Desde el trópico de Cáncer. Intención que no es otra, parafraseando a Karl Popper, que demostrar en la medida de sus posibilidades que el papel del pensamiento es el de llevar a cabo las revoluciones por medio de debates críticos más que a través de la violencia y la guerra, siguiendo con ello la tradición del racionalismo occidental de librar las batallas, como dijo Víctor Hugo, con palabras y no con armas. Por eso, Desde el trópico de Cáncer asume sin cortapisas que toda opinión está sujeta a crítica, que hay opiniones más valiosas que otras y que no todas son merecedoras de igual respeto. Respeto que sí merecen, sin ambigüedades de ningún tipo, las personas que las emiten, pues siguiendo a Kant el hombre es siempre un fin en sí mismo, y no un medio para uso de otros.

En todo caso, les reitero que si algo interesante hay en las entradas de Desde el trópico de Cáncer, por subjetiva que resulte esta apreciación, no son los comentarios y opiniones de su autor sino los enlaces, artículos y opiniones de esos "otros" que le sirven de excusa para ellos.

Gracias de todo corazón a todos los amables lectores de Desde el trópico de Cáncer. Ustedes son la principal razón de su continuidad. Hoy es fiesta para este blog, pero no cierra por descanso. Nos vemos mañana. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt













[ARCHIVO DEL BLOG] Garganta profunda. [Publicada el 20/11/2011]













Acabo de ver por televisión (Canal +) una película mítica del cine porno. Sí, no podía ser otra que “Garganta profunda”, dirigida en 1972 por Gerard Damiano (1928-2008) e interpretada en sus papeles principales por Linda Lovelace y Harry Reems. No la había visto anteriormente y me ha parecido mala, como casi todo el cine porno, pero también al contrario de lo tradicional en éste, una película divertida y entretenida. El mito de “Garganta profunda” se fundamenta en un triple hecho: Uno, fue la primera película porno exhibida en un circuito comercial y generó en los Estados Unidos una profunda controversia sobre la libertad de expresión que llegó hasta el pronunciamiento del Tribunal Supremo y la condena de sus productores y actor principal. Dos, por el encumbramiento hasta la figura de mito de la hasta entonces desconocida actriz, Linda Lovelace (1949-2002), más tarde principal instigadora de una desaforada cruzada antipornográfica en la que adujo que había sido obligada, a punta de pistola, a realizar las famosas felaciones que dieron título al film. Y tres, porque de manera indirecta coadyuvó a la defenestración política del presidente Richard Nixon a raíz del “caso Watergate”, ya que al principal informador secreto de los periodistas del Washington Post que desvelaron el caso éstos le dieron el sobrenombre de “Garganta profunda”.
No soy un asiduo de las visitas al cine. Casi todo lo que veo al respecto es por televisión, video o DVD. En estos últimos meses he visto una serie de películas que me han impactado profundamente. Son todas películas de las denominadas de autor: “El bosque”, “Munich”, “Titus”, “Entre copas”, “El hundimiento”, “Cosas que diría con sólo mirarla”, “Brokeback Mountain”,… Me gustaría comentarlas y dejar constancia de la impresión que me produjeron; pero eso será otro día. Son las dos y media de la mañana, y por hoy, me voy a dormir. Felices sueños...
El vídeo que acompaña la entrada son las escenas iniciales de la película "Garganta profunda" (1972) de Gerard Damiano. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt










El poema de cada día. Hoy, Árbol que yo planté, de Saulo Torón (1885-1974)

 






ÁRBOL QUE YO PLANTÉ


Árbol que yo planté, tus frutos de oro

premio son de tu gracia y de mi empeño;

-cada afán tiene un logro, aunque pequeño,

todo el logro de un tesoro.-

De tu ramaje el cimbrear sonoro

alas le ofrece a mi abatido ensueño,

cuando disfruto el bienestar risueño

de tu cobijo, en la quietud que adoro,

Árbol que yo planté -¡siembra fecunda!-,

tu rama erguida y tu raíz profunda

ejemplo son del orden soberano:

Arraigar en la tierra con firmeza,

para que en el espacio la cabeza

sueñe y dé frutos para el bien humano.


Saulo Torón (1885-1974)

Poeta grancanario













Las viñetas de hoy

 



















jueves, 1 de agosto de 2024

Sobre la necesidad de reconciliarse con la imperfección del mundo. Especial 1 de hoy jueves, 1 de agosto

 






Una de las grandes tareas del ciudadano culto es reconciliarse con la imperfección del mundo»
JAVIER GOMÉ y PEDRO VALLÍN 
26 JUL 2024 - Revista Ethic - harendt.blogspot.com

«Si la democracia liberal es el mejor momento de la historia, ¿por qué la gente está tan enfadada?». Esa es la pregunta que plantea el diálogo recogido en ‘Verdades penúltimas’ (Arpa, 2024), donde el filósofo Javier Gomá y el periodista Pedro Vallín debaten sobre la democracia y sus imperfecciones y el descontento que parece haberse propagado en la sociedad de hoy. El hilo conductor de Verdades penúltimas es el malestar en la democracia. ¿Por qué parece haberse generalizado el spleen, ese estado de melancolía sin causa exacta, el teadium vitae?
Javier Gomá: Tu pregunta adquiere mayor dramatismo si lo combinas con el otro dato, si fuera el peor momento de la historia entonces el malestar no necesitaría una explicación; el problema teórico viene cuando afirmamos que es el mejor momento de la historia. ¿Si estamos tan bien, por qué nos sentimos tan mal? Pedro y yo coincidimos en que habría al menos cuatro causas estructurales. Primero, que el malestar es inherente a la condición moderna. La modernidad ha sustituido el concepto de felicidad por el concepto de dignidad y la dignidad es lo más excelente que tenemos, pero al mismo tiempo está más expuesta a la cosificación que nunca. Siempre la modernidad está asociada a una cierta angustia, un cierto nihilismo. La segunda causa de malestar procede, paradójicamente, de que el aumento del reconocimiento de la dignidad produce mucho más escándalo que antes. La tercera es que el descontento es también propio de la actitud general ante la cultura. Por último, tras la caída del muro de Berlín, se ha producido una interiorización del descontento.
«Siempre la modernidad está asociada a una cierta angustia, un cierto nihilismo»
Pedro Vallín: La democracia liberal tiene esta condición de vida de un deportista de élite, en la que va a pasar mucho más tiempo añorando los éxitos que intentando conseguirlos. Desde el 89, somos un deportista retirado que triunfó. Pero, claro, la nostalgia es un activador mucho menos virtuoso de los humores sociales que la aspiración, que genera mucho más entusiasmo y esperanza. En el momento en que ya no externalizamos en el otro bloque, donde teníamos subcontratado el malestar, eso nos asusta. Además, por comparación, nos hacía mejores, porque aquello era un mundo gris y frío y la democracia liberal un mundo de colorines. Pues ahora todo lo que antes eran factores de adhesión de la sociedad cosmopolita, liberal, moderna, tolerante, ahora son estorbos. Y luego creo que hay otra razón de la que no hablo en el libro: el envejecimiento de la población. Somos gente muy mayor. Yo creo que las sociedades pujantes son sociedades jóvenes y que, cuando la pirámide poblacional se invierte, la sociedad se vuelve conservadora como actitud vital, refunfuñona.
Ustedes dicen que la democracia liberal es el sistema de las verdades penúltimas, un sistema para el «mientras tanto», porque dignifica el presente, no idealiza el futuro. ¿Cómo se enfrenta esa verdad penúltima a lo que Moisés Naím llama las «tres P»: polarización, populismo y posverdad, y a las que yo añadiría una cuarta, policrisis?
JG: Esas cuatro P excitan a una sociedad no educada a convertir las verdades penúltimas en últimas. Un hombre o una mujer educada es una persona que se reconcilia con la imperfección del mundo. El mundo es provisional, penúltimo, imperfecto. Y una de las grandes tareas del ciudadano culto es aprender a reconciliarse con la imperfección del mundo. Sin embargo, el corazón no educado de la ciudadanía tiende a mezclar los dos planos, el de la escatología interior y el del mundo exterior, y hacer de las instituciones instrumentos de salvación personal. Aspiras a que te hagan feliz, que te salven, que te rediman, que te hagan sentir bien, que te proporcionen una identidad, que te integren en un grupo. Es decir, convierte el mundo de las verdades penúltimas en verdades últimas.
«El mundo es provisional, penúltimo, imperfecto»
PV: Toda la movida de la posverdad es muy importante, pero yo no creo que se mienta más que antes, simplemente ahora es más fácil darse cuenta. Las mentiras de propaganda vertidas por los gobiernos durante la Segunda Guerra Mundial fueron dilucidándose años después. En la guerra de Irak, el escándalo de las prisiones de Abu Ghraib se conoció cinco meses después de producirse las torturas. Como ahora rápidamente se sabe que algo es mentira, la sensación es de que se miente muchísimo en la información pública. El problema es que necesitamos educarnos en la incertidumbre, en la provisionalidad, en que no hay respuestas definitivas, porque han muerto las grandes ideologías… Hay una frase que dice: «Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo mismo no me encuentro muy bien». La gente se marea un poco con la complejidad, la incapacidad de entender bien los mecanismos con los que funcionan las sociedades sofisticadas. Entonces, ¿qué es el populismo? Pues es una respuesta sencilla, pegar un golpe en la mesa. Y por eso también funcionan las teorías de la conspiración, porque son un relato ordenado y vertical del mundo. Javier decía el otro día que los ciudadanos preferimos pensar que estamos gobernados por el mal a asumir que no hay una dirección de la historia dirigida por nadie. Que debería ser el sentimiento natural porque en las democracias liberales mandamos nosotros.
Precisamente quería que habláramos sobre las ideologías de gran relato, los «relatos de consuelo» que funcionan en un terreno cercano al mito, como la nación, las conspiraciones, el fanatismo…
PV: Si te fijas, las tres religiones abrahámicas hicieron un camino hacia la modernidad entre el siglo XIX y XX y están viviendo ahora una regresión a sus versiones más intransigentes. Responde al mismo fenómeno: esa necesidad de interpretaciones cerradas, verdades definitivas, respuestas totalizadoras que en el fondo son incompatibles con la modernidad y con la democracia.
«Necesitamos educarnos en la provisionalidad, en que no hay respuestas definitivas»
JG: Mariana, has utilizado una palabra muy hermosa, «relatos de consuelo», que no es tan distinta de las «verdades últimas», cuando los ciudadanos esperan de las instituciones políticas cosas como la felicidad, la identidad, la salvación. Si tú le prometes a un ciudadano una administración ordinaria, pues quizá le parezca bien. Pero si le prometes la felicidad, la utopía, la perfección, la realización del idealismo, la creación de una identidad colectiva y personal, eso evidentemente moviliza mucho más. Y crea una adhesión sentimental que para la política es muy importante. Mi tesis es que la política tiende a la dominación absoluta y la economía tiende al lucro infinito y que el momento ético tanto de la política como de la economía viene siempre de la ciudadanía ilustrada, que emite su voto y expresa su opinión en política y somete a las empresas a un referéndum cotidiano a través del mercado.
La imperfección de la democracia es lo que hace que se sostenga, su fragilidad ha superado a la fortaleza del autoritarismo… Pero «solo subsistirá si los ciudadanos demuestran la madurez moral de soportar un régimen imperfecto y se esfuerzan por mejorarlo sin sucumbir a la tentación de cambiarlo por otro supuestamente más perfecto». ¿Esto puede sostenerse en el tiempo? ¿Cómo hablar de madurez moral en tiempos de aceleración, ruido y una pérdida sostenida de la atención?
JG: Tienes razón, ese es un tema. Es lo que hay: una democracia liberal cuya soberanía reside en los ciudadanos depende enteramente de su educación sentimental. Esto significa que cualquier cosa puede ocurrir, incluso que nos vayamos por el sumidero. Para mí, la educación sentimental del ciudadano y la creación de costumbres cívicas es el instrumento más poderoso para la viabilidad de la democracia a largo plazo. Por supuesto, existen amenazas contra esa viabilidad y algunas de ellas son las que tú has mencionado. Pero es cierto que tenemos una cierta tendencia a las fobias, a las angustias. Hay terrores infantiles que subsisten. Y luego hay amenazas reales. Ser culto es tener conciencia histórica, saber que cualquier cosa puede ocurrir porque la materia de lo humano es inestable. En la democracia se hace más visible, porque su gran principio no es obedecer a una élite, sino obedecerte a ti mismo.
«Ser culto es tener conciencia histórica, saber que cualquier cosa puede ocurrir porque la materia de lo humano es inestable»
PV: Yo creo dos cosas. En cuanto al diagnóstico histórico, creo que estamos entrando en un periodo de oscuridad. Estas sociedades de 2024 son infinitamente mejores que las de 1955, no solo en el caso de España, sino en general, más libres, moralmente más sofisticadas. Pero creo que vamos a un periodo de retroceso. Lo que pasa es que no soy excepcionalmente pesimista con esto. De algún modo, el trauma de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto crea unas sociedades mucho más democráticas, más sanas y comprometidas, y además provoca la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No creo que estemos abocados a otro abismo como fue el siglo XX, simplemente creo que en las democracias occidentales vamos a vivir momentos autoritarios, y a largo plazo creo que saldrán sociedades democráticas aún mejores. En cuanto a la atención, voy a decir una cosa que seguramente no mucha gente comparta y menos la gente muy politizada: una de las cosas buenas de la democracia liberal es que te permite no saber quién manda. En un régimen autoritario, si desconoces el sesgo ideológico estás abocado a que te pase cualquier desgracia, no puedes ignorar quién gobierna. En cambio, en una democracia funcional puedes desarrollar tu proyecto de vida totalmente al margen de la conciencia política. Esa es la grandeza de la democracia, que te permite politizarte o despolitizarte si quieres. Ahora hemos convertido la política en agónica. La hemos dramatizado como mandan los códigos de la televisión o del espectáculo. Esta agonía que transmitimos al ciudadano de que siempre nos estamos jugando el destino del mundo a los dados cada tres semanas creo que solo estresa la deliberación democrática.
¿Cómo salir del relato dicotómico de buenos contra malos y nosotros contra ellos? ¿Del espectáculo maniqueísta?
PV: Es muy difícil entender esto con un genocidio en marcha en Oriente Medio y con la guerra abierta en Ucrania, pero estamos viviendo sin lugar a dudas la época con menos conflictos armados en el planeta. Lo que pasa es que hay una transparentación del mundo: ahora tenemos todo el dolor del mundo asomando por todos lados todo el tiempo. En los años 60, nadie estaba viendo niños vietnamitas ardidos de napalm todos los días. Y el día que salió aquella foto famosa cambió las conciencias del mundo. Ahora estamos con las fotos de niños de Palestina viendo el horror todos los días. Entonces nos puede parecer que el mundo ha perdido incluso sus compromisos éticos y morales. Es al revés. No ha habido más conciencia del dolor ajeno que ahora mismo. Dentro de 100 años se va a escribir en los libros de historia el asombroso éxito de las democracias gestionando la pandemia. Es verdad que las buenas noticias no tienen abogados, no tienen prestigio ninguno. Pero las cosas no van tan mal.
«Hay una inteligencia colectiva de la especie humana que tiende a la supervivencia»
Esto me lleva a la pregunta de cierre. A pesar del malestar generalizado, de la amenazas contra la democracia liberal, ambos son bastante optimistas. Aunque a Javier no le gusta llamarlo optimismo… ¿Por qué hay que tener «razonada esperanza»?
JG: Me alegra que lo hayas captado. Es un tema de terminología, pero las palabras tienen connotaciones. Optimismo, para mí, tiene algo de declaración de la voluntad, de disposición interior ante la vida, y también tiene algo de pronóstico respecto al futuro. «Soy optimista» quiere decir que piensas que las cosas van a ir bien para ti o para la sociedad. Sin negarlo, mi argumento es un poco distinto: la condición humana es frágil, mutable, caduca. No hay logro que no sea reversible. Todo puede ocurrir, incluso irnos por el desagüe. No hay una ley histórica que asegure el progreso. Pero si uno echa la vista atrás y ve los últimos 5.000 años, 1.500, 150, 25 años… se ha producido progreso moral y material, y eso te da cierta confianza en que hay una probabilidad de que la línea que se ha observado durante milenios continúe, que hay una inteligencia colectiva, de la especie humana, que tiende a la supervivencia, que quiere vivir y seguir viviendo, aun cuando a veces toma decisiones de enorme peligro que hacen posible la destrucción.











Presentación de las entradas de hoy jueves, 1 de agosto

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. La primera entrada de hoy viene firmada por el escritor Fernando Aramburu, y es un canto a la poesía:  A uno le gusta reservar los últimos minutos de la jornada, dice en ella, para la lectura de unos cuantos poemas, según las dimensiones de las piezas y el cansancio, como si fuera un acto de higiene. La segunda es un archivo del blog de agosto de 2013, está escrito por el filósofo Ovejero Lucas y va de la confrontación, inevitable entre los con conceptos de democracia y liberalismo. La tercera es un hermoso poema, Las ánimas danzan, de la poetisa grancanaria Rosario Valcárcel. Y la cuarta, para terminar, como siempre, las viñetas de humor del día. Espero que sean de su agrado. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico; al menos inténtenlo. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com














Del amor filial

 






80.000 soldados
FERNANDO ARAMBURU
28 JUL 2024 - El País - harendt.blogspot.com

A uno le gusta reservar los últimos minutos de la jornada, antes de apagar la luz, para la lectura de unos cuantos poemas. Tres, cuatro, según las dimensiones de las piezas y el cansancio. Bien mirado, se trata un acto de higiene. De igual modo, uno cumple con la costumbre de lavarse las manos, la cara, la dentadura, y después, con agradable sensación de limpieza, se va a la cama, a menos, claro está, que seamos noctámbulos o nos toque trabajar en turno de noche, lo que no es mi caso. El día habrá sido todo lo miserable y fatigoso que quiera; habrá contenido suciedad y estrépito, fealdad y decepciones; pero en su tramo final no es imposible resarcirnos anteponiendo al reposo inminente una dosis cotidiana de poesía. En ocasiones la lectura nos coloca ante la sencilla y humana verdad de un semejante. ¡Cuánto gana el arte, cualquier arte, cuando lo expresado procede de algún tipo de dolor, de herida, de problema incompatible con la liviandad! Lo he comprobado de nuevo estos días merced a los textos intensos que integran el libro de Maribel Andrés Llamero, 80.000 soldados de terracota. La autora los dedica a su padre aquejado de incurable enfermedad, agonizante, muerto y al fin ausente. Hace mucho que no leía un libro tan impregnado de amor filial, a la vez que complejo en la diversidad y hondura de las emociones expuestas. Justo en esta época nuestra en que menudean los libros de regurgitación confesional encaminados a ofrecer una imagen negativa del padre, la suerte se ha tomado la molestia de depararme esta conmovedora evocación de la figura paterna, a ratos dolorosa y triste, a ratos empeñada en el sostenimiento de una difícil esperanza. El libro, rebosante de poesía, me ha parecido sobremanera higiénico después de ciertas lecturas delatoras y vengativas que he padecido últimamente. Quizá me ha llegado tan adentro porque me tocó un padre bondadoso que tenía de patriarca lo que yo de arcipreste. Fernando Aramburu es escritor.











[ARCHIVO DEL BLOG] Democracia frente a liberalismo. [Publicada el 15/08/2013]










¿Son democracia y liberalismo términos políticamente compatibles? Creo recordar que fue el expresidente del gobierno, Felipe González, el que en un discurso electoral de su partido llegó a decir que él era socialista porque era demócrata, y demócrata a fuer de liberal... No todo el mundo parece estar de acuerdo con esa compatibilidad entre democracia y liberalismo, de la cual, la denominada "democracia liberal" imperante en Occidente, vendría a ser su paradigma.
Por ejemplo, no lo está el profesor norteamericano Fareed Zakaria: "El futuro de la libertad. Las democracias iliberales en el mundo" (Santillana, Madrid, 2003), donde defiende que un mayor grado de democracia no es garantía alguna, sino más bien todo lo contrario, de mayor libertad ciudadana. Tampoco lo era para el profesor británico Isahiah Berlin, uno de los más grandes pensadores políticos del siglo XX: "Cuatro ensayos sobre la libertad" (Alianza, Madrid, 1988) donde dice que "hay que enfrentarse al hecho, intelectualmente incómodo, de que la democracia y el liberalismo no se llevan bien; que pueden chocar entre sí de una manera irreconciliable".
Por motivos opuestos a los citados, es decir, por defender una mayor democracia frente a la idea de libertad "negativa" consustancial al liberalismo político, tampoco parece estar de acuerdo con esa idea liberal de la democracia el politólogo norteamericano Roberrt A. Dahl: "La democracia y sus críticos" (Paidós, Barcelona, 2002), uno de sus libros más famosos, en el que se muestra muy crítico con el funcionamiento de las democracias modernas.
Pero la reflexión sobre esta cuestión ha venido propiciada por la relectura de un magnífico artículo del economista y profesor de la Universidad de Barcelona, Félix Ovejero Lucas, titulado "La democracia de los idiotas", publicado en el número 184 (agosto 2008) de la Revista Claves de Razón Práctica, que pueden leer más adelante. 
Ovejero Lucas es profesor de Metodología de las Ciencias Sociales y su artículo es el texto de una conferencia impartida en los primeros "Encuentros de Canarias. Ciudadanía y Democracia en España y Latinoamérica", propiciados por la Fundación Mapfre-Guanarteme, de Las Palmas de Gran Canaria, en 2008.
Para una parte importante del pensamiento conservador, dice el profesor Ovejero al inicio de su artículo, "la democracia puede prescindir de los ciudadanos. Incluso más: es mejor que prescinda. Llanamente, no serían de fiar". Y esto es así, continúa más adelante, porque "la democracia moderna está pensada para operar con ciudadanos ignorantes y egoístas, despreocupados por la cosa pública. Al modo del mercado, las reglas del juego asegurarían que, sin información y sin virtud, se alcancen los buenos resultados: la asignación de los recursos de un modo más o menos eficiente", concluyendo su introducción con la afirmación de que "el diseño institucional del mecanismo democrático y la propia naturaleza de la actividad política se combinan para hacer improbable el buen funcionamiento del mercado político. [.../...] La ignorancia y el desinterés serían su natural combustible", dice.
Sobre la ignorancia política generalizada en los ciudadanos, expone que un 30% de los norteamericanos no sabe quién gobierna en la Casa Blanca; la mitad ignora que cada Estado tiene dos senadores y las tres cuartas partes desconoce la duración de su mandato, Por su parte, un 25% de los británicos cree que Churchill, primer ministro durante la II Guerra Mundial, es un personaje de ficción, mientras que un 58% piensa que Sherlock Holmes existió.
Para Ovejero Lucas el diseño de las instituciones democráticas "no está pensado para contar con los ciudadanos", y ello, en base a varias premisas de la tradición liberal conservadora: a) la democracia no funciona cuando hace lo que los electores quieren; b) los ciudadanos son ignorantes; c) los ciudadanos son insconscientes; d) los ciudadanos son egoístas; e) los ciudadanos son insensatos. El "problema de la falta de cultura cívica -dice. tiene que ver menos con los ciudadanos que con las reglas de juego en las que se manejan. [.../...] Lamentarse -añade-, porque los ciudadanos carecen de disposiciones cívicas en esas circunstancias no deja de ser un ejercicio retórico".
Espero haber despertado al menos su curiosidad. Les remito al texto completo de "La democracia de los idiotas", del profesor Ovejero Lucas. Les aseguro que merece la pena. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: Ιωμεν (vámonos). Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Las ánimas descansan, de Rosario Valcárcel

 








LAS ÁNIMAS DANZAN

Quiero olvidar,
arrojar el camisón nupcial
al calendario de los sótanos. Y soñar,
soñar que estoy sujeta a la infancia
de alma inmortal.
Pero me despierta el temblor del silencio,
el crujido de unos pasos en el zaguán,
la canción de cuna de una araña.
Retumban las letanías del mar.
Las alas de una mariposa dormida
tembletean como si soñaran con volar.
Quieta, no toso ni respiro,
un frío helado me invade.
Mi corazón late con desorden.
Me santiguo.
A mi alrededor las ánimas danzan,
flotan los ojos de los muertos,
las voces de las campanitas,
el espejismo de un gato negro.
Las cosas malas.
Quiero olvidar,
resurgir de los entierros
que atraviesan la casa.
Olvidar los pájaros mudos
y la convulsión de los tambores.
Quiero emerger del son de la flauta
que corrompe los sueños,
del amasijo de la reconciliación:
aborto fugaz.

Rosario Valcárcel (1949)
Poetisa grancanaria









Las viñetas de hoy

 





















miércoles, 31 de julio de 2024

Presentación de las entradas de hoy miércoles, 31 de julio

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mafalda ya nos advirtió del peligro, comenta en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Irene Vallejo, al decir que el problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta, pues como somos seres opinadores en el frenesí de comentarlo todo es fácil precipitarse por la rampa tramposa de la generalización apresurada. La segunda de hoy, un archivo del blog de agosto de 2017, es un doloroso alegato contra la pena de muerte escrito por la periodista María R. Sahuquillo relatando la ejecución pública de un violador en el Yemen. La tercera es un famoso soneto, Es hielo abrasador, es fuego helado, de nuestro inmortal Francisco de Quevedo. Y la cuarta, como siempre, las viñetas del día de la prensa española. Espero que les resulten interesantes. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico; al menos inténtenlo. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










De la virtud de la duda

 






Quizás, quizás, quizás
​IRENE VALLEJO
28 JUL 2024 - ​El País - harendt.blogspot.com

Somos seres opinadores y, en el frenesí de comentarlo todo, es fácil precipitarse por la rampa tramposa de la generalización apresurada. Las fotos veraniegas de las redes nos convencen de que todos los demás son más felices. La rabieta de un niño conduce a sermonear sobre los padres que ya no educan a sus hijos, y de ahí al declive de la familia hay un solo paso. Nada más tentador que convertir casos aislados en causa general. Este mundo de urgencias y apocalipsis otorga más credibilidad a las afirmaciones simplificadas, contundentes y sin fisuras, incluso vociferantes, como si fuesen prueba de conocimiento y capacidad de liderazgo, mientras ignora a quienes tienen el valor de compartir sus perplejidades. Olvidamos que, a veces, las cataratas de certezas brotan de los labios más intransigentes. Mafalda nos advirtió del peligro: “El problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta”.
Los filósofos escépticos de la antigua Grecia se empeñaron en combatir esas resbaladizas creencias. Invitaban a cultivar la duda, y defendían con valentía los matices y las ambigüedades. Por supuesto, animaban a actuar razonablemente, pero sin jactarse de tener la razón. Afirmar siempre con cautela. “No digas ‘así es’, sino ‘me parece que es’; di ‘siento frío’, en lugar de ‘hace frío’, porque otro podría tener calor”, escribió un sabio griego, anticipando las batallas campales por la temperatura del aire acondicionado en las oficinas. La palabra escéptico no significaba en origen nada semejante a descreído o cínico. En griego skepsis aludía a una investigación, a la observación y el examen a fondo de cada asunto. Entre los extremos del dogmatismo y el relativismo, hay una senda menos transitada: aspirar a saber más y mejor, con prudencia y cuidado, sin complacencia ni credulidad. Revisar y repensar incluso las verdades más blindadas. Ambiciosa utopía para escépticos.
El fundador de esta escuela, Pirrón, “carecía de fama, era pobre y pintor”. Se enroló en la expedición de Alejandro Magno y conversó con los yoguis indios —gimnosofistas hindúes o “filósofos desnudos”— milenios antes de nuestra fascinación contemporánea por el yoga. También se codeó con los magos iranios, sacerdotes del zoroastrismo. “De ahí parece provenir su muy noble manera de filosofar”, escribió el historiador Diógenes Laercio. Al entrar en contacto con otras culturas e ideas, fue capaz de poner en duda sus propias convicciones. Se declaró partidario de una vida sencilla y apacible, sin arrojar juicios como piedras a diestra y siniestra. Decidió dedicar su vida a demostrar que nada se puede demostrar. No escribió ni una línea, posiblemente para evitar la tentación de dogmatizar. Por suerte tuvo un seguidor menos escrupuloso, Timón, que anotó sus enseñanzas: gracias a él, sobrevivieron al olvido.
Pirrón aspiraba a combatir los dogmas para liberar a la humanidad de la inquietud, la hostilidad y el conflicto. En la duda infinita, pretendía encontrar entereza, clarividencia y sosiego. Afirma su biografía que “tuvo muchos seguidores, por su tranquilidad”. Al volver a Grecia tras luchar en las tropas de Alejandro Magno, compartió un humilde hogar con su hermana matrona —el problema de la vivienda también era asfixiante para los filósofos precarios de la época—. Otro pensador, Sócrates, hijo de la partera Fenareta, conoció de cerca la labor de una comadrona. En el diálogo Teeteto, Sócrates dijo ejercer el mismo oficio que su madre, y bautizó a su método como mayéutica, es decir, ayudar a dar a luz, asistir en el parto: “Los que conversan conmigo nada aprenden de mí, sino que encuentran en sí mismos bellos conocimientos, que yo solo ayudé a concebir y alumbrar”. Sócrates y Pirrón, adalides de la duda, convivieron con mujeres cuidadoras y dedicaron sus esfuerzos intelectuales a engendrar una filosofía sanadora. Recalca su biógrafo Diógenes Laercio que Pirrón limpiaba la casa, algo muy inhabitual en la época. Además, alcanzó los 90 años, edad poco frecuente. Quizá vivan más años los hombres que se ocupan de las tareas domésticas, si me permiten la generalización apresurada.
En nuestra —poco higiénica— aldea mediática de titulares histéricos, condenas instantáneas y afirmaciones rocosas, podría ser útil recuperar esta herencia. Un toque de pirronismo nos ayudaría a entender que no vemos el mundo como es, sino como somos. Está comprobado que tendemos a creer las informaciones que afianzan nuestras convicciones —por infundadas que parezcan— y a cuestionar los datos que las rebaten –por sólidos que sean–. En psicología lo denominan “sesgo de confirmación”, y documentan que se produce en todo el espectro ideológico, incluso entre quienes se enorgullecen de poseer una mente abierta y un insobornable sentido crítico. Más que el famoso “ver para creer”, parece que se trata de creer para ver.
Modos de ver fue el título de un programa que sacudió la historia mundial de la televisión. En 1972, un joven y pelilargo John Berger, con cierto aire de filósofo griego callejero, lanzó un discurso poco convencional sobre el arte. Aconsejó al público de la BBC buscar en los museos, más allá del aura de misterio y religiosidad que impregna las obras expuestas, el discurso agazapado del poder. Advirtió que todas las imágenes incorporan los sesgos, prejuicios y manipulaciones de su tiempo y, por eso, la mirada nunca debería renunciar a su potencia crítica. El libro que recopila aquellas reflexiones se ha convertido en un clásico, estudiado en grados de arte y de comunicación. Al acabar aquella mítica primera emisión, mirando directamente a cámara, Berger interpeló a los telespectadores: “Espero que tomen en cuenta lo que les he dicho. Pero sean escépticos con ello”. Y así invocó al espectro del indómito Pirrón, pintor en su juventud, hasta que abandonó el pincel para empuñar el bisturí de la duda.

Cuando la realidad​  parece sumergirse en la niebla de la complejidad y la incertidumbre, resuenan con más fuerza las voces seguras de sí mismas, las más decididas, aquellas que se abren camino a través de la jungla del mundo acorazadas con ideas rotundas. Aplomo y férrea convicción son requisitos para imponerse, mientras, para muchos, el pensamiento que matiza y duda no sirve de guía para la comunidad. En una época que pide a gritos carácter emprendedor y liderazgos rotundos, las personas introvertidas y tímidas quedan expulsadas de la carrera del éxito social en la línea de salida. Si apuestas por la meditación y la mirada contemplativa, pareces un apocado aspirante al fracaso. Con la loable intención de ayudarnos a triunfar, nos aconsejan por doquier rapidez y contundencia: vendernos bien y pensar menos. Por el contrario, Sócrates y Pirrón dejaron un legado milenario —un contundente éxito— al afirmar que sus únicas certidumbres eran el filo de la duda y el destello de la curiosidad. Les interesaba el diálogo, la conversación serena entre opiniones discrepantes, donde la contradicción, lejos de despertar desconfianza, actúa como motor de conocimiento y del deseo de aprender. Sócrates, que combatía la inercia del pensamiento y el poder casi invencible de los estereotipos, pensaba que los más graves errores no los cometen los ignorantes conscientes, sino los que creen saber. Quienes vociferan convencidos suelen mostrarse poco abiertos a reflexionar y ser flexibles. En tiempos de juicios y prejuicios acelerados, vuelve a ser terapéutica la prudencia de aquellos escépticos: solo dudando adquirimos ciertas verdades, tal vez algunas certezas.​Irene Vallejo es filóloga y escritora​.












[ARCHIVO DEL BLOG] La pena de muerte como espectáculo. [Publicada el 04/08/2017]












Es pura coincidencia. Pero sí, resulta que la segunda entrada del día va también sobre la justicia, o si quieren mejor, sobre la aplicación de la justicia, Como activista de Amnistía Internacional no me recato en pronunciarme públicamente contra esa atrocidad que es la pena de muerte. Por execrable y repugnante que sea el crimen cometido, por injusto y doloroso que nos resulte el sufrimiento de la víctima inocente, por razonable que nos parezca el deseo de venganza de sus familiares y de la sociedad, nada, absolutamente nada, justifica la pena de muerte. Y mucho menos convertirla en un espectáculo que nos denigra como seres humanos. La cadena perpetua revisable (En España, nunca antes del cumplimiento mínimo de veinticinco años de prisión) me parece pena suficiente para castigar cualquier delito de sangre por horrendo que sea.
La periodista de El País María R Sahuquillo relataba hace unos días en ese diario el espectáculo de una ejecución pública en Saná, la capital de Yemen. Ante las cámaras de televisión, dice, y las lentes de cientos de teléfonos móviles. Así fue ejecutado Mohamed al Maghrabi. El hombre, acusado de asesinar y violar a la pequeña Rana Yehia al Matary, de tres años, había sido condenado a muerte. También a que su pena se administrase en público. Y así fue. Ayer, en la plaza Tahrir de Saná, después de que el juez volviese a leer la sentencia —que también incluía 100 latigazos—, dos guardas colocaron al reo esposado en una manta en el suelo y un policía le disparó cinco tiros con un fusil de asalto AK47. El verdugo se fumó un cigarrillo antes.
La condena a muerte del condenado, de 41 años, fue jaleada por cientos de personas —la práctica totalidad, hombres—, que se congregaron para verle morir. Rodeando la zona habilitada para la ejecución, en las terrazas cercanas, e incluso encaramados a los postes de luz cercanos, los asistentes observaban el macabro espectáculo, que las autoridades llevaban días anunciando a través de los medios. Muchos coreaban “Alá es grande”.
La pena capital contra Al Maghrabi se convirtió así en un lamentable acontecimiento social en la capital de un país devastado por la guerra que ya ha entrado en su tercer año. Las autoridades de Saná —controlada por los rebeldes Huthi— buscaban que la ejecución pública del condenado sirviese como elemento ejemplificador. También pretendían enviar una señal de su voluntad para luchar contra el crimen.
La de Al Maghrabi, que secuestró a la pequeña Rana en la calle, al lado de su casa, es la primera condena a muerte pública de un asesino y violador de menores desde 2009. Sin embargo, no es la única pena capital dictada en el país. Como denuncian organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional, no existen registros públicos ni información oficial sobre ello.
Tras la ejecución, la policía se apresuró a retirar el cuerpo del hombre antes de que la multitud se lo llevase. Habían acordonado la zona y escoltado al reo para evitar que miembros de alguna tribu vinculada a la víctima le disparase primero, para vengarse por su propia mano. Todo captado por las cámaras de los smartphone de los espectadores. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt