viernes, 19 de julio de 2024

Sobre los mundos sin dioses. Especial 1 de hoy viernes, 19 de julio

 








En un mundo sin dioses
JOSÉ ANDRÉS ROJO
19 JUL 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Cuando Marguerite Yourcenar le da la palabra a Adriano para que le cuente a Marco Aurelio, a quien había adoptado como nieto, las cosas que le pasaron, el emperador tiene 60 años. Ya le queda poco, se ha hecho cargo ya de su vida como de una derrota aceptada, padece una hidropesía del corazón. Por delante no hay mucho, por detrás quedan un montón de historias, desgarros y alegrías, momentos de urgencia y de dicha, tiempo para las palabras, el estudio y el conocimiento, para los amores y los sueños y los proyectos, para el dolor y la soledad. Yourcenar, en las notas que acompañan a la novela, recoge una observación que leyó en 1927 en una carta de Flaubert: “Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre”. Se quedó con esa frase, se propuso entenderla hasta sus últimas consecuencias. Es lo que fue haciendo a retazos con Adriano, empezó con toda su energía entre sus 20 y 25 años de edad, y destruyó cuanto había escrito entonces (pero que ya lo contenía todo). Luego volvió a intentarlo hacia 1934, pero abandonó de nuevo entre 1939 y 1948. Siguió avanzando, siguió rompiendo papeles. Memorias de Adriano (Círculo de Lectores) se publicó por fin en 1951.
Al principio del libro, Adriano le explica a Marco que recorre de nuevo su vida “en busca de su plan” y le confiesa que no le parece esencial “haber sido emperador”. Hay otra cosas que le importan más de cuantas le han sucedido, pero lo que resulta difícil imaginar ahora, en esta época atestada de religiones de baratillo y de santurrones que todo el rato se están plegando a los grandes designios de los partidos, los movimientos sociales, las iglesias y las redes sociales, es cómo pudo Yourcenar meterse en la piel de un hombre solo en un mundo sin dioses.
Adriano fue militar, vivió largas épocas en la frontera, peleando constantemente con los bárbaros. Se dio cuenta de que podía ser despiadado, fue un buen jefe, alcanzó la gloria. “Las huellas de nuestros crímenes eran visibles en todas partes”, dice en algún momento cuando se refiere al avance de las legiones. Explica también que sus verdaderas patrias fueron los libros, que se sintió griego antes que nada (aunque hubiera nacido en Itálica). A los 28 años se casó con la sobrina nieta de Trajano. Fue gobernador en Siria. Trajano lo nombró su sucesor y se convirtió en emperador cuando tenía 40 años. “Quería el poder. Lo quería para imponer mis planes, ensayar mis remedios, restaurar la paz. Sobre todo lo quería para ser yo mismo antes de morir”.
Escribe también Yourcenar en sus notas que “todo se nos escapa, y todos, y hasta nosotros mismos”, que reconstruir cualquier vida es atender a unas cuantas “imágenes flotantes”, que al final no son más que “muros en ruinas, paredes de sombra”. Adriano amó a Antinoo y lo perdió. También logró establecer un tiempo de paz, lo que pretendía era, por ejemplo, “que el viajero más humilde pudiera errar de un país, de un continente al otro, sin formalidades vejatorias, sin peligros, por doquiera seguro de un mínimo de legalidad y de cultura”. “A cada uno su senda”, no hay otra fórmula en un mundo sin dioses. Y decía Adriano que vamos pasando, que acumulamos experiencias y que luego un día nos moriremos. Cuando llega el verano, observa, buscamos un lugar bajo las sombra de un plátano. Pues eso. José Andrés Rojo es escritor.













De la historia, breve, del nacionalismo

 





Hola, buenos días de nuevo y feliz viernes. Las teorías que privilegian la nación sobre el Estado rara vez han sido progresistas, dice en la primera de las entradas del blog de hoy el escritor Gonzalo Cachero, haciendo un breve recorrido por las principales fechas y posturas filosóficas que han marcado históricamente al nacionalismo. En la segunda, un archivo del blog de julio de 2019, el filólogo y académico de la RAE Pedro Álvarez de Miranda, se hacía eco, con cierta dosis de humor, de la publicación de una provocadora obra titulada "1914-2014. Diccionario cementerio del español". La tercera sube al blog el poema titulado Pez, de la poetisa española Elena Medel. Y la cuarta, como siempre, son la viñetas de humor de hoy. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico, al menos inténtenlo. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com







Breve historia del nacionalismo
GONZALO CACHERO
17 JUL 2024 - Revista Ethic - harendt.blogspot.com

Decía Orwell que un nacionalista es «quien piensa únicamente, o principalmente, en términos de prestigio competitivo». De estar en lo cierto, la historia debería mostrar que los chovinistas han capitalizado la idea de que la nación es anterior al Estado. Sin embargo, el curso de los últimos dos siglos muestra una imagen algo diferente: en ocasiones, las ideologías universalistas también se han dejado seducir por este fenómeno político, que Hobsbawm definió como aquel en el que ciertos vínculos de lealtad hacia la comunidad «no solo son superiores a los demás, sino que en cierto sentido los sustituyen».
Para entender por qué conviene repasar su evolución. En líneas generales, el nacionalismo ha atravesado cuatro fases desde el surgimiento del Estado-nación como expresión de la soberanía que la burguesía alcanzó gracias a la Revolución Industrial y a la toma de la Bastilla. Su primera fase fue progresista, en la medida en que la apelación a la nación perseguía apuntalar las instituciones del incipiente liberalismo frente al privilegio feudal. Para derribar reyes, levantar parlamentos.
Sin embargo, pronto devino en una ideología fuertemente conservadora, cuando no reaccionaria. Si en las artes la continuación de la Ilustración fue el Romanticismo, los revolucionarios dieron paso, entre otros, a von Bismarck y Guillermo I, que fundaron el Estado alemán moderno sobrerrepresentando a los terratenientes y germanizando a polacos, daneses y franceses. Décadas después, un vienés como Zweig, víctima absoluta del nacionalismo, recordará que «lo trágico de la idea europea» es que no tiene «centro estable» y que el universalismo nada, por tanto, a contracorriente: «Siempre será más fácil reconocer lo propio que entender, con actitud y abnegación, lo del vecino».
La Primera Guerra Mundial permitió al nacionalismo mutar de nuevo. El año 1914 marcó el momento en el que permeó a todas las capas sociales, pues entre nación y clase, los proletarios se alinearon con lo primero. Y la Segunda concluyó con un movimiento opuesto que abrió una cuarta etapa: en pleno furor por la Reconstrucción, fueron las clases altas las que se hicieron internacionalistas.
De ahí que una parte de la izquierda, como cierta derecha durante el período de entreguerras y aun antes, asumiera postulados nacionalistas. Lo hizo como reacción y en un contexto en el que se estaban produciendo las descolonizaciones, que indagaban en la contradicción al incorporar componentes socialistas.
Desde entonces, esos postulados se han hecho más transversales que nunca, como anticipaba Arendt en la misma época en la que presentaba el nacionalismo, con sus amigos sionistas observando con atención, como «la perversión del Estado en un instrumento de la nación», consecuencia hobsbawniana que equivale a declarar que no hay ningún vínculo por encima de la decisión libre de la ciudadanía. Una intuición que, por cierto, coincide con lo que nos dijeron que era la Ilustración, pues si Dios ha muerto, es el ser humano quien escribe la historia. Gonzalo Cachero es escritor. 












[ARCHIVO DEL BLOG ] La vida de las palabras. [Publicada el 07/07/2019]














Algunos medios se han hecho eco de la publicación de cierta obra de una joven llamada Marta P. Campos -la P, si no me equivoco, corresponde al apellido Pérez- que ha confeccionado lo que llama un "libro de artista" con el título 1914-2014. Diccionario cementerio del español, comienza escribiendo en El Mundo el profesor Pedro Álvarez de Miranda, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Real Academia Española. 
Son dos gruesos tomos, en cada una de cuyas páginas consta únicamente una palabra, sola y desnuda en el centro de ella. Del monumental librote se ha hecho una tirada de 50 ejemplares numerados y firmados, que ha sido patrocinada por el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León y ahora se expone en el Instituto Cervantes.
Al parecer, la joven artista, utilizando medios informáticos, ha tomado el caudal de voces presentes en el diccionario académico de 1914, fecha de su 14.ª edición, y se ha entretenido en determinar cuántas y cuáles de ellas no están hoy en la 23.ª, aparecida -mera casualidad la coincidencia de los dos dígitos finales- en 2014. El saldo ha resultado ser el siguiente: 2.793 palabras habrían desaparecido del repertorio léxico oficial en un siglo.
La noticia, en manos de algún periodista más bien ignaro, ha dado lugar a titulares como este: Así mueren las palabras abandonadas por la RAE. Nada más absurdo. Ni las palabras "mueren" porque la Academia las "abandone" ni tenían "vida" alguna antes de haber salido, por razones casi siempre bien justificadas, del diccionario.
Hay que decir que, por lo pronto, no se trata de 2.793 palabras, sino más bien de otras tantas formas, que no es exactamente lo mismo. Y que, por lo que he podido ver, está justificado en la práctica totalidad de los casos que hayan sido suprimidas de la macroestructura del diccionario académico. Al cual más bien cabría reprocharle justamente lo contrario, el mucho lastre que aún conserva en los 93.000 lemas, y casi 200.000 acepciones, de su última edición en papel.
La inquieta artista seguramente no ha leído los prólogos de las sucesivas ediciones de la obra, en los que habría podido encontrar la explicación de ciertas decisiones adoptadas a lo largo de los años para depurarla. Por ejemplo, la eliminación de los participios activos cuando constaban solo como tales participios del verbo correspondiente, y no como adjetivos. Ha hecho bien la Academia al eliminar entradas como modulante, de la que no decía más que "participio activo de modular. Que modula". Para decir eso, mejor no decir nada. Y así muchos otros. Lo mismo ocurre con algunos adverbios en -mente, con diminutivos, aumentativos o despectivos no lexicalizados, con voces no documentadas más que en la lengua medieval (es decir, no después del siglo XV), etcétera. Se han quitado del diccionario, por ejemplo, el aumentativo grandote, el diminutivo arroyuelo o el participio acurrucado, y muy bien quitados están. También lo está el sustantivo cuñadez (equivalente, más o menos, de parentesco) que se usó por última vez en las Partidas. Alguien ha lamentado esta supresión invocando lo pelmas que suelen ser los cuñados. Reconozcamos que como broma tiene gracia.
El hecho de que la artista no sepa lo que es un diccionario y cómo se hace la lleva a incluir entre las voces desaparecidas la interjección (eufemística) ¡caracoles! Que, naturalmente, no ha desaparecido, sino que se llevó, en 1956, al artículo caracol, que es donde debía estar. Y en él sigue. El verbo colegiarse, que también está en la lista de marras, no es que se haya eliminado, es que ahora se incluye sin el enclítico: colegiar. Y así muchos otros casos.
Otras veces las herramientas que haya manejado la señorita Campos le han jugado una mala pasada: da, por ejemplo, como desaparecida del DLE la palabra cabildeo. Pero no hay tal. Ahí sigue, en la edición de 2014, como no podía ser menos, y como cualquiera podrá comprobar en la versión en papel o en la electrónica.
Más aún: entre esas palabras con las que la Academia habría dado curso a no se sabe qué impulsos verbicidas están los casos, que algunos hemos procurado estudiar con rigor filológico, de las llamadas "palabras fantasma", voces presuntas que, una vez detectadas, deben salir del diccionario sin miramientos. En el anterior Diccionario histórico descubrimos, por ejemplo, que cierto vocablo, amarrazón, había entrado en el repertorio oficial con el presunto apoyo de un texto nada menos que del Quijote. Pero vimos que se trataba de una errata de cierta edición tardía de la novela cervantina, en la que la palabra amarra se había unido, por el despiste de un cajista, a la preposición con que la seguía, convirtiendo la c, además, en una c cedilla. Es decir, amarra + con había dado un inexistente amarraçón / amarrazón que nadie había usado jamás, se había colado subrepticiamente en el diccionario y se había instalado en él por siglos (ya desde Autoridades), hasta que se eliminó en 1992. Eliminación que no es de lamentar, sino todo lo contrario. Como la de cuatratuo, un disparate que, como demostró don Manuel Alvar, no era sino una mala lectura de cuatralvo (o cuatralbo). O como la de alhaquín, fantasma lexicográfico que yo mismo he desenmascarado y aún figura en la edición en papel de 2014, pero se ha eliminado de la versión consultable en línea.
Prueba de las benéficas consecuencias que tenía el Diccionario histórico es que en la letra A la autora del Diccionario cementerio del español detecta como eliminados (o felix culpa) nada menos que 628 vocablos. Y solo quince en la Z.
Parece que uno de los objetivos del libro y la muestra sería el de alentar la resurrección de inocentes cadáveres léxicos provocados por la acción de la Academia. Absurdo empeño. La forma ceugma, por ejemplo, escrita con c-, y que inevitablemente ha caído en las redes de la nostálgica recolectora, se eliminó, en efecto, en 2014. Pero se mantuvo con la grafía zeugma, con z, que también estaba en él, ya desde Autoridades, y que no solo es mucho más frecuente sino etimológicamente preferible.
En definitiva, el entretenimiento de la joven artista Marta P. Campos es un entretenimiento más bien inane, horro como está -era de esperar- de conocimientos filológicos y lexicográficos. Una utilidad ha tenido, hemos de reconocérselo: en sus redes ha caído el adverbio conscientemente, que, de manera inexplicable, se eliminó del diccionario en la edición de 1992. Menos mal que el extraño olvido afectó a voz de no mucha trascendencia como es un adverbio en -mente. Será repuesto lo antes posible.
La gente parece no entender que el diccionario -ningún diccionario- ni insufla vida a las palabras ni tampoco se la quita, porque no puede hacer ni lo uno ni lo otro. Que las palabras solo cobran vida en el uso, en los textos y el habla de las gentes. Que algunas formas desalojadas del diccionario tal vez nunca deberían haber ingresado en él. Que la Academia debe perseverar en la tarea de depurar su obra más consultada eliminando de ella la ganga ociosa que aún contiene, y afinando mucho más la información que ofrece sobre la vigencia histórica de las voces. Además, desde luego, de esforzarse en hacer pedagogía acerca de lo que es el diccionario, de lo que es un diccionario y de la labor que la institución realiza. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Pez, de Elena Medel (1985)

 






PEZ

Nuestro plato favorito requería cierta preparación. Mi abuela abría el pescado en vertical,

leyendo mi futuro.

Sobre la superficie herida distribuía su relleno, con cuidado: las marcas de la muerte no deben

infectarse.

Mientras, ella me hablaba. Yo aún era pequeña; había vuelto del colegio, preguntaba qué

había de almorzar, relamía mis gracias y decía:

peces como los del verano. Por entonces hacía frío. Y al terminar de comer nos sentábamos

juntas, veíamos la televisión juntas, respirábamos juntas cada noche.

Vivir era costumbre de las dos,

y en verano me enfadaba al verla caminar

orilla arriba

orilla abajo:

yo me enfadaba porque temía perderla en una ola, o que se resfriase, o simplemente estar

lejos de ella unos minutos.

Al volver, me sentaba en su hamaca y me ayudaba a limpiarme la arena de los pies, a buscar

mis ceras en la bolsa, a despegarme la sal y las legañas.

El invierno es, ahora, amable en esta casa. Al entrar he querido encontrarte tranquila,

repitiendo tus historias, sonriendo al recordar los buenos tiempos, como siempre,

siguiendo las costumbres de mi infancia.

Pero no ahora no estás. Las dos ya no vivimos, y el frío me agarra por la espalda y me golpea,

recuerda tantas cosas que vuelvo a tener miedo,

y mis ojos

resbalan en mis manos

húmedos

como el pez del invierno

Elena Medel, 1985. Poetisa española











Las viñetas de hoy

 


















jueves, 18 de julio de 2024

De nosotros, los españoles

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Hay pocas ideas más fascistas que aquella según la cual “los migrantes deben integrarse”, señala en la primera de las entradas del blog de hoy el historiador Pau Luque Sánchez, pues la idea de integración es tal vez la más perversa y refinada expresión de Europa, y más en general de Occidente, concibiéndose a sí mismo como el ombligo del mundo. La segunda es un archivo del blog de tal día como hoy de 2012 en la que dejaba constancia de mis reflexiones sobre lo acontecido en España en esa misa fecha de setenta y seis años antes. La tercera entrada es el poema Espejo negro, de la poetisa española Miriam Reyes. Y como siempre, para terminar, las viñetas de humor. Espero que todas ellas les hagan reflexionar. Me daría por satisfecho si así fuera. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico, al menos inténtenlo. Nos vemos mañana de nuevo si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com














Un nuevo nosotros
PAU LUQUE SÁNCHEZ
17 JUL 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Pasó por fortuna desapercebida —situación que espero no revertir irónicamente con este texto— una iniciativa de Vox de hace unos meses en el Congreso al calor del ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. Se trataba de una proposición no de ley que pretendía “suspender los expedientes de adquisición de la nacionalidad española, las autorizaciones de estancia y residencia y prohibir la entrada en España de inmigrantes procedentes de países de cultura islámica, en tanto no se pueda asegurar su correcta y pacífica integración en nuestro territorio”.
Siempre me ha desconcertado ese ataque de realpolitik que algunos sienten cuando la barbarie se expresa libremente. Me refiero a esa cosa del “No estoy de acuerdo con Vox, pero al menos no son políticamente correctos: si los terroristas son de origen islámico hay que decirlo, hay que decir la verdad”. Cuando los bárbaros con tribuna institucional hablan como tales estigmatizan a los migrantes (o hijos o nietos de migrantes) de origen árabe, incluso aunque no practiquen el Islam. Y, al hacerlo, comienza ese sutil y difuso proceso de legitimación de eventuales agresiones, pues si las instituciones amparan la degradación de las personas mediante el lenguaje, ¿qué impide a las personas de a pie completar la tarea y degradarlas más allá del lenguaje?
Tampoco querría conducir yo a equívocos. No extender la sospecha sobre personas que tienen determinados rasgos o hablan ciertas lenguas o rezan a un dios específico no garantiza que los políticos no sean racistas ni xenófobos. Lo único que garantiza, estrictamente hablando, es que sean hipócritas, porque bien pueden estar diciendo cosas en las que no creen. ¿Pero saben qué? La hipocresía es una virtud civilizatoria. Conseguir que los bárbaros no hablen como bárbaros es deslegitimar su forma de hablar. Y deslegitimar su forma de hablar es, sobre todo cuando cuentan con un atril en el Congreso, un primer paso civilizatorio. Se dirá que no es mucho. Pero al negarnos a aceptar que los bárbaros hablen como si la barbarie fuera una alternativa como cualquier otra, estamos exigiendo que las instituciones nos protejan, como decía Judith Shklar, contra el miedo. Un objetivo modesto, pero nada banal.
La propuesta no de ley de Vox, sin embargo, contenía algo más inquietante. Me refiero a la idea de la “correcta y pacífica integración” de los migrantes. Una de las razones por las que Vox creció como creció se debe, me temo, a que Vox es explícito y enfático con tal idea, que genera un amplio consenso. Y es que, ya se sabe, ellos sí dicen “la verdad”, ellos sí dicen, en fin, lo que supuestamente todo el mundo piensa.
Bien, pues se me ocurren pocas ideas sustantivamente más fascistas que aquella según la cual “los migrantes deben integrarse”. Y es que para pedir a alguien que se integre hay que creer que tenemos más derechos que quien llega de fuera simplemente porque nosotros estábamos antes que tú en esta tierra. Por ejemplo, tenemos el derecho, del que tú careces, de pedirte que renuncies a tu forma de vida y te conformes a la nuestra. O sea, que te integres.
Para quienes creen en el deber de integrarse, el migrante carece de autonomía y agencia: no tiene derecho a armar su vida como considere oportuno; tiene que mimetizar las conductas locales, o, si no queda otro remedio, debe al menos modificar su forma de vida de manera tal que esta sea compatible con aquéllas. Así que el deber de integrarse que tienen los migrantes es correlativo al derecho que tienen los locales de exigir que los migrantes renuncien a ser quienes son únicamente en virtud de ser eso, locales.
Este tipo de nacionalismo es una forma incluyente de nacionalismo, pues al menos admite la entrada de algunos migrantes, siempre y cuando paguen el peaje de que los locales elijan cómo los migrantes deben vivir o qué lengua deben hablar. Y yo me pregunto: si un nacionalista incluyente ya niega toda agencia y autonomía a los migrantes, ¿qué clase de Belzebú es un nacionalista excluyente? (Esto conduce a otra pregunta: ¿no es toda forma de nacionalismo defensivo una forma de nacionalismo agresivo a ojos de quien ocupa, en cada contexto, el último lugar en la cadena trófica de las identidades nacionales?)
La idea de la integración es desagradable ya en abstracto. Pero si uno aterriza en la historia y se da cuenta de que los países que más legitimados se sienten a exigir la integración suelen ser países con un pasado colonialista, entonces la situación se vuelve grave aunque no muy seria. Resulta que los herederos de quienes han colonizado tierras durante siglos ahora exigiremos a los herederos de las tierras colonizadas que acepten definitivamente que nosotros siempre tuvimos razón. La idea de la integración es tal vez la más perversa y refinada expresión de Europa, y más en general de Occidente, concibiéndose a sí mismo como el ombligo del mundo. Es como si tuviera lugar una pelea en el patio de la escuela en que un niño le pega una somanta de palos a otro y, cuando lo tiene finalmente sometido, le pregunta: “¿Verdad que soy el más civilizado, el más culto y el más racional?”.
Pero lo más perturbador de la idea de la integración es que se niega a negociar un nuevo nosotros político. Pedirle a los migrantes que se integren es querer dejar intacto quiénes somos políticamente, cosa en realidad imposible y, sobre todo, indeseable cuando se cruzan formas de vida. La idea de la integración es intrínsecamente reaccionaria porque intenta congelar para siempre un “nosotros” que, por otra parte, muy probablemente nunca ha existido. Respetar políticamente a los migrantes es darles carta de ciudadanía, o sea regularizarlos. Pero, además, es interpretar su llegada como el detonante de la obligación de reconfigurar ese nosotros político.
Los nacionalismos occidentales vienen a plantearnos un dilema que apesta a solemnidad en cada uno de sus cuernos. O bien los migrantes se integran o bien serán las sociedades occidentales las que se desintegrarán. Pues no. Lo único que por suerte se desintegra si los migrantes no se integran es la fantaseada nación centenaria o milenaria. Los nacionalistas nos quieren persuadir de que la sociedad se reduce a la nación. Nada más falso. Un migrante que no se integra es una feliz ofensa para la nación, pero no para la sociedad. La supervivencia de una sociedad no depende de que los migrantes se integren, pero sí de renegociar el nosotros político.
Siendo yo un aficionado muy moderado a las metáforas futbolísticas, resulta irresistible acudir a la selección española de la Eurocopa 2024 para hablar del nuevo nosotros al que la migración obliga. Resulta que el mejor jugador catalán, Lamine Yamal, desdibuja lo que el nacionalismo catalán dice que es un catalán como dios manda: su imaginario sentimental está filtrado por su barrio, Rocafonda (Mataró), no por la nación catalana. Y resulta que el mejor jugador vasco, Nico Williams, desdibuja lo que el nacionalismo vasco dice que es un vasco como dios manda: dijo a finales de 2022, con la sonrisa de un pillo, que su nivel de euskera es cero. Resulta, además, que los dos mejores jugadores de España son precisamente ese catalán y ese vasco, cosa que desdibuja lo que el nacionalismo español dice que es un español como dios manda. La selección española simboliza el feliz triunfo de la sociedad española y la derrota de la nación española. Es la alegoría de un nuevo nosotros. Pau Luque es investigador en la UNAM. 


















[ARCHIVO DEL BLOG] 18 de Julio: Setenta y seis años después. [Publicada el 18/07/2012]










Después de haber subido ayer al blog (en dieciocho entradas sucesivas) la película de Jaime Camino "Dragon Rapide" (1984), sobre los días que precedieron a la sublevación militar del 18 de julio de 1936 en los que tanto protagonismo histórico tuvo la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, no tenía pensado escribir nada sobre la fecha que hoy se recuerda. 
No deja de resultar llamativo que apenas se haya hecho mención a ella en los medios de comunicación. Hay algunas excepciones, claro está. El historiador Ángel Viñas, en El País de ayer, publicaba un interesante artículo en el que presta atención a los grupos políticos que de forma más o menos encubierta fraguaron el golpe de Estado y animaron a los militares a rebelarse contra el gobierno republicano. Son datos novedosos, que forman parte de un libro de próxima publicación, que el autor adelanta en el artículo. Lo son porque hecha por tierra el protagonismo que siempre se ha atribuido en su preparación a falangistas, carlistas e incluso a la CEDA de Gil Robles. Por el contrario resalta el papel que jugaron en esos preparativos golpistas los monárquicos de Renovación Española, y por supuesto, los gobiernos de Alemania e Italia, sobre todo éste último. 
La coda final del artículo la dedica el profesor Viñas a criticar la "no-desclasificación" de los documentos militares que rebelan esos hechos en base, entre otras razones, a no “perjudicar” las relaciones diplomáticas con Italia, pero desvelar la fría agresión italiana, dice, que es lo peor que un país puede hacer a otro, no dañará las relaciones con él. Sí lo hace, añade, un gobierno, el nuestro, temeroso del pasado y que tampoco se fía de sus ciudadanos. Y eso sí que da que pensar. En la Unión Europea, tras tantos años, España vuelve a ser diferente, termina.
Setenta y seis años son muchos años, pero es cierto que parece que para algunos españoles la guerra civil no ha terminado aún. Hasta que mi padre se jubiló estuvo coleccionando durante años la revista norteamericana "Life", en español, que encuadernaba por semestres en unos hermosos libros de tapa dura y lomos de cuero verde, que a mi, con apenas diez u once años, me  encantaba ojear. Recuerdo en especial un número de mediados de los años 50, en el que la revista dedicaba un reportaje especial lleno  de fotografías y entrevistas a personas que aún vivían y que habían nacido antes del inicio de la guerra civil norteamericana, en 1861.
Fue un reportaje que me impresionó vivamente y que he recordado ahora, pensando en que cualquier español vivo que haya participado en la guerra civil de 1936-1939, debe tener como mínimo 92 años de edad. No creo que sean muchos los que queden, pero hubiera sido interesante hacer un reportaje similar al de la revista "Life".
Casualmente hace apenas dos días terminaba de leer la última novela de Eduardo Mendoza, "Riña de gatos. Madrid, 1936" (Planeta, Barcelona, 2011), que también se desarrolla en el Madrid de los inicios de la primavera de 1936, cuando se está fraguando el golpe militar. El protagonista de la misma es un joven profesor inglés en Historia del Arte, y experto de reconocido prestigio en la obra y vida de Velázquez, que ha llegado a Madrid en esos días para un trabajo profesional. Sin buscarlo, se ve envuelto en la trama conspiratoria político-militar que dará lugar unos meses más tarde al golpe de Estado y a la guerra civil. No les rebelo más sobre la misma por si tienen interés en leerla. Les aseguro que es una trama interesante, con una fina ironía y sentido del humor, y algunas lucubraciones del personaje principal que rozan la política-ficción, o que pudieron ser verdad...
A mis padres y mis hermanos mayores (a mi me faltan diez años para venir al mundo), el inicio de la guerra civil les coge en Barcelona. Mi padre es en ese momento sargento de la Guardia Civil, y esta destinado en el Parque de Automovilismo de Barcelona como chófer al servicio del coronel Escobar, jefe de la misma en la Ciudad Condal. Lógicamente, la guerra la hace del lado de la República, y es destinado a varios puntos de la zona republicana, siempre como chófer. A finales de 1938, es detenido y encarcelado en un barco prisión en el puerto de Barcelona. La razón, el que antes del inicio de la guerra había estado afiliado a Falange Española y las autoridades republicanas desconfiaban de su lealtad. Con otros dos compañeros guardias civiles logra fugarse del barco y a pie, llegar hasta la frontera francesa. En Francia son internados en un campo de concentración cercano a Lyon hasta que, finalizada la guerra son devueltos a España. Durante esos meses, mi madre no ha sabido nada sobre su paradero ni si estaba vivo o muerto. Finalizada la guerra, los vencedores le enjuician nuevamente por no haberse sublevado en 1936. El no haber participado en acciones de armas, y su antiguo carnet de Falange, le salvan del paredón pero no de la desconfianza. Le destinan (o destierran) a la isla de El Hierro, donde permanece entre 1940 y 1945. Pasa a la reserva, como comandante de la Guardia Civil  en 1956, en Madrid, donde vive desde 1950 hasta su muerte, en 1989.
Como tantas familias españolas, la mía se vio dividida, no solo físicamente, por la guerra civil. Toda la familia de mi madre, mis abuelos maternos y mis tíos, eran republicanos y socialistas, lo que no impidió que mi madre, su hija mayor, fuera siempre una mujer profundamente religiosa, apolítica (por prudencia) y de ideas conservadoras. Y que en casa estuviera terminantemente prohibido hablar de política o de religión. El único hermano varón de mi padre, luchó del lado franquista, en la Legión, donde llegó a teniente. Curiosamente, figura en las listas de republicanos ejecutados por los franquistas en Asturias durante la guerra civil, lo que es inexacto pues murió ya anciano en los años 80. Se lo he hecho saber en varias ocasiones a las asociaciones de víctimas del franquismo asturianas, sin resultado alguno: sigue figurando en las listas de víctimas de la represión.
Creo, sinceramente, que setenta y seis años son muchos años ya para que los españoles nos sigamos guardando rencor por unos hechos que casi ninguno de nosotros vivimos directamente. Soy decidido partidario de que los españoles del bando republicano que murieron en la guerra civil o víctimas de la cruel represión que siguió a ésta, tengan el reconocimiento, homenaje y respeto que se merecen. Que sus restos se busquen, se devuelvan y se entreguen a sus familiares. Que se quiten de iglesias y plazas las placas que hablan de los "caídos por Dios y España" y se sustituyan por otras que hablen y rindan recuerdo perenne a todos los que perdieron su vida en un enfrentamiento fratricida sangriento e inútil. Pero sobre todo me gustaría que dejasen a los historiadores que hagan su trabajo en paz y con todos los archivos abiertos a su disposición para esclarecer definitivamente qué pasó, por qué pasó, y quiénes fueron los responsables de que pasara. Y así, evitar que vuelva a pasar. Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Espejo negro, de Miriam Reyes (1974)

 






ESPEJO NEGRO


No tengo casa a la que volver

ni esperanza de la que colgarme

por eso camino.

Las casas se derrumban a mi paso

la tierra es una alfombra de escombros.

Me detengo a admirar la belleza de las palas mecánicas

los movimientos de las excavadoras me erizan de deseo.

De noche las contemplo:

los perfiles inmóviles de las palas

descansando sobre el cielo azul cobalto

al lado de la luna de luz nacarada

son aún más hermosos que los brazos de los hombres que las manipulan

y las excavadoras

con sus enormes bocas abiertas y llenas todavía

de tierra y escombros

parecen enormes animales muertos.

Mis padres me enseñaron a no tener nunca nada.

Ellos me enseñaron a no volver nunca a casa

a no decir nunca esta casa es mía

aquí me quedo yo

en este lugar que amo.

Cierro la puerta y no necesito mirar atrás para saber

que la casa ya no existe más.

En ninguna parte sin hablar con nadie estoy

pero si nos cruzamos

puedo enseñarte a caminar sonriente sobre la desolación.


Miriam Reyes (1974). Poetisa española








Las viñetas de hoy