jueves, 9 de mayo de 2024

De la inmigración

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves, 9 de mayo, Día de Europa. Echo de menos una oposición vehemente e informada contra ese miedo a los extranjeros, dice en El País el escritor Sergio del Molino, y también echo de menos datos contra los bulos. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com












​Faltan políticos valientes que hablen de la inmigración (y no contra ella)
SERGIO DEL MOLINO
08 MAY 2024 - ​El País - harendt.blogspot.com

En una Europa cada vez más dividida entre güelfos y gibelinos, esta familia política disfuncional que un día fue ecuménica y derribadora de fronteras ha encontrado un asunto por el que brindar: reforzar las verjas exteriores. Si Quevedo vio los muros de la patria suya, si un tiempo fuertes, ya desmoronados, hoy cantaría las maravillas de Frontex, y celebraría que los gobernantes del siglo XXI dejen de discutir por chorradas como el Estado social o la calidad de la democracia para disuadir mejor a los desgraciados de ultramar, a quienes se les quiere negar hasta la posibilidad de fregar el suelo sobre el que aspiran a vivir.
Rishi Sunak, en su orilla del Brexit, ha celebrado el pacto migratorio europeo con una rave de expulsiones a Ruanda, y aunque la derecha racista calla, esta concordia es mérito suyo, pues se hace para cortejar a sus votantes. Se creen los conservadores y no pocos socialdemócratas (Scholz y Sánchez entre ellos) que así aplacarán al diablillo xenófobo. Quizá les funcione desde un punto de vista estratégico y partidista: si la gente vota ultra por miedo a los inmigrantes, una postura dura hará que los ciudadanos furiosos vuelvan al redil manso del bipartidismo tradicional. Impecable. Solo hay un problema: si se acepta el esquema mental de los asustados por el lobo extranjero y se les ofrece un refugio acorazado, ¿en qué se distinguirá la política europea tradicional de la reacción antiliberal? Los partidos ultras ya no tendrán hueco, pero porque sus discursos y proyectos serán hegemónicos. Perderán las elecciones, aunque ganarán el debate.
Echo de menos una oposición vehemente e informada contra ese miedo. Echo de menos datos contra los bulos. Echo de menos políticos valientes que, en lugar de reconocer con pomposidad que no se puede negar que la inmigración es un problema (menudo hallazgo), expongan la verdad: las dimensiones reales de la población de origen extranjero, los problemas de la escuela, la brecha social, la desprotección de los menores y la ignominia de la represión fronteriza. Frente a los que viven convencidos de que a cada chaval que salta la valla, en vez de un porrazo en el costillar le dan una paguita, un piso y un trabajo que roba a un español, hay que oponer los hechos rotundos, sin condescender a su paranoia diciéndoles que se hacen cargo de su inquietud. Sé que aguardo en balde, porque la perra verdad es que los xenófobos votan, y los que sufren su xenofobia, no. Pero si la democracia europea no es capaz de mirar por encima de la verja, no sé en qué puede haber quedado el europeísmo.​ Sergio del Molino es escritor.




























[ARCHIVO DEL BLOG] Unión Europea: La Directiva de la Vergüenza. [Publicada el 09/05/2008]









No comparto en absoluto la propuesta de Directiva que la Comisión Europea pretende aprobar sobre la inmigración ilegal y que de momento ha sido "aparcada" por el Consejo de la Unión. Mas que probablemente porque a la mayoría de los gobiernos estatales les parece floja... Menos aún comparto el apoyo que a la citada propuesta de Directiva le presta el gobierno español y, como a la periodista de El País, Soledad Gallego-Díaz, me parece vergonzoso que se presente la misma como un avance en los "derechos" de los inmigrantes ilegales residentes en la Unión.
Estoy a favor de una regulación seria de la inmigración en el seno de la Unión Europea. Pero hay maneras y maneras de llevarla a cabo. Resolverla mediante el internamiento forzoso de los indocumentados en "campos de concentración" durante hasta 18 meses por decisión administrativa, sin tutela ni resolución judicial, y sin que hayan cometido delito otro alguno que carecer de documentación, no me parece de recibo.
Oía esta mañana por la radio al ministro del Interior comentar los argumentos del gobierno en favor de la Directiva de Retorno como una medida garantista para los desafortunados inmigrantes ilegales retenidos en otros estados de la Unión... Tiene que ser, como dice Gallego-Díaz, que el Sr. Ministro estaba de buen humor... Yo no le encuentro la gracia, la verdad... Por eso, si se aprueba finalmente, quizá deberíamos replantearnos de que clase de Europa hablamos cuando hablamos de libertades y que clase Unión Europea queremos, hoy, el día de su cumpleaños...
Ya se que eso no le va a importar a nadie, y menos al Sr. Rubalcaba, pero a mi sí me importa. Y por eso lo digo... Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt











miércoles, 8 de mayo de 2024

De la contención

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles, 8 de mayo. La realidad, comenta en El País el escritor Antonio Muñoz Molina, nos enseña la necesidad urgente de aceptar la contención como punto de partida para una mejora racional de las cosas. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com











Defensa de los límites
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
04 MAY 2024 - El País - harendt.blogspot.com

La idea de que haya límites que no puedan o no deban cruzarse provoca en nuestro mundo un rechazo instintivo: límites en el comportamiento, en la expresión, en la velocidad, en la ambición, en el consumo. A cada momento la publicidad propone ventajas sin límites, disfrute ilimitado de datos, placeres sin límite, como en esos restaurantes de baja estofa americanos que invitan monstruosamente a comer hasta el hartazgo por un precio fijo: “All You Can Eat”. En esto, como en tantas otras ocasiones, se conjugan los intereses más rapaces y destructivos del capitalismo y las fantasías de emancipación radical y satisfacción instantánea de todos los deseos heredadas de Mayo del 68. El capitalismo quiere abolir cualquier límite al crecimiento y al beneficio; el mayodelsesentayochismo te anima a cumplir a cada momento y sin retraso ni control cualquier deseo: “Prohibido prohibir”.
A diferencia de las necesidades, cuyo catálogo es bastante reducido, los deseos pueden no acabarse nunca, y una vez obtenidos despiertan no el apaciguamiento de lo ya logrado, sino la ansiedad de lo que todavía no se tiene. Ese principio lo formuló Buda hace 25 siglos y lo estudian ahora con todo tipo de recursos científicos los inventores de adicciones. Como la imaginación sí tiene límites, quienes alcanzan el privilegio de poseerlo todo, sean capos del narcotráfico internacional o plutócratas de la tecnología, incurren en una penosa monotonía en sus adquisiciones desmedidas: coches de lujo, mansiones, relojes, islas privadas, yates, yates cada vez más grandes, yates tan grandes que han de ir acompañados de otros yates en los que se aloja el personal innumerable, yates con helipuertos. Como ni el yate más enorme les basta, se construyen cohetes y naves espaciales; como les enfurece someterse al límite humillante de la muerte, fundan clínicas y centros de investigación biomédica para alargar sus vidas. Leí en Financial Times que, a raíz de la pandemia de covid, se ha notado un aumento en la pasión adquisitiva de los megamultimillonarios, acuciados quizás por esa sombra de mortalidad y fugacidad de las cosas que también nos aflige a los seres humanos ordinarios.
A nuestra propia escala, cada uno puede ser como esos espíritus hambrientos que habitan uno de los infiernos de la mitología budista tibetana: no tienen sosiego porque la comida que devoran en vez de hartarlos les da más hambre todavía. Es asombroso que sabidurías tan antiguas contengan metáforas que expliquen con tanta precisión nuestro tiempo. Cualquier límite se ve como una restricción intolerable. Un poeta se revuelve contra los límites opresivos de la métrica y de la rima; un artista, contra el peso muerto de las tradiciones y contra las formas del arte académico. Que la poesía medida y rimada dejara de estar de moda hace más de un siglo, y que todas las tradiciones y convenciones académicas del arte no sean ya ni un recuerdo lejano, no menguan la conciencia arrogante de quien a estas alturas se sigue declarando en rebeldía contra ellas. La publicidad ha parasitado astutamente el lenguaje de las vanguardias: “Rompe las reglas”, dice un anuncio de telefonía móvil. Hace ya varias generaciones que no queda nada por transgredir, ni en las artes ni en las costumbres, pero la transgresión sigue mereciendo todo tipo de parabienes culturales y académicos, y hasta de subvenciones, y la norma, la forma, el límite, suenan a tedio y a represión. Los economistas llevan décadas burlándose de aquella idea de los límites del crecimiento que formuló en 1972 el Club de Roma.
Un límite que entre nosotros padece una forma particular de desprecio es el de los modales, las formalidades de la vida social, en lo privado y en lo público. Entre nosotros, la grosería de comportamiento y de palabra se glorifica como espontaneidad, y toda formalidad cortés parece hipocresía, y cuanto más soez es el lenguaje que usa un escritor, un periodista, un político, un ministro, más impresión da de autenticidad y compromiso. En nuestra desaliñada juventud creíamos que la forma era desdeñable porque lo importante era el fondo, y que importaba el contenido y no el continente, y así acabábamos en una confusión ética y estética que al cabo de tantos años se parece mucho a la que reina ahora mismo.
A todo el mundo, cuando es joven, le provoca rechazo la antigua expresión inglesa Manners before morals. Las buenas maneras, desde luego, no son más importantes que la decencia moral, pero están mucho más conectadas con ella de lo que parece, y su deterioro y su ausencia son señales no de emancipación, sino de discordia. Una cortesía universal e implícita la practica casi todo el mundo cuando se mueve por una red de metro o viaja en el autobús. Quien rompe el límite de las formas, hablando a gritos al teléfono, ocupando dos asientos con las piernas desplegadas, provoca una estridencia tan desagradable como la de una nota falsa en un violín. Cuando se ha vivido bajo las normas asfixiantes de una dictadura, hay un instinto natural de rebeldía contra todo límite. Pero en nuestro caso la dictadura terminó hace ya casi medio siglo; y los portugueses, que vivieron tan sometidos como nosotros, y que además llegaron a la libertad con una explosión de alegría que nosotros no conocimos, mantienen un respeto admirable por las buenas formas, que se manifiesta a cada momento en la vida diaria, y también, para nuestra vergüenza y envidia, en la vida pública.
“Donde hay forma hay alma”, dice Fernando Pessoa, que no encontró nunca la forma posible para el eterno borrador de su Libro del desasosiego. Como esos padres y madres que tardan tanto en aceptar el valor educativo de los límites, creo que esa educadora implacable que es la realidad nos va enseñando a todos, en cada ámbito de la vida, la necesidad urgente de aceptarlos, y no ya como estorbos inevitables, sino como puntos de partida para una mejora racional de las cosas. Delante de nuestros ojos se está desbaratando el delirio neoliberal y sesentayochista de la proliferación infinita de lo caprichoso y lo superfluo, de un crecimiento económico sin pausa que a lo que se parece es a la proliferación incontrolada de un tumor canceroso. Nada puede crecer indefinidamente: ni el número de turistas que llegan a una ciudad o a una isla, ni el agua potable que se consume en un país de desertificación y de sequía, ni los residuos de plástico que se arrojan al mar, ni las cantidades de comida en buen estado que acaban en la basura mientras millones de personas siguen muriendo de hambre, ni la ropa mala y barata que alguien se pone una o dos veces o no se pone nunca y acaba en esas cordilleras de harapos que van creciendo en el desierto de Atacama. Una abogada tenaz y valerosa, Teresa Vicente, impulsó la iniciativa popular gracias a la cual se reconocieron por primera vez en España los derechos no de una persona, sino de un don irremplazable de la naturaleza, el mar Menor de Murcia, un paraíso terrenal que ha estado a punto de convertirse, por culpa de los vertidos de residuos y fertilizantes, en un pantano inmundo de agua estancada y peces muertos. La ley justa promovida por Teresa Vicente marca los límites que aseguran la protección de lo que pertenece a todos, a los que vivimos ahora y a los que aún no han nacido, a los seres humanos y a las demás criaturas.
Pero no habrá una ley y ni siquiera un gran acuerdo que imponga los límites de la buena educación, las formas, la prudencia, a esa parte de la clase política y mediática que ya solo sabe usar el lenguaje para la arenga, la mentira y la injuria, para echar leña al fuego y celebrar con guasa cínica la furia de las llamas. Antonio Muñoz Molina es escritor y académico de la Real Academia Española.





























[ARCHIVO DEL BLOG] Escribir por escribir: Cervantes, Borges, Edwards..., y todos los demás. [Publicada el 01/05/2013]












No puede ser sino casualidad que un acendrado defensor del "azar" como yo (la diosa Tyké de los clásicos como hacedora de la vida y de la historia, y no hay historia sin vida, como decía Hannah Arendt) se encuentre hoy en unas horas y sin buscarlas, dos referencias a uno de sus escritores favoritos, el chileno Jorge Edwards, del que les recomiendo una de las novelas más "deliciosas" que he leído: "El origen del mundo" (Tusquets, Barcelona, 1996). Escribí sobre ella por mayo de 2008, y a la entrada de entonces les remito.
La primera de las referencias citadas es una crónica del corresponsal del diario El País en París, Miguel Mora, en la que nos relata las andanzas y vivencias parisinas, desde hace decenios, del actual embajador de Chile en Francia, el escritor Jorge Edwards. Una crónica tan "deliciosa" como la novela que les recomendaba anteriormente que, ¡como no!, transcurre en París.
La segunda, es del propio Jorge Edwards, titulada "La cueva de Montesinos y El Aleph", y es la ponencia que presentara en el III de los Congresos Internacionales de la Lengua Española, celebrado en la argentina ciudad de Rosario en 2004.
¿Qué de qué va la ponencia? Pues de como los personajes de ficción, en este caso, los creados respectivamente por Cervantes y Borges en sus "Don Quijote de la Mancha" y "El Aleph", campan por sus respetos y sin el permiso ni opinión de sus autores por el proceloso mundo del vivir y el existir. Pero también hay referencias explícitas a otros muchos personajes literarios y a sus progenitores. A mí me ha encantado. Espero que a ustedes también. ¿Acaso, me pregunto yo, el que los personajes logren independizarse de sus autores, no es precisamente en lo que consiste la literatura?
Esta mañana, también es casualidad (Tyké de nuevo), una amiga francesa me envió a través del Facebook una frase que me ha parecido muy hermosa: "¿Escribir sin motivo, no es el más bello motivo para escribir?". Lo comparto. Sean felices, por favor, aunque se que a veces, muchas veces, duele y cuesta hasta el intentarlo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt












martes, 7 de mayo de 2024

De la nueva y vieja propaganda

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. La tentación de la desinformación es grande porque el premio también lo es, comenta en El País la escritora Delia Rodríguez, y quien controla la atención controla el voto, el consumo, el poder, el dinero, los medios. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










La nueva propaganda no es la vieja propaganda
DELIA RODRÍGUEZ
02 MAY 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Repasemos lo ocurrido en los últimos 15 o 20 años, porque ha ido todo muy rápido. 
Uno. Hemos inventado un rectángulo mágico de pantalla frágil que nos gusta mucho, quizás demasiado, ya que con él podemos enviar y recibir más información que nunca, al instante, alcanzando y siendo alcanzados por más personas que en cualquier momento de la historia, a una mayor distancia, sin intermediarios. Barato y eficaz, usamos el invento en masa para los negocios, la comunicación o el entretenimiento, sobre todo a partir de la llegada de las redes sociales, que lo ponen muy fácil.
Dos. Pronto encontramos un límite a esa fantasía de infinitud y globalidad: el día posee 24 horas y somos pésimos priorizando estímulos de forma racional. Se llama a este pecado original de internet “economía de la atención”, porque es su moneda y su bien más escaso. El rectángulo mágico se transforma en un gran bazar lleno de objetos brillantes donde empresas, organizaciones, gobiernos, individuos o medios gritamos para ser escuchados. El mundo que lo rodea también se acelera: la diferencia entre lo virtual y lo real siempre fue una abstracción.
Tres. Descubrimos las leyes de la atención, definidas por nuestra naturaleza de primates que hablan y piensan, pero necesitan atajos para gestionar de forma rápida grandes volúmenes de contenidos. Nos mueven las historias, los arquetipos con buenos y malos, las narrativas con causas y consecuencias. Bajo presión nos dejamos conducir por las emociones y resulta difícil poner freno al contagio de lo indignante, lo triste o lo divertido. La repetición funciona, y el volumen de contenidos también.
Cuatro. Nuestra cultura se ha convertido en una gran máquina de contagio emocional que premia la irracionalidad y que todo el mundo intenta manipular. Ciertos cortafuegos, como los medios saneados e independientes, caen, el nuevo entorno les ha dejado sin modelo de negocio; a diferencia de ellos, las redes no se someten a las viejas regulaciones contra las falsedades. La mentira resulta ser muy eficaz, porque permite crear sentimientos intensos sin los molestos límites de la realidad. Para que pase mejor, suele ir mezclada con algo de verdad, y usa portavoces en quienes antes confiábamos.
Estas son las bases de la desinformación moderna. Su tentación es grande porque el premio también lo es: quien controla la atención, controla el voto, el consumo, el poder, el dinero, los medios. Una de sus consecuencias más terribles es la confusión, la sensación compartida de que todo resulta terriblemente complejo, inaprensible y rápido, de que nos sobra y nos falta información. Es entonces cuando nos polarizamos, ya que una ideología sin espacio para la duda disuelve la niebla mental. Decir que la propaganda siempre existió es una trampa simplificadora, porque este nuevo entorno es reciente, y estamos asimilando las consecuencias de nuestra propia obra: un sistema informativo global que nuestros cerebros no llevan bien.
Los rusos son quienes mejor han entendido la desinformación debido a que la utilizan como arma de guerra: el verdadero objetivo de sus campañas no consiste en sembrar mentiras, sino en extender el sentimiento de hastío por las noticias y la vida común, que lleva a la polarización y la destrucción social del enemigo. Ellos, creo, a diferencia de otros aprendices que escuchamos cada día, saben que sus actos pueden romper de verdad la baraja, y están dispuestos. Tampoco han caído en el error de creerse su propia basura. Delia Rodríguez es escritora.






























[ARCHIVO DEL BLOG] Equilibrios dialécticos y decepciones. [Publicada el 20/06/2008]









Oigo las declaraciones de la vicepresidenta del gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, tras el Consejo de Ministros de hoy: Se declara orgullosa y satisfecha del voto expresado ayer por los diputados socialistas españoles en el Parlamento europeo en favor de la Directiva de Retorno. Lo hicieron en el mismo sentido que el Partido Popular y los fascistas de la Liga Norte. Y en contra de sus correligionarios europeos, que mayoritariamente optaron por el no o la abstención. 
Supongo que ese orgullo y satisfacción de la vicepresidenta no es extensivo al voto emitido por los también diputados socialistas españoles Josep Borrell y Raimón Obiols, que lo hicieron en contra de la Directiva, y de Martí Graus, que optó por la abstención.
Dicen que la política es el arte de lo posible, y por tanto es posible que la decisión adoptada ayer por la mayoría de nuestros diputados socialistas en el Parlamento europeo haya sido la correcta, pero no deja de producirme un enorme desasosiego e incomodidad. 
Tanta renuncia a la utopía y tanto canto al realismo acabarán por desencantar a un gran número de votantes. A mi entre ellos... Y al columnista Enric González que en El País de ayer escribía una escueta y dolorida reseña, titulada "Europa", que comparto plenamente. HArendt