martes, 9 de mayo de 2023

De la India y la cuna de la democracia

 







Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la socióloga Olivia Muñoz-Roja, va de la India y la cuna de la democracia. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.











India, “madre de la democracia”
OLIVIA MUÑOZ-ROJAS
05 MAY 2023 - El País
harendt.blogspot.com

“Madre de la democracia”, uno de los eslóganes con los que el Gobierno indio ha escogido enmarcar su presidencia del G-20 este año y que es, además, el título de un libro publicado en 2022 por el Consejo Indio de Investigaciones Históricas (ICHR); puede sorprender a más de un occidental. ¿Acaso no es Grecia —esto es, la Grecia antigua— la madre de la democracia? A quienes hayan seguido de cerca la evolución de la retórica del Gobierno de Narendra Modi, les sorprenderá menos la expresión. Ya en noviembre de 2020, el primer ministro indio la utilizó en la inauguración de las obras para el nuevo edificio del parlamento en Nueva Delhi. Y en septiembre de 2021, en su discurso ante la Asamblea de Naciones Unidas, se refirió “a la gran tradición democrática [india] que se remonta a miles de años”, declarándose orgulloso de representar a un país “que se conoce como la madre de la democracia”. La frase no es baladí y merece atención. Si bien, es lo suficientemente ambigua, semánticamente hablando, como para interpretarse de, al menos, dos maneras: bien como una reivindicación del presente político indio, esto es, de su aportación a la democracia en el mundo, maternando a más de 1.400 millones de ciudadanos formalmente libres; o bien como una reivindicación histórica, esto es, reclamar la contribución de las civilizaciones del subcontinente indio a los fundamentos del pensamiento y la praxis democrática.
En The Argumentative Indian (traducido al español como La India contemporánea: entre modernidad y tradición), Amartya Sen expone cómo, durante la etapa colonial, los historiadores europeos, especialmente los británicos, a veces sin proponérselo y otras deliberadamente, fueron construyendo una visión de la historia cultural e intelectual india que sistemáticamente minimiza o ignora sus contribuciones al pensamiento racional y deliberativo. Sen alude a la aportación, por ejemplo, de científicos como Brahmagupta que ya en el siglo VII constató el movimiento de la Tierra y teorizó sobre la fuerza de la gravedad. Pero también se refiere a la “liberalidad” y la heterodoxia que permite el hinduismo en sus textos como “una de sus contribuciones al mundo del pensamiento”. Dicha liberalidad se vería, asimismo, reflejada en una tradición democrática propia, de la cual hay cada vez más evidencia. De acuerdo al historiador Steve Muhlberger, hay pruebas de gobiernos no monárquicos ya en la época de los Vedas, entre 3.000 y 2.000 años antes de Cristo. Aunque, señala el autor, “las polis republicanas fueron más comunes y vigorosas durante el período budista, entre el 600 AC y el 200 DC.” Según el historiador Anant Sadashiv Altekar, dichas repúblicas se encontraban, sobre todo, en el noroeste de la India. Las más fuertes “operaban como gobiernos soberanos”, explica Muhlberger, y tenían fama por poseer una política exterior, una hacienda, un ejército y unas leyes bien desarrolladas. En la literatura budista y bramínica pueden hallarse detalles sobre el funcionamiento de sus asambleas.
A estas repúblicas se refiere también el historiador griego Diódoro Sículus en el siglo I AC, posiblemente reproduciendo el testimonio del geógrafo Megástenes. En el siglo III AC, Megástenes fue embajador heleno en Pataliputra, capital del Imperio Maurya, actual Patna, en el noreste de la India, lo que sugiere que la existencia de gobiernos asamblearios se extendía a todo el norte de la India. Estos ejemplos de referencias griegas a la convivencia entre repúblicas y monarquías en la región no sólo ilustran la diversidad de formas políticas que conoció aquella en la antigüedad. Sirven también para evocar los intercambios de ideas y prácticas que más que posiblemente se dieron entre las civilizaciones del Mediterráneo, Oriente Medio y el subcontinente indio, contrarrestando la idea frecuentemente implícita en los imaginarios históricos dominantes de que cada una de estas antiguas civilizaciones se desarrolló de manera aislada.
Si el reconocimiento de la presencia de una antigua tradición deliberativa y práctica asamblearia en el subcontinente indio contribuiría a cuestionar el prejuicio de un Oriente despótico versus un Occidente democrático, el papel de la democracia india en la actualidad tampoco debe menospreciarse. En su ya clásico The Idea of India, Sunil Khilnani sostiene que la constitución de la democracia india tras la independencia del país en 1947 supondría “el tercer momento del gran experimento democrático iniciado a finales del siglo XVIII con las revoluciones americana y francesa”. Considera el politólogo que la instauración de la democracia india tuvo algo de fortuito en el sentido de que hubo en las élites que se encargaron de sentar sus bases cierto nivel de “inconsciencia” y “despreocupación”. Estas no parecieron anticipar las contradicciones que emergerían de superponer un sistema político igualitario sobre una estructura social inmensamente desigual. Sin embargo, una vez en marcha, afirma Khilnani, el resultado del experimento indio “bien puede convertirse en el más significativo de todos, en parte debido a su escala humana y en parte a su ubicación, una importante cabeza de puente de la agitada libertad en el continente asiático”. Pese a sus particularidades, los retos que afronta la democracia india son los que enfrentan cada vez más democracias en el mundo, señala Khilnani, sólo que en una vasta escala: “la reivindicación de derechos comunitarios y grupales y el uso de la democracia para la defensa de identidades colectivas; la dificultad para mantener uniones políticas multiculturales a gran escala; el apremio por hacer funcionar la democracia pese a la adversidad económica, por sostenerla sin prosperidad”. La India emerge, así, como el espejo en el que Occidente podría mirarse.
Pese a todo lo anterior, concluye Sen, tanto en el imaginario occidental como en la imagen que de sí misma tiene la sociedad india, pervive el concepto de ser una cultura de escasas aptitudes racionales y deliberativas y, por otra parte, grandes dotes espirituales y místicas, como si estas distintas cualidades no fuesen compatibles. Desde una perspectiva global, y en aras de una visión de la democracia más plural y rigurosa, es importante reconocer el legado de las tradiciones deliberativas y asamblearias que pueden hallarse en el subcontinente indio (al igual que en otras regiones del mundo). Sirva, asimismo, este ejercicio para prevenir la instrumentalización política del pasado de unos y otros, esto es, idealizar o sobredimensionar determinadas aportaciones con el solo fin de poder decir “nuestra democracia es más antigua y auténtica que la vuestra”. Pues, no se trata de entrar en una lógica de revancha o competición absurda entre civilizaciones —de antiguos indios contra antiguos griegos, por ejemplo—. De lo que sí se trata es de salir del prisma eurocéntrico predominante, de conocer y reconocer todas las contribuciones a la historia y el legado democrático de la Humanidad y concebir la democracia como algo que hemos construido entre todos. Olivia Muñoz-Rojas es doctora en Sociología por la London School of Economics e investigadora independiente. oliviamunozrojasblog.com





























[ARCHIVO DEL BLOG] 9 de mayo: Día de Europa. [Publicada el 09/05/2017]











Cuenta la mitología griega que Europa era una joven doncella fenicia hija del rey de Tiro de la que el lascivo Zeus se enamoró perdidamente. Para conseguirla Zeus se transformó en un hermoso toro blanco y se puso a  pastar en la playa de Tiro donde Europa y su séquito recogían flores. Ante la belleza y mansedumbre del animal la joven princesa se acercó hasta él para acariciar su lomo, el toro se agachó como invitando a Europa a subirse en él, y cuando así lo hizo la doncella, Zeus echó a volar y la llevó hasta la isla de Creta donde la hizo suya, convirtiéndola en la primera reina de la isla. 
Hoy, 9 de mayo, se cumplen 67 años de la Declaración emitida por el ministro de asuntos exteriores francés Robert Schuman que puso en marcha el proceso de unificación europeo. Algo impensable tan solo, justamente ese día, cinco años después de finalizada la más sangrienta y atroz de las guerras civiles europeas. Dicha declaración se considera históricamente como el primer paso dado para la constitución de lo que hoy es la Unión Europea. De ahí la razón de que el 9 de mayo se conmemore y celebre como el Día de Europa. 
¿Interesa Europa a los ciudadanos europeos? ¿Existe algo real llamado Europa? ¿Queda algo de la idea de Europa que alumbró la Declaración Schuman en 1950? ¿Está secuestrada Europa aún hoy como ayer? ¿Es Bruselas el moderno y lascivo Zeus que seduce con engaños a la virginal doncella Europa? ¿O más bien los secuestradores de Europa son los gobiernos de los Estados-nación que bloquean con su autismo, cortedad de miras e intereses exclusivamente nacionales toda posibilidad de convergencia real hacia una Europa unida, solidaria y fuerte no solo en lo económico y financiero sino también en lo político y lo social? Les invito a reflexionar sobre esas preguntas, que a día de hoy permanecen más vigentes que nunca.
En enero de 2005, -¡doce años ya, y parece que fue ayer!-, con motivo del referéndum a celebrar en España sobre el proyecto de Constitución Europea, tuve el honor de pronunciar una conferencia ante dirigentes, cuadros y afiliados del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) en Las Palmas defendiendo el voto afirmativo a la misma. La concluí citando unas palabras pronunciadas por Víctor Hugo en 1848: "Llegará un día que todas las naciones del continente, sin perder su idiosincrasia o su gloriosa individualidad, se fundirán estrechamente en una unidad superior y constituirán la fraternidad europea. Llegará un día que no habrá otros campos de batalla que los mercados abriéndose a las ideas. Llegará un día en que las balas serán sustituidas por los votos". A fecha de hoy, doce años después, sigo defendiendo que no podemos dejar que ese sueño perezca entre los europeos que duermen y los europeos que bostezan; que Europa sí merece la pena.
Muy pocos europeos de hoy saben que ocurrió ese 9 de mayo de 1950 en París. Se había convocado a la prensa a las 6 de la tarde en el Salón del Reloj del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, el Quai d'Orsay, donde se iba a hacer hacer pública, eso se les había dicho, una "comunicación de la mayor importancia". Las primeras líneas de la Declaración del 9 de mayo de 1950, redactada por Jean Monnet y comentada y leída ante la prensa por Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, expresaban claramente la ambiciosa magnitud de la propuesta: "La paz mundial sólo puede salvaguardarse mediante esfuerzos creadores proporcionados a los peligros que la amenazan. Con la puesta en común de las producciones de base y la creación de una Alta Autoridad cuyas decisiones vinculen a Francia, Alemania y los países que se adhieran a ella, esta propuesta establecerá los cimientos concretos de una federación europea indispensable para el mantenimiento de la paz". 
Se proponía en esa Declaración crear una institución europea supranacional encargada de administrar las materias primas que en aquella época eran la base de toda potencia militar: el carbón y el acero. Ahora bien, los países que iban a renunciar de esta forma a la propiedad estrictamente nacional de la "columna vertebral de la guerra" apenas acababan de salir de un espantoso conflicto bélico que había dejado tras de sí innumerables ruinas materiales y, sobre todo, morales: odios, rencores, prejuicios, etc.
Todo empezó ese día. Fue por eso que en la Cumbre de Milán de 1985 los Jefes de Estado y de gobierno decidieron proponer el 9 de mayo como el Día de Europa. Todos los países que deciden democráticamente adherirse a la Unión Europea adoptan los valores de paz y solidaridad que son la piedra angular de la construcción comunitaria. Estos valores se hacen realidad a través del desarrollo económico y social y del equilibrio medioambiental y regional, únicos mecanismos capaces de garantizar un nivel de calidad de vida equitativo para todos los ciudadanos.
Europa, como conjunto de pueblos conscientes de pertenecer a una misma entidad y de tener culturas análogas o complementarias, existe desde hace siglos. Sin embargo, a falta de reglas o instituciones comunes, esta consciencia de ser una unidad fundamental nunca logró evitar los desastres. Incluso en nuestros días, algunos países que no forman parte de la Unión Europea siguen estando expuestos a espantosas tragedias. Como cualquier obra humana de esta envergadura, la integración de Europa no puede conseguirse ni en un día ni en unas décadas. Hay todavía vacíos e imperfecciones evidentes. ¡Es tan innovadora esta empresa esbozada nada más acabar la segunda guerra mundial! Las que en siglos pasados pudieran parecer tentativas de unión no eran en realidad sino el fruto de la victoria de unos sobre otros. Eran construcciones que no podían durar, porque los vencidos sólo tenían una única aspiración: recuperar su autonomía.
Ahora ambicionamos algo muy diferente: construir una Europa que respete la libertad y la identidad de cada uno de los pueblos que la integran, dirigida en común siguiendo el principio de lo que puede hacerse mejor en común, debe hacerse así. Sólo la unión de los pueblos podrá garantizar a Europa el control de su destino y su proyección en el mundo entero. La Unión Europea debe mantenerse a la escucha y al servicio de los ciudadanos y los ciudadanos, a la vez que conservan su especificidad, sus hábitos y costumbres y su idioma, deben sentirse "en casa" y poder circular con plena libertad por esta patria europea. Europa, es la única idea posible. Para bien o para mal, es la única opción de futuro. Todo lo demás es el abismo. Y como digo en la presentación de este, mi blog, mi anhelo y mayor esperanza sería la de saber a mis nietos ciudadanos plenos de los Estados Unidos de Europa, patria común de todos los europeos.
Ha llegado el momento de hacer de la UE una potencia política, democrática, industrial, cultural, ecológica y social, capaz de defender los intereses y los valores de los ciudadanos. Tenemos el deber colectivo de actuar y asumir esa responsabilidad. 
Les invito a sumarse, difundiéndolo, al manifiesto "Reinventemos Europa" que hoy publican numerosos diarios europeos firmado por profesores, intelectuales, escritores, artistas, políticos, filósofos, médicos, científicos, actores, empresarios, profesionales liberales y ciudadanos en nombre del movimiento Cívico europeo. Dice así:
"Después de los comicios en Hungría, Austria y Holanda, la elección de Emmanuel Macron —europeísta declarado— a la presidencia de la República Francesa crea una oportunidad histórica de refundar el proyecto europeo sin perder tiempo. Por eso hemos decidido abrir desde hoy un gran debate cívico continental que implique a nuestros ciudadanos en la redacción de un nuevo capítulo de la historia de nuestra Unión Europea.
Hace un año exacto llamábamos a establecer una hoja de ruta concreta para llegar a un nuevo renacimiento europeo. Exhortábamos a nuestros conciudadanos, a los dirigentes, a los creadores de opinión de los países de la Unión, de todas las generaciones y todas las tendencias, a movilizarse contra las tentaciones de repliegue nacionalista y a promover un nuevo espíritu cívico europeo. También les invitábamos a unirse para crear las condiciones que permitieran reinventar la Unión Europea con un proyecto centrado en los ciudadanos. Ahora ha llegado el momento de esa transformación, de hacer de la UE una potencia política, democrática, industrial, cultural, ecológica y social, capaz de defender los intereses y los valores de nuestros conciudadanos, que se convierta en un elemento activo y fundamental de la globalización y deje de ser un observador débil y pasivo.
En muchos aspectos, nuestro llamamiento ha tenido eco. La conmoción provocada por el resultado negativo del referéndum británico y la nueva situación internacional, con la inesperada elección de Donald Trump y el endurecimiento de las posiciones políticas de Rusia, han hecho cada vez más patente que es urgente formar un frente europeo común. ¿Cómo, si no, afrontaremos unos retos que rebasan con creces el ámbito nacional y revitalizaremos nuestras democracias? En toda la Unión, de Portugal a Polonia, de Alemania a Rumania, pasando por Francia y los países bálticos, numerosos ciudadanos han salido a la calle para expresar su apego a la UE. Han surgido movimientos nuevos como Pulse of Europe, Stand for Europe y Civico Europa. Los eurobarómetros y los sondeos de opinión de estos nueve últimos meses muestran una gran recuperación, sin precedentes desde el comienzo de la crisis financiera, del apego al proyecto europeo y la convicción de que la UE debe reforzar su capacidad de acción en materia de seguridad, lucha antiterrorista, gestión de las migraciones y regulación de la globalización comercial, financiera, medioambiental y social. Y esa dinámica ha tenido plasmación política. Varios jefes de Estado y de Gobierno han incorporado estos temas a su reflexión, y la Unión, coincidiendo con el 60º aniversario del Tratado de Roma, ha esbozado las líneas generales de la hoja de ruta que reclamábamos. Varias de nuestras propuestas en materia social (por ejemplo, sobre derechos sociales) y de seguridad y de democracia (como las listas transnacionales) ya han empezado a debatirse en los Consejos de Ministros de la UE.
Además, los dirigentes nacionales y los ciudadanos ya no dudan en manifestar su convicción europeísta. No temen decir que el orgullo nacional y la ambición europea no solo no se oponen sino que se refuerzan mutuamente. El fracaso del referéndum antieuropeo en Hungría, las victorias de los europeístas en Austria y Holanda y, ahora, el triunfo de Emmanuel Macron en Francia, que situó la refundación del proyecto europeo en el centro de su campaña, son ejemplos de este contexto histórico favorable.
Hoy tenemos el deber colectivo de actuar y todos debemos asumir esa responsabilidad. Somos conscientes de que nuestras sociedades todavía están fragmentadas: es urgente reforzar nuestras posibilidades de crecimiento, combatir enérgicamente las desigualdades e inventar los derechos y las libertades del futuro para ofrecer a todo el mundo unas perspectivas duraderas de progreso y de inclusión democrática; en caso contrario, la cohesión de nuestros países y de la UE correrá peligro. Para cambiar la situación, es importante que cada uno asuma sin más tardar sus responsabilidades: los Estados y la Unión, pero también los ciudadanos y los líderes de opinión. Es lo que estamos intentando hacer hoy, a nuestro nivel y con los limitados medios de que disponemos, al comprometernos y volver a tomar la iniciativa.
¿Cuál es la vía europea hacia un futuro mejor? En concreto, ¿cómo vincular a nuestros conciudadanos con la búsqueda de soluciones positivas? Este es el gran debate cívico que inauguramos hoy, 9 de mayo, día de fiesta en Europa, en Bruselas, la capital de la Unión, con Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea. Hemos presentado a los dirigentes europeos unas propuestas concretas —lo mismo que hemos pedido que hagan los presidentes de la Comisión y el Consejo— para tratar de reequilibrar el proyecto europeo y tener más en cuenta las preocupaciones de nuestros conciudadanos en torno a siete aspectos: la democracia, la educación y la cultura, la dimensión social, el desarrollo duradero, la economía y la industria, la moneda y, por supuesto, la seguridad, la defensa y la política exterior. Pero queremos ir más lejos. Nos parece urgente dar nuevo aliento a nuestras democracias representativas fomentando una verdadera democracia deliberativa y participativa en Europa. Para ello, proponemos organizar un nuevo proceso participativo europeo que comience en otoño, cuyo propósito sea involucrar a los ciudadanos en la definición de las prioridades y los proyectos políticos de la Unión; de ahí saldrán pactos cívicos en toda la UE que comprometan la responsabilidad de los ciudadanos. Pedimos que todos los que están convencidos de que es necesario que inventemos juntos nuestro futuro se unan a nosotros y nos apoyen".
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt














lunes, 8 de mayo de 2023

De la Filosofía en las aulas







Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz lunes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del filósofo Carlos Javier González, va de la Filosofía en las aulas. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.










Filosofía en las aulas: escuela de libertad
CARLOS JAVIER GONZÁLEZ SERRANO
03 MAY 2023 - El País


La última reforma de la ley educativa (LOMLOE) ha propinado un enorme varapalo a la enseñanza de la filosofía en las aulas escolares. Si bien esta asignatura será obligatoria en la etapa de Bachillerato, la Filosofía, como tal, ha desaparecido de los anteriores ciclos preceptivos de la educación, en beneficio de una descafeinada materia llamada “Educación en valores cívicos y éticos”, con una carga lectiva insignificante (una hora semanal). Por añadidura, se deja en manos de las comunidades autónomas ofertar Ética como optativa en el cuarto curso de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO).
Un panorama francamente desalentador si tenemos en cuenta que las fuerzas políticas que han promovido esta reforma legislativa se comprometieron en 2018 a introducir la Ética como materia obligatoria en el mencionado cuarto curso de la ESO. No se trata de gremialismo ni mucho menos de un afán por encumbrar la Filosofía como mesiánica salvadora del sistema educativo. Pero cabe cuestionarse en qué estamos convirtiendo la enseñanza obligatoria si se suprime el insustituible tiempo en el que el alumnado puede contar con un espacio seguro, riguroso y abierto para pensar sobre la belleza, la justicia o la verdad. Se puede vivir sin reflexionar en todo ello, pero ¿entonces qué vida nos quedaría?
Así las cosas, podemos —y debemos— preguntarnos, en un contexto netamente tecnologizado y presidido por el imperio de las pantallas, en qué lugar queda el fundamental desarrollo de un criterio propio, de la autonomía individual y de la independencia de juicio. La filosofía no enseña a pensar, como defienden algunos docentes, pero sí nos obliga a hacerlo imperativamente, es decir, a confrontarnos de forma tan sana como ineludible con nuestros prejuicios. La filosofía nos empuja a hacernos responsables del ejercicio de nuestra propia libertad. Una educación a la altura de los retos de nuestro tiempo (desarrollo y auge de la inteligencia artificial, automatización de numerosos procesos, mercado laboral cada vez más precario e hiperespecializado, creciente deshumanización y tecnologización de las relaciones humanas) ha de proporcionar los instrumentos intelectuales necesarios para que la ciudadanía del presente y del futuro pueda pensar tal escenario con hondura, solvencia, decisión y madurez. Eliminar la Filosofía de las etapas más tempranas de la educación es sinónimo de abonar un peligroso y muy baldío terreno, el del analfabetismo funcional: las generaciones futuras sabrán y podrán razonar, leer o escribir, pero no querrán hacerlo porque todo se les da hecho, incluso el ejercicio del pensamiento. Los hábitos, ya lo dijo Aristóteles, hay que cultivarlos: la costumbre de pensar hay que fomentarla y entrenarla. Y quizá no exista amenaza que debamos atajar de manera más apremiante que la de permitir que piensen por nosotros.
En paralelo, una enseñanza sin Filosofía —es decir, sin pensamiento comprometido— en sus etapas obligatorias también puede coadyuvar al progresivo y muy alarmante deterioro de la salud mental de nuestros jóvenes, ya de por sí muy deteriorada a causa de la ansiedad y del estrés provocados por un futuro del todo incierto, que se traduce en una intensa falta de sentido en sus vidas, en una paulatina desorientación ética, en la desesperanza y la desazón o, por paradójico que resulte (y habrá quien se escandalice al leer esto), en la escasez de tiempo libre.
Nuestros adolescentes no tienen tiempo libre, carecen de ocio. La sigilosa ideología tecnológica nos ha transformado en sujetos permanentemente ocupados y atareados, especialmente a los adolescentes, consumidos emocional y afectivamente por la continua y muy agotadora exigencia de tener que compartir en todo momento su vida personal en las redes sociales, por el persistente apremio a ser más y mejor que los otros (el agudo incremento de los trastornos depresivos y de la conducta alimentaria causados por la autoexigencia y la constante comparación es muy doloroso). El instrumento nos ha instrumentalizado, y nos mostramos estúpidamente orgullosos de ello. El smartphone no nos hace libres. Más bien nos esclaviza perversa y silenciosamente. Cuando entro a un aula llena de adolescentes, todo cambia cuando trabajamos sin aparatos tecnológicos: miradas cómplices, gestos que apelan al otro, la vista levantada, hacia arriba, no drogada por las pantallas. Y entonces, la necesidad de comunicarse: aparece la palabra que nos singulariza, que ofrece el poder de conversar porque tenemos algo que decir, y, por tanto, surge así la conciencia de comunidad, de preocuparnos por los asuntos comunes. No se trata de demonizar la tecnología, sino de ayudar a comprender a nuestros jóvenes (y a los adultos) que los aparatos deben estar a nuestro servicio, y no al revés. De que estamos delegando nuestra agencia, nuestra capacidad para actuar, en máquinas. La filosofía cuestiona lo que damos por hecho y es, por ello, enormemente útil. Porque invita a reflexionar, a interrogar. La filosofía es una escuela de libertad cuyo lugar natural es, y debe ser, las aulas de colegios e institutos. La filosofía sirve para no servir. Carlos Javier González Serrano es profesor y director del podcast A la luz del pensar, de RNE.






























[ARCHIVO DEL BLOG] 1968: El año de las utopías. [Publicada el 12/02/2018]











Europa y el mundo vieron en 1968 como durante unos meses la historia se hacía en las calles y universidades de algunos países. Fue la puesta en cuestión de una sociedad que terminó legitimando la innovación frente al ‘statu quo’, comenta en El País Antonio Elorza, profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro de próxima publicación Utopías del 68 (Pasado&Presente).
A veces el tiempo no solo es el marco de la historia, comienza diciendo, sino que hace la historia. Tal es el caso de la serie de movimientos de cambio social y político, en ocasiones como el mayo francés creadores de utopías, que se suceden a lo largo de la década de los años sesenta y culminan en 1968. Las características de los mismos son muy diversas, pero tienen rasgos comunes que indican un origen compartido. Responden a experiencias colectivas situadas a distancia de una generación respecto del fin de la Segunda Guerra Mundial. 
En un clima de bienestar económico, los años sesenta sentaron las bases para un ansia generalizada de cambio, partiendo de la era Kennedy, con su amplio despliegue de movimientos reivindicativos y expresiones de protesta, reflejados en la música y en las universidades, en el pacifismo contra la guerra de Vietnam. Eran Joan Baez y Scott MacKenzie, Hair, frente a los B-52. La revolución musical acentuó su impacto popular con los Beatles y los Rolling, con Bob Dylan. La píldora marcó un cambio en las relaciones sexuales. Renació en el Este una presión por aflojar la camisa de fuerza de los regímenes soviéticos, singularmente en Polonia y Checoslovaquia. Hasta la Iglesia pareció salir con Juan XXIII de un estancamiento secular. Las utopías del 68 son el fruto de ese complejo de cambios.
“La insolencia es una de las mayores armas revolucionarias”. La pintada de mayo refleja la gestualidad con que los rebeldes de Nanterre inauguran su movimiento. Ejemplo, la respuesta de un estudiante de Sociología, Daniel Cohn-Bendit, quien sorprendió al rector que le pregunta por su uso del tiempo: “Hacía el amor, algo de lo que usted es incapaz”. Fue un desafío abierto a una jerarquía académica tan ritualizada como la francesa, actitud que se apoyó en lo que será otra idea clave del movimiento: la contestación, esto es, la puesta en tela de juicio de todo aquello que se basa en el principio de autoridad. La ruptura parece espontánea y no lo es. Responde a un proceso de diferenciación de la juventud respecto del orden de sus mayores, que antes ha tenido expresiones de masas en apariencia tan inocuas en Francia como la música —el fenómeno yeyé—, el vestido con la minifalda o más físicas relaciones sentimentales. Surge lo que Edgar Morin llamó una bioclase, una generación consciente de su identidad, y que desde ella acaba enfrentándose al mundo adulto. La Universidad será el terreno privilegiado para esa confrontación.
Un acontecimiento irrelevante puede actuar como detonador del movimiento social. Para el mayo francés ese papel fue desempeñado por el malestar de los estudiantes relegados fuera de París, al campus aislado de Nanterre. La respuesta a una serie de actuaciones juzgadas represivas desembocó el 22 de marzo en la ocupación parcial de la Universidad. Cohn-Bendit anunció los objetivos: nos negamos a convertirnos en ejecutivos para la explotación de los trabajadores. Una serie de errores del poder propició enseguida la expansión del movimiento, empezando por el cierre de Nanterre y la ocupación policial de la Sorbona. Las movilizaciones y los durísimos enfrentamientos nocturnos en los bulevares del Barrio Latino llevaron la lucha al centro de París, con la formación de barricadas, e hicieron retroceder al Gobierno de Pompidou, pero ello sirvió solo para propiciar las ocupaciones de la Sorbona y el Odeón. La rebelión abría paso a la utopía, creándose una auténtica Comuna universitaria. “Lo que sucede hoy”, resumió Cohn Bendit, “es que toda una juventud se expresa contra una determinada sociedad”. El 13 de mayo, la huelga general fue prólogo de la alianza con los sindicatos obreros, que por unos días estuvo a punto de derribar al Gobierno, hasta que De Gaulle volvió reconfortado de una confusa visita al general Massu, jefe de las fuerzas francesas en Alemania. No iba a ceder. El 30 de mayo, De Gaulle emplazó a los partidarios del orden, que al día siguiente llenaron los Campos Elíseos en una manifestación multitudinaria. Convocó elecciones y las ganó. La utopía se desvaneció.
El valor del mayo francés no residió en los miles de palabras gastadas, en la oposición a los exámenes, en sus eslóganes, sino en la puesta en cuestión de una sociedad, de su concepto de la jerarquía y de los usos sociales; en la negativa juvenil a aceptar un amor y una libertad estrictamente regulados. La rebelión de mayo hizo que la juventud impusiera su presencia en la vida privada, en la cultura, y legitimase la innovación frente al statu quo.
No fue la única utopía del 68. La voluntad de ruptura alcanzó a otros lugares, como la UNAM de México o entre nosotros al mundo universitario que tras meses de agitación estalló en el recital de Raimon, el 18 de mayo en Madrid.
Desde otras coordenadas, la primavera de Praga, hasta su aplastamiento, alentó el sueño de un comunismo democrático, donde la justicia social fuera compatible con el pluralismo y la libertad intelectual. Fue también un ensayo utópico, radicalmente enfrentado al marxismo soviético.
Hubo, en fin, otra gran utopía, iniciada en 1966, la Revolución Cultural china, fruto esta vez de la ambición de un personaje, Mao Zedong, que quiso crear una sociedad de cientos de millones de hombres, estrictamente igualitaria y entregada al culto hacia su persona. Y que como mitología incidió con fuerza sobre las ideas revolucionarias en Europa occidental.
La primavera fue breve. En Francia, una vez restablecido el orden y ganadas las elecciones por De Gaulle, las promesas de reforma cedieron paso a la denuncia del comunismo y a la persecución de los izquierdistas. En Praga, los tanques del Pacto de Varsovia impusieron su ley y solo fue cosa de tiempo regresar al patrón soviético. Peor fueron las cosas en México, donde en las matanzas de Tlatelolco y más tarde del Corpus, ni siquiera pudieron contar los muertos porque los cadáveres eran quemados. Tampoco faltó la España de Franco a la cita, con el estado de excepción de enero del 69 y Fraga superándose a sí mismo en su campaña sobre el asesinato del estudiante Ruano. Según sus palabras, no iba a “esperar a una jornada de mayo” para acabar aquí con “la orgía de nihilismo, de anarquismo y de desobediencia”. En definitiva, odiaba la libertad.
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt















domingo, 7 de mayo de 2023

Del compañerismo

 






Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz domingo. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del cineasta David Trueba, va del compañerismo. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.










Compañerismo
DAVID TRUEBA
02 MAY 2023 - El País

Ayer fue Primero de Mayo, pero ¿significa aún algo? Nos pasamos la vida apreciando los valores del compañerismo, pero al mismo tiempo no dejamos de apoyar un sistema que lo hace inviable. Para empezar, habría que entender que el compañerismo no es la lealtad del hampón para protegerse en un entorno delincuencial. Tampoco es la interesada apuesta por quien te puede beneficiar. Y mucho menos aún la condición de socio de interés o el corporativismo. El compañerismo es una abnegada, a veces incluso ingenua, decisión de estar disponible, de servir a otro, de dar sin necesariamente anhelar recibir. En los gremios actuales, la profusión de premios e incentivos individuales al rendimiento ha provocado que los trabajadores en lugar de verse como compañeros se miren como rivales. En muchas profesiones, lejos de un espíritu de concordia generacional, lo que prima es la competición. La expansión del baremo deportivo, ganadores y perdedores, como medidor, no salvaguarda el compañerismo, sino la pelea por ser el mejor y el pedestal del triunfador como humillación a todos los demás.
El grado de identificación que se alcanzaba entre algunos empleados y su empresa, a la que consideraban una extensión de la propia familia, ha desaparecido y cabe preguntarse qué hemos hecho mal para que el suplemento de negocios ensalce a empresarios cuyo único éxito es el lucro personal. Ya apenas se cuenta la peripecia de quienes levantan un negocio apoyándose en una fidelidad de grupo. Son pocas las excepciones que escapan a esa fascinación por los fenómenos del pelotazo que alcanzaron su cima con los genios de Silicon Valley, chicos inadaptados y ególatras que llegaron a ser los multimillonarios más asombrosos no ya sin un amigo, sino sin una persona que les guarde cierto cariño. Se supone que la desmembración de todos los valores colectivos ha ayudado a finiquitar el compañerismo. No es raro que incluso en ambientes universitarios o labores de investigación científica uno escuche historias espeluznantes de celos, camarillas, obstrucciones y destrucción personal.
En un mundo hostil, la primera tendencia consiste en sobreprotegerse. Lo vemos en esas urbanizaciones de lujo que incorporan los sistemas de seguridad y control de paso tan habituales en los países con enormes desigualdades económicas. La metralleta y la garita garantizan la protección. Seguimos sin entender que la mejor garantía de seguridad consiste en frenar la marginación, no en encajonarla aparte. Y en el mundo personal esta falta de empatía nos conduce a lo mismo, individuos encastillados, aislados y disparando desde la torreta de su fortaleza. Personas que ya a sus hijos los mandan a la escuela no para confrontar a quien acosa al débil o al distinto, sino para asumir sin complejos el liderazgo de los abusones. Como sucede entre perros y amos, la política se conforma también por imitación social y acabamos fascinados por líderes que son exactamente reflejos de nuestra intimidad. Visto el panorama actual, sorprende, por ejemplo, que la derecha española haya adoptado con naturalidad la mal entendida lealtad de los criminales para protegerse entre ellos. Y aún peor, que gran parte de la izquierda no sea capaz compartir un proyecto común mientras predica moralinas que no se aplica a sí misma. A lo mejor basta con recuperar ese discreto encanto del trabajador que antes llamábamos compañerismo.


























[ARCHIVO DEL BLOG] ¿Por qué hay que cambiar los partidos? [Publicada el 27/05/2013]










Elisa de la Nuez, abogada del Estado en excedencia, y César Molinas, un afamado economista y controvertido polemista político, escriben en la Cuarta de El País de hoy un interesante artículo con el mismo título de esta entrada sobre la imperiosa necesidad de modificar radicalmente la estructura y el funcionamiento de los partidos políticos españoles.
"En España hay que cambiar los partidos políticos porque funcionan rematadamente mal, porque se han convertido en instituciones para la defensa de intereses particulares en detrimento del interés general y porque son incapaces de articular una salida creíble a la crisis económica, institucional y moral que aflige a la sociedad española desde hace ya seis años"... Les animo a continuar su lectura. Y si tienen tiempo y ánimo, a revisar las entradas que este blog le ha dedicado al asunto con anterioridad. Pueden hacerlo desde el buscador o el índice de etiquetas del mismo, bajo la voz "partidos".
Hace ya mucho tiempo que el sociólogo alemán Robert Michels (1876-1936) formulara su famosa "ley de hierro de las oligarquías". Hasta en las islas Canarias que no llueve nunca o casi nunca (como en el sur de California, que proclamaba Albert Hamond en su canción) ha llovido mucho desde entonces, y la cosa ha ido a peor en lo que respecta a la democracia interna de los partidos. Los remedios son varios, pero la voluntad, sinceramente, poca. Les pido perdón si mis palabras les resultan un pelín sarcásticas, pero es como yo lo veo.
Posdata: Este mismo día de hoy, 27 de mayo, se celebraba en el Círculo de Bellas Artes de Madrid un acto en el que más de un centenar de intelectuales sin adscripción partidaria, presididos por los anteriormente citados Elisa de la Nuez y César Molinas, asumen y presentan un manifiesto promoviendo una reforma radical de la ley de partidos, para lo cual se crea una página electrónica a través de la que pretenden recoger más de quinientas mil firmas y presentar una propuesta de iniciativa legislativa popular que fuerce a los grupos parlamentarios a cambiar la ley que regula su funcionamiento interno y dotarse de mecanismos democrátricos. Una crónica del periodista Fernando Garea,  especializado en temas políticos de El País, daba cuenta de ello en la edición de dicho periódico del día 28 de mayo.
Sean felices, por favor, a pesar de todo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt