30 de agosto de 2007: Acabo de ver por televisión una película argentina sobre la Guerra de las Malvinas, para mí una guerra absurda, que me ha causado una honda impresión. Se trata de la cinta "Iluminados por el fuego", rodada en 2005 por el director Tristán Bauer. Me aventuro a escribir una entrada en mi blog sobre aquel hecho bélico del que se conmemoraba ese año su veinticinco aniversario. Cinco años después, en plena conmemoración del treinta aniversario del inicio de la guerra, el 2 de abril de 1982, sigo manteniendo la misma opinión sobre la absurdidad de la misma
No soy una persona probelicista. Tampoco lo es el profesor de la Universidad de Princeton Michael Walzer (1935), autor de un impresionante libro, "Guerras justas e injustas" (Paidós, Barcelona, 2001), que examina y pasa revista pormenorizada desde el punto de vista de la filosofía moral a la mayor parte de los conflictos bélicos del pasado siglo. Como él, pienso que hay razones para asumir que sí, que hay guerras justas y guerras injustas, pero que la mayoría de ellas, como la de las Malvinas, son absurdas.
Un entrañable amigo y periodista argentino, de Mendoza, Alberto Atienza, escribía ayer en su página de Facebook un emotivo, sensible y duro artículo sobre una de las víctimas "colaterales" de la Guerra de las Malvinas que conoció hace unos años. Me ha desasosegado el hecho que relata en él. Y me he animado a retomar tan trágico conflicto a partir de donde lo dejé hace cinco años.
También me ha empujado a ello el reportaje publicado el domingo pasado en el diario El País por el periodista y escritor británico John Carlin (1956), hijo de padre escocés y madre española, residente en Barcelona y autor habitual de crónicas deportivas. Carlin vivió de niño en la Argentina durante varios años, y recuerda la efeméride con un provocador titular: "Thatcher, libertadora argentina", que ha despertado las iras de buena parte de los lectores argentinos de dicho diario.
Reconozco que algunos de los párrafos del artículo de Carlin no son afortunados, pero comparto el fondo del mismo y su denuncia del patrioterismo exacerbado con el que la Junta Militar argentina empujo a la población del país a apoyar una aventura bélica que estaba condenada de antemano al fracaso. Tampoco la presidenta de la república argentina ha estado muy comedida en la conmemoración del hecho; mucho más cauto, por su parte, el primer ministro británico se ha limitado a decir que son los habitantes de las Malvinas los que tienen que decidir su futuro.
Hay una constatación empírica que no admite discusión: Desde hace más de cien años no ha habido ni un solo enfrentamiento bélico entre Estados democráticos; ergo...
Patrioterismo no es lo mismo que patriotismo. La de las Malvinas fue una guerra absurda que no sirvió para nada y que costó la vida de 649 soldados argentinos, la mayor parte reclutas sin preparación militar suficiente, 255 militares británicos y 3 residentes civiles en las islas.
Hace más de 300 años que España mantiene con el Reino Unido un contencioso abierto sobre Gibraltar, similar al que mantiene Argentina sobre las Malvinas. Mi opinión personal sobre el asunto es que son los habitantes de Gibraltar los que tienen que decidir libremente si desean ser españoles, británicos, o lisa y llanamente, gibraltareños. Cualquiera de las tres opciones me parece razonable. Y me gustaría que los gobiernos de España, Reino Unido y Gibraltar, decidieran de una vez, de mutuo acuerdo, consultarles. Pienso, sinceramente, que no debería ser tan difícil que argentinos, británicos y malvineses pudieran hacer lo mismo. Estoy seguro que todos saldríamos ganando.
La película de Bauer la pueden ver, íntegra, en YouTube. Se la recomiendo encarecidamente. Y sean felices, por favor, a pesar de los gobiernos. Tamaragua, amigos. HArendt