jueves, 2 de marzo de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] La Guerra de las Malvinas, treinta años después. [Publicada el 03/04/2012]











30 de agosto de 2007: Acabo de ver por televisión una película argentina sobre la Guerra de las Malvinas, para mí una guerra absurda, que me ha causado una honda impresión. Se trata de la cinta "Iluminados por el fuego", rodada en 2005 por el director Tristán Bauer. Me aventuro a escribir una entrada en mi blog sobre aquel hecho bélico del que se conmemoraba ese año su veinticinco aniversario. Cinco años después, en plena conmemoración del treinta aniversario del inicio de la guerra, el 2 de abril de 1982, sigo manteniendo la misma opinión sobre la absurdidad de la misma
No soy una persona probelicista. Tampoco lo es el profesor de la Universidad de Princeton Michael Walzer (1935), autor de un impresionante libro, "Guerras justas e injustas" (Paidós, Barcelona, 2001), que examina y pasa revista pormenorizada desde el punto de vista de la filosofía moral a la mayor parte de los conflictos bélicos del pasado siglo. Como él, pienso que hay razones para asumir que sí, que hay guerras justas y guerras injustas, pero que la mayoría de ellas, como la de las Malvinas, son absurdas.
Un entrañable amigo y periodista argentino, de Mendoza, Alberto Atienza, escribía ayer en su página de Facebook un emotivo, sensible y duro artículo sobre una de las víctimas "colaterales" de la Guerra de las Malvinas que conoció hace unos años. Me ha desasosegado el hecho que relata en él. Y me  he animado a retomar tan trágico conflicto a partir de donde lo dejé hace cinco años.
También me ha empujado a ello el reportaje publicado el domingo pasado en el diario El País por el periodista y escritor británico John Carlin (1956), hijo de padre escocés y madre española, residente en Barcelona y autor habitual de crónicas deportivas. Carlin vivió de niño en la Argentina durante varios años, y recuerda la efeméride con un provocador titular: "Thatcher, libertadora argentina", que ha despertado las iras de buena parte de los lectores argentinos de dicho diario.
Reconozco que algunos de los párrafos del artículo de Carlin no son afortunados, pero comparto el fondo del mismo y su denuncia del patrioterismo exacerbado con el que la Junta Militar argentina empujo a la población del país a apoyar una aventura bélica que estaba condenada de antemano al fracaso. Tampoco la presidenta de la república argentina ha estado muy comedida en la conmemoración del hecho; mucho más cauto, por su parte, el primer ministro británico se ha limitado a decir que son los habitantes de las Malvinas los que tienen que decidir su futuro. 
Hay una constatación empírica que no admite discusión: Desde hace más de cien años no ha habido ni un solo enfrentamiento bélico entre Estados democráticos; ergo... 
Patrioterismo  no es lo mismo que patriotismo. La de las Malvinas fue una guerra absurda que no sirvió para nada y que costó la vida de 649 soldados argentinos, la mayor parte reclutas sin preparación militar suficiente, 255 militares británicos y 3 residentes civiles en las islas.
Hace más de 300 años que España mantiene con el Reino Unido un contencioso abierto sobre Gibraltar, similar al que mantiene Argentina sobre las Malvinas. Mi opinión personal sobre el asunto es que son los habitantes de Gibraltar los que tienen que decidir libremente si desean ser españoles, británicos, o lisa y llanamente, gibraltareños. Cualquiera de las tres opciones me parece razonable. Y me gustaría que los gobiernos de España, Reino Unido y Gibraltar, decidieran de una vez, de mutuo acuerdo, consultarles. Pienso, sinceramente, que no debería ser tan difícil que argentinos, británicos y malvineses pudieran hacer lo mismo. Estoy seguro que todos saldríamos ganando.
La película de Bauer la pueden ver, íntegra, en YouTube. Se la recomiendo encarecidamente. Y sean felices, por favor, a pesar de los gobiernos. Tamaragua, amigos. HArendt












miércoles, 1 de marzo de 2023

De la moción de censura de Vox-Tamames

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del filólogo Jordi Amat, va de la moción de censura de Vox-Tamames. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
harendt.blogspot.com








Tríptico de Ramón Tamames
JORDI AMAT
25 feb 2023 - El País
harendt.blogspot.com

Si el cometido del pintor de cámara de palacio era ensalzar a la Corona, Goya la bajó del pedestal al componer el retrato de la familia real. Su precisión psicológica provoca, inevitablemente, el rechazo al contemplar aquella tropa. La misma sensación que transmite la fotografía que Vox mandó a los medios para anunciar que mañana sus diputados registrarán su moción de censura contra el Gobierno y en virtud de la cual proponen a Ramón Tamames como nuevo presidente. Si el verde del partido nacionalpopulista debería transmitir esperanza, ese color sobreimpuesto sobre la fachada del Congreso de los Diputados enmarca el desagradable efecto kitsch de la imagen. Arrogándose la representación de la soberanía, esos 12 hombres solo pueden ser percibidos como los representantes no de una España antigua, sino de un país grotesco que se parece muy poco a la realidad. Solo faltaba que Tamames, como el Rey de Goya, sea el único hombre que mira no se sabe muy bien hacia dónde. Esa mirada que se quiere firme pero es errática ha caracterizado su trayectoria última. Ha incluido desde elogios a José Antonio hasta la nostalgia épica de la España imperial. “¿Somos los españoles de ahora comparables a los de los comienzos de aquella larga andadura, y también navegadura? El genio y figura de aquellos siglos de oro de la Historia parecen esfumados en las generaciones de hoy”.
Este Tamames que puede hablar con erudición de esto y de aquello tiene algo del charlista enfatuado que es el ameno intelectual reconvertido en tertuliano. Empezó a ejercer a finales de la década de los ochenta. Así quedó inmortalizado en otro cuadro de grupo, bien conectado con la tradición artística nacional. Es la versión de La tertulia del café de Pombo titulada La tertulia de Antonio Herrero. Él contó su historia en algún artículo, lo reprodujo en sus memorias. Allí están los que actuaron como grupo de contrapoder informal, autores del volumen Contra el poder, los que pretendían asaltarlo tensionando al máximo la conversación pública. Lo pintó Álvaro Toledo a mediados de 1996, “cuando la mayoría de los tertulianos, componentes del Sindicato del crimen, estaban más relajados”, es decir, cuando la misión estaba cumplida. Habían asediado al felipismo en su fase degradada y terminal y, con la llegada del aznarato, esperaban conquistar el poder mediático en virtud de los servicios prestados. Las implicaciones de esa pintura, con Sánchez Dragó también presente como en la foto de Vox, merecerían una crónica que aún está por escribir y en cuyo eje se situó Mario Conde y el dinero de Banesto. El cuadro está colgado en el despacho de Tamames.
Pero para completar este tríptico falta otra imagen de grupo, la más antigua, que solo he visto reproducida en la biografía Javier Pradera o el poder de la izquierda de Jordi Gracia. Es de la noche electoral del 15 de junio de 1977. Es de una reunión de representantes de la vieja y la nueva política. El candidato Felipe González se acerca a una mesa que compartían Tamames ―sería diputado por el PCE, era socio fundador de este periódico―, Pradera, Jorge Semprún y Fernando Claudín. Ese grupo de intelectuales nutrido en el comunismo de postguerra, con grados de influencia variable, había desarrollado una labor trascendental para la consolidación democrática española: la fundamentación ideológica de una cultura política que logró ser hegemónica y desembocaría en la centralidad del socialismo liberal durante el despliegue del Estado del 78. ¿Por qué Tamames, más allá de su megalomanía y su peripecia personal, está dispuesto a legitimar ahora un bloque antisistema como el que Vox representa? En este tríptico donde le contemplamos, se refleja el actual giro reaccionario y su origen nacional, su pulsión destructiva tan marcadamente capitalina. Pero también nos advierte de la creciente desconexión entre el pasado y el presente de la cultura política progresista en nuestro país. Recoser esta alianza intergeneracional, para afianzar el proyecto del actual Gobierno, podría ser la mejor respuesta al esperpento que puede ser esta moción de censura.

























[ARCHIVO DEL BLOG] Españoles y judíos. [Publicada el 16/04/2011]










¿Somos los españoles de 2011 antisemitas, antijudíos, o solo antiisraelíes? ¿Acaso las tres cosas a la vez? Un  reportaje del periodista Juan G. Bedoya titulado "La crisis dispara el odio antijudío en España", en El País del pasado 30 de marzo, daba algunas claves para responder esa pregunta, pero quizá, antes de responderla deberíamos llegar a algún tipo de acuerdo sobre la definición de los términos citados. Recurramos para ello a algo tan sencillo como consultar el Diccionario de la Real Academia Española: 
- antisemita: 1. adj. Enemigo de la raza hebrea, de su cultura o de su influencia. Apl. a pers., u. t. c. s.
- judío, a: (Del lat. Iudaeus, y este del hebr. yĕhūdī). 1. adj. hebreo (‖ del pueblo semítico que conquistó y habitó la Palestina). Apl. a pers., u. t. c. s. // 2. adj. Perteneciente o relativo al que profesa la ley de Moisés. // 3. adj. Natural de Judea. U. t. c. s. // 4. adj. Perteneciente o relativo a este país del Asia antigua.
- israelí: 1. adj. Natural de Israel. U. t. c. s. // 2. adj. Perteneciente o relativo a este país de Asia.
Parece claro que antisemitismo, antijudaísmo o antiisraelismo, no son exactamente lo mismo ni obedecen a  las mismas causas. Sigue en pie la pregunta. ¿Somos los españoles antisemitas, antijudíos o antiisraelíes? ¿No estará mal formulada la pregunta?
La escritora norteamericana de origen judeo-alemán Hannah Arendt en el prólogo a la primera parte de su trilogía "Los orígenes del totalitarismo" (Alianza, Madrid, 1987), la dedicada al "Antisemitismo" (las otras dos son "Imperialismo" y "Totalitarismo") escribía en julio de 1967 lo siguiente: "El antisemitismo es una una ideología secular decimonónica -cuyo nombre, aunque no su argumentación, era desconocido hasta la década de los años setenta de ese siglo- y el odio religioso hacia los judíos, inspirado por el antagonismo recíprocamente hostil de dos credos en pugna, es evidente que no son la misma cosa; e incluso cabe poner en tela de juicio el grado en que el primero deriva sus argumentos y atractivo emocional del segundo". 
Descartada la religión como fundamento de ese presunto antisemistismo de los españoles quedan la raza, o lo que es lo mismo, el odio a los judíos como pueblo, la economía o la historia...
Del resultado de una encuesta encargada en otoño pasado por el Ministerio español de Asuntos Exteriores y Cooperación -se dice en el reportaje- se desprendía que el 58,4% de los españoles se declaraba antisemita, muy por encima de la media europea, según el Informe sobre Antisemitismo 2010. La justificación: que "los judíos tienen mucho poder porque controlan la economía y los medios de comunicación". Y también, que más de un tercio de los encuestados (34,6%) tiene una opinión desfavorable o totalmente desfavorable de esa comunidad religiosa, que en España apenas suma 40.000 personas
Llamativo resulta que la extrema derecha tenga una opinión menos desfavorable de los judíos (34%) que el centro izquierda (37,7%), y que la simpatía hacia los judíos en la extrema derecha (4,9 en la escala de 0 a 10) es superior a la de la media de la población (4,6). O que entre los que reconocen tener "antipatía hacia los judíos", sólo un 17% aduzca que ésta se deba al conflicto de Oriente Medio. Por el contrario, no sucede así en los medios de comunicación, donde el auge del antisemitismo sí está en función de ese conflicto.
La crisis económica -se añade- ha agravado la situación, por el supuesto poder económico que la encuesta atribuye a los judíos españoles pese a significar apenas un 1% de la población total nacional. Dos tercios (62,2%) del 58,4% que opina que "los judíos tienen mucho poder porque controlan la economía y los medios de comunicación", son universitarios. El porcentaje sube hasta el 70% entre los que afirman "tener interés por la política". Es decir, los más antisemitas son supuestamente los más formados e informados.
Como descendiente de judíos conversos y como historiador es éste un tema que me resulta apasionante y apasionado. Ya he escrito sobre él en anteriores ocasiones [v. mi entrada del blog de fecha 11 de mayo de 2008: "La Noche de los Cristales: 70.º Aniversario"] o en la más reciente, del 8 de diciembre de ese mismo año (v. "Genética española"] en la que comentaba un artículo del historiador y genetista, el profesor Javier Sampedro [v. "Sefardíes y moriscos siguen aquí"]. Se dice en él que las investigaciones científicas más recientes realizadas sobre los genes de los españoles llevan a la conclusión de que el 20 por ciento de la población española actual son descendientes de conversos, es decir, de los aproximadamente 240000 judíos sefardíes que en 1492 se quedaron en España y se convirtieron al catolicismo de grado o por fuerza.
Algunos sabemos nuestro origen y nos sentimos orgullosos de ello. Otros, quiero suponer, que ni lo saben ni lo creen. Pero ese es su problema. Y en relación con la pregunta que me hacía al comienzo: ¿son los españoles actuales antisemitas, antijudíos, antiisraelíes, o las tres cosas a la vez?, mi opinión personal es que sí, en lo cual coincido con el resultado de la encuesta citada anteriormente, pero en cuanto a las causas, pienso, sinceramente, que solo es producto de la ignorancia de la mayoría de mis conciudadanos sobre su propia historia. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt












martes, 28 de febrero de 2023

De la literatura buenista

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la escritora Lucía Lijtmaer, va de la literatura buenista. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
harendt.blogspot.com










Una de romanos y Roald Dahl
LUCÍA LIJTMAER
23 FEB 2023 - El Paísharendt.blogspot.com

Un primer recuerdo: cuando era pequeña y leí Las brujas, me acerqué a mi madre para comprobar que no tenía garras sino uñas normales y suspiré, aliviada.
En estos días, los medios comenzaron replicando la pavorosa noticia que anunciaba The Daily Telegraph: el sello Puffin, propiedad de Penguin Random House, había modificado las obras para niños del escritor Roald Dahl para adaptarlas y “asegurar que puedan seguir siendo disfrutadas por todos a día de hoy”. Así, las brujas malvadas de Las brujas ya no ponen a los niños a dieta, ni son mecanógrafas sino científicas, y llevan peluca ya no como rareza, sino como muchas otras mujeres. Sus garras, por lo que tengo entendido, siguen ahí. La protagonista de Matilda, no lee a Joseph Conrad sino a Jane Austen, y las tías malvadas de James y el melocotón gigante ya no son gordas ni flacas. En definitiva: se tergiversa el significado o directamente se censura su contenido, en aras de un supuesto público infantil que, intuimos, creen completamente diferente al de la edición anterior.
Resulta sano que esta aberración editorial haya copado las columnas de opinión y secciones de los medios de comunicación. Da que pensar, eso sí, la conclusión apresurada de algunos planteamientos: que vivimos en una excepción histórica marcada por la estupidez de la corrección política, que jamás la cultura se ha visto tan amenazada como ahora y que seguimos una línea descendente que nos llevará a un abismo woke en el que nada podrá decirse y nadie estará a salvo de la pira.
En estos días recuerdo a la académica Jean Seaton, historiadora oficial de la BBC y experta en censura y medios de comunicación. Junto a James Curran es autora de un libro esencial Power without responsibility. En él, ambos tratan el cambiante conglomerado mediático a través de la economía política, argumentando que los patrones de propiedad y control son los factores más significativos en la forma en que operan los medios a día de hoy. Publicado en 1981, ahora parece escrito en piedra o mejor, una radiografía de la situación actual: las industrias de los medios siguen el patrón capitalista de la concentración. Esto conduce a una reducción de la gama de opiniones representadas y una búsqueda de ganancias a expensas de la calidad o la creatividad. De la misma manera, ambos argumentan que la introducción de internet no ofrece igualdad de condiciones para que se escuchen voces diversas. La diversidad, inciden, está limitada por el dinero y el poder.
Y no, añadiría yo, exclusivamente por la moral contemporánea. ¿Cómo se justifica si no la noticia —que pasó más desapercibida— de la censura a Shakespeare, no en nuestra era woke ultrapuritana sino en el siglo XVII? Recordemos: como publicaba The Conversation en 2018, la muerte de Cordelia en El rey Lear fue reescrita por el dramaturgo Nahum Tate para lograr un final menos violento y más feliz, y así se representó la obra en teatros durante ciento cincuenta años. En el siglo XIX, otra tragedia suya, Tito Andrónico también fue reescrita. En la obra una de sus protagonistas es violada, y se le cortan las manos y la lengua para que no pueda nombrar a sus atacantes. Todo esto desapareció en su representación en la Inglaterra de 1850. Pocos años antes, la edición de las obras de Shakespeare para toda la familia de Thomas y Harriet Bowdler suprimía, como hace ahora Puffin, cierto vocabulario que consideraban poco apto para los más jóvenes, además de algunas escenas violentas. Pese a las críticas de algunos contemporáneos, su edición fue extremadamente popular en su época.
Lo que molestaba de Shakespeare es extremadamente similar a lo que molesta de Roald Dahl: que se verbalice la violencia y la crueldad, algo que consideran puede perturbar a los más jóvenes, y que retrata una visión del mundo alejada de la actual. Y sus editores buscan contentar a un mercado que creen puritano y quejica. Lo que no entienden es que el disfrute infantil va asociado tanto a descubrir la alegría de un melocotón que rueda colina abajo como a ver la maldad en el brillo de una llama gélida en la pupila de una bruja.
Segundo recuerdo: Jean Seaton dando clase, hace muchos años, con su mirada incisiva y su voz atronadora. Un alumno apocalíptico levanta la mano y argumenta con fervor que vivimos en la época más violenta de nuestra historia. Seaton levanta una ceja y dice: “recuerde que esos preciosos monumentos que usted va a ver en Roma en sus vacaciones alojaban a cientos de miles de romanos aplaudiendo como se despedazaban a los esclavos para su disfrute”. Aún oigo su carcajada ante la fascinación del alumnado. No era muy distinta a nuestra fascinación infantil por las brujas, ahora que lo pienso.





















[ARCHIVO DEL BLOG] China: ¿potencia mundial o tigre de papel? [Publicada el 22/10/2014]










Dos días después de mi llegada a Canarias, el 29 de marzo de 1967, me incorporé a mi nuevo destino en los aledaños del Puerto de La Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, permaneciendo en el mismo hasta febrero de 2006 en que me jubilé. En febrero de ese mismo año había pedido a la empresa para la que trabajaba en Madrid desde 1964, el traslado a Canarias, una tierra mítica en la vivencia personal y la historia de mi familia. En ella me casé, nacieron mis hijas y nietos y en ella vivo desde entonces. 
En aquellos lejanos tiempos la comunidad hindú, aparte de enormemente apreciada por todos los isleños, era un emporio de riqueza para Canarias. Las calles que llevaban al Puerto de La Luz, sobre todo Albareda, Juan Rejón, La Naval, y el parque de Santa Catalina, estaban completamente tapizadas de bazares de "indios". Y lo mismo ocurría en la calle de Triana, unos kilómetros más al sur, otro emporio comercial. La razón de esa riqueza, que llegaba a todos, era la Ley de Puertos Francos de 1852, promulgada durante el reinado de Isabell II, que liberalizó la entrada y salida de mercancías en el archipiélago canario y que duró ciento veinte años, hasta 1972, en que fue sustituida por la Ley de Régimen Económico y Fiscal para Canarias, especificidad económica y fiscal de Canarias que recogió la Constitución de 1978 en su disposición adicional tercera.
Uno podía encontrar de todo en los bazares de los "indios": artículos que en la Península conocían solo de nombre, y que si los había, estaban a precios exorbitados. Cuando volvíamos de vacaciones a la Península siempre llevábamos máquinas de fotos, grabadoras, radios portátiles y hasta televisores, que lográbamos colar en la aduana de Barajas (por avión) o en Cádiz (por barco) que nos habían encargado familiares o amigos, o como simples regalos.
La entrada en la Unión Europea, a pesar de nuestra especificidad fiscal y económica, acabó con ese comercio que a todos beneficiaba. Hoy, los bazares de "indios" han desaparecido casi por completo para convertirse en "chinos": locales inmensos, abarrotados de ropas, juguetes y utensilios de toda especie, regentados (a título de franquicia) por jóvenes ciudadanos chinos que trabajan de sol a sol, y lo que haga falta. Hace unos días una amiga mía se encontró en la tesitura de adquirir un carrito, de esos para la compra, en un "chino". Diez metros después de salir del local, se le habían desprendido las dos ruedas al carro. Reclamó, y le dieron otro sin rechistar. En general, uno encuentra de todo en uno de esos locales, pero los productos son de ínfima calidad. Y son útiles para una urgencia, lo reconozco, pero de ahí no pasan. Pero no quiero elevar lo que no es nada más que una anécdota a la condición de categoría; solo era eso, una anécdota.
La expresión "tigre de papel" tiene su origen en un antiguo proverbio chino y se utiliza para designar algo o alguien que aparenta ser una amenaza pero que a la hora de la verdad se revela como inofensivo. La utilizó políticamente por primera vez en 1956 el dirigente y fundador de la República Popular China, Mao Zedong, para definir al imperialismo estadounidense, y luego fue reutilizada con profusión por los Estados comunistas (ellos se definían a sí mismos como de "socialismo real") para referirse a los Estados y sociedades capitalistas y socialdemócratas del bloque occidental. ¿Es hoy la República Popular China, a finales de 2014, la nueva potencia económica mundial en ciernes, o más bien como dijo de los "otros" Mao Zedong, solo un "tigre de papel"?
A dilucidarlo en la medida de lo posible, ayuda el artículo del sociólogo español Julio Aramberri, titulado "China: ¿del sueño a la pesadilla?", y publicado recientemente en la prestigiosa Revista de Libros. Para ello, Aramberri, que es profesor visitante en la Dongbei University of Finance and Economic de la ciudad china de Dalian, se sirve de las más recientes publicaciones internacionales sobre la economía china y su realidad en el escenario internacional. Hasta cinco libros de reciente aparición publicados por economistas y analistas económicos de acreditada solvencia son comentados por el profesor Aramberri en su artículo (que pueden leer en el enlace de más arriba). 
El extenso artículo del profesor Aramberri, que escribe siempre con grandes dosis de ironía y humor sin perjuicio de un profundo rigor conceptual, contiene apartados con subtítulos tan sabrosos y provocativos como "Godzilla resurge de nuevo", "Andy Warhol y el desarrollo económico", "Mal guión, pésimos actores", "Un día en la vida del honorable Zhon y del honorable Zhang", "Los parias de las tierra", "Juegos prohibidos" o "¿Y mañana el mundo entero?", concluye con una nada amable reflexión sobre el futuro de China que dice así: "El presidente Xi ha bautizado su programa de gobierno como el sueño chino. Es un programa de rejuvenecimiento nacional, mejora de las condiciones de vida del pueblo, prosperidad, construcción de una sociedad mejor y fortaleza militar; en suma, una opción estrechamente nacionalista. La represión con mano de hierro de las protestas en el Tibet y en Xinjiang (o en Hong Kong, de momento más suaves), la imposición unilateral de una zona de exclusión aérea en el Mar del Este y las fricciones con Filipinas y Vietnam en el Mar del Sur no se corresponden con las ilusiones de los defensores de la gobernanza global. Dejarse guiar por ellas contribuiría a ignorar la posibilidad, en absoluto remota, de que, llevado de sus problemas internos, el sueño chino acabe por convertirse en una pesadilla universal".
Les encarezco su lectura. Estoy seguro de que les resultará más que interesante. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt













lunes, 27 de febrero de 2023

De la guerra en Ucrania







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del diputado Pau Marí-Klose, va de la guerra en Ucrania. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
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Negociación, derrota o colapso
PAU MARÍ-KLOSE
23 FEB 2023 - El País
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Las guerras acaban con una negociación. Es un mantra que se oye mucho últimamente. No es completamente cierto. Algunas acaban con el aplastamiento y colapso del enemigo: las condiciones de paz las dicta entonces el contendiente vencedor, que persigue a los dirigentes del combatiente derrotado, y si puede los castiga. No hay que rebanarse mucho los sesos ni ir muy lejos para encontrar ejemplos.
Pero no deja de ser cierto que algunas guerras acaban cuando los dos contendientes se sientan a negociar. Algunos piensan que esto sucede cuando triunfan los esfuerzos diplomáticos encaminados a lograr que los bandos escuchen ofertas y se muestren abiertos a arreglos mutuamente satisfactorios. Los conflictos son, desde este punto de vista, fundamentalmente vistos como problemas de comunicación. Superada la reticencia a hablar, la solución emerge. La realidad suele ser un poco más cruda. Los bandos se sientan a negociar cuando, tras costosos enfrentamientos, no encuentran más razones para seguir luchando: los beneficios esperados son bajos y la probabilidad de alcanzarlos se difumina.
Si se quiere la paz, hay que arrastrar a Rusia a ese escenario, y hacerlo rápido. Rusia sigue teniendo bajo control una porción mayor de territorio ucranio que el que controlaba antes de la guerra, pero su horizonte militar es incierto si el apoyo militar, logístico y humanitario a Ucrania es consistente. Y en este capítulo las noticias son halagüeñas. Despejadas bastantes incertidumbres respecto a la dependencia energética y el horizonte económico, la unidad de la coalición internacional de apoyo a Ucrania parece cada vez más robusta y el compromiso irrevocable. En semejante contexto, si el ejército ucranio logra infligir nuevas derrotas a su rival en el campo de batalla estaremos a las puertas de una correlación de fuerzas similar a la que existía antes de la invasión del 24 de febrero de 2022.
Los ucranios aspiran a más, como no puede ser de otra manera, y parece inconcebible a estas alturas que acepten una propuesta de paz por territorios. La soberanía y la integridad territorial son principios sacrosantos del orden internacional que Ucrania tiene todo el derecho a reclamar y a los que difícilmente va a renunciar, salvo en el inimaginable escenario en que fuera abandonada a su suerte. Europa no puede permitírselo. Perdería inmediatamente todo su pedigrí en el concierto internacional, lo que deslegitimaría su compromiso con la defensa de principios universales, la protección de los derechos humanos y la dignidad de los débiles. El golpe para la reputación de Europa tendría graves implicaciones. La pérdida de confianza de terceros países dañaría severamente la cooperación multilateral abanderada por Europa en asuntos clave para el mundo, como la lucha contra la crisis climática y sus consecuencias o la gestión de las pandemias.
Con apoyo internacional, es difícil vislumbrar un escenario aceptable para Ucrania que no representara una derrota de Rusia a ojos de su opinión pública (incluso aunque ello no signifique la consecución de sus objetivos maximalistas). Volodímir Zelenski sería difícilmente perdonado si se sienta a negociar sin haber expulsado a las tropas rusas del territorio anexionado después de la invasión de febrero de 2022. Por todos estos motivos, la mejor esperanza para la paz, quizás la única, es un rápido avance militar ucranio en los próximos meses.
¿Puede aceptar Vladímir Putin lo que a ojos de la opinión pública externa parece una derrota? Como señala, Tymothy Snyder, en un régimen como el de Putin es posible alejar el foco de la situación de Ucrania y desviar la atención hacia otras cuestiones. El control absoluto que ejerce el régimen sobre la transmisión de información permite llegar a situaciones que en una democracia tendrían un alto coste para el Gobierno. Como nos advirtió George Orwell, en un Estado totalitario —y buena parte de los estudiosos del régimen ruso coinciden que avanza con gran rapidez hacia el totalitarismo— es perfectamente posible que Euroasia esté en guerra con Asia Oriental hoy, y mañana ambos pasen a ser aliados en un enfrentamiento con Oceanía, sin que nadie levante una pestaña.
No son pocas las guerras en que ejércitos mucho más poderosos han salido derrotados frente a enemigos más débiles. Conflictos en Argelia, Vietnam, Líbano o Afganistán nos ofrecen ejemplos ilustrativos de potencias mundiales obligadas a retroceder a pesar de su superioridad militar. Hablamos de democracias que tuvieron que admitir su incapacidad de mantener el control de países en que pretendían detentar el monopolio de la fuerza o asistir a Gobiernos tutelados. Sus “derrotas” desgastaron a sus Gobiernos, pero fueron asumidas como inevitables, y metabolizadas.
Si lo pudieron hacer democracias sometidas al escrutinio de la opinión pública, no hay grandes razones para pensar que los Gobiernos autocráticos no puedan metabolizar derrotas sin mayores consecuencias. Los autócratas que han sobrevivido a derrotas militares son numerosos y significativos. Nasser se sobrepuso a la derrota frente a Israel en 1967. Sadam Hussein no fue derrocado tras la derrota frente a Estados Unidos tras invadir Kuwait en 1991. Estados Unidos solo logro desalojarlo del poder 12 años después, tras una invasión a gran escala. Sin ir muy lejos, el régimen de Franco abandonó Ifni, tras años de hostigamiento marroquí, sin que la opinión pública en la metrópoli se hiciera apenas eco de la pérdida de una provincia española, en lo que algunos llamaron la “guerra oculta” de Franco.
La historia contemporánea de Rusia también ofrece ejemplos de autócratas que retuvieron el poder después de experimentar severas derrotas militares. El zar Nicolás II sufrió una terrible debacle contra Japón en 1905, Stalin fue severamente derrotado en la guerra con Finlandia en 1939, Yeltsin fracasó en la primera guerra de Chechenia en 1996 y a pesar de ello fue reelegido, y Mijaíl Gorbachov retiró tropas de Afganistán en 1988, sin ningún tipo de oposición interna.
El camino más probable a la paz pasa por una derrota rusa que le obligue a retirar las tropas de ocupación. Muchas más dudas ofrece el tercer escenario que baraja alguna cancillería y segmentos parlamentarios en Europa: el colapso y caída de Putin, y la posible desintegración de la Federación Rusa. Y al expresar dudas, no pretendo hacer un juicio normativo. Putin ha cometido crímenes horrendos que merecen castigo. Pero el tránsito a este horizonte está plagado de incertidumbres y se asemeja más a una expresión de wishful thinking que a una evaluación ponderada de la evidencia existente. A la luz de la información que disponemos sobre el régimen de Putin, la implosión es improbable (no imposible) y quizás aboque a escenarios indeseables, en que guerras internas dentro de la élite rusa para ocupar el vacío que dejara Putin o bien tensiones territoriales entre el centro y las repúblicas periféricas puedan conducir a dinámicas caóticas. A nadie escapa que convulsiones como estas en el seno de una potencia nuclear entrañan riesgos de considerable calibre.
Estamos en un momento histórico crucial, en que Europa debe hacerse cargo de retos de seguridad y estabilidad que pueden poner en riesgo su modelo excepcional de desarrollo económico, de democracia liberal y compromiso con los derechos humanos, la solidaridad social y la protección de los más débiles. Algunos hablan del fin de la inocencia. Una Europa que cobre conciencia geopolítica debe empezar a cuestionar mantras y reconocer que lo deseado no equivale necesariamente a lo probable ni a lo deseable. Y con ello seguir siendo Europa. Una Europa más fuerte para seguir ambicionando todo aquello que la hace única.