Mi asistenta, Marta, boliviana, acaba de darme dos noticias: que su hermana tiene cáncer y que ella se marcha a La Paz a cuidarla y a ayudarla con su hija, comenta la escritora Laura Freixas en el A vuelapluma de hoy miércoles. Con el pretexto (por no decir el chantaje) del amor, sufrimos una discriminación económica que empieza con la brecha salarial y se acentúa con la edad, hasta desembocar en una jubilación media muy inferior a la masculina (740 euros al mes, frente a 1.213). En nombre del amor, nos roban.
"La decisión de Marta me parece, por supuesto, admirable -comienza diciendo Freixas-. Pero déjenme que haga algunas preguntas. La primera: ¿por qué ella? La familia es numerosa, y por lo menos uno de los hermanos vive en La Paz. ¿Por qué no la cuida él? Porque “no es lo mismo”, afirma Marta, sin más precisiones. En cuanto a la hija, ¿no tiene un padre? Sí, dice Marta, pero el padre tiene nueva pareja y se ha desentendido de la niña. ¿Y de qué va a vivir Marta durante los tres meses sin sueldo que ha pedido en sus varios trabajos? De sus ahorros, me ha explicado, y de la ayuda de sus parientes.
Mi asistenta no es un caso aislado. La infancia, la vejez, la enfermedad, esas situaciones en las que una persona necesita ser cuidada, son una constante humana universal. La sociedad, en forma de servicios públicos, puede y, en mi opinión, debe ofrecer esos cuidados... hasta cierto punto; hay una parte (total, incondicional, cariñosa) que sólo puede proceder del amor. Pero entonces, ¿por qué el 90% de las excedencias para cuidar a familiares las piden mujeres? ¿Es que los hombres no aman?
No es eso, me dirán ustedes; es que los hombres tienen trabajos de más fuste y mejor pagados, y es más difícil, por eso, que los dejen. Cierto, pero caemos en un círculo vicioso: las mujeres tienen trabajos de menos responsabilidad –y por lo tanto, menos sueldo– porque estar disponibles para cuidar cuando se necesite es su cometido principal. Principal... y gratuito. Consecuencia: las mujeres ganan menos y dependen económicamente de quien gana más. Es decir, de los hombres. Con la subordinación que ello conlleva.
¿Quién dijo que “España nos roba”? La frase ha caído en desuso, pero la idea sigue presente entre líneas y hasta con cifras (los famosos “16.000 millones”). Sin embargo, resulta que objetivamente –en PIB per cápita– Catalunya es una de las comunidades autónomas más ricas de España. Las mujeres, en cambio, somos más pobres. Con el pretexto (por no decir el chantaje) del amor, sufrimos una discriminación económica que empieza con la brecha salarial y se acentúa con la edad, hasta desembocar en una jubilación media muy inferior a la masculina (740 euros al mes, frente a 1.213). En nombre del amor, nos roban".
A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo.
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Entrada núm. 5640
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)