jueves, 10 de octubre de 2019

[SONRÍA, POR FAVOR] Es jueves, 10 de octubre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...





















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt









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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 9 de octubre de 2019

[A VUELAPLUMA] El viaje como libertad



Ilustración de la Iliada por Jacques Louis David (1776)

Toda lectura, o toda vida que empieza a adentrarse en lo desconocido, es una promesa de felicidad, afirma el escritor nicaragüense y Premio Cervantes 2017, Sergio Ramírez.

"La convalecencia en una cama de hospital, -comienza diciendo Ramírez-, incita a pensar en la libertad de los viajes, los que deparan los libros, y la propia vida. Y anclado así en la cama, le he pedido a mi mujer que me traiga ciertos libros que quiero, indicándole dónde buscarlos en los estantes por el momento lejanos de mi biblioteca.

Cuenta Plutarco que Pompeyo Magno veía que los marineros de su armada no querían hacerse a la mar tempestuosa, y entonces los arengó, y una de las frases de esa arenga ha quedado para siempre: “navegar es necesario, vivir no es necesario”.

Fernando Pessoa la transformó siglos después: “quiero para mí el espíritu de esta frase, transformada/La forma para casarla con lo que yo soy: vivir no es necesario; lo que es necesario es crear…”

Crear viajando, crear leyendo, crear escribiendo. Crear viviendo.

Ismael, el marinero que nos cuenta la historia del viaje fatal del Pequod en Moby Dick, la novela de Melville, explica desde la primera página el porqué de sus ansias de navegar: “…cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes…entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda”.

El capitán Ahab quiere llegar cuantos antes a su destino para encontrarse con la ballena blanca, que años atrás le arrancó una pierna. Este será un viaje poco placentero, pero uno de los grandes viajes de la literatura. Ismael, que cuando se pone melancólico piensa en ataúdes, salvará su vida en el naufragio agarrado a un ataúd fabricado por el carpintero de abordo, que aparece flotando a su lado.

Joseph Conrad fue él mismo un viajero buena parte de su vida, como marino mercante. En El corazón de las tinieblas, Marlow navega a través del río Congo, en tiempos de la brutal colonización belga en África, cumpliendo el encargo de buscar a Kurtz, que ha enloquecido. Es otro viaje. No hacia la venganza, sino hacia la violencia, la explotación, y la ambición de poder y riqueza.

Simbad el Marino, "poseído con la idea de viajar por el mundo de los hombres y de ver sus ciudades e islas", se encuentra de repente en una la isla que no es sino el lomo poblado de árboles de una ballena dormida, que de pronto despierta y se adentra en la profundidad del mar”. Un viaje a lo imposible esta vez, como son siempre los viajes de la imaginación.

Son libros que llamamos clásicos, porque según Ítalo Calvino siempre tienen algo nuevo que enseñarnos. Han sido leídos generación tras generación, desde La Odisea a La isla del tesoro de Stevenson, y eso los hace clásicos también, la repetición.

Quizás Melville nunca imaginó que Moby Dick se convertiría en un libro para niños, y tampoco Homero pudo vislumbrar que Ulises llegaría a ser un personaje de películas de dibujos animados.

O que las tramas que inventaron se volverían patrones de conducta en la literatura, en el cine, en las series de televisión que se multiplican hoy en día, en las telenovelas, en los comics. Si hay un viaje, hay obstáculos. No hay viajes placenteros donde los amaneceres se sucedan un día tras otro sin sorpresas urdidas por malvados, o por el destino mismo.

El gusto de leer, y el de vivir, están en las interrupciones de la felicidad. Toda lectura, o toda vida que empieza a adentrarse en lo desconocido, es una promesa de felicidad; y en la medida que esas interrupciones se multipliquen, mejor disfrutaremos como lectores, y seremos, igual que los personajes, víctimas del destino y sus desatinos.

Ulises quiere llegar cuanto antes a su hogar en Ítaca, descansar en el regazo de su mujer, abrazar a su hijo tras diez años de ausencia. Pero no puede. Tendrán que pasar otros diez años de obstáculos, peligros de muerte, aventuras amorosas, secuestros, naufragios, el descenso a los infiernos. Si no, no habría historia que contar.

La felicidad prolongada se queda fuera del viaje, y fuera de las páginas del libro. La frase “y vivieron felices para siempre” cierra el relato, y lo que ocurra después ya no nos incumbe, ya no nos interesa porque la dicha sin obstáculos no es literaria, como tampoco los viajes sin tropiezos ni sorpresas.

Y desde la cama del hospital, lejos de la libertad, uno oye el canto terrible y seductor de las sirenas, igual que Ulises amarrado al mástil de su nave".





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[CLÁSICOS DE SIEMPRE] Hoy, con "Poenulus" (El cartaginés), de Plauto




Representación actual del Poenulus, de Plauto


Continúo con esta entrada la sección dedicada a las obras de autores grecolatinos, subiendo al blog la comedia titulada Poenulus (El cartaginés), de Plauto, que pueden leer desde el enlace anterior.


No se conoce la fecha de nacimiento de Plauto, que se ha fijado hacia el  254 a. C. por una noticia de Cicerón, pero sabemos que murió en el 184. Un lapso vital históricamente muy revuelto. Se trasladó a Roma de joven y allí fue soldado y comerciante. Murió enormemente rico, envuelto en una gran popularidad. Plauto usa un rico y vistoso lenguaje de nivel coloquial que no elude la obscenidad y la grosería entre retruécanos, chistes, anfibologías, parodias idiomáticas y neologismos, usando un vocabulario muy abundante de una gran variedad de registros. Se le atribuyen hasta 130 obras.

El Poenulus es una comedia latina compuesta por Tito Maccio Plauto, probablemente entre los años 195 y 189 a. C. El título suele traducirse literalmente como El pequeño cartaginés o como El pequeño púnico, aunque también ha sido traducido en alguna ocasión de manera más libre, como El ladino cartaginés.​ Inspirada en una obra griega anterior, probablemente en Ὁ Καρχηδόνιος (ho Karkhēdónios, «El cartaginés»), atribuida a Alexis de Turio (ca. 375-275 a. C.),​ el Poenulus es especialmente conocida en la actualidad por contener pasajes redactados en idioma púnico o cartaginés. Se trata de uno de los pocos testimonios escritos en esa lengua que se nos han conservado y constituye una oportunidad única para acercarnos a ese idioma extinto, ya que, a diferencia de lo que sucede con las inscripciones cartaginesas escritas en alfabeto fenicio, Plauto sí anotó las vocales.​ A menudo, ha llamado la atención que Plauto concediera tanto peso a un extranjero, y no a un extranjero cualquiera, sino a uno procedente del pueblo cartaginés, el enemigo por excelencia de Roma en los años en los que se estrenó la pieza. Es probable que lo hiciera para poder incluir esos breves parlamentos en la obra y, de este modo, poder divertir a su audiencia con el sonido extraño de una lengua que en nada se parecía a la latina.

La obra transcurre en una calle de la ciudad griega de Calidón, en Etolia, delante de las casas de Agorastocles y Lico, y ante el templo de Venus. Agorastocles es un joven cartaginés que fue raptado a la edad de siete años y que acabó siendo liberado y adoptado por un viejo misógino, que lo nombró su heredero. Junto a él viven dos hermanas, Adelfasia y Anterástile, que también fueron raptadas de niñas, pero que corrieron peor suerte, ya que fueron compradas por un alcahuete, Lico, para convertirlas en prostitutas. Agorastocles se enamora de una de las dos hermanas, de Adelfasia, pero Lico mortifica a los dos enamorados e impide su unión. Por eso, el joven idea un plan con ayuda de su esclavo Milfión, para comprometer a Lico en un robo de oro. Finalmente, sin embargo, no será necesario recurrir a ese plan porque a la ciudad llega el cartaginés Hanón, que descubre en Agorastocles a su sobrino y reconoce en las dos hermanas a sus propias hijas, a las que creía perdidas para siempre. Gracias a este hecho inesperado, Agorastocles y Adelfasia pueden casarse, mientras el viejo Lico se convierte en el gran perdedor de la historia.


En la mitología griega Talía era una de las dos musas del teatro, la que inspiraba la comedia y la poesía bucólica o pastoril. Divinidad de carácter rural, se la representaba generalmente como una joven risueña, de aspecto vivaracho y mirada burlona, llevando en sus manos una máscara cómica como su principal atributo y, a veces, un cayado de pastor, una corona de hiedra en la cabeza como símbolo de la inmortalidad y calzada de borceguíes o sandalias. Era hija de Zeus y Mnemósine, y madre, con Apolo, de los Coribantes. 



La diosa Talía, musa del teatro



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es miércoles, 9 de octubre






El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...
























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martes, 8 de octubre de 2019

[A VUELAPLUMA] Regreso al pasado



Foto de archivo en la que aparecen las Trece Rosas


Conducir con el espejo retrovisor, ignorar la carretera que tenemos por delante, es el mejor medio para acabar estrellados, afirma el profesor y politólogo Fernando Vallespín, aludiendo a las incendiarias declaraciones de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Algún día habrá que otorgar un premio a las declaraciones más extravagantes o disparatadas de los políticos, comienza diciendo Vallespín. Algo así como lo que se hace en los premios Razzies, los Oscar alternativos a las peores películas. Si estos existieran, yo propondría premiar las declaraciones de Ayuso sobre la quema de conventos, ex aequo con el inefable remate de Aguado. Y eso que la competencia es fiera. Porque lo de Ortega Smith sobre las 13 Rosas como viles “violadoras” también es para nota. Lo malo no es ya que se digan estupideces supinas, sino que no podamos evitar hablar sobre ello en vez de recubrirlas con un manto de vergonzoso silencio. Sin embargo, no son meras ocurrencias, detrás hay algo más. Está, en primer lugar, la carrera dentro de la derecha por ver quién encarna mejor sus esencias —y aquí Ciudadanos ha dado muestras una vez más de su tremendo despiste ideológico—. Y, en segundo término, es expresivo de la improvisación o dejadez con la que los partidos proceden a la selección de su personal. La Comunidad de Madrid le viene grande, muy grande, a alguien como Ayuso.

Con todo, el problema de fondo es esta necesidad de darle vueltas al pasado. Se dirá que todo empezó con la medida de Sánchez de sacar a Franco del Valle de los Caídos, que sin duda posee una buena dosis de electoralismo. Pero tiene la virtud al menos de zanjar una cuenta pendiente desde la Transición. Basta con leer la prensa extranjera sobre el asunto para tomar conciencia de la anomalía en la que estábamos instalados. Una derecha inteligente así lo hubiera entendido y hubiera pasado a otro tema. En definitiva, quienes en su día más insistieron en la necesidad del olvido son los que más se afanan ahora por remover la guerra civil, el tema más divisivo en este ya de por sí fragmentado país.

Hasta ahora, los debates políticos sobre nuestro pasado reciente se reducían casi exclusivamente a la naturaleza de la Transición. Atacar a esta era una forma de poner en cuestión nuestra condición de país reconciliado. Ahora nos retrotraemos a la guerra civil. Hay incluso quienes van más lejos y eligen la discusión sobre la Leyenda Negra como el lugar en el que escenificar las confrontaciones. Parece como si se nos hubieran hecho pequeños los motivos para discrepar en este presente y tuviéramos que volver al pasado para recargar las baterías del odio, para reverdecer los antagonismos.

Preferimos recuperar y reavivar conflictos pretéritos en vez de elegir temas unificadores, como si aquello que nos une careciera de rentabilidad política. Aunque tengo para mí que esto se debe a la ausencia de ideas y de propuestas que se ocultan mediante una renovación constante del nosotros frente a ellos. Eso es lo fácil. Lo difícil es ofrecer un programa sobre cómo abordar los retos del futuro e implicar en él al mayor número posible de fuerzas políticas y sociales. Más que mirar hacia atrás, deberíamos debatir sobre cómo abordar lo que se nos viene encima, proyectarnos unidos hacia adelante, justo aquello de lo que parece incapaz esta generación de políticos. Nos sobra pasado y nos faltan previsiones de futuro. Y ya lo sabemos, conducir con el espejo retrovisor, ignorar la carretera que tenemos por delante, es el mejor medio para acabar estrellados.





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[ARCHIVO DEL BLOG] Honi soit qui mal y pense (Publicada el 25/1/2009)



Eduardo III de Inglaterra


"Que se avergüenze el que haya pensado mal". Doña Esperanza Aguirre, condesa de Murillo, presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, es, sin duda, una mujer culta. Así que es más que probable que conozca la frase que da título a esta entrada, pronunciada por el rey Eduardo III de Inglaterra a mediados del siglo XIV con ocasión de un lance cortesano que se hizo célebre. Y que haya pensado en ella (a mi, infinitamente menos culto que la señora condesa, me ha venido enseguida a la cabeza) a raíz de la que le está cayendo encima por causa de la trama de espionaje interno en el seno del PP madrileño puesta en público por el diario El País. Sinceramente, los problemas internos de los partidos, y los del PP en particular (perdónenme lo soez de la expresión) me la traen floja, así que mencionado el asunto, voy a referirme a la destacada influencia francesa (o más específicamente normanda; pues fueron normandos, no los autóctonos sajones, los fundadores del Reino de Inglaterra) en la tradición británica.

Dos ejemplos. El lema de la monarquía británica: "Dieu et mon droit": Dios y mi derecho, así escrito, en francés. Y también, en francés, la fórmula mediante la cual la reina de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, sanciona y promulga las leyes del reino: "La Reine le veult": La Reina lo quiere. Por último, la historia del lance que dio origen a la frase "Honi soit qui mal y pense" y con ella al nacimiento de la Orden de la Jarretera, una de las más preciadas condecoraciones de la monarquía británica.

Cuenta la leyenda que una noche en que el rey Eduardo III de Inglaterra estaba bailando con la condesa de Salisbury en una gran fiesta de la corte, hacia el año 1344, la dama perdió su jarretera (liga). Después de recogerla, cuando el rey estaba devolviéndosela, se dio cuenta de que la gente de su alrededor estaba sonriendo y murmurando. Airado, exclamó "honi soit qui mal y pense" (que se avergüence el que mal haya pensado), y colocándose la media sobre su propio muslo, añadió que haría la pequeña jarretera azul tan gloriosa que todos querrían poseerla. Con tal fin creó el rey la Orden de la Jarretera, cuyo símbolo es una jarretera azul oscuro, de borde dorado en la que aparecen en francés las palabras dichas por el rey. HArendt



Emblema de la Orden de la Jarretera



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