domingo, 17 de septiembre de 2017

[A vuelapluma] El juego de la democracia





Por ser rutinario, el abuso de la palabra "democracia" no me preocupa. Nadie lo toma al pie de la letra, comenta el profesor Felipe Fernández-Armesto, historiador y titular de la cátedra William P. Reynolds de Artes y Letras de la Universidad de Notre Dame (Indiana, EEUU).

En la mayoría de los Estados que históricamente se calificaban de "repúblicas democráticas", democracia equivalía a decir «dictadura». En la actualidad el abuso más notorio es el de la República Democrática de Corea -o sea, Corea del Norte- y Laos (regido por una junta de militares izquierdistas), Etiopía (donde la oposición no tiene diputados en la legislatura) y Argelia (donde un círculo de potentes no elegidos domina los procesos gubernamentales) se denominan de la misma forma sin cumplir las normas más elementales. Nepal se califica de República Democrática Federal pero al cabo de una guerra civil recentísimo es difícil por ahora predecir el rumbo que va a seguir su democracia inexperta. Timor del Este y Sri Lanka son tal vez las únicas repúblicas democráticas que merecen el apodo. Mucho más inquietante que esa retórica, a la cual ya ni hacemos caso por saber que se trata de una pura superchería, es la perversión de la realidad democrática en países serios e incluso (en los casos de EEUU, el Reino Unido y España) modélicos. En EEUU una minoría del electorado ha impuesto un presidente que se burla del país. En Gran Bretaña la situación es, en cierto sentido, más grave que en el país de Trump, ya que el Gobierno de Theresa May está deformando la legalidad sin el consentimiento de los ciudadanos. El Ejecutivo de Londres remite, de una forma racionalmente incomprensible, a un referéndum constitucionalmente no vinculante, aprobado por una escasa mayoría de los votantes, para marginar las tradiciones constitucionales, sacar el país de la Unión Europea, poner de un lado tratados que garanticen el rol del Tribunal Europeo de Justicia, y cancelar algunos derechos de sus ciudadanos, entre ellos, los de trabajar, viajar y comerciar libremente en el resto de la Unión. Por tanto, el Reino Unido parece destinado a un Brexit duro que nadie quiere, sino unos pocos xenófobos y nacionalistas a ultranza. Los casos de Venezuela y Turquía son menos chocantes, porque sus raíces democráticas son menos profundas, pero se parecen de forma inquietante. En ambos, por maniobras electorales aprobadas por mayorías insuficientes para justificar cambios constitucionales, se está logrando suprimir las oposiciones y socavar el Estado de Derecho. En España, mientras tanto, por una maniobra semejante, un Gobierno autonómico en Cataluña, elegido por una minoría de sus votantes, se propone eliminar la Constitución sin tener el apoyo de la mayoría de los conciudadanos de la misma región, sino contando únicamente con el servilismo de una escasa minoría de sus propios seguidores que estarán dispuestos a participar en un referéndum ilegal. 

En todos estos casos, la democracia ha quedado impotente frente a los abusos. Por respeto al Estado de Derecho, los demócratas auténticos toleran las anomalías constitucionales que permiten, en España y en el Reino Unido, que coaliciones de perdedores se agarren del poder, o en EEUU que Estados pequeños ejerzan una preponderancia electoral desproporcionada, privando a los votantes de grandes Estados, tales como Nueva York y California, del peso justo de sus votos. En Turquía, el golpe fracasado quitó legitimidad a la oposición en el momento clave del estratagema de Erdogan. En Venezuela y en España los recuerdos de la violencia política desarman los defensores de la democracia y animan el terrorismo psicológico de los revolucionarios. Maduro y Puigdemont se burlan de la benevolencia de sus opositores.

Parece mentira que en la historia de las ideas quepa corromper tan fácilmente el concepto de la democracia. La tradición abusiva es larga. Supongo que los 'chavistas' ni los 'erdoganistas' ni los 'trumpistas' ni los 'brexiteros' ni los señoritos del secesionismo catalán habrán leído los textos de Rousseau ni de Kant sobre esa "voluntad general" que supera a las voluntades de los individuos, por numerosos que sean, ni que hayan estudiado la tradición idealista alemán decimonónico que autorizaba a líderes --sedicentes carismáticos o superdotados de heroísmo o representativos o encarnados del espíritu del pueblo- para interpretar esa supuesta voluntad según sus caprichos o intereses particulares. Para algunos -de la CUP y de Esquerra- la tradición intelectual vigente es la de un marxismo degenerado que les permite considerarse como representantes de una clase supuestamente oprimida cuya opresión les otorga el derecho de oprimir a los demás.

Sé dónde echar la culpa, pero no sé dónde buscar el remedio. El independentismo catalán es un problema intrincadísimo, al cabo de tantos años de gestión poco inteligente por parte de sucesivos gobiernos españoles. El lector que me haya seguido -si existe alguno- sabrá que desde el momento del fracaso del Estatut en 2010 yo apostaba por una consulta a nivel nacional sobre la Constitución española para evitar la quiebra del país. Y mientras el movimiento secesionista en Cataluña ha ido acumulando fuerza, he insistido en la necesidad de organizar, por parte del Gobierno español, una consulta sobre la independencia de todos los habitantes de Cataluña y todos los del resto de España que se consideran catalanes. De esta manera, el Gobierno hubiera llevado la iniciativa. Sabríamos a ciencia cierta que la mayoría de los catalanes no quieren abandonar el resto de España. O, en caso contrario, ¿quién iba a pensar en mantener la Constitución actual si una gran mayoría de los españoles quisieran cambiarla y apostaran, por ejemplo, por un sistema federal? O si una gran mayoría de catalanes prefiriesen un futuro desacoplado de sus vínculos históricos con el resto de España, ¿quién piensa que los demás españoles no les concederían la independencia con afecto y tristeza, pidiéndoles que vayan con Dios? Parte de la esencia de la democracia, dentro de las normas del Derecho, es confiar en el pueblo, y deferir a su autoridad. Unos pocos catalanes no pueden cambiar la Constitución de España, pero si en algún futuro por ahora imprevisible el pueblo catalán realmente deseara independizarse, la magnanimidad de España no dudaría en lograr los cambios constitucionales necesarias para que se realizara. 

Pero ya se ha perdido la ocasión de mostrar al país y al mundo la verdadera actitud de la mayoría de los catalanes. La iniciativa queda en manos de los resentidos del Palau de la Generalitat. Su referéndum secesionista, que en efecto sólo permite votar a los partidarios de la ilegalidad, me recuerda la decisión democrática de los Estados del Sur de independizarse de los Estados Unidos en 1860 sin tener en cuenta la opinión de los negros. El intento carece de cualquier pretensión verosímil de legitimidad. Pero el Gobierno nacional dispone de pocas posibilidades de frustrarlo. Si se suprime, los nacionalistas obtendrán una victoria propagandística, denunciando ante el mundo entero una tiranía que no permite a los votantes expresar su voluntad, o insistiendo en que las autoridades centrales actuaban por miedo. Hay que responder con un contundente, No tinc por. Hay que permitir el ejercicio, ridiculizándolo y denunciando su irresponsabilidad, su coste injustificable, su falta de justicia, su apoyo minoritario y su ineficacia legal. Sobre todo, hace falta una campaña de información, animando a los votantes a abstenerse de las urnas. Un referéndum fracasado valdrá más al mundo que un referéndum suprimido. Ni los señoritos del Palau osarían proclamar una independencia que pocos catalanes quieren, que el país entero rechaza, y que pocos Estados -excepto Venezuela o Corea del Norte- reconocerían. Si lo hiciesen, o si la CUP intentara un golpe, el rechazo popular en Cataluña sería enorme y veríamos a millones de manifestantes por las calles. 

Pero la actitud negativa, aunque precisa, no es suficiente. La democracia no es el despotismo de la mayoría sino un sistema consensuado que involucra, consulta y respeta las opiniones de minorías significativas. No cabe duda de que en la actualidad hay una minoría significativa en Cataluña a favor de la independencia. Puede conseguir hasta un par de millones de votos. Merece tomarse seriamente en cuenta, asegurándole la disposición benévola del resto del país, la apertura al diálogo, y la promesa de buscar soluciones satisfactorias a sus inquietudes dentro del reino de derecho, de justicia, de paz y de amor que es España. 



Dibujo de Ajubel para El Mundo


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos.  HArendt



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[Tribuna de prensa] Lo mejor de la semana. Septiembre, 2017 (III)





Les dejo con los Tribuna de prensa que durante esta semana pasada he ido subiendo a Desde el trópico de Cáncer. Espero que les resulten interesantes, y que como decía Hannah Arendt les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar. La vida, a fin de cuentas, no va de otra cosa que de eso. Se los recomiendo encarecidamente. Son estos:

Domingo, 10 de septiembre:
El ciempiés andante y el sapo burlón, por Francisco Rosell.
El Kremlin en Caracas, por Moisés Naím y Andrew Weiss.
Feminismo antifeminista, por Javier Marías.

Lunes, 11 de septiembre:
Lenin, Lennon y la revolución, por Lucía Méndez.
Los que sueñan, por Ana Merino.
Forcadell, por Almudena Grandes.

Martes, 12 de septiembre:
Profetas, por Félix de Azúa.
Premios y castigos, por Víctor Lapuente.
Avidez, por David Trueba.

Miércoles, 13 de septiembre:
Adolescentes, por Leila Guerriero.
Las élites, por Emilia Landaluce.
Años 90, por Manuel Jabois.

Jueves, 14 de septiembre:
Ranas secas, por Javier Sampedro.
Feminista feroz, por Luz Sánchez-Mellado.
Me voy, pero me quedo, por Lluís Bassets.

Viernes, 15 de septiembre:
María Teresa, por Jorge M. Reverte.
Diversidad, por Juan José Millás.
Leer, por Berna González Harbour.

Sábado, 16 de septiembre:
La memoria, por Julio Llamazares.
A casa, por Fernando Savater.
Soledades, por Elvira Lindo.


Y desde los enlaces de más abajo pueden acceder a algunos de los diarios y revistas más relevantes de España y del mundo, actualizados continuamente. Espero que los disfruten:

The Washington Post (EUA)
El País (España)
Le Monde (Francia)
The New York Times (EUA)
The Times (Gran Bretaña)
Le Nouvel Observateur (Francia)
Chicago Tribune (EUA)
El Mundo (España)
La Vanguardia (España)
Los Angeles Times (EUA)
Canarias7 (España)
El Universal (México)
Clarín (Argentina)
L'Osservatore Romano (Vaticano)
La Voz de Galicia (España)
NRC (Países Bajos)
La Stampa (Italia)
Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania)
Le Figaro (Francia)
Tages Anzeiger (Suiza)
Komsomolskaya Pravda (Rusia)
Excelsior (México)
Die Welt (Alemania)
El Nuevo Herald (EUA)
Revista de Libros (España)
Letras Libres (España)
Claves de Razón Práctica (España)
Cuadernos para el diálogo (España)
Litoral (España)
Jot Down (España)
Real Instituto Elcano (España)
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (España)
Der Spiegel (Alemania)
The New Yorker (EUA)
Política Exterior (España)
Cidob (España)
Concilium (España)
Le Monde Diplomatique (Francia)
Le Nouvel Afrique (Bélgica)
Time (EUA)
Life (EUA)
Revista Española de Ciencia Política (España)
Cambio16 (España)
Jeune Afrique (Francia)
Tiempo (España)
Historia y Política (España)
Newsweek (Estados Unidos)
Nature (Estados Unidos)
Historia National Geographic (España)
Paris Match (Francia)
Instituto Nacional de Estadística (España)
Para terminar, les dejo con los reportajes de El País con las mejores imágenes del 2016, las treinta fotos más representativas de los 40 años de vida del periódico, las fotos ganadoras del World Press Photo 2017, y las 12 fotos del año de National Geographic. Y como siempre, las mejores fotos de la semana que termina en El País. 




Deportes de riesgo en Stryn, Noruega



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[Humor en cápsulas] Para hoy domingo, 17 de septiembre de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Idígoras y Pachi en El Mundo; Forges, Peridis, Ros y El Roto en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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sábado, 16 de septiembre de 2017

[A vuelapluma] Se empieza quemando banderas y ...





El periodista Jorge Marirrodriga, comentando la quema de banderas de España, Francia y la Unión Europea por unos pirados (en el doble sentido de locos y pirómanos) de la CUP en la reciente "Diada" de Barcelona, dice que se trata de una vieja tradición ibérica y mediterránea que celebra que donde haya un buen fuego que se quiten las sonrisas. El problema para mí es que los que comienzan quemando banderas (símbolos), seguirán quemando libros (historia), y acabarán quemando personas (inquisición). Todo muy propio. Y natural, sí. No sé que otra cosa podía esperarse de ellos, aunque a mi estimado exprofesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNED, Ramón Cotarelo, le caigan pero que muy bien.

La diputada francesa Samantha Cazebonne, comienza diciendo Marirrodriga, ha protestado enérgicamente porque durante una manifestación de la Diada organizada por la organización Arran, afín a la CUP, unos encapuchados quemaron una bandera —estas cuatro últimas palabras nos hacen saltar sin poder evitarlo a los veranos de varios años atrás— francesa. Cazebonne, que pertenece al partido del presidente Emmanuel Macron La Republique en Marche, ha condenado el acto recalcando que la tricolor es “un símbolo de libertad y democracia”, y ha exigido que la quema no quede impune. En similares términos se ha pronunciado el consejero consular francés en Barcelona, Raphäel Chambat.

También ha habido críticas a la quema de la bandera española por parte de políticos españoles, todo hay que decirlo, menos escandalizados tal vez por la costumbre y sin duda más escaldados por las decisiones judiciales —la última, en abril de este precisamente sobre la Diada de 2016— que últimamente archivan estos casos. Finalmente, nótese que a la pobre bandera de Europa no ha salido nadie a defenderla, lo cual indica en su caso o bien una improbable completa prevalencia del derecho a la libertad de expresión o un probable desinterés absoluto por lo que representa. Pobres Schumann y Adenauer.

Cuando se producen estas situaciones siempre surge la eterna discusión sobre los límites de la libertad de expresión y el respeto a los símbolos. E inevitablemente hay quien invoca una sentencia del Tribunal Supremo de EE UU que permite quemar la bandera de las barras y estrellas. Como si les importara a Arran, a la diputada Cazebonne y al espíritu de Schumann lo que dijeran nueve señores con toga en Washington. En vez de centrarnos en el sujeto pasivo de la acción, la bandera, vayamos con el activo: el fuego.

Cantaba Serrat aquello de “qué le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo” y es ciertamente muy Mediterráneo y muy ibérico acabar las reuniones en las que sube la temperatura —festiva o no— con un buen fuego quemando algo o a alguien. En esto tenemos una arraigada tradición común en la Península y en la ribera del Mare Nostrum. Da igual que ardan Roma, la biblioteca de Alejandría, retratos de gobernantes en El Cairo, ninots en Valencia, contenedores de basura en Zumaia o los cuernos de un toro en Sant Jaume d’Enveja. Ya lo decía Séneca: el fuego prueba el oro. Y también prueba otras cosas.

Ese fuego prueba, por ejemplo, que hay quienes, desde el interior del proceso catalán, no creen en esta revolución de las sonrisas que se proclama a diario desde la Generalitat. Quemar unos símbolos —aunque, o porque, se consideren ajenos— como si fueran Alice Cooper en la pira no es precisamente algo festivo. Hay quienes, como la diputada Cazebonne, ven en esos trozos de tela abrasados —y otros similares— símbolos de libertad y democracia y quienes, como decía Tolstói, cuando cruzan un bosque sólo ven leña para el fuego, termina diciendo.





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[Píldoras literarias] Hoy, con "Prueba de vuelo", de Eugenio Mandrini





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado Prueba de vuelo, de Eugenio Mandrini (1936), escritor y poeta argentino. La llave secreta de Eugenio Mandrini, uno de los grandes cultivadores actuales del microrrelato hispanoamericano, es bifronte: causa placer y al tiempo produce estupor, una mezcla no demasiado común de precisión narrativa con encantamiento poético. Se trata, por tanto, de intentar llegar a esa frontera donde el autor y el lector se funden para hacer de la literatura otro modo de imaginada locura, quizás otro posible camino de salvación. Estas criaturas —le dice Mandrini al lector cómplice— pueden ser tuyas, pero atrévete a no cerrar los ojos. Saltan. Enceguecen. Golpean con manos de caricia. Vuelven. Les dejo con su Prueba de vuelo, publicado en Galería de hiperbreves (2001). Tiene quince palabras y dice así: 



PRUEBA DE VUELO
por
Eugenio Mandrini

Si evaporada el agua
el nadador todavía se sostiene,
no cabe duda: es un ángel.





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[Humor en cápsulas] Para hoy sábado,16 de septiembre de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Idígoras y Pachi en El Mundo; Forges, Peridis, Ros y El Roto en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





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viernes, 15 de septiembre de 2017

[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 15 de septiembre de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Ricardo en El Mundo; Forges, Peridis, Ros, El Roto y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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jueves, 14 de septiembre de 2017

[Galdós en su salsa] Hoy, con "La Fontana de Oro"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 174 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog La Fontana de Oro. Publicada en 1870, es la primera de las novelas escritas por Galdós. La acción transcurre en Madrid durante los años del Trienio Constitucional (1820-1823) y toma su título del café situado cerca de la Puerta del Sol que con ese mismo nombre sirvió de lugar de reunión a artistas y tribuna oratoria para políticos liberales, y que aún persiste en su actividad. Escrita entre 1867 y 1868, en parte durante un viaje a Francia poco después de la Revolución de Septiembre, se mezclan los hechos históricos reales, con los asuntos personales de los personajes, siguiendo una pauta de construcción literaria similar a la de los Episodios Nacionales

Enmarcada en el reinado de Fernando VII, Galdós narra en sus páginas acontecimientos como el levantamiento del general Riego y la posterior entrada en Madrid, en mayo de 1823 del ejército francés conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis para restablecer en el absolutismo al monarca. En la novela se suceden reuniones clandestinas de logias masónicas y sectas ultramontanas; actuaciones de grandes oradores como Antonio Alcalá Galiano; manifestaciones callejeras al son de la "Trágala"; escaramuzas entre milicianos liberales y realistas; fusilamientos en masa y ejecuciones en la Plaza de la Cebada tras la victoria absolutista... Un doble escenario en el que Galdós desenreda la pasión patriótica junto a una pasión de corte clásico que le sirve de hilo argumental.

El eje sentimental de la trama narra la pasión amorosa entre Lázaro, joven romántico y liberal, y Clara, huérfana en casa de un tío de ideología absolutista y carácter intransigente.​

El erudito galdosiano Joaquín Casalduero valora esta novela primera del escritor canario no solo como origen de toda su obra sino de la novela moderna en España.

La edición que reproduzco es la existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante, publicada originariamente en Madrid, en 1906, por Perlado, Páez y Compañía. Disfrútenla. 




La Fontana de Oro, Madrid



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