sábado, 16 de enero de 2016

[Un clásico de vez en cuando] Hoy, "Prometeo encadenado", de Esquilo



Prometeo encadenado (pintura flamenca)


Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Hoy traigo hasta el blog, en el apartado de Un clásico de vez en cuando, el texto del Prometeo encadenado de Esquilo (525-456 a. C.). Predecesor de Sófocles y Eurípides, es considerado como el primer gran representante de la tragedia griega. Pertenecía a una noble y rica familia de terratenientes. En su juventud fue testigo del fin de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas. Luchó en las guerras contra los persas y participó en las batallas de Maratón, Salamina y, posiblemente, en la de Platea. Alguna de sus obras, como Los persas y  Los siete contra Tebas son el resultado de sus experiencias de guerra. Fue también testigo del desarrollo de la democracia ateniense. En Las suplicantes puede detectarse la primera referencia que se hace acerca del poder del pueblo, y a la creación del Areópago, tribunal encargado de juzgar a los homicidas. En Las euménides apoya la reforma de Efialtes y la transferencia de los poderes políticos del Areópago al Consejo de los Quinientos. Escribió 82 obras de las que solo se conservan siete piezas, seis de ellas premiadas. El sufrimiento humano es el tema principal del teatro de Esquilo, un sufrimiento que lleva al personaje al conocimiento (recordar la máxima del pathei mathos, el conocimiento a través del sufrimiento) y que no está reñido con una fuerte creencia en la justicia final de los dioses.

El mito de Prometeo ya había sido tratado por Hesíodo en su obra Los trabajos y los días, pero el personaje no recibía allí el tratamiento positivo que Esquilo va a darle ahora. Llama poderosamente la atención que su Prometeo es la única gran tragedia clásica en la que todos los personajes son dioses y no humanos. La acción de la obra se desarrolla en una región montañosa del Cáucaso en la que Hefesto, acompañado por Violencia y Fuerza encadenan a Prometeo por orden de Zeus. Prometeo, ya encadenado, recibe la visita del titán Océano; de Ío, metamorfoseada en vaca por venganza de Hera; y por último de Hermes. Prometeo, que ha dado el fuego a los hombres desobedeciendo las órdenes de Zeus, da rienda suelta a su amargura y desprecio por los nuevos amos del Olimpo, y especialmente, por Zeus. Hermes insta a Prometeo a revelar el secreto que pone en peligro el poder de los nuevos dioses, y lo amenaza con castigos brutales, entre ellos, el de ver devorado cada día su hígado por un águila. Pero Prometeo se mostrará fuerte contra todas las amenazas, por lo que, al final de la obra, Zeus lo precipita al fondo del abismo en compañía de las Oceánides, que se habían pronunciado en favor del titán.

La altura moral que el personaje de Prometeo adquiere en la obra de Esquilo, parece prefigurar la de todos los rebeldes y mártires contra la tiranía que le siguieron en la posterior historia de la literatura occidental. Por ejemplo, en los románticos ingleses P.B. Shelley y su Prometeo desencadenado, o en su esposa, la escritora Mary W. Shelley, en su Frankenstein o el moderno Prometeo

Más abajo, o bien en este enlace, pueden ustedes ver un interesante documental de la radio-televisión pública española sobre el mito de Prometeo. Y en el de más arriba, el texto completo de esta hermosa tragedia de Esquilo. Espero que la disfruten. 

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

[Poesía y humor] Hoy, "Hermosas ninfas, que en el río metidas", de Garcilaso de la Vega




Garcilaso de la Vega


Es muy posible que a algún purista le parezca una blasfemia lo que pretendo hacer durante unas semanas: unir en la misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor y a mis viñetistas cotidianos preferidos. Bien, pues lo siento por los puristas, pero un servidor piensa que hay pocas cosas en la vida más serias que el amor y el humor, así pues, ¿por qué no juntarlos?  Todo ello sin mayores pretensiones, aun reconociendo que meter en el mismo envoltorio un soneto de amor y unas viñetas humorísticas, por muy preñadas que estén de crítica social y realidad cotidiana, puede no resultar una fórmula afortunada. En cualquier caso, espero que sean de su agrado. 

El soneto es una composición poética compuesta por catorce versos de arte mayor, endecasílabos en su forma clásica, que se organizan en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos. En el primer cuarteto suele presentarse el tema de la composición, tema que el segundo cuarteto amplifica. El primer terceto reflexiona sobre la idea central expresada en los cuartetos. El terceto final, el más emotivo, remata con una reflexión grave o con un sentimiento profundo desatado por los versos anteriores. De Sicilia, el soneto pasó a la Italia central, donde fue también cultivado por los poetas del "dolce stil nuovo" (siglo XIII). A través de la influencia de Petrarca, el soneto se extiende al resto de literaturas europeas.

Continúo hoy la serie de sonetos de amor con el titulado Hermosas ninfas, que en el río metidas, de Garcilaso de la Vega (1494-1536), poeta y militar español del Siglo de Oro. Huérfano de padre se educó esmeradamente en la Corte, donde conoció en 1519 a su gran amigo, Juan Boscán. Seguramente a este debió su gran aprecio por la lírica del valenciano Ausiàs March, que dejó huella en su obra. Hacia 1520 entró al servicio del rey Carlos I. Aprendió griego, latín, italiano, francés, música y esgrima. Formaba parte del séquito del II duque de Alba cuando Carlos I desembarcó en Santander en 1522. En 1523 fue designado miembro de la orden de Santiago y gentilhombre de la Casa de Borgoña y participó, junto a Fernando Álvarez de Toledo, el futuro Gran Duque de Alba, en la campaña de Fuenterrabía. En los años siguientes, luchó en la Guerra de las Comunidades de Castilla y en compañía de Juan Boscán y Pedro de Toledo, futuro virrey de Nápoles, en la expedición de socorro que no pudo evitar la caída de Rodas en poder de los turcos. Por entonces empezó a escribir sus primeros poemas según la estética de la lírica cancioneril, que pronto desecharía. En septiembre de 1536, nombrado maestre de campo de un tercio de infantería, participaba en el asedio de una fortaleza en la localidad francesa de Le Muy, cerca de Fréjus, cuando en el asalto de la misma fue alcanzado por una piedra arrojada por los defensores, cayendo al foso gravemente herido. Murió en Niza, unos días después, asistido por su amigo Francisco de Borja, Duque de Gandía, más tarde canonizado por la Iglesia Católica. La producción lírica de Garcilaso de la Vega, máxima expresión del Renacimiento castellano, se convirtió, desde muy pronto, en una referencia inexcusable para los poetas españoles, que desde entonces no pudieron ignorar la revolución métrica y estética operada por él en la lírica española al introducir con Juan Boscán y Diego Hurtado de Mendoza una serie de estrofas mucho más flexible que el rígido y monótono del dodecasílabo, y el repertorio de temas, estructuras y recursos estilísticos del petrarquismo. El lenguaje de Garcilaso es claro y nítido, conforme a los ideales de su amigo Juan de Valdés: selección, precisión y naturalidad y palabra oral más que escrita; prefiere las palabras usuales y castizas a los cultismos extraños a la lengua, buscando el equilibrio clásico, la estilización renacentista de lengua vulgar y la precisión ante todo.

Las viñetas que acompañan la entrada son todas de hoy mismo y han sido publicadas en los diarios El País y El Mundo, de Madrid, y Canarias 7 y La Provincia, de Las Palmas de Gran Canaria. 

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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HERMOSAS NINFAS, QUE EN EL RÍO METIDAS

Hermosas ninfas, que en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas,

agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas;

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.

Garcilaso de la Vega


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VIÑETAS DE HOY








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viernes, 15 de enero de 2016

[Historia] De nuevo, sobre la Transición española a la democracia



Campus de la Universidad Complutense, Madrid


Cuando era yo aún un mozalbete, a finales de los 50 del pasado siglo, recuerdo que tenía un vecino, unos años mayor que yo, que estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense. Vivía justo encima de nuestro piso, en el 3º-D, del número 24 de la calle Chile de Madrid. Lo admiraba; o mejor dicho, lo envidiaba. A mí, aquello de que alguien estudiara una cosa llamada "Ciencias Políticas" me sonaba como muy exótico. Era un joven alto, delgado y apuesto. Lo recuerdo casi siempre vestido con pantalón y jersey negro; y un mucho distante, estirado y presuntuoso, como muy creído de su superior estatus de estudiante universitario. Nadie de mi familia había pasado nunca por dicha institución; eso era algo alejado de nuestras posibilidades y pretensiones. Lo nuestro era, terminados los estudios (como máximo el bachillerato superior) comenzar a trabajar. Ignoro si terminó la licenciatura y si acabó como profesor en la Facultad de Ciencias Políticas. Le perdí la pista, aunque su familia seguía viviendo en el mismo piso cuando yo me vine a Canarias, a comienzos de 1967. Por su edad, ahora tendría que estar rondando los 75 años, y me extrañaría que hubiera llegado a tiempo de conocer como alumnos a la nueva hornada de diputados y senadores que acaban de acceder a sus cargos electivos y dan la impresión de pretender reescribir la historia, la de España y la del mundo, como si nada hubiera ocurrido hasta, al menos nada de valor ni importancia, que ellos han hecho su aparición. 

Denostar la Transición española a la democracia es para ellos, para una buena parte de ellos, sobre todo la más ubicada a la izquierda, su punto de partida y de referencia. No seré yo quien les lleve la contraria; sinceramente, como protagonista -modestísimo- de ella (de la tan denostada Transición), me la trae al pairo su opinión. Respeto su derecho a exponerla, faltaría más, pero me dejan frío la mayor parte de sus argumentos. Así que, como historiador, cuando sale a debate público algún nuevo estudio que arroje una cierta luz sobre ella y sus zonas oscuras, siento que renace en mí la esperanza de alguna vez dejemos los españoles de torturarnos con nuestro pasado y lo asumamos tal y como es, como fue, sin utilizarlo como arma arrojadiza de unos contra otros. 

Luis Palacios Bañuelos es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Revista de Libros publicaba hace unos días un interesante artículo suyo, titulado Narrar la Transición con sus luces y sombras, en el que reseñaba críticamente un reciente libro del historiador hispano-británico Tom Burns: De la fruta madura a la manzana podrida. El laberinto de la Transición (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015).

Cuando se cumplen cuarenta años de la proclamación de Juan Carlos I como rey de España nombrado por Franco, -dice el profesor Palacio- es oportuno reflexionar sobre la Transición, pues aquella ilusión que acompañó al proceso de hacer realidad la democracia se ha trucado hoy –por desconocimiento histórico, por el lógico paso del tiempo o por inducción partidista– en desafección para muchos españoles. De esto trata este interesante libro de Tom Burns, añade.

La tesis central es que «la Transición fue la caída del árbol de la fruta madura» y hoy «la mercancía –la fruta– está muy podrida». El libro de Burns -dice- dedica más de trescientas páginas a mostrar el proceso por el que la manzana va pudriéndose y la democracia pervirtiéndose, ayudándonos así a entender mejor qué ha fallado para, a partir de ahí, revisar, rectificar y regenerar nuestra democracia.

Para Burns, -dice Palacio- el punto de arranque de la Transición está en el tardofranquismo y su comienzo fue la jura en julio de 1969 de Juan Carlos como sucesor de Franco a título de rey; el éxito del desarrollismo español; el peso del recuerdo de la Guerra Civil; y la toma de conciencia por parte de los españoles de la normalidad existencial de España y su deseo de normalidad política. Porque la Transición -añade- tenía un doble objetivo: lograr una democracia de corte europeo y consolidar a la Corona como árbitro del sistema parlamentario. El «actor» elegido para representar la función fue Adolfo Suárez, sugerido al rey por Torcuato Fernández-Miranda: «lo que el rey me ha pedido». Con lo que no contaron era con que Adolfo Suárez querría seguir ocupando un papel estelar en la siguiente función, en la segunda etapa de la Transición, que era la democracia.

La importantísima Ley para la Reforma Política es muestra de que se entendiera la lógica de la madurez de la fruta. Perspicazmente, -añade- Burns apostilla que el anteproyecto de dicha Ley que finiquitó la dictadura fue redactado por un prohombre del régimen y «estaba a la altura de lo que escribían los padres fundadores de la independencia de Estados Unidos». En ese texto, Fernández-Miranda decía que, en democracia, la supremacía de la ley era la expresión de la voluntad suprema de los españoles y que los diputados del Congreso serían elegidos por sufragio universal directo y secreto. Nada que ver con el franquismo. Y concluye que «habiendo examinado escuetamente la lanzadera del tránsito a la democracia, cabe preguntarse ahora hasta qué punto Franco fue ajeno al proceso político que se desataría con su muerte y con el entierro del Régimen». No ha de olvidarse que el «atado y bien atado» se sustentaba en dos soportes: primero, en el príncipe y, segundo, en las instituciones del régimen y, por tanto, el nombramiento de un sucesor culminaba su obra.

El libro se detiene -sigue refiriendo Palacio- en el papel desempeñado por los jóvenes reformistas del régimen –la «generación del tránsito»–, pues ellos eran quienes mejor sabían cómo cortar la fruta, que estaba madura, sin dañarla. Adolfo Suárez, Eduardo Navarro, Rodolfo Martín Villa y Gabriel Cisneros son algunos de ellos. Entendieron que la Transición era un proceso que se distinguiría por la continuidad y no el continuismo. Querían pactar evitando rupturas. Eran hombres formados en un joseantonianismo/falangismo y en un patriotismo crítico con la situación política del franquismo, y antes de morir Franco ya estaban en otra cosa. El arquetipo es Suárez, «uno de esos políticos natos que saben al segundo la orientación que toman los vientos […] fue un camaleón […] lo notable de Suárez fue un perfil irreprochablemente adaptado a la encrucijada de su tiempo». Comenzaron a conocer a un Juan Carlos que, a raíz de su juramento como sucesor de Franco, les inspiraba confianza y optimismo y «ayudó a descubrirnos que España era capaz de conseguir todo lo que se propusiera, y este optimismo lo puso en marcha don Adolfo Suárez». 

En la operación Transición -sigue diciendo Palacio- hubo tres actores fundamentales: Juan Carlos como empresario, Torcuato Fernández-Miranda –«seguramente el político más inteligente y a la vez el más soberbio del Régimen»– como guionista de la obra y Adolfo Suárez como actor elegido para la representación: «fue un trepador más competitivo hacia las alturas del poder y el más telegénico de aquella quinta». Pero el autor del libro -añade- no olvida, amén del papel del pueblo español, la oposición, la Iglesia, etc., a otros muchos protagonistas como Santiago Carrillo, Rafael Calvo Serer, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Jaime Carvajal, Carlos Arias Navarro, Luis Carrero Blanco, José Joaquín Puig de la Bellacasa y un largo etcétera. Y se detiene en Fraga, por su relevancia política y su aceptación de la democracia, afirmando que Suárez le robó su agenda reformista, su cartel centrista y la mayor parte de su base electoral. Pero su máxima atención -dice Palacio del libro de Burns- la dedica máxima al rey Juan Carlos, Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar.

Primero, al rey Juan Carlos, al que denomina como "la partera de la democracia". Su intención inicial -añade- de animar a la creación de un amplio partido de centro-derecha fracasó, pero, gracias a su conocimiento de la realidad española, pudo comprobar que la fruta estaba madura y supo ver que él, apoyado por gente de su generación, sería quien cogería esa fruta para articular una España constitucional y una monarquía parlamentaria. Él era continuador del régimen, pero para reinar y restaurar la monarquía de los Borbones, para lo cual no podía ser el continuista del franquismo. Burns -dice el profesor Palacio- tiene claro que el rey heredó a Franco, pero «sucedió» a su padre, don Juan.

¿Pero cómo se llega a pudrir la manzana? Los comienzos de «una fermentación que convirtió la fruta madura en una manzana podrida» están para Burns en el proceso electoral y en el marco establecido para elegir unas Cortes constituyentes que definirían los parámetros de la democracia. Comienzan cuando el PSOE decide que, para vender mejor su mensaje, más que un ideario plural, era necesario poner un rostro a la voz de un partido que llevaba cuarenta años debajo de las piedras. Felipe González, con su gran tirón popular, estableció un liderazgo fuerte e incuestionable que en adelante sería una constante en el parlamentarismo español, pues algo similar hicieron el resto de los partidos: el jefe sería quien repartiría las diferentes parcelas de poder. En resumen, -añade- los socialistas eligieron un rostro por razones tácticas y los centristas lo hicieron por pura necesidad con el Suárez del «puedo prometer y prometo», único activo de una UCD que no era sino una amalgama de ambiciones personales de distinta procedencia. Y el liderazgo de Felipe González fue en aumento, mientras que el de Adolfo Suárez fue disminuyendo hasta desaparecer. Porque Suárez no supo capitalizar sus logros políticos y el electorado, que no es nunca agradecido, no votó en reconocimiento a promesas cumplidas, sino en función de otras ofrecidas y más ilusionantes.

Será durante los años del PSOE en el poder y, luego, durante la etapa del centro-derecha, cuando aquella fruta madura se estropee del todo. Aquello de «quien se mueva no sale en la foto» era mucho más que una anécdota, pues en realidad, puntualiza Burns, no dejaba de ser una norma irrenunciable del anterior régimen. El análisis que Burns hace de Felipe González, como líder que acaparó todo el poder centrando en torno suyo la vida pública en España, resulta muy sugerente. Felipe González «estableció un estilo de ejercer el poder y de gobernar que definiría la política española a lo largo de una época». Suresnes –donde no se refundó, sino que se reinventó el PSOE–, el Felipe González heterodoxo y no marxista, el Felipe González del discurso ético, el Felipe González pragmático, darían vida a un partido a su medida, el felipismo, que estableció el procedimiento, las tácticas y las trampas según las cuales se comportarían los partidos políticos. Acumular poder, fabricar adhesiones inquebrantables y mesianismo fue lo que el felipismo dio a unos votantes que se lo demandaban. Aquel PSOE de Felipe González, más que izquierdista, era populista. Comenzó así un nuevo régimen con un poder político que tenía toda la apariencia de ser un poder absoluto: y la fruta madura de la libertad acabó pudriéndose. Emergió la tóxica tentación del adanismo, del rechazo de conductas anteriores y pasaron al olvido las señas de identidad del partido tradicional, su comportamiento ético y su austeridad moralizante, porque aquel cúmulo de votos «alejó la posibilidad de la alternancia en el poder y debilitó a la sociedad civil».

Igual que Adolfo Suárez le robó el centrismo a Fraga y Felipe González se lo robó a Suárez, Aznar le robó el centrismo a Felipe González después de catorce años de felipismo. Aznar -continúa diciendo- entró en política cuando la fruta madura había sido cosechada hacía tiempo. Heredó de González una incuestionable manzana podrida: «fuertes desequilibrios económicos –siendo la desocupación de uno de cada cinco españoles en edad de trabajar el más lacerante de ellos–; una administración pública anquilosada por falta de reforma, y desmotivada y bajo sospecha por haber sido politizada; y una instituciones deslegitimadas al estar altos cargos bajo acusación judicial». Aznar era el candidato de una nueva generación de políticos. Modernizó el centro-derecha y lo desfranquicizó. Los populares tenían un cheque en blanco para darle la vuelta al centro-derecha cuando se hicieron con el partido en el congreso de Sevilla en 1990 e intentaron implantar el centro reformista. Sus aportaciones, económicas sobre todo, fueron, según Burns, importantes. También traza paralelismos entre Aznar y el socialdemócrata Tony Blair, y habla de su fascinación por Estados Unidos, que acabó por hundirles en el más hondo de los pozos. Tanto que, injustamente, a ambos se les recuerda solamente por la guerra de Irak. Pero Aznar decepcionó a quienes esperaban de él un reforzamiento del sistema parlamentario. Pudo haber hecho una reforma de la Ley Electoral, pudo haber patrocinado un debate interno y fomentar la transparencia en el PP, pudo haber profesionalizado –es decir, despolitizado– la Administración pública, pero la manzana siguió pudriéndose bajo su mandato. Su prioridad fue sanear las cuentas públicas, reducir la inflación y estimular el crecimiento económico para que España estuviese en la parrilla de salida de la Eurozona. Difícil todo ello, porque el PSOE legó un balance muy deteriorado. Burns destaca que el haber económico de Aznar fue abultado e incuestionable. No lo fue en lo político. Y nombrar sucesor fue la continuación de las peores prácticas de la vieja política.

Pero lo peor llegó después de Aznar, cuando «la nave tomó un rumbo progresivamente pantanoso». No dedica espacio el libro a José Luis Rodríguez Zapatero, que, sin duda, no era Felipe González. Fue un exaltado que llegó a preocupar seriamente a los veteranos del socialismo hispano y que resucitó, entre otras cosas, el penoso tema de las dos Españas. 

El libro de Tom Burns -concluye el profesor Palacio- es una narración que aporta claridad y planteamientos novedosos en aquel laberinto que fue la Transición. En resumen, -añade- «el franquismo injertó el estatismo y el corporativismo a la fruta madura y los legó a la sociedad española junto con el deseo, no anticipado por la dictadura, de reconciliación y el ansia de la normalización política». La tentación caudillista, o populista, se hace presente tanto en la derecha como en la izquierda cuando los diputados carecen de cercanía con los votantes y el Parlamento. Unos y otros crearon un híbrido entre el sistema presidencialista y un sistema parlamentario, inclinándose hacia el primero. Con la Ley Electoral florecieron el hiperliderazgo y el control del aparato y se corrompió la manzana. Cuarenta años después, -dice- la mercancía está muy podrida, pero no es necesario partir de cero, añado yo, para recomponerla.

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt









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[Poesía y humor] Hoy, "Cruzaba el hijo de la cipria diosa", de Juan Nicasio Gallego




Juan Nicasio Gallego


Es muy posible que a algún purista le parezca una blasfemia lo que pretendo hacer durante unas semanas: unir en la misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor y a mis viñetistas cotidianos preferidos. Bien, pues lo siento por los puristas, pero un servidor piensa que hay pocas cosas en la vida más serias que el amor y el humor, así pues, ¿por qué no juntarlos?  Todo ello sin mayores pretensiones, aun reconociendo que meter en el mismo envoltorio un soneto de amor y unas viñetas humorísticas, por muy preñadas que estén de crítica social y realidad cotidiana, puede no resultar una fórmula afortunada. En cualquier caso, espero que sean de su agrado. 

El soneto es una composición poética compuesta por catorce versos de arte mayor, endecasílabos en su forma clásica, que se organizan en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos. En el primer cuarteto suele presentarse el tema de la composición, tema que el segundo cuarteto amplifica. El primer terceto reflexiona sobre la idea central expresada en los cuartetos. El terceto final, el más emotivo, remata con una reflexión grave o con un sentimiento profundo desatado por los versos anteriores. De Sicilia, el soneto pasó a la Italia central, donde fue también cultivado por los poetas del "dolce stil nuovo" (siglo XIII). A través de la influencia de Petrarca, el soneto se extiende al resto de literaturas europeas.

Continúo hoy la serie de sonetos de amor con el titulado Cruzaba el hijo de la cipria diosa, de Juan Nicasio Gallego Fernández (1777-1853), poeta español de la Ilustración. Tuvo una gran importancia en la transición del Neoclasicismo al Romanticismo. Sus contemporáneos lo describen alto y corpulento, asmático, cordial y campechano, ingenioso, amante de las tertulias y de vez en cuando irónico. Tuvo una formación clásica en latín y humanidades con buenos maestros desde el principio. Estudió en la Universidad de Salamanca, doctorándose en Filosofía y Derecho Civil y Canónico. En 1804 fue ordenado sacerdote y en mayo de 1805 opositó con éxito a una capellanía real en Madrid; en octubre Carlos IV lo distinguió con el nombramiento de director espiritual de los pajes del Palacio Real. Estableció gran amistad con Meléndez Valdés y otros ingenios prerrománticos: Nicasio Álvarez de Cienfuegos y Manuel José Quintana. El histórico día Dos de Mayo, Juan Nicasio se encontraba dedicado a su Capellanía en Palacio, y escribó su oda Influencia del entusiasmo público en las artes. Se trasladó a Sevilla y después a Cádiz, siendo designado diputado constituyente (como procurador suplente) por Zamora. Trabajó en la redacción del proyecto de ley de libertad de imprenta. Al regreso del rey Fernando VII fue perseguido por liberal, encarcelado año y medio y cuatro años confinado en la Cartuja de Jerez. Tras la revuelta de Rafael del Riego fue liberado en 1820. Fue arcediano de Valencia y canónigo de Sevilla, tradujo a Alessandro Manzoni y cultivó la crítica literaria. También desempeñó los cargos de juez eclesiástico y fue designado senador del reino y académico de la Lengua y de la de Bellas Artes de San Fernando.

Las viñetas que acompañan la entrada son todas de hoy mismo y han sido publicadas en los diarios El País y El Mundo, de Madrid, y Canarias 7 y La Provincia, de Las Palmas de Gran Canaria. 

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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CRUZABA EL HIJO DE LA CIPRIA DIOSA

Cruzaba el hijo de la cipria diosa
solo y sin venda la floresta umbría
cuando, al pie de un rosal, vio que dormía
al blando son del mar mi Lesbia hermosa;

y al ver pasmado que su faz graciosa
los reflejos del alba repetía,
tanto se deslumbró que no sabía
si aquella era mejilla o era rosa.

Alargó el dedo el niño entre las flores
y en ambos lados le aplicó a la bella,
formando dos hoyuelos seductores.

¡Ay, que al verla reír, la dulce huella
del dedo del amor mata de amores!
¡Feliz el que su boca estampe en ella!

Juan Nicasio Gallego


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VIÑETAS DE HOY







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jueves, 14 de enero de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, "Fundición y forja", de Jairo Aníbal Niño







La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, sigue diciendo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar, se pregunta,  una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Fundición y forja, de Jairo Aníbal Niño, publicado por Henry González Martínez en La minificción en Colombia. Jairo Aníbal Niño (1941-2010), escritor colombiano, publicó obras de teatro, cuentos y libros de poemas. Sus primeros pasos los dio como artista en el campo de la pintura, luego se dedicó a la dramaturgia. En el campo de las letras, su mayor contribución la hizo al género de la literatura infantil y juvenil a la que dedicó la mayoría de sus publicaciones y gran parte de su carrera como escritor. Fue profesor universitario, director de la Biblioteca Nacional de Colombia, guionista, director del taller de dramaturgia del Teatro Libre de Bogotá y director del teatro de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín. 

El relato de Aníbal Niño tiene treinta palabras, y dice así:


FUNDICIÓN Y FORJA

Todo se imaginó Superman, 
menos que caería derrotado en aquella playa caliente
 y que su cuerpo fundido, 
serviría después para hacer
 tres docenas de tornillos de acero, 
de regular calidad.



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




Jairo Aníbal Niño




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[Poesía y humor] Hoy, "Desordenado en desaliño airoso", de Juan Pablo Forner




Juan Pablo Forner


Es muy posible que a algún purista le parezca una blasfemia lo que pretendo hacer durante unas semanas: unir en la misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor y a mis viñetistas cotidianos preferidos. Bien, pues lo siento por los puristas, pero un servidor piensa que hay pocas cosas en la vida más serias que el amor y el humor, así pues, ¿por qué no juntarlos?  Todo ello sin mayores pretensiones, aun reconociendo que meter en el mismo envoltorio un soneto de amor y unas viñetas humorísticas, por muy preñadas que estén de crítica social y realidad cotidiana, puede no resultar una fórmula afortunada. En cualquier caso, espero que sean de su agrado. 

El soneto es una composición poética compuesta por catorce versos de arte mayor, endecasílabos en su forma clásica, que se organizan en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos. En el primer cuarteto suele presentarse el tema de la composición, tema que el segundo cuarteto amplifica. El primer terceto reflexiona sobre la idea central expresada en los cuartetos. El terceto final, el más emotivo, remata con una reflexión grave o con un sentimiento profundo desatado por los versos anteriores. De Sicilia, el soneto pasó a la Italia central, donde fue también cultivado por los poetas del "dolce stil nuovo" (siglo XIII). A través de la influencia de Petrarca, el soneto se extiende al resto de literaturas europeas.

Continúo hoy la serie de sonetos de amor con el titulado Desordenado en desaliño airoso, de Juan Pablo Forner y Segarra (1756-1797), escritor y poeta ilustrado español. Estudió leyes en las universidades de Madrid y Toledo y fue profesor de jurisprudencia en Salamanca. La protección de Manuel Godoy le valió ser nombrado fiscal del crimen de la Audiencia de Sevilla (1790) y del Consejo de Castilla (1796). La Real Academia Española premió su Sátira contra los vicios introducidos en la Poesía por los malos poetas en 1782. Fue hombre erudito, amigo de la polémica y la sátira y de amplios recursos dialécticos, e hizo objeto de sus burlas a casi todos sus contemporáneos usando distintos pseudónimos. Picado de vanidad y cierto engreimiento, se mostró particularmente envidioso y la tomó en especial contra Tomás de Iriarte, Vicente García de la Huerta, Francisco Sánchez Barbero, José de Vargas Ponce, Cándido María Trigueros y León de Arroyal, entre otros, contra quienes lanzó dicterios en sátiras personales; sus diatribas alcanzaban tal virulencia que hubo de publicarse un decreto prohibiéndole publicar nada sin autorización real. Fue un apasionado nacionalista y por eso defendió la cultura española en su respuesta al despreciativo juicio de Masson de Morvilliers en la Enciclopédie Méthodique (1782): ¿Qué se debe a España?. Murió cuando iba a ser nombrado presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. La mayor parte de su obra literaria fue publicada después de su muerte y se ha conservado gracias a que le regaló una colección manuscrita a su paisano Manuel Godoy, valido de Carlos IV y primer ministro desde 1792 hasta 1808.

Las viñetas que acompañan la entrada son todas de hoy mismo y han sido publicadas en los diarios El País y El Mundo, de Madrid, y Canarias 7 y La Provincia, de Las Palmas de Gran Canaria. 

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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DESORDENADO EN DESALIÑO AIROSO

Desordenado en desaliño airoso
al bullicioso céfiro permite
Nisa el cabello, porque no limite
su nativo esplendor lazo industrioso.

Velo sutil sobre su pecho hermoso
al gusto esconde lo que al gusto incite;
ni tanto que el tesoro facilite,
ni tanto que de él dude el ojo ansioso.

Así en traje sucinto reclinada
en alcatifa generosa yace
su gentileza y gala peregrina;

así la halla Cendón y la taimada
del necio que su pompa satisface
cobra el oro, y a Alexi lo destina.

Juan Pablo Forner


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VIÑETAS DE HOY





Entrada núm. 2574
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miércoles, 13 de enero de 2016

[Pensamiento] Entrevista a Zygmunt Bauman



Zygmunt Bauman


Zygmunt Bauman (Poznań, Polonia, 1925) es un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y junto con el también sociólogo Alain Touraine, recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2010.

Acaba de publicarse en español su libro Estado de crisis (Paidós, Barcelona, 2016) y viene de participar en el Foro de la Cultura que convoca cada año en la ciudad de Burgos a los grandes pensadores mundiales, entre los cuales, indiscutiblemente, está él. La revista Babelia (El País) le entrevistaba hace unos días con tal motivo y no me resisto a dejar constancia en el blog de algunas de sus respuestas. Por cierto, que ya he pedido a la Biblioteca Pública de Las Palmas el libro de Bauman y estoy esperando su aviso para pasar a recogerlo. Ya les contaré sobre ello...

Bauman opina que la crisis de la democracia es sobre todo una crisis de confianza generada por la creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas. Actuamos en términos parroquianos, añade: las instituciones democráticas no fueron diseñadas para manejar situaciones de interdependencia; la crisis de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas.

Sobre el dilema en que Occidente se debate ahora mismo entre libertad y seguridad, Bauman cree que son dos valores tremendamente difíciles de conciliar. Si tienes más seguridad tienes que renunciar a cierta libertad, dice; si quieres más libertad tienes que renunciar a seguridad. Ese dilema va a continuar ya para siempre. 

Afirma igualmente que la idea de progreso es un mito, que estamos en un estado de interregno, entre una etapa en que teníamos certezas y otra en que la vieja forma de actuar ya no funciona. No sabemos qué va a reemplazar esto. Las certezas han sido abolidas, añade, y el movimiento de los indignados sabe cómo despejar el terreno pero no cómo construir algo sólido. La gente suspendió sus diferencias por un tiempo en la plaza por un propósito común, continúa diciendo. En cierto sentido pudo ser una explosión de solidaridad, pero las explosiones son muy potentes y muy breves, añade. El cambio de un partido por otro partido no va a resolver el problema. El problema hoy no es que los partidos sean los equivocados, sino que no controlan los instrumentos. Los problemas de los españoles no están confinados al territorio español, sino al globo. La presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea.

Preguntado por la crisis del Estado-nación y las aspiraciones independentistas de Cataluña la respuesta de Bauman es que el derecho de autodeterminación es hoy es una ficción porque no existen territorios homogéneos. Hoy toda sociedad es una colección de diásporas, dice. La gente se une a una sociedad a la que es leal, y paga impuestos, pero al mismo tiempo no quieren rendir su identidad. La conexión entre lo local y la identidad se ha roto. La situación en Cataluña, como en Escocia o Lombardía, es una contradicción entre la identidad tribal y la ciudadanía de un país. Ellos son europeos, pero no quieren ir a Bruselas vía Madrid, sino desde Barcelona. La misma lógica está emergiendo en casi  todos los países. Seguimos en los principios establecidos al final de la Primera Guerra Mundial, pero ha habido muchos cambios en el mundo, añade.

A la pregunta sobre si las redes sociales han cambiado la forma en que la gente protesta, Bauman se muestra escéptico sobre lo que él denomina "activismo de sofá", y subraya que Internet también nos adormece con entretenimiento barato. Las redes sociales, dice, pueden crear un sustituto de comunidad, pero que la diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, dice, sino al contrario, para encerrarse en lo que llama zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa, concluye diciendo.

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








Entrada núm. 2573
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