Mi desencanto con la política canaria y española no tiene paralelo en la dimensión continental. Europeísta convencido y confeso, creo que es el único ámbito en el que los ideales aún cuentan. Se me dirá que "ese" es un mundo muy lejano: el de los ideales y el de Europa. Es posible que para algunos si lo sea; sobre todo para aquellos que no ven ni se miran algo más allá del ombligo (propio). Como no tengo la menor vocación evangelizadora ni afán proselitista no voy a insistir mucho en ello. Allá cada cuál con su visión del mundo. Yo me quedo con el futuro. Y con la visión de Europa, mi casa común, la patria común de todos los europeos, desde el Atlántico a los Urales, que con acierto y premonición vislumbrara el genio del escritor francés Víctor Hugo mediado el siglo XIX. Le cité en el blog hace unos días, y aun a fuer de reiterativo, repito lo dicho por él sobre la Europa con la que soñaba: "Llegará un día que todas las naciones del continente, sin perder su idiosincracia o su gloriosa individualidad, se fundirán estrechamente en una unidad superior y constituirán la fraternidad europea. Llegará un día que no habrá otros campos de batalla que los mercados abriéndose a las ideas. Llegará un día en que las balas y las bombas serán sustituidas por los votos". Un sueño hecho ya realidad. Se me ocurren un buen número de razones, mucho más prosaicas, para ir a votar en las elecciones del 7 de junio, pero la verdad es que a mi me basta con la expuesta.
En El País de hoy miércoles el profesor de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III de Madrid, Antonio Estella, escribe un interesante artículo ("La reconciliación es el nudo del relato europeo") sobre el proceso de unificación europea, visto sobre todo desde el prisma de la reconciliación entre los eternos enemigos de siempre. Lo suscribo totalmente. Y es que en mi caso, el comienzo de ese proceso me afecta muy directamente en lo personal, pues fui concebido en el mismo día en que arrancaba: el 8 de mayo de 1945, el día en que finalizaba la II Guerra Mundial. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
Notas:
(1) La foto de las banderas de la Unión Europea puede verse en:
http://deorienteaoccidente.files.wordpress.com/2008/11/europea.jpg
Las banderas de la Unión
"LA RECONCILIACIÓN ES EL NUDO DEL RELATO EUROPEO", por Antonio Estella
(El País, 20/05/09)
Al igual que sucede en Estados Unidos, Europa tiene también su propio relato; lo que ocurre es que todavía no está escrito. Y en ese relato la socialdemocracia ha tenido mucho que ver. Mientras que la historia norteamericana es una historia de superación individual, la europea es una historia de reencuentro, de reunificación, de reconciliación colectiva.
Toda buena historia necesita contar con unos ingredientes mínimos: necesita un buen referente intelectual, necesita un conjunto de héroes públicos y anónimos y necesita, como en las buenas películas, que tenga una cierta continuidad, que no se escriba al final the end sino simplemente to be continued. El éxito del relato dependerá de su capacidad de enganche, de que la mayor parte de la gente se sienta reconocida e integrada en él. Y Europa tiene todos esos elementos en su historia, en su cultura, en su tradición, sólo que nadie se ha molestado hasta ahora en ponerlos en conexión, en montar las diferentes piezas de esta historia.
El referente intelectual de nuestro relato europeo es Stefan Zweig, en su libro El mundo de ayer. Todos deberíamos leer y releer este documento de incalculable valor. Zweig cuenta en esa obra cómo era la Europa de antes de la Primera Guerra Mundial. Europa era un espacio abierto, de tolerancia, de solidaridad, un espacio de incipiente igualdad, de seguridad, de convivencia. Nadie perseguía a nadie ni por su condición sexual, ni por su raza, ni por su género. Cristianos y judíos (y en algunas partes, musulmanes) convivían de una manera pacífica y razonable, respetando los usos propios de cada cual al mismo tiempo que respetaban reglas mínimas y básicas de civismo comúnmente aceptadas por todos.
No todo era idílico en esa Europa, por supuesto. Su mayor error fue pecar de indolencia. Y en ese espacio de seguridad nadie fue capaz de percibir las señales, cada vez más evidentes, de lo que iba a suceder a continuación: el ascenso del nacionalismo, la crisis económica y dos grandes guerras que convirtieron a Europa, a esa vieja y querida idea, en un auténtico sumidero de fuego, sangre, odio y destrucción: la anti-Europa.
La Segunda Guerra Mundial terminó en 1945. Solamente siete años después, en 1952, franceses y alemanes se sentaban alrededor de una mesa para firmar el Tratado CECA. Y cinco años después de eso, en 1957, franceses y alemanes se unían de nuevo para firmar el Tratado de Roma. Es decir, los enemigos irreconciliables, los causantes de tanto sufrimiento y de tanta destrucción, eran capaces de reencontrarse de nuevo y sentar las bases de un proyecto en común. Los hacedores de ese éxito tie-nen apellidos: se llaman Jean Monnet, Robert Schuman, Konrad Adenauer, Alcedi de Gasperi. Ellos son nuestros Adams, Franklins y Jeffersons. Ellos son los padres fundadores, los cuatro magníficos de esta gran epopeya de reunificación que es Europa.
Cuando pienso en Europa, cuando pienso en el ideal de reconciliación y reencuentro que encarna, pienso en una historia que me contó un conocido hace no mucho tiempo. Mi amigo conoció en Florencia, en el curso de unos estudios posuniversitarios que estaba realizando en la capital de la Toscana, a dos seres excepcionales, Veronique y Klaus. Veronique era francesa, socialista y atea. Klaus era alemán, demócrata-cristiano y católico practicante. Nada más conocerse se reconocieron el uno en el otro, se pusieron a vivir juntos, y con el tiempo se casaron y tuvieron hijos.
Mi amigo me contaba cómo fue la noche en la que, en una cena preparada con esmero entre los dos, los padres de Veronique conocieron a Klaus y su familia. La tensión se palpaba en el ambiente, porque la madre de Veronique se había resistido hasta el último momento a bendecir esa unión. Tuvo que superar muchos prejuicios. Y es que en la ocupación alemana de París, en la Segunda Guerra Mundial, cuando la madre de Veronique era muy niña, tuvo que asistir impávida a un espectáculo que la marcaría para toda su vida: cómo unos soldados del Ejército alemán tiraban por la ventana de su casa, junto con todos sus enseres, a su padre. Para ella fue un trago ver cómo su hija decidía unir su vida a un alemán. También tuvo que superar sus viejos prejuicios, reconciliarse con su pasado, con ella misma y con sus propios fantasmas.
Historias así son posibles porque Europa es hoy un espacio en el que de nuevo se puede vivir con una relativa seguridad, sensación de protección, sentido de la solidaridad y bienestar. Es un ámbito abierto, en el que caben todo tipo de opciones ideológicas democráticas, pero en el que los valores socialdemócratas desde luego están presentes y de manera evidente. Siempre he pensado que existe un paralelismo claro entre la historia de la formación de la Unión Europea y la historia de cómo Europa cambió con la socialdemocracia.
Esta segunda historia es bien conocida: los países europeos pasaron de ser Estados liberales a convertirse en Estados del bienestar, gracias fundamentalmente al impacto que en muchos lugares tuvo la revolución socialdemócrata. Se pasó de un mundo en el que el ciudadano estaba básicamente dejado a su suerte a una situación en la que empezó a contar con un aliado para desarrollar sus proyectos y sentirse seguro: el Estado.
Por su parte, la Unión Europa que concibieron nuestros padres fundadores se forjó con los hierros del liberalismo. Tuvo sentido en su momento: se trataba, con ello, de romper las inercias proteccionistas en las que de manera natural habían caído los viejos Estados-Nación después de la Segunda Gran Guerra. Así, los protagonistas de esa "unión cada vez más estrecha entre los pueblos europeos", como reza, de manera magnífica, el preámbulo del Tratado de Roma, no eran, curiosamente, los ciudadanos, sino las mercancías, los servicios, los capitales.
Así evolucionó Europa durante más de 30 años. Pero gracias al esfuerzo de algunos líderes socialdemócratas, esa dirección cambió de rumbo a principios de los años 90, cuando el lenguaje europeo de las tasas aduaneras, las cuotas, y las medidas de efecto equivalente, se transformó en otro puramente político: el lenguaje de la ciudadanía.
Desde entonces, Europa ha superado su origen marcadamente economicista y se encamina hacia el reencuentro con sus propias señas de identidad políticas. El proyecto no está todavía terminado, está haciéndose.
Y de nuevo emerge nuestro relato de reencuentro, de reconciliación, porque en el horizonte aparecen dos grandes objetivos. Uno, de cara al exterior, que es dar nuevos pasos hacia la reunificación de Europa, incorporando a más países a este gran proyecto, y consolidando a los que ya están embarcados con nosotros. Y otro, de cara al interior, que es hacer evolucionar la idea de ciudadanía europea hacia una nueva dimensión social y del bienestar. (Antonio Estella es profesor de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III de Madrid)
Monnet, Schuman, De Gasperi y Adenauer
(Entrada núm. 1151) .../...
El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2024
miércoles, 20 de mayo de 2009
domingo, 17 de mayo de 2009
In memóriam: Mario Benedetti, poeta del Sur
Murió Mario Benedetti (1). Que la tierra le sea leve a uno de los más grandes poetas del Sur. Un Sur que existe a pesar de todo. Mi amigo Alberto Atienza, mendocino de Argentina, me lo recuerda casi diariamente en sus escritos: "Acuérdate de que el Sur también existe", me repite. Imposible olvidarlo. Yo también soy Sur... Sean felices a pesar de todo. Tamaragua, amigos. (HArendt)
El poeta Mario Benedetti
Con su ritual de acero
sus grandes chimeneas
sus sabios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventas navideñas
su culto de dios padre
y de las charreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena
pero aquí abajo abajo
el hambre disponible
recurre al fruto amargo
de lo que otros deciden
mientras el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y se hacen otras cosas
que el norte no prohibe
con su esperanza dura
el sur también existe
con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de chicago
sus dueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
con sus gesta invasora
el norte es el que ordena
pero aquí abajo abajo
cada uno en su escondite
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse
aprovechando el sol
y también los eclipses
apartando lo inútil
y usando lo que sirve
con su fe veterana
el Sur también existe
con su corno francés
y su academia sueca
su salsa americana
y sus llaves inglesas
con todos su misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
y su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena
pero aquí abajo abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el Sur también existe
"El Sur también existe", por Mario Benedetti
Notas:
(1) El poeta uruguayo Mario Benedetti, en:
http://es.wikipedia.org/Mario_Benedetti
Fotos:
(1) El poeta uruguayo Mario Benedetti, en:
http://www.ua.es/webs/centrobenedetti/Imagenes/Benedetti_1.jpg
Videos:
(1) Serrat canta a Benedetti, en:
http://www.youtube.com/watch?v=1ZF6fHU-zEY
(Entrada núm. 1149) .../...
El poeta Mario Benedetti
Con su ritual de acero
sus grandes chimeneas
sus sabios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventas navideñas
su culto de dios padre
y de las charreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena
pero aquí abajo abajo
el hambre disponible
recurre al fruto amargo
de lo que otros deciden
mientras el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y se hacen otras cosas
que el norte no prohibe
con su esperanza dura
el sur también existe
con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de chicago
sus dueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
con sus gesta invasora
el norte es el que ordena
pero aquí abajo abajo
cada uno en su escondite
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse
aprovechando el sol
y también los eclipses
apartando lo inútil
y usando lo que sirve
con su fe veterana
el Sur también existe
con su corno francés
y su academia sueca
su salsa americana
y sus llaves inglesas
con todos su misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
y su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena
pero aquí abajo abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el Sur también existe
"El Sur también existe", por Mario Benedetti
Notas:
(1) El poeta uruguayo Mario Benedetti, en:
http://es.wikipedia.org/Mario_Benedetti
Fotos:
(1) El poeta uruguayo Mario Benedetti, en:
http://www.ua.es/webs/centrobenedetti/Imagenes/Benedetti_1.jpg
Videos:
(1) Serrat canta a Benedetti, en:
http://www.youtube.com/watch?v=1ZF6fHU-zEY
(Entrada núm. 1149) .../...
jueves, 14 de mayo de 2009
Sobre los nombres de las cosas
"Dijo luego Yahvé Dios: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada. Y Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver como los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada." (Génesis, 2, 18-20).
He escogido como introducción de mi comentario de hoy estos versículos iniciales del primer libro de la Biblia, a cuenta de la estéril y estúpida polémica suscitada por ese engendro de la radio-televisión pública canaria (TVC) al publicitar un programa de debate sobre si a la isla donde habitan (a 1 de enero de 2008, según datos oficiales del Instituto Canario de Estadística) 829.597 personas, llamada Gran Canaria, se le debe quitar el "Gran" y dejarla con el "Canaria" a secas.
La ocurrencia no es original de la radio-televisión pública canaria, incapaz de pensar nada por sí misma si no se lo dictan desde la presidencia del gobierno canario, y ni aun así salen del encefalograma plano, sino del dueño y editor del periódico santacrucero "El Día", don José Rodríguez, pertinaz defensor y adalid del franquismo al que aduló con servilismo abyecto al servicio de los intereses de lo más reaccionario de la burguesía tinerfeña, y ahora re-convertido al radicalismo independentista y anti-grancanario.
Las cosas no existen antes de ser nombradas. Es metafísicamente imposible que algo exista si no tiene nombre. ¿Quién le puso a Gran Canaria su nombre? Los historiadores sólo constatan al respecto que a lo largo de su existencia (es decir, desde que tiene nombre) la isla donde viven esas 829.597 ha sido llamada "Canari" por sus pobladores aborígenes y "Canaria" o "Gran Canaria", indistintamente, desde su entrada en la Historia.
Un artículo del periódico "La Provincia-Diario de Las Palmas" de hoy, jueves, escrito por el profesor de historia de la Universidad tinerfeña de La Laguna, don Francisco Fajardo, y que reproduzco más adelante, aporta interesantes datos e información histórica al respecto, y concluye con una verdad de Perogrullo: Que los nombres los pone la Historia; nada más que eso, pero nada menos también.
No me preocupa en exceso si esta estéril y absurda polémica sobre el nombre de la isla en la que vivo es producto del recurrente pleito insular (que no es tal, pues no es entre islas -Gran Canaria y Tenerife-, sino entre las más rancias y casposas burguesías capitalinas de Las Palmas y Santa Cruz), del latente y manifiesto complejo de inferioridad de don José Rodríguez, o de alguna deficiencia hormonal del susodicho, pero en todo caso, quiero pensar que si hay que cambiarle el nombre a Gran Canaria, nos deje a nosotros, los 829.597 grancanarios censados, que lo decidamos por nuestra propia voluntad. Les aseguro que yo jamás pondría inconveniente alguno en que a esa hermosísima ciudad que es Santa Cruz de Tenerife y a su aún más hermosa isla, le pusiesen los nombres respectivos de Ciudad Rodríguez e Isla de Rodríguez, si esa fuere la voluntad de los santacruceros y tinerfeños. Espero que no, porque no creo que don José se merezca ese honor, pero allá ellos. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
"Canaria o Gran Canaria: Notas acerca de un debate", por Francisco Fajardo
La Provincia-Diario de Las Palmas, 14/05/09
Desde hace un cierto tiempo, el periódico 'El Día' viene sosteniendo que al nombre de la isla de Gran Canaria debe retirársele el 'Gran'. La cuestión fue planteada hace unos días en un programa de la Televisión Canaria. Con poco ánimo polémico, debo decir, quiero aportar aquí algunos datos, citas y consideraciones al respecto, por si pudieran servir al alguien para hacerse una composición de lugar, reafirmar su postura con más fundamento o cambiarla, en un sentido o en otro
El nombre primero de la isla es el de Canaria. Fuera de procedencia aborigen o se tratara de una denominación aplicada desde afuera, Canaria fue el nombre que desde la Historia Natural de Plinio el Viejo (s. I) se dio a la isla que hoy llamamos Gran Canaria. La tesis más plausible es la de que la palabra venga del nombre de la tribu del Atlas Canaria (los "Canarii" de los textos romanos). El término Tamarán, que aún algunos piensan que alguna vez fue el nombre de la isla, lo inventó Ossuna y Saviñón a mediados del siglo XIX. En su Resumen de la Geografía (…) y de la historia (...) de las Islas Canarias, escribió que los naturales dijeron a los normandos de Juan de Béthencourt que su isla "se llamaba Tamerán, que quiere decir país de los valientes". La afirmación, aceptada por varios estudiosos del pasado isleño, fue después difundida a través de Millares Torres, especialmente. Pero se trataba de una más de las fabulaciones de Ossuna, como lo fueron otras fraudulentas aseveraciones suyas contenidas en la misma obra.
Del nombre de la isla se deriva el del Archipiélago. Ya a principios del siglo IV d. C. Arnobio de Sicca designó al conjunto de las islas como Canarias Insulas, en lo que parece una extensión del nombre de Canaria a todo el Archipiélago. En el siglo XIV, al reanudarse e intensificarse los contactos de los europeos con el Archipiélago, éste viene referido, en los textos y en la cartografía, como "islas de Canaria". Así, desde luego, se entendía más adelante: Abreu Galindo escribió que "desde que hay noticia de estas islas (…) siempre ha tenido y conservado esta isla el nombre de Canaria, que jamás lo ha perdido, y las otras comarcanas por ella se llaman las Canarias". Las razones que llevaron a extender al conjunto insular el nombre de una de las islas quizás no fuesen las mismas en el siglo IV que un milenio más tarde, pero podríamos suponer que a Canaria se la distinguiera por su posición central (junto con Tenerife), su población (en el relato del viaje de Nicocoloso da Recco, de 1341, se afirma que era la más poblada) o quizás su riqueza (mayor nivel de la cultura material de sus habitantes), y por todo ello debió de ser la más conocida. De Gran Canaria se dice en Le Canarien (versión B, o de Béthencourt) que "es la más célebre de todas estas islas". Durante la decimocuarta centuria, en efecto, se dirigieron a ella mayoritariamente las expediciones mallorquinas, y en relación con éstas tiene lugar el establecimiento de misiones evangelizadoras y del obispado de Telde (en 1351, el Papa ordenó el envío de misioneros a "Canaria y las otras islas adyacentes a ella").
El nombre de Canaria es anterior a la conquista. Es un absurdo decir o escribir que en la denominación Gran Canaria tengan o tuvieran alguna parte los habitantes de esa isla, actuales o del pasado, pues aquélla es anterior no sólo a su conquista a finales del siglo XV, sino anterior también a los inicios de la conquista normanda a principios de esa centuria: en la Crónica de Enrique III, de 1393, se la nombra ya como Canaria la grande. No fue, pues, Juan de Béthencourt el creador del calificativo de "Grande" -en eso se equivocaron Abréu Galindo y cuantos lo siguieron-; como en realidad sucedió con las demás islas: Le Canarien las designa con nombres que ya existían y circulaban en distintos textos y mapas. Por supuesto, no tiene ningún fundamento relacionar con Juana la Loca la denominación de "Gran", como han hecho algún editorial periodístico y algún contertulio de programa de televisión, quizás confundidos porque fue esa reina la que concedió a Las Palmas el título de ciudad; pues, como hemos repetido, aquella designación era muy anterior.
Sin duda, la denominación de Gran Canaria era un modo de diferenciar a esa isla del resto de las Islas que también eran Canarias. Aunque pudiera no haber una exacta noción de sus respectivas superficies, no parece que tal nombre respondiera a la idea de que fuese la más extensa. El veneciano Ca'da Mosto escribía (1455-1457) que entre "las islas de Canaria" la mayor era Tenerife. Es cierto que el cronista portugués Eanes Da Zurara (1448) dice que "Gran Canaria (…) es la mayor de todas las islas", pero después de él no volvemos a encontrar tal afirmación, excepto en un texto que lo copia. Posiblemente lo creían así por el título de Gran que tenía (y no que se le hubiese dado éste porque se la considerara la mayor). En las crónicas del momento de la conquista realenga las cosas están claras: Alonso de Palencia, muy bien informado, como comisario que fue de la conquista de Gran Canaria, decía de ella que era "su nombre el más divulgado de entre todas las demás islas Afortunadas; aunque en extensión sea mucho menor que" [Tenerife]. Por supuesto, los historiadores posteriores que describieron las Islas sabían bien esto: "Entre las siete islas que comúnmente llaman de Canaria (que de la una de ellas llamada así se denominan), la mayor, más rica, abundosa y fértil es Tenerife", escribía Alonso de Espinosa.
¿Por qué entonces el calificativo de "Grande"? En primer lugar, pensamos, se heredó la denominación procedente del siglo XIV, reforzada quizás entonces por ser Canaria la sede del obispado de Telde. El Papa decidió en 1435 el traslado del obispado desde Rubicón a Gran Canaria (Canaria Magna, la llama el texto pontificio). Por entonces, en las bulas papales se usaban expresiones semejantes: Grandis Canariae (Martín V, 1420), Magne Canarie (Eugenio IV, 1434). Gran Canaria se eligió como sede episcopal por ser más rica y segura (se aducía la escasa población y la indefensión de Lanzarote); y ello casi medio siglo antes de que aquella isla fuese efectivamente conquistada y el obispado se trasladase (1483). Después, su carácter de primera isla de realengo en ser conquistada y el hecho de que albergase la sede episcopal y otras instituciones consagraron su condición de "cabeza" del Archipiélago.
La isla aparece desde finales de la Edad Media como cabeza de las demás. El ingeniero militar Lope de Mendoza y Salazar, probablemente natural de Tenerife, escribía a mediados del siglo XVII: "Es cabesa Canaria de esta provincia por asistir en ella la Audiencia real por mandado de su magestad, el tribunal de la Santa Inquisición, el Obispo y la Santa Cruzada". Viera y Clavijo, que el nombre de Gran le venía, entre otras razones, por "la dignidad de capital". Sin que pueda hablarse de una capitalidad administrativa como la entenderíamos hoy, pues cada isla tenía su propio Cabildo o Concejo y su propio Gobernador (o Corregidor, según la época), albergar las citadas instituciones daba a Gran Canaria una innegable centralidad: "verdadero centro estratégico del realengo canario", según Roldán Verdejo. Cuando se instituyó el cargo de Capitán General en 1589, se le indicó que "la isla de la Gran Canaria (…) ha de ser vuestra principal residencia". Los Capitanes Generales se establecieron en Tenerife desde mediados del siglo XVII, pero no se dejó de señalar (como, por sus particulares razones, lo hizo el Intendente Ceballos en 1720, en petición dirigida al Rey), que debían volver a Las Palmas, ya que eran presidentes de la Real Audiencia. El jesuita granadino Mathías Sánchez, que vivió en las islas entre 1729 y 1736, decía que La Laguna sería sin duda la mejor población del Archipiélago, "a tener los Maiorazgos de la Orotava, y los Tribunales de la Gran Canaria".
La crónica Ovetense se intitulaba "Libro de la conquista de la ysla de gran Canaria y de las demas Yslas della". La circunstancia de que Canaria hubiese dado nombre al resto de las islas y fuese el asiento de las instituciones que tenían jurisdicción sobre todo el Archipiélago fue el fundamento para que cronistas e historiadores dieran a sus obras el título de Historias de las Islas de Canaria (Marín de Cubas, Pérez del Cristo, Pedro Agustín del Castillo, Viera y Clavijo), o de la Gran Canaria (Viana, Abreu Galindo, Núñez de la Peña). Esa dependencia, jurisdiccional y en cuanto a la denominación, no significaba superioridad material. Núñez de la Peña, exaltando la prosperidad de su isla, escribía: "Es la isla de Thenerife, la mayor, y mas poblada de las de Canaria, y mas rica […]. Està esta isla en medio de todas, como madre; y si Canaria lo es en el nombre, esta de Thenerife lo es en las obras". Pero no se quiera ver "pleito insular" antes de tiempo.
Los nombres de Canaria y de Gran Canaria se usaban indistintamente. Que se empleara la expresión Gran Canaria no significa que se hubiese abandonado el nombre primitivo de Canaria, sino que uno y otro alternaban, incluso en un mismo texto. Los dos nombres, Canaria y Gran Canaria, aparecen en todas las versiones de las crónicas isleñas de su conquista, así como en los cronistas peninsulares y en los historiadores. Colón, en su Diario, al describir todo el episodio de cómo han de llevar La Pinta a tierra, para reparar su timón, escribe unas veces Gran Canaria y otras Canaria. En el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España de Pascual Madoz (1848-1850), en la voz Gran Canaria se dice que es una de las siete islas, remite a "Canaria (Gran)", y emplea a lo largo del texto fundamentalmente el nombre de Gran Canaria, particularmente al tratar de los topónimos correspondientes a esta isla.
En el uso de una u otra denominación no había ninguna diferencia que respondiera a cuál fuese la isla desde la que se hablara o escribiera: en 1515, justificando el Cabildo de Tenerife la solicitud del título de ciudad para La Laguna, aduce que es "mayor pueblo mucho que la ciudad real de Las Palmas en Gran Canaria"; en un contexto ya de pleito insular, José Murphy se dirige tanto a la Junta Suprema de Sevilla como a la de Canarias escribiendo Gran Canaria cuando se refiere a ella.
La denominación Canaria era más popular y cotidiana, y la de Gran Canaria más oficial. Se ha escrito que el Gran no es "legal", pero sucede justamente lo contrario: Gran Canaria es expresión más oficial o solemne, y así aparece habitualmente en disposiciones normativas, edictos, nombramientos o proclamas: cartas episcopales, concesión del Fuero a la Isla; creación de la Real Audiencia; nombramiento del primer Capitán General; o en la mayoría de las cartas, órdenes o incitativas dirigidas a sus gobernadores. Por no hablar, naturalmente, de los textos legales contemporáneos. Pero también encontramos que en aquéllos documentos oficiales del pasado se decía Canaria; como sucedía (el uso de una u otra fórmula) en los protocolos notariales. Hay que tener en cuenta en cualquier caso que con la voz Canaria se estaba haciendo referencia, muchas veces, a la ciudad de Las Palmas, también designada de esa manera.
Probablemente el término Canaria fuera más frecuente en textos privados, en la conversación diaria o en declaraciones personales, como cuando alguien decía que era de esa isla, o que se dirigía a ella. Ejemplos tomados de una obra del profesor Anaya: entre los cautivos canarios que en Berbería daban su filiación, ante el escribano de la redención, la mayoría de los de la isla decían que eran de Canaria; otros, que de Gran Canaria; uno, "de las Canarias, de la grande"; y en otro caso (de 1646) que "de la isla de Canaria cabeza de todas las siete islas".
También en la cartografía antigua aparecen indistintamente Canaria y Gran Canaria. En contra de lo que se ha afirmado -incluso con repercusiones políticas y manifestaciones de alguna autoridad-, la isla en cuestión era designada antes del siglo XX de los dos modos. Sirva de muestra, casualmente equitativa, la de los mapas exhibidos en la Exposición "Las Islas Canarias y de Cabo Verde en la Cartografía. Siglos XVI-XIX", celebrada en el antiguo Convento de Santo Domingo de La Laguna en junio-julio de 2008. Consultando su Catálogo advierto que aparecen con el nombre de Canaria los mapas de 11 cartógrafos, y con el de Gran Canaria otros 11 (Hondius, Bertius, Claesz, Goos, Keulen, De Witt, Pierre Du Val d'Abbeville, Halley, Jefferys, Baldwin and Cradock, y Thomson). Varela Ulloa pone en su mapa Canaria, pero en el texto de su Derrotero… escribe Isla de Gran Canaria (y también Canaria); Nicolás Sanson d'Abbeville, Isle Canarie ou Grande Canarie; tres más fueron para mí ilegibles, incluso con lupa: los mapas de Borda, Tofiño y Tallis. No soy un buen conocedor de la cartografía histórica del Archipiélago, pero podría añadir una docena más de mapas en los que la isla aparece nombrada como Gran Canaria, desde el más antiguo conocido, el de 1460 de la Biblioteca Ambrosiana de Milán (según Tous Melián). Naturalmente, sería posible citar otros tantos, o más -no lo sé-, en los que figure con el nombre de Canaria; lo que no hace sino poner de relieve lo inútil que resulta citar textos, grabados o mapas en los que aparezca una u otra denominación, pues, como venimos repitiendo, ambas coexistían.
Con el tiempo, sobre todo en el siglo XX, se ha impuesto Gran Canaria. Hoy los textos oficiales, la literatura científica, la cartografía, la prensa, la información turística, la documentación mercantil y, lo que es más importante, la gente, la llaman unánimemente Gran Canaria. Ello a mí no me produce ningún tipo de complacencia, ni lo contrario: sólo lo constato. En mi infancia aún se decía Canaria (bien cierto es que ya sonaba antiguo, o más propio de ambientes populares o menos cultos), y canarios a sus habitantes (canarión era una voz inexistente). Los que no empleaban la expresión Canaria a menudo decían (o decíamos) Las Palmas para referirse a la isla y no sólo a su ciudad capital. En mi particular, y discutible, opinión, lo que finalmente ha ocurrido ha sido un triunfo de lo "oficial" y de los mass media; pero así ha sucedido con tantos vocablos y expresiones.
Desde la idea de que ninguna isla sea superior a otra, sin pretender reivindicar nada (ni del pasado, ni del presente), sin ninguna parcialidad -si se me quiere creer-, pienso que Gran Canaria no es más que un nombre que la Historia nos ha dejado. Pero nada menos que eso, también.
(Entrada núm. 1147) .../...
He escogido como introducción de mi comentario de hoy estos versículos iniciales del primer libro de la Biblia, a cuenta de la estéril y estúpida polémica suscitada por ese engendro de la radio-televisión pública canaria (TVC) al publicitar un programa de debate sobre si a la isla donde habitan (a 1 de enero de 2008, según datos oficiales del Instituto Canario de Estadística) 829.597 personas, llamada Gran Canaria, se le debe quitar el "Gran" y dejarla con el "Canaria" a secas.
La ocurrencia no es original de la radio-televisión pública canaria, incapaz de pensar nada por sí misma si no se lo dictan desde la presidencia del gobierno canario, y ni aun así salen del encefalograma plano, sino del dueño y editor del periódico santacrucero "El Día", don José Rodríguez, pertinaz defensor y adalid del franquismo al que aduló con servilismo abyecto al servicio de los intereses de lo más reaccionario de la burguesía tinerfeña, y ahora re-convertido al radicalismo independentista y anti-grancanario.
Las cosas no existen antes de ser nombradas. Es metafísicamente imposible que algo exista si no tiene nombre. ¿Quién le puso a Gran Canaria su nombre? Los historiadores sólo constatan al respecto que a lo largo de su existencia (es decir, desde que tiene nombre) la isla donde viven esas 829.597 ha sido llamada "Canari" por sus pobladores aborígenes y "Canaria" o "Gran Canaria", indistintamente, desde su entrada en la Historia.
Un artículo del periódico "La Provincia-Diario de Las Palmas" de hoy, jueves, escrito por el profesor de historia de la Universidad tinerfeña de La Laguna, don Francisco Fajardo, y que reproduzco más adelante, aporta interesantes datos e información histórica al respecto, y concluye con una verdad de Perogrullo: Que los nombres los pone la Historia; nada más que eso, pero nada menos también.
No me preocupa en exceso si esta estéril y absurda polémica sobre el nombre de la isla en la que vivo es producto del recurrente pleito insular (que no es tal, pues no es entre islas -Gran Canaria y Tenerife-, sino entre las más rancias y casposas burguesías capitalinas de Las Palmas y Santa Cruz), del latente y manifiesto complejo de inferioridad de don José Rodríguez, o de alguna deficiencia hormonal del susodicho, pero en todo caso, quiero pensar que si hay que cambiarle el nombre a Gran Canaria, nos deje a nosotros, los 829.597 grancanarios censados, que lo decidamos por nuestra propia voluntad. Les aseguro que yo jamás pondría inconveniente alguno en que a esa hermosísima ciudad que es Santa Cruz de Tenerife y a su aún más hermosa isla, le pusiesen los nombres respectivos de Ciudad Rodríguez e Isla de Rodríguez, si esa fuere la voluntad de los santacruceros y tinerfeños. Espero que no, porque no creo que don José se merezca ese honor, pero allá ellos. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
"Canaria o Gran Canaria: Notas acerca de un debate", por Francisco Fajardo
La Provincia-Diario de Las Palmas, 14/05/09
Desde hace un cierto tiempo, el periódico 'El Día' viene sosteniendo que al nombre de la isla de Gran Canaria debe retirársele el 'Gran'. La cuestión fue planteada hace unos días en un programa de la Televisión Canaria. Con poco ánimo polémico, debo decir, quiero aportar aquí algunos datos, citas y consideraciones al respecto, por si pudieran servir al alguien para hacerse una composición de lugar, reafirmar su postura con más fundamento o cambiarla, en un sentido o en otro
El nombre primero de la isla es el de Canaria. Fuera de procedencia aborigen o se tratara de una denominación aplicada desde afuera, Canaria fue el nombre que desde la Historia Natural de Plinio el Viejo (s. I) se dio a la isla que hoy llamamos Gran Canaria. La tesis más plausible es la de que la palabra venga del nombre de la tribu del Atlas Canaria (los "Canarii" de los textos romanos). El término Tamarán, que aún algunos piensan que alguna vez fue el nombre de la isla, lo inventó Ossuna y Saviñón a mediados del siglo XIX. En su Resumen de la Geografía (…) y de la historia (...) de las Islas Canarias, escribió que los naturales dijeron a los normandos de Juan de Béthencourt que su isla "se llamaba Tamerán, que quiere decir país de los valientes". La afirmación, aceptada por varios estudiosos del pasado isleño, fue después difundida a través de Millares Torres, especialmente. Pero se trataba de una más de las fabulaciones de Ossuna, como lo fueron otras fraudulentas aseveraciones suyas contenidas en la misma obra.
Del nombre de la isla se deriva el del Archipiélago. Ya a principios del siglo IV d. C. Arnobio de Sicca designó al conjunto de las islas como Canarias Insulas, en lo que parece una extensión del nombre de Canaria a todo el Archipiélago. En el siglo XIV, al reanudarse e intensificarse los contactos de los europeos con el Archipiélago, éste viene referido, en los textos y en la cartografía, como "islas de Canaria". Así, desde luego, se entendía más adelante: Abreu Galindo escribió que "desde que hay noticia de estas islas (…) siempre ha tenido y conservado esta isla el nombre de Canaria, que jamás lo ha perdido, y las otras comarcanas por ella se llaman las Canarias". Las razones que llevaron a extender al conjunto insular el nombre de una de las islas quizás no fuesen las mismas en el siglo IV que un milenio más tarde, pero podríamos suponer que a Canaria se la distinguiera por su posición central (junto con Tenerife), su población (en el relato del viaje de Nicocoloso da Recco, de 1341, se afirma que era la más poblada) o quizás su riqueza (mayor nivel de la cultura material de sus habitantes), y por todo ello debió de ser la más conocida. De Gran Canaria se dice en Le Canarien (versión B, o de Béthencourt) que "es la más célebre de todas estas islas". Durante la decimocuarta centuria, en efecto, se dirigieron a ella mayoritariamente las expediciones mallorquinas, y en relación con éstas tiene lugar el establecimiento de misiones evangelizadoras y del obispado de Telde (en 1351, el Papa ordenó el envío de misioneros a "Canaria y las otras islas adyacentes a ella").
El nombre de Canaria es anterior a la conquista. Es un absurdo decir o escribir que en la denominación Gran Canaria tengan o tuvieran alguna parte los habitantes de esa isla, actuales o del pasado, pues aquélla es anterior no sólo a su conquista a finales del siglo XV, sino anterior también a los inicios de la conquista normanda a principios de esa centuria: en la Crónica de Enrique III, de 1393, se la nombra ya como Canaria la grande. No fue, pues, Juan de Béthencourt el creador del calificativo de "Grande" -en eso se equivocaron Abréu Galindo y cuantos lo siguieron-; como en realidad sucedió con las demás islas: Le Canarien las designa con nombres que ya existían y circulaban en distintos textos y mapas. Por supuesto, no tiene ningún fundamento relacionar con Juana la Loca la denominación de "Gran", como han hecho algún editorial periodístico y algún contertulio de programa de televisión, quizás confundidos porque fue esa reina la que concedió a Las Palmas el título de ciudad; pues, como hemos repetido, aquella designación era muy anterior.
Sin duda, la denominación de Gran Canaria era un modo de diferenciar a esa isla del resto de las Islas que también eran Canarias. Aunque pudiera no haber una exacta noción de sus respectivas superficies, no parece que tal nombre respondiera a la idea de que fuese la más extensa. El veneciano Ca'da Mosto escribía (1455-1457) que entre "las islas de Canaria" la mayor era Tenerife. Es cierto que el cronista portugués Eanes Da Zurara (1448) dice que "Gran Canaria (…) es la mayor de todas las islas", pero después de él no volvemos a encontrar tal afirmación, excepto en un texto que lo copia. Posiblemente lo creían así por el título de Gran que tenía (y no que se le hubiese dado éste porque se la considerara la mayor). En las crónicas del momento de la conquista realenga las cosas están claras: Alonso de Palencia, muy bien informado, como comisario que fue de la conquista de Gran Canaria, decía de ella que era "su nombre el más divulgado de entre todas las demás islas Afortunadas; aunque en extensión sea mucho menor que" [Tenerife]. Por supuesto, los historiadores posteriores que describieron las Islas sabían bien esto: "Entre las siete islas que comúnmente llaman de Canaria (que de la una de ellas llamada así se denominan), la mayor, más rica, abundosa y fértil es Tenerife", escribía Alonso de Espinosa.
¿Por qué entonces el calificativo de "Grande"? En primer lugar, pensamos, se heredó la denominación procedente del siglo XIV, reforzada quizás entonces por ser Canaria la sede del obispado de Telde. El Papa decidió en 1435 el traslado del obispado desde Rubicón a Gran Canaria (Canaria Magna, la llama el texto pontificio). Por entonces, en las bulas papales se usaban expresiones semejantes: Grandis Canariae (Martín V, 1420), Magne Canarie (Eugenio IV, 1434). Gran Canaria se eligió como sede episcopal por ser más rica y segura (se aducía la escasa población y la indefensión de Lanzarote); y ello casi medio siglo antes de que aquella isla fuese efectivamente conquistada y el obispado se trasladase (1483). Después, su carácter de primera isla de realengo en ser conquistada y el hecho de que albergase la sede episcopal y otras instituciones consagraron su condición de "cabeza" del Archipiélago.
La isla aparece desde finales de la Edad Media como cabeza de las demás. El ingeniero militar Lope de Mendoza y Salazar, probablemente natural de Tenerife, escribía a mediados del siglo XVII: "Es cabesa Canaria de esta provincia por asistir en ella la Audiencia real por mandado de su magestad, el tribunal de la Santa Inquisición, el Obispo y la Santa Cruzada". Viera y Clavijo, que el nombre de Gran le venía, entre otras razones, por "la dignidad de capital". Sin que pueda hablarse de una capitalidad administrativa como la entenderíamos hoy, pues cada isla tenía su propio Cabildo o Concejo y su propio Gobernador (o Corregidor, según la época), albergar las citadas instituciones daba a Gran Canaria una innegable centralidad: "verdadero centro estratégico del realengo canario", según Roldán Verdejo. Cuando se instituyó el cargo de Capitán General en 1589, se le indicó que "la isla de la Gran Canaria (…) ha de ser vuestra principal residencia". Los Capitanes Generales se establecieron en Tenerife desde mediados del siglo XVII, pero no se dejó de señalar (como, por sus particulares razones, lo hizo el Intendente Ceballos en 1720, en petición dirigida al Rey), que debían volver a Las Palmas, ya que eran presidentes de la Real Audiencia. El jesuita granadino Mathías Sánchez, que vivió en las islas entre 1729 y 1736, decía que La Laguna sería sin duda la mejor población del Archipiélago, "a tener los Maiorazgos de la Orotava, y los Tribunales de la Gran Canaria".
La crónica Ovetense se intitulaba "Libro de la conquista de la ysla de gran Canaria y de las demas Yslas della". La circunstancia de que Canaria hubiese dado nombre al resto de las islas y fuese el asiento de las instituciones que tenían jurisdicción sobre todo el Archipiélago fue el fundamento para que cronistas e historiadores dieran a sus obras el título de Historias de las Islas de Canaria (Marín de Cubas, Pérez del Cristo, Pedro Agustín del Castillo, Viera y Clavijo), o de la Gran Canaria (Viana, Abreu Galindo, Núñez de la Peña). Esa dependencia, jurisdiccional y en cuanto a la denominación, no significaba superioridad material. Núñez de la Peña, exaltando la prosperidad de su isla, escribía: "Es la isla de Thenerife, la mayor, y mas poblada de las de Canaria, y mas rica […]. Està esta isla en medio de todas, como madre; y si Canaria lo es en el nombre, esta de Thenerife lo es en las obras". Pero no se quiera ver "pleito insular" antes de tiempo.
Los nombres de Canaria y de Gran Canaria se usaban indistintamente. Que se empleara la expresión Gran Canaria no significa que se hubiese abandonado el nombre primitivo de Canaria, sino que uno y otro alternaban, incluso en un mismo texto. Los dos nombres, Canaria y Gran Canaria, aparecen en todas las versiones de las crónicas isleñas de su conquista, así como en los cronistas peninsulares y en los historiadores. Colón, en su Diario, al describir todo el episodio de cómo han de llevar La Pinta a tierra, para reparar su timón, escribe unas veces Gran Canaria y otras Canaria. En el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España de Pascual Madoz (1848-1850), en la voz Gran Canaria se dice que es una de las siete islas, remite a "Canaria (Gran)", y emplea a lo largo del texto fundamentalmente el nombre de Gran Canaria, particularmente al tratar de los topónimos correspondientes a esta isla.
En el uso de una u otra denominación no había ninguna diferencia que respondiera a cuál fuese la isla desde la que se hablara o escribiera: en 1515, justificando el Cabildo de Tenerife la solicitud del título de ciudad para La Laguna, aduce que es "mayor pueblo mucho que la ciudad real de Las Palmas en Gran Canaria"; en un contexto ya de pleito insular, José Murphy se dirige tanto a la Junta Suprema de Sevilla como a la de Canarias escribiendo Gran Canaria cuando se refiere a ella.
La denominación Canaria era más popular y cotidiana, y la de Gran Canaria más oficial. Se ha escrito que el Gran no es "legal", pero sucede justamente lo contrario: Gran Canaria es expresión más oficial o solemne, y así aparece habitualmente en disposiciones normativas, edictos, nombramientos o proclamas: cartas episcopales, concesión del Fuero a la Isla; creación de la Real Audiencia; nombramiento del primer Capitán General; o en la mayoría de las cartas, órdenes o incitativas dirigidas a sus gobernadores. Por no hablar, naturalmente, de los textos legales contemporáneos. Pero también encontramos que en aquéllos documentos oficiales del pasado se decía Canaria; como sucedía (el uso de una u otra fórmula) en los protocolos notariales. Hay que tener en cuenta en cualquier caso que con la voz Canaria se estaba haciendo referencia, muchas veces, a la ciudad de Las Palmas, también designada de esa manera.
Probablemente el término Canaria fuera más frecuente en textos privados, en la conversación diaria o en declaraciones personales, como cuando alguien decía que era de esa isla, o que se dirigía a ella. Ejemplos tomados de una obra del profesor Anaya: entre los cautivos canarios que en Berbería daban su filiación, ante el escribano de la redención, la mayoría de los de la isla decían que eran de Canaria; otros, que de Gran Canaria; uno, "de las Canarias, de la grande"; y en otro caso (de 1646) que "de la isla de Canaria cabeza de todas las siete islas".
También en la cartografía antigua aparecen indistintamente Canaria y Gran Canaria. En contra de lo que se ha afirmado -incluso con repercusiones políticas y manifestaciones de alguna autoridad-, la isla en cuestión era designada antes del siglo XX de los dos modos. Sirva de muestra, casualmente equitativa, la de los mapas exhibidos en la Exposición "Las Islas Canarias y de Cabo Verde en la Cartografía. Siglos XVI-XIX", celebrada en el antiguo Convento de Santo Domingo de La Laguna en junio-julio de 2008. Consultando su Catálogo advierto que aparecen con el nombre de Canaria los mapas de 11 cartógrafos, y con el de Gran Canaria otros 11 (Hondius, Bertius, Claesz, Goos, Keulen, De Witt, Pierre Du Val d'Abbeville, Halley, Jefferys, Baldwin and Cradock, y Thomson). Varela Ulloa pone en su mapa Canaria, pero en el texto de su Derrotero… escribe Isla de Gran Canaria (y también Canaria); Nicolás Sanson d'Abbeville, Isle Canarie ou Grande Canarie; tres más fueron para mí ilegibles, incluso con lupa: los mapas de Borda, Tofiño y Tallis. No soy un buen conocedor de la cartografía histórica del Archipiélago, pero podría añadir una docena más de mapas en los que la isla aparece nombrada como Gran Canaria, desde el más antiguo conocido, el de 1460 de la Biblioteca Ambrosiana de Milán (según Tous Melián). Naturalmente, sería posible citar otros tantos, o más -no lo sé-, en los que figure con el nombre de Canaria; lo que no hace sino poner de relieve lo inútil que resulta citar textos, grabados o mapas en los que aparezca una u otra denominación, pues, como venimos repitiendo, ambas coexistían.
Con el tiempo, sobre todo en el siglo XX, se ha impuesto Gran Canaria. Hoy los textos oficiales, la literatura científica, la cartografía, la prensa, la información turística, la documentación mercantil y, lo que es más importante, la gente, la llaman unánimemente Gran Canaria. Ello a mí no me produce ningún tipo de complacencia, ni lo contrario: sólo lo constato. En mi infancia aún se decía Canaria (bien cierto es que ya sonaba antiguo, o más propio de ambientes populares o menos cultos), y canarios a sus habitantes (canarión era una voz inexistente). Los que no empleaban la expresión Canaria a menudo decían (o decíamos) Las Palmas para referirse a la isla y no sólo a su ciudad capital. En mi particular, y discutible, opinión, lo que finalmente ha ocurrido ha sido un triunfo de lo "oficial" y de los mass media; pero así ha sucedido con tantos vocablos y expresiones.
Desde la idea de que ninguna isla sea superior a otra, sin pretender reivindicar nada (ni del pasado, ni del presente), sin ninguna parcialidad -si se me quiere creer-, pienso que Gran Canaria no es más que un nombre que la Historia nos ha dejado. Pero nada menos que eso, también.
(Entrada núm. 1147) .../...
miércoles, 13 de mayo de 2009
Añorada Hannah
Ayer comenzó el debate anual sobre el Estado de la Nación. Hace muchos años que no lo sigo en su integridad, aunque si veo los resúmenes y escucho y leo los comentarios que sobre él se formulan a "toro pasado" en prensa, radio o televisión. Sin excesivo interés, dicho sea de paso. No es un "debate" que me preocupe. En términos generales me parece una pantomima en la que nadie escucha al otro, la oposición proclama apocalipsis y catástrofes varias que no concreta, y el gobierno (cualquier gobierno, todos los gobiernos) aprovecha para "sacar conejos" de la chistera que dejen con el paso cambiado a sus adversarios políticos y arranquen ¡oohées! de amiración de sus partidarios.
La pantomima, la mayoría de la ocasiones, ni siquiera alcanza la categoría de "representación" que, como yo explicaba a mis alumnos de los cursos de formación de representantes sindicales, resulta esencial en toda actividad pública. Parece que esta vez la "sacada de conejos" ha sido bastante más espectacular de lo esperado, el presidente del gobierno ha estado más en su lugar de lo habitual en él, y el líder de la oposición conservadora ha acreditado una vez más que podrá ganar unas elecciones (hasta un gilipollas de nacimiento como George Bush -hijo- las ganó dos veces) pero no convence ni a los suyos.
Como es muy probable que vuelva sobre el asunto en días posteriores, dejo por hoy el Debate sobre la Nación para comentar dos noticias que me han dejado un buen sabor de boca. La primera se refiere al gobernador del Banco de España, el señor Fernández Ordóñez, al que, estimo yo, con buen tino, el secretario general de la Unión General de Trabajadores de España, el señor Cándido Méndez, calificó días pasados de bocazas a cuenta de sus reiteradas declaraciones en favor del abaratamiento del despido, la congelación de las pensiones, el aumento de la jornada laboral y la disminución de los salarios de los trabajadores.
Pues bien, el parlamentario socialista europeo, don Josep Borrell, recordaba ayer que le gustaría oir alguna vez al gobernador de nuestro banco central su opinión sobre los sueldos de los presidentes de los grandes bancos nacionales españoles (que alcanzan de media los 6.000.000 de euros anuales, con primas en planes de pensiones que se incrementan también anualmente en 3.000.000 de euros por término medio), en lugar de clamar una y otra vez por el abaratamiento del despido, la rebaja de los salarios y la congelación de las pensiones de los trabajadores.
Otra noticia de hace unos días, aparte de la repentina admiración jaculatoria del señor presidente de los (grandes) empresarios españoles, cuyo nombre no recuerdo ni tengo el menor interés en recordar, sobre los fastuosos (a su juicio) órganos reproductivos de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, es la de que los sueldos medios de los directivos de las empresas españolas que cotizan en el IBEX alcanza los 900.000 euros anuales. No se si es mucho o poco. Desde luego, yo no estoy en contra de que esos directivos ganen mucho dinero, siempre que hagan crecer a sus empresas respectivas, generen riqueza productiva para el país y creen empleos estables y bien retribuidos. Pero que esos mismos señores limiten su receta para salir de las crisis a recibir sin control ni responsabilidad alguna por su parte dinero público (de todos) en cantidades ilimitadas, destruyan empleo, congelen o bajen los salarios de sus trabajadores, aumenten sus jornadas de trabajo, limiten sus derechos y recorten sus prestaciones sociales y sus pensiones, me parece, como mínimo un ejercicio de cinismo y de desvergüenza.
Termino con otro interesante artículo en el que Rafael Argullol, escritor y profesor de Estética en la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, titulado "El gran saqueo", comenta el varapalo dado por el Parlamento europeo a España con motivo del Informe presentado al mismo por la diputada europea verde, Marguete Auken, sobre el "Impacto de la urbanización extensiva en España en los derechos individuales de los ciudadanos europeos, el medio ambiente y la aplicación del Derecho comunitario". No tiene desperdicio. Les invito a leer el artículo del profesor Argullol más adelante, y el Informe aprobado por el Parlamento europeo. Esto último pueden hacerlo pinchando aquí (1).
No se si la "política" en España, entendida como la actividad que desarrollan los políticos en todos sus niveles (locales, regionales, estatales) es de mejor o peor calidad que la que se lleva a cabo en Alemania, Francia, Portugal, Gran Bretaña, o Andorra. Dos de mis mejores amigas y un sobrino se dedican a la política activa en cargos de diversa responsabilidad; son honestos, trabajadores incansables, desinteresados, con una excelente formación académica, y sinceramente, no entiendo muy bien que hacen en ella (en la política) aparte de tragarse cada día, con mejor o peor disposición, media docena de sapos crudos en esta república bananera en que hemos convertido a Canarias. Desde luego, pienso que no hemos llegado (aún, pero crucemos los dedos) a la situación de degradación de la Italia berlusconiana, pero en todo caso me parece que tanto la política canaria como la española están muy alejadas del nobilísimo papel que mi idolatrada Hannah Arendt (2) reclamaba para ella (la política) como manifestación pública de confrontación de ideas en el ágora siempre abierta y al aire libre de una sociedad democrática. De ahí, mi añoranza de tu magisterio, querida Hannah. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
La pensadora Hannah Arendt
Notas:
(1) Informe del Parlamento europeo sobre el impacto de la urbanización extensiva en España, en:
http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+REPORT+A6-2009-0082+0+DOC+XML+V0//ES
(2) Información en Wikipedia sobre Hannah Arendt, en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Arendt
Fotos:
(1) La pensadora Hannah Arendt, en:
http://zaczytanie.blox.pl/resource/Hannah_Arendt.jpg
(2) La parlamentaria europea Marguete Auken, en:
http://www.amartorell.com/uploads/Auken552.jpg
La parlamentaria europea verde Marguete Auken
"EL GRAN SAQUEO", por Rafael Argullol
Como comprenderán fácilmente, no tengo la costumbre de leer informes del Parlamento Europeo ni de ningún otro Parlamento; sin embargo, a instancias de un amigo jurista, he leído un documento que les recomiendo si les gusta la literatura de terror: se trata del informe elaborado por la diputada danesa Marguete Auken sobre "el impacto de la urbanización extensiva en España en los derechos individuales de los ciudadanos europeos, el medio ambiente y la aplicación del Derecho comunitario". Es un texto de 30 páginas que se puede leer tanto como un relato espeluznante cuanto como un pequeño tratado acerca de las peores conductas en materia política y moral.
De hecho, yo introduciría el informe de la señora Auken como lectura obligatoria en escuelas y universidades, y además, exigiría su conocimiento detallado previo a todo candidato a ocupar un cargo público. Ustedes se preguntarán por qué muestro tanto entusiasmo por ese documento redactado con la falta de gracia que caracteriza a este tipo de escritos, y la respuesta es que puede considerarse un espejo contundente que refleja, sin florituras ni hipocresías, la abyección incrustada sórdidamente en nuestra vida pública.
Lo que de entrada llama más poderosamente la atención es la conspiración del silencio que rodea al asunto y que se explica por la vergonzosa alianza de los eurodiputados socialistas y populares españoles en el momento de rechazar el informe de Auken que, no obstante, fue aprobado por el Pleno del Parlamento Europeo a finales del pasado mes de marzo por 349 votos contra 110, con 114 abstenciones. Una arrolladora mayoría a la que se opusieron hasta el final populares y socialistas, tan lamentablemente estos últimos que, según informaron los periódicos al día siguiente de la votación, Michael Cashman, socialista también él y autor de un informe previo sobre el tema, acabó votando a favor de la resolución.
Leído el escrito no extraña en absoluto aquella conspiración de silencio, pues son tantos quienes quedan retratados que apenas es comprensible que un escándalo de tales dimensiones haya podido oscurecerse con permanente disimulo durante décadas. Fíjense, además, que, condenada España severamente por la impunidad que ha rodeado a la corrupción, tampoco con posterioridad nuestros foros parlamentarios se han hecho eco de la resolución europea y, cómplices entre sí los diversos partidos, ha continuado la alegre política de poner la cabeza bajo el ala.
Personalmente, la sensación más desagradable que me ha quedado tras la lectura del informe Auken es que el gran saqueo, la devastación sistemáticadel litoral español, y no sólo del litoral -una devastación que afectará a varias generaciones, las cuales señalarán a la nuestra como culpable-, es algo acaecido durante la democracia y no antes, en el franquismo. Los destrozos heredados de éste se han multiplicado, en las décadas democráticas, hasta límites insoportables. La conclusión no es difícil: nuestra democracia ha sido tan débil y tan poco vigilante que ha aupado una auténtica antidemocracia que pone en cuestión, como actualmente se está comprobando, muchos de nuestros supuestos avances.
Esta idea inquietante se desarrolla exhaustivamente en el informe con una relación minuciosa de hechos igualmente inquietantes cuyos protagonistas tienen en común la codicia, una concepción mafiosa de la política y un sentimiento de impunidad que resulta tanto más irritante por el descaro con que se manifiesta. De hacer caso a Auken, y al Pleno del Parlamento Europeo, la responsabilidad del desastre se propaga por todos los círculos del Estado español, desde el más general al más local. En este peculiar relato de terror se cita con la misma dureza a la Generalitat valenciana en manos de los populares que a la socialista Junta de Andalucía, tuteladora de diversos pillajes en Almería y sustentadora, por acción u omisión, de esa peculiar joya de la corona de la corrupción que ha sido Marbella. Al igual que sucede con todo buen relato de terror hay también en el texto pasajes cómicos, como las trampas que diversos funcionarios tienden a las comisiones de investigación enviadas desde Bruselas o las aireadas protestas de castizos alcaldes quejosos con la intromisión de las narices nórdicas en las suculentas recalificaciones de los terrones mediterráneos.
A estas alturas, y con murallas de hormigón por todos lados, sabemos perfectamente que sólo a la sombra de políticos ventajistas ha podido tejerse la telaraña de especulación y codicia de la que ahora parecemos lamentarnos. Sin embargo, lo grave es que ya lo sabíamos. Estos años de destrucción del territorio del patrimonio han transcurrido a la vista de todos. Bastaba coger el Euromed para comprobar lo que ocurría en la costa castellonense o alicantina; bastaba atender al vértigo de los precios de las viviendas, presentado a menudo como signo de nuestro progreso colectivo, para percibir que algo nauseabundo se cocinaba a nuestro alrededor.
¿A nuestro alrededor? Con su crudeza estilística Marguete Auken pone el dedo en la llaga al describir la corresponsabilidad de los ciudadanos en la callada aceptación del delito. Es cierto que a la cabeza del cortejo de la corrupción han marchado políticos vendidos, especuladores o avariciosos y prestamistas fraudulentos, pero ¿y tras ellos? Conchabados promotores inmobiliarios, concejales e instituciones financieras, ¿qué hacían los jueces? Según Auken, poco, y lo poco que hacían lo hacían tan lentamente que es como si no hicieran nada. La policía iba en consonancia con los jueces. Pero tampoco los otros estamentos ciudadanos ofrecieron resistencia. Los medios de comunicación han reaccionado tarde y los ciudadanos han acabado horrorizándose como consumidores más que como ciudadanos.
Hasta aquí el relato de terror con que la señora Auken ha descrito vivamente, con ingenuidad nórdica y con toda la razón del mundo, el gran saqueo de lo que pertenecía al futuro por parte de nuestros modernos depredadores. Casi nada más se puede añadir al cuadro trazado que, en buena medida, explica las dramáticas percepciones sobre la actual crisis económica.
Aunque bien pensado, quizá sí se puede añadir algo: el gran saqueo material de todos esos años, generador de enormes fortunas y de daños irreparables, no habría sido posible si, paralelamente, no hubiéramos incurrido en el gran saqueo de las conciencias al que ahora denominamos "falta de valores", "novorriquismo" y cosas semejantes, pero que en los años opulentos, o que creíamos opulentos, estableció una férrea cadena de complicidades entre estafadores y futuros estafados, vinculados unos con otros por el sueño del dinero -sueño, luego, pesadilla para las víctimas- y por la confusión entre bienestar y beneficio. Gracias, señora Auken.
(Entrada núm. 1146) .../...
La pantomima, la mayoría de la ocasiones, ni siquiera alcanza la categoría de "representación" que, como yo explicaba a mis alumnos de los cursos de formación de representantes sindicales, resulta esencial en toda actividad pública. Parece que esta vez la "sacada de conejos" ha sido bastante más espectacular de lo esperado, el presidente del gobierno ha estado más en su lugar de lo habitual en él, y el líder de la oposición conservadora ha acreditado una vez más que podrá ganar unas elecciones (hasta un gilipollas de nacimiento como George Bush -hijo- las ganó dos veces) pero no convence ni a los suyos.
Como es muy probable que vuelva sobre el asunto en días posteriores, dejo por hoy el Debate sobre la Nación para comentar dos noticias que me han dejado un buen sabor de boca. La primera se refiere al gobernador del Banco de España, el señor Fernández Ordóñez, al que, estimo yo, con buen tino, el secretario general de la Unión General de Trabajadores de España, el señor Cándido Méndez, calificó días pasados de bocazas a cuenta de sus reiteradas declaraciones en favor del abaratamiento del despido, la congelación de las pensiones, el aumento de la jornada laboral y la disminución de los salarios de los trabajadores.
Pues bien, el parlamentario socialista europeo, don Josep Borrell, recordaba ayer que le gustaría oir alguna vez al gobernador de nuestro banco central su opinión sobre los sueldos de los presidentes de los grandes bancos nacionales españoles (que alcanzan de media los 6.000.000 de euros anuales, con primas en planes de pensiones que se incrementan también anualmente en 3.000.000 de euros por término medio), en lugar de clamar una y otra vez por el abaratamiento del despido, la rebaja de los salarios y la congelación de las pensiones de los trabajadores.
Otra noticia de hace unos días, aparte de la repentina admiración jaculatoria del señor presidente de los (grandes) empresarios españoles, cuyo nombre no recuerdo ni tengo el menor interés en recordar, sobre los fastuosos (a su juicio) órganos reproductivos de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, es la de que los sueldos medios de los directivos de las empresas españolas que cotizan en el IBEX alcanza los 900.000 euros anuales. No se si es mucho o poco. Desde luego, yo no estoy en contra de que esos directivos ganen mucho dinero, siempre que hagan crecer a sus empresas respectivas, generen riqueza productiva para el país y creen empleos estables y bien retribuidos. Pero que esos mismos señores limiten su receta para salir de las crisis a recibir sin control ni responsabilidad alguna por su parte dinero público (de todos) en cantidades ilimitadas, destruyan empleo, congelen o bajen los salarios de sus trabajadores, aumenten sus jornadas de trabajo, limiten sus derechos y recorten sus prestaciones sociales y sus pensiones, me parece, como mínimo un ejercicio de cinismo y de desvergüenza.
Termino con otro interesante artículo en el que Rafael Argullol, escritor y profesor de Estética en la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, titulado "El gran saqueo", comenta el varapalo dado por el Parlamento europeo a España con motivo del Informe presentado al mismo por la diputada europea verde, Marguete Auken, sobre el "Impacto de la urbanización extensiva en España en los derechos individuales de los ciudadanos europeos, el medio ambiente y la aplicación del Derecho comunitario". No tiene desperdicio. Les invito a leer el artículo del profesor Argullol más adelante, y el Informe aprobado por el Parlamento europeo. Esto último pueden hacerlo pinchando aquí (1).
No se si la "política" en España, entendida como la actividad que desarrollan los políticos en todos sus niveles (locales, regionales, estatales) es de mejor o peor calidad que la que se lleva a cabo en Alemania, Francia, Portugal, Gran Bretaña, o Andorra. Dos de mis mejores amigas y un sobrino se dedican a la política activa en cargos de diversa responsabilidad; son honestos, trabajadores incansables, desinteresados, con una excelente formación académica, y sinceramente, no entiendo muy bien que hacen en ella (en la política) aparte de tragarse cada día, con mejor o peor disposición, media docena de sapos crudos en esta república bananera en que hemos convertido a Canarias. Desde luego, pienso que no hemos llegado (aún, pero crucemos los dedos) a la situación de degradación de la Italia berlusconiana, pero en todo caso me parece que tanto la política canaria como la española están muy alejadas del nobilísimo papel que mi idolatrada Hannah Arendt (2) reclamaba para ella (la política) como manifestación pública de confrontación de ideas en el ágora siempre abierta y al aire libre de una sociedad democrática. De ahí, mi añoranza de tu magisterio, querida Hannah. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
La pensadora Hannah Arendt
Notas:
(1) Informe del Parlamento europeo sobre el impacto de la urbanización extensiva en España, en:
http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+REPORT+A6-2009-0082+0+DOC+XML+V0//ES
(2) Información en Wikipedia sobre Hannah Arendt, en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Arendt
Fotos:
(1) La pensadora Hannah Arendt, en:
http://zaczytanie.blox.pl/resource/Hannah_Arendt.jpg
(2) La parlamentaria europea Marguete Auken, en:
http://www.amartorell.com/uploads/Auken552.jpg
La parlamentaria europea verde Marguete Auken
"EL GRAN SAQUEO", por Rafael Argullol
Como comprenderán fácilmente, no tengo la costumbre de leer informes del Parlamento Europeo ni de ningún otro Parlamento; sin embargo, a instancias de un amigo jurista, he leído un documento que les recomiendo si les gusta la literatura de terror: se trata del informe elaborado por la diputada danesa Marguete Auken sobre "el impacto de la urbanización extensiva en España en los derechos individuales de los ciudadanos europeos, el medio ambiente y la aplicación del Derecho comunitario". Es un texto de 30 páginas que se puede leer tanto como un relato espeluznante cuanto como un pequeño tratado acerca de las peores conductas en materia política y moral.
De hecho, yo introduciría el informe de la señora Auken como lectura obligatoria en escuelas y universidades, y además, exigiría su conocimiento detallado previo a todo candidato a ocupar un cargo público. Ustedes se preguntarán por qué muestro tanto entusiasmo por ese documento redactado con la falta de gracia que caracteriza a este tipo de escritos, y la respuesta es que puede considerarse un espejo contundente que refleja, sin florituras ni hipocresías, la abyección incrustada sórdidamente en nuestra vida pública.
Lo que de entrada llama más poderosamente la atención es la conspiración del silencio que rodea al asunto y que se explica por la vergonzosa alianza de los eurodiputados socialistas y populares españoles en el momento de rechazar el informe de Auken que, no obstante, fue aprobado por el Pleno del Parlamento Europeo a finales del pasado mes de marzo por 349 votos contra 110, con 114 abstenciones. Una arrolladora mayoría a la que se opusieron hasta el final populares y socialistas, tan lamentablemente estos últimos que, según informaron los periódicos al día siguiente de la votación, Michael Cashman, socialista también él y autor de un informe previo sobre el tema, acabó votando a favor de la resolución.
Leído el escrito no extraña en absoluto aquella conspiración de silencio, pues son tantos quienes quedan retratados que apenas es comprensible que un escándalo de tales dimensiones haya podido oscurecerse con permanente disimulo durante décadas. Fíjense, además, que, condenada España severamente por la impunidad que ha rodeado a la corrupción, tampoco con posterioridad nuestros foros parlamentarios se han hecho eco de la resolución europea y, cómplices entre sí los diversos partidos, ha continuado la alegre política de poner la cabeza bajo el ala.
Personalmente, la sensación más desagradable que me ha quedado tras la lectura del informe Auken es que el gran saqueo, la devastación sistemáticadel litoral español, y no sólo del litoral -una devastación que afectará a varias generaciones, las cuales señalarán a la nuestra como culpable-, es algo acaecido durante la democracia y no antes, en el franquismo. Los destrozos heredados de éste se han multiplicado, en las décadas democráticas, hasta límites insoportables. La conclusión no es difícil: nuestra democracia ha sido tan débil y tan poco vigilante que ha aupado una auténtica antidemocracia que pone en cuestión, como actualmente se está comprobando, muchos de nuestros supuestos avances.
Esta idea inquietante se desarrolla exhaustivamente en el informe con una relación minuciosa de hechos igualmente inquietantes cuyos protagonistas tienen en común la codicia, una concepción mafiosa de la política y un sentimiento de impunidad que resulta tanto más irritante por el descaro con que se manifiesta. De hacer caso a Auken, y al Pleno del Parlamento Europeo, la responsabilidad del desastre se propaga por todos los círculos del Estado español, desde el más general al más local. En este peculiar relato de terror se cita con la misma dureza a la Generalitat valenciana en manos de los populares que a la socialista Junta de Andalucía, tuteladora de diversos pillajes en Almería y sustentadora, por acción u omisión, de esa peculiar joya de la corona de la corrupción que ha sido Marbella. Al igual que sucede con todo buen relato de terror hay también en el texto pasajes cómicos, como las trampas que diversos funcionarios tienden a las comisiones de investigación enviadas desde Bruselas o las aireadas protestas de castizos alcaldes quejosos con la intromisión de las narices nórdicas en las suculentas recalificaciones de los terrones mediterráneos.
A estas alturas, y con murallas de hormigón por todos lados, sabemos perfectamente que sólo a la sombra de políticos ventajistas ha podido tejerse la telaraña de especulación y codicia de la que ahora parecemos lamentarnos. Sin embargo, lo grave es que ya lo sabíamos. Estos años de destrucción del territorio del patrimonio han transcurrido a la vista de todos. Bastaba coger el Euromed para comprobar lo que ocurría en la costa castellonense o alicantina; bastaba atender al vértigo de los precios de las viviendas, presentado a menudo como signo de nuestro progreso colectivo, para percibir que algo nauseabundo se cocinaba a nuestro alrededor.
¿A nuestro alrededor? Con su crudeza estilística Marguete Auken pone el dedo en la llaga al describir la corresponsabilidad de los ciudadanos en la callada aceptación del delito. Es cierto que a la cabeza del cortejo de la corrupción han marchado políticos vendidos, especuladores o avariciosos y prestamistas fraudulentos, pero ¿y tras ellos? Conchabados promotores inmobiliarios, concejales e instituciones financieras, ¿qué hacían los jueces? Según Auken, poco, y lo poco que hacían lo hacían tan lentamente que es como si no hicieran nada. La policía iba en consonancia con los jueces. Pero tampoco los otros estamentos ciudadanos ofrecieron resistencia. Los medios de comunicación han reaccionado tarde y los ciudadanos han acabado horrorizándose como consumidores más que como ciudadanos.
Hasta aquí el relato de terror con que la señora Auken ha descrito vivamente, con ingenuidad nórdica y con toda la razón del mundo, el gran saqueo de lo que pertenecía al futuro por parte de nuestros modernos depredadores. Casi nada más se puede añadir al cuadro trazado que, en buena medida, explica las dramáticas percepciones sobre la actual crisis económica.
Aunque bien pensado, quizá sí se puede añadir algo: el gran saqueo material de todos esos años, generador de enormes fortunas y de daños irreparables, no habría sido posible si, paralelamente, no hubiéramos incurrido en el gran saqueo de las conciencias al que ahora denominamos "falta de valores", "novorriquismo" y cosas semejantes, pero que en los años opulentos, o que creíamos opulentos, estableció una férrea cadena de complicidades entre estafadores y futuros estafados, vinculados unos con otros por el sueño del dinero -sueño, luego, pesadilla para las víctimas- y por la confusión entre bienestar y beneficio. Gracias, señora Auken.
(Entrada núm. 1146) .../...
sábado, 9 de mayo de 2009
9 de Mayo. Día de Europa
En enero de 2005 pronuncié en Las Palmas un discurso en defensa del proyecto de Constitución Europea que pocas semanas más tarde se sometería a referéndum. Como conclusión del mismo cité unas premonitorias palabras del escritor francés Víctor Hugo pronunciadas en 1848 que dicen así: "Llegará un día que todas las naciones del continente, sin perder su idiosincracia o su gloriosa individualidad, se fundirán estrechamente en una unidad superior y constituirán la fraternidad europea. Llegará un día que no habrá otros campos de batalla que los mercados abriéndose a las ideas. Llegará un día en que las balas y las bombas serán sustituidas por los votos". Hoy, a pesar de todo, sigo creyendo que ese sueño merece la pena. No dejemos que el escepticismo y la desconfianza secuestren de nuevo la esperanza. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
El rapto de Europa, de Simon Vouet (c. 1640)
Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid, España)
Imágenes:
(1) El rapto de Europa, de Simon Vouet, en:
http://www.museothyssen.org/thyssen/img/obra912/museo_thyssen_g_793_193.jpg
(Entrada núm. 1145) .../...
El rapto de Europa, de Simon Vouet (c. 1640)
Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid, España)
Imágenes:
(1) El rapto de Europa, de Simon Vouet, en:
http://www.museothyssen.org/thyssen/img/obra912/museo_thyssen_g_793_193.jpg
(Entrada núm. 1145) .../...
miércoles, 6 de mayo de 2009
Mayo (Post scríptum)
¡Otro al que mayo le ha puesto sentimental!... Me refiero al profesor de Ciencia Política de la UNED, José Ignacio Torreblanca, que comenzaba su artículo "Agridulce aniversario" (El País, 04/05/09) sobre el inicio de la caída del Telón de Acero un 2 de mayo de hace 20 años, con estas palabras: "Soy de una generación que todavía pudo cruzar Checkpoint Charlie, pasear por un Berlín oriental lleno de Trabants, sobrecogerse ante las miradas inquisitoriales y las botas de caña alta de la temible Volkpolizei y contemplar una desolada y vacía Puerta de Brandenburgo". Es cierto; se me pasó por completo ese aniversario en mi comentario, "Mayo", de hace unos días, pero el artículo del profesor Torreblanca me ha hecho recordar con nitidez la historia que él recrea y que todos vimos, atónitos, por televisión: la fuga masiva de alemanes orientales hacia Austria, en los primeros días de mayo de 1989, aprovechando el desmantelamiento de los controles fronterizos entre Hungría y Austria que el gobierno magiar llevó a cabo de manera unilateral. Por ese "inmenso pequeño hueco" de sólo ocho kilómetros de longitud, comenzó a deshilacharse el universo soviético. Seis meses después caía el Muro de Berlín, y apenas año y medio más tarde desaparecía la propia Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. ¡Todo a una velocidad de vértigo!... No es extraño que los que lo vivieron (y los que lo recordamos) nos pongamos sentimentales ante aquel convulso y acelerado proceso de transformación histórico.
Aprovecho también este "post scríptum" para decir, a un nivel mucho más personal e intimista, que mayo es también el cumpleaños de mis amigas Marisa, Fabiola, Vicky, Noelia, Inés y Maite, y de mi amigo Frederic; y el de mis queridas cuñadas Carmen y María Auxiliadora; el Día del Abuelo en el colegio de mi nieto Gabriel (en el que voy a contar a sus compañeros de clase un cuento); el de la Primera Comunión de mi sobrina-nieta chicharrera, Diana; el aniversario de la fundación del Estado de Israel; y, eso espero, el mes en el que el F.C. Barcelona ganó la Champions, la Liga española y la Copa del Rey... Un mes completito, sí señor. Para recordarlo... Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
Noviembre de 1989: El Muro de Berlín se viene abajo
Imágenes:
(1) El Muro de Berlín se viene abajo, en:
http://www.cambio.com.co/culturacambio/746/IMAGEN/IMAGEN-3771507-2.jpg
"AGRIDULCE ANIVERSARIO", por José Ignacio Torreblanca
El País, 04/05/09
Soy de una generación que todavía pudo cruzar Checkpoint Charlie, pasear por un Berlín oriental lleno de Trabants, sobrecogerse ante las miradas inquisitoriales y las botas de caña alta de la temible Volkpolizei y contemplar una desolada y vacía Puerta de Brandenburgo. Afortunadamente, el siglo XX es ya hoy una fotografía en sepia, el muro de Berlín una reliquia para curiosos y la estrella roja un souvenir que se compra en los mercadillos de los domingos. La vieja sede del Partido Comunista alemán (el SED) a orillas de un canal del Spree, que antes fuera el Reichsbank de Hitler, alberga hoy al Ministerio de Exteriores así que un académico como yo puede guardar entre su colección de anécdotas el haberse dirigido a sus colegas de la asociación de estudios transeuropeos exactamente desde el mismo podio en el que Erich Honecker y Egon Bahr arengaban a los cuadros del partido. Nuestra vieja Europa es tan fantástica que en la vieja sede del Reichsbank y el SED te puedes tomar un café en una terraza acristalada y comprarte los últimos libros de política internacional mientras el diplomático con el que te has citado sale a buscarte. Tanta normalidad en una ciudad que es el epicentro del siglo XX resulta incluso surrealista.
Cuando este año celebremos el 20º aniversario de la caída del muro de Berlín, es decir, del comienzo del siglo XXI, conviene recordar que en la práctica todo comenzó en los astilleros polacos de Gdansk cuando unos pocos sindicalistas perdieron el miedo. Y, a todos los efectos, terminó cuando las autoridades húngaras decidieron, el 2 de mayo de 1989 (hace 20 años), desmantelar las alambradas en ocho kilómetros de su frontera con Austria, lo que permitió a miles de alemanes orientales huir en masa. En sólo tres meses, por ese pequeño agujero, el bloque soviético se disolvió como un azucarillo.
Aunque la ampliación al Este de la Unión Europea tardaría todavía quince años en materializarse, puede decirse sin miedo a equivocarse que la reunificación de Europa arrancó en aquel momento, cuando el entonces ministro de Exteriores alemán, Hans-Dietrich Genscher, se dirigió al pueblo húngaro y solemnemente prometió, "jamás olvidaremos este acto de humanidad". El resto lo puso el portavoz de Gorbachov, Guennadi Gerasimov, que preguntado acerca de si seguía vigente la Doctrina Bréznev, que obligaba a la URSS a intervenir en cualquier país de su órbita que se desviara de la ortodoxia comunista, despreocupadamente respondió que en adelante Moscú seguiría la Doctrina Sinatra (en referencia a la canción A mi manera, I did it my way). Un divertido final para un siniestro Pacto de Varsovia que había aplastado las revoluciones húngara y checa en 1956 y 1968.
Todo ello nos ha llevado a algunos a celebrar con especial orgullo el 1 de mayo pasado, quinto aniversario de la mal llamada "ampliación al Este" de la UE. Mal llamada "al Este" dado que, en realidad, Praga está más al Oeste que Viena. Pero como sabemos los españoles (que sufrimos durante mucho tiempo las consecuencias del "África comienza en los Pirineos"), la geografía es una ciencia política, así que desde que Stalin y Churchill se repartieran Europa en la servilleta que acompañaba a su café en Yalta, la noción de Europa Central desapareció en el sumidero de la historia, quedando sólo como una referencia cultural para minorías ilustradas.
Hay quienes dicen hoy que la ampliación del 2004 se hizo demasiado rápido, como si quince años de peregrinaje para volver a Europa fueran pocos. Tampoco faltan los que achacan a la ampliación todos los males que aquejan a la UE, olvidando que fueron franceses y holandeses los que nos privaron de una Constitución Europea. Sin olvidar la brecha atlántica que en tiempos de Bush dividió a Europa, que recorrió Este y Oeste de Europa a partes iguales. Y también están los que dicen que no hemos digerido esta ampliación, ¡Como si hubiésemos digerido la de 1973 al Reino Unido, Irlanda y Dinamarca! Europa ya era inevitable y exasperantemente diversa antes de 2004.
Por eso, este 1 de mayo ha sido un aniversario agridulce: dulce porque Europa está unida y en paz después de un terrible siglo XX, pero agrio, porque son pocos los que saben lo que tienen que celebrar, muchos los que consideran a los nuevos miembros como una rémora y demasiados los que están dispuestos a aceptar que siga habiendo europeos de primera (miembros privilegiados del euro y otras políticas) y de segunda (cuya integración sigue incompleta). Terminados los actos conmemorativos, muchos albergamos la misma secreta esperanza: la de que dentro de cinco años no sea necesario celebrar nada, lo que ofrecerá la prueba definitiva de que "Europa del Este" ha dejado de existir definitivamente en nuestra geografía política.
(Entrada 1143) .../...
Aprovecho también este "post scríptum" para decir, a un nivel mucho más personal e intimista, que mayo es también el cumpleaños de mis amigas Marisa, Fabiola, Vicky, Noelia, Inés y Maite, y de mi amigo Frederic; y el de mis queridas cuñadas Carmen y María Auxiliadora; el Día del Abuelo en el colegio de mi nieto Gabriel (en el que voy a contar a sus compañeros de clase un cuento); el de la Primera Comunión de mi sobrina-nieta chicharrera, Diana; el aniversario de la fundación del Estado de Israel; y, eso espero, el mes en el que el F.C. Barcelona ganó la Champions, la Liga española y la Copa del Rey... Un mes completito, sí señor. Para recordarlo... Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
Noviembre de 1989: El Muro de Berlín se viene abajo
Imágenes:
(1) El Muro de Berlín se viene abajo, en:
http://www.cambio.com.co/culturacambio/746/IMAGEN/IMAGEN-3771507-2.jpg
"AGRIDULCE ANIVERSARIO", por José Ignacio Torreblanca
El País, 04/05/09
Soy de una generación que todavía pudo cruzar Checkpoint Charlie, pasear por un Berlín oriental lleno de Trabants, sobrecogerse ante las miradas inquisitoriales y las botas de caña alta de la temible Volkpolizei y contemplar una desolada y vacía Puerta de Brandenburgo. Afortunadamente, el siglo XX es ya hoy una fotografía en sepia, el muro de Berlín una reliquia para curiosos y la estrella roja un souvenir que se compra en los mercadillos de los domingos. La vieja sede del Partido Comunista alemán (el SED) a orillas de un canal del Spree, que antes fuera el Reichsbank de Hitler, alberga hoy al Ministerio de Exteriores así que un académico como yo puede guardar entre su colección de anécdotas el haberse dirigido a sus colegas de la asociación de estudios transeuropeos exactamente desde el mismo podio en el que Erich Honecker y Egon Bahr arengaban a los cuadros del partido. Nuestra vieja Europa es tan fantástica que en la vieja sede del Reichsbank y el SED te puedes tomar un café en una terraza acristalada y comprarte los últimos libros de política internacional mientras el diplomático con el que te has citado sale a buscarte. Tanta normalidad en una ciudad que es el epicentro del siglo XX resulta incluso surrealista.
Cuando este año celebremos el 20º aniversario de la caída del muro de Berlín, es decir, del comienzo del siglo XXI, conviene recordar que en la práctica todo comenzó en los astilleros polacos de Gdansk cuando unos pocos sindicalistas perdieron el miedo. Y, a todos los efectos, terminó cuando las autoridades húngaras decidieron, el 2 de mayo de 1989 (hace 20 años), desmantelar las alambradas en ocho kilómetros de su frontera con Austria, lo que permitió a miles de alemanes orientales huir en masa. En sólo tres meses, por ese pequeño agujero, el bloque soviético se disolvió como un azucarillo.
Aunque la ampliación al Este de la Unión Europea tardaría todavía quince años en materializarse, puede decirse sin miedo a equivocarse que la reunificación de Europa arrancó en aquel momento, cuando el entonces ministro de Exteriores alemán, Hans-Dietrich Genscher, se dirigió al pueblo húngaro y solemnemente prometió, "jamás olvidaremos este acto de humanidad". El resto lo puso el portavoz de Gorbachov, Guennadi Gerasimov, que preguntado acerca de si seguía vigente la Doctrina Bréznev, que obligaba a la URSS a intervenir en cualquier país de su órbita que se desviara de la ortodoxia comunista, despreocupadamente respondió que en adelante Moscú seguiría la Doctrina Sinatra (en referencia a la canción A mi manera, I did it my way). Un divertido final para un siniestro Pacto de Varsovia que había aplastado las revoluciones húngara y checa en 1956 y 1968.
Todo ello nos ha llevado a algunos a celebrar con especial orgullo el 1 de mayo pasado, quinto aniversario de la mal llamada "ampliación al Este" de la UE. Mal llamada "al Este" dado que, en realidad, Praga está más al Oeste que Viena. Pero como sabemos los españoles (que sufrimos durante mucho tiempo las consecuencias del "África comienza en los Pirineos"), la geografía es una ciencia política, así que desde que Stalin y Churchill se repartieran Europa en la servilleta que acompañaba a su café en Yalta, la noción de Europa Central desapareció en el sumidero de la historia, quedando sólo como una referencia cultural para minorías ilustradas.
Hay quienes dicen hoy que la ampliación del 2004 se hizo demasiado rápido, como si quince años de peregrinaje para volver a Europa fueran pocos. Tampoco faltan los que achacan a la ampliación todos los males que aquejan a la UE, olvidando que fueron franceses y holandeses los que nos privaron de una Constitución Europea. Sin olvidar la brecha atlántica que en tiempos de Bush dividió a Europa, que recorrió Este y Oeste de Europa a partes iguales. Y también están los que dicen que no hemos digerido esta ampliación, ¡Como si hubiésemos digerido la de 1973 al Reino Unido, Irlanda y Dinamarca! Europa ya era inevitable y exasperantemente diversa antes de 2004.
Por eso, este 1 de mayo ha sido un aniversario agridulce: dulce porque Europa está unida y en paz después de un terrible siglo XX, pero agrio, porque son pocos los que saben lo que tienen que celebrar, muchos los que consideran a los nuevos miembros como una rémora y demasiados los que están dispuestos a aceptar que siga habiendo europeos de primera (miembros privilegiados del euro y otras políticas) y de segunda (cuya integración sigue incompleta). Terminados los actos conmemorativos, muchos albergamos la misma secreta esperanza: la de que dentro de cinco años no sea necesario celebrar nada, lo que ofrecerá la prueba definitiva de que "Europa del Este" ha dejado de existir definitivamente en nuestra geografía política.
(Entrada 1143) .../...
Paradoja irresuelta
Aquiles persiguiendo a la tortuga
El Diccionario de la Real Academia Española da la siguiente definición del término "paradoja": Del latín "paradoxus", y este del griego "παράδοξος": 1. Idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas; 2. Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera; 3. Figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción. Mira al avaro, en sus riquezas, pobre
En el siglo IV a.C., el filósofo griego Zenón de Elea (1), se hizo famoso planteando una serie de paradojas. Una de las que más interés despertó durante siglos fue la de "Aquiles y la tortuga" (2). Dice así: Aquiles, llamado "el de los pies ligeros" y el más hábil guerrero de los Aqueos, quien mató a Héctor, decide salir a competir en una carrera contra una tortuga. Ya que corre mucho más rápido que ella, y seguro de sus posibilidades, le da una gran ventaja inicial. Al darse la salida, Aquiles recorre en poco tiempo la distancia que los separaba inicialmente, pero al llegar allí descubre que la tortuga ya no está, sino que ha avanzado, más lentamente, un pequeño trecho. Sin desanimarse, sigue corriendo, pero al llegar de nuevo donde estaba la tortuga, ésta ha avanzado un poco más. De este modo, Aquiles no ganará la carrera, ya que la tortuga estará siempre por delante de él.
No soy Zenón de Elea; a lo sumo, un aprendiz de todo, que no domina ni tan siquiera los rudimentos de la ciencia matemática, pero me gustaría plantearles a ustedes (y especialmente a mi amiga y vecina, Inés, que es de "Ciencias") una paradoja que me suscité a mi mismo hace mucho tiempo, y que no he sabido resolver. Es la siguiente: Un niño nacido en el año 2000, considerando que el plazo de tiempo entre una una generación y otra fuera de 25 años. tendría 2 padres que habrían nacido en 1975, sus 4 abuelos en 1950, los 8 bisabuelos en 1925 y sus 16 tatarabuelos en 1900.
Con esa progresión geométrica, en 1800 sus ascendientes directos serían 256; en 1700, 4096; en 1600, 65.536; en 1500, 1.049.376; en 1400, 16.790.016; en 1300, 268.640.256; en 1200, serían 4.301.444.096; y en 1100, ¡ni les cuento!... Es imposible de todo punto que entre los años 1175 y 1200 de nuestra era hubieran vivido en nuestro mundo 4.301.444.096 seres humanos, antecedentes directos de ese niño nacido en el año 2000 d.C. Es, evidentemente, una paradoja, pero... ¿alguno de ustedes puede explicarme dónde está el error? Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
Notas:
(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Zen%C3%B3n_de_Elea
(2) http://es.wikipedia.org/wiki/Paradojas_de_Zen%C3%B3n
Imágenes:
(1) Aquiles y la tortuga, en:
http://lasteologias.files.wordpress.com/2008/10/aquiles-tortuga.jpg
(Entrada 1142) .../...
sábado, 2 de mayo de 2009
Mayo
Escribo desde la euforia contenida y respetuosa, como no podía ser menos, de ese inolvidable 2-6 del Barcelona al Real Madrid en su casa que, casi, ha decidido la Liga 2008-2009. No comienza mal el mes de mayo, un mes especial, sin duda. Lleno de recuerdos entrañables y reminiscencias infantiles. La primera de todas el de ese "Venid y vamos todos con flores a porfía, con flores a María, que madre nuestra es"... Y el de las Primeras Comuniones, la propia y las de los hijos. Pero la edad de la inocencia pasa inexorablemente con los años y como el honor en los guardias civiles, una vez perdida, resulta imposible de recuperar.
Y en otro mayo, aún sin entrar en la madurez, llegaron las escolares celebraciones patrióticas conmemorando las victorias de los aguerrido españoles sobre el temible ejército de Napoleón. Justamente hoy hace un año comentaba en el Blog que a mí el pasado no me producía melancolía o nostalgia. Que no era de los que dicen que "todo tiempo pasado fue mejor", pero, eso sí, que las conmemoraciones me ponían sentimental, quizá en exceso, a pesar de lo cual llevaba y sigo llevando una agenda bastante ordenada donde anoto los cumpleaños, onomásticas y aniversarios correspondientes a familiares, amigos, y acontecimientos que tienen o han tenido especial significado para mí, y que los paso de un año para otro a la nueva agenda. Justamente hoy hace un año veía en directo por Telemadrid los actos que se celebraban en el Ayuntamiento de Móstoles, con la presencia de la Familia Real al pleno, en conmemoración del bicentenario del famoso Bando de sus Alcaldes llamando a la rebelión del pueblo español frente a la ocupación francesa. Decía entonces que el aristócrata que lo redactó, Juan Pérez Villamil, y los alcaldes que lo suscribieron, Andrés Torrejón y Simón Hernández (Móstoles era en 1808 una localidad de no más de cien vecinos) no fueron conscientes de la trascendencia que ese Bando tuvo en la historia posterior de la Guerra de Independencia. Reelaborada o no esa historia con posterioridad, su llamamiento a la insurrección prendió una mecha que dio paso a un sentimiento nacional que no existía hasta ese momento, y que cuatro años más tarde daría lugar al nacimiento de la Nación española y a la primera Constitución liberal de Europa. Hoy, un año después me ha dado por pensar en los sucesos que ocurrieron en Madrid en mayo de 1808, y no tengo muy claro de haberme encontrado en ese momento y en ese lugar, que hubiera hecho yo. ¿Me hubiera puesto del lado de las gentes de orden, afrancesados en su mayor parte, horrorizados por el tumulto del populacho? ¿De parte de esos madrileños cabreados por la chulería de los gabachos y el secuestro de lo que quedaba de la Familia Real y su traslado a Francia? ¿O como hicieron la mayoría de los madrileños me hubiera quedado en casa, asustado, y viéndolas venir?...
Unos años más tarde, con la madurez recien estrenada, me acometió el fervor revolucionario desatado por las revueltas estudiantiles de mayo del 68 en Estados Unidos y en Francia. Lo recordaba también en el Blog al inicio del mes de mayo del pasado año: En mayo del 68 yo tenía 22 años y era completamente feliz. El año anterior había terminado mi primera titulación universitaria, tenía un buen trabajo, me había traslado a vivir de Madrid a Gran Canaria, me había casado con una compañera de trabajo que sigue siendo aún la compañera de mi vida y que pocos meses más tarde me haría padre de mi primera hija, y a cubierto de todo temor, asistía emocionado, a las revueltas estudiantiles de Berkely, en California, y de otras universidades europeas que culminaron con la asonada casi revolucionaria de los estudiantes franceses de París que a punto estuvieron de acabar con la V República. No estuve allí, pero casi. Al menos en espíritu, sí... De todo lo que se contó, se supo, se fabuló sobre Mayo del 68, me quedé con dos anécdotas: La primera, la película "Soñadores" (2003), de Bernardo Bertolucci, con una sensacional y espléndida Eva Green, de la que ya he escrito en este blog con anterioridad; la segunda, el lema oficioso de la revuelta estudiantil, promulgado en la Universidad de la Sorbona por un genial publicista anónimo provisto de un aerosol: "Sous les pavés, la plage" (Debajo de los adoquines, está la playa)... La playa no apareció, pero los adoquines sirvieron para levantar una barrera infranqueable para la policía antidisturbios. Y cuando todo terminó, nunca más fueron repuestos... Por si acaso... ¿Qué queda en nuestra juventud del espíritu de Mayo del 68?: Me temo que nada, o más bien poco... Pero aun visto desde lejos, fue precioso.
Mayo es también el mes en que celebramos el Día de Europa (el próximo día 9). Una Europa que no pasa por su mejor momento pero a la que muchos (yo, entre ellos) seguimos soñando fuerte y unida en su diversidad. Y también el Día de Canarias (el 30 de mayo), de una Canarias que nos parece imposible de vertebrar políticamente y que se debate entre el esperpento y la tragicomedia de una clase política y un gobierno inoperantes, incompetentes y desvergonzados. Pero esas son otras historias y ya hablaremos de ellas, al menos así lo espero, en su momento... Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
Sergio Ramos y Henry, disputan un balón en el partido de hoy
Imágenes:
(1) Sergio Ramos y Henry disputan un balón en el partido de hoy, en:
http://www.elpais.com/recorte/20090502elpepudep_20/XLCO/Ies/20090502elpepudep_20.jpg
(Entrada núm. 1141) .../...
miércoles, 29 de abril de 2009
Gran Canaria, la triple vergüenza y el 29 de abril
Con la rendición del último reducto de resistencia indígena que se había hecho fuerte en el Sitio de Ansite, y la entrega a los castellanos de las princesas Abenohara, Masequera y Tenesoya, el 29 de abril de 1483 se daba por concluida en el Real de Las Palmas la conquista y pacificación de Gran Canaria por la Corona castellana. Era una derrota en toda regla de la población aborigen, que desde 1478 había defendido con valentía e indomable coraje la independencia de su isla.
Durante 500 años el 29 de abril y el 8 de septiembre (Festividad de Nuestra Señora del Pino, patrona de la isla) fueron las festividades mayores de la isla de Gran Canaria. Civil y patriótica, la primera; religiosa y popular, la segunda. Restaurada la democracia, la primera dejó de celebrarse con la complicidad de una derecha oligárquica a la que le recordaba su vinculación con los fastos del franquismo, de una izquierda que se avergonzaba de "celebrar" una derrota, y de un nacionalismo bananero que repudiaba, y sigue repudiando, todo aquello que le relacione con España.
Allá ellos. Me da igual que me consideren un reaccionario. Será por la condición natural de mi familia, formada por descendientes de judíos conversos, castellanos-viejos, canarios de origen e italianos de la diáspora, que la pureza de sangre me la refanfinfla. Para mi, el 29 de abril seguirá siendo la fecha en que Gran Canaria entró por la puerta grande en la Historia. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
El Roque Nublo (Gran Canaria) con el Teide (Tenerife), al fondo
Imágenes:
(1) El Roque Nublo, símbolo de Gran Canaria, en:
http://www.viajesfotos.com/albums/EA-Gran-Canaria/Roque-Nublo/Roque-Nublo-Gran-Canaria-01.jpg
Bandera de Gran Canaria, Las Palmas
Símbolos de Gran Canaria:
(1) Escudo de Armas de Gran Canaria, en:
http://simbolosdecanarias.proel.net/xtras/images/img/gran-canaria_escudo.png
(2) Bandera de Gran Canaria, en:
http://img227.imageshack.us/img227/4351/z19jy8.jpg
(3) Himno Oficial de Gran Canaria, en:
http://www.youtube.com/watch?v=w02hFMo9b2A
Escudo de Armas de Gran Canaria
(Entrada núm. 1140) .../...
Durante 500 años el 29 de abril y el 8 de septiembre (Festividad de Nuestra Señora del Pino, patrona de la isla) fueron las festividades mayores de la isla de Gran Canaria. Civil y patriótica, la primera; religiosa y popular, la segunda. Restaurada la democracia, la primera dejó de celebrarse con la complicidad de una derecha oligárquica a la que le recordaba su vinculación con los fastos del franquismo, de una izquierda que se avergonzaba de "celebrar" una derrota, y de un nacionalismo bananero que repudiaba, y sigue repudiando, todo aquello que le relacione con España.
Allá ellos. Me da igual que me consideren un reaccionario. Será por la condición natural de mi familia, formada por descendientes de judíos conversos, castellanos-viejos, canarios de origen e italianos de la diáspora, que la pureza de sangre me la refanfinfla. Para mi, el 29 de abril seguirá siendo la fecha en que Gran Canaria entró por la puerta grande en la Historia. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
El Roque Nublo (Gran Canaria) con el Teide (Tenerife), al fondo
Imágenes:
(1) El Roque Nublo, símbolo de Gran Canaria, en:
http://www.viajesfotos.com/albums/EA-Gran-Canaria/Roque-Nublo/Roque-Nublo-Gran-Canaria-01.jpg
Bandera de Gran Canaria, Las Palmas
Símbolos de Gran Canaria:
(1) Escudo de Armas de Gran Canaria, en:
http://simbolosdecanarias.proel.net/xtras/images/img/gran-canaria_escudo.png
(2) Bandera de Gran Canaria, en:
http://img227.imageshack.us/img227/4351/z19jy8.jpg
(3) Himno Oficial de Gran Canaria, en:
http://www.youtube.com/watch?v=w02hFMo9b2A
Escudo de Armas de Gran Canaria
(Entrada núm. 1140) .../...
lunes, 27 de abril de 2009
Vida de reyes
Es cierto. No suele faltarles de nada. Lo tienen todo, o casi todo, resuelto materialmente hasta el fin de sus días, y cuando eso llega, les sepultan en un precioso panteón (1) de mármoles rojos bajo el altar mayor de la Basílica de San Lorenzo de El Escorial... Eso es vida, y lo demás cuento...
La escritora Elvira Lindo (2), la "mamá" del entrañable y repelente Manolito "Gafotas", estuvo el pasado día 23 en la comida que los reyes de España ofrecieron en el Palacio Real de Madrid a Juan Marsé, premio Cervantes 2008, y a un centenar de invitados más. Ayer, Elvira Lindo dejó una crónica de esa comida en la revista Domingo, el suplemento semanal de El País.
¿Cómo será la vida si no puedes mantener una conversación maliciosa con un desconocido?, se pregunta la escritora. ¿Cómo vivir sin la pequeña maldad o sin esa confidencia temeraria a la que uno se atreve cuando se han bebido dos copas? ¿Cómo soportar que los demás no se comporten nunca contigo de manera natural? No le gustaría vivir así, confiesa, Y añade que aunque sabe que la van a llamar reaccionaria por ello, o lo que es peor, cursí, siente pena por los reyes; y que no quiere esa vida para ella.
Algunos dirán que si tan mal lo pasan, que se vayan. Bien, es una opción. Pero tengo la impresión de que con simplezas como esa dejamos en el aire la verdadera cuestión: Si tan inútiles, gorrones y parásitos resultan para el país, ¿por qué la Corona (3) es la institución política mejor y más valorada por los ciudadanos?... Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
Los reyes de España
Notas:
(1) http://www.fuenterrebollo.com/Sala-Reyes/panteones-escorial.html
(2) http://es.wikipedia.org/wiki/Elvira_Lindo
(3) http://www.casareal.es/
Fotos:
(1) Los Reyes de España, en:
http://farm3.static.flickr.com/2210/1822140911_3923b5944b.jpg
(2) La escritora Elvira Lindo, en:
http://www.madeingreen.com/es/images/amigos/ElviraLindo.jpg
(3) Real Monasterio de El Escorial, Madrid, en:
http://www.madridpedia.com/files/fotografias/monasterio-de-san-lorenzo-de-el-escorial-patrimonio-de-la-humanidad.png
La escritora Elvira Lindo
"AIRES DE GRANDEZA", por Elvira Lindo
Domingo, 26/04(09
Aires de grandeza. Eso es lo que debo tener, pienso, mientras miro al Rey, que preside la mesa en la que como, y siento compasión por la vida que le ha tocado vivir. Supongo que para los detractores de la Corona, esta sensación mía es un insulto al pueblo, ya que se supone que los Reyes son seres que sólo viven para acumular privilegios; supongo que también para él, para el mismo Rey, sería humillante si supiera que esta mujer que le observa desde el otro lado de la mesa siente algo parecido a la lástima por él. Alargo el cuello, hago la grúa, y la miro a ella, a la Reina, la veo afirmar con la cabeza, sonriente y con más atención que su marido, que a veces tiene la mirada brumosa; entonces, otra compasión del mismo calibre que la anterior me invade. No tengo a nadie a quien confesárselo; creo que en esta mesa de 100 personas que celebramos el Cervantes concedido a Juan Marsé no habría casi nadie que pudiera compartir estas ideas que rumio. Unos pensarían que sentir pena de los Reyes es reaccionario, cursi o de una inaceptable humanidad. ¡Pero no puedo evitarlo! Sé que ahora mismo hay mendigos de solemnidad ahí abajo en la plaza de Oriente, en el interior de los enormes setos que adornan el parque. Sé que hay casi cuatro millones de parados, inmigrantes sin papeles, mileuristas sin esperanza. Sé que hubo un culebrón, los ricos también lloran. Sé que los intelectuales miran las lágrimas de los Reyes con ironía. Bien. Sin embargo, yo, viéndolos a ellos, experimento de una, a lo bestia, toda la fortuna de mi vida: la fortuna de no cargar sobre mis hombros con un destino familiar del que no poder zafarme; la alegría de no ser el centro allí donde vas; la ligereza de caminar por donde me da la gana; la libertad de poder expresar mis ideas sin que se cuestione mi derecho a hacerlo; el alivio de no tener que hacer el rendez-vous a mandatarios extranjeros, el coñazo de los viajes, el coñazo de los bailes regionales en todos los aeropuertos. ¡Ja! No es que la desgracia ajena me haga sentir bien, aunque también. Me veo aquí, sentadita en palacio: cuando quiero, hablo con mis compañeros de mesa; cuando no, me quedo mirando la impresionante mampostería del techo. Cuando este palacio fue de verdad habitado, los reyes habrían de notar el runrún de los habitantes de los pisos superiores, de todo ese batallón de operarios, modistillas, criados, lavanderas, que asistían a la monarquía y formaban una especie de pueblo interior, un Madrid dentro de Madrid, con pasillos concurridos como si fueran calles. Tendría que oírse. Tal vez sería un lejano rumor, como el ruido de las correrías de los ratones en las buhardillas de los pueblos. Ellos ya no viven en este palacio inabarcable, pero viven en otras casonas, igualmente pertrechadas por vigilantes, ajenos física y humanamente a la gente que anda por la calle con las manos en los bolsillos. Me causa extrañeza esa vida, sí. ¡Con lo que a mí me gusta andar con las manos en los bolsillos! Miro al Rey. Muchos adjetivos le adornan, algunos muy sabidos: socarrón, campechano, simpático. Hago la grúa y miro a la Reina: atenta a las palabras de otros, discreta (algunos dirán que ese adjetivo se malogró este año). Imagino la de días en los que tienen que asistir a actos como éste. Se supone que este acto debiera ser un poco más sexy por el hecho de estar protagonizado por gente del mundo del libro. Pero no, nosotros podemos ser tan aburridos como cualquiera, o incluso más, porque forma parte de nuestra esencia mostrar desprecio y distancia, aunque lleguemos a ponernos paranoicos si no se nos invita. Nadie mejor que Alan Bennett ha descrito esa pose cejialta en aquel libro del que ya escribí, Una lectora poco común. Por lo que a mí respecta, estoy disfrutando, disfruto de ver el palacio por dentro, de zascandilear, de escuchar algún chisme, de saberme espectadora, sin más. Sobre todo, disfruto de lo que es una excepción en mis sobremesas. No podría aguantar que esto se repitiera más de un día al año. Para el café, pasamos al salón contiguo. Ésta es la parte relajada, me dice alguien, en la que ellos pueden departir con autores, editores y directores generales. Ah. Desde mi rincón, les veo, efectivamente, moverse de un grupo a otro. Los príncipes sostienen una atención más enérgica, más juvenil, como si la batería estuviera al máximo, pero en ellos se nota el cansancio de siglos, de su sangre y la de sus antepasados. ¿Cómo será la vida si no puedes mantener una conversación maliciosa con un desconocido? ¿Cómo vivir sin la pequeña maldad o sin esa confidencia temeraria a la que uno se atreve cuando se han bebido dos copas? ¿Cómo soportar que los demás no se comporten nunca contigo de manera natural? ¿Acaso no perciben que según se acercan a un grupo se hace un silencio, se tensan las sonrisas, se fuerzan las amabilidades? Al día siguiente, antes del gustoso ronroneo en mi siesta Amarentiemposrevueltos, veo el telediario; ahí están de nuevo, con una delegación india. Indios o escritores, tanto da. Un aburrimiento. Me imagino en su lugar, ya por la noche, en la soledad de su cuarto o de sus cuartos. Seguro que yo me pondría a fantasear con la república. Pero yo, ya digo, tengo aires de grandeza.
Real Monasterio de El Escorial, Madrid
(Entrada núm. 1138) .../...
La escritora Elvira Lindo (2), la "mamá" del entrañable y repelente Manolito "Gafotas", estuvo el pasado día 23 en la comida que los reyes de España ofrecieron en el Palacio Real de Madrid a Juan Marsé, premio Cervantes 2008, y a un centenar de invitados más. Ayer, Elvira Lindo dejó una crónica de esa comida en la revista Domingo, el suplemento semanal de El País.
¿Cómo será la vida si no puedes mantener una conversación maliciosa con un desconocido?, se pregunta la escritora. ¿Cómo vivir sin la pequeña maldad o sin esa confidencia temeraria a la que uno se atreve cuando se han bebido dos copas? ¿Cómo soportar que los demás no se comporten nunca contigo de manera natural? No le gustaría vivir así, confiesa, Y añade que aunque sabe que la van a llamar reaccionaria por ello, o lo que es peor, cursí, siente pena por los reyes; y que no quiere esa vida para ella.
Algunos dirán que si tan mal lo pasan, que se vayan. Bien, es una opción. Pero tengo la impresión de que con simplezas como esa dejamos en el aire la verdadera cuestión: Si tan inútiles, gorrones y parásitos resultan para el país, ¿por qué la Corona (3) es la institución política mejor y más valorada por los ciudadanos?... Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
Los reyes de España
Notas:
(1) http://www.fuenterrebollo.com/Sala-Reyes/panteones-escorial.html
(2) http://es.wikipedia.org/wiki/Elvira_Lindo
(3) http://www.casareal.es/
Fotos:
(1) Los Reyes de España, en:
http://farm3.static.flickr.com/2210/1822140911_3923b5944b.jpg
(2) La escritora Elvira Lindo, en:
http://www.madeingreen.com/es/images/amigos/ElviraLindo.jpg
(3) Real Monasterio de El Escorial, Madrid, en:
http://www.madridpedia.com/files/fotografias/monasterio-de-san-lorenzo-de-el-escorial-patrimonio-de-la-humanidad.png
La escritora Elvira Lindo
"AIRES DE GRANDEZA", por Elvira Lindo
Domingo, 26/04(09
Aires de grandeza. Eso es lo que debo tener, pienso, mientras miro al Rey, que preside la mesa en la que como, y siento compasión por la vida que le ha tocado vivir. Supongo que para los detractores de la Corona, esta sensación mía es un insulto al pueblo, ya que se supone que los Reyes son seres que sólo viven para acumular privilegios; supongo que también para él, para el mismo Rey, sería humillante si supiera que esta mujer que le observa desde el otro lado de la mesa siente algo parecido a la lástima por él. Alargo el cuello, hago la grúa, y la miro a ella, a la Reina, la veo afirmar con la cabeza, sonriente y con más atención que su marido, que a veces tiene la mirada brumosa; entonces, otra compasión del mismo calibre que la anterior me invade. No tengo a nadie a quien confesárselo; creo que en esta mesa de 100 personas que celebramos el Cervantes concedido a Juan Marsé no habría casi nadie que pudiera compartir estas ideas que rumio. Unos pensarían que sentir pena de los Reyes es reaccionario, cursi o de una inaceptable humanidad. ¡Pero no puedo evitarlo! Sé que ahora mismo hay mendigos de solemnidad ahí abajo en la plaza de Oriente, en el interior de los enormes setos que adornan el parque. Sé que hay casi cuatro millones de parados, inmigrantes sin papeles, mileuristas sin esperanza. Sé que hubo un culebrón, los ricos también lloran. Sé que los intelectuales miran las lágrimas de los Reyes con ironía. Bien. Sin embargo, yo, viéndolos a ellos, experimento de una, a lo bestia, toda la fortuna de mi vida: la fortuna de no cargar sobre mis hombros con un destino familiar del que no poder zafarme; la alegría de no ser el centro allí donde vas; la ligereza de caminar por donde me da la gana; la libertad de poder expresar mis ideas sin que se cuestione mi derecho a hacerlo; el alivio de no tener que hacer el rendez-vous a mandatarios extranjeros, el coñazo de los viajes, el coñazo de los bailes regionales en todos los aeropuertos. ¡Ja! No es que la desgracia ajena me haga sentir bien, aunque también. Me veo aquí, sentadita en palacio: cuando quiero, hablo con mis compañeros de mesa; cuando no, me quedo mirando la impresionante mampostería del techo. Cuando este palacio fue de verdad habitado, los reyes habrían de notar el runrún de los habitantes de los pisos superiores, de todo ese batallón de operarios, modistillas, criados, lavanderas, que asistían a la monarquía y formaban una especie de pueblo interior, un Madrid dentro de Madrid, con pasillos concurridos como si fueran calles. Tendría que oírse. Tal vez sería un lejano rumor, como el ruido de las correrías de los ratones en las buhardillas de los pueblos. Ellos ya no viven en este palacio inabarcable, pero viven en otras casonas, igualmente pertrechadas por vigilantes, ajenos física y humanamente a la gente que anda por la calle con las manos en los bolsillos. Me causa extrañeza esa vida, sí. ¡Con lo que a mí me gusta andar con las manos en los bolsillos! Miro al Rey. Muchos adjetivos le adornan, algunos muy sabidos: socarrón, campechano, simpático. Hago la grúa y miro a la Reina: atenta a las palabras de otros, discreta (algunos dirán que ese adjetivo se malogró este año). Imagino la de días en los que tienen que asistir a actos como éste. Se supone que este acto debiera ser un poco más sexy por el hecho de estar protagonizado por gente del mundo del libro. Pero no, nosotros podemos ser tan aburridos como cualquiera, o incluso más, porque forma parte de nuestra esencia mostrar desprecio y distancia, aunque lleguemos a ponernos paranoicos si no se nos invita. Nadie mejor que Alan Bennett ha descrito esa pose cejialta en aquel libro del que ya escribí, Una lectora poco común. Por lo que a mí respecta, estoy disfrutando, disfruto de ver el palacio por dentro, de zascandilear, de escuchar algún chisme, de saberme espectadora, sin más. Sobre todo, disfruto de lo que es una excepción en mis sobremesas. No podría aguantar que esto se repitiera más de un día al año. Para el café, pasamos al salón contiguo. Ésta es la parte relajada, me dice alguien, en la que ellos pueden departir con autores, editores y directores generales. Ah. Desde mi rincón, les veo, efectivamente, moverse de un grupo a otro. Los príncipes sostienen una atención más enérgica, más juvenil, como si la batería estuviera al máximo, pero en ellos se nota el cansancio de siglos, de su sangre y la de sus antepasados. ¿Cómo será la vida si no puedes mantener una conversación maliciosa con un desconocido? ¿Cómo vivir sin la pequeña maldad o sin esa confidencia temeraria a la que uno se atreve cuando se han bebido dos copas? ¿Cómo soportar que los demás no se comporten nunca contigo de manera natural? ¿Acaso no perciben que según se acercan a un grupo se hace un silencio, se tensan las sonrisas, se fuerzan las amabilidades? Al día siguiente, antes del gustoso ronroneo en mi siesta Amarentiemposrevueltos, veo el telediario; ahí están de nuevo, con una delegación india. Indios o escritores, tanto da. Un aburrimiento. Me imagino en su lugar, ya por la noche, en la soledad de su cuarto o de sus cuartos. Seguro que yo me pondría a fantasear con la república. Pero yo, ya digo, tengo aires de grandeza.
Real Monasterio de El Escorial, Madrid
(Entrada núm. 1138) .../...
domingo, 26 de abril de 2009
Rajoy y la crisis
Es cierto el proverbio que dice que una imagen vale más que mil palabras... Lo saben sobre todos los humoristas gráficos, seres capaces de plasmar la compleja realidad en una sola viñeta. En España los hay geniales. Uno de ellos, Forges, lo hace hoy en El País con una que refleja con sensacional visión y mala leche lo que muchos españoles pensamos sobre el señor Rajoy y su partido en el dramático asunto de la crisis que nos afecta: sencillamente, que no tienen vergüenza, ni por supuesto, recetas que ofrecer. Sean felices a pesar de todo. Y disfruten del domingo. Tamaragua, amigos. (HArendt)
Forges (El País, 26/04/09)
Entrada 1136 (.../...)
Forges (El País, 26/04/09)
Entrada 1136 (.../...)
jueves, 23 de abril de 2009
¡Eureka!
¡Eureka!... "La literatura, desde los tiempos de Homero, sólo es el regreso a los lugares en que perdimos el corazón." Estaba buscando algún comentario original para conmemorar el día de hoy, 23 de abril, Día de las Letras Españolas y aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes. Una frase emotiva que resumiera el placer que proporciona el leer buena literatura. Lo encontré en el último párrafo del artículo con el que el escritor Gustavo Martin Garzo ("El embrujo de Juan Marsé", El País, 23/04/09) homenajea a su homólogo Juan Marsé (1), que hoy recibe el Premio Cervantes de manos del Rey. Leánlos (a Martín Garzo, y por supuesto a Juan Marsé; yo sólo soy un mensajero...) Disfrútenlos. Y sean felices, por favor. Y si quieren, terminen el día con la lectura de una de las más famosas novelas de nuestro Premio Cervantes: "Últimas tardes con Teresa", pueden descargarla aquí (2), gratis y legalmente. No me dan las gracias; es un placer. El discurso de Juan Marsé en el acto de recepción del Premio Cervantes pueden leerlo aquí (3). Y el "especial" de El País sobre el Día del Libro y los Premios Cervantes, en ésta (4) dirección electrónica. Tamaragua, amigos. (HArendt)
Notas:
(1) Página electrónica de Juan Marsé, en:
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/marse/index.htm
(2) "Últimas tardes con Teresa", en:
http://www.bibliotheka.org/?/ver/24700
(3) Discurso del escritor Juan Marsé con motivo de la recepción del Prmeio Cervantes, en:
http://www.elpais.com/elpaismedia/ultimahora/media/200904/23/cultura/20090423elpepucul_1_Pes_PDF.pdf
(4) Página especial de El País con dedicada al Día del Libro y los Premios Cervantes, en:
http://www.elpais.com/especial/dia-del-libro/premios-cervantes/
Imágenes:
(1) El escritor Juan Marsé, en:
http://www.gonzalobarr.com/blog/wp-content/uploads/2008/12/juan_marse.jpg
(2) Portada de "Últimas tardes con Teresa", en:
http://www.lalibreriadejavier.com/wp-content/uploads/2008/12/ultimas-tardes-con-teresa.jpg
El escritor Juan Marsé, Premio Cervantes
"EL EMBRUJO DE JUAN MARSÉ", por Gustavo Martín Garzo.
El País, 23/04/09
Los personajes de sus novelas poseen la falta de orgullo y la capacidad redentora de los antiguos héroes, ese viejo idealismo que se opone a la penosa realidad del presente. Marsé recibe hoy el Premio Cervantes. En la literatura española no hay grandes historias de amor. Ni siquiera Don Quijote de la Mancha o La celestina lo son. Don Quijote sustituye el mundo real por el de los ideales, y para Calixto su encuentro con Melibea no implica mucho más que la satisfacción de una necesidad fisiológica. Esta segunda tendencia es la que triunfa tristemente en nuestra literatura desde la picaresca, y se prolonga hasta bien entrado el siglo veinte. Hay excepciones, y sin duda la más decisiva es Galdós. Él fue el creador de Fortunata, el personaje femenino más inolvidable de nuestra literatura. En un mundo tristemente lastrado por las ideas más rancias, es Fortunata quien formula el mandamiento esencial del amor: que nada que tenga que ver con él es pecado. Son muchas las cosas que unen a Juan Marsé y a Benito Pérez Galdós. Su visión pesimista del ser humano, su capacidad para situarse en el lugar de la derrota y el fracaso de los ideales, y el que sus novelas sean algo así como un gran almacén de las emociones humanas. Pero, sobre todo, la facilidad con que sus personajes se desplazan del mundo real al mundo de los sueños. Es esta cualidad la que les hace tan sensibles a lo amoroso, que siempre tiene que ver con la ensoñación. Y los personajes más inolvidables de Marsé, el Java de Si te dicen que caí, el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa, la Susanita y Daniel de El embrujo de Shanghai, no dejan de fantasear acerca de los demás o de sí mismos, ni de confundir el mundo real con el de sus sueños. Sobreviven contándose historias, pero la ficción no es sólo para ellos una forma de evadirse de un mundo degradado, en que predomina la violencia y la represión, sino la posibilidad de salvar las verdades más hondas de lo que son. En cierta forma, todos ellos son artistas, seres imaginativos y soñadores, dotados de una rara capacidad para comprometer a los demás con sus fantasías y de dar a sus acciones un sentido artístico de descubrimiento. Octavio Paz dijo que la poesía vuelve habitable el mundo, y es lo que hacen los impenitentes fabuladores que pueblan el mundo de Marsé, transformar el degradado paisaje en que viven en un paisaje moral. Tal vez por eso, los dos pilares básicos de este mundo son el regreso del héroe y la reivindicación del amor y de la amistad. En las novelas de Marsé el protagonista siempre busca algo que perdió y quiere recuperar, algo que tiene que ver con ese viejo idealismo que se opone a la penosa realidad del presente. Sus personajes poseen esa falta de orgullo y esa capacidad redentora de los antiguos héroes. Son hombres cansados o muchachos confusos que viven entre la inmundicia, o pobres mujeres a las que la vida ha condenado a la soledad y la degradación, pero en los que aún late esa antigua capacidad del corazón humano para conmoverse ante la luz y el brillo del mundo. Es esta búsqueda de los lugares encantados del pasado la que les hace vivir. Tal vez por eso a todos nos gustaría ser como ellos, pues por muy derrotados y tristes que nos parezcan en los personajes de Marsé siempre hay una honda conexión con la vida y la belleza, con ese mundo de los "primeros deslumbramientos" que no dejamos de buscar. Se ha escrito mucho sobre Marsé, sobre su capacidad para mezclar en sus novelas lo popular y lo culto, la literatura y la política, el folletín con la sociología, el sarcasmo con la piedad, lo grotesco con lo lírico; pero suele olvidarse que ese alarde técnico, esa búsqueda incontestable de fluidez y de totalidad, encubre una clara voluntad transfiguradora. El misterio de Marsé es cómo consigue que sus personajes abandonen el libro que estamos leyendo para vivir a nuestro lado como si hubieran salido de un cuento. Y no hay mejor ejemplo que Últimas tardes con Teresa, donde la pareja protagonista, más allá de lo que en principio cabe esperar de ellos, vive su amor ante nuestros ojos como esos grandes amantes de la literatura cuyas palabras y gestos nunca podremos olvidar, pues pertenecen al mundo antiguo del mito. Porque Últimas tardes con Teresa es sin duda una de las novelas de amor más hermosas escritas jamás en nuestra lengua. Antes he hablado de Galdós pero tal vez con el que habría que comparar a Marsé es con Scott Fitzgerald, por su capacidad para hacer de la literatura el espacio de la transfiguración. James Joyce llamó epifanías a esos instantes de encantamiento en que "la realidad se vuelve de pronto expresiva", y Marsé sólo escribe para dar cuenta de ellos. Eso es una epifanía, una pequeña explosión de realidad que hace del texto el lugar de la restitución. No es extraño que en el prólogo que escribe para su novela, diez años después de su publicación, se limite a hacer una lista apresurada de esos momentos encantados: la visión del pijama de seda de una niña o de las cofias y los delantales de una criada, dos manos unidas en un cementerio, o "el desorden de flores y besos que Teresa y Manolo dejan tras ellos en su última noche juntos, sobre el confeti de la calle en fiestas". Juan Marsé, como todos los grandes narradores, quiere llevarnos al lugar del milagro. El lugar donde los animales bajan a comer de las manos de los niños, donde los amantes se encuentran y donde se escuchan las voces de los muertos. Por eso sus historias se pueblan de seres tan extraños como inolvidables: pistoleros capaces de calentar la leche con sus manos, ancianos que detectan el olor de la muerte, muchachos de barrio que salvan el mundo con sus fantasías, fantasmas que deliran por los barrancos, niños que escuchan las voces de los desaparecidos, perros enfermos que siguen fielmente a sus amos, cojitas que se inventan flores que no pueden existir, mujeres hermosas que siguen brillando en la derrota como vírgenes en sus retablos de oro. Todos ellos cargan en su pecho un corazón demasiado grande con el que no saben qué hacer. Con el instinto de ese narrador eterno descrito por Benjamin, que entrega su propia vida a la tarea de contar, Marsé ha hecho arder una y otra vez la suave llama de sus historias. El resultado es una obra construida con materiales de derribo en la que misteriosamente siguen viviendo esas historias eternas que nos dicen que "los sueños juveniles se corrompen en boca de los adultos" y que en la vida real no caben todos los anhelos de nuestro corazón. Hay un momento en Lolita, la novela de Nabokov, que resume lo que acabo de decir. Lolita, casada y embarazada, le dice a Humbert-Humbert excusándose de haberle engañado con Vilty: "Tú destrozaste mi vida, pero él me rompió el corazón". Las novelas de Juan Marsé no hacen sociología, aunque sea posible reconstruir a partir de ellas tantas conductas de la época y del país en que fueron escritas; no hablan de vidas destrozadas, sino de corazones rotos, lo que es muy diferente. Él sabe que la literatura, desde los tiempos de Homero, sólo es el regreso a los lugares en que perdimos el corazón.
Portada de "Últimas tardes con Teresa", de Juan Marsé
(Entrada 1135) .../...
Notas:
(1) Página electrónica de Juan Marsé, en:
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/marse/index.htm
(2) "Últimas tardes con Teresa", en:
http://www.bibliotheka.org/?/ver/24700
(3) Discurso del escritor Juan Marsé con motivo de la recepción del Prmeio Cervantes, en:
http://www.elpais.com/elpaismedia/ultimahora/media/200904/23/cultura/20090423elpepucul_1_Pes_PDF.pdf
(4) Página especial de El País con dedicada al Día del Libro y los Premios Cervantes, en:
http://www.elpais.com/especial/dia-del-libro/premios-cervantes/
Imágenes:
(1) El escritor Juan Marsé, en:
http://www.gonzalobarr.com/blog/wp-content/uploads/2008/12/juan_marse.jpg
(2) Portada de "Últimas tardes con Teresa", en:
http://www.lalibreriadejavier.com/wp-content/uploads/2008/12/ultimas-tardes-con-teresa.jpg
El escritor Juan Marsé, Premio Cervantes
"EL EMBRUJO DE JUAN MARSÉ", por Gustavo Martín Garzo.
El País, 23/04/09
Los personajes de sus novelas poseen la falta de orgullo y la capacidad redentora de los antiguos héroes, ese viejo idealismo que se opone a la penosa realidad del presente. Marsé recibe hoy el Premio Cervantes. En la literatura española no hay grandes historias de amor. Ni siquiera Don Quijote de la Mancha o La celestina lo son. Don Quijote sustituye el mundo real por el de los ideales, y para Calixto su encuentro con Melibea no implica mucho más que la satisfacción de una necesidad fisiológica. Esta segunda tendencia es la que triunfa tristemente en nuestra literatura desde la picaresca, y se prolonga hasta bien entrado el siglo veinte. Hay excepciones, y sin duda la más decisiva es Galdós. Él fue el creador de Fortunata, el personaje femenino más inolvidable de nuestra literatura. En un mundo tristemente lastrado por las ideas más rancias, es Fortunata quien formula el mandamiento esencial del amor: que nada que tenga que ver con él es pecado. Son muchas las cosas que unen a Juan Marsé y a Benito Pérez Galdós. Su visión pesimista del ser humano, su capacidad para situarse en el lugar de la derrota y el fracaso de los ideales, y el que sus novelas sean algo así como un gran almacén de las emociones humanas. Pero, sobre todo, la facilidad con que sus personajes se desplazan del mundo real al mundo de los sueños. Es esta cualidad la que les hace tan sensibles a lo amoroso, que siempre tiene que ver con la ensoñación. Y los personajes más inolvidables de Marsé, el Java de Si te dicen que caí, el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa, la Susanita y Daniel de El embrujo de Shanghai, no dejan de fantasear acerca de los demás o de sí mismos, ni de confundir el mundo real con el de sus sueños. Sobreviven contándose historias, pero la ficción no es sólo para ellos una forma de evadirse de un mundo degradado, en que predomina la violencia y la represión, sino la posibilidad de salvar las verdades más hondas de lo que son. En cierta forma, todos ellos son artistas, seres imaginativos y soñadores, dotados de una rara capacidad para comprometer a los demás con sus fantasías y de dar a sus acciones un sentido artístico de descubrimiento. Octavio Paz dijo que la poesía vuelve habitable el mundo, y es lo que hacen los impenitentes fabuladores que pueblan el mundo de Marsé, transformar el degradado paisaje en que viven en un paisaje moral. Tal vez por eso, los dos pilares básicos de este mundo son el regreso del héroe y la reivindicación del amor y de la amistad. En las novelas de Marsé el protagonista siempre busca algo que perdió y quiere recuperar, algo que tiene que ver con ese viejo idealismo que se opone a la penosa realidad del presente. Sus personajes poseen esa falta de orgullo y esa capacidad redentora de los antiguos héroes. Son hombres cansados o muchachos confusos que viven entre la inmundicia, o pobres mujeres a las que la vida ha condenado a la soledad y la degradación, pero en los que aún late esa antigua capacidad del corazón humano para conmoverse ante la luz y el brillo del mundo. Es esta búsqueda de los lugares encantados del pasado la que les hace vivir. Tal vez por eso a todos nos gustaría ser como ellos, pues por muy derrotados y tristes que nos parezcan en los personajes de Marsé siempre hay una honda conexión con la vida y la belleza, con ese mundo de los "primeros deslumbramientos" que no dejamos de buscar. Se ha escrito mucho sobre Marsé, sobre su capacidad para mezclar en sus novelas lo popular y lo culto, la literatura y la política, el folletín con la sociología, el sarcasmo con la piedad, lo grotesco con lo lírico; pero suele olvidarse que ese alarde técnico, esa búsqueda incontestable de fluidez y de totalidad, encubre una clara voluntad transfiguradora. El misterio de Marsé es cómo consigue que sus personajes abandonen el libro que estamos leyendo para vivir a nuestro lado como si hubieran salido de un cuento. Y no hay mejor ejemplo que Últimas tardes con Teresa, donde la pareja protagonista, más allá de lo que en principio cabe esperar de ellos, vive su amor ante nuestros ojos como esos grandes amantes de la literatura cuyas palabras y gestos nunca podremos olvidar, pues pertenecen al mundo antiguo del mito. Porque Últimas tardes con Teresa es sin duda una de las novelas de amor más hermosas escritas jamás en nuestra lengua. Antes he hablado de Galdós pero tal vez con el que habría que comparar a Marsé es con Scott Fitzgerald, por su capacidad para hacer de la literatura el espacio de la transfiguración. James Joyce llamó epifanías a esos instantes de encantamiento en que "la realidad se vuelve de pronto expresiva", y Marsé sólo escribe para dar cuenta de ellos. Eso es una epifanía, una pequeña explosión de realidad que hace del texto el lugar de la restitución. No es extraño que en el prólogo que escribe para su novela, diez años después de su publicación, se limite a hacer una lista apresurada de esos momentos encantados: la visión del pijama de seda de una niña o de las cofias y los delantales de una criada, dos manos unidas en un cementerio, o "el desorden de flores y besos que Teresa y Manolo dejan tras ellos en su última noche juntos, sobre el confeti de la calle en fiestas". Juan Marsé, como todos los grandes narradores, quiere llevarnos al lugar del milagro. El lugar donde los animales bajan a comer de las manos de los niños, donde los amantes se encuentran y donde se escuchan las voces de los muertos. Por eso sus historias se pueblan de seres tan extraños como inolvidables: pistoleros capaces de calentar la leche con sus manos, ancianos que detectan el olor de la muerte, muchachos de barrio que salvan el mundo con sus fantasías, fantasmas que deliran por los barrancos, niños que escuchan las voces de los desaparecidos, perros enfermos que siguen fielmente a sus amos, cojitas que se inventan flores que no pueden existir, mujeres hermosas que siguen brillando en la derrota como vírgenes en sus retablos de oro. Todos ellos cargan en su pecho un corazón demasiado grande con el que no saben qué hacer. Con el instinto de ese narrador eterno descrito por Benjamin, que entrega su propia vida a la tarea de contar, Marsé ha hecho arder una y otra vez la suave llama de sus historias. El resultado es una obra construida con materiales de derribo en la que misteriosamente siguen viviendo esas historias eternas que nos dicen que "los sueños juveniles se corrompen en boca de los adultos" y que en la vida real no caben todos los anhelos de nuestro corazón. Hay un momento en Lolita, la novela de Nabokov, que resume lo que acabo de decir. Lolita, casada y embarazada, le dice a Humbert-Humbert excusándose de haberle engañado con Vilty: "Tú destrozaste mi vida, pero él me rompió el corazón". Las novelas de Juan Marsé no hacen sociología, aunque sea posible reconstruir a partir de ellas tantas conductas de la época y del país en que fueron escritas; no hablan de vidas destrozadas, sino de corazones rotos, lo que es muy diferente. Él sabe que la literatura, desde los tiempos de Homero, sólo es el regreso a los lugares en que perdimos el corazón.
Portada de "Últimas tardes con Teresa", de Juan Marsé
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