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viernes, 21 de junio de 2019

[PÍLDORAS LITERARIAS] Hoy, con "Padre nuestro que estás en el cielo", de J.L. Urbina






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 


Continúo hoy la serie de Píldoras literarias con el titulado Padre nuestro que estás en el cielo, de José Leandro Urbina, escritor chileno, nacido en Santiago que en 1974 se trasladó a Buenos Aires donde residió hasta 1977 y de allí emigró a Canadá y Estados Unidos, donde se doctora en la Universidad Católica de América en Washington, D.C., en Literatura Latinoamericana. Sus intereses en la literatura colonial y en la relación entre la historia, la literatura y la política han definido su perfil intelectual y creativo. En el año 2005 volvió a Chile. Gran parte de sus cuentos, y novelas han sido publicados en revistas y antologías y traducidos a diversos idiomas. Les dejo con su


PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO 
por
José Leandro Urbina

Mientras el sargento interrogaba
 a su madre y su hermana, 
el capitán se llevó al niño, 
de una mano, a la otra pieza...
- ¿Dónde está tu padre? - preguntó
- Está en el cielo - susurró él.
- ¿Cómo? ¿Ha muerto? - 
preguntó asombrado el capitán.
- No - dijo el niño -. 
Todas las noches baja del cielo 
a comer con nosotros. 
El capitán alzó la vista y descubrió
 la puertecilla que daba al entretecho.

FIN





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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jueves, 23 de mayo de 2019

[PÍLDORAS] Calidad y cantidad





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo hoy la serie de Píldoras literarias con el titulado Calidad y cantidad, de Alejandro Jodorowsky (1929), artista chileno de ascendencia judeo-ucraniana, nacionalizado francés. Entre sus múltiples facetas destacan las de escritor y director de cine. Junto con Roland Topor y Fernando Arrabal, fundó el movimiento Pánico. Jodorowsky es el poeta en español con una obra más prolongada en el tiempo, pues abarca de 1943 hasta hoy. Les dejo con su relato.



CALIDAD Y CANTIDAD
de 
Alejandro Jodorowsky

No se enamoró de ella, 
sino de su sombra. 
La iba a visitar al alba, 
cuando su amada era más larga






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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jueves, 18 de abril de 2019

[PÍLDORAS] El emperador de China





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo hoy la serie de Píldoras literarias con el titulado El Emperador de China, de Marco Denevi (1922-1998), escritor y dramaturgo argentino. Denevi irrumpió en la literatura cuando tenía ya más de 30 años: Rosaura a las diez gana en 1955 el Premio Kraft y la novela se convierte de inmediato en un gran éxito que, más tarde, sería llevado al cine. Dos años después incursiona en el teatro con Los expedientes, estrenada en el Cervantes y con la que obtuvo el Premio Nacional de Teatro. Aunque escribiría algunas otras obras dramáticas, "Denevi dijo haberse dado cuenta de que no tenía otras condiciones para el teatro que las propias del espectador de obras ajenas",​ y acabó abandonando este género literario. Cuentista, Denevi obtuvo en 1960 el premio de la revista Life en español por su relato Ceremonia secreta, que fue traducido a varios idiomas, incluyendo inglés, francés, japonés e italiano, y adaptado cinematográficamente en 1968, en Reino Unido.

Sobre su estilo se ha escrito que "elementos característicos de las obras de este «ejercitador de las letras» -como alguna vez él mismo se ha definido-, siempre admirablemente bien construidas, son los personajes que bordean lo estrafalario cuando no incurren de lleno en ello, la ambigüedad de la percepción y el conocimiento, el predominio de la intriga y un humor que tiende al negro".

Practicó el periodismo político a partir de 1980, que le proporcionó, según confesaría, "las mayores felicidades en su oficio de escritor".​ En 1990 fue presidente honorario del Consejo de Ciudadanos, entidad que promovió para incentivar la inquietud cívica. Fue miembro de la Academia Argentina de Letras desde 1997. Les dejo con su relato:



EL EMPERADOR DE CHINA
por 
Marco Denevi



Cuando el emperador Wu Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio imperial, nadie se dio cuenta. Todos estaban demasiado ocupados en obedecer sus órdenes. El único que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, 
hombre ambicioso que aspiraba al trono. 

No dijo nada y ocultó el cadáver. Transcurrió un año de increíble prosperidad para el imperio. Hasta que, por fin, Wang Mang mostró al pueblo el esqueleto pelado, del difunto emperador. 

¿Veis? -dijo - Durante un año un muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui yo. Merezco ser el emperador. 

El pueblo, complacido, lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese tan perfecto como su predecesor y la prosperidad del imperio continuase.

FIN





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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jueves, 14 de marzo de 2019

[PILDORAS LITERARIAS] Hoy, con "La manzana", de Ana María Shua





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo hoy la serie de Retazos literarios con el titulado La manzana, de la escritora argentina Ana María Shua (1951). Shua comenzó a publicar a los 16 años, con su libro de poemas El sol y yo, por el que recibió un premio del Fondo Nacional de las Artes. En 1973 obtuvo el título de Profesora en Letras. En 1980 ganó el premio de la editorial Losada con su primera novela Soy paciente, y al año siguiente apareció su primer libro de cuentos Los días de pesca. En 1984 tuvo su primer éxito de venta con Los amores de LauritaHa publicado los libros de microrrelatos Casa de Geishas, Botánica del caos, Temporada de fantasmas, Cazadores de letras (que reúne los otros cuatro) y Fenómenos de circoEn 1994 obtuvo una beca Guggenheim para escribir su novela El libro de los recuerdos, que trata acerca de una familia judía en la Argentina. Ha trabajado como periodista, publicista y guionista de cine, adaptando algunas de sus novelas. Su novela La muerte como efecto secundario (1997) formó parte de la lista de las cien mejores novelas publicadas en lengua española en los últimos veinticinco años elaborada por el Congreso de la Lengua Española celebrado en Cartagena de Indias, Colombia, en 2007. Sus cuentos y microrrelatos figuran en antologías publicadas en todo el mundo. Les dejo el relato de



LA MANZANA
por 
Ana María Shua


La flecha disparada por la ballesta 
precisa de Guillermo Tell parte 
en dos la manzana 
que está a punto de caer sobre 
la cabeza de Newton.
 Eva toma una mitad y le ofrece 
la otra a su consorte 
para regocijo de la serpiente. 
Es así como nunca 
llega a formularse la ley de gravedad.

FIN





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lunes, 4 de febrero de 2019

[PÍLDORAS LITERARIAS] Hoy, con "La muerte en Samarra", de Gabriel García Márquez





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo hoy la serie de Retazos literarios con el titulado La muerte en Samarra, del escritor colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014​), que en 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura. Está relacionado de manera inherente con el realismo mágico y su obra más conocida, la novela Cien años de soledad, es considerada una de las más representativas de este movimiento literario, e incluso se considera que por el éxito de la novela es que tal término se aplica a la literatura surgida a partir de los años 1960 en América Latina.En 2007 la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española publicaron una edición popular conmemorativa de esta obra, por considerarla parte de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos. Fue famoso tanto por su genialidad como escritor como por su postura política. Su amistad con el líder cubano Fidel Castro fue bastante conocida, y criticada, en el mundo literario y político. Les dejo con su relato:



LA MUERTE EN SAMARRA
por
Gabriel García Márquez

El criado llega aterrorizado a casa de su amo.-Señor -dice- 
he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho una señal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le dice:-Huye a Samarra.
El criado huye. Esa tarde, temprano, el señor 
se encuentra la Muerte en el mercado.
-Esta mañana le hiciste a mi criado una señal de amenaza -dice.
-No era de amenaza -responde la Muerte- 
sino de sorpresa. Porque lo veía ahí, 
tan lejos de Samarra, y esta misma
 tarde tengo que recogerlo allá.

FIN






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jueves, 27 de diciembre de 2018

[RETAZOS LITERARIOS] Hoy, con "La carta del enamorado", de Juan José Millás





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo hoy la serie de Retazos literarios con el titulado La carta del enamorado, de Juan José Millás, escritor y periodista español, cuya extensa obra narrativa ha sido traducida a veintitrés idiomas. Cursó la mayoría de sus estudios como nocturno mientras trabajaba en una caja de ahorros. En la universidad empezó Filosofía y Letras, que abandonó al tercer año. Obtuvo un trabajo como administrativo en Iberia y se consagró a la lectura y la escritura.

En su numerosa obra, de introspección psicológica en su mayoría, cualquier hecho cotidiano se puede convertir en un suceso fantástico. Para ello creó un género literario personal, el articuento, en el que una historia cotidiana se transforma por obra de la fantasía en un punto de vista para mirar la realidad de forma crítica. Sus columnas de los viernes en El País han alcanzado un gran número de seguidores por la sutileza y originalidad de su punto de vista para tratar los temas de la actualidad, así como por su gran compromiso social y la calidad de su estilo. Ha recibido numerosos reconocimientos y premios, entre los que se encuentran algunos de los más importantes de España, como el Nadal, Planeta y Nacional de Narrativa. 

Sobre Internet escribió un artículo que alcanzó gran difusión, en el que decía lo siguiente: "Internet es un territorio fabuloso porque nada se respeta en él... Ya no podríamos imaginar la vida sin ese continente que nos abre a horizontes nuevos cada día... Cualquier día de estos, entro yo mismo en el artículo de Wikipedia donde se da cuenta de mi biografía y pongo que me he retirado a una isla griega para quitarme de en medio. Y sin dejar de estar aquí, en alguna dimensión de la realidad, me encontraré frente al mar, retirado del tabaco, de la bebida, del deseo, retirado de mí".

Les dejo con su relato:



LA CARTA DEL ENAMORADO
por
Juan José Millás

Hay novelas que aun sin ser largas no logran
 comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. 
A algunas vidas les sucede lo mismo. 
Por eso no me he matado antes, señor juez.






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lunes, 19 de noviembre de 2018

[RETAZOS LITERARIOS] Hoy, con "La mano", de Ramón Gómez de la Serna





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo hoy la serie de Retazos literarios con el relato titulado La mano, de 
Ramón Gómez de la Serna (18881​-1963), prolífico escritor y periodista vanguardista español, adscrito a la generación de 1914 o novecentismo, e impulsor del género literario conocido como greguería. Posee una obra literaria extensa que va desde el ensayo costumbrista o la biografía (escribió varias: sobre Valle Inclán, Azorín y sobre sí mismo: Automoribundia) hasta la novela y el teatro. Su vida y obra es una ruptura contra las convenciones. Es así una encarnación con el espíritu y la actuación de las vanguardias, a las que dedicará un libro llamado Ismos. Su obra es extensa y su eje central son las greguerías: un género iniciado por él, como un conjunto de apuntes en los que encierra una pirueta conceptual o una metáfora insólita. Suelen ser de varios tipos: chistes, juegos de palabras, o incluso también como apuntes filosóficos.

«Ramón», como le gustaba que le llamaran, escribió un centenar de libros, la gran mayoría traducidos a varios idiomas. Divulgó las vanguardias europeas desde su concurrida tertulia en el Café de Pombo inmortalizada por su amigo, el pintor y escritor expresionista José Gutiérrez Solana.​ Escribió especialmente biografías donde el personaje reseñado era en realidad una excusa para la divagación y la acumulación de anécdotas, verdaderas o inventadas. Les dejo con su relato. 


LA MANO
por
Ramón Gómez de la Serna


El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado. Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el asesino. La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con llave en el cuarto. 

Llena de terror, acudió la policía y el juez. Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte. ¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién era aquella mano? Después de una larga pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito. La mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el doctor en el hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He hecho justicia».








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jueves, 6 de septiembre de 2018

[RETAZOS LITERARIOS] Hoy, con "El pozo", de Luis Mateo Díaz





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo hoy la serie de retazos literarios con el relato titulado El pozo, de Luis Mateo Díaz (1942), escritor y académico español. Entre 1963 y 1968, participó en la redacción de la revista poética Claraboya junto a Agustín Delgado, Antonio Llamas y Ángel Fierro. Por ese entonces aparecieron sus primeros poemas, que fueron reunidos en 1972 en Señales de humoSin embargo, su creación lírica fue efímera y dejó paso definitivamente a la ficción narrativa. Su primer libro de cuentos, Memorial de hierbas, apareció en 1973 y su primera novela, Las estaciones provinciales, en 1982. A estas le han seguido muchas otras, algunas de las cuales han obtenido prestigiosos premios, como el nacional de Narrativa y el de la Crítica, y otras llevadas al cine. En junio del 2000 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Les dejo con su relato.


EL POZO 
por
Luis Mateo Díaz


Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.
 Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo
 y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después
 mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al 
que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero 
descubrió una pequeña botella con un papel en 
el interior. "Este es un mundo como otro cualquiera", 
decía el mensaje.



Patio interior de la Casa de Colón, Las Palmas de Gran Canaria




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Entrada núm. 4575
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"Atrévete a saber" (Kant); "La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire); "Estoy cansado de que me habléis del bien y la justicia; por favor, enseñadme de una vez para siempre a realizarlos" (Hegel)