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viernes, 18 de octubre de 2019

[A VUELAPLUMA] Libros y pajas



Fotografía de Antonio Heredia para El  Mundo


"Madrid tiene poco respeto por los símbolos culturales -ironiza la escritora Carmen Rigalt-. El hombre y la mujer del tiempo -comienza diciendo- siempre acaban por tener razón: bajan las temperaturas, llueve al biés, la naturaleza impone el color de las hojas secas y se repliegan las terrazas callejeras. Lo que tanto nos temíamos es ya un hecho irremediable. Faltan todavía nueve meses para que la ciudad vuelva a sonreír.

Con la llegada de las lluvias ha echado el cierre la feria del libro viejo, que muy poco tiene que ver con la jubilosa feria de junio, cuando el calor hace sus primeros estragos y las firmas de libros están revestidas de popularidad.

La feria de otoño es otra cosa. Más recogidita y decadente, esta feria se asienta en Recoletos y debe su existencia a la madre que la parió, la famosa Cuesta de Moyano, llamada así en honor del político Claudio Moyano, que impulsó la ley de Instrucción Pública. En su día, la calle recibió el castizo apodo de cuesta de las pajilleras. Por su vecindad con Atocha era frecuentada por prostitutas que iban a la estación en busca de clientela. Se dice que la práctica sexual conocida como el francés nos la habían dejado en herencia los soldados napoleónicos muchos años atrás.

Situada a espaldas del Jardín Botánico, las casetas de la Cuesta de Moyano conservan ese aire desgastado y vintage de todas las librerías de viejo. Sin embargo, no tienen nada que ver con los buquinistas del Sena, cuyas cajas ribetean las orillas del río como si fueran orugas de madera. Los buquinistas han tenido mejor suerte que los libreros de Moyano. Los franceses están subvencionados. Aquí, en cambio, el Ayuntamiento no solo les niega la subvención sino que les cobra un canon abusivo. Madrid tiene poco respeto por los símbolos culturales. Hace unos años, a punto estuvimos de perder el café Gijón. El susto podría repetirse con Moyano.

Es un retazo de vida con una novela costumbrista dentro. Pío Baroja paseó por ella hasta el día antes de morir. Ahora es la versión encuadernada de Baroja la que pasea de mano en mano. Pero hubo más aficionados célebres. Millán Astray, por ejemplo. Hoy, entre los clientes de piñón fijo que buscan tesoros en las cajas están Arturo Pérez-Reverte y Juan Carlos Monedero. También hay personajes peculiares entre los libreros. Uno de de los más famosos es Alfonso Riudavets, símbolo del lugar. Subió un día la cuesta y se hizo famoso abriendo todos los días del año. Ahora, a sus casi 90 años, baja la pendiente de la vida como el maillot amarillo del Tour bajaría el Tourmalet: sin manos".






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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sábado, 14 de septiembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Poliamor



Fotografía de Javier Barbancho para El Mundo


Los domingos, por el hecho de ser fiesta, prolongamos las sobremesas hasta media tarde. A veces sustituimos la siesta por una tertulia, pero eso lo determina, además del sueño, la fuerza de la actualidad. Que nos enganchemos o no a la charleta dependerá de la disposición de ánimo de los tertulianos, porque los hay que ni borrachos se apean de Sánchez o la Diada.

Por suerte, afirma la escritora Carmen Rigalt, el domingo pasado hablamos en casa del poliamor. Así, en cursiva, para darle carácter de palabro. La iniciativa la tomó una de mis nueras. Convencidos de que sería una confesión íntima, todos nos quedamos expectantes y alborozados. A mí hasta se me secó la boca antes de empezar. No sé si ustedes saben algo del poliamor que nos invade. No me respondan ahora. Háganlo después de la publicidad.

La palabra poliamor tiene una eufonía técnica, continúa diciendo Rigalt, deshabitada de intención. Dices poliamor y es como si dijeras politraumatismo. Recuerdo estos días a Lady Di, de cuya muerte se han cumplido 22 años. Ella hablaba del poliamor sin nombrarlo. Entrevistada en la BBC, dijo una frase que se convirtió en símbolo dada la situación por la que atravesaba su matrimonio. "Tres son multitud", sentenció Lady Di poniendo ojos de cordero degollado. Ella no hacía referencia a una realidad marcada por dos amores simultáneos, sino a un simple adulterio (su marido le ponía los cuernos con Camila Parker). En catalán decimos "hacer el salto". Te saltas al marido de plantilla para acostarte con "otro". Es un término muy apropiado para jinetes.

Hay bastantes parejas que ponen un poliamor en su vida. Para eso se necesita simultaneidad y consenso. La relación es de tres (o de trescientos) y están de acuerdo todos. La forma de poliamor más común es la de tres: la pareja más un comando de apoyo. Con todo lo que digan sociólogos, psicólogos y antropólogos, el poliamor no es para hablarlo sino para hacerlo.

Una actriz de cuyo nombre no quiero acordarme, confesó públicamente que su matrimonio había pasado un bache del que salió reforzado porque su marido y ella habían incorporado un poliamor a su vida. Hubo un tiempo (años 60 y 70) en que se practicaban las orgías. La orgía difería del poliamor cuantitativa y cualitativamente. Primero, en cantidad, pues si bien no se requería un número concreto de participantes (en esos momentos no estás para echar cuentas) siempre se le podía hacer sitio a otro. Y en calidad, porque la orgía tenía carácter sexual. El poliamor, no. En el poliamor se llega al sexo por cariño.





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