jueves, 13 de diciembre de 2018

[GALDÓS EN SU SALSA] Hoy, con "Tristana"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quién es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que acaban de cumplirse 175 años, estoy subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog su novela Tristana, en la edición digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de la Universidad de Alicante, basada en la de Madrid, Imprenta La Guirnalda, de 1892. 

Tristana continúa el ciclo "espiritualista" de la serie Novelas españolas contemporáneas, iniciado un año antes con Ángel Guerra, abordando el tema de la emancipación de la mujer en la sociedad española de finales del siglo XIX, y​ profundizando en el mundo conflictivo físico y emocional de "una mujer que no quiere ser ni amante ni esposa".​ Algunos críticos la han visto como una exégesis o adaptación española del drama de Ibsen Casa de muñecas (1879).

La acción transcurre en el castizo Chamberí, uno de los barrios del ensanche del Madrid decimonónico, presentando un mórbido triángulo amoroso entre una mujer, un viejo —que confunde honor y provecho— y un 'artista'.

Al morir su madre, la huérfana Tristana es recogida por un amigo de la familia, don Lope, que acabará convirtiéndose en su tutor-seductor. La joven protagonista se rebela ante tan humillante situación y al poco conoce y se enamora de Horacio, un pintor de ideas tradicionales que no acepta el espíritu feminista de Tristana. El pintor tiene que ausentarse de Madrid durante una larga temporada y la relación se enfría (aunque en Tristana sigue viva en un Horacio idealizado). Entretanto, a ella le han tenido que amputar una pierna, quedando así de nuevo atada a don Lope. Cuando Horacio regresa, nada queda entre ellos de las antiguas ilusiones. El pintor acabará casándose con otra mujer y Tristana cambiará sus sueños de ser actriz por una vida estéril y casi autómata, con Dios como único "objeto del deseo".​ Con un don Lope, cada día más chocho y arruinado, una boda de conveniencia para ambos precipita el final feliz de la novela. Las conclusiones del escritor y su quizá piadosa ironía quedan claras en el último párrafo: "Por aquellos días, entrole a la cojita una nueva afición: el arte culinario en su rama importante de repostería. Una maestra muy hábil enseñole dos o tres tipos de pasteles, y los hacía tan bien, tan bien, que D. Lope, después de catarlos, se chupaba los dedos, y no cesaba de alabar a Dios. ¿Eran felices uno y otro?... Tal vez.".

Muy diferentes sensibilidades han dejado nota de su interpretación de la Tristana de Galdós. María Zambrano la analiza con minuciosidad en su manual La España de Galdós,​ donde llega a apuntar que "merecería ser Tristana la obra única de un autor". Ese mismo valor de obra especial, hija única y emblemática, fue percibida por el cineasta aragonés Luis Buñuel que pudo volcar en su versión de Tristana (1970) toda la experiencia de sus anteriores versiones de obras de Galdós, Nazarín (1958-1959) y Viridiana (1961). Parece evidente que en la lectura de Buñuel, la luz poética que sintió María Zambrano quedó despojada de toda piedad, mostrando sin embargo, en su mórbida ironía toda la excepcionalidad del personaje galdosiano.

Más allá de las tesis reformistas sobre el papel de la mujer en la sociedad del momento que se le han señalado a esta novela, resulta sugerente la unidad de criterios críticos al considerarla como uno de los hitos del discurso personal del autor. En palabras de Ortiz-Armengol: "la biografía de un escritor está en sus obras; en pocas como en Tristana está don Benito, al tiempo que juega con espejos y bambalinas".



Escena de una representación teatral de Tristana (Madrid, 2017)



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt






Entrada núm. 4687
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