jueves, 28 de marzo de 2024

[ARCHIVO DEL BLOG] El negocio industrial-penitenciario. [Publicada el 11/04/2016]











A mi amiga Ana, por recomendarme su lectura.
Y a la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas
por su prontitud en facilitármela.

Angela Yvonne Davis fue un icono del movimiento del "Orgullo Negro" en los años 70 del pasado siglo, internacionalmente conocida por su combate contra todas las formas de opresión, no solo en Estados Unidos. Discípula predilecta de Herbert Marcuse, con el que estudió en la Universidad de Brandeis y se doctoró en la de California-San Diego, amplió estudios en la Sorbona y en la Universidad Goethe, de Fráncfort del Meno, con profesores como Adorno, Habermas, Horkheimer y Negt.
Durante las últimas décadas su trabajo intelectual y actividad política se ha centrado en lo que ella denomina el "abolicionismo de la prisión", que comprende una triple repercusión: la abolición de la pena de muerte; la abolición del complejo industrial-penitenciario; y la abolición de todos los rastros y herencias de la esclavitud que han sido mantenidos y renovados por la pena capital y el sistema de prisiones estadounidenses, en especial, con la implantación cada vez más numerosa de prisiones de máxima seguridad.
La madrileña editorial Trotta acaba de publicar hace escasas semanas su libro Democracia de la abolición. Prisiones, racismo y violencia, en una cuidada edición a cargo del profesor de la Universidad Estatal de Pensilvania Eduardo Mendieta, que incluye una interesantísima entrevista entre ambos sobre el tema objeto del libro. Aunque escritos en 2005 ni libro ni entrevista han perdido un ápice de actualidad.
Al inicio del capítulo V (pág 90), titulado precisamente "El complejo industrial-penitenciario", se incluye una cita que dice así: "El trabajo carcelario es una mina de oro para las empresas privadas. No hay huelgas. No hay sindicación. No hay beneficios sanitarios, seguro de desempleo o indemnización laboral que haya que pagar. No hay barreras lingüísticas ni países extranjeros. Las prisiones son el nuevo Leviatán que se está construyendo sobre miles de terroríficos acres de fábricas tras los muros de las cárceles. Los presos introducen datos para Chevron, hacen reservas telefónicas para TWA, crían cerdos, recogen estiércol y hacen tarjetas de circuitos , limusinas, camas de agua y lencería para Victoria Secret, todo al módico precio del trabajo gratuito". La cita es antigua, de 1997, de Linda Evans y Eve Goldberg, dos activistas de derechos civiles. Pero de entonces a acá, la cosa ha empeorado.
La explotación del trabajo carcelario por parte de corporaciones privadas, dice Angela Davis, es una más de entre las distintas fórmulas de relación que une a empresas, gobiernos, comunidades carcelarias y medios de comunicación. Estas relaciones, sigue diciendo, constituyen lo que actualmente se denomina el "complejo industrial-penitenciario", término introducido por activistas y académicos como respuesta a la creencia popular que considera el aumento de los índices de criminalidad como la principal causa del incremento de la población carcelaria. Por el contrario, señala, la construcción de cárceles y la consiguiente necesidad de llenar esas nuevas estructuras con cuerpos humanos han sido dirigidas por ideologías racistas (al menos en Estados Unidos) cuyo objetivo principal ha sido la búsqueda de beneficios. 
Unas páginas más adelante (95/96) añade que, a pesar de que los índices de criminalidad se habían reducido drásticamente por aquellos mismos años, la población reclusa se disparó (ojo, no a la inversa) haciendo que el proyecto de construcción masiva de cárceles iniciado en los años 80 creara los medios para concentrar y gestionar lo que el sistema capitalista había declarado implícitamente como excedente humano. 
Si las cárceles pudieran ser abolidas, se pregunta Davis (pág. 106), ¿qué es lo que las sustituiría? Esta pregunta, añade, a menudo obstaculiza una reflexión más profunda en torno a las posibilidades de la abolición. ¿Por qué tendría que ser tan difícil, dice, imaginar alternativas a nuestro sistema actual de encarcelamiento? Hay una serie de razones por las que tendemos a resistirnos a la posibilidad de crear un sistema judicial totalmente diferente y quizá, también, más igualitario, responde. La primera de todas, pensar que el actual sistema, con su exagerada dependencia del encarcelamiento como modelo definitivo, hace que nos cueste mucho imaginar cualquier otro modo de ocuparse de los millones de personas de todo el mundo encerrados en cárceles.
El complejo industrial-penitenciario actual se ve impulsado por pautas de privatización que debemos recordar, dice, también ha transformado drásticamente los sistemas de salud, de educación y de otras áreas de nuestras vidas. Más aún, añade, la tendencia a la privatización de las cárceles, tanto como la cada vez mayor presencia de las empresas en la economía penitenciaria y el establecimiento de prisiones privadas, conserva reminiscencias indudables de los esfuerzos históricos por crear una industria del castigo rentable basada en el suministro de materia prima (gratuita) para garantizar un aumento del beneficio (pág. 97).
El encarcelamiento es la solución punitiva a toda una gama de problemas sociales que no están siendo tratados por aquellas instituciones que deberían ayudar a la gente a mejorar sus vidas, a hacerlas más satisfactorias, dice (pág. 131). Esta es la lógica de lo que se ha dado en llamar el excedente carcelario: en lugar de construir casas, se encierra a los vagabundos en la cárcel. En lugar de desarrollar un sistema educativo, se empuja a los analfabetos a prisión. Se encarcela a la gente que pierde sus trabajos a causa de la desindustrialización, de la globalización del capital y del desmantelamiento del Estado de bienestar. Se deshacen de todos ellos. Se elimina estas poblaciones prescindibles de la sociedad. De acuerdo con esta lógica, concluye, la prisión se convierte en una manera de hacer desaparecer los problemas sociales subyacentes que representa.
Les recomiendo encarecidamente su lectura. Al menos, aunque no compartan del todo su opinión, les ayudará a reflexionar sobre una cuestión tan lacerante como esta. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt












miércoles, 27 de marzo de 2024

De una chica normal y campechana

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Abandonados como estamos a la emocionalidad de los ultras, señala en El País la escritora Ana Iria Simón, las meteduras de pata de Ayuso y su actitud chulesca no son una pega para sus simpatizantes, sino todo lo contrario. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com









Una chica normal, muy campechana
ANA IRIS SIMÓN
23 MAR 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Una de las cartas que más y mejor juega Díaz Ayuso es la de ser una persona normal. Una chica del montón, una madrileña de a pie que se pone su camiseta de Héroes del Silencio y se va a la terraza del 100 Montaditos a tomar jarras y bocatines. Una mujer como cualquier otra a la que se la llevan los demonios cuando alguien menciona el nombre de su familia en vano y llama a quien sea y cuando sea hijo de puta.
A Ayuso le pasa como a Ábalos no solo en lo que a las buenas compañías se refiere: también en que, en un tablero político en el que la autenticidad y la campechanía están en retroceso, incluso sus errores juegan a su favor. Pues los hacen humanos, demasiado humanos, que diría el filósofo. También juega a su favor que hayamos dejado de concebir la política como un terreno en el que debe primar la razón. Pues, abandonados a la emocionalidad embrutecida de los ultras, de quienes van al estadio esperando no tanto que ganen los suyos como que pierda el rival, las meteduras de pata de la presidenta y su actitud chulesca no son una pega para sus simpatizantes, sino todo lo contrario.
De Ayuso, al igual que de distintos gentilhombres de otros partidos ―como Óscar Puente, con quien comparte maneras―, no se espera ejemplaridad, sino metralla; prudencia, sino barro. No es que sus formaciones y votantes los eligieran a pesar de ello, sino por ello. Hace tiempo que dejamos de votar para que la sanidad y la educación funcionaran o para decidir qué queríamos pintar en el mundo. Cedida la soberanía a entidades supranacionales y la gobernanza al mercado, parece que depositemos la papeleta en la urna con el único objetivo de que los nuestros le den zascas a los otros en Twitter y en el Congreso. Una dinámica comprensible si vemos que son las grandes superficies las que deciden si este mes podemos o no llenar la nevera, el BCE quien dictamina si pagamos más o menos de letra o un viejo chocho en Estados Unidos quien manda a nuestros jóvenes a morir en una guerra en la que no se nos ha perdido nada.
Pero la estafa piramidal que es el capitalismo global no es el asunto que hoy nos ocupa. Hoy estamos hablando de una de sus aventajadas chicas de Avon, Isabel Díaz Ayuso, y de su insistencia en que pensemos que es como nosotros, un deje de muchos políticos, pero especialmente acusado en ella. En los últimos días lo ha intentado contándonos que es una pobre diabla que lleva “20 años viviendo de alquiler, casi cinco como presidenta de la Comunidad de Madrid (...) Yo no tengo nada, no tengo ningún piso”. Ayuso miente: sí que tiene un piso en nuda propiedad. Se lo donó su padre para evitar un embargo por una deuda de 400.000 euros con Avalmadrid. Quizá mienta también diciéndonos que vive de alquiler, pues en otras ocasiones ha reconocido residir con su pareja en el piso que compró tras, presuntamente, estafarle más de 300.000 euros a Hacienda. Pero su intento de manipularnos es casi más feo que sus mentiras: nos dice que lleva 20 años de alquiler como si, cobrando 100.000 al año, eso fuera una elección. Deja caer que ella es como tantos españoles que no tienen casa porque no pueden.
Ayuso nos quiere contar que es como nosotros. Una chica del montón, muy campechana y normal. Porque, ¿quién no tiene un par de seres queridos que mercadearon con mascarillas? ¿Quién no tiene un hermano sacando una tajada de 230.000 euros por comprar mascarillas para la Comunidad de Madrid, o un novio que presuntamente ha desfalcado a Hacienda más de 300.000 tras ganar dos millones por hacer eso mismo? Ana Iris Simón es escritora.
 




























[ARCHIVO DEL BLOG] Trols. [Publicada el 20/05/2017]












Recuerdo de mi época de niñez, ¡tan lejana!, que todos mis compañeros y yo mismo, empleábamos con profusión la palabra "trola". Estoy seguro de que ninguno de nosotros sabíamos lo que significaba, pero con acierto implícito, la usábamos con el mismo sentido que le otorga hoy el Diccionario de la lengua española de la Real Academia: "trola". Del ant. hadrolla o fadrolla 'adrolla'; cf. aladroque. 1. f. coloq. Engaño, falsedad, mentira. ¿Guardará tan españolísima palabra alguna relación con el anglicismo "troll" tan en uso ahora? Semánticamente parece que sí... Misterios de las lenguas...
Internet se ha llenado de personas que vierten opiniones ofensivas sobre cualquier tema y cuyo surgimiento explica los importantes cambios sociales que está aparejando el acceso ‘redentor’ a la tecnología, dice Ernesto Hernández Busto, escritor y ensayista (premio Casa de América en 2004), en un reciente artículo en El País. 
Ese baluarte del periodismo serio que es el diario The Guardian, añade a continuación, ha hecho público hace ya unas semanas el documental que encargó, junto con la Fundación Bertha, al cineasta y fotógrafo noruego Kyrre Lien. Se titula "The Internet warriors" (Los guerreros de Internet) y consiste en una serie de entrevistas con algunas de esas personas, conocidas como trolls, que dedican buena parte de su tiempo a postear comentarios extremos en las redes sociales.
Hay, señala, un cockney xenófobo de suburbio inglés; un defensor de la pureza racial que opina que mandar niños de diferentes razas a la misma escuela es “una forma de eugenesia”; un devoto de Trump que es la representación perfecta de eso que llaman white trash; una rusa cincuentona y homófoba; un gay anti Cameron que odia a la cantante Lady Gaga y adora los videojuegos; un extremista sirio que considera a Estados Unidos el origen de la destrucción del mundo pero postea refugiado fuera de su país; un tal Pete, cruzado de la bandera norteamericana, que desbarra contra los mexicanos y sale en su bici a promulgar la belleza de los símbolos patrios con los que envuelve su poco apuesta figura; una noruega que defiende los derechos de los animales pero opina que hay que aplicar a todos los musulmanes la “solución final” preconizada por Hitler; otro señor que lamenta el fin del colonialismo porque hubiera mantenido a los musulmanes “bajo control”...
Cada uno de estos pareceres desaforados, sigue diciendo, viene acompañado de un rostro: el rostro del hater. A cada uno de los entrevistados se les pide que lean y comenten algunas de las opiniones “incorrectas” que expresaron en la red: todos, salvo un caso interesante, al final, se reafirman en lo dicho.
Pero junto con esos rostros, añade después, hay también un paneo, necesariamente breve pero revelador, del mundo que rodea a estas personas. Más que retratos del odio, lo que vemos son explícitas representaciones de la necedad, y del fondo de tristeza y contradicción que casi siempre la acompaña.
Descubrimos así, comenta, que varios de estos xenófobos están casados con extranjeros. Que la mayoría de estos profesionales del insulto adora a sus animales domésticos (el documental es también una especie de bestiario doméstico: perros, gatos y periquitos; consuelos, tal vez, de cierta decepción por lo humano). Que muchos de ellos confiesan que pasan las 24 horas del día enganchados únicamente a sus redes y no les importa otro tipo de noticias. La mayoría pone el más descarnado solipsismo por encima del bien común. Se sienten traicionados, fuera del mainstream. Ejercen desde una soledad inconsolable: se ríen de sus propios “chistes” e interactúan desde lo extremo porque parecen buscar, por la excitación “argumental” que provocan sus opiniones, una forma de autogratificación momentánea e iluminadora.
El resultado de esta investigación, afirma, es una pieza fundamental para entender no sólo el estado actual de la opinión política y las maneras que adopta hoy el viejo e incorregible hábito de la estupidez humana, sino también los cambios que ha traído aparejada esta época de acceso redentor a la tecnología. Todos estos Bouvards y Pécuchets de la nueva era han cambiado definitivamente la personalidad de Internet. No se trata sólo del efecto desinhibitorio del anonimato o de la broma, sino de algo, me temo, más complejo.
Cualquiera que haya tenido un trato frecuente con blogs y redes sociales, sigue diciendo, conoce a esas criaturas aberrantes. Una encuesta del Pew Research Center publicada hace tres años encontró que el 70% de los jóvenes de 18 a 24 años que usaban Internet habían sufrido acoso on line por parte de perfiles que mostraban oscuros rasgos de personalidad, como narcisismo, psicopatía y sadismo. ¿Qué es exactamente un troll? Se trata, como todos los ogros, de un monstruo, es decir, de una bestia que tiene necesidad de mostrarse. Alguien extraño a la especie más común o dominante, pero que tampoco puede permanecer demasiado alejado de ella. El ogro no ve muy bien, pero tiene un olfato muy desarrollado. Es el rey de la “intuición” y todo el mecanismo de su odio funciona a partir del instinto. Es también, por supuesto, alguien que arrastra una tristeza incurable y un profundo malestar consigo mismo.
Por otro lado, afirma, las preguntas por la naturaleza última del terrorismo y la llamada “crisis de la democracia” han terminado por reforzar no sólo la tendencia a la autopreservación, sino también la búsqueda de un pensamiento neutro o un paradigma de valores que pretende colocarse al margen de todo tipo de conflicto. Para el pensamiento tecnológico, por ejemplo, la libertad ya es menos una cuestión de capacidad de libre elección que de libre acceso, ese always on en donde se intersectan el individuo, el ciudadano y el empleado.
Tanto estos fieles de la incorrección, sigue diciendo, que muestran a menudo la nostalgia de un regreso a cierto estado y concepción de lo “auténtico” donde se privilegian posiciones oscurantistas o, si se quiere, antiilustradas de adoración política, como los siempre correctos opinadores satirizados en ese espeluznante episodio de la popular serie distópica Black Mirror (Espejo negro), donde una chica vive inmersa en el mundo panóptico de actos likeables, son criaturas que degradan el sentido actual de la libertad de opinión.
Porque la otra cara de esa manía por la diversidad social, añade, por lo identitario a escala personal y por la retórica de corrección política es una poco cuestionada uniformidad del “sujeto digital”: nuestra participación casi obligatoria en un orden simplista de valores, dictado por las nuevas y crecientes funciones de la tecnología, que se propone también como vehículo de una narrativa permanente del yo.
El rostro del troll es bifronte, concluye diciendo Hernández Busto. Tanto el hater como ese ser afirmativo y “neutro” que ejercemos tratando de quedar bien con todos y de no molestar a nadie son evidencias de nuestra sujeción a un sistema que reduce y corrompe nuestras interacciones y opiniones. Ese uso “redentor” de la tecnología podría ser el común múltiplo del nuevo ordenamiento social de la opinión, lo que organiza todas esas narrativas de autoafirmación narcisista y las canaliza bajo un espejo negro que es hoy el emblema perfecto de nuestra derrota política. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













martes, 26 de marzo de 2024

De la revisión de las fronteras

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. En el desconcierto de las guerras en curso, escribe en El País la politóloga Eva Borreguero, parece que lo impensable está ocurriendo: la redefinición del trazado de los mapas y la revisión de las fronteras. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com








Emerge el revisionismo de las fronteras
EVA BORREGUERO
22 MAR 2024 - El País - harendt.blogspot.com

El BRP Sierra Madre de la Marina filipina es una nave oxidada de la II Guerra Mundial, deliberadamente encallada en un arrecife del mar de China Meridional, que con un puñado de marinos a bordo y la bandera nacional izada trae de cabeza a Pekín. Su aspecto ruinoso contrasta con lo intrépido de su misión. Con las placas cubiertas de herrumbre y caparazón carcomido, el Sierra Madre ofrece la viva estampa de El Holandés Errante —el legendario barco fantasma— en versión acorazada, con la misión de frenar el señoreo de la Marina más poderosa del mundo en las islas Spratly, reclamadas en su totalidad por China en contra de las protestas de Taiwán, Vietnam, Malasia y Filipinas. La tripulación sobrevive en condiciones de penuria, expuesta a los tifones y al sol abrasador, y gracias al abastecimiento de la Marina filipina, reiteradamente boicoteado por las fuerzas chinas a la espera de que la nave se derrumbe y la tripulación abandone.
A principios de marzo, cuatro barcos de la Guardia Costera de Filipinas se dirigían por aguas internacionales al Sierra Madre cuando fueron interceptados por un convoy de la Milicia Marítima china que, tras rodearlos, les dispararon con cañones de agua, hiriendo a cuatro marinos. A bordo se encontraba un equipo televisivo de la CNN que grabó y difundió lo que ha sido uno de los enfrentamientos más graves entre los dos países hasta la fecha.
El incidente habría sido uno más en una serie de altercados que vienen produciéndose en los últimos tiempos, si no fuese por el momento crítico que vivimos: dos años de guerra en Ucrania y la demoledora respuesta de Israel al ataque de Hamás del 7 de octubre. Guerras hasta hace poco inimaginables, que adquieren una nueva dimensión bajo el estado general de ánimo inaugurado por la pandemia de la covid de que “todo es posible”. Incluida la transgresión del principio sacrosanto de la inamovilidad de las fronteras reconocidas internacionalmente y amparadas por el derecho. Ahora, en el desconcierto de las guerras, parece que lo impensable está ocurriendo: la redefinición del trazado de los mapas.
Una oportunidad, por otra parte, para aquellos que ven en el sistema de la pos Guerra Fría un invento de las democracias liberales al servicio de sus intereses y que finalmente comienza a decaer junto con la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados europeos, encaminados como estarían hacia la irrelevancia, signo inequívoco de la irremediable transición hacia un orden mundial presidido por fuerzas no occidentales. Entre quienes participan de esta visión, existe la convicción de que el fin de la unipolaridad norteamericana brindará la oportunidad de cambiar el statu quo por medio del revisionismo. Sería la cara oculta, aunque cada vez menos, de la multipolaridad. La esperanza de rasgar unas costuras territoriales que aprietan y constriñen. Y la guerra de Ucrania, la ocasión de Rusia para exportar a países amigos un revisionismo que inaugure una etapa histórica inédita, su contribución a la formación de un nuevo sistema internacional. Idea que sintetiza el investigador Viacheslav Shuper, que recoge el think tank ruso Club de Debates Valdai: “Nosotros (...) luchamos según mapas ajenos; utilizamos la imagen del mundo creada por Occidente en su propio interés. Solo su profunda revisión nos permitirá tener éxito en el enfrentamiento con Occidente y ganarnos la simpatía de los países no occidentales que necesitan urgentemente una imagen alternativa del mundo, pero que no disponen de los recursos intelectuales necesarios para crearla”.
Esta declaración de intenciones sin ambages ve en la derrota de Ucrania una conquista que va más allá de la mera reparación territorial de un agravio nacional. Aquí la victoria tiene naturaleza de hecho histórico necesario en el comienzo a una nueva era, un embate a la clave de bóveda que sujeta la arquitectura internacional. Golpe que, por otra parte, ya asestó Rusia al invadir Ucrania en flagrante violación de los principios de la Carta de Naciones Unidas y en condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad.
Así, mientras la atención del mundo se centra en Ucrania y Gaza, otros conflictos en escenarios distantes apuntan a que podríamos estar adentrándonos en una era de revisionismo geopolítico.
En el sur del Cáucaso, el pasado año Azerbaiyán ocupó y disolvió el enclave armenio de Nagorno Karabaj, con el apoyo político y económico de Turquía. Ello deja en evidencia —escribe Mira Milosevich-Juaristi para el Instituto Elcano— el fracaso de la participación internacional de la Unión Europea, la pérdida de influencia de Rusia en el espacio pos-soviético y el auge de la “reimperialización” de Turquía, actor clave cuya influencia se extiende por el mar Negro y el Mediterráneo Oriental.
En Asia Oriental, dos importantes aliados de Putin actúan en esta dirección. En Corea del Norte, Kim Jong-un ha renunciado a la reunificación pacífica de la península coreana. En enero, Pyongyang lanzó más de 200 proyectiles de artillería en dirección a Corea del Sur y definió los vínculos con Seúl como “una relación entre dos países hostiles… dos beligerantes en plena guerra”. China se emplea imponiendo por tierra, mar y aire una política de hechos consumados. Un work in progress de apropiación de territorio, aguas internacionales y espacio aéreo que entra en conflicto con países menos poderosos, pero también con potencias como la India. Una maniobra consistente en acotar unilateralmente y por sorpresa las demarcaciones territoriales y marítimas de los mapas, ampliando lo que considera espacio soberano por cuenta propia, y a partir de ahí pasar a la acción coercitiva. Al último episodio con Filipinas en el ya de por sí caldeado mar de China Meridional, hay que añadir la reciente protesta de Vietnam por la nueva demarcación que Pekín ha realizado sobre el golfo de Tonkín que afecta a la zona económica exclusiva de Vietnam. Otros potenciales escenarios incluyen la región del Sahel, estructuralmente disfuncional y donde Rusia se esfuerza en implementar su visión “multipolar” del mundo. En Etiopía, el primer ministro Abiy Ahmed opera para conseguir un puerto marítimo mediante un acuerdo con Somalilandia, Estado que se separó de Somalia hace 20 años, a cambio de un cierto reconocimiento diplomático que no tiene en el ámbito internacional. Sudán se hunde en el caos de la guerra y la hambruna, con una crisis humana y de refugiados que desestabilizará la ya de por sí inestable región.
El agitado Oriente Próximo también podría beneficiarse: Irán, los hutíes o Benjamín Netanyahu y sus acólitos de la extrema derecha con su versión del Gran Israel. Sin olvidar los casos de irredentismo que bullen en territorio europeo. No hace mucho, Viktor Orbán asistió a un partido de futbol vistiendo una bufanda que mostraba el mapa histórico de Hungría, previo a la I Guerra Mundial, que incluía partes de Austria, Croacia, Rumania, Serbia, Eslovaquia y Ucrania. O una situación cercana a nosotros, el caso de Maduro en Venezuela, que ha llevado a cabo un referéndum para anexionarse Esequibo, territorio de la Guyana rico en recursos naturales.
La invasión rusa de Ucrania ha asentado el precedente de cuestionar la legitimidad de las fronteras internacionales, avivando las esperanzas del nacionalismo irredentista que ve en el mundo pos América un aval a sus aspiraciones y la oportunidad de zanjar de una vez por todas conflictos arrastrados durante décadas y de redibujar el trazado de los mapas. Hechos que colocan a Europa en una situación particularmente complicada, que lo será todavía más si en Estados Unidos Donald Trump gana las próximas elecciones. Convendría tener en cuenta que la onda expansiva de la guerra en Ucrania tiene un largo alcance y que el apoyo europeo es determinante para el escenario que emergerá cuando finalice. Eva Borreguero es politóloga.
 





























 





[ARCHIVO DELBLOG] Afectos. [Publicada el 26/03/2020]











Cuando ya hemos llenado la despensa de garbanzos, arroz y huevos, y hemos intentado vislumbrar lo incierto de nuestro futuro, aterrizamos en el presente curador. Ese presente es nuestro mapa de afectos y el acopio de amor deviene vital, escribe la psicóloga y periodista Sílvia Cóppulo [El mapa de los afectos. El Periódico, 26/3/2020] en el A vuelapluma de hoy.
Cada día analizamos, -comienza diciendo Cóppulo- casi sin entender, las gráficas de la evolución de la crisis. Líneas que se resisten a descender, cifras que aquí continúan yendo al alza. Las informaciones dan cuenta de ello a todas horas. Pero, de repente, cuando la frialdad de los números desaparece, en nuestra gente, en nuestros pueblos y ciudades, emergen iniciativas desde la solidaridad, nítida plasmación del amor. Son el anverso de la moneda y nos reconfortan.
También en la agenda personal, cada día ocupa más tiempo el cuidado afectivo de los nuestros. Nos atrevemos mucho más no solo a preguntar un cómo estás, sino a atender de verdad a la respuesta, adivinando contenidos de pausas y silencios. Buscamos entonces el tono y las palabras que signifiquen apoyo, y se nos abre la oportunidad de empatizar con los temores de los demás. No estamos solos cuando aprendemos a escuchar. Traducimos bien aquello que esconden los mensajes cortos en un wasap; nos reímos mientras no acabamos de conseguir colocar en nuestro ordenador un chat grupal con nuestros amigos o con nuestra familia: ¡Hey, mañana repetimos, eh, que al final lo hemos conseguido! Llamamos por teléfono a nuestros mayores, y hoy les agradecemos que continúen estando ahí, ¡no sabíamos cuánto les necesitábamos! Aprendemos también a consolar a los que han enfermado y a los que en esta partida ya han perdido.
En nuestro silencio interior, les propongo que dibujen lentamente su mapa de afectos. Verán como en él aparecen muchos puntitos, que yacían olvidados en la agenda del pasado. Tantos otros eran simples contactos en el móvil con los que nunca contactábamos. Atrévanse, llamen por teléfono, escriban, conéctense. Por propia experiencia sé, que entonces el miedo y la soledad se alejan, deslizándose en el calendario. El abrazo virtual alimenta y nos sostiene. Somos más fuertes y recomenzamos a vivir.  Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt














lunes, 25 de marzo de 2024

De Yolanda y Sumar

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. El espacio a la izquierda del PSOE atraviesa una crisis ideológica, territorial y organizativa, afirma en El Pais la politóloga Estefanía Molina, y al fracaso en Galicia se le sumará probablemente el del País Vasco. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com












El partido de Yolanda Díaz no existe
ESTEFANÍA MOLINA
21 MAR 2024 - El País - harendt.blogspot.com

El partido de Yolanda Díaz no existe, nunca ha existido: solo fue una plataforma para sostener a la izquierda alternativa ante el ciclo electoral de 2023. Y esa realidad cruda aflora ya con el batacazo en Galicia —que probablemente se repita en el País Vasco— e incluso con la falta de autoridad de Díaz frente a los comunes ante la caída de los presupuestos de Cataluña, o la ruptura con Podemos en el Congreso. Hete ahí la verdad incómoda: la vicepresidenta segunda no resulta tan buena líder como prometía en su papel de ministra de Trabajo.
Aunque no todo es culpa suya. La principal tarea de Díaz era recomponer un espacio ya muy debilitado, pese a que los fans de Pablo Iglesias insistan en que venía a “enterrar” el 15-M. Es falso: el surgimiento de Podemos en 2014 respondió a una crisis económica y de sistema, cuya esencia se ha ido diluyendo de forma natural en estos años de cambio político. Por ejemplo, el debate sobre monarquía o república no está hoy en la agenda como entonces; el conflicto territorial en Cataluña se busca saldar con una amnistía al procés; la economía ha remontado, pese a la inflación, con medidas sociales distintas a la austeridad de 2010. En definitiva: la izquierda alternativa ha sufrido la pérdida de sus banderas antisistema, algo acentuado con su paso por el Gobierno.
Por ello, el espacio a la izquierda del PSOE atraviesa una crisis velada que tapó la creación de Sumar y ahora se le ven las costuras. Quitando a formaciones como Más Madrid, Compromís o En Comú Podem, o la zona de Andalucía, el erial es notorio a escala nacional. A las marcas citadas les funciona presentarse en Cataluña, la Comunidad Valenciana o Madrid como izquierdas federalistas centradas en la gestión. En cambio, a nivel estatal Díaz no encuentra un papel muy diferenciado en el tablero político.
El motivo es que ni Sumar ni Podemos son ya una fuerza de choque. Ninguno serviría hoy de contrapeso frente al PSOE: no dejarían caer a este Ejecutivo si el caso Koldo se agravase, por mucho que Ione Belarra lleve al Gobierno al límite en algunas votaciones o Díaz afee la situación en público. Ambos han tragado, además, con carros y carretas en banderas importantes para la izquierda, como que el ministro Marlaska siga en el puesto pese a las devoluciones en caliente. A la postre, las estrategias de Díaz o Belarra serán distintas, pero ninguna aborda los problemas estructurales de la economía. Podemos critica a los dueños de supermercados o de empresas textiles enarbolando una suerte de populismo que canaliza el malestar, pero no transforma el sistema. El pragmatismo de Sumar pivota sobre el salario mínimo para los más vulnerables, gravar las fortunas de los ricos e, incluso, limitarse a garantizar más tiempo libre a los trabajadores, sin ambición por resolver el problema de fondo, que es el hundimiento de la clase media
La izquierda a la izquierda del PSOE también ha perdido su componente disruptivo en lo relativo a su impugnación frente a ciertos poderes. Curiosamente, Pedro Sánchez y los independentistas capitalizan hoy mejor la refriega judicial a cuenta de la ley de amnistía que el propio Podemos, que hizo de las llamadas “cloacas del Estado” su bandera política.
En consecuencia, es esperable que la derrota de Sumar y Podemos se repita en Euskadi, como ya ocurrió en Galicia. Los partidos emergentes en esos territorios son Bildu y el BNG, no casualmente. A menudo se ha tendido a creer que Podemos les dio alas con su discurso plurinacional en 2015, pero no es cierto. Al contrario: el partido de Iglesias sirvió de parapeto para su crecimiento, como vía posibilista, pero tras su caída, el trasvase no tiene freno. El BNG se volvió el voto útil de la izquierda el pasado 18-F sin aludir a los problemas identitarios. En Euskadi, las nuevas generaciones de jóvenes no vivieron el terrorismo, y muchos votantes de la izquierda abertzale son más socialistas que nacionalistas. Ambos casos deben ser entendidos como “izquierdas de proximidad”, combativas o alternativas, del nuevo tiempo.
Con todo, sería óptimo que ni En Comú Podem, ni Compromís, Más Madrid o IU quisieran fundirse bajo Sumar, sino mantener su autonomía. Son la locomotora de la plataforma, frente a un espacio político residual en la España interior o rural. Díaz cometería un error al imponer el mismo centralismo organizativo de Iglesias.
Así que quizás el papel de la vicepresidenta en adelante no sea fundar una marca nueva, ni aspirar a que Sumar sea un partido más al uso, sino quizás apostar por crear un tinglado político utilitarista. Es decir, entender a qué elecciones debería presentarse, y a cuáles no, o cómo hacerlo para que el PSOE y sus socios maximicen sus votos. En algunas zonas serán más fuertes las marcas plurinacionales (ERC, Bildu, BNG…) que su plataforma. Y podría incluso ser una opción coaligarse con el PSOE allí donde realmente no existe espacio para que ambos compitan. A fin de cuentas, si el partido de Yolanda Díaz no existe, es momento de que evolucione hacia otros fines. De ese debate podría ir también, este sábado, su cónclave político. Estefanía Molina es politóloga.