En la presentación de "Desde el trópico de Cáncer" comento que entre mis pasiones confesables, aparte de mi familia, están la lectura, el paseo, mis amigas, los perros, los gatos, Europa, la teoría política, la historia, el café, y el buen wiski; no siempre por ese orden, matizo ahora... Más adelanto intentaré justificar esta, aparentemente, extemporánea declaración.
Los sábados es mi mejor día de la semana. Es el día en que me siento "más mejor"; un canarismo precioso, ¿no es verdad?. No me pregunten la razón porque no tengo ninguna explicación clara al respecto, pero es cierto que el día en que suelo desenchufarme con fortuna de los agobios diarios y me siento mejor que los restantes días de la semana. Normalmente, aprovecho para ir dando un paseo matinal por la avenida marítima que discurre de sur a norte por la costa oriental de Las Palmas, desde mi casa hasta la Biblioteca Pública del Estado, situada en el parque de San Telmo. De una hora a hora y cuarto, más o menos, a paso tranquilo. El pasado sábado lo hice de nuevo. Fui a devolver dos libros: "Historia mínima de España" (Turner/Colegio de México en España, Madrid, 2012), de Juan Pablo Fusi, y "Tiempos presentes" (Gedisa, Barcelona, 2002), de Hannah Arendt, y traerme otros dos que había solicitado recientemente: "Informe sobre España. Repensar el Estado o destruirlo" (Crítica, Barcelona, 2012), de Santiago Muñoz Machado, y "El azar de la mujer rubia" (Alfaguara, Madrid, 2012), de Manuel Vicent. Me queda por terminar "Las élites españolas ante el cambio de régimen políticos. Lógica de Estado y dinámicas centro-periferias en el siglo XX" (Centro de Investigaciones Sociológicas/Siglo XXI, Madrid, 2004), del sociólogo y profesor de la Universidad de Montpellier, William Genieys.
Pero vuelvo con lo de las pasiones confesables: Sí, la política es una de ellas; no como ejercicio profesional o vocacional de servicio a la "cosa pública" -que de todo hay, no lo dudo- sino más bien como objeto de estudio y análisis histórico y teórico. Quizá por eso me entusiasman el Derecho Constitucional Comparado y la Teoría Política. De niño quería ser senador, no diputado ni procurador en Cortes, sino senador, como los de los Estados Unidos pero en España. Para cuando hubo senadores en España, ya se me había pasado la vocación. Estuve metido en actividades políticas durante el régimen franquista, la transición y, luego ya, en la etapa democrática. Nunca ocupé cargo alguno remunerado, ni por casualidad. Me hubiera gustado ser diputado del Parlamento europeo, no por el sueldo -sustancioso, por otra parte-, sino porque para mí, antinacionalista confeso, Europa es mi madre patria sentida y anhelada; la única patria común que me merece la pena, pero en la política activa partidista y profesional hay que tragarse muchos sapos y un servidor tiene las tragaderas estrechas...
Me leí el libro de Vicent que citaba más arriba de un tirón, sin pausas. En unas horas de soledad amigable y compartida. No les desvelo la trama de la ficción por si deciden leerlo; yo se lo recomiendo encarecidamente. Los cercanos a los sesenta lo disfrutarán seguro. Solo les adelanto que salen todos los que significaron algo en la transición democrática pero que la historia está centrada en la relación, íntima y profunda, entre tres personajes: Adolfo Suárez, el rey Juan Carlos y Carmen Díez de Rivera. que jugaron un papel esencial en la misma. ¿Se acuerdan de ella?... La llamaron la "Musa de la Transición".
Fue aquella una fantástica epopeya que estoy seguro muchos de nosotros echamos de menos ahora, una epopeya en la que los políticos jugaron solo a hacer "Política" (con mayúscula, como pedía el rey en su último mensaje navideño) pensando más en los intereses del pueblo español que en los suyos estrictamente partidistas. De los tres personajes centrales de esta historia tuve la fortuna de conocer personalmente a dos de ellos.
Hay pocas cosas que me emocionen hasta el llanto, quizá la música -a pesar de que tengo un oído fatal-, un fragmento literario bien estructurado (y bello), o la muerte absurda e inesperada de un ser querido. Leyendo a Vicent me he tenido que morder los labios para no ponerme a llorar como un chiquillo; sentimental que es uno. En este enlace pueden leer lo que el propio autor escribe sobre su libro en "El Huffington Post".
Sobre la transición española a la democracia (1976/1978) se ha dicho y se siguen diciendo muchas tonterías, sobre todo por los que no la vivieron. Por supuesto que se cometieron fallos y errores, pero la prudencia y el bien común, y traer la democracia a España, se antepuso a todo. En palabras del sociólogo e historiador Juan José Linz, citado por Genieys en su libro sobre las élites españolas, "la transición se basó en un pacto que vinculó tanto a los rupturistas como a los reformistas". Otro politólogo citado en el mismo libro, Richard Gunther, añade que "el éxito de la consolidación democrática se debió al tránsito de la desunión a la unión consensual de las élites, caracterizado por el hecho de que los partidos aceptaron el juego democrático". Termino con otra cita de Giovanni Sartori: "El triunfo de la democracia liberal frente a sus enemigos exteriores (es decir, frente a la malignidad de la política) la deja indefensa ante un enemigo interior: las malas políticas. La democracia puede triunfar en el terreno de los principios, pero en la práctica, en su ejercicio, puede tener que soportar fuertes ataques". Como ahora en España, o en Italia, profesor Sartori, por ejemplo; añado yo...
Sobre la necesidad ineludible de una nueva transición política española y un reformado en profundidad pacto constitucional, trataba el editorial del diario "El País" del pasado día 9, que proponía acometer diez reformas absolutamente prioritarias para sacar a España de la crisis social, política, institucional y económica en que la incompetencia e irresponsabilidad de unos y otros la ha sumido. Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt