jueves, 27 de septiembre de 2018

[DESDE LA RAE] Hoy, con el académico Luis Ángel Rojo





La Real Academia Española se creó en Madrid en 1713 por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), octavo marqués de Villena, quien fue también su primer director. Tras algunas reuniones preparatorias realizadas en el mes de junio, el 6 de julio de ese mismo año se celebró, en la casa del fundador, la primera sesión oficial de la nueva corporación, tal como se recoge en el primer libro de actas, iniciado el 3 de agosto de 1713. En estas primeras semanas de andadura, la RAE estaba formada por once miembros de número, algunos de ellos vinculados al movimiento de los novatores. Más adelante, el 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. 

La RAE ha tenido un total de 483 académicos de número desde su fundación. Las plazas académicas son vitalicias y solo ocho letras del alfabeto no están representadas —ni lo han estado en el pasado— en los sillones de la institución: v, w, x, y, z, Ñ, W, Y. 

En esta nueva sección del blog, que espero tengo un largo recorrido, voy a ir subiendo periódicamente una breve semblanza de algunos de esos cuatrocientos ochenta y tres académicos, comenzando por los más recientes, hasta llegar a la de su fundador, don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga. Pero sobre todo, en la medida de lo posible, pues creo que será lo más interesante, sus discursos de toma de posesión como miembros de la Real Academia Española. 

Continúo hoy la semblanza de los actuales y pasados miembros de la RAE con la del académico Luis Ángel Rojo (1934-2011). Fue elegido académico el 18 de abril de 2002 y tomó posesión de su silla, la "f" minúscula, el 1 de junio de 2003 con el discurso titulado La sociedad madrileña en Galdós, al que respondió, en nombre de la corporación, el también académico Eduardo García de Enterría.

Licenciado en Derecho, doctor en Ciencias Económicas y catedrático emérito de Teoría Económica de la Universidad Complutense, Luis Ángel Rojo fue doctor honoris causa por las universidades de Alcalá de Henares y de Alicante y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Técnico Comercial del Estado en 1957, Rojo desempeñó los cargos de director general de estudios, subgobernador y gobernador del Banco de España; tesorero de la Asociación Internacional de Economía; vicepresidente del Instituto Monetario Europeo; miembro del Comité de Planificación para el Desarrollo de las Naciones Unidas, del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo y del Comité para la Interpretación de los mercados financieros de la Unión Europea; y primer presidente de la Fundación pro Real Academia Española (1993-2000).

Entre sus numerosas obras sobre diferentes campos de la economía y la historia destacan Keynes y el pensamiento  macroeconómico actual (1965), Teoría económica del crecimiento (1966), El nuevo monetarismo (1970), Renta, precios y balanza de pagos (1975), Inflación y crisis en la economía mundial (1976), El sistema monetario europeo (1989) y Ensayos de Economía y pensamiento económico (2004).




El académico Luis Ángel Rojo



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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miércoles, 26 de septiembre de 2018

[A VUELAPLUMA] Aguantar y seguir; no queda otra







Sobre el conflicto entre las autoridades rebeldes de la Generalidad de Cataluña y las del Estado la receta es aguantar y seguir, porque desear lo imposible es una enfermedad del alma, escribe en El País, César Antonio Molina, escritor, exdirector del Instituto Cervantes y ex ministro de Cultura, y antes que él Diógenes Laercio, historiador griego, allá por el siglo III d.C. Y no queda otra, si queremos sobrevivir como españoles y como europeos.

En la Odisea, comienza diciendo César Antonio Molina, en la corte de los feacios, el héroe narra cómo él y sus compañeros habían divisado los fuegos de pastor en la costa de Ítaca. Comenzaban a celebrar el prolongado y retrasado regreso, cuando un terrible temporal los arrastró nuevamente a la isla de Eolo, de la cual hacía poco tiempo habían partido. La culpa de este inesperado contratiempo no la tuvieron los dioses ni la naturaleza, sino los propios compañeros de Odiseo. Estaban convencidos de que su rey les había engañado escondiendo ingentes tesoros en las sentinas de la nave. Mientras el gran estratega griego se entregaba al sueño sobre el timón, la tripulación abrió el pellejo cerrado que el dios del viento había dado al héroe y se produjo el citado temporal. Ulises, desilusionado y tremendamente molesto, con toda la razón, pensó entonces si debería saltar del barco y desaparecer en el mar, o seguir con vida, aguantando callado todo lo sucedido. Homero nos dice que, finalmente, eligió aguantar y seguir.

Aguantar, ser paciente, sobreponerse a la desesperanza, no perder el juicio, ser astutamente perseverante. ¿Pero todo esto le será suficiente al presidente del Gobierno de España llevando la tripulación que lleva? Aguantar y seguir. ¿Estamos en manos de Odiseo? El personaje del poema épico era polytropos: el muy viajado, el versátil, el hábil, el astuto, el probado en desvíos, el que soporta los contratiempos, el héroe del movimiento retardado hacia la meta, el hombre al que se le estira en el potro del tormento de la memoria. Y también era polymetis: rico en consejos, fuerte en ardides, el que jamás se desconcierta, el luchador. Y Homero añade otros adjetivos calificativos como polytlas: el que soporta muchas cargas; polypenthes: el que sobrelleva muchas preocupaciones; polytlemon: el que sobrelleva muchas penas; polymechanos: que sabe burlar a la naturaleza. En el poema homérico el héroe constituye la sustancia cuyos atributos son las penas. Hablando de nuestros días, el presidente no es más heroico que cualquiera de sus conciudadanos quienes, con menores medios y muchos más riesgos, tienen que soportar las perpetuas inclemencias de este país inclemente. En el fondo, nuestra nación es tremendamente estoica. Ocupa un lugar en el mundo, en apariencia envidiable, donde los seres humanos están expuestos a cargas. A grandes ejercicios diarios de cargas suplementarias, que en otros lugares no existen. Nada más despertarse y abrir sus ojos cualquier español pierde, para empezar, el 30% del día, simplemente, por el hecho de hacerse, entre otras muchas, las siguientes preguntas: ¿En qué país estoy? ¿Qué identidad lo conforma? ¿A qué comunidad pertenezco? ¿Existe todavía el procés y los nacionalismos variopintos? ¿Realmente es que Franco ha resucitado y no nos hemos enterado? ¿Hay presos políticos, según dice el ridículo supremacista del actual presidente de la Generalitat? ¿Soy yo el colaborador de una dictadura? ¿Cuántos insultos compartiremos hoy los españoles en la maravillosa lengua de Pla o de Espriu? ¿Aún no se han enterrado a los muertos como manda la ley natural? ¿Existe Europa? ¿Nos estará acechando el inspector de Hacienda por cobrar la pensión y seguir publicando? ¿Coincidiremos en un bar tomando una cerveza con el asesino etarra de 40 personas? ¿Quizás los robots nos dejen en paro, pero ya libres de nuestras inquietudes?

Peter Sloterdijk, en su magnífico libro ¿Qué sucedió en el siglo XX? escribe que los europeos -aquellos que no sienten vergüenza en afirmar que lo son- estamos a punto de convertirnos en un pueblo de lotófagos: los comedores del loto que borraba todos los recuerdos (de nuevo la Odisea), dispuestos a desprendernos de nuestras propias tradiciones. El filósofo alemán añade que hay que volver a explicar a los europeos quiénes somos y de dónde venimos. Y a todas las preguntas anteriormente enunciadas hay que añadirles las propias del lugar donde se habita. Por ejemplo, quienes vivimos en Madrid, saber si nuestra ciudad, en los próximos meses, volverá a ocupar un lugar preferente entre las capitales mundiales recuperando la limpieza, la cultura, la dignidad, la convivencia y la gestión dilapidada en estos últimos años. Así, los españoles ¿no son tan o más heroicos que su propio presidente? ¡Odiseo lo somos todos! ¿Un buen Gobierno? Seguro que sí por su profesionalidad, pero tremendamente complejo por el lastre. Diógenes Laercio advirtió de que desear lo imposible era una enfermedad del alma. Desear, decía él. Pero, ¿llevarlo a cabo? Odiseo es también el arte de atarse uno mismo al mástil, no para evitar los gritos irresistibles de las sirenas, sino el mayor lamento que es el silencio del vacío total. ¿Se puede cargar con Calipso, los lotófagos, Polifemo, los lestrigones, Circe, los feacios, además de los propios, todos en la misma nave? ¿Quién abrirá el pellejo de Eolo y hará estrellar la embarcación? ¿Será suficiente que nuestra Nausícaa casera repita permanente "extranjero no me pareces malvado y no me pareces necio"? Un barco de Babel éste que patronea nuestro Odiseo particular. Incluso si llegase a puerto, como así sucede en el poema "tampoco allí, ya entre los propios/seres queridos, se vio aún libre de miserias". En Ítaca, en su propio palacio, aguardan los populistas su turno final. Así es comprensible lo que escribió Platón en el libro décimo de la República referente al final, en el más allá, de Odiseo: "Buscó una vida tranquila y anónima".Todos los ciudadanos españoles, ya desde hace años, son cada uno a su manera Odiseo. 20 años tardó el griego en arreglar su historia -y no nos olvidemos que de manera violenta-. ¿Cuánto nos llevará a nosotros de manera pacífica? La Península Ibérica, al menos, el trozo que a nosotros nos toca, es esa balsa de piedra que ojalá navegue con rumbo.En los próximos meses, si no años, no nos jugamos que gobierne un partido u otro, sino que nos estamos jugando la propia sobrevivencia de nuestro país. Que nadie se engañe, la separación de Cataluña sería el inicio de la desintegración irreversible de España, y también de Europa, como desean muchos. Varios Estados más surgirían con distintas ideologías y dependencias no precisamente proeuropeas. ¿Esto sería soportable? Por eso nos enfrentamos a la cuestión de Estado más importante de la democracia. Los partidos deberían dejar de lado sus rencillas y ponerse de acuerdo. Porque, de no ser así, ¿existirían ellos en esas nuevas naciones? Los partidos constitucionalistas tienen que poner orden, autoridad, respeto y convivencia. La separación, caso de que se pudiera producir pacíficamente, estableciendo un nuevo Estado de pureza étnica, nunca traería la paz, pues los conflictos de fronteras (siempre se habla de los países catalanes del sur, ¿y los del norte?) surgirían a continuación como sucedió hace muy poco tiempo en la antigua Yugoslavia.

En una guerra en seco (sin sangre aún, afortunadamente) estamos ya desde hace tiempo. Y el lenguaje bélico se va acentuando con "el ataque al Estado español" del presidente en los últimos días, y ya los preocupantes encontronazos cívicos de este mes de septiembre conmemorativo. Quien no ponga racionalidad, quien no ponga freno al insulto, al odio y la xenofobia entre españoles y europeos, está condenado al fracaso y a la amechania, que es a lo que el héroe homérico pudo verse abocado: pérdida de los ardides, la astucia, las ocurrencias y artes que encuentren salida a una situación cualquiera y, finalmente, la apatía, la resignación y la infelicidad.Todos debemos defender el patriotismo constitucional. En Europa somos compatriotas de unos países que, tras la Segunda Guerra Mundial, dieron a luz democracias estables y una cultura política liberal que pacificó los ánimos bélicos, y desarrolló un Estado del bienestar jamás alcanzado nunca antes. Patriotismo constitucional. En España somos compatriotas en un país que, tras una Guerra Civil, el exilio de una parte importante de su población, la dictadura de 40 años, logró con la democracia vivir en paz y desarrollo llevando a cabo aquellas esperanzas de libertad por las que muchos de nuestros familiares murieron. Lo de patriotismo constitucional lo ha resaltado el propio Jürgen Habermas, uno de los más grandes filósofos europeos del siglo XX y del postpensamiento marxista. Y si todos, no solo Odiseo, en este caso, hemos decidido aguantar y seguir, deseamos tener suerte en las difíciles decisiones por el bien común no sólo de los partidos. Willy Brandt, ya en los años 70 del pasado siglo, avisó que Occidente y sus democracias estarían nuevamente en peligro por Rusia y su autoritarismo militar. Pero también porque la salud de la democracia siempre es frágil. Estamos en el tempo rubato, esa peculiaridad interpretativa de la música de Chopin que consiste en llevarla a cabo de una manera sutil, pero con inquietud rítmica.



Dibujo de Jaime Olivares para El Mundo



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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martes, 25 de septiembre de 2018

[SONRÍA, POR FAVOR] Un toque de humor para hoy martes, 25 de septiembre





Mafalda, por Quino


El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. También, como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Un servidor de ustedes tiene escaso sentido del humor, aunque aprecio la sonrisa ajena e intento esbozar la propia. Así pues, identificado con la primera de las acepciones de la palabra humor del Diccionario de la Lengua Española, en la medida de lo posible iré subiendo periódicamente al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





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lunes, 24 de septiembre de 2018

[PENSAMIENTO] El relato apátrida de la globalización



La Escuela de Atenas (Rafael, 1512)


La historia global pretende situarse más allá de la nación, la religión o la raza. Nuevos ensayos apuestan por ella para explicar un presente y un pasado conectados, escribe en El País el profesor Carlos Martínez Shaw, historiador y catedrático de Historia Moderna en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

La globalización es un concepto que nace a finales del siglo XX, comienza diciendo el profesor Martínez Shaw, y que, sobre todo, trata de expresar el beneficio universal que conlleva la libre circulación de recursos, bienes y capitales a escala mundial. Ahora bien, aunque se publiciten las facilidades para la comunicación y la información (a través de Internet en particular), las ventajas del dinamismo planetario de los flujos financieros o las oportunidades para consumir productos de todo el mundo, esta formulación, como contrapartida, no explicita que ello quiere decir, ante todo, la divulgación de modelos ideologizados concebidos como propaganda de los países más poderosos, la ampliación de los mercados para los países productores, la movilidad de los capitales superando las trabas del proteccionismo y de los intereses nacionales de los países menos favorecidos y la deslocalización de empresas para obtener una mano de obra más barata y con menos tradición en la defensa de los derechos laborales. Y, finalmente, esconde la imposición de las mercancías de los países productores, la imposición de las normas contractuales de las empresas multinacionales a los países receptores y la imposición de la inmovilidad a los trabajadores de los países desfavorecidos mediante la implantación de toda clase de medidas contra los inmigrantes que tratan de cruzar la frontera que separa a los países pobres de los países ricos, de tal modo que la “globalización humana” es la que conoce las mayores restricciones, a veces mediante la creación de un limes de civiles armados con licencia para matar, la edificación de “muros de la vergüenza” o el levantamiento de vallas erizadas de cuchillos.

Sea ello como sea, este hecho introdujo la necesidad de establecer la génesis de un proceso que, según sus promotores, se había iniciado tiempo atrás y ahora conocía su punto máximo de perfección. Los historiadores nos apresuramos a indagar sobre esos orígenes, creando así una disciplina, o tal vez sólo un nuevo modo de aproximación, que pronto encontró el nombre de historia global. Un método que se ha mostrado satisfactoriamente operativo, tanto para analizar el presente como el pasado, pero que hay que someter a crítica porque entraña algunos riesgos, como bien ha señalado Sebastian Conrad: dar un sentido teleológico a la actual globalización, ocultar la existencia de proyectos interesados y espúreos bajo la apariencia de un desarrollo natural, subrayar los beneficios y silenciar los costos (migraciones forzosas, esclavitud, guerras, imperialismo económico y político, fomento de la desigualdad, apropiación de los recursos por los más fuertes, explotación de los más desfavorecidos, inducción de los desastres económicos, financieros, ecológicos, climáticos), enmascarar la acción de fuerzas impersonales y antidemocráticas.

En una definición inicial, un tanto primitiva, la función de la historial global era la de escribir un relato que abarcase todos los hechos del pasado, insuflando nueva vida a la bien fundamentada historia total de la Escuela de los Annales y al concepto marxista de la totalidad social y, en el campo de la cronología, escribir un relato que empezase por el Big Bang y llegase hasta hoy, en una ampliación del concepto braudeliano de la longue durée, una resurrección que ha sido defendida recientemente con convicción por historiadores como David Armitage. Una segunda opción, la que ha tenido más éxito, hasta el punto de ser hoy la más común y la más cultivada, es la que toma en consideración el mundo como un territorio perfectamente interconectado, por lo que se privilegian, además de las migraciones humanas, las transferencias, los intercambios, las apropiaciones de los bienes materiales y culturales que se entrecruzan a través del planeta. Finalmente, esta interconexión puede dar un paso más y hallarnos con el punto de vista que completa los demás, a través de la noción de integración, es decir de la existencia de unos lazos profundos y duraderos entre los diversos continentes (o también, las diversas civilizaciones) sobre los que han descansado las grandes transformaciones universales. En cualquier caso, los relatos escritos desde la historia global, siguiendo a Serge Gruzinski, permiten proseguir “el progresivo desmantelamiento de los herméticos universos, físicos y mentales durante tanto tiempo arraigados en la tierra, la nación, la raza, la religión o la familia”. Lo que no es poco.

Estos enfoques permiten aplicar el concepto de fenómenos globales a numerosos hechos históricos, como la perduración de la ruta de la seda o de la ruta del oro transahariano, la expansión de Gengis Kan (Chingis Jan) desde el Extremo Oriente al corazón de la Europa oriental, la difusión del budismo desde India a Extremo Oriente, las experiencias de los grandes viajeros medievales (de Ibn Battuta a Marco Polo), la aventura de los argonautas del Pacífico Occidental… Sin embargo, estos fenómenos transfronterizos, abarcando inmensos territorios, propiciando intercambios comerciales o culturales a gran escala no presuponen todavía la existencia de una primera mundialización. Todos ellos se desarrollan en la vieja Eurasia y tocan algunas regiones de África, pero falta todavía el eslabón que permitirá la plena globalización: el descubrimiento de América, la conexión de ese nuevo mundo transatlántico con los mundos asiáticos tras la travesía del océano Pacífico y, finalmente, la unión de las navegaciones europeas hacia el este y hacia el oeste mediante la primera vuelta al mundo.

A partir de ahí se desarrolla el concepto de primera globalización o primera mundialización (o para algunos autores, como Bernd Hausberger, globalización temprana), que tiene su acta de nacimiento en un instante concreto. Se trata del momento en que se establece un sistema de intercambios de toda índole (humanos, biológicos, económicos, culturales) entre todos los continentes. Las fechas clave de esta coyuntura histórica (conocida genéricamente como la de la culminación de la “era de los descubrimientos”) se extienden, según nuestra opinión, a lo largo de 30 años (aunque una fórmula tan precisa pueda encontrar reticencias entre algunos): el descubrimiento de América por Cristóbal Colón (1492), la llegada a India de Vasco de Gama (1498), el descubrimiento del mar del Sur u océano Pacífico por Vasco Núñez de Balboa (1513) y la vuelta al mundo iniciada por una flota mandada por Fernando de Magallanes y completada por Juan Sebastián Elcano (1522). El cierre de ese primer anillo en torno al globo (de ahí, la palabra globalización) tiene además un significado especial, pues fue protagonizado por las dos entidades políticas que a partir de 1492-1512 (tras la ocupación de Granada y la ocupación de Navarra) compartían en exclusiva la península Ibérica. De ahí que muchos historiadores acepten (con renuencias o sin ellas) considerar ese periodo como el de la “globalización ibérica”.

La consecuencia más inmediata de estas exploraciones fue la inauguración de una red de intercambios intercontinentales, que fueron humanos (transferencia de personas entre los distintos continentes), biológicos (negativos por la acción de los gérmenes patógenos, positivos por los remedios terapéuticos), agropecuarios (cultivos y ganados trasplantados de unas tierras a otras, bienes naturales de consumo transferidos a través del comercio marítimo), culturales (ampliación del conocimiento de mundos y civilizaciones que se ignoraban entre sí) y económicos, que incluyeron la creación de redes comerciales entre los diversos continentes y la integración de estos en un sistema económico mundial por encima de la existencia de otros subsistemas (en los mares europeos, en el Atlántico, en el Índico o en el Pacífico) y gracias a la existencia de un agente esencial para garantizar esas redes y esos intercambios, la plata americana, convertida, según hemos defendido en muchas ocasiones, en el verdadero “catalizador” de la primera globalización. En definitiva, este proceso, que implicó a todos los mundos, generó, paradójicamente, la aparición de un solo mundo y, por ende, la posibilidad de concebir por primera vez una historia global y, más aún, una auténtica historia universal.



Dibujo de Nadia Hafid para El País



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domingo, 23 de septiembre de 2018

[TRIBUNA DE PRENSA] Lo mejor de la semana. Septiembre, 2018 (IV)





Dicen que elegir es descartar y estoy de acuerdo con ello. Asi pues, asumo la responsabilidad de mi elección. Aquí les dejo los Tribuna de prensa que durante la pasada semana he ido subiendo al blog cada día. Como dijo Hannah Arendt espero que les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar. La vida, a fin de cuentas, no va de otra cosa que de eso. Se los recomiendo encarecidamente porque creo, sinceramente, que merecen la pena. Y si me equivoco, perdónenme, por favor. Otra vez acertaré. Les dejo con ellos:Historia y ficción, por Mario Vargas Llosa

Y desde los enlaces de más abajo pueden acceder también a algunos de los diarios y revistas más relevantes de España, Europa y el mundo, actualizados continuamente. Espero que los disfruten:

El País (España)
Le Monde (Francia)
The New York Times (EUA)
The Times (Gran Bretaña)
Le Nouvel Observateur (Francia)
Chicago Tribune (EUA)
El Mundo (España)
Gazeta Wyborcza (Polonia)
La Vanguardia (España)
Los Angeles Times (EUA)
Canarias7 (España)
El Universal (México)
Clarín (Argentina)
L'Osservatore Romano (Vaticano)
La Voz de Galicia (España)
NRC (Países Bajos)
La Stampa (Italia)
Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania)
Le Figaro (Francia)
Tages Anzeiger (Suiza)
Komsomolskaya Pravda (Rusia)
Excelsior (México)
Die Welt (Alemania)
El Nuevo Herald (EUA)
El País Semanal (España)
Revista de Libros (España)
Letras Libres (España)
Claves de Razón Práctica (España)
Cuadernos para el diálogo (España)
Litoral (España)
Jot Down (España)
Real Instituto Elcano (España)
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (España)
Der Spiegel (Alemania)
The New Yorker (EUA)
Política Exterior (España)
Cidob (España)
Concilium (España)
Le Monde Diplomatique (Francia)
Le Nouvel Afrique (Bélgica)
Time (EUA)
Life (EUA)
Revista Española de Ciencia Política (España)
Cambio16 (España)
Jeune Afrique (Francia)
Tiempo (España)
Historia y Política (España)
Newsweek (Estados Unidos)
Nature (Estados Unidos)
Historia National Geographic (España)
Paris Match (Francia)
Instituto Nacional de Estadística (España)
National Geographic (Estados Unidos)
Investigación y Ciencia (España)
Centro de Investigaciones Sociológicas (España)
Expresso (Portugal)
Boletín de Investigación Filosófica Disputatio (España)
Historia Constitucional (España)
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España)
Les Temps Modernes (Francia)
Red Española de Filosofía (España)
Revista de Occidente (España)
Pensamiento al margen (España)
Paideia. Revista de Filosofía y Didáctica Filosófica (España)
EsGlobal. Política, Economía e Ideas sobre el mundo (España)
Nexos. Sociedad, Periodismo y Literatura (México)
Araucaria. Revista de Filosofía, Política y Humanidades (España)
Café Montaigne. Revista de Cultura y Filosofía (España)
Eunomia. Revista en Cultura de la Legalidad (España)
Nueva Revista de Política, Cultura y Arte (España)
Índice de revistas electrónicas por materias

Y desde estos otros a los especiales sobre:

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