lunes, 12 de febrero de 2018

[PARLAMENTO] XII Legislatura de las Cortes Generales. Febrero, 2018 (II)






Las Cortes Generales representan al pueblo español y están conformadas por el Congreso de los Diputados y el Senado. Ambas Cámaras ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuye la Constitución. 

En los Diarios de Sesiones de las Cámaras se reflejan literalmente los debates habidos en los plenos y las comisiones respectivas y las resoluciones adoptadas en cada una de ellas. Los demás documentos parlamentarios: proyectos de ley, proposiciones de ley, interpelaciones, mociones, preguntas, y el resto de la actividad parlamentaria, se recogen en los Boletines Oficiales del Congreso de los Diputados y del Senado. 

Desde este enlace pueden acceder a toda la información parlamentaria de la presente legislatura, actualizada diariamente. Les recomiendo encarecidamente que la exploren con atención si tienen interés en ello. Y desde estos otros a las páginas oficiales de la

Casa de S.M. el Rey

Congreso de los Diputados
Senado
Presidencia del Gobierno
Tribunal Constitucional
Tribunal Supremo y Consejo General del Poder Judicial
Consejo de Estado
Boletín Oficial del Estado

Parlamento Europeo

Consejo Europeo y Consejo de la Unión Europea
Comisión Europea
Tribunal de Justicia de la Unión Europea
Tribunal Europeo de Derechos Humanos
Diario Oficial de la Unión Europea

Parlamento de Canarias

Gobierno de Canarias
Cabildo de Gran Canaria
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria

La actividad parlamentaria de la pasada semana ha sido escasa: 


LUNES, 5 DE FEBRERO
CONGRESO
Comisión para el Estudio del Cambio Climático

SENADO
Comisión de Medio Ambiente y Cambio Climático

MARTES, 6 DE FEBRERO
CONGRESO
Comisión sobre la Crisis Financiera en España
Comisión de Investigación sobre la Financiación del Partido Popular

SENADO
Sesión plenaria

MIÉRCOLES, 7 DE FEBRERO
CONGRESO
Sesión plenaria
Comisión de Asuntos Exteriores

SENADO
Sesión plenaria
Comisión de Interior

JUEVES, 8 DE FEBRERO
SENADO
Comisión de Investigación sobre la Financiación de los partidos políticos
Comisión de Fomento

Desde los enlaces anteriores pueden acceder a los Diarios de sesiones respectivos. Y desde estos otros a la agenda de trabajo de las Cortes Generales prevista para esta semana tanto en el Congreso como en el Senado.

Desde este enlace pueden acceder al programa que RTVE ofrece sobre la actividad parlamentaria de la semana anterior.

Y desde este otro al blog de las Cortes Generales, permanentemente actualizado, dedicado a la Conmemoración del 40º aniversario de la Constitución de 1978.







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy lunes, 12 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

domingo, 11 de febrero de 2018

[A VUELAPLUMA] Intelectuales cebolletas





El intelectual vendría a ser quien esclarece, porque trae a la conciencia de la mayoría de personas aquello que, sin saberlo a ciencia cierta, pensaban. Su compromiso es únicamente con sus ideas: decir lo que piensa y no otra cosa, comenta en El País el profesor Manuel Cruz, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona y portavoz del PSOE en la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados.

El término intelectual, comienza diciendo, apenas conserva unas pocas briznas de su antiguo prestigio, de cuando dicha figura venía a constituir una modalidad secularizada del sacerdote y se le atribuía una enorme autoridad para emitir juicios de valor sobre cuanto pudiera ocurrir en la esfera pública y buena parte de la privada. Hoy en día para conseguir el mismo efecto sobre la ciudadanía hace falta reunir un número muy elevado de profesionales de la cultura, como si la cosa ya fuera al peso, y para alcanzar la repercusión que obtenía alguno de aquellos intelectuales de antes con sus argumentos no hubiera otra que recoger una abundante cantidad de firmas.

Esta patente devaluación de la figura a menudo se interpreta en una clave equivocada. Como si lo que ya no existieran fueran intelectuales de una superioridad intelectual y moral tan notable como la que supuestamente poseían los del pasado. Cuando tal vez la clave debería ser la contraria, y habría que empezar afirmando que el secreto de la autoridad que se les atribuía nunca residió en esa presunta jerarquía sino casi en su opuesto. De ahí que quizá la definición más adecuada del intelectual se podría resumir en unas pocas palabras, sin duda para muchos exageradamente modestas: intelectual es aquel que tiene algo que decir.

De aceptar la definición de urgencia, lo que caracterizaría a la mejor versión de esta figura no sería su superioridad, su excepcionalidad o ninguna otra forma de supremacía sino, más bien al contrario, su completa, absoluta y perfecta normalidad. Esto es, el hecho de que fuera capaz de plantear y argumentar unas ideas susceptibles de ser entendidas y aceptadas por el máximo de gente o, si se prefiere, de decir unas palabras en las que cualquiera se pudiera reconocer. El intelectual vendría a ser quien esclarece porque trae a la conciencia de la mayoría de personas aquello que, sin saberlo a ciencia cierta, pensaban. La tarea que tendría encomendada sería entonces la de acompañar a sus interlocutores en el camino de la autoclarificación, tarea que finalizaría en el momento en que estos consiguieran acceder a su particular ¡eureka!

Recuerdo una entrevista con Fernando Fernán Gómez que leí hace unos años. En ella reconstruía su trayectoria, centrándose especialmente en su faceta como director de cine, e iba pasando revista a las películas de las que había quedado más satisfecho a nivel personal, a las que habían tenido mejor crítica, sin olvidar aquellas que habían resultado un auténtico fiasco en taquilla. En un momento dado de la entrevista, al ser preguntado precisamente por la película de la que había quedado menos contento, hizo referencia a una, cuyo título no consigo recordar, pero respecto de la que sí recuerdo bien las razones de su descontento.

Había sido, comentaba, una película de autoencargo. Esto es, alcanzada una cierta altura de su carrera, Fernán Gómez llegó al convencimiento de que había adquirido el suficiente dominio del oficio y de los gustos del público como para llevar a cabo un producto con unas características tales que tuviera el éxito asegurado. Filmó esa película y el resultado fue un desastre. Entonces descubrió que lo que debía hacer no era, artificiosamente, ponerse en la piel de otros y realizar algo a la medida de lo que les atribuía, sino permanecer lo más fielmente en su propia piel y dirigir las películas que a él le gustaran, confiando en que gustaran también a mucha gente.

Así fue como consiguió grandes creaciones. No había más secreto: ser lo más veraz posible y, desde esa sencilla afirmación de sí mismo, conectar con los espectadores. Materializaba con este nada pretencioso comportamiento lo que antes señalábamos, esto es, asumía que sus gustos no eran excepcionales sino perfectamente comunes y que lo que a él le emocionaba podía emocionar a cualquiera. Lo más íntimo es lo más universal, escribió el poeta hace muchas décadas, y de nuevo este sencillo criterio resultaba ser el camino más directo para acceder al alma del mayor número de personas.

Es desde semejante perspectiva desde la que (re)cobra su sentido la vieja expresión “compromiso del intelectual”, así como la afirmación según la cual el compromiso del intelectual es únicamente con sus ideas. En efecto, esta figura, definida por su sencillez, también viene obligada por un compromiso a su vez sencillo: decir lo que piensa, y no otra cosa. No, por ejemplo, lo que sus lectores estén esperando que diga, lo que él crea que es más conveniente para sus intereses, lo que entienda que puede agradar al editor del medio para el que trabaja o cualquier otra consideración ajena al pensamiento mismo. Rechazar estas tentaciones tiene sus riesgos, claro está. El específico fracaso que aguarda a quien mantiene en la plaza pública lo que de veras piensa en su fuero interno es quedar descalificado por otros, verse refutado por los acontecimientos o ser incapaz de dar cuenta de aquello que pretende explicar.

Intentaré ilustrar en primera persona lo que estoy pretendiendo sostener. En los últimos tiempos, a menudo he tenido la impresión de que los comportamientos y las palabras de algunos de los nuevos protagonistas que irrumpían en la vida pública de este país, anunciando una regeneración radical, no me venían de nuevas. Al contrario, me provocaban la poderosa sensación de que la película que protagonizaban, supuestamente recién estrenada, yo ya la había visto. De inmediato, lo confieso, me asaltaba el temor a estar incurriendo en el imperdonable pecado de cebolletismo (por el legendario abuelo Cebolleta de los tebeos de mi infancia, que todo cuanto ocurría lo relacionaba con algún episodio de su lejana juventud), esto es, la resistencia a aceptar los cambios y novedades que acompañan al devenir de la historia. Pero, inevitablemente, me preguntaba a continuación: ¿hay otra opción que señalar lo que uno cree estar viendo?, ¿acaso resulta aceptable ocultar lo que se piensa por el miedo a según qué tipo de críticas, o a las críticas de según quién?

Para mi tranquilidad y alivio, el tiempo se encargó de demostrar que, en efecto, estábamos ante un mero remake de una vieja película. Un remake que, lejos de hacernos olvidar la versión original, conseguía que la añoráramos intensamente. Pero, de cualquier forma, más allá de que en unas ocasiones el tiempo nos pueda dar la razón y en otras quitárnosla, no hay para ese particular profesional del espíritu que es el intelectual más alternativa que la de correr el riesgo de decir lo que piensa, sea esto lo que sea. Por más que a continuación twiter, facebook y similares puedan rugir o incluso arder en llamas.



Dibujo de Raquel Marín para El País

Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt







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[TRIBUNA DE PRENSA] Lo mejor de la semana. Febrero, 2018 (II)





Dicen que elegir es descartar. Estoy de acuerdo, y asumo la responsabilidad que me quepa por mi elección. Aquí les dejo los Tribuna de prensa que durante la pasada semana he ido subiendo a Desde el trópico de Cáncer. Tres, como máximo, cada día. Como dijo Hannah Arendt espero que les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar. La vida, a fin de cuentas, no va de otra cosa que de eso. Se los recomiendo encarecidamente. Creo que merecen la pena.


DOMINGO, 4 DE FEBRERO
Judeofobia polaca, por Fernando Palmero 
McLuhan y la doble versión, por Patxo Unzueta
Un discurso trumpiano más, por Carlos Mascia

LUNES, 5 DE FEBRERO
Vuelven los fantasmas, por Nicolás Redondo Terreros
Hamlet y Rajoy, por Manuel Vilas
¿Es usted un "gutmensch"?, por Béatrice Delvaux

MARTES, 6 DE FEBRERO
Francia y las trampas de la memoria, por Marc Bassets
¿Qué hacer?, por Félix de Azúa
El procés, nada de nada, por Francisco Rico

MIÉRCOLES, 7 DE FEBRERO
Besar en Estados Unidos, por Pablo Pardo
Los lamentos de Otegi, por Manuel Jabois
Vencimiento, por Leila Guerriero

JUEVES, 8 DE FEBRERO
Piensa bien, por Javier Sampedro
Capitalismo de emociones, por José Ignacio Torreblanca
Contra la pena emocional, por Bernardo del Rosal Blasco

VIERNES, 9 DE FEBRERO
No cedas, por Juan José Millás
Los Goya y el Estado, por Fernando Vallespín
Dos gobiernos, un ombligo, por Raúl del Pozo

SÁBADO, 1O DE FEBRERO
Majestad, pónganoslo más fácil, por Ignasi Guardans
El tocino y la velocidad, por Julio Llamazares
Grokotopia, por Manuel Arias Maldonado

Y desde los enlaces de más abajo pueden acceder a algunos de los diarios y revistas más relevantes de España y del mundo, actualizados continuamente. Espero que los disfruten:

The Washington Post (EUA)
El País (España)
Le Monde (Francia)
The New York Times (EUA)
The Times (Gran Bretaña)
Le Nouvel Observateur (Francia)
Chicago Tribune (EUA)
El Mundo (España)
La Vanguardia (España)
Los Angeles Times (EUA)
Canarias7 (España)
El Universal (México)
Clarín (Argentina)
L'Osservatore Romano (Vaticano)
La Voz de Galicia (España)
NRC (Países Bajos)
La Stampa (Italia)
Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania)
Le Figaro (Francia)
Tages Anzeiger (Suiza)
Komsomolskaya Pravda (Rusia)
Excelsior (México)
Die Welt (Alemania)
El Nuevo Herald (EUA)
Revista de Libros (España)
Letras Libres (España)
Claves de Razón Práctica (España)
Cuadernos para el diálogo (España)
Litoral (España)
Jot Down (España)
Real Instituto Elcano (España)
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (España)
Der Spiegel (Alemania)
The New Yorker (EUA)
Política Exterior (España)
Cidob (España)
Concilium (España)
Le Monde Diplomatique (Francia)
Le Nouvel Afrique (Bélgica)
Time (EUA)
Life (EUA)
Revista Española de Ciencia Política (España)
Cambio16 (España)
Jeune Afrique (Francia)
Tiempo (España)
Historia y Política (España)
Newsweek (Estados Unidos)
Nature (Estados Unidos)
Historia National Geographic (España)
Paris Match (Francia)
Instituto Nacional de Estadística (España)



Nieve (Catedral de San Nicolás. Kaliazin, Rusia)




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[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy domingo, 11 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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sábado, 10 de febrero de 2018

[A VUELAPLUMA] Un mundo mucho mejor





Tenemos motivos de sobra para ser optimistas, comenta en El País, el escritor y periodista Guillermo Altares: Una corriente de pensamiento en alza promueve la fe en el constante avance humano. Y un reciente libro de Steven Pinker ofrece sorprendentes indicadores para medir el progreso de la humanidad.

El terremoto de Lisboa, que destruyó la capital portuguesa en la mañana de Todos los Santos de 1755, abrió un debate filosófico que no se ha cerrado todavía y en el que acaban de entrar el fundador de Microsoft, Bill Gates, y uno de los ensayistas estadounidenses más influyentes, Steven Pinker, comienza diciendo Altares. Aquel cataclismo enfrentó a los pensadores ilustrados del siglo XVIII, defensores de la fe en el progreso, con el tremendo problema de intentar explicar el mal, la irracionalidad y la existencia de un desastre de tan enormes consecuencias. ¿Realmente era posible decir que el mundo iba mejor a la vista de semejante catástrofe? La sacudida lisboeta no impidió que aquellos ilustrados reafirmaran su confianza en que la humanidad indefectiblemente avanza.

Casi tres siglos después, el espíritu de una nueva Ilustración, que tampoco está dispuesta a cuestionar el progreso, vuelve a desempeñar un papel importante. Surgen dilemas similares: ¿debemos dejarnos influir por la realidad inmediata o debemos observar movimientos de fondo más profundos y positivos? ¿Puede un desastre o el temor a un desastre —por ejemplo, los efectos del cambio climático— hacernos desistir de nuestra confianza en el futuro? Pinker, el apóstol de esta corriente de pensamiento positivo, respondería rotundamente que no. Su ensayo, Enlightenment Now. The Case for Reason, Science, Humanism and Progress (La Ilustración ahora. En defensa de la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso), sale a la venta en febrero en EE UU. La editorial ha tenido que adelantar la fecha después de que ­Bill Gates escribiese la semana pasada que era “el mejor libro” que había leído en su vida, lo que desató las ventas anticipadas.

En el capítulo difundido por la editorial Viking a través del blog del fundador de Microsoft y filántropo, Pinker se defiende de lo que llama “progresofobia”. En su libro anterior, Los ángeles que llevamos dentro (Paidós), defendía la idea de que vivimos en el momento menos violento de la historia de la humanidad, postura por la que recibió rotundos elogios, pero también algunas críticas que le acusaban de un exceso de optimismo.

Aquel libro se publicó durante la crisis económica, cuando había bajado de golpe el nivel de vida de mucha gente. Pinker decía que era una cuestión de perspectiva y que lo importante era buscar tendencias de largo aliento. Incluso así, opinaban algunos, sucesos como la II Guerra Mundial o el bajón de la esperanza de vida que se produjo en Europa durante las guerras de religión de los siglos XVI y XVII demostraban que la posibilidad de que la humanidad diese pasos atrás era real.

En su nuevo ensayo, Pinker entra al trapo y profundiza en la misma idea, esta vez tratando de definir lo que significa avanzar y construir un mundo mejor. “¿Qué es progreso?”, se pregunta este catedrático de Psicología de Harvard, nacido en Montreal hace 63 años. “Pueden ustedes pensar que es una cuestión tan subjetiva y culturalmente relativa que resulta imposible responderla. Por el contrario, pocas preguntas tienen una respuesta tan sencilla. La mayoría de la gente estará de acuerdo en que la vida es mejor que la muerte; la salud es mejor que la enfermedad; la alimentación, mejor que el hambre; la paz, mejor que la guerra; la seguridad, mejor que el peligro; la libertad, mejor que la tiranía; la igualdad de derechos, mejor que la discriminación; el conocimiento, mejor que la ignorancia; la inteligencia, mejor que la contemplación aburrida del mundo; la felicidad, mejor que la miseria; la posibilidad de disfrutar de la familia, los amigos, la cultura, la naturaleza, mejor que un trabajo penoso y monótono. Y todo eso se puede medir y se ha incrementado a lo largo de los años. Eso es progreso”.

Como no podía ser de otra forma, en el segundo párrafo del nuevo libro, Pinker hace referencia a Voltaire y asegura que le acusaron de ser un nuevo Pangloss, el protagonista de Cándido, la novela que el gran filósofo francés de la Ilustración escribió después del terremoto de Lisboa. Seguidor de Leibniz, Pangloss siempre dice que “vivimos en el mejor de los mundos posibles”, lo que podría resultar solo aparentemente contradictorio ante el paisaje de la capital portuguesa en ruinas. “Voltaire no satirizó la Ilustración, sino todo lo contrario, criticaba la racionalización religiosa del sufrimiento, que defendía que Dios no tenía más opciones que permitir epidemias y masacres porque el mundo sin ellas era imposible”, escribe Pinker.

Curiosamente, el cataclismo que sufrió Portugal sí que provocó un cambio profundo, que podríamos considerar muy ilustrado. Como explica Nicholas Shrady en The Last Day. ­Wrath, Ruin and Reason in the Great Lisbon Earthquake of 1755 (El último día. Cólera, ruina y razón en el gran terremoto de Lisboa de 1755), como ocurre ahora con los desastres naturales, muchos países ofrecieron ayuda, un fenómeno inédito hasta entonces en Europa: hasta ese momento, la idea era que si un Estado sufría un desastre de tremendas proporciones, como el incendio de Londres de 1666, mejor para sus rivales.

Pinker ya explicó en su primer libro la importancia que tenía la forma de enfrentarse a los desastres para medir el progreso humano. Su teoría es que uno de los grandes avances de la civilización se produjo cuando por primera vez un juez dictaminó que “las cosas ocurren” y, en vez de culpar a una bruja por una mala cosecha, simplemente sentenció que se trataba de mala suerte, una explicación más sensata que el intento de buscar intervenciones divinas o diabólicas. Los ilustrados llegaron a conclusiones similares tras el terremoto de Lisboa: en su novela, Voltaire satiriza, además de a Pangloss y a Cándido, el auto de fe que se organiza para calmar a una divinidad furiosa, para la que apresan a dos pobres marineros que habían apartado el beicon al comerse un pollo.

En la obra de teatro Voltaire contra Rousseau, un texto de Jean-François Prévand dirigido por José María Flotats que puede verse estos días en el teatro María Guerrero de Madrid, se explica muy bien la absoluta confianza de Voltaire en el avance de la humanidad frente a la teoría del “buen salvaje” de Rousseau. No confiaba el autor de Cándido en la naturaleza, sino en la sociedad y en unos avances determinados, relacionados con la técnica pero también con las leyes, la defensa de los individuos o la capacidad para criticar las creencias establecidas. Dos siglos y medio después, el debate se retoma en los tiempos de la guerra de Siria y de los cataclismos provocados en todo el planeta por el calentamiento global.

Bill Gates mantiene que la gran originalidad del libro de Pinker es que mide nuestros avances en 15 aspectos, algunos de los cuales pueden parecer pequeños a primera vista aunque no lo sean. Proporciona cinco ejemplos en su blog: “1. Tienes 37 veces menos posibilidades de que te alcance un rayo que el siglo pasado, no porque haya menos tormentas, sino por nuestra capacidad de predecir el tiempo y la educación. 2. El tiempo que empleamos en lavar la ropa ha pasado de 11,5 horas a la semana en 1920 a 1,5 en 2014. Puede parecer trivial, pero representa un enorme progreso por el tiempo libre que proporciona a mucha gente, en su mayoría mujeres. 3. Tienes menos posibilidades de morir en tu puesto de trabajo: 5.000 personas fallecen en accidentes laborales actualmente en EE UU, mientras que en 1929 morían 20.000. 4. El coeficiente intelectual global sube tres puntos cada década. La mente de los niños mejora gracias a un entorno más saludable y a la mejor educación. 5. La guerra es ilegal. Puede sonar obvio, pero antes de la creación de Naciones Unidas, ninguna institución tenía la posibilidad de frenar a otro país de ir a la guerra”. Este último punto puede parecer el más discutible, visto el panorama global, pero en su libro Calle Este-Oeste (Anagrama), sobre el nacimiento del derecho internacional, Philippe Sands realiza una afirmación similar: antes de la II Guerra Mundial, un gobernante podía hacer con sus ciudadanos lo que quisiese sin que nadie pudiese protestar. Ahora, como queda claro con los rohinyás de Myanmar, por lo menos estalla un escándalo.

La única amenaza real que Gates ve en el horizonte sería el descontrol de la inteligencia artificial, pero asegura que se abrirá un debate muy importante en el futuro inmediato sobre esto. “El mundo es cada día mejor, aunque a veces no tengamos la sensación de que así sea”, escribe. Pinker, por su parte, da su propia respuesta a la teoría del “mejor de los mundos posibles” de Pangloss: “Alguien que piensa eso es ahora un pesimista. Un optimista cree que el mundo puede ser mucho, mucho mejor”.



El terremoto de Lisboa en 1755. Grabado del siglo XIX 



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